Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 42: Realidad


Verano — x492 / 5 de septiembre

— Aquí viene la otra chica Kuchiki. — Senna se burló de Yuki al verla entrar en la habitación. — Y hoy lleva el vestido # 7 de la colección Princesa Afortunada. Dígame, señorita Yuki, ¿Cómo se las arregló para conseguir un vestido idéntico al que llevaba la princesa Rukia en el día de campo de la reina? ¿A quién le pagó para hacer una copia de ese vestido? Porque yo, y todos en el castillo, queremos saberlo.

Yuki puso los ojos en blanco y trató de ignorar a Senna, quien estaba conteniendo las ganas de reír de manera descarada, mientras se dirigía a su cama para dejar un par de libros que llevaba en las manos.

Desafortunadamente, Yuki se había dado cuenta demasiado tarde de que Rukia le había mentido sobre "no tener motivos ocultos" cuando discutieron su entrada en la corte de la reina.

La Corte de la Reina era un lugar bastante hostil y desagradable.

Cuando la Kahya la presentó a los demás miembros de la corte de la reina, la primera mirada que recibió de ellas fue hostil; la miraron de arriba abajo en silencio, evaluando su ropa y todo lo que usaba, y no hablaron hasta que la Kahya salió de la habitación.

Yuki se había acercado a ellas con una sonrisa en los labios, ignorando esa primera mirada hostil, pero no fue suficiente; Senna, Loly y Riruka, solo la miraron y la despreciaron. Yuki había intentado acercarse a ellas un par de veces más, pero no había funcionado; parecía que estaban predispuestas a odiarla desde la primera vez que la vieron.

A partir de ese momento Yuki decidió que no valían la pena como amigas, no las necesitaba y no le servían para completar sus metas. Senna y sus amigas podrían tener más tiempo en la corte de la reina, pero Yuki solía pasar más tiempo con la reina; y la reina parecía tener preferencia por ella.

Todo lo que Yuki necesitaba era que la reina la amara.

— La señorita Yuki no puede responder. ¿Podría ser que ella no compró el vestido? — dijo Senna de nuevo, reprimiendo las ganas de reír. — ¿Podría ser que la señorita Yuki robó el vestido de la princesa Rukia?

Yuki cerró los ojos y trató de respirar profundamente, ignorando las burlas de Senna. Solo estaban ellas dos en la habitación, y Yuki no quería meterse en problemas con el Kahya de nuevo. Yuki todavía no sabía cómo había intentado hacerse amiga de una persona como Senna, que era completamente desagradable y cuya actitud era cada día peor, como si realmente fuera alguien importante dentro del castillo.

— El silencio siempre da la razón. ¿Eres una pequeña ladrona, Yuki? — Preguntó Senna de nuevo, quien no se había movido de su lugar en su propia cama.

— ¡Déjame en paz! — Yuki, que estaba realmente harta de las burlas de Senna, se acercó a ella y la tomó del brazo con fuerza. Senna solo se quejó falsamente, ella parecía realmente divertida en esa situación. — O te juro que te arrepentirás de haberte burlado de mí.

— ¿Qué vas a hacer? ¿Me acusarás con la reina, con tu tío o con la princesa Rukia? — Preguntó Senna con absoluta confianza en su voz. — No sabes con quién te estás metiendo. — Yuki se quedó mirándola, sabiendo que solo estaba fanfarroneando.

— ¡No! ¡Tú no sabes con quién te estás metiendo! No soy tan estúpida como Rukia, puedo ponerte en tu lugar y hacer que me respetes, lo quieras o no. — amenazó Yuki, apretando con fuerza el brazo de Senna.

— ¡Señorita Yuki! — La voz de la Kahya sonó desde la entrada de la habitación y Yuki soltó el brazo de Senna en ese instante.

Yuki se volvió para ver a la Kahya, que tenía una expresión de enojo y desaprobación. Detrás de la Kahya estaban Loly y Riruka, quienes corrieron para consolar a Senna, quien aparentemente estaba llorando. Yuki no supo cuando Senna empezó a llorar, pero maldijo el hecho de que la Kahya entrara en la habitación en ese momento.

