Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 22: Rosas y Azúcar


— ¿Dónde está su lealtad, Capitán Cifer? — El Príncipe Ichigo le había hecho esa pregunta a Ulquiorra tan pronto como el Capitán entró en la habitación. El príncipe lo había convocado esa tarde de otoño en las habitaciones privadas del Segundo Príncipe.

La respuesta a esa pregunta debería ser fácil y simple: con el reino; pero por la forma en que el Segundo Príncipe había hecho esa pregunta, Ulquiorra sabía que decir esa respuesta no iba a ser fácil. El príncipe era 7 años más joven que él, pero el aura que emanaba del príncipe se sentía hostil y peligrosa, incluso si el príncipe solo estaba de pie frente a él. Ulquiorra bajó la mirada.

¿Qué esperaba el Segundo Príncipe que le dijera? ¿Era una forma en la que el príncipe le pedía que le jurara lealtad? Eso no tenía sentido, el príncipe se convertiría en el Comandante en Jefe del reino, todos los soldados seguirían sus órdenes y voluntad, pero Ulquiorra aún sentía que la respuesta a esa pregunta no era algo fácil de decir.

— Mi lealtad es para el reino. — Dijo sin levantar la vista, porque esa era la respuesta que se debía dar, aunque intuía que no era la respuesta que esperaba el príncipe.

— Al reino. ¿Harás lo que el reino necesita sin importar quién dé la orden? — Preguntó el príncipe y Ulquiorra supo que esta conversación se estaba volviendo peligrosa.

— Su Alteza, no lo entiendo. Mi lealtad es para el reino, mi espada está al servicio de la Familia Real. — Dijo que sin quitar los ojos del suelo, mirar hacia arriba sería una falta de respeto en ese momento.

— La Familia Real es muy grande, me estás diciendo que si alguien de la Familia Real te ordenara matarme, ¿lo harías? — Ulquiorra miró hacia arriba para ver la expresión del príncipe en ese momento, la mirada del príncipe era seria, poderosa. Intrigante.

— No, alteza. No podría hacer eso. — Dijo mirando hacia abajo de nuevo.

— Entonces tu lealtad no está con la Familia Real. — Habló el príncipe, y Ulquiorra estaba cada momento más seguro de lo que quería el príncipe.

Su lealtad era al reino, al rey, pero si no podía responder esa pregunta entonces, ¿Con quién estaba su lealtad? Ulquiorra vaciló y el príncipe volvió a hablar.

— Necesito que tu lealtad esté conmigo. Necesito que si yo te ordeno que mates a alguien, lo hagas sin dudarlo. Necesito que cuando yo te pregunte, con quién es tu lealtad, no dudes en responder con la verdad.

— Su alteza, yo… — Ulquiorra no supo qué responder. El príncipe había dicho "matar a alguien" y eso generó una desconfianza que hizo que se le erizara la piel.

Había un rumor, uno que decía que el Segundo Príncipe no estaba contento porque su ilegítimo hermano mayor había sido nombrado heredero, era un rumor entre los soldados pero nadie lo repetía en voz alta; los rumores eran peligrosos si no se manejaban bien. ¿Quería el Segundo Príncipe matar al Príncipe Heredero? La sola idea de esto era demasiado alarmante porque significaba que quería revivir las viejas tradiciones.

Además, ¿Quién era aquél hombre que fue nombrado Segundo Príncipe? El príncipe Ichigo había estado fuera del reino durante tantos años que no importaba si regresaba o no; todos los soldados se habían entrenado y sudado con Kaien, todos siguieron las órdenes de Kaien incluso antes de que fuera declarado heredero de la corona y ahora, ese extraño hombre que había sido nombra Segundo Príncipe, decía que quería lealtad su él. Era simplemente ridículo, la lealtad se ganaba, no se exigía.

El príncipe lo invitó a sentarse y le sirvió una copa con un licor extraño, era dorado pero casi transparente, como la miel diluida. Ulquiorra no tomó el vaso.

