Los Ojos del Ruiseñor


Capitulo 12: La Noche de las Almas


Otoño. Año 491. Kaien, 19 años.

Ichigo estaba disfrutando del agua en la enorme bañera de los baños privados del rey, estaba pensando en Kia, en la playa, en sus besos, en sus pequeñas manos tocándolo sin miedo. No había ninguna regla que le impidiera tener una doncella como Inamorata, así que tan pronto como tuviera la oportunidad, la buscaría.

Quizás si le explicaba bien la situación en la que se encontraban, ella querría estar con él, después de todo era lo único que podía ofrecerle, ser su Inamorata porque si su padre decidiera hacer válidos los Acuerdos entonces tendría que casarse con la hija del Consejero Kuchiki y si decidía luchar por la corona, entonces el podría morir.

Luchar por la corona era una declaración de guerra en contra su padre y su hermano. Ellos tenían los soldados y las alianzas, su padre con una orden podía matarlo si intentaba sacar a Kaien del camino, sí le pasaba algo a Kaien sabrían de inmediato que fue él y su padre lo mandaría a matar por traición y fratricidio, de eso estaba completamente seguro. Estaba atrapado.

— Ichigo, ¿sigues aquí? Te convertirás en una pasa si pasas mucho tiempo en el agua. — La voz de Kaien sonaba animada; lo suficientemente feliz como para ser algo bueno.

Ichigo miró hacia arriba, Kaien se detuvo frente a la bañera con una toalla atada a la cintura y su sonrisa habitual. No le gustaba verlo sonreír así, parecía una serpiente esperando para atacar.

— Estás muy feliz, veo que conocer a las Damas de la corte de nuestra madre te hace feliz. Las chicas de tu reserva, hermano mayor. — Dijo con una sonrisa sarcástica.

Kaien le devolvió la misma sonrisa y con un movimiento de su mano le hizo saber a Ichigo que era su turno de bañarse, aunque la bañera era lo suficientemente grande para nadar, Kaien prefería bañarse solo. Ichigo se levantó pesadamente de la bañera, el agua le goteaba por los músculos que había formado el entrenamiento y las cicatrices dejadas por las batallas, así como por el tatuaje que cubría parte de su espalda.

— Nuestra reserva personal, hermanito, nuestra. Recuerda que tú también eres un príncipe y todas esas damas estarán ansiosas por hablar contigo de cerca. — Dijo Kaien antes de acomodarse en esa enorme bañera.

— No me interesan las damas de la corte. — Respondió secándose con una toalla que luego usó para cubrirse. — No me importa lo interesadas que estén, terminarán como cualquier amante: casadas con un señor y lejos de aquí, estemos con ellas o no.

— Deberías de pensar que les estamos haciendo un "favor". Nos acostamos con la hija de uno de los Señores, la chica pasará los mejores días de su vida pensando que será una princesa si logra enamorarnos y al final, terminará casada con algún Señor importante. Nuestro padre le dará una dote a la familia de la chica y el Señor tendrá el honor de casarse con una mujer tan hermosa que fue la amante de un príncipe.

— Eres repugnante, Kaien. — Dijo dándole la espalda para irse, no quería seguir escuchándolo hablar.

— Soy el Príncipe Heredero, el futuro Rey de Avanta y las Montañas Azules, hago lo que se espera de mí. — Kaien hizo una pausa. — No quiero que te vistas como un soldado, Ichigo, no arruines la noche; eres mi hermano y príncipe de Avanta. Compórtate como tal.

La advertencia de Kaien lo hizo detenerse en la puerta pero sin volverse para verlo. ¿Vestido de soldado? Seguramente él también sabía lo de la criada.

— Si, su Alteza. — Respondió mordazmente, girando sobre sus talones para hacerle una reverencia que hizo sonreír a Kaien.

Si todos vieran al Kaien que él vio cuando estaban solos, nadie lo querría tanto como lo querían en ese momento. Kaien era tan repugnante como manipulador, todavía no podía creer que su padre lo amaba lo suficiente como para heredarle el reino.

