Los Ojos del Ruiseñor


Capitulo 34: Elección


Verano — Año x492 / Julio. Ichigo, 17 años.

— Hay algo en mí que no sabes. — Así había comenzado Ichigo la conversación esa noche después de enviar a Kholtan con ese mensaje a su tío.

— ¿Qué cosa? ¿Tienes un hijo en alguna parte? — Preguntó Rukia en una especie de broma que a Ichigo le pareció extraña pero que decidió continuar porque le gustaba hacerla enojar.

— Quizás. Estuve con muchas mujeres cuando viajé con los mercenarios. — Dijo de manera natural haciendo que Rukia se enojara en ese momento.

— No es gracioso. — La vio cruzarse de brazos y se acercó a ella. Rukia se alejó de él pero Ichigo se acercó de nuevo, acariciando su rostro gentilmente.

— Para mí, lo fue. — Dijo Ichigo con una sonrisa pero Rukia seguía con los brazos cruzados; enojada porque ella era así, solía ponerse celosa fácilmente.

Rukia se apartó de él y se sentó en el borde de la cama. Ichigo suspiró y se acercó a ella con paso lento, abriendo su camisa poco a poco, sin dejar de mirarla mientras lo hacía, sonrió ante la expresión de Rukia cuando lo vio; ella seguramente no esperaba eso e Ichigo no dijo nada. Terminó de abrir su camisa, se la quitó y la dejó caer al suelo antes de darle la espalda a Rukia para que ella viera el tatuaje que él tenía en la espalda.

Escuchó a Rukia jadear de sorpresa y la escuchó levantarse de la cama, sintió sus pequeñas manos tocar su espalda y trazar cada línea del tatuaje con curiosidad haciéndolo estremecer; Rukia no dijo nada, solo miró el tatuaje a la luz de las velas.

— ¿Cómo se relaciona el anillo con el tatuaje de tu espalda? — Preguntó Rukia sin dejar de acariciar la piel de la espalda de Ichigo con las yemas de sus dedos; volviendo a la pregunta inicial de esa noche.

— ¿Has escuchado que los reinos solían tener magia? — Preguntó Ichigo dándose la vuelta para volver a ponerse la camisa. Rukia asintió ante sus palabras y él la llevó al balcón para que pudieran hablar mejor. — Es cierto, no sé si los otros reinos tenían magia, pero sí sé que el reino de mi madre tiene magia.

— ¿Magia como la que hacen en los espectáculos errantes? — Preguntó Rukia, que ya no parecía molesta por la broma del hijo escondido, e Ichigo negó con la cabeza ante esa pregunta.

— No, magia real. — Ichigo todavía llevaba el anillo de Rukia en el meñique, así que sintió que podía mostrarle algo de aquella magia en ese momento. — Hay una magia muy antigua, se llama "ankh".

Rukia lo miró como si estuviera diciendo algo que ella no podía entender, supuso que algo así pasaría porque no se suponía que la magia existiera, no era común en lugares fuera de Vayalat. Ichigo suspiró e hizo que se apagara casi por completo el fuego de una de las antorchas que iluminaban el balcón antes de volver a encenderla, ni siquiera se acercó a la antorcha, desde su lugar al lado de Rukia lo hizo, y ella se quedó en silencio al ver eso.

El ankh, la bendición de la guerra; el regalo de La Sombra. Ichigo le había dicho a Rukia lo que significaba poseer esa magia, la forma en que se transmitía de generación en generación, la forma en que se usaba; le habló de los Karnaq, del entrenamiento que tuvo desde niño, de la noche que le ofrecieron a La Sombra como en una ceremonia de graduación. Ichigo le había dicho a Rukia que la noche en que escaparon de Maranni, lo había estado usando, por eso había dormido tanto y por eso sus heridas aparentemente se habían curado rápidamente.

— Este anillo es una reliquia familiar. Está hecho con sangre y magia; creo que te diste cuenta. — Susurró Ichigo jugando con el anillo en su dedo meñique.

