Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 19: La Llegada 2


Enero - x492. Invierno. Rukia 16 años.

Su cumpleaños había comenzado tan bien que parecía una broma de mal gusto que en ese momento estuviera de regreso en la Gran Casa con Yuki que seguía mirando al suelo sin decir ni una palabra.

Rukia se había despertado tarde. El invierno en Maranni era frío pero no nevaba, la nieve solo caía en la cima de las Montañas Azules cubriéndolas de un blanco que brillaba a la luz del sol invernal, por lo que era cómodo estar entre las sábanas de su cama; su madre había entrado a despertarla con un abrazo y un beso, y cuando bajó al comedor para desayunar, Hisana le dio una linda pinza para el cabello que ella solía usar.

— Es mágica, te traerá buena suerte. — Dijo Hisana con una sonrisa mientras colocaba la pinza en el cabello de Rukia.

Rukia abrazó a su cuñada con cariño, sabía que las cosas nuevas eran valiosas pero las cosas heredadas lo eran aún más; se separó de su cuñada con cuidado, la barriga de Hisana parecía agrandarse cada día y Rukia temía que si la abrazaba con demasiada fuerza, podría lastimar a su futuro sobrino o sobrina.

— Me pregunto si será el mismo tipo de suerte que te trajo. — Dijo Rukia con una sonrisa de complicidad antes de que ambas se rieran por el comentario.

— Espero que no sea precisamente "este tipo de suerte" — Hisana señaló su vientre con una sonrisa. — Pero sí, espero que te dé mucha suerte. Eres muy joven para tener este tipo de aventuras, primero debes conquistar el mundo, ya después tendrás muchos hijos.

Fue un comentario extraño proveniente de Hisana porque ella había renunciado a su reino, a su corona y a toda su vida por estar con Byakuya, pero Rukia asumió que su cuñada lo decía con la mejor de las intenciones; Rukia no quería tener hijos, no en ese momento.

Su madre le preparó su desayuno favorito se aseguró de que comiera todo lo que le gustaba mientras las tres, Rukia, su madre e Hisana, hablaban toda la mañana sobre el futuro nacimiento del bebé y sobre toda la ayuda que Hisana iba a necesitar en los primeros días después de que su hijo nazca.

Hisana irradiaba felicidad por su futuro bebé y, aunque Rukia sabía que Hisana era una princesa exiliada, su cuñada no parecía muy preocupada por eso; incluso Hisana había mencionado que le había enviado una carta a su madre para informarle sobre su embarazo.

— No debí de haberle escrito a mi madre, pero ella debía saber que será abuela. — Había dicho Hisana cuando mencionó lo de la carta.

Rukia no sabía mucho sobre exiliados, pero suponía que una de las razones por las que la gente era exiliada era porque habían cometido un crimen y no podían regresar a su lugar de origen; el crimen de Hisana había sido rechazar el matrimonio concertado con un Señor importante de Jetaiya y casarse con Byakuya. Era extraño que Hisana le escribiera a su madre, pero Rukia supuso que era porque Hisana extrañaba a su madre; Rukia también había extrañado a su propia madre mientras estuvo en el Castillo de Adelaar.

Después del desayuno Rukia pretendía pasar el resto de la mañana con su cuñada, que estaba aprendiendo a bordar para hacer mantas para recién nacidos, pero Yuki se lo impidió. Yuki le había dicho que tenía que salir a la ciudad a comprar algunas cosas y que debía acompañarla. Rukia no quería ir, estaba soleado pero el frío aún estaba presente y salir no era una buena idea, pero Yuki insistió tanto que Rukia no tuvo más remedio que salir con ella o no la iba a dejar en paz con ese tema; Rukia sabía lo insistente que podía ser Yuki.

Salieron de la Gran Casa un par de horas antes del mediodía, el sol no estaba lo suficientemente caliente y el frío enrojeció las mejillas de Rukia; Yuki dijo que se veía adorable y perfecta, pero Rukia aún no sabía por qué debería verse perfecta, ella solo quería volver a su casa y de preferencia a su cama. Llegaron a la ciudad y Yuki abrió el camino hacia el templo de las Deidades, entonces Rukia supo por qué quería que se viera "perfecta", y aquello la enojó más de lo que podía haber imaginado.