Ichigo volvió a pensar en Kia mientras los criados le ayudaban a vestirse; pensó en la posibilidad de convertirla en su amante y cuanto más pensaba en ello, más le parecía una buena idea; quería estar con ella a pesar de que la única forma de hacerlo, por el momento, era siendo amantes. Si se convertía en rey, entonces podría casarse con quien quisiera y si Kia estaba dispuesta a estar con él, entonces habría una posibilidad más duradera.

Por un segundo se imaginó a sí mismo como el rey de Avanta y Kia como su reina.


Rukia no se vistió en la habitación con las otras damas de la corte, lo hizo en las habitaciones del Señor de Maranni, donde su padre le había preparado una habitación privada. La Kahya le había hablado a su padre de la pelea con Senna y, a su vez, su padre había hablado con ella. Rukia no pretendía decirle a padre que Senna la estaba molestando pero las cosas se habían salido de control hasta que habían llegado a los golpes. Todo mundo tenía un límite y el de Rukia había alcanzado niveles críticos con Senna.

Al menos su padre creía que ella había estado enferma el día de la llegada del rey y no preguntó más por eso. Rukia no quería imaginar lo que habría dicho su padre si se enteraba de que había dejado el castillo con un soldado y había pasado toda la tarde a solas con él; si lo pensaba de esa manera, era bastante escandaloso.

Lo único que no le gustaba de vestirse para una fiesta era ponerse el corsé que tenía que llevar debajo del vestido, pero la doncella la ayudó a ponérselo y lo apretó con tanta fuerza que no podía respirar sin jadear. Antes de ponerse el vestido tuvo que aflojar un poco el corsé o se iba a desmayar en medio del baile.

El vestido era increíble y aunque ya se lo había probado una vez, estaba nerviosa porque tenía miedo de arruinarlo esa noche.

Volvió a contar con la ayuda de la doncella para ponérselo, con todo el cuidado que requiere una prenda de esa calidad, y la doncella no se detuvo hasta que ató las cintas que mantenían todo en su lugar; Rukia se miró en el espejo y se sorprendió al ver su reflejo; nunca antes se había vestido tan elegante para una fiesta. En la boda de su hermano, el vestido que usó era hermoso, pero el que usaba en ese momento sobrepasaba demasiado aquél vestido.

Su piel pálida contrastaba con el color ciruela de la tela del vestido, todos debían estar vestidos con colores oscuros y, aunque ese vestido no rompía el código de vestimenta, sin duda era llamativo. Llevaba los hombros descubiertos y el escote recto cubría elegantemente la línea del busto, llevaba el pelo recogido en un moño y las joyas que adornaban su cabello eran de piedras blancas.

Después de ponerse los zapatos, salió de su habitación hacia la sala de estar donde la esperaba su padre; su padre siempre iba vestido de acuerdo a la ocasión y esa noche no fue la excepción, estaba vestido como el Señor de Maranni.

— Eres tan hermosa, tienes la belleza de tu madre. — Susurró su padre cuando la vio salir de su habitación.

El comentario de su padre la hizo sonrojar, consideraba que su madre era realmente hermosa y nunca había pensado que podría parecerse a ella. Su padre colocó un estuche de madera frente a ella abriéndolo para revelar su contenido.

— Tu madre, aunque estaba en contra de que formaras parte de la Corte de la Reina, envió esto para que lo uses en la Noche de las Almas. — Explicó dejándola ver el collar que descansaba sobre el terciopelo blanco.

El collar era de acero negro pulido, con un enorme granate en el centro y dos más pequeños a los lados, todos unidos en filigrana. La forma era simplemente hermosa, definitivamente iba a llamar la atención esta noche y, aunque iba en contra de lo que ella quería, la joya era imposible de ignorar; el vestido era el complemento perfecto para ese collar.

Al salir de las habitaciones del Señor de Maranni y cruzar el puente de piedra Rukia pudo sentir el aire frío del mar, tan cerca como si estuvieran en la playa y sonrió por eso; había dejado de lado la idea de volver a ver al soldado, no podía quedarse para siempre pensando en lo que pudo haber sido y no fue. Ella era la hija del Señor de Maranni, debería comportarse como tal.

El lugar donde se llevaría a cabo la fiesta estaba decorado con los colores de la Noche de las Almas: azul, morado, naranja y negro, todo de una manera que daba la sensación de que en verdad la oscuridad realmente caería sobre ellos. Los candelabros iluminaban todo, la música sonaba y algunas parejas bailaban al ritmo de la música; había asistido toda la corte, los consejeros con sus familias, los generales y uno que otro Lord que había sido invitado.

