Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 35: Enojo


El soldado que ingresó a su oficina esa mañana no estaba solo, lo acompañaba un extranjero cuya vestimenta lo distinguía como parte del reino de Gardelia. No fue difícil reconocer esa ropa porque Ichigo conocía a los soldados de ese reino.

— La señorita Kuchiki ha abandonado el castillo, Comandante; actualmente se dirige a la ciudad en compañía del Capitán Abarai. — Dijo el soldado. Ichigo asintió y el soldado hizo que el enviado extranjero caminara hacia su escritorio con la mirada baja. — Y este hombre dice que tiene un mensaje para usted, no quiso decirnos cuál es; dice que le han ordenado que le entregue el mensaje sólo a usted, Comandante.

Ichigo cerró los ojos y se frotó el puente de la nariz con el pulgar y el índice de su mano derecha. Se quedó en silencio por un momento e hizo un movimiento con la mano para que lo dejaran a solas con el enviado extranjero.

— Bien, ¿Cuál es el mensaje? — Preguntó Ichigo sin querer escuchar lo que ese hombre iba a decir.

El hombre era un soldado de Gardelia y, por inesperada que fuera la presencia de ese soldado en el castillo, Ichigo sabía que no podía significar nada bueno. El soldado buscó entre su ropa y sacó una pequeña caja alargada que le entregó a Ichigo con una reverencia.

— Su Alteza. La princesa Yoruichi le envía este regalo por su futuro matrimonio. La princesa me ha ordenado que espere una respuesta suya. También me ha ordenado que le diga que debe abrirlo en privado.

Ichigo tomó esa caja, estaba hecha de madera gris tallada a mano y lacada; no era pesada, por lo que el contenido tenía que ser algo ligero, e Ichigo supuso que era una carta junto con algo más.

— Está bien, puedes salir. Espera fuera de mi puerta por una respuesta para tu princesa.

El soldado de Gardelia le hizo una reverencia y salió de la oficina dejándolo solo con el regalo de Yoruichi.

El primer impulso de Ichigo fue arrojar esa caja al fuego, quemarla y olvidarla, pero una parte de él tenía curiosidad por saber qué le había enviado ella; por un momento miró fijamente la caja, que descansaba en ese momento sobre su escritorio, preguntándose si abrirla o no. No era la primera vez que recibía un regalo de Yoruichi; mientras estuvo en Vayalat, durante los meses que estuvieron separados, Yoruichi solía enviarle regalos, pero siempre llevaban una firma muy peculiar e Ichigo sabía que encontraría esa peculiaridad cuando abriera la caja.

Yoruichi no le había enviado nada desde el día en que rompieron, y tampoco él lo había hecho; estaba molesto por la actitud que ella había adoptado cuando rompieron, pero él también era en parte culpable de esa separación. Ese romance había sido efímero, como las pasiones, ardió en el momento equivocado y continuó ardiendo hasta que se consumió por completo.

En ese pasado Ichigo estaba seguro que él sería el heredero, por lo que no tuvo reparos en estar con Yoruichi, porque sabía que podía elegir con quién casarse y sabía que Gardelia era un buen reino para ser un aliado; en ese momento, ese recuerdo era viejo y tonto. Si nada se hubiera salido de control, si Yoruichi no hubiera querido más de lo que ellos tenían en ese momento, si su padre lo hubiera nombrado heredero; si la hubiera amado de la forma en que ella quería que él lo hiciera, entonces en ese momento estarían casados.

Al final decidió abrir esa caja, Ichigo sintió que se lo debía a Yoruichi por la forma en que habían terminado esa relación; por la forma en que se comportó con ella al final antes de usar a los mercenarios como excusa para huir dejando a su madre a cargo de ese problema. Habían pasado años desde eso, ambos habían crecido, ambos habían madurado, o al menos eso esperaba él.

