El ruiseñor
Capítulo 11: Té
A Rukia no le gustaba la idea de un matrimonio arreglado y no le agradaban los príncipes porque sabía que los príncipes solo tenían que extender la mano para conseguir lo que querían; sin embargo, lo que realmente no le gustaba era la incapacidad de elegir sobre su propia vida. Si hubiera sido un hombre, entonces no tendría que estar sirviendo a la reina y no tendría que soportar un matrimonio arreglado; un matrimonio arreglado era eso, un arreglo por conveniencia, no importaba si era con un príncipe o con un viudo.
Si fuera un hombre, su vida sería un poco más fácil y un poco más de suya. Si fuera un hombre podría tener una vida similar a la de su hermano y encontrar el amor en un viaje; como le había pasado a él.
Si fuera un hombre no tendría que demostrarle a la reina que su virginidad estaba intacta.
El desayuno fue como todos los días. Todas estaban sentadas a la mesa excepto Nelliel, que estaba desayunando con el príncipe Kaien; las Favoritas no estaban muy contentas con eso y Senna hizo un comentario muy desagradable sobre Nelliel y los príncipes.
— Cuando los príncipes vean lo aburrida que es Nelliel, inmediatamente la enviarán a casa y así tendré la oportunidad de estar con uno de ellos. No se sorprendan si me convierto en reina, el Príncipe Kaien se enamorará de mí en la Noche de las Almas.
— En serio Senna, ¿no tienes algo mejor en qué pensar que en terminar en la cama de uno de los príncipes? Es asqueroso. — Se quejó Rukia porque ya estaba cansada de ese tema.
— Asquerosa es tu ropa. Te vistes como una sirvienta, parece que tu familia cayó en la desgracia el día en que naciste o algo así. — Senna tomó un sorbo de jugo de naranja antes de continuar hablando. — Si hubieras visto al príncipe Kaien, sabrías por qué es tan deseado pero no estabas allí, mejor aún, porque con tu ropa ni siquiera te habría visto.
— ¿Así como no te vio a ti? Quiero decir... te veo desayunando con nosotros y no con él. — Se burló Rukia regresándole el insulto. Senna se enojó y vertió el jugo que quedaba en su vaso sobre Rukia empapándola por completo.
— Lo siento, me tembló la mano. Deberías cambiarte de ropa, pídele a Kiyone que te preste uno de sus vestidos, la ropa de sirvienta te queda bien.
— ¡Voy a matarte! — Gritó Rukia. Necesitaba sacar toda la ira que cargaba contra Senna por todas las burlas que le había hecho desde que llegaron al castillo.
Rukia se levantó de su asiento y jaló a Senna del cabello con una mano, con la otra mano le arrancó el collar de perlas que llevaba junto con una la manga de su vestido, la tela cedió con mucha facilidad y las perlas rodaron por el piso. Rukia estaba jalando con fuerza del cabello de Senna junto con su ropa que se rompía con facilidad; Senna gritaba como si la estuviera matando pero intentaba arañar a Rukia. Ambas terminaron en el suelo entre gritos y rasguños.
Nadie las detuvo, ni las otras Favoritas ni Orihime, ella se dedicaba a animar a Rukia para que golpeara más fuerte a Senna, y si Kahya no hubiera entrado a la habitación en ese momento, solo las Deidades sabrían lo que había sucedido.
— ¿Qué está pasando aquí? — Gritó la Kahya haciendo que todas se levantaran de sus asientos. Rukia estaba sobre Senna, había dejado de golpearla y varias tiras de tela del vestido de Senna estaban tiradas en el suelo. La tela estaba muy vieja, lo que quería decir que la pobre ahí era Senna. — ¡Sepárenlas!
Orihime ayudó a Rukia a levantarse, ella estaba cubierta de rasguños y su cabello estaba desordenado pero parecía menos herida que Senna; Riruka levantó a Senna, parecía que iba a llorar y tenía sangre goteando de su labio. Esa expresión ridícula hizo que Rukia quisiera reír, no podía creer que fuera tan manipuladora.
— ¿Qué pasó aquí? — Volvió a preguntar la Kahya sin apartar la vista de ambas.
