Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 17: Había una vez...


Invierno / 5 de enero - Año x492.

Érase una vez un pequeño príncipe de cabellos naranjas cuyo único error fue haber nacido después de un bastardo.

Eso no debería ser un problema, desde la antigüedad había bastardos que eran hijos del príncipe heredero o del rey, nacían de alguna aventura o de alguna Inamorata que había tenido la suerte de quedar embarazada del príncipe heredero.

Los bastardos nunca eran reconocidos por el rey y, en el mejor de los casos, eran Generales del Ejército al demostrar que eran realmente buenos en lo que hacían.

Los Bastardos eran libres, llevaban una vida cómoda porque el rey les daba una mensualidad durante toda su vida, vivían como querían y morían como soldados; pero el bastardo que nació antes que nuestro pequeño príncipe no era un bastardo cualquiera.

Kaien era hijo de una extranjera, el príncipe Isshin la rescató en una partida de caza, era increíblemente hermosa, con ojos negros y cabello aún más negro que la noche, tan largo que le llegaba a las caderas y tan liso que parecía una cortina.

El príncipe, a pesar de que había formalizado su compromiso con la princesa de Vayalat, cayó presa del encanto de esa mujer extranjera; tan cautivado estaba con aquella mujer que estuvo a punto de romper el compromiso con la princesa de Vayalat, pero el sabio rey se lo impidió.

— Primero vienes a mí diciendo que estás realmente enamorado de la princesa de Vayalat, insististe tanto en casarte con ella que formalizamos la unión, y ahora me dices que estás profundamente enamorado de esa mujer que rescataste y de la cual no sabes nada. No. No consentiré que se rompa ese compromiso, la palabra de un hombre es ley y tú has dado tu palabra.

El rey había sido inflexible y el matrimonio tuvo lugar en el verano de ese año; fue una gran fiesta, digna del único hijo vivo del rey.

Pero la amante del príncipe Isshin no abandonó el castillo y, cuando ella quedó embarazada del primer hijo del príncipe Isshin, era realmente obvio que la mujer se quedaría allí de forma permanente. El príncipe Isshin pidió que su hijo fuera reconocido como suyo pero el rey no permitió que el niño fuera legitimado, le permitió quedarse en el palacio pero no sería parte de la Familia Real, sería solo un bastardo más.

La princesa se sintió profundamente ofendida y los encuentros entre ella y el amante del príncipe eran tan tensos que parecía que cada una de ellas estaba esperando el momento de matar a la otra; el rumor de que la princesa heredera era estéril se extendió muy rápido debido a que no quedó embarazada en el primer año de matrimonio.

Hasta que un día la amante del príncipe Isshin apareció muerta.

La razón era demasiado obvia: se había caído del acantilado y había muerto de un golpe en la cabeza; fue encontrada sobre las piedras y, aunque había sido la amante del príncipe Isshin, él no lamentó su muerte. Era como si todo el encanto que el príncipe Isshin había sentido por la mujer extranjera se hubiera desvanecido junto con su vida.

La noche del funeral de esa mujer, el pequeño príncipe fue concebido.

Todos los rumores sobre la esterilidad de la princesa fueron silenciados cuando se conoció su embarazo y, aunque el príncipe estaba feliz con su nuevo hijo cuando nació, él sentía más cariño por el pequeño bastardo que había quedado huérfano. A la princesa no le importaba ese detalle, sabía que su hijo sería el heredero al trono y futuro rey; el bastardo no era un problema.

Nuestro pequeño príncipe creció lo suficiente como para correr solo por el castillo, sus abuelos lo adoraban y era encantador; el pequeño príncipe era mimado y el bastardo, que era mayor que él, empezó a notar las abismales diferencias entre ellos; entonces los celos de Kaien empezaron a crecer cada día que pasaba.

La primera vez que Ichigo presenció la muerte fue cuando encontró a su abuelo muerto en la oficina privada del rey; todavía era un pequeño príncipe y tuvo miedo al ver al rey tirado en el suelo con la sangre saliendo de su boca. Fue una muerte triste, el rey estaba enfermo y esa enfermedad fue la que lo mató.

Tras el funeral del viejo rey y el período de luto, Isshin fue coronado como el nuevo rey y su primer decreto fue legitimar a su hijo bastardo para que no le faltara nada, todo bajo la promesa de convertirlo en el Segundo Príncipe cuando terminara su educación. Era algo inaudito y que nunca había sucedido; era la primera vez que un rey hacía eso y, aunque debería ser un insulto para la nueva reina, no fue así; la reina estaba embarazada de nuevo y esperaba darle un hijo varón para que el bastardo no pudiera ser el Segundo Príncipe.