Abrió la caja y el olor llegó antes de la visión, Ichigo supo de inmediato que la caja contenía la gardenia blanca que Yoruichi solía enviar cada vez que le enviaba un regalo; esa era su firma. Tomó la flor para mirarla y eso le hizo sonreír, le trajo recuerdos de un pasado tan lejano en Vayalat, algunos recuerdos de la infancia y otros no tan infantiles; todo relacionado con Yoruichi, porque ella solía oler como esas flores.

La flor estaba seca, el viaje de Gardelia a Avanta era más largo que el viaje de Gardelia a Vayalat, pero el aroma de la flor seguía intacto porque había estado encerrado en esa caja de madera. Tomó la carta que estaba dentro de la cajita, no había nada más; así que dejó la flor adentro y rompió el sello lacado que protegía el contenido de la carta.

. . . . . . .

¿Cuál era el título que iba a usar el Bastardo cuando se hicieran los nombramientos oficiales del reino? ¡Ah, ya lo recuerdo! Ichigo, Segundo Príncipe de Avanta.

Debería felicitarte, ¿verdad? Me ha llegado la noticia de que te vas a casar, pero lo que me sorprende es que la noticia llegó antes que la invitación a tu boda, que por cierto no ha llegado. ¿Tienes prisa por casarte? O tal vez temen que vuelvas a huir. Espera, acabo de recordar lo que decían las noticias; "El príncipe está obligado a casarse..." me disculparás por no recordar su nombre, pero era tan común y corriente que lo olvidé.

Pensé que habías encontrado a alguien mejor que yo, pero aparentemente no fue así; solo una reina puede superar a una princesa, y por lo que dicen las noticias, ni siquiera es una princesa. La verdad es que no me importa, ya no más. Me dijeron que te ibas a casar para que yo dejara de rechazar a los pretendientes que pedían mi mano en matrimonio. ¡Como yo si esperara algo de ti!

Ambos sabemos que no espero nada de ti, ni una carta, ni una disculpa, ni una promesa. Ambos sabemos que tu palabra no tiene honor ni validez; de hecho, lo siento por la pobre chica con la que te vas a casar. ¿Ya le has dicho que eres incapaz de sentir algún tipo de amor por alguien que no seas tú mismo? Quiero decir, no queremos que ella tenga el mismo destino que yo, ¿verdad?

Tengo que admitir que la noticia fue algo sorprendente, en el fondo esperaba que escribieras o al menos respondieras, pero supongo que estabas demasiado ocupado siendo la sombra de Kaien para escribirle a una vieja amiga. Creo que al menos éramos amigos, a menos que también haya sido mentira. Ahora eso tampoco importa.

Debo felicitarte, desearte lo mejor en la vida en nombre de esa estrecha amistad que tuvimos, pero no puedo. La felicidad no es para ti, no la mereces porque la destruyes tú mismo. Todos los días rezo a las Deidades para que pueda ver cómo tu vida se convierte gradualmente en el infierno que realmente te mereces y que pueda ver como sufres, porque mereces sufrir lo mismo que yo sufrí por tu culpa.

Debería desearte lo mejor, pero lo mejor soy yo.

Yoruichi.

P.D. Cuando tu vida se convierta en un infierno, cuando sientas que estás en el fondo del abismo, estaré allí, viéndote revolcarte en tu propia miseria; ese día sabrás que tu deuda conmigo está pagada. Y eso, Ichigo, te lo juro, porque mi palabra si tiene honor.

. . . . . . .

Ichigo terminó de leer la carta de Yoruichi y de nuevo se frotó el puente de la nariz tratando de calmarse.

Sabía que ella estaba molesta y que la carta no sería amable, de hecho, se sorprendió al descubrir que esperaba una carta amable de ella. Ichigo miró la carta una vez más, mucho de lo que ella dijo no tenía sentido para él, era solo la ira de Yoruichi hablando e Ichigo tenía la impresión de que ella se estaba reprimiendo. Las cartas de Yoruichi solían ser más largas y detalladas.