— Yuki, debo comprar algunas cosas en la panadería, te veré cuando termine la misa. — Dijo eso para no tener que entrar al templo pero Yuki la tomó demasiado fuerte del brazo y la hizo entrar con ella al templo. Ambas tenían la misma edad, Yuki era un par de meses mayor que Rukia pero tenía demasiada fuerza; seguramente al día siguiente Rukia tendría moretones donde Yuki la había sujetado.

— No. Tenemos que escuchar la misa de hoy, y también tienes que dar las gracias a las Deidades por ser tu cumpleaños. — Rukia puso los ojos en blanco y accedió a entrar al templo pero se liberó del agarre de Yuki y se sentó en uno de los bancos más cercanos a la puerta.

Rukia sí pensaba agradecer a las Deidades por su cumpleaños, pero planeaba hacerlo en el antiguo templo que tenían en los terrenos de la Gran Casa, no en el templo de la ciudad donde estaba "ese" Sacerdote. Yuki trató de hacer que se acercara al púlpito, pero Rukia se negó y amenazó con irse de ahí si no la dejaba en paz haciendo que Yuki se fuera molesta hasta uno de los asientos más cercanos al púlpito y Rukia se quedara en ese banco tratando de no ser vista y pensando que no debería haber aceptado ir con Yuki.

El sacerdote salió de una habitación detrás de las estatuas de las Deidades y comenzó a dar su sermón del día, justo debajo de las tres estatuas que representaban a las Deidades: el Padre, la Madre y la Sombra; los dos primeros dándose la espalda entre ellos y la Sombra con los brazos extendidos a punto de abrazarlos. La voz del Sacerdote era profunda y elocuente, todos los presentes estaban atentos a lo que decía, predicando la palabra de las Deidades y cantando pequeñas partes de los cánticos para llevar el ritmo con las manos.

Cualquiera que viera al Sacerdote liderar la misa no podría imaginar que ese hombre le había hablado de amor a Rukia antes de su partida a la capital; el Sacerdote utilizó la misma elocuencia con la que hablaba de las Deidades para pedirle que le diera una oportunidad. Rukia se sintió tonta en ese momento al recordar que esas palabras la habían hecho sonrojar y estaba molesta consigo misma por siquiera haber pensado que estar con un Sacerdote, que renunciaría al llamado de las Deidades si ella le daba una oportunidad, era una buena idea.

Al finalizar la misa Rukia fue la primera en levantarse e irse de allí, quería evitar tener que hablar con él pero parecía que Yuki tenía otros planes porque no salió del templo hasta el final y lo hizo acompañada del Sacerdote.

— Señorita Kuchiki, alegra los ojos de este humilde servidor de las Deidades con su presencia. — Dijo el Sacerdote haciéndole una pequeña reverencia.

— Sacerdote, es un placer volver a verle. El llamado de las Deidades ha sido fuerte en usted, la elocuencia en sus palabras seguramente inspirará a muchos a seguir el mismo sagrado camino que usted. — Rukia trató de mantener la distancia pero parecía que el Sacerdote avanzaba hacia ella de una manera sutil para acercarla a la puerta del Templo.

Yuki estaba allí, pero estaba fingiendo estar mirando algo en la nada y la gente no prestaba atención a lo que estaban hablando; Rukia tenía la impresión de que el Sacerdote quería decirle algo pero estaba esperando el momento adecuado para hacerlo y que Yuki era su cómplice.

— La señorita Yuki me dijo que hoy es su cumpleaños, ¿le gustaría que le acompañara en la oración a la Madre? — Preguntó señalando la entrada del Templo para que ambos entraran.

— No, lo haré con mi familia en el pequeño templo de la Gran Casa. — Ella declinó cortésmente la invitación pero la expresión del Sacerdote parecía decirle que no aceptaría un "no" por respuesta.

— Insisto. No querrá hacer enojar a las Deidades. — A Rukia no le gustó la forma en que la arrinconó y estuvo a punto de golpearlo, pero no necesitaba que la gente hablara de ella y del Sacerdote; eso sería realmente vergonzoso.