Rukia tenía que haberlo notado, porque cuanto más tiempo llevaba puesto el anillo, mejor era la relación con este; por llamarlo de alguna manera. Rukia no estaba hablando, y estaba bien, porque significaba que ella lo estaba escuchando, y él necesitaba que ella lo escuchara porque lo que iba a decir sería algo difícil para ella.

— Todavía no controlo completamente el ankh pero tuve que usarlo para salir de Maranni o tu hermano nos habría matado con las flechas que estaba disparando; provoqué un accidente en las puertas de la ciudad para que dejaran de perseguirnos, no sé si tu hermano estaba ahí, no sé si resultó herido, no sé si él está muerto, y eso es algo que tenías que saber.

Ichigo no estaba diciendo mentiras, solo estaba diciendo la verdad de una manera diferente; Rukia no tenía por qué descubrir que él realmente quería matar a Byakuya cuando hizo que las puertas de la ciudad se cerraran y se desatara el infierno dentro de la ciudad.

— Yo... no sé qué decir... — Comenzó a decir Rukia pero Ichigo le puso un dedo en los labios para evitar que hablara.

— No digas nada todavía, todavía no he terminado.

Había más, por supuesto que había más. La conversación terminó cuando Rukia salió de la habitación silenciosamente, con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas.

Ichigo se perdió en sus pensamientos por un momento, mirando el anillo que brillaba de forma poco natural, como si hubiera fuego líquido dentro del anillo, pero sabía que no era fuego, era vida. Ichigo estaba en silencio, con su espalda apoyada contra el respaldo de la silla, con sus manos sobre el escritorio y con el anillo de compromiso de Rukia entre sus dedos.

El tiempo de recuperación después de usar el ankh había terminado, él estaba bien y saludable, incluso se sentía mejor que cuando viajó a Maranni, y sabía que era por el efecto que el anillo tenía en él. No se lo había devuelto a Rukia, no había hablado con ella desde la noche en que regresaron al castillo, y sabía que debían hacerlo, solo que esta vez era decisión de Rukia elegir cuándo hablar.

— Comandante, la señorita Kuchiki está aquí. — Dijo uno de los soldados que hacía guardia frente a su oficina, rompiendo el silencio en el que se encontraba Ichigo. Ichigo asintió y dejó que Rukia entrara a su oficina.

— Su Alteza. — Dijo Rukia al entrar a la oficina. El soldado cerró la puerta detrás de ella e Ichigo notó que Rukia estaba mirando al suelo. Ichigo sabía que evitaba mirarlo porque ella no solía bajar la mirada cuando hablaba; mucho menos frente a él.

— Señorita Kuchiki, ¿desea algo? — Preguntó con aparente calma aunque lo único que quería era acercarse a ella y besarla; tenerla en sus brazos y saber lo que estaba pensando en ese momento.

— Yo... — Rukia vaciló por un momento antes de decir algo e Ichigo esperaba que ese fuera el día en que Rukia volviera a pedir su anillo; la noche que hablaron ella se había negado a recibir el anillo de nuevo. — La reina Masaki pide que se me asigne una escolta, deseo visitar la ciudad y no tengo una escolta asignada.

Ichigo suspiró, ese no era el día.

— ¿Cuándo va a visitar la ciudad, señorita Kuchiki? — Preguntó con calma, colocando el anillo en el dedo meñique de su mano derecha y hurgando en unos papeles buscando algo. Ella no levantó la mirada y él dejó de esperar que lo hiciera en ese momento.

— Mañana.

— Mañana habrá un soldado esperándola en la Gran Puerta, la acompañará en su visita a la ciudad. ¿Necesita algo más, señorita Rukia? — Preguntó pero no se movió de su lugar detrás de su escritorio. Ichigo podía ver cómo reaccionaba Rukia cuando decía su nombre; pero ella no levantó la mirada.

— No, alteza. Gracias. Me voy, con su permiso. — Rukia se dio la vuelta y llamó a la puerta para que el soldado de afuera la dejara salir.