Había tanta gente riendo, divirtiéndose y bailando, que Rukia se quedó atónita. La boda de su hermano, comparada con esta fiesta, había sido un picnic.

— Retsu. — La voz de su padre hizo que se concentrara en la Kahya que se les había acercado con una discreta sonrisa. — Me gustaría que Rukia se sentara conmigo junto a los Consejeros.

— Concejal Kuchiki, me temo que eso es imposible, Rukia debe sentarse junto a las otras damas de la Corte de la Reina. — Respondió la Kahya un poco apenada por no poder permitir la petición de su padre.

Su padre estuvo a punto de protestar pero ella se lo impidió asegurándole que estaría bien y que bailarían la primera pieza de la noche; su padre asintió con una leve sonrisa y le besó la cabeza suavemente.

— La primera pieza, la segunda y todas. — Bromeó su padre antes de despedirse de ella y dejarla con la Kahya.

La Kahya le indicó que la siguiera y Rukia se levantó un poco el vestido para no pisar el borde mientras caminaba, la siguió entre la gente y las mesas hasta la mesa que habían designado para las Damas de la Corte. Orihime estaba ahí y la recibió con una sonrisa, tenía esa belleza sencilla que estaba adornada con joyas que nunca había visto haciéndola parecer una princesa, como su nombre lo decía.

Rukia ignoró a las Favoritas, quienes la miraban indignadas por alguna razón que solo ellas sabían, no tenía ganas de aguantar sus tontos comentarios.

Rukia empezó a hablar con Orihime sobre lo que iba a pasar esa noche, sobre la comida que iban a servir y sobre las personas que habían asistido. Era fácil reconocer a los Concejales, todos vestían de manera similar, incluso su padre, todos tenían algo que los distinguía como parte de un mismo grupo; los Generales eran hombres que llevaban las insignias que mostraban su rango en sus ropas y los invitados comunes vestían sus mejores ropas, incluso las mujeres vestían de una manera que coordinaba con la ropa de sus acompañantes pero había algunos invitados que vestían con un ligero desorden en el código de vestimenta.

Orihime comentó que estas personas buscaban llamar la atención, seguramente para que alguien que necesitaban los notara y pudieran iniciar una conversación; su amiga sabía mucho sobre el comportamiento de la corte, más que ella, y eso le sorprendió un poco. Rukia sabía que la razón era que su madre la había criado tan lejos de la corte como pudo; vivían en Maranni y, aunque tenía una muy buena educación, su madre no le había dado suficiente importancia a varios detalles que en ese momento le podrían servir.

— Ese hombre que está hablando con tu papá, es mi tío; él es el Concejero de la Moneda. — Dijo señalando a unos hombres que estaban hablando y riendo con una copa de vino en la mano. — El hombre de cabello blanco es el Concejero de Guerra, siempre están con el rey.

Rukia miró a los hombres que estaban hablando con su padre, no los conocía pero por el título que tenían estaba segura de que siempre estaban ocupados con algo; Rukia sabía que su padre era el Concejero de la Paz, los tres Concejales eran los responsables de que el reino "fluyera como la seda", en palabras de su padre.

La ceremonia en el Templo de las Deidades había terminado, solo ellos habían asistido porque era casi tradicional, y ahora tenían que entrar al salón de fiestas para que el baile pudiera comenzar formalmente. Ichigo había estado tentado de pedir permiso para irse antes de entrar al salón pero su madre le advirtió que su padre no perdonaría una segunda ofensa; su irreverencia al no recibirlo se había tomado como una falta muy grave.

Sus padres estaban hablando animadamente antes de que los anunciaran y las puertas se abrieran para dejarlos pasar. Su madre se veía hermosa con su cabello castaño claro cayendo por su espalda y usando la Corona de Guerra. Cada una de las piedras que decoraban la corona representaba una victoria, ya fuera individualmente o en conquista; las piedras se habían empezado a añadir desde que la reina de Maranni entregó su corona al rey de Avanta en la Mañana de la Caída.