— ¡Señorita Kuchiki! ¡Por fin la encuentro! — Un hombre que Rukia habría confundido a distancia con el hermano de Yuki hizo que dejara de ver al sacerdote. El extraño tenía una sonrisa en su rostro, como si no supiera lo que estaba pasando allí, pero por la forma en que la había llamado, era obvio que sí. El Sacerdote se alejó de ella de manera rápida. — Su madre me ha pedido que la buscara y la llevara a la Gran Casa.

— La señorita Kuchiki estaba a punto de entrar al templo para rezarle a la Madre. — El Sacerdote parecía molesto y Rukia notó un ligero brillo en los ojos del extraño.

— Nuestra Madre sabrá perdonar a la señorita Kuchiki por no rezarle en este momento, pero la Lady Kuchiki la está esperando. — El extraño parecía disfrutar de decirle aquellas palabras al Sacerdote. Rukia notó como el extraño sonreía al ver el enojo del Sacerdote antes de dirigirse a ella de nuevo. — Mi señora, permítame acompañarla al coche, no hagamos esperar más a Lady Kuchiki.

Rukia solo asintió a las palabras del extraño, ni siquiera lo cuestionó en absoluto, ir con aquél extraño, en esos momentos, era mejor que quedarse sola con Akon en el templo mientras él seguía hablando de renunciar a sus hábitos sacerdotales si ella le daba una oportunidad. Si Rukia lo pensaba, su familia tenía suficiente dinero para que ni ella ni su esposo, si se casaba con alguien de la clase baja, tuvieran que trabajar el resto de su vida; los sacerdotes, en cambio, vivían bien pero con limitaciones económicas, siempre vestían la misma ropa y no podían tener esposa.

— Yuki, vámonos. — Dijo y Yuki notó lo molesta que estaba porque no dudó en acompañar al extraño que las había interceptado hasta uno de los coches que las estaba esperando.

Rukia miró por la ventana y vio la ira de Akon en su rostro, que permaneció viendo el carruaje hasta que fue imposible para Rukia seguir viendo a Akon desde la ventana.

— Debo de agradecer a mi salvador, pero me temo que no sé su nombre. — Las manos de Rukia habían comenzado a sudar por los nervios, temiendo que se hubiera metido en otro problema.

— Es porque no se lo he dicho, mi señora. — El extraño sonrió. — Sería extraño si me presentara primero y luego te dijera que su madre le estaba esperando, además su amiga no pareció notar nada más que las motas de polvo en el aire. Era realmente obvio que el sacerdote la estaba acosando.

— ¿Ah, de verdad? — Preguntó mirando a Yuki, quien era la única responsable de eso y quien de inmediato miró hacia el suelo. — Entonces, ¿me dirá su nombre, mi señor?

— Por supuesto que lo haré, pero sabrá disculpar que los modales no se pueden usar correctamente mientras estamos en movimiento. — Dijo el extraño tomando la mano de Rukia en un gesto de elegancia y caballerosidad. — Soy Koga, príncipe de Jetaiya.


Kholtan volaba por encima del castillo de Adelaar, chillando en lo alto antes de descender al balcón de la habitación de Ichigo; ir a Maranni y regresar hasta Adelaar había sido agotador para el águila e Ichigo pudo sentirlo cuando se acercó al él.

— Me alegro de que hayas vuelto bien. — Dijo acariciando las plumas de su cabeza.

Ichigo miró el contenedor de Kholtan, el que tenía atado a una pierna, no era grande pero lo suficientemente espacioso para llevar el brazalete y la carta a Rukia, y notó que estaba vacío; Rukia había tomado el contenido pero no había respondido e Ichigo sintió que eso estaba bien. La ausencia de respuesta también era una respuesta, la confirmación de que ella se iba a quedar en Maranni teniendo una vida tranquila y feliz.

— Descansa, mi viejo amigo. Ella está bien, está en su casa. — Le dijo al águila pero las palabras eran para él mismo.

El camino que estaba tomando solo podía terminar en la muerte, Rukia estaba a salvo en su casa, con su familia, lejos de todo lo que pudiera pasar en el castillo.


— Oh, me ha salvado. Ahora me siento como una damisela en apuros. — El tono divertido de Rukia hizo sonreír a Koga. Rukia no sabía qué hacía un príncipe extranjero sin una guardia que lo cuidara.

— Lo último que quiero es que se sienta así, estoy seguro que es perfectamente capaz de salir victoriosa de cualquier situación que se le presente, mi señora. Seguramente el Sacerdote habría recibido lo que se merecía si yo hubiese llegado un poco tarde, pero su madre me pidió que fuera a buscarla.