— Un licor traído de más allá del Mar del Ocaso. Si quisiera envenenarte, no lo haría con un licor tan caro; además, mi madre no estaría feliz si yo llegara a lastimar a sus protegidos.

¿Cómo se atrevía el príncipe a decir eso? Ulquiorra sintió hervir la rabia dentro de sus venas pero no dijo nada, su deber era respetarlo porque el hombre que tenía frente a él era uno de los príncipes, pero también sabía que estaban solos y si quería podía rebanarle el cuello al Segundo Príncipe si la conversación se volvía más hostil de lo que ya era.

Ulquiorra tomó el vaso y bebió un sorbo del licor, era fuerte y sintió como el alcohol le recorría la nariz y subía por su frente; el príncipe se bebió el contenido de su vaso y a Ulquiorra le pareció que el príncipe estaba acostumbrado a ese tipo de licor. Se hizo un silencio entre ellos hasta que el príncipe volvió a hablar.

— Necesito un hombre leal, necesito un hombre que pueda hacer lo que le pido sin cuestionar y tú, por lo que me han dicho, eres el mejor entre los soldados. No puedo decir que crecimos juntos en el castillo, pero sin duda te conozco desde que tengo uso de razón.

— Su Alteza... lo que me pida, lo haré. — Fue lo único que pudo decir porque justo antes le había asegurado de que su lealtad era hacia la Familia Real. El príncipe le había tendido una trampa sin siquiera darse cuenta; Ulquiorra maldijo al príncipe por ello.

Espero que la Sombra se lo lleve.

— Muy bien. Sé que has crecido en el castillo y que conoces las tradiciones de los príncipes, en este punto estoy obligado a seguir esas tradiciones por el bien mayor. Estoy obligado a tomar una Inamorata y alguien me ha dicho que la chica que he elegido tiene un vínculo contigo. — Ulquiorra pensó por un momento que el príncipe había elegido a Nelliel, pero el príncipe conocía a Nelliel, no tenía sentido que le diera rodeos a lo que iba a decir. — Su nombre es Orihime, ¿la conoces?

¡Orihime!

Orihime estaba en el castillo y él no lo sabía, ¿por qué no se lo había dicho Nelliel? Su hermana sabía perfectamente bien que él estaba interesado en Orihime; su hermana sabía perfectamente bien que había ido a Eikaran para hablar con el hermano de Orihime, pero el Señor de Eikaran no había aceptado la propuesta porque solo era un soldado. ¿Por qué las Deidades tenían que estar haciéndole eso?

Ulquiorra sintió que su corazón latía con fuerza, el príncipe había elegido a Orihime como su amante y eso significaba que... ni siquiera quería terminar de pensar esa frase porque no quería imaginar la expresión de Orihime cuando el príncipe le enviara el regalo antes de llevársela a la cama.

— Su Alteza… — Ulquiorra empezó a hablar dejando a un lado el vaso con el licor aún casi intacto, la rabia que sentía hacia el príncipe se convirtió en súplica; debería intentar suplicar por ella, debería evitar que ella sufriera lo mismo que sufrió su madre. — No la elija, alteza. Orihime es demasiado frágil para soportar ser la Inamorata de alguien. Su Alteza, si elige a Orihime, la hará sentir miserable.

— Entonces, sí la conoces. — Ulquiorra miró al príncipe con los ojos muy abiertos, olvidándose por completo de bajar la mirada y notando la sonrisa maliciosa que le dedicó el príncipe. Por un momento pensó que el príncipe Ichigo se parecía al príncipe Kaien cuando quería algo. — Tengo una propuesta para ti, que estoy seguro de que te gustará. Me tengo que acostar con ella, pero si quieres, puedes entrar tú y acostarte con ella; ya que la conoces y parece que sientes afecto por ella.

Una propuesta, le había dicho el príncipe, pero cuando la escuchó lo primero que sintió fue repulsión; el príncipe estaba hablando de Orihime como si fuera un objeto, y Ulquiorra se puso de pie apuntando su espada al pecho del príncipe. El príncipe solo se limitó a mirarlo, sentado en su lugar sin mover un solo músculo, sin intentar defenderse; ambos sabían que si el príncipe se movía, su sangre real se derramaría. El Segundo Príncipe sonrió, confundiendo aún más a Ulquiorra.