La piedra más reciente fue agregada por Ichigo al decapitar al General enemigo en la última batalla, algo que Kaien no había podido hacer; un privilegio que el bastardo no le había podido quitar.

La corona era imponente, era la Corona de Guerra y la Corona de la Reina, era la corona que se usaba en esos eventos para recordar a todos los presentes que el hombre que reinaba sobre ellos no era un hombre cualquiera; era una forma de recordarles a todos que era descendiente de guerreros fuertes y valientes y no había mejor manera de demostrar su poder que coronando a la reina con sus victorias.

— Sal a conquistar el mundo, hermano mayor. — Le dijo con una sonrisa burlona cuando los anunciaron para entrar al salón.

— Tú también, hermanito. Lleva tu anillo con honor. — Dijo Kaien burlonamente pero no se volvió a mirarlo.

Kaien respiró hondo, puso esa expresión de serenidad y encanto, que ocultaba que era un tirano en potencia, y atravesó la misma puerta por donde habían pasado los reyes; ambos cruzaron en medio del salón para llegar a la mesa principal con un paso lento y ceremonioso, Kaien sonreía e Ichigo había endurecido su gesto hasta el punto de parecer un hombre peligroso.

— Y a tu izquierda, hermanito, la Corte de la Reina. — Susurró Kaien solo para que Ichigo lo escuchara.

Ichigo quiso ignorar el comentario de Kaien pero hubo algo que llamó su atención, algo que lo hizo girar la cabeza para ver a las seis chicas que estaban de pie, presentando sus respetos con la mirada baja, como todos los demás en ese lugar. Las había visto una vez, la vez que se encontró con Kia en el pasillo, pero no las había notado hasta que el mundo se le detuvo por completo, otra vez.

Fue el segundo más eterno de su vida. Allí estaba Kia, vestida como la hija de un gran Señor, mirándolo con curiosidad, sosteniendo su mirada hasta que la sorpresa se reflejó en su rostro y dio paso a la ira. Ella lo había reconocido.

El mundo podría irse al infierno, las Deidades se estaban burlando de ellos. Tenía que ser una broma. ¡Tenía que ser una maldita broma! Nada de lo que él había pensado sirvió, ella era parte de la corte de su madre y existía la posibilidad de que se convirtiera en la amante de su hermano si él se fijaba en ella.

Malditas leyes, maldito Kaien, malditas Deidades.

Ichigo tomó su asiento en la mesa de los reyes, cada vez más enojado por las posibilidades del destino de Kia, sabiendo que si Kaien se fijaba en ella, inevitablemente terminaría en su cama y él no podría hacer nada al respecto. El mundo podía irse al infierno, los celos lo consumían de una manera tan corrosiva que si no podía calmarse iba a golpear a Kaien allí mismo, aunque todavía no había hecho nada. Tenía tantas preguntas que hacerle a Kia que la ansiedad recorría su cuerpo de una manera fría, ni siquiera cuando estaba en la guerra se había sentido así.

— Entonces no apareciste en la bienvenida del rey porque estabas con una dama de la corte, pensé que habías dicho que no estabas interesado en la Corte de la Reina. Eres un hipócrita, hermanito.

Ichigo trató de ignorar la voz de Kaien, pero la forma en que Kia lo miraba, con una ira demasiado palpable para ser ignorada, y la forma en que él la miraba, debió ser demasiado obvia para Kaien, que solo buscaba la manera de provocarlo; solo quería ir con Kia y pedirle una explicación.

Él necesitaba una explicación, seguramente ella también la necesitaba.

Estaba tan metido en sus ideas que no escuchó el mensaje de bienvenida que había dado el rey, solo se dio cuenta de que el rey había dicho algo porque todos los invitados habían comenzado a aplaudir y él hizo lo mismo solo por inercia; su cuerpo estaba allí, pero su mente estaba en otra parte.

— Te recomiendo que no vayas con ellas, las señoritas de la corte son hermosas, pero debes esperar a que se hagan las presentaciones formales. No importa si ya conocías una de ellas. — Le advirtió Kaien mientras los sirvientes llenaban las copas de vino en la mesa principal.

— No quiero ir con ellas, ni siquiera las conozco. — Mintió automáticamente.