Ichigo solo la miró desde atrás, quería abrazarla y quería saber qué estaba pensando, quería saber qué estaba sintiendo; ella había ido a su oficina para solicitar una escolta cuando una solicitud por escrito hubiese sido suficiente.

— Kia… — Dijo levantándose de su silla mientras ella salía de la oficina.

— Kon… — Respondió ella sin volverse a verlo antes de irse.


VeranoAño x492 / julio. Nelliel, 19 años.

Ese mes había sido un sueño para Nelliel. Pasar la luna de miel en el Palacio del Sol, en Visnia, donde había paredes de vidrio en algunas áreas que dejaban entrar la luz del sol de una manera que iluminaba todo el lugar, fue casi mágico.

En ese palacio vivía la Reina Madre junto con la Princesa Kukaku y su familia; la princesa estaba casada con el señor de Visnia, por lo que este era su lugar de residencia permanente. Nell estaba segura de que a pesar de que no visitaron la capital, ni fueron a su boda con Kaien, la princesa y la reina madre estaban al tanto de todo lo que estaba sucediendo en Adelaar.

Ellas no la habían tratado mal, Nell conocía a la Reina Madre desde que tenía memoria y la Reina Madre había sido buena con ella todo el tiempo que estuvo en Adelaar. Nelliel no había visto a la Reina Madre desde que se retiró al Palacio del Sol en el momento en que la Reina Masaki había regresado de Vayalat sin Ichigo.

Nelliel sabía que no estaban felices de que Kaien fuera el heredero del reino; Ichigo siempre había sido la elección correcta por haber nacido de la reina, pero el rey no lo consideraba así; aun así, no la trataron mal y la hicieron sentir cómoda y en familia.

— Nell, querida. Es hora de regresar a casa. — Kaien la encontró mirando la pintura del padre de Kaien con la reina Masaki que guardaban en una de las habitaciones del palacio. El rey y la reina se veían muy jóvenes en ese cuadro.

— ¿Nos harán un cuadro así? — Preguntó Nelliel con una sonrisa.

— Cuando sea coronado rey, nos harán un cuadro así. — Aseguró Kaien con una sonrisa mientras salían del palacio para despedirse de la reina madre, y de la princesa y su familia.

Kaien ayudó a Nell a subir al carruaje que los llevaría de regreso al castillo de Adelaar, y se despidieron de sus anfitriones en la distancia mientras el carruaje avanzaba. Cuando salieron de la ciudad de Visnia, Nelliel notó que Kaien estaba serio y callado, no era esa seriedad natural en él, sino otra diferente; él parecía preocupado.

— ¿Qué te preocupa, Kaien? — Ambos se conocían bien, habían sido amigos durante muchos años y tenían ese entendimiento que la amistad les daba.

Kaien se volvió para verla, saliendo de sus propios pensamientos y la abrazó con una sonrisa. Nelliel apoyó su cabeza en el regazo de Kaien y él le dio un pequeño beso en los labios. A Nell le encantaban esos momentos; no era la fantasía romántica con la que había soñado, pero era algo bueno.

— Nada, solo que mi padre me envió una carta diciendo que necesitaba hablar conmigo en cuanto llegara al castillo. — Kaien habló mientras jugaba distraídamente con uno de los rizos del cabello de Nelliel.

— ¿Crees que es algo malo?

— No, si fuera algo malo, no hubiéramos tenido luna de miel. — Kaien sonrió y la hizo sonreír; eso hizo que Kaien acariciara su rostro de una manera muy suave y le dio un pequeño beso en los labios. — Quizás simplemente extraña mi consejo.

— Tu consejo debe ser muy bueno, porque te nombraron heredero. — Dijo Nell, llevando su mano al rostro de Kaien para que la volviera a besar.

— Y tú, esposa mía, ¿quieres mi consejo ahora? — Preguntó Kaien, besándola de forma intensa y apasionada.

VeranoAño x492 / julio. Rukia, 16 años.