La Kahya se acercó a Yuki hasta quedar frente a frente.

— Sra. Retsu. — Saludó Yuki, todavía molesta por lo que había dicho Senna.

— ¡Esto es inaudito! ¡Cómo te atreves a tratar así a la hija de uno de los 13 Grandes Señores del Reino! — Exclamó la Kahya, molesta e indignada. Yuki tuvo la impresión de que la Kahya tenía cierto favoritismo por Senna.

— Senna no es más importante que yo. Soy una Kuchiki y también pertenezco a una de las 13 familias principales del reino. — Respondió Yuki, completamente cansada de todas las burlas de Senna y de la Corte de la Reina. — Y la trato de la misma manera que ella me ha tratado a mí, solo eso.

— ¡Suficiente! — La Kahya levantó la mano para que Yuki no siguiera hablando. — No voy a tolerar más este tipo de comportamiento. A partir de hoy la señorita Senna será trasladada a una nueva habitación, una privada. — Habló la Kahya mirando a Senna y luego a Yuki. — Y usted, señorita Yuki, no podrá visitar a la reina hasta nuevo aviso.

— ¿Pero por qué? — Preguntó Yuki sin siquiera mirar a Senna; nunca había esperado esa resolución y era indignante. Le parecía ridículo que Senna estuviera siendo recompensada por ser desagradable, y a ella la castigarían por defenderse de Senna.

— ¿Y todavía preguntas por qué? — La Kahya miró a Yuki. — Visitar y servir a la reina es un privilegio. Desde que llegas aquí te enseñan e instruyen para ser una dama refinada; el comportamiento que acabo de presenciar es totalmente diferente al que enseñamos.

Yuki no podía creer lo que estaba escuchando. Senna ni siquiera actuaba como una dama cuando no la veían.

— ¿Y seré castigada por eso? Hablaré con Rukia, ella estaba en la corte de la reina, sabe el tipo de persona que es Senna y sabrá que solo me estaba defendiendo. — Amenazó Yuki, tratando de usar la posición privilegiada que tenía Rukia desde que se casó con el príncipe Ichigo.

— Hazlo; eso no evitará tu castigo. También tendrás clases adicionales hasta que puedas ponerte al día con las clases que te faltan. — La Kahya no parecía preocupada por esa amenaza. — Ahora sal de aquí, tengo que hablar con la Srta. Senna. La maestra te está esperando, tienes clases de escritura en este momento.

Yuki quería decirle tantas cosas a la Kahya, pero decidió guardar silencio; no quería enojarla más. Cuando Rukia regresara, Yuki hablaría con ella. Tenía que serle de alguna utilidad que Rukia fuera una princesa.

Salió de la habitación y se dirigió al aula de clases, estaba tan molesta que no se dio cuenta de que alguien se le acercaba hasta que chocó con ese alguien. Lo siguiente que supo fue que unas manos fuertes la sostenían alrededor de su cintura evitando que terminara en el suelo, y que se estaba agarrando con fuerza a los brazos de alguien.

Yuki inmediatamente se separó de esas manos que la sostenían y miró hacia arriba pensando que tal vez había chocado con un guardia, pero a quien vio no era un guardia.

El príncipe Kaien estaba allí, mirándola con expresión preocupada y preguntándole si estaba bien. Yuki no sabía qué hacer ni qué decir; su rostro se sentía completamente caliente por la vergüenza, y eso hizo que el príncipe volviera a preguntar si estaba bien.

— Sí, sí, alteza. Estoy bien. Solo un poco distraída, no me corte la cabeza por chocar con usted, por favor. — Suplicó Yuki en tono de broma y miedo, mirando hacia abajo para no ver el rostro del príncipe, como dictaban las reglas. — La Kahya ya está bastante molesta conmigo, si se entera de que le he faltado al respeto al príncipe heredero, me matará.

Yuki estaba asustada, pero la suave risa del príncipe Kaien la hizo mirar hacia arriba por un segundo. El príncipe Kaien sonreía de una manera tan elegante, si se podía describir de esa manera, y Yuki no pudo evitar sonrojarse de nuevo.