— No tengo idea. ¡Esa salvaje se abalanzó sobre mí! No le hice nada. — Senna fue la primera en hablar, tomando toda la atención de Kahya y señalando a Rukia con el dedo.
— ¿Es verdad? — Rukia sintió la mirada tranquila y peligrosa de Kahya sobre ella.
— Sí, la golpeé pero fue después de que ella me echara el jugo encima. — Rukia no dijo más. No iba a defenderse a sí misma, se había sentido tan bien golpeando a Senna que no le importaba si la castigaban o no.
Senna inmediatamente comenzó a protestar pero Kahya levantó la mano para silenciarla, la mujer no tenía ganas de escuchar protestas y además, no le gustaba Senna tanto como Rukia.
— Senna, le escribiré a tu padre para hacerle saber de esta falta de respeto. Estoy seguro de que le avergonzará saber que su hija ha provocado un ataque físico. — La Kahya se giró para ver a Rukia, quien seguía parada en su lugar junto con Orihime. — El Gran Concejal Kuchiki también será informado de este incidente, le dejaré a él la responsabilidad de su castigo, señorita Kuchiki. Ahora vayan a cambiarse de ropa, la modista traerá los vestidos que usarán mañana en la Noche de las Almas.
— Sí, señora. — Dijo Rukia inclinándose ante la Kahya antes de alejarse de ahí con Orihime detrás de ella.
La mayoría se estaba probando los vestidos que había llevado la modista, las Favoritas habían elegido las telas y los apliques semanas antes, sabiendo que la Noche de las Almas era un evento de gala; cuando se enteraron que los príncipes llegarían para ese día, volvieron a visitar a la modista para agregar o quitar más cosas.
Orihime también se estaba probando su vestido pero Rukia no tenía nada que hacer allí, ella se había probado el vestido que usaría esa noche en la tarde que había ido a comer con su padre, él había elegido la tela junto con todo lo demás, incluso las joyas que ella iba a usar esa noche; eran piezas de joyería que existían desde antes de la Caída, cuando las hijas del Señor de Maranni eran princesas y se convertían en reinas, no como en ese momento que tenían un matrimonio concertado para evitar un "levantamiento" contra el rey de Avanta.
Los hombres que habían firmado los Acuerdos estaban muertos, los hijos de esos hombres también, no quedaban personas que realmente hubieran estado en la Noche de la Caída, pero esos reyes habían firmado ese papel con sangre y la vida de todos se regía por esa firma.
Sin embargo su padre tenía razón, ella debía recordar que era la hija del Señor de Maranni; era hora de dejar de huir de sus obligaciones y esconderse. Su madre la había protegido toda su vida, pero su madre no estaba ahí y ella ya no era una niña; ella era Rukia Kuchiki, descendía de reyes y reinas más antiguos que el linaje de los reyes de Avanta.
Rukia no tenía nada que hacer allí y decidió que era mejor ir a ver a la doctora, no tenía sentido posponer la visita a la mujer y tenía que hablar con la reina de todos modos. Se despidió de Orihime, que estaba comprobando que su vestido era más grande de lo que debía, y caminó por los pasillos hasta llegar a la habitación de la doctora que ya la estaba esperando.
La doctora era una mujer muy joven, o eso parecía, quizás era para dar confianza a las mujeres que vivían en el castillo y no sentir vergüenza de ir con ella.
— Por favor cámbiese de ropa, debo comprobar que está sana. — La doctora habló con voz suave y gentil.
Rukia hizo todo lo que la mujer le pidió y al final se acostó en la cama; sabía que la revisión era algo natural entre las mujeres, pero aún así le resultaba incómodo que la revisaran de esa manera.
— Estás un poco lastimada. — Comentó la doctora cuando terminó el chequeo y Rukia comenzó a ponerse la ropa.
— Supongo que sí, ayer estaba montando a caballo, fue la primera vez que lo hice. — Dijo ella tratando de sonar tranquila. La mujer asintió y escribió algo en un pergamino.
— Sí, puede suceder. Solo eso, tu cuerpo se ve saludable. Lleva esto a la reina. — La doctora le entregó el pergamino doblado que había sido cuidadosamente sellado con laca negra para que nadie leyera su contenido. — Puedes irte ahora.