Dejó la carta a un lado por un momento y abrió la puerta de su oficina en busca del sirviente que estaba afuera; Ichigo le ordenó al sirviente que buscara un artículo en específico dentro del castillo y luego regresó a su escritorio para releer la carta. Yoruichi tenía un don para hacerlo enojar que no recordaba, pero se calmó un poco y tomó una pluma y papel para escribirle una respuesta; ella había pedido una, y aunque él no tenía ganas de escribir una respuesta, lo hizo.

Ichigo se tomó su tiempo para escribir aquella carta, eligió las palabras con cuidado antes de ponerlas en el papel y al final la dobló y selló con cera y con su sello personal, para que nadie pudiera abrirla y leerlo. Tomó la carta que le había mandado Yoruichi y la quemó en un cuenco donde solía quemar los papeles, no le interesaba quedársela y menos aún volver a leerla. La flor dentro de la caja estaba marchita y también la quemó junto con la carta.

Metió la carta que él había escrito en esa cajita y esperó a que volviera el sirviente; el sirviente tardó un poco en regresar pero lo hizo con el artículo que Ichigo le había pedido. Ichigo admiró el regalo que le haría a Yoruichi, siguiendo la costumbre que tenían cuando eran niños, y luego lo colocó junto a la carta; cerró esa caja y la selló con cera para que el contenido no sufriera ningún daño. Le pidió al sirviente que dejara entrar al soldado de Gardelia y que los dejara solos.

Ichigo tenía lista la respuesta que Yoruichi había pedido.

— Sé que el viaje a Gardelia es largo. — Ichigo comenzó a hablar mirando al soldado de Gardelia que no se atrevía a levantar la vista por respeto. — Así que puedes descansar aquí esta noche y mañana puedes regresar a Gardelia. El soldado en la puerta te mostrará dónde puedes pasar la noche y dónde puedes comer.

— Gracias, alteza. — Dijo el soldado de Gardelia en tono muy aliviado.

Ichigo se levantó de su asiento, se acercó al soldado y le entregó la caja que Yoruichi le había enviado con el mensaje.

— Aquí está la respuesta que pidió tu princesa. Ahora puedes retirarte. — Ordenó y el soldado le hizo una reverencia metiendo la caja dentro de su ropa mientras salía de la oficina.

Ichigo salió de la oficina un momento después, el olor de la gardenia estaba impregnado en el ambiente y eso le disgustó.

— Ustedes dos, limpien mi oficina y abran las ventanas. — Dijo de mal humor al salir de su oficina. — No quiero que me molesten a menos que el reino esté cayendo, pase lo que pase, el Capitán Ishida lo arreglará.

Ichigo no regresó a la oficina del Comandante por el resto de la mañana, quería deshacerse del enojo que le había causado la carta y decidió que hacer cualquier cosa sería mejor que volver a la oficina del Comandante.

El rey estaba atendiendo sus asuntos con uno de los Consejeros y ese día Ichigo no tenía ningún deseo de discutir asuntos de Estado. Aún tenía que planificar la gira por las Trece Ciudades del reino y Rukia tenía que ir con él; tenía que ver que todo estuviera en orden para cuando el rey decidiera visitar algunas de esas ciudades. Ese viaje podría durar al menos medio año si lo hacían ininterrumpidamente, y era perfecto para pasar tiempo a solas con Rukia, sin la presión de estar en el castillo.

Pero primero tenía que arreglar las cosas con Rukia, y luego planearía lo que haría y la forma en que lo haría; en ese momento lo único que le preocupaba era el futuro de su relación con Rukia. Él le había dicho todo y ella tenía que elegir.

Pasó el resto de la tarde en uno de los jardines privados con su madre y las gemelas; se estaban entreteniendo con un par de gatitos que habían adoptado durante los días que él no había estado en el castillo. Su madre les estaba enseñando lo básico para que pudieran conectarse con esos gatitos tal como él lo hacía con Kholtan. Ichigo sabía que sus hermanas pequeñas tenían un buen dominio y control sobre ese don, y sabía que si hubieran sido entrenadas y educadas en Vayalat, serían tan buenas como Hiyori, quien era el orgullo de su tío.