Pero eso no sucedió, las hermanas gemelas de Ichigo nacieron y eso solo hizo que el futuro de Kaien fuera cada vez más claro. La reina crió a Kaien y aunque no era su hijo lo trató lo mejor que pudo, todo para que los celos que Kaien pudiera sentir por Ichigo no hicieran que pudiera traicionarlo cuando Ichigo llegara al trono.

La segunda vez que Ichigo presenció la muerte, no fue una muerte física y no había ningún cadáver para llorar; esa muerte fue emocional y sucedió tan lentamente que fue extremadamente dolorosa; esa muerte se llevó todo lo que tocó.

Ese día Kaien le había sugerido a Ichigo que visitaran a su padre, ir a verlo a la Cúpula para pedirle que comiera con ellos pero cuando llegaron, el rey no estaba allí; la habitación estaba vacía pero había muchos pergaminos y mapas en la mesa. Ichigo miraba hechizado los pergaminos en la mesa, entendía que eran una representación de las tierras que tenían y que las pequeñas figuras que estaban esparcidas en esos mapas representaban a los soldados.

Ichigo estaba concentrado mirando los mapas, tratando de no tocar nada que cuando Kaien tomó uno de los mapas y lo partió en dos frente a Ichigo, el pequeño príncipe se alejó de la mesa completamente asustado.

— ¡Ichigo! ¿Qué has hecho? — Preguntó Kaien con el mapa roto en sus manos antes de entregárselo al pequeño príncipe. — Padre te va a regañar.

Ichigo no pudo decir nada porque en ese momento su padre estaba entrando a la Cúpula. Kaien inmediatamente comenzó a decir lo que había sucedido, que había tratado de evitar que entrara a la Cúpula y que Ichigo había roto el mapa al sujetarlo mal. El pequeño príncipe trató de defenderse pero su padre no lo escuchaba.

— ¡Suficiente Ichigo! Deja de mentir y de intentar culpar a tu hermano mayor por tus errores. — Le gritó pero Ichigo seguía intentando defenderse de las mentiras de Kaien. — ¡Suficiente!

El golpe de la mano del rey en la mejilla de Ichigo sonó en la habitación, había sido tan fuerte que el pequeño príncipe cayó al suelo. Su mejilla enrojeció, la mano de su padre estaba marcada en su piel y el sabor de la sangre se sintió dentro de su boca.

— Levántate y discúlpate con tu hermano. Eres un príncipe y debes saber reconocer tus errores, así que pídele perdón a tu hermano mayor. — Ordenó el rey e Ichigo se levantó del suelo.

Bajó la mirada, ocultando las lágrimas que se acumulaban en sus ojos y que se negaba a derramar; le dolía la mejilla y la sentía palpitar de dolor.

— Perdóname, hermano mayor. Perdóneme, Majestad. — Su voz sonaba quebrada y tuvo que hacer un gran esfuerzo para inclinarse ante el rey antes de irse.

No fue a la habitación de su madre, no fue a sus clases y no hizo nada de lo que solía hacer por las tardes; después de dejar la Cúpula había ido a su habitación y se encerró allí, sin moverse, pensando en lo que había sucedido en la Cúpula y en la forma en que Kaien lo había engañado y lo había hecho parecer culpable.

Su madre fue a verlo por la tarde, estaba preocupada porque no lo había visto en todo el día y cuando lo encontró, estaba en un rincón, acurrucado y dormido. Al ver su rostro, al ver el golpe y la sangre que le salía de la boca, junto con la fiebre que tenía en ese momento, inmediatamente lo llevó al médico. Lo que le estaba pasando era obvio, había sido golpeado tan fuerte que incluso uno de sus dientes se había aflojado.

Eso fue demasiado para la reina, el que se había atrevido a golpear a su hijo de esa manera tenía que ser decapitado, era un ataque a la corona, pero cuando fue a hablar con el rey, lo que él dijo la dejó sin palabras; cuando pudo reaccionar, fue como si la furia de un huracán se hubiera desatado en esa habitación.

— ¡Dudaste de tu hijo! — Le gritó ella, apuntándole con un dedo acusador. — ¡Le creíste a un bastardo!

— ¡No es un bastardo! ¡Él también es mi hijo! — El enfado de la reina provocó el enfado del rey y éste levantó la mano por reflejo para golpearla.

— ¡Hazlo! ¡Pégame! ¡Golpéame como golpeaste a mi hijo por culpa de ese bastardo! — La reina no mostró miedo y el rey se apartó de ella para no golpearla.

— Kuvar está atacando una de las fronteras; ese mapa era importante e Ichigo lo rompió.

— ¿Era lo suficientemente importante como para golpear a tu hijo? No te creo. — La reina tomó la corona de guerra y se la arrojó al rey pero la corona cayó al piso y varias gemas se esparcieron. — Si la guerra le preocupa, le daré motivos para temerle a una guerra.