Rukia asintió y puso el papel en uno de sus bolsillos para caminar por los mismos pasillos hasta llegar a las habitaciones de la reina. Esperaba volver a encontrarse con el soldado en el pasillo, pero eso no sucedió, tal vez ya se había ido del castillo; le había dicho que se marcharía por la mañana.
Se paró frente a la puerta de la habitación de la reina y los guardias la dejaron entrar. La reina la estaba esperando y, después de presentar sus respetos a la reina, le llevó el pergamino doblado que le había dado la doctora. La reina lo tomó y comenzó a leerlo con una calma que resultaba inquietante; cuando la reina terminó de leer las palabras de la doctora, le sonrió con gesto maternal y la invitó a sentarse a su lado.
— Acompáñame a tomar una taza de té, Rukia. — Dijo la reina sirviéndole una taza de té que tenía un olor demasiado fuerte.
Rukia no se negó y se sentó junto a la reina, en una de las sillas de esa sala. Estaba nerviosa, le sudaban las manos y solo esperaba que la reina comenzara a hablar, pero la mujer solo estaba tomando su café en silencio.
— Su Majestad, ayer… — Empezó a hablar pero la reina había dejado a un lado su taza de café, interrumpiéndola.
— Ayer estuviste enferma. — Dijo la reina sin rodeos. — ¿Te imaginas la desgracia que sufrirían tu padre y tu familia si se enteraran de que dejaste el castillo con un soldado? Estás aquí bajo mi cuidado y protección, pero no puedo cuidar de ti si felizmente te vas con el primer hombre que te habla bonito. Pensé que había más sentido común en ti. Ahora vas a beber este té, y lo harás frente a mi.
La reina señaló la taza de té que tenía frente a ella.
— Pero, majestad, yo no...
— ¡No me importa! ¿Montando un caballo? ¿Crees que nací ayer? — Preguntó la reina, arrugando el papel que le había traído. — Ahora, bébetelo.
La reina ordenó y Rukia no tuvo más remedio que beber el té que la reina le había servido. El té era amargo y podía saborear la canela junto con la albahaca mezclada con otras hierbas que no podía distinguir. La mirada de la reina estaba fija en ella y no dejó de mirarla hasta que dejó la taza en la mesa completamente vacía. Rukia estaba enojada y tenía ganas de llorar, pero la ira era mayor al llanto.
— Debería castigarte prohibiéndote ir al baile de la Noche de las Almas, pero le prometí a tu padre que estarías sana esa noche. Eres hija de uno de los grandes concejales, aunque dudo mucho que comprendas tu posición en el castillo, ni siquiera sé si comprendes la posición de tu padre.
— Entiendo la posición de mi padre. — Susurró Rukia tratando de contener todas las emociones y náuseas que le había causado el té.
— Pruébalo. Te di permiso para rechazar los regalos de los príncipes, no me hagas reconsiderar mis palabras y te trate como a otras chicas. — Amenazó la reina y Rukia la miró con pánico.
— Lo prometo, Su Majestad, me comportaré correctamente. — La voz de Rukia era casi una súplica.
La reina pareció complacida con esas palabras y extendió una de sus manos para que la besara; fue la señal de que esta charla había terminado y le dio permiso para irse.
Rukia salió de allí y tuvo que contener las ganas de gritar hasta estar segura de que nadie podía oírla. El té era repugnante y la idea de que podría volver a beberlo le dio un escalofrío, pero solo podía aceptar las palabras de la reina; sabía que no debía de contradecirla u ofenderla. No quería volver a la habitación, pero tenía que hacerlo, en el fondo sabía que si Senna la molestaba de nuevo la podía golpear pero eso no era conveniente, no quería meterse en más problemas; tuvo que calmarse y pensar en una buena mentira para cuando su padre le preguntara por qué había estado enferma el día anterior.
Mentiras y más mentiras.
Al entrar en la habitación se encontró con las Favoritas rodeando a Nelliel, quien parecía ser el centro de atención; seguramente por haber ido a desayunar con el príncipe; tal vez el príncipe "se la desayunó" y querían saber los asquerosos detalles.