Desde que habían regresado de Maranni, Rukia no había abandonado el castillo; ella solía salir del castillo de vez en cuando para distraerse de todo lo que solía suceder puertas adentro, pero en los últimos días no había tenido ánimos de hacerlo.

En un principio salía acompañada de Orihime, cuando ambas pertenecían a la Corte de la Reina; cuando Orihime se fue a Eikaran, Rukia salía acompañada de los guardias que su padre le había asignado para su protección. Orihime le escribía de vez en cuando; la última vez que Rukia recibió una carta de su amiga, fue antes de ir a Maranni. Orihime le dijo a Rukia en esa carta que pronto la vería y que la sorprendería, pero Rukia no había vuelto a tener noticias de Orihime.

Ella necesitaba una escolta para salir o la reina no la dejaría salir, y su padre se había llevado a los soldados cuando partieron hacia Maranni; salir con Ichigo no era una opción en ese momento.

Ellos habían hablado tanto esa noche que ella salió de la habitación conteniendo lágrimas de tristeza, rabia y frustración; el miedo también se había manifestado en forma de lágrimas. Rukia no sabía qué hacer, Ichigo había cumplido la promesa que ella le hizo a su padre en aquella carta; Rukia le pidió a Ichigo tiempo para que su padre pensara bien las cosas e Ichigo se lo había dado. Ichigo se había puesto en el mismo peligro que su padre, y lo había hecho porque ella se lo pidió.

Rukia sabía que Ichigo siempre cumplía sus promesas, así que cuando le prometió que evitaría que su padre matara a Kaien para no ponerlo en peligro de morir si lo atrapaban tratando de matar al heredero, supo que él lo cumpliría; Rukia tenía que haber imaginado que no todo iba a ser tan fácil. Nada nunca era fácil.

— Cuando el rey muera, restauraré las "Antiguas Tradiciones" y mataré a Kaien; esa es la única forma en que no me condenarán por fratricidio y yo pueda ser el rey. — Le había dicho Ichigo con una expresión de serenidad y tranquilidad que la asustaba.

Ichigo le había dicho todo lo que necesitaba saber, incluido lo que sucedería con cada acción posible que tomaran. Ichigo le había dicho el destino que tendrían, el destino que tendrían sus hijos y el destino que tendría su familia. Al final de esa charla, Ichigo le había hecho la misma pregunta que él le había hecho esa tarde en el acantilado: ¿Podrías estar conmigo sabiendo que soy un asesino?

Y Rukia no había podido responder esa pregunta. Incluso cuando fue a buscarlo a su oficina, no pudo hablar con él; no se sentía preparada para hacerlo.

Renji la estaba esperando en la Gran Puerta del castillo para ser su escolta, le había pedido a Ichigo una escolta para que pudiera visitar la ciudad y él envió a uno de sus amigos; Rukia sabía que él no le confiaría su vida a nadie desconocido, y si él mismo no podía cuidar de ella, enviaría a alguien en quien confiara para que lo hiciera. Ichigo la cuidaba, la cuidaba a pesar de que estaban en ese momento de separación.

— Caminaremos hasta la ciudad. — Dijo tranquilamente, como si fuera lo más normal del mundo, como si la ciudad estuviera a dos pasos.

— Pero… pero… — Intentó protestar Renji pero Rukia empezó a caminar como si no lo hubiera escuchado. — ¡Espera!

Rukia realmente no tenía una razón como tal para ir a la ciudad, solo quería salir del castillo porque necesitaba libertad, así que cuando llegaron a la entrada de la ciudad no sabía a dónde ir. Las casas de té eran divertidas, ir allí con Orihime era divertido porque hablaban de lo que no podían hablar libremente en el castillo; cuando Rukia tenía una cita con Ichigo, solían ir a la playa; y cuando salía con los soldados de su padre como escolta, solía visitar a las chicas que trabajaban en "La Joya".

Sabía que nadie la reconocería porque la única vez que había salido en un evento público con Ichigo, ella iba vestida como una princesa, en cambio cuando salía sola o con Orihime, se vestía de una manera simple y ordinaria.