— Piensa bien lo que vas a decir, Masaki. — Advirtió el rey al ver la furia de la reina.

— No necesito pensarlo. — Respondió la reina de forma desafiante. — Me voy a Vayalat y me llevo a mis hijos. Si tu querido bastardo es tan importante para ti, no tenemos nada que hacer aquí y no te atrevas a detenerme, sabes perfectamente quién soy y de lo que soy capaz.

— No te atrevas a salir del castillo, si te vas no iré por ti, Masaki. — La amenazó agarrándola del brazo. Masaki se liberó de su agarre con facilidad.

— No quiero que vayas a buscarme, quiero el divorcio. Te amaba, Isshin, pero me has pisoteado con tanta fuerza que no has dejado nada que rescatar; le pegaste a nuestro hijo y eso fue lo último que pude soportar. Quiero el divorcio y quiero lo que me corresponde por haber sido la reina y por haber dado un príncipe y dos princesas, si no lo tengo por las buenas entonces lo tomaré por la fuerza.

Masaki abandonó el castillo esa noche junto con sus hijos y sus guardias personales, pero Isshin no la siguió. El pequeño tuvo fiebre durante todo el viaje y Masaki temió que Ichigo muriera antes de llegar al reino de su padre pero las Deidades lo cuidaban e Ichigo sobrevivió al viaje; al llegar a Vayalat uno de los médicos del rey lo revisó y lo curó para que se recuperara.

Estuvo en cama varios días hasta que se recuperó, perdió el diente pero los médicos le habían asegurado que le iba a crecer un nuevo diente y el golpe en su rostro se había quedado solo como una mancha morada que cada día se quitaba un poco más. Su madre siempre estaba hablando con su abuelo, y cuando finalmente pudo levantarse de la cama y caminar por el castillo, espió una de las charlas que su madre tenía con su abuelo. No entendió nada de lo que escuchó, pero sabía quién podría explicárselo.

— Tío, ¿Qué es el divorcio? — Le había preguntado a su tío mientras caminaban por la playa. Su tío siempre estaba con él por las tardes.

— Esa es una palabra peligrosa, ¿Dónde la escuchaste? — Su tío había dejado su abanico para prestar atención a lo que decía el pequeño príncipe; ese era un gesto que Ichigo siempre apreciaría a partir de ese día.

— El otro día escuché detrás de la puerta de mi abuelo y mi madre dijo que quería el divorcio. ¿Es una comida? — Preguntó con esa inocencia de niño. Su tío sonrió y tomó su mano mientras caminaban juntos por la arena.

— No está bien que escuches detrás de las puertas. — Lo reprendió gentilmente. — Pero no, no es una comida, pequeño príncipe. Verás, "divorcio" es la ruptura de un matrimonio. Cuando una pareja ya no se ama o siente que sus caminos no conducen al mismo lugar y sienten que ya no pueden solucionar sus problemas, entonces se solicita el divorcio. La pareja se separa y cada uno vive su vida por separado.

Ichigo todavía sostenía la mano de su tío mientras caminaban y apretó un poco su agarre antes de decir algo que le vino a la mente.

— ¿Mi mamá ya no quiere estar con mi papá? — Preguntó un poco confundido porque aún no entendía del todo ese nuevo concepto.

— No tengo forma de saberlo, tal vez solo esté molesta por algo que hizo tu papá. Creo que antes de pensar en esas cosas, tu madre debería hablar con tu padre. ¿Quieres que volvamos al castillo? Tus hermanitas ya deben haberse despertado de su siesta de la tarde.

Ichigo no entendió completamente esa charla hasta unos años después, cuando su mente ya no era tan infantil pero en ese momento estaba confundido y un poco abrumado; hablaba con su tío siempre que podía y su tío siempre buscaba formas de entretenerlo pero Ichigo se aburría en el castillo, quería irse a su casa y estar en su cama, no tenía amigos allí y no iba a la escuela.

Un día vio que al castillo venían muchos niños y niñas, algunos estaban muy sucios y con la ropa vieja y rota; sentía curiosidad por ellos y bajó a verlos de cerca con esa curiosidad de niño. Un guardia los estaba clasificando en varios grupos y luego enviando a cada uno de ellos a un lugar diferente; todo esto era tan nuevo para él que se volvió cada vez más curioso hasta que un día vio a uno de los grupos de niños entrenando como lo hacían los soldados y quiso hacer lo mismo.