— Rukia, ven. Nelliel no quería hablar hasta que estuvieras aquí. — La voz de Orihime sonaba animada pero Rukia notó, por la forma en que sus ojos se movían, que su amiga estaba nerviosa.
— La pobre ya llegó, ahora cuéntanos qué tienes allí. — Senna habló con desprecio sin mirar a Rukia. Estaba más concentrada en lo que Nelliel sostenía en sus manos que en prestarle atención a quién la había golpeado.
Rukia notó que Nelliel llevaba una pequeña caja de madera, era como un joyero pero muy simple y seguramente quería mostrarles algún regalo del príncipe; Nelliel se aclaró un poco la garganta antes de hablar.
— El príncipe Kaien les envía obsequios de bienvenida. — Las Favoritas se emocionaron y se acercaron aún más a Nelliel. Rukia pudo ver que la expresión de celos en sus caras había cambiado a una más amigable al escuchar que era un regalo del príncipe.
— ¿Un regalo de bienvenida? — Preguntó Riruka claramente interesada en el joyero que Nelliel sostenía.
— Sí, el príncipe Kaien espera que se sientan cómodas en el castillo y se sentiría honrado si mañana lucen el regalo que les ha enviado.
Las Favoritas se emocionaron mucho con esas palabras y, en el momento que Nelliel abrió el joyero, Rukia pudo ver que había unos anillos pequeños, muy simples comparados con las joyas que usaba la realeza, solo eran un pequeño aro de oro con una piedra de un color diferente.
— El príncipe no conoce sus gustos, así que espera que elijan el que más les agrade. — Explicó Nelliel mirando como las Favoritas le quitaban la caja para elegir primero.
Rukia pudo ver que Nelliel llevaba un anillo similar, quizás un poco más elaborado que los que había traído para regalar, y supuso que el príncipe lo eligió especialmente para ella. Eso explicaba por qué Nelliel parecía tan neutral e indiferente a todo; ella conocía a uno de los príncipes y sabía exactamente dónde estaba.
— Elige tu anillo. — Nelliel le entregó el joyero a Rukia después de que las Favoritas le regresaron la pequeña caja.
No había estado en la bienvenida del rey, así que no esperaba que hubiera algo para ella, pero quedaban dos anillos, uno para ella y otro para Orihime; seguramente Nelliel le había dicho al príncipe que faltaba una dama en esa bienvenida.
— Orihime primero. — Renunció a su turno y Orihime eligió un anillo con una pequeña piedra naranja, como su cabello. — Yo no acepto el regalo del príncipe, tengo el permiso de la reina para rechazar cualquier regalo que los príncipes envíen.
— ¿La reina te dio permiso para rechazar los regalos de los príncipes? — La voz de Loly le llamó la atención.
— Si no lo quieres entonces lo tendré yo. — Dijo Senna tratando de tomar el anillo pero Nelliel cerró el joyero y lo guardó.
— Sí, la reina me dio permiso. Es lo único que debes saber.
— Ella es la hija del Gran Concejal Kuchiki. — La voz de Nelliel llamó la atención de todos. La expresión de las Favoritas le dio a entender que no se habían fijado en su apellido. Rukia sonrió.
— Y mi padre habló con la reina para no tener que buscarme marido cuando los príncipes se aburran de mí.
Ese fue un golpe bajo para las Favoritas, entre todos ellos detuvieron a Senna, quien quería devolverle los golpes del desayuno a Rukia pero ella solo miró a Orihime y ambas salieron corriendo de esa habitación antes de que pasara algo más.
Desde el pasillo, mientras corrían riendo, Rukia y Orihime podían escuchar los gritos de Senna jurando que se arrepentiría de lo que dijo y de los golpes que le había dado. No se detuvieron hasta llegar a uno de los jardines del castillo, un poco lejos de los aposentos de la reina y fue en ese momento que Orihime preguntó de qué había hablado con la reina.
— La reina me obligó a tomar un té.
Rukia comenzó a contarle lo que había sucedido desde que salió de la habitación hasta que regresó; no le había contado a Orihime todo lo que pasó con el soldado, así que tenía que tener cuidado con lo que decía si quería evitar que la atraparan en la mentira. Se sentía culpable por mentirle, pero ese secreto era solo suyo.
Muchas gracias a todos los que leen esta historia.