Era tarde cuando se despidió de sus hermanitas y de su madre, las campanas del templo de las Deidades sonarían en cualquier momento y anunciarían debidamente los últimos momentos de la luz del día. Ichigo estaba cansado y todo lo que quería era dormir hasta el día siguiente; los últimos días habían sido agotadores.

— Ichigo. — La voz de Uryu lo hizo detenerse mientras se dirigía a su habitación.

— ¿Se está cayendo el reino? — Preguntó con una ceja levantada al ver a su amigo. Uryu sonrió ante ese comentario y negó con la cabeza por un instante.

— Todavía no, pero posiblemente pronto pasará. — Ichigo miró en silencio a su amigo y Uryu siguió hablando. — Acaba de llegar un mensajero.

— ¡Otro mensajero! ¡Hoy es el día de los mensajeros!

— Esta vez es del concejal Kuchiki diciendo que llegará por la noche. — Uryu le entregó el pergamino donde estaba ese mensaje. Ichigo lo leyó, estaba dirigido a él, y al final del pergamino estaba escrito que el Consejero aceptaría el trato.

— ¿Lo sabe Rukia? — Preguntó Ichigo y puso el pergamino en uno de los bolsillos de su pantalón.

— Aún no. Llegó hace unas horas desde la ciudad con Renji y te está esperando en tu habitación. — Ichigo asintió y se despidió de su amigo.

Se arregló la ropa y entró en la habitación; por un momento pensó que encontraría a Rukia sentada en su escritorio revisando sus papeles; él había escondido entre sus cosas un pequeño obsequio para ella, pero ella no estaba en su escritorio. Ichigo se sorprendió al verla acostada en su cama, boca abajo, completamente dormida y abrazada a una almohada.

Ichigo la observó dormir por un momento antes de decidir despertarla. La llamó por su nombre un par de veces y movió sus hombros muy lentamente, hasta que poco a poco Rukia abrió los ojos. No era la primera vez que la veía despertar; en el viaje de regreso a Adelaar habían dormido juntos en el suelo del carruaje, aunque sólo hubiera sido un par de noches.

— Hola. — Susurró Ichigo colocando un mechón de cabello detrás de la oreja de Rukia. Rukia bostezó y se sentó en la cama e Ichigo se sentó a su lado. — ¿Dormiste bien?

— ¿Qué hora es? — Preguntó Rukia en un susurro ronco; las campanas sonaron en la distancia. Rukia se dejó caer de lado, acostada en el regazo de Ichigo; todavía tenía sueño. — Dormí mucho. Tuve un mal sueño.

— ¿Quieres decírmelo? — Preguntó Ichigo en un susurro. Metió ese mechón rebelde de cabello detrás de la oreja de Rukia y Rukia se acomodó mejor en el regazo de Ichigo.

— Fue antes de la boda de Kaien. — Rukia comenzó a hablar, jugando con los dedos de Ichigo mientras le contaba lo que había soñado.

Ichigo escuchó atentamente lo que Rukia le dijo, la forma en que ella sintió ese sueño y la forma en que ella se sintió después de eso. Ichigo pudo ver el miedo en los ojos de Rukia mientras relataba ese sueño, vio el temblor en sus manos y luego la vio permanecer en silencio por un momento antes de terminar esa historia. Rukia miró sus propias manos e Ichigo tomó la mano de Rukia dándole un beso muy suave.

— Me dijiste que el anillo de compromiso era mágico, y no estoy muy segura si fueron mis miedos o el anillo que me mostró el futuro. — Rukia había movido su mano para acariciar la mejilla de Ichigo. Ambos se miraron a los ojos en silencio por un instante. — No quiero ese futuro. Si fue una visión entonces no quiero ese futuro, y si es un aviso de lo que me espera, tampoco lo quiero, pero sé que debe ser así.

La voz de Rukia era un susurro que era claramente audible para Ichigo. También le acarició la mejilla suavemente antes de hablar.