— Ahora sé dónde está tu lealtad. Baja tu espada, no me acostaré con ella, sé que estás enamorado de ella, el Consejero Kyoraku me dijo sobre eso, y realmente no quiero arruinarles la vida a las Damas de la Corte de la Reina. — Ulquiorra bajó su espada pero no se sentó, se quedó parado frente al príncipe sin entender lo que estaba pasando.

El príncipe le explicó a Ulquiorra lo que estaba sucediendo y lo que pensaba hacer cuando el rey Isshin muriera. Orihime sería el amante del príncipe solo en apariencia. Lo que el príncipe quería hacer era algo peligroso, si alguien se lo decía al rey, podría ser acusado de traición.

— No tienes que acostarte con ella si lo consideras un insulto, solo te ofrezco tomar mi lugar para que puedas hablar con ella cuando se supone que debo visitarla. Tengo muchas cosas que hacer y realmente estoy interesado en alguien más; si decides ayudarme deberás ser el chambelán de su puerta. Lo que pase entre tú y Orihime no es de mi incumbencia, pero debes tener cuidado de no ser descubierto o todo esto terminará muy mal. En palabras de Kyoraku, "es mejor que yo la elija como Inamorata, y no que Kaien la elija"; no queremos otra Miyako en el castillo. - El príncipe lo miró un momento más y Ulquiorra se preguntó cómo pudo saber el príncipe sobre Miyako. — Y mientras eso pasa, piensa bien en dónde está tu lealtad.

¿Dónde estaba su lealtad en esos momentos?

Nuevamente se hizo esa pregunta mientras Orihime dormía sobre su pecho, abrazándolo y con una paz en su rostro que era envidiable. No había mejor manera de pasar el Día de las Rosas que con la mujer que amaba, con quien se iba a casar porque Ichigo y Kyoraku así lo habían prometido.

Su lealtad era hacia Orihime y, hasta el momento en que se casaran, él decidiría si le daría su espada a Ichigo o no.


La inscripción a la competencia de tiro con arco era libre, cualquier persona que quisiera participar y supiera usar arco y flecha podía inscribirse; había muchos hombres interesados en competir y varias mujeres que formaban parte de los arqueros del reino. El premio sería una gran cantidad de monedas y la Corona de Rosas y Azúcar.

— Su Majestad, ¿nos haría el honor de competir con nosotros? — Preguntó uno de los organizadores del evento al rey, pero este solo negó con la cabeza.

— Quedaría mal si yo ganara el evento y tuviera que entregarme a mi mismo el premio, pero mis hijos son jóvenes vigorosos, los acompañan hermosas señoritas y estoy seguro de que serán un mejor oponente para todos los concursantes porque mis los príncipes están motivados. — Dijo el rey riendo un poco; estaba de buen humor, y eso era bueno, aunque el rey rara vez mostraba mala cara en público.

— Como desee su majestad. — Dijo el organizador del evento inclinándose ante el rey y la reina.

Los espectadores del evento estaban emocionados; el rumor de que el año anterior el Príncipe Ichigo había derrotado al Príncipe Kaien en una pelea de espadas se había extendido como la pólvora, así como lo que sucedió en el asedio a Verasi y, ver a los dos enfrentarse, esta vez en tiro con arco, era algo que todos estaban esperando. Era como si quisieran ver con sus propios ojos cuál de los dos príncipes era mejor.

Nelliel vio a Kaien levantarse de su asiento y comenzar a quitarse la banda y el saco, preparándose para bajar al campo de tiro.

— Te lo prometo, te traeré esa corona, querida. —Dijo Kaien tomando la mano de Nelliel y darle un beso.

Nelliel asintió tomando la chaqueta de Kaien para cuidarla mientras se dirigía hacia las escaleras; ella había esperado tanto tiempo por las atenciones que Kaien le estaba dando que no tendría reparos en disfrutarlas.