— ¿Cómo supo que yo era a quién buscaba? — Preguntó Rukia con curiosidad. Las últimas palabras del príncipe la habían alegrado, pero no dejaba de tener reservas con el hombre frente a ella.

— Porque la había visto antes, mi señora, en la boda de mi hermana Hisana. Estuve aquí pero no nos presentaron correctamente, quería saludar pero su padre no lo permitió y luego la fiesta se salió de control. — Hizo un gesto indiferente con los hombros. — Me ofrecí a buscarla porque quería conocerla antes de que llegara su padre.

— ¿Mi padre? — Rukia no imaginaba que su padre llegaría a Maranni y menos ese día; tampoco imaginaba que el hombre frente a ella era el hermano de Hisana.

— Creo que he hablado demasiado, pero sí, vendrá su padre, de hecho fue él quien me convocó aquí y por eso vine, aunque habría venido de todos modos, mi hermana está embarazada y mi padre está ansioso por saber si el embarazo de mi hermana es real, está emocionado por tener un nieto de ella.

Rukia estaba a punto de hacer una pregunta más pero el auto se detuvo, miró por la ventana y descubrió que ya habían llegado a la Gran Casa; Yuki fue la primera en salir del auto y Rukia tuvo la impresión de que se estaba escapando de ella.

El príncipe de Jetaiya ayudó a Rukia a bajar y se despidió de ella con un cortés beso en la mano que Rukia agradeció haciendo una pequeña reverencia. Cada uno se fue por caminos separados y Rukia pasó el resto de la tarde en su habitación hasta que una de las doncellas de su madre vino a buscarla para decirle que su padre estaba llegando y tenía que estar presente para recibirlo.

Rukia sintió ganas de reír pero se contuvo hasta que se quedó sola, en ese momento no tenía a nadie con quien escapar a la playa pero no era algo que quisiera hacer; quería ver a su padre y saber por qué había un príncipe de un reino vecino en su casa.

Se ajustó el vestido y se puso el brazalete de oro blanco y esmeraldas que Ichigo le había enviado con esa extraña águila; ella no le había respondido porque quería que sintiera un poco de todo lo que ella había sentido, solo así estaría tranquila consigo misma cuando lo volviera a ver; todavía no se había olvidado de la Inamorata y solo de pensarlo, se enojaba de nuevo.

Su hermano había regresado de ocuparse de los negocios en la ciudad y, a la hora de la cena, todos se sentaron al rededor del comedor celebrando el cumpleaños de Rukia; el príncipe de Jetaiya se disculpó por no haberle dado un regalo, prometiendo que luego se lo haría llegar, y todo pareció fluir entre alegría y diversión hasta que fue realmente tarde. Cuando Rukia se retiró para dormir, solo su padre, su hermano y el príncipe de Jetaiya seguían hablando en el comedor y parecían trasladar la conversación a la oficina privada de su padre.

Rukia asumió que un embarazo unía a las familias, independientemente de si un miembro había sido exiliado o no.

El príncipe de Jetaiya abandonó la Gran Casa varios días después; todo el tiempo que estuvo de visita estaba en compañía de Byakuya e Hisana, a veces solo con Hisana, pero lo que a Rukia le pareció curioso es que no volviera a hablar con ella a solas y si hablaban era en presencia de Hisana o de su madre; a ella no le importaba, después de todo, cada pueblo tenía sus costumbres.

— ¿Tu madre sabe de tu secuestro? — Preguntó su padre y Rukia lo negó. Estaban solos en la oficina privada de su padre y supuso que esa plática definiría su futuro.

— Ella solo sabe que el compromiso nupcial con el Segundo Príncipe se rompió. — Dijo y esperaba que su padre entendiera que no le había hablado a su madre de nada de lo que había pasado durante su estancia en el castillo. Que eran realmente muchas cosas más de las que sabía su padre.

— Está bien, ella no necesita preocuparse por cosas pasadas. En el verano ofreceremos tu mano en matrimonio con algunos hijos varones de los Lores, puedes elegir el que más te guste. Era costumbre que las princesas de Maranni eligieran a su marido y, al estar libres de tu compromiso con el Segundo Príncipe, volveremos a utilizar esa vieja costumbre contigo.