— ¿No quieres casarte conmigo? — Preguntó Ichigo en un suave susurro. Sabía que ella podía rechazarlo, y aunque no quería pensar en eso, lo había hecho durante los días que estuvieron separados.

— Yo no dije eso. Quiero casarme contigo, pero… — Rukia se sentó en la cama y tomó las manos de Ichigo entre las suyas; ella respiró hondo y lo miró a los ojos. — Prometí que te ayudaría a conseguir la corona, fue la primera promesa que te hice y la cumpliré, si tengo que dar toda mi sangre para hacerte rey, entonces lo haré; y si tengo que sacrificar la vida de algunas personas para conseguirlo, también lo haré; pero no puedo enviar a mi padre a matar a Kaien, tengo miedo de que lo descubran y lo maten. Sé que debería estar enojada con él pero no puedo, él es mi padre y aunque lo que hicieron me enoja, entiendo por qué lo hicieron. Salvaste la vida de mi familia mintiendo al rey por mí, diciéndole al rey que no pasaba nada en Maranni; casi mueres y ellos casi mueren.

— Entonces, ¿qué quieres, Rukia? ¿Ya no deseas romper los Acuerdos de la Caída? ¿Ya no quieres darle a Maranni su independencia?

— Quiero estar contigo. Renji me dijo que siempre había opciones, podemos buscar esas opciones, no quiero ser responsable de la muerte de mi padre y no quiero que restablezcas las Antiguas Tradiciones, no quiero vivir con la idea de que nuestros hijos se van a matar unos a otros por la corona. Quiero lo que quiere Kia, quiero una vida tranquila a tu lado; lo más tranquila posible. — Ichigo entrelazó sus dedos con los de Rukia mientras hablaba. La veía decidida y eso le gustaba, le gustaba ver su fuerza a pesar de que tenía miedo. — Respecto a la pregunta que me hiciste esa noche, la respuesta es: sí. Eres lo que eres y sé que no puedo cambiarte porque es parte de ti; la vida de mucha gente depende de ti y sé que defendiéndolas tus manos se mancharán de sangre. Soy consciente del futuro que nos espera, soy consciente de la sangre que derramaremos en el camino; simplemente no quiero que sea la sangre de alguien importante para nosotros.

— ¿Una vida lo más tranquila posible? — Preguntó Ichigo soltando el agarre de los dedos de Rukia para quitarse el anillo que tenía en el dedo meñique. Rukia asintió mirándolo a los ojos. — Prometo que intentaré darle independencia a Maranni y romper los Acuerdos de Caída; pero si tengo que elegir entre tú y el reino, siempre te elegiré a ti. ¿Estás de acuerdo con eso? — Rukia se sonrojó y le tendió la mano para que él le devolviera su anillo de compromiso; Ichigo se lo puso lentamente.

— Estoy de acuerdo con eso. Lo intentaremos, y si no funciona, siempre podemos huir como hicimos en Maranni. No seré una mártir que se sacrifica por otras personas, no soy tan noble ni tan perfecta. Solo quiero vivir el resto de mi vida contigo. — Esas palabras hicieron sonreír a Ichigo y besó la mano de Rukia donde estaba el anillo de compromiso nuevamente. — Ahora, si me disculpas, señor Comandante en Jefe del Reino, te he echado mucho de menos y te voy a besar.

Ichigo se echó a reír pero Rukia se arrojó a sus brazos y comenzó a besarlo tan intensamente que lo hizo abrazarla con fuerza, como si no quisiera dejar que se separara de él.

Rukia estaba de mal humor.

La Kahya había interrumpido su momento con Ichigo con la noticia de que su padre estaba en la ciudad y que llegaría al castillo en poco tiempo. La Kahya tenía la capacidad de interrumpirlos en esos momentos tan íntimos, como si sintiera cada vez que estaban a punto de hacer el amor.