Cada vez que iba a "La Joya", era Kia y no la hija del Consejero Kuchiki; incluso las chicas que trabajaban allí la llamaban Kia. Las chicas que trabajaban allí siempre cuidaron muy bien a los soldados que iban con ella, por lo que esos soldados no le dijeron nada a su padre sobre esos actos levemente inmorales.

Renji la seguía como un fantasma, Rukia no tenía un tema del que hablar con él porque ellos no eran amigos. En el viaje de regreso a Adelaar habían hablado, incluso Rukia lo había golpeado, pero aún sentía que no tenía una gran amistad ni con Renji ni con Uryu. Ellos eran los guardias de Ichigo, sus amigos y compañeros; pero no solía pasar tiempo con ellos y no los conocía.

— Renji… — Lo llamó cuando se dirigían al Templo de las Deidades. Renji se volvió para verla, él estaba comiendo una fruta que había comprado en el camino, y le hizo un gesto con las cejas para que siguiera hablando; Renji tenía la boca llena. — ¿Confías en Ichigo?

Esa pregunta surgió después de pensar mucho sobre cómo iniciar una conversación sobre Ichigo con Renji. Renji se tragó lo que tenía en la boca y la miró fijamente, como si no entendiera completamente esa pregunta, como si fuera muy obvia y al mismo tiempo algo difícil de responder. Rukia quería saber qué pensaban los amigos de Ichigo de él.

— Confío en él, ¿por qué no debería? — Respondió Renji al entrar al templo. Rukia encontró un banco libre y se sentó allí; Renji se sentó a su lado.

— Curiosidad. — Rukia quiso acariciar su anillo de compromiso, pero recordó que no lo estaba usando y puso sus manos en el respaldo del banco frente a ella. — ¿Por qué confías en Ichigo?

Renji solo la miró y la escuchó pero no dijo nada; Rukia sabía que había hecho una pregunta difícil, una para la que ni ella misma tenía una respuesta.

Ella confiaba en Ichigo pero no podía explicar por qué confiaba en él; tal vez podría atribuirlo al hecho de que estaba enamorada de él, pero si le hacían esa pregunta no sabría cómo responder. Rukia tenía una decisión que tomar y no sabía cómo tomarla. En el fondo ella sabía que lo que había sucedido en Maranni la había dejado vulnerable y confundida.

En esos momentos se sentía muy joven, se sentía como una niña que estaba creciendo muy rápido y tenía que tomar decisiones vitales. Rukia no quería tomar otra mala decisión, no quería que alguien inocente volviera a morir solo porque no había podido tomar una buena decisión.

— ¿Morirías por él? Por Ichigo. No por el comandante o el soldado, solo por Ichigo. — Preguntó Rukia de nuevo. Renji guardó silencio por un momento.

— Comenzó la misa. — Respondió Renji y se puso de pie para hacer la señal de las Deidades en su pecho.

Rukia imitó a Renji en ese momento, y luego guardó silencio durante toda la misa; ella cantó las alabanzas a las Deidades e hizo las oraciones que el Sacerdote pedía a la congregación, pero Renji no habló y Rukia temió haber hablado demasiado; tal vez las razones de Renji para confiar en Ichigo eran muy, muy personales, como las de ella, y se sentía un poco incómoda por preguntar eso sin tener en cuenta los sentimientos de Renji sobre ese tema.

— Hay algo mal en tu pregunta. — Dijo Renji llamando la atención de Rukia, que estaba terminando de hacer la señal de las Deidades en su pecho al finalizar la misa. Rukia lo miró intrigada, esperando que continuara hablando. — Ichigo es un príncipe, un soldado y un hombre; no puedes separarlo por títulos o nombres, porque Ichigo es un todo como las Deidades. Las Deidades son tres y una a la vez; nosotros le rezamos a la Madre, al Padre y a la Sombra, le rezamos al aspecto con el que nos sentimos cómodos pero siguen siendo un solo Dios. — Renji hizo una pausa y miró las estatuas de las Deidades. Rukia hizo lo mismo. — Veo a Ichigo como un todo, como el príncipe, como mi capitán y como mi amigo. No puedo decir que daré mi vida por el príncipe y no por el capitán, eso sería hipócrita, porque eso diría que mi lealtad está en un título o en un nombre y no en el hombre que es. Confío en él porque siempre trata de hacer las cosas bien, aunque no tiene muchas opciones en la vida. Antes de conocerlo creía que él, siendo príncipe, lo tenía todo pero me di cuenta de que no es así porque lo que tiene Ichigo, aunque parezca una bendición, no es gratis.