— Señorita Kuchiki, solo pídalo y esa corona será suya. — Nelliel escuchó cómo Ichigo le hablaba a Rukia y se volvió para verlos; Ichigo tomó una de las manos de Rukia en un gesto de despedida.

— Su Alteza, obviamente esa corona fue hecha para mí. — La forma natural en la que Rukia habló puso celosa a Nelliel; Nelliel no podía hablarle así a Kaien en público, su relación era más protocolaria y formal.

— Entonces esa corona será para usted, señorita Kuchiki. — Ichigo besó la mano de Rukia antes de tomar el mismo camino que había tomado Kaien. Rukia tenía el saco de Ichigo en sus manos.

Ambos príncipes se veían tan informales que podrían pasar por hijos de cualquier señor importante si nadie los conocía.

La competencia sería larga, había tanta gente compitiendo que Nelliel tomó el saco de Kaien y la puso sobre su regazo antes de cambiar su asiento para estar cerca de Rukia; la nueva favorita de la reina parecía estar concentrada observando lo que estaba sucediendo en el campo de tiro con la chaqueta de Ichigo en sus manos.

— Pensé que no querías ser el Inamorata de ninguno de los príncipes. — Dijo Nelliel atrayendo la atención de Rukia quien parecía desconcertada, como si no hubiera esperado que ella le hablara.

— No soy una Inamorata. — Respondió Rukia tranquilamente y volvió su mirada hacia el campo de tiro donde los concursantes lanzaban flechas para comenzar a clasificar.

— Pero estás aquí, acompañando al príncipe Ichigo, ocupando el lugar donde debería estar tu amigo Orihime. — Nelliel pensó que eso haría enojar a Rukia pero no sucedió, ni hizo que Rukia se volviera a mirarla.

— Supongo que tú, como la Inamorata del príncipe Kaien, asumiste que también vendría la Inamorata del príncipe Ichigo. — Rukia parecía tan tranquila mientras hablaba, que Nelliel pensó por un momento que la reina había hablado.

— No soy la Inamorata del Príncipe Kaien. — Nelliel se molestó pero rápidamente se calmó, la reina podía verlos y escucharlos.

— Y yo no soy la Inamorata del Príncipe Ichigo. Ahora que hemos aclarado esto, creo que es el turno de los príncipes de disparar sus flechas.

Nelliel miró el campo de tiro, pero lo que Rukia había dicho fue una forma educada de terminar la conversación que se estaba volviendo incómoda; Nelliel volvió a su asiento y colocó la chaqueta de Kaien sobre sus hombros, la tarde comenzaba a caer y aun estaban en invierno.

Cada vez que pasaban los príncipes para hacer su tiro, la gente guardaba silencio; ambos príncipes pasaban al mismo tiempo por lo que los espectadores contenían la respiración en ese momento. Apostar en este tipo de eventos era común y hasta ese momento mucha gente había apostado por ambos príncipes.

En uno de los descansos del evento, cuando solo quedaban los diez finalistas, los organizadores dieron el último aviso para realizar apuestas; uno de los sirvientes del rey se le acercó para preguntarle si quería apostar a favor de alguno de sus hijos.

— ¡Sí, por supuesto! — Dijo el rey con alegría, había bebido un poco de vino y estaba demasiado "feliz" en ese momento. — 5.000 monedas y una cabra a favor del príncipe Kaien.

— ¿No vas a apostar a favor de tu otro hijo? — Preguntó la reina algo molesta. También había bebido un poco de vino pero no tanto como el rey, tenía que ser un ejemplo para las princesas que estaban con ellas.

— He apostado las donaciones para los huérfanos a favor de Kaien, no tengo más dinero, Masaki mi amor. — El rey se disculpó intentando darle un beso a la reina, pero la reina le puso un bocadillo en la boca para que se lo comiera.

— 6.000 monedas y dos cabras a favor del príncipe Ichigo. — Dijo la reina haciendo que el rey se ahogara con lo que estaba comiendo; la reina sonrió y le dio una palmada en la espalda para "ayudarlo" a bajar el bocado por la garganta.