Rukia miró el brazalete que Ichigo le había enviado antes de atreverse a responder a lo que su padre decía; ella no quería un matrimonio arreglado pero la idea de escoger a quién quería como esposo definitivamente le gustaba.

— Padre, quiero volver a la Corte de la Reina. — Su padre la miró con seriedad. — Quiero volver a la capital.

— No. — Su padre fue directo, incluso Rukia tuvo la sensación de que él esperaba esa petición porque ni siquiera pensó en una respuesta. — En la capital hay muchos peligros para ti y no estás hecha para vivir en un entorno tan hostil como es la Corte Real, lo has demostrado en el poco tiempo que pasaste allí. No sabes obedecer las reglas de la Corte, la nobleza se mueve de manera diferente y tú, aunque eres parte de la nobleza, no sabes comportarte adecuadamente.

— Puedo aprender, padre. Si me lo permite, puedo demostrarle que puedo manejar la situación. — Prometió como lo hizo el día que la regañó por abofetear a Ichigo.

— No.


Ichigo estaba en la habitación de Orihime, había ido a hablar con ella como solía hacerlo un par de veces a la semana, y le estaba enseñando a defenderse; cuando Orihime ya no sea su Inamorata y Ulquiorra se convierta en General, debería de saber cómo defenderse en caso de peligro.

— A veces, a las esposas de los generales se les permite quedarse en el castillo cuando ellos van a las campañas, pero no olvides que tú podrías ser un objetivo para los enemigos de Ulquiorra, los Generales tienen muchos enemigos, tanto extranjeros como propios del reino. — Le había dicho esa tarde, cuando le estaba enseñando a usar una cuchara para sacarle el ojo a un enemigo.

Su madre lo había ayudado a encubrir la farsa de la Inamorata y Orihime bebía el té a tiempo todas las semanas; Ulquiorra era quien entraba a su habitación por la noche y la reina no podía permitir que Orihime quedara embarazada. Muchas Inamoratas habían muerto por negarse a perder un embarazo y muchos príncipes habían muerto por ocultar a su amante y a su hijo.

Orihime quería una vida tranquila, pero casada con un General eso era prácticamente imposible, cuando Ulquiorra fuera a la guerra, Orihime no sabría si él regresaría vivo o no.

— Una casa… una casa bonita a las afueras de la ciudad. — Comentó Orihime con una sonrisa cuando Ichigo se despidió de ella.

— Le diré al rey que les dé una casa. Una grande, para que puedas vivir con todos los hijos que tendrás con Ulquiorra. — Ichigo hizo esa promesa, era algo que podía cumplir y Orihime se sonrojó en respuesta a sus palabras.

Ichigo sabía que ella era una buena persona y Ulquiorra parecía un buen hombre, todavía no estaba completamente seguro de su lealtad pero parecía estar de su lado, al menos mientras Orihime estuviera sana y salva.

Fue a la cocina donde estaba Hanataro, el cocinero le sirvió algo de la comida que estaban preparando e Ichigo se sentó en uno de los muebles donde descansaban los cocineros entre los servicios. Ichigo no hablaba, solo los veía cocinar y caminar con los platos y bandejas donde se llevaban la comida; había pasado tanto tiempo allí que reconocía todas las bandejas de servicio. El primer servicio de comida que salió fue el de sus padres, iban a cenar juntos esa noche; la siguiente bandeja era la de sus hermanas, esa tenía postre extra porque le había pedido a Hanataro que se lo pusiera; y el último en salir fue el de Kaien, esa bandeja de comida estaba acompañada por otra más pequeña e Ichigo supuso que Kaien volvería a cenar con la hermana de Ulquiorra esa noche.

Ichigo tenía el presentimiento de que Kaien haría la solicitud formal de compromiso con Nelliel cualquier día y eso le preocupaba. Kaien se movía rápido y si se casaba y tenía un hijo ese mismo año, la lucha por el trono cuando su padre muriera sería un baño de sangre. Ichigo se preguntó si sería capaz de matar a un niño para sacarlo del camino hacia la corona.

Estaba contento de que Rukia se hubiera ido a Maranni, allí estaba bien, a salvo y feliz.