Rukia escuchó a Renji en silencio, prestando atención a cada palabra que decía mientras observaba cómo poco a poco el templo se iba vaciando.

— Ichigo sabe que se esperan muchas cosas de él por ser príncipe, esperan que siga las reglas, esperan que se case contigo, y si no es contigo, entonces con alguien que sea útil para el reino; sabe que tiene que tener hijos en el momento adecuado y no antes; sabe que siempre estará a la sombra del rey y sabe que no puede quejarse abiertamente porque sería señalado como un traidor. A todo esto hay que agregar que es el Comandante del Reino, el hombre al que todos los soldados deben seguir. — Renji miró a las Deidades mientras hablaba. — Cuando nos enfrentamos a los soldados, él resultó herido. Él sabía, aunque no sé si estaba asustado en ese momento, de hecho se veía muy confiado pero tal vez era solo una fachada; pero él sabía que debía enfrentarse a esos soldados, a los mejores del reino, porque sabía que los otros soldados no lo seguirían tan fácilmente. Uryu y yo estuvimos con él, apoyándolo y él confió en nosotros, nos dejó pelear junto a él aunque nuestro entrenamiento con él no había terminado.

— Dicen que fue una gran pelea. — Añadió Rukia. Recordó la herida en el brazo de Ichigo y también la fiebre que él tuvo al día siguiente.

— Si, lo fue. — Renji sonrió un poco y eso la hizo sonreír como un reflejo. — En sus manos está la vida de muchas personas. No sé si has tenido esa sensación, pero nosotros la tenemos, y no es una sensación muy agradable; y a todo eso se le tiene que sumar los problemas de los hombres. Me preguntaste si daría mi vida por él y eso me dejó pensando un poco pero sí, daría mi vida por él, por Ichigo, por el príncipe, por el comandante y por mi amigo.

— ¿Incluso si no da la vida por ti? — Preguntó Rukia sin el coraje de mirar a Renji a los ojos.

— ¿Cómo sabes que él no daría la vida por mí? — Preguntó Renji un poco molesto, ese tono de voz hizo que volviera a mirarlo. — Cuando escapamos de Maranni, él impidió que nos alcanzaran las lluvias de flechas; nos hizo salir vivos de la ciudad porque los soldados nos iban a capturar. Sé que hacer eso casi le cuesta la vida, podría dejarnos morir allí, escapar contigo, pero no lo hizo.

Rukia se quedó en silencio ante esa revelación; Las palabras de Renji tenían una verdad que la hizo estremecer: Ichigo podría haber muerto esa noche y lo último que le había dicho era que la iba a proteger. Ichigo estaba poniendo su vida en peligro por ella; Rukia era la espada sobre la cabeza de Ichigo.

— Ichigo tomó una decisión esa noche, cuando escapamos de Maranni. — Dijo Renji atrayendo su atención. — Si nos hubiera dicho que su vida estaba en peligro por nosotros, le habríamos dicho que no se preocupara, que sobreviviríamos y que tenía que huir contigo. Sabemos que se habría negado, pero hubiéramos intentado que cambiara de opinión. Podemos intentar que alguien tome una decisión que nos parezca correcta, pero al final la decisión siempre dependerá de esa persona. No podemos controlar ni ser responsables de lo que otras personas hacen o dicen, solo podemos ser responsables de lo que hacemos o decimos, y vivir con las bendiciones o consecuencias de nuestras acciones.


:D