Kaien se burló de él un poco más, pero tuvo el cuidado de ser ambiguo en sus palabras y no despertar las sospechas de la reina que estaba cerca de ellos; Ichigo simplemente lo ignoró y bebió el vino que le sirvieron los sirvientes. Si Kaien no se callaba, se encargaría de convertirlo en un "alma" esa noche.

El mayordomo se acercó a la mesa cuando sus padres terminaron de comer y, con el permiso del rey, inició la presentación "tradicional" de las damas que acompañarían a la reina durante esos años. Ichigo observó cómo las presentaban una por una, notando cómo todas llevaban un anillo similar y le daban a Kaien una mirada que mezclaba adoración y gratitud; el bastardo había empezado a regalar cosas y temía que Kia hubiera aceptado algo.

Kia fue la última en ser presentada e Ichigo pudo ver que se movía con la elegancia de una dama, la ira que había visto durante todo el banquete ya no estaba en su rostro y podía apreciar la belleza que había en ella más allá de sus ojos que le habían causado tantas noches de insomnio.

— La señorita Rukia Kuchiki, de Maranni en las Montañas Azules.

Allí estaba Rukia Kuchiki, la misma Rukia Kuchiki que tendría que casarse con él si su padre decidía hacer válidos los Acuerdos, relegándolo para siempre a ser el segundo príncipe sin posibilidad de recuperar su derecho al trono.

Se había enamorado de la única mujer de la que no debería enamorarse si quería ser rey.

Por un momento pensó que Rukia no se volvería a verlo pero ella lo hizo y le dio una mirada tan fría que parecía una espada atravesando su pecho. La sorpresa en su rostro no pasó desapercibida para Kaien quien soltó una pequeña carcajada cuando Rukia le dio la espalda.

— Tu futura esposa. — Añadió Kaien divertido antes de beber un poco de vino.

— Ella no es mi futura esposa, no me voy a casar con ella. — Respondió Ichigo y bebió el resto del vino en su copa. El sirviente volvió a llenar su vaso en ese momento.

— ¿Está seguro? Eres el segundo príncipe y ella es más bonita de lo que pensaba.

— ¿No tienes nada más de qué hablar? Como por ejemplo, ¿Cuándo les diste regalos a las Damas de la Corte? Eso no está permitido antes de la presentación.

— Antes, después, ¿Qué diferencia hay? Ya lo hice y todas los aceptaron, así que todas saben la posición en la que se encuentran. — La voz de Kaien era maliciosa, como su mirada en ese momento. — Si no tienes la intención de casarte con ella, la convertiré en mi amante, no puedo esperar a ver su cara cuando me la folle.

Kaien dijo eso, bebió lo último del vino que quedaba en su copa y se levantó de su asiento para dirigirse a Rukia que estaba bailando con uno de los concejales de su padre. Ichigo solo apretó el puño con ira, quería golpear a Kaien por eso, quería matarlo en ese momento solo por decir esas palabras.

Lo único que quería Rukia era irse de allí y estaba a punto de conseguirlo cuando llegó uno de los príncipes para invitarla a bailar, era una de esas cosas a las que no se podía negar, era el heredero de la corona y su padre simplemente la animó a bailar con él diciendo que sería un honor para ella. Odiaba eso, odiaba que todos decidieran por ella, y odiaba que la obligaran a bailar con uno de los príncipes.

— Señorita Kuchiki, ¿puedo preguntarle por qué no la vi el día de mi llegada? — Dijo con una voz amigable y una sonrisa curiosa, evitando cualquier atisbo de hostilidad por su parte cuando ya estaban bailando.

Había notado que ella no llevaba el anillo que les había enviado a las chicas de la corte, pero decidió no decir nada. Nelliel no le había dicho nada al respecto, después del baile él hablaría con ella.

— Su alteza, estaba enferma. No quería estar en presencia de los príncipes en ese estado de salud, no quería dar una mala impresión. — Kaien no pudo descifrar la expresión de Rukia, estaba algo confusa porque en sus ojos podía ver un enfado que no entendía y en su voz una amabilidad propia de una dama.

— Me alegra saber que se siente mejor ahora, señorita. — añadió y Rukia solo asintió con gracia.