— No creo que Kyoraku esté contento con esa apuesta, Masaki. — Se quejó el rey mirando a su sonriente reina.

— El Concejal Kyoraku apostó su salario de un año a que el príncipe Ichigo ganaría el evento de tiro con arco. — Añadió el sirviente haciendo que el rey y la reina se volvieran para ver dónde estaba Kyoraku, el concejal se veía muy animado con muchas señoritas a su alrededor.

Masaki se frotó el puente de la nariz y respiró hondo. Las princesas querían apostar a favor de Ichigo pero el rey no lo permitió, dijo que eran demasiado jóvenes para hacer apuestas, pero Rukia sí apostó a favor de Ichigo. Rukia se quitó los zapatos y Nelliel vio lo hermosos que eran; eran del mismo color que su vestido y tenían pequeñas piedras que brillaban a la luz del sol. Esos zapatos parecían bastante caros, las gemas en ellos hacían que su valor fuera mayor que el de cualquier zapato, ¿Dónde los consiguió Rukia? ¿El Concejero de la Paz tenía tanto dinero?

La expresión de la reina era de asombro, Nelliel pensó por un momento que la reina regañaría a Rukia por quitarse los zapatos pero no fue así; la reina asintió haciendo que el sirviente aceptara la apuesta de Rukia.

— Estoy tan segura de que el príncipe Ichigo va a ganar, que te dejaré apostar tus zapatos. — Le dijo la reina a Rukia.

— Mis zapatos y dos cabras. — Dijo Rukia haciendo que las princesas sonrieran. ¿Por qué estaban apostando cabras?

Esto le parecía inaudito a Nelliel, pero lo que la sorprendió fue que las princesas bajaron y se sentaron con Rukia a hablar sobre las cabras. Nelliel no sabía si lo que estaba sintiendo era ira o celos, pero definitivamente Rukia estaba en su lista negra.

— ¡Triple disparo! ¡Quien haga este tiro con éxito, gana! — Gritó el organizador del evento provocando que todos gritaran de emoción.

El triple tiro era algo difícil de lograr, era un tiro que solo los maestros arqueros lograban hacer pero no era bueno para la guerra, se desperdiciaba mucho tiempo en ordenar las flechas y nunca era seguro dar en el blanco en movimiento.

Todos sabían que el que se acercara más al centro de las dianas con sus tiros ganaría, por lo que el que menos fallara se llevaría el premio. Los primeros fueron los afortunados ciudadanos que habían llegado a la final pero ninguno de ellos logró dar en el blanco; luego fue el turno de los soldados del reino y lograron acertar en las dianas pero lejos del centro. Las arqueras demostraron por qué estaban en el ejército del reino, todas lograron dar en la diana muy cerca del centro; y al final, los príncipes.

— ¿Esta vez dirás que no sabes disparar con arco? — Preguntó Kaien mirando a Ichigo quien estaba revisando sus flechas. Todavía recordaba esa frase cuando pelearon por primera vez.

— No, esta vez diré: Aún no he perfeccionado el triple tiro. Si voy primero y acierto en el centro de todas las dianas, ¿tendrás presión para vencerme, hermano mayor? — Ichigo lo miró con una confianza que hizo a Kaien dudar.

— Por eso iré primero. Si yo fallo, y tú aciertas, diré "Dejé que gane mi hermanito". — Eso era lo que iba a decir, ganara o perdiera, iba a parecer un buen arquero o un buen hermano.

— ¿Tienes la intención de fracasar? — Le preguntó Ichigo con una mirada desafiante. — Porque yo no pretendo hacerlo.

Kaien no respondió, era su turno de disparar y tomó sus flechas para hacer el tiro, las dianas ya estaban preparadas y, por un segundo que solía ser eterno en ese tipo de encuentros, hubo un silencio que solo fue roto por el zumbido de las flechas que se clavaron en las dianas; dos de ellas dieron en el blanco y la tercera dio en el primer círculo fuera del blanco.