— ¿Qué? ¿Un servicio más? ¿Sabes lo cansado que estoy? ¡Me duelen las manos y me corté haciendo la cena del rey! — Ichigo dejó de pensar en el asesinato de niños cuando escuchó a Hisagi gritarle a un soldado que parecía bastante asustado.

Hisagi había sido un soldado, muy bueno, pero había perdido una pierna en la batalla y, en lugar de retirarse y vivir como campesino, pidió que le permitieran trabajar en las cocinas; después de todo, su padre había sido cocinero de palacio y el padre de su padre antes que él.

— Lo siento señor, pero el Gran Concejal Kuchiki estará aquí en cualquier momento y nos pidió que tuviéramos la cena lista cuando él llegara. — El soldado habló con miedo.

— Al menos es cena para uno.

— Es cena para dos, el Gran Concejal viene con su hija.

El soldado huyó de allí en cuanto Hisagi arrojó el enorme cuchillo de cocina, que tomó de la mesa con una agilidad sorprendente, y se clavó en el marco de madera de la puerta.

Rukia regresaba al castillo, aquello hizo que el corazón de Ichigo latiera de una manera antinatural, pero tan pronto como ella pasara las puertas de los terrenos del castillo sería muy tarde y dudaba que su padre la dejara salir para hablar con un soldado. Seguramente viviría en las habitaciones del señor de Maranni y verla sería más complicado de lo que era antes debido al incidente del secuestro.

— Hanataro. — Llamó al cocinero que se le acercó con un par de platos en las manos; Hanataro estaba completamente exhausto pero le respondió con una sonrisa. — En el postre de la señorita Kuchiki, quiero que pongas una manzana.

— ¿Sólo una manzana, su alteza? — Preguntó con curiosidad mientras lo miraba sin entender esa petición.

— No solo una manzana, harás un mensaje con la manzana. — Dijo sintiendo que la felicidad regresaba a él de una manera que no podía explicar, era como si cada metro que Rukia se acercaba al castillo se sintiera cada vez más y más vivo. Ichigo comenzó a explicarle a Hanataro lo que quería que hiciera con la manzana para el postre de Rukia.

El mar se extendía frente a él, enorme y majestuoso, incluso le parecía mejor que el Mar de Vayalat cuyo color era diferente al turquesa que se podía apreciar desde donde él se encontraba en ese momento; estaba pensando en lo increíble que sería viajar por el mundo con ella, mostrarle lo que había visto, cruzar el Mar del Ocaso y mostrarle lo diferente que era el mundo en ese lado del mar.

Tal vez él pudiera hacerlo, tal vez cuando él fuera rey pudieran hacerlo, pero la idea de que Kaien se moviera rápidamente para casarse y tener un heredero lo golpeó de repente; de nuevo se preguntó si sería capaz de matar a un niño si se interpusiera en su camino hacia el trono y le aterraba la respuesta que podría aparecer si seguía pensando en eso.

— ¿Manzana? — La voz de Rukia le hizo dejar de pensar en eso y se volvió para ver de dónde venía esa voz.

Allí estaba Rukia, entregándole una manzana tan roja como la primera que había comido en ese lugar, también notó que llevaba el brazalete que le había mandado con Kholtan, aquello lo hizo sonreír. Tomó la manzana y se levantó del piso, no la había escuchado llegar pero eso no importaba, ella estaba allí; Ichigo miró la fruta y luego a Rukia antes de darle una pequeña reverencia, como si ella fuera una princesa.

— Creo que no nos han presentado formalmente. — Dijo con una sonrisa. Rukia también sonrió y le tendió la mano de forma elegante para que él la tomara, Ichigo le dio un pequeño beso en la mano y continuó. — Soy el príncipe Ichigo, de Avanta y las Montañas Azules.

— Un placer, Su Alteza Real. — Rukia sonrió mientras él la miraba como la primera vez; ella le hizo una reverencia. — Soy Rukia Kuchiki, hija del Señor de Maranni.

— Es un placer, señorita Kuchiki. — Ichigo se acercó a ella acariciando su rostro con una suavidad que solo usaba con ella, como si Rukia fuera el ser más delicado de la tierra.

— El placer es todo mío, alteza. — Rukia cerró los ojos e Ichigo terminó de cerrar la distancia entre ellos antes de besarla.