— No se preocupe, señorita Kuchiki, no le cortaré la cabeza por chocar conmigo. — Añadió el príncipe, aún con ese tono de voz divertido. Yuki se sentía cada vez más avergonzada. — Mejor dígame, señorita Kuchiki, ¿por qué no estabas viendo el camino que llevabas? Podría haberse caído por las escaleras y lastimarse seriamente. La reina es responsable de sus damas, pero cada una debe cuidarse a sí misma.

— Su Alteza, me disculpo de nuevo. Me dirigía a mis clases, no fui lo suficientemente cuidadosa. — Yuki habló sin levantar la vista.

— ¡Oh! La maestra es muy estricta con la puntualidad. Así que déjeme acompañarla, señorita Kuchiki, para que pueda decirme de dónde sacó la idea de que la Kahya puede matarla. Ella es la persona más paciente y buena del mundo. — La oferta del príncipe Kaien la hizo sonrojar, pero las siguientes palabras del príncipe la hicieron sentir algo tonta.

— Su Alteza, será un honor para mí. — Yuki se inclinó mientras decía eso.

Yuki sabía que rechazar una oferta de uno de los príncipes no estaba en discusión, así que asintió con la cabeza a lo que dijo y comenzó a pensar en las palabras que le diría al príncipe. Yuki no podía decir mentiras sobre Kahya, así que mientras caminaba en compañía del príncipe hacia el salón de clases, Yuki decidió que le diría la verdad, pero a su manera; siempre tratando de que toda la culpa recaiga sobre ella misma.


Verano — x492 / 6 de septiembre

Orihime pasó toda la mañana en la ciudad con Ulquiorra, yendo de tienda en tienda, buscando de pastelería en pastelería, hasta que encontró las galletas de nuez que le gustaban a Nelliel. Orihime había decidido que esas eran las galletas que quería darle a Nelliel ese día para el té de la tarde.

Ulquiorra le había sugerido que era más fácil para ella pedirle a la cocinera de Nelliel que hiciera las galletas, pero Orihime se había negado. Kaien le había conseguido a Nelliel su propia cocinera, con la excusa de que tenía que comer bien, pero Orihime sintió que eso no estaba bien porque sería dudar de la reina, y eso le disgustaba un poco.

Ella había dicho que las galletas del castillo no sabían tan bien como las que se venden en las panaderías, y Ulquiorra no tuvo más remedio que seguir a su esposa por la ciudad hasta que las encontrara. Orihime era bastante persistente y Ulquiorra rara vez la complacía de esa manera; él siempre estaba ocupado por las mañanas, por lo que esos momentos con su esposo, haciendo actividades tan comunes, los disfrutó mucho.

Orihime sabía que las lealtades en el castillo estaban comenzando a dividirse, y eso era aterrador porque significaba que eventualmente habría una confrontación directa entre Kaien e Ichigo. Lo que Rukia había hecho con Nelliel era solo el comienzo y quizás en poco tiempo todos los habitantes de Adelaar se convertirían en marionetas en manos de los príncipes y sus princesas.

Orihime no quería eso, porque si tenía que elegir un bando, siempre elegiría a Ulquiorra; aunque eso significaba estar del lado de Nelliel y Kaien.

Regresaron al castillo antes del almuerzo, con tiempo suficiente para comer juntos antes de que Ulquiorra se fuera para hacer su trabajo pendiente. Orihime sabía que Ulquiorra estaba ocupado porque estaban entrenando a los soldados, habían planeado atacar Kuvar para la primavera y acabar de una vez por todas con esas disputas territoriales que los reinos habían tenido durante todos esos años.

Los informes de Ichigo que llegaron al rey, aunque Ulquiorra no se los mostró o no habló directamente sobre ellos, Orihime los conocía; no con todos los detalles, pero sabía que la milicia en las ciudades estaba en buenas condiciones para resistir el ataque y la defensa.