Afortunadamente su ropa todavía estaba en su lugar, Ichigo solo había comenzado a aflojar los lazos de su vestido para abrirlo pero no la había desvestido. En cambio, Ichigo ya había perdido su camisa y Rukia había comenzado a aflojar sus pantalones, cuando los sirvientes en la puerta informaron la presencia de Kahya.

— Es el destino, mi amor. Será hasta el día de nuestra boda. — Le había dicho Ichigo dándole un beso en los labios después de volver a ponerse la camisa.

— No quiero esperar a la noche de bodas. ¿Has visto el plan de la reina para ese día? Todo lo que voy a querer ese día será ir a la cama para dormir. — Se quejó Rukia. Ichigo sonrió y le dio un beso en los labios de nuevo, acercándose a ella para sujetar su cintura con una mano.

— Pero todo parece indicar que será hasta ese día. No eres la única que sufre aquí, amor mío, siente esto. — Ichigo tomó la mano de Rukia y la hizo sentir la erección que tenía en ese momento. Rukia se mordió el labio e Ichigo cerró los ojos mientras ella comenzaba a acariciarlo por encima de su ropa. — Eso es una tortura, Srta. Kuchiki. — Ichigo le dio un último beso y la detuvo.

Rukia estaba cada vez más segura de que no quería esperar hasta su noche de bodas.

Cuando ella abrió la puerta de la habitación, la Kahya la estaba esperando con impaciencia; Rukia se despidió de Ichigo y siguió a Kahya por los pasillos en silencio. Por un momento, Rukia pensó que se dirigían a la puerta principal del castillo, pero se dio cuenta de que Kahya la estaba guiando hacia el puente de piedra que conectaba las habitaciones del Señor de Maranni con el castillo. La Kahya le dijo que su padre entraría por el patio de entrenamiento y que sería mejor que ella lo esperara dentro de las habitaciones.

La Kahya se quedó con ella hasta que llegó su padre, no la iba a dejar sola, por lo que la espera fue silenciosa e incómoda. Rukia se levantó de su asiento cuando escuchó voces que se acercaban y se sorprendió al ver a su madre entrar a las habitaciones del Señor de Maranni con su padre. ¿Qué estaba haciendo su madre allí? Rukia no entendía nada, pero no se atrevía a preguntar o decir algo que pudiera ser malinterpretado por la Kahya porque seguramente la mujer terminaría informándole todo lo que pasara ahí a la reina; después de que sus padres entraron, Yuki también entró.

Rukia cerró los ojos y oró a las Deidades por paciencia y sabiduría, porque la relación con Yuki se había roto esa noche en que discutieron, y ella no tenía intención de repararla.

— ¡Rukia! — Gritó Yuki y corrió hacia ella con los brazos extendidos para abrazarla. El mal humor de Rukia solo aumentó en ese momento. — ¡Viniste a recibirnos!

Rukia la abrazó, porque si algo había aprendido de la reina era a mantener la compostura y fingir que todo estaba bien. Rukia sabía que le faltaban años de práctica, pero definitivamente algún día tendría la neutralidad que mostraba Nelliel y la sonrisa que la reina siempre lucía en esos momentos incómodos.

— ¿Por qué no lo haría? Los he echado mucho de menos a todos. No pensé que llegarías con mi padre. — Dijo con una sonrisa antes de ver a su madre acercarse y besar sus mejillas y abrazarla también. — Madre, ¿cómo estuvo el viaje?

Rukia se separó del abrazo de Yuki y centró su atención en su madre, quien parecía feliz y aliviada de verla; su padre, por otro lado, parecía molesto cuando hablaba con Kahya. Renji le había explicado lo que iba a suceder una vez que se cumpliera el plazo y el rey declarara que el Señor de Maranni estaba conspirando contra el reino; la proyección que Renji le hizo ver era abrumadora.

— Largo y agotador, pero me moría por llegar al castillo. Habríamos viajado antes, pero tu hermano tuvo un accidente montando a caballo y ahora está en cama recuperándose; por eso no vinieron ni él ni su esposa, pero dicen que te envían sus mejores deseos para tu boda.