Su tío le dio permiso para entrenar con los niños huérfanos y cuando su padre llegó a Vayalat, Ichigo ya podía soportar un día completo de entrenamiento sin desmayarse por el dolor. Ese día Ichigo se bañó y se cambió de ropa para estar frente a su padre; su padre lo abrazó y le dio un beso en la cabeza, eso lo hizo sentir feliz pero cuando le preguntó si creía que no había roto el mapa de guerra, la respuesta de su padre lo sorprendió.

— No insultes a tu hermano mayor llamándolo mentiroso. — Eso rompió el pequeño corazón de Ichigo.

— Lo siento padre, fue mi culpa. — Dijo al final, disculpándose por algo que no había hecho. Solo resistió hasta que su padre fue a hablar con su abuelo para huir de allí.

No se dio cuenta de su camino, estaba tan triste que las lágrimas empañaron su visión y chocó con alguien. La voz de su tío solo lo hizo abrazarlo con fuerza y llorar como el niño pequeño que todavía era.

— Vamos pequeño príncipe, llora todo lo que tengas que llorar. Tu tío Kisuke está aquí para ti. — Le dijo mientras lo cargaba y lo dejaba abrazarlo y llorar en su hombro.

Esa fue la segunda vez que Ichigo fue testigo de una muerte, la muerte de una parte de él, también fue la última vez que Ichigo lloró. No lloró cuando su madre regresó a Avanta con sus hermanitas, no lloró cuando su padre se despidió de él y no lloró cuando vio morir a sus amigos uno a uno en el entrenamiento al que se habían sometido.

Había sentido desesperación pero nunca más al nivel del llanto y había aprendido a mentir, a hacer que su rostro no reflejara sus verdaderas emociones para no ser descubierto. De ese niño inocente y encantador que había llegado a Vayalat, solo quedaba el recuerdo; su tío lo había convertido en una verdadera máquina asesina, justo como lo era él y todos los integrantes de su familia.

Ichigo seguía siendo encantador cuando quería serlo, tenía una sonrisa que rara vez mostraba y unos modales envidiables, pero también era un asesino. Se había entrenado para eso y había demostrado sus habilidades cuando era necesario, sabía cómo luchar cuerpo a cuerpo y sabía cómo usar varios tipos de armas; sin embargo, no podía matar a su hermano sin ser declarado culpable de fratricidio.

— En las cocinas está Hanataro, le dije que preparara comida para diez personas. — Dijo Ichigo mientras dejaba las armas de entrenamiento en la sala de armas junto con sus amigos.

Los estaba entrenando a pesar de que era invierno, sus amigos eran novatos y los había elegido como su guardia personal. No confiaba en los soldados del castillo porque sabía perfectamente bien que los soldados seguían siendo de Kaien, su lealtad permanecía con su hermano y aun no había podido moldearlos a su gusto.

Si lo pensaba de manera asertiva, Kaien le había hecho un favor al romper ese mapa de guerra, le había permitido aprender cosas que solo se aprenden donde había estado, a diferencia de Kaien que nunca había dejado el castillo más allá de las campañas a las que había acompañado su padre, Ichigo conocía el mundo.

— Excelente porque siento que podría comerme un elefante. — Dijo Renji con una sonrisa.

— Nunca has visto un elefante. — Uryu le señaló con el dedo por esa mentira.

— Nunca he visto un elefante pero sé que son enormes. — Renji abrió los brazos para simular la inmensidad. — Y así de grande es mi hambre.

— Los elefantes son tan grandes que el suelo retumba cuando caminan y pueden llevar a dos personas a la espalda. Son tan grandes que una de sus patas podría aplastarte la cabeza como una naranja. — Explicó Ichigo mientras entraban a la cocina.

— Ni siquiera voy a preguntarte cómo lo sabes. Debes tener uno como mascota en el palacio de Vayalat. — Renji lo miró con los ojos entrecerrados.

— No, los mercenarios los usan como armas, les ponen una armadura gigantesca y cabalgan sobre ellos para destruir las armas de asedio de los enemigos.

— Cuanto más nos cuentas sobre los mercenarios, más quiero unirme a ellos. — Renji estaba demasiado interesado en eso.

— Temo por el día en que te unas a los mercenarios y te comas a sus elefantes. — Se burló Uryu. Renji estaba a punto de golpearlo pero la voz de Ichigo los detuvo.

— Si quieres unirte a ellos, podría enviar una carta al líder de los mercenarios, puede que él intente matarte cuando te vea, pero si sobrevives te dejará unirte a ellos. — Aseguró Ichigo sentándose a comer lo que les sirvió Hanataro.

— ¿Sobreviviste a su intento de asesinato o solo te uniste porque eres un príncipe y tienen lugares de honor para príncipes? — Preguntó Renji con una pierna de pollo en la mano. Ichigo sonrió por eso de forma sarcástica.

- No, le gané.


Gracias por leer.