Kaien la hizo bailar y girar en sus brazos al ritmo de la música. Bailar con Rukia era fácil y le gustó la ira en sus ojos a pesar de que ella no se negó a seguir las órdenes de la música que estaba sonando. Había una fuerza en ella que lo atraía.

Poco a poco la acercó más a él, con una clara intención de sentir mejor su cuerpo pero Rukia se movía con una elegancia que lo repelía de manera sutil. Ella se estaba resistiendo a él y eso le encantaba, un desafío que tenía que completar.

La música se detuvo y escuchó a alguien aclararse la garganta a su lado, allí estaba Ichigo, con su expresión seria pero con la mano extendida pidiéndole a Rukia que le concediera una pieza de baile. Kaien se separó de ella y tomó una de las manos de Rukia para darle un beso en el dorso de su mano.

— Baila de maravilla, señorita Kuchiki, espero volver a compartir un momento con usted. — No dejó que Rukia respondiera, se apartó de ellos y miró a Ichigo antes de alejarse.

Podía ver los celos en los ojos de Ichigo y eso fue jodidamente divertido. Pase lo que pase, él se iba a divertir a costa de ellos, nada más que entretenimiento antes de consolidar su poder porque el único que realmente iba a ganar allí era él.

Rukia se volteó para ver la mesa del rey cuando Ichigo la invitó a bailar y pudo ver como la mirada de la reina estaba fija en ella, en ese momento recordó lo que había dicho el día anterior y aceptó que tenía que comportarse a la altura de la situación. Era una dama, hija de un gran Señor, descendiente de reyes y no iba a dejar que la situación la sobrepasara como si fuera una niña.

— Lo siento, alteza, pero me siento cansada. Si me disculpa, me retiraré a descansar. — Ella le hizo una reverencia y le dio la espalda.

No podía negarse a bailar con el heredero de la corona, pero con el Segundo Príncipe definitivamente si podía negarse, no podían obligarla y lo último que quería era bailar con él. Ni siquiera quería que él estuviera cerca de ella.

Rukia empezó a caminar alejándose de la pista de baile e ignorando las posibles miradas que atraía lo que acababa de hacer, no le importaba lo que le había dicho la reina; todo lo que quería era salir de allí y llegar al puente de piedra que conducía a las habitaciones de su padre.

Ver a Ichigo la hizo sentirse molesta, tonta, usada y triste; su presencia la molestaba tanto que le costaba respirar normalmente. Ella había creído que era un soldado, se sentía realmente estúpida.

Rukia salió del salón de baile y comenzó a caminar por los pasillos que la habían llevado hasta allí, la música estaba tan lejos que era un murmullo. Todavía no sabía cómo reaccionar, solo sentía un nudo en la garganta que se hacía cada vez más grande.

— ¡Kia! ¡Necesitamos hablar! — La llamó por ese nombre. ¿Cómo se atrevía siquiera a llamarla? ¿Cómo se había atrevido a seguirla?

— ¡Kon! No sabía que estabas cerca, pensé que te habías ido. Me dijiste que te irías. — Rukia se volvió para mirarlo.

El sarcasmo en la voz de Rukia y la ira en sus ojos lo golpearon con tanta fuerza como un golpe real; eso hizo que Ichigo relajara la expresión seria que tenía pero Rukia continuó con esa expresión enojada, y con los ojos enrojecidos, que sintió que su corazón se apretaba con fuerza.

Fue doloroso.

— Kia. — Murmuró y se acercó a ella tratando de tomar su mano pero Rukia se alejó de él.

— No. No me toques. — Rukia se alejó de él con una expresión indescifrable en su rostro.

Ichigo ignoró la advertencia y trató de acercarse a ella de nuevo, pero Rukia fue más rápida; ella levantó la mano y la dejó caer con fuerza y rapidez, haciendo que el sonido del golpe en su rostro sonara agudo y seco.

— Mentiroso. ¡Me mentiste! Y estúpidamente te creí. — Rukia le estaba señalando con el dedo pero Ichigo no se movió, solo la escuchó; la bofetada le había vuelto un poco la cara. — No me sigas, si lo haces te volveré a pegar, no me importa que seas un príncipe, te pegaré. Lo juro.

Rukia se fue sin mirarlo. Ichigo la vio irse y de nuevo maldijo a las Deidades.


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