La boda, por eso ellos habían llegado. Su mente estaba tan ocupada que se había olvidado de ese pequeño detalle sobre su boda y los invitados; evidentemente su familia tenía que estar allí, aunque faltaban más de dos semanas para la boda. Rukia, por alguna razón pensó que su madre no llegaría hasta un par de días antes del evento, si es que decidía asistir.

— Espero que esté bien, rezaré a las Deidades por él. — Dijo Rukia en un tono de verdadero alivio. Ichigo le había dicho que posiblemente su hermano había resultado herido esa noche, que posiblemente habría muerto, pero estaba contenta de saber que Byakuya estaba bien.

La Kahya le dio la bienvenida a la madre de Rukia después de que ella terminó de hablar con el Concejal, y Rukia le dijo a la Kahya que esa noche ella dormiría con su familia; la Kahya asintió y se fue de ahí dejándolos solos. Rukia se aseguró de que la Kahya ya se hubiera ido y de que los guardias que custodiaban la entrada y el puente fueran los soldados de su padre, antes de dejar de lado esa sonrisa que le hacía doler las mejillas por el esfuerzo de sostenerla.

Se paró frente a su familia en silencio, mirándolos y esperando que uno de ellos hablara. Ninguno de los ellos habló, el silencio era incómodo; la relación con su familia se había deteriorado mucho.

— Ichigo me dijo que aceptaste el trato, padre; el trato se cancela. — La voz de Rukia era firme. Su enojo la mantuvo fuerte.

— Rukia, ¿Qué estás diciendo? ¿Crees que esto es un juego? — Preguntó su padre molesto.

— Estoy diciendo lo que escuchaste, padre. No hay trato. No te enviaré a morir, no arriesgaré la vida de mi familia como tú lo has hecho. Si quieres vengarte del rey, véngate de él, pero no pongas en peligro a mi madre ni a mi hermano. Esa es tu cruzada, padre; no la nuestra.

— Rukia, no le hables así a tu padre. — Su madre intervino intentando calmarla, pero era ahora o nunca, porque su padre hablaría con el rey al día siguiente y él debía saber que las cosas habían cambiado.

— Mi padre. El que no confía en mí, el que me cambia por armas, el que no respeta mis decisiones; mi padre que puso a todos en peligro solo por querer vengarse de un hombre. Entiendo lo que querías hacer y por eso no guardo el rencor que debería, pero no volveré a salvar tu vida. Ichigo dijo que eres libre de hacer lo que quieras, pero si te atrapan, él será quien te ejecute y no intervendré si eso pone en peligro al resto de mi familia.

— ¡Rukia! — Su madre se sorprendió. — ¡Pero qué estás diciendo!

— La verdad, madre. La simple y cruda verdad. No quiero que muera nadie de mi familia, pero si así tiene que ser, que sea porque todos tomaron sus propias decisiones. No voy a cargar con la culpa de otra persona en mi conciencia; ya tengo bastante con mis propios pecados, que son muchos, para agregar los de otra persona.

Rukia podía ver la ira y la rabia en su padre, y no se sorprendió cuando él levantó la mano y le golpeó la cara con el dorso de la mano; su padre llevaba un anillo en esa mano y Rukia sintió que la piedra le cortaba la piel y la hacía sangrar. Rukia no se quejó, no habló ni se movió. Sintió que le ardía la mejilla y que la sangre le llegaba a la comisura del labio; ese había sido el primer golpe que su padre le había dado, pero Rukia no se derrumbó ni emocional ni físicamente. Su madre se llevó las manos a la boca jadeando al igual que Yuki.

— Recuerda una cosa, padre: esto fue tu decisión.

Rukia se limpió la sangre de la mejilla con los dedos y se miró los dedos ensangrentados por un momento antes de girar sobre sus propios talones y salir de allí. Escuchó a su madre llamarla mientras cruzaba el puente de piedra, pero no se volvió para verla, simplemente siguió caminando con la cabeza levantada hacia su habitación en el área de la reina.