Todos los espectadores aplaudieron a Kaien, incluso Nelliel se levantó en un momento de euforia al ver que había sido el mejor en disparar las flechas. Los murmullos de la gente se callaron cuando fue el turno de Ichigo de preparar sus flechas.

— Me has inspirado, hermano mayor. Quizás si te imito, mi tiro mejorará. — Dijo Ichigo al pasar junto a Kaien.

Por un breve momento Ichigo pensó en dejar ganar a Kaien, el disparo de su hermano era bastante bueno, incluso sería bastante difícil mejorarlo, pero lo reconsideró. El triple tiro todavía no iba bien, solo tenía que confiar en que su tiro no podía ser peor que el de los otros concursantes. Nuevamente se había formado un silencio que solo fue roto por el sonido de las flechas al dar en las dianas y, como sucedió con Kaien, dos de sus flechas dieron en el centro pero la última se clavó en el borde del círculo central.

Todos los espectadores aplaudieron por la precisión del tiro y, luego de que los organizadores deliberaran quién había hecho el mejor tiro, llegaron a la conclusión de que ambos príncipes eran igual de buenos, pero la flecha de Ichigo estaba más cerca del centro que la de Kaien.

Kaien e Ichigo se quedaron mirando, ambos sosteniendo sus arcos y flechas, como si estuvieran esperando una orden para apuntarse el uno al otro. Ninguno de los dos escuchaba lo que decían los demás presentes, se miraban sin pestañear, con la inevitabilidad de que ambos tendrían que dispararse en algún momento.

— Su Alteza, debe ir a recibir su premio. — Dijo uno de los organizadores señalando donde estaban sentados el rey y la reina. Ichigo asintió y Kaien lo felicitó con un abrazo que debía parecer familiar.

— Hermanito, nada me llena de felicidad que ver que has ganado. — Dijo Kaien tratando de hacer oír sus palabras a los presentes, después de todo, tenían que mantener las apariencias.

— Fue suerte de principiante, hermano mayor. — Respondió Ichigo con una sonrisa antes de dirigirse hacia donde estaba sentado el rey.

Rukia vio que el rey no estaba contento, había perdido una gran cantidad de monedas y una cabra, pero ella había recuperado sus zapatos y se los puso rápidamente.

Uno de los sirvientes llegó con una bolsa llena de monedas, y otro sirviente llegó con un cojín sobre el que descansaba una corona de rosas que brillaban al sol y que parecían estar hechas de cristal.

La corona era hermosa, estaba hecha con rosas que la reina había donado para el evento, y caramelo transparente que solo los maestros reposteros sabían hacer; era el secreto mejor guardado de estos hombres porque lograron que el caramelo caliente no marchitara la rosa al ser sumergirla en este. La apariencia final de las rosas era como si fueran de vidrio pero no era así, era el caramelo lo que las cubría por completo.

Ichigo llegó a donde estaban sus padres y les hizo una reverencia.

— El mejor arquero del reino, mi enhorabuena hijo mío, ¿Qué vas a hacer con las monedas que ganaste? — Preguntó el rey, porque era tradición donar las ganancias en tales eventos para no parecer codicioso.

— Su Majestad, deseo distribuir las monedas entre los otros ocho finalistas. — Dijo Ichigo.

— Muy bien, nos aseguraremos de que sean repartidas las monedas. — El rey hizo un gesto y le entregaron a Ichigo la corona de Rosas y Azúcar. — El premio para tu acompañante, hijo.

Ichigo tomó la corona de Rosas y Azúcar y se inclinó ante el rey y la reina. Rukia estaba cerca de él y solo tuvo que dar un par de pasos para alcanzarla.

— Señorita Kuchiki, una corona de rosas y azúcar hecha para usted. — Rukia se inclinó ante Ichigo y dejó que él le pusiera la corona de rosas.

— ¿Cómo me veo, alteza? — Preguntó Rukia con una sonrisa. Ichigo sonrió porque sabía que no podía decir lo que realmente pensaba.

— Luces como una princesa.