No le gustaba la idea de que Ulquiorra tuviera que ir a la guerra, no le gustaba la posibilidad de quedar viuda después de todo lo que habían hecho para poder estar juntos; pero ella tampoco podía decirle a Ulquiorra que no hiciera su trabajo.

Ulquiorra estaba orgulloso de todo lo que había logrado en su vida, y Orihime no quería que perdiera todo por lo que había luchado.

Ellos vivían en el castillo por la posición privilegiada que tenían Ulquiorra y Nelliel al ser los protegidos de la reina. La casa que Ichigo le había dado estaba en las afueras del pueblo, era un poco más pequeña que una granja y era el lugar donde irían a vivir cuando Ulquiorra se retirara.

Ese era el acuerdo al que había logrado llegar con Ulquiorra con respecto a esa casa; porque esa casa era un regalo que había costado demasiado y no de manera monetaria.

Esa casa y todo lo que venía de la realeza, según Ulquiorra, era un regalo envenenado; y cuando Orihime le preguntó si los regalos de Nelliel tenían esa cualidad, Ulquiorra no dijo más. Orihime lo sabía, era consciente de que nadie regalaba algo solo por ser una buena persona; esa casa y su boda habían sido posibles gracias a la mentira de la Inamorata.

Sora le debía un favor a Ichigo, e Ichigo y su tío Kyoraku se habían asegurado de que así fuera. Su hermano tenía los recursos para ir a la guerra y levantarse contra el reino en una guerra civil, si él quería. Por eso su tío Kyoraku pertenecía al consejo del rey, por eso su tío y el rey eran tan buenos amigos; porque el rey sabía que no le convenía tenerlos como enemigos.

El apoyo de la familia Orihime en una rebelión era algo que se había solicitado muchas veces, y debido a su lealtad al reino, ninguna de esas rebeliones se había llevado a cabo.

La familia de Orihime siempre se aseguraba de llevar la información a la capital, y siempre había un culpable que desviaba la atención de ellos.

Orihime era la heredera de Eikaran, todos sabían que su hermano no tenía esposa ni hijos; y nunca los tendría. Orihime iba a heredar todo, y su hermano la había criado para ser la próxima cabeza de familia; sin embargo, había una verdad que era innegable: Orihime no sería una marioneta en aquél juego.

Orihime sería una pieza en un tablero de juego que todos desearían tener, y ella lo sabía.

En sus manos tenía la posibilidad de acabar con ese juego que se estaba gestando dentro del castillo y que afectaría la vida de muchos allí, pero no lo detendría; no lo haría porque quería ayudar a Rukia y porque cada vez que veía a su propia madre recordaba lo horrible que era ser la Inamorata de los príncipes cuando eran forzadas a serlo.

Orihime llegó a la habitación de Nelliel, donde ella la estaba esperando para el té de la tarde, con la caja de galletas de nuez que había comprado por la mañana.

Ellas hablaron, rieron y comentaron todo lo que habían estado preparando para la Noche de las Almas; Orihime había sido la acompañante de Nelliel en esos almuerzos con la reina y en esas reuniones en el Comité de la Ciudad.

En los últimos días, Orihime había acompañado a Nelliel sin objeciones, siempre con una sonrisa y tratando de ser amable y educada. Para nadie era un secreto que Nelliel no quería a Orihime, ni como compañera ni como esposa de Ulquiorra, pero ambas tenían ese trato cordial que les permitía compartir esos agradables momentos por las tardes.

La amistad de Nelliel, ese trato cordial, era el verdadero regalo envenenado; no la casa que Ichigo le regaló a Orihime y la escritura a su nombre. Orihime sospechaba que las intenciones de Nelliel de acercarse a ella tenían más que ver con la lucha por el trono que con el deseo de una buena relación familiar.

Orihime solo estaba esperando esa pista de que Nelliel estaba tramando algo.

— Estoy esperando a alguien y me gustaría que estuvieras presente. — Declaró Nelliel después de que se hubieran comido la mitad de las galletas de la caja.

Orihime asintió ante la petición de Nelliel, y se sorprendió un poco al ver la sonrisa de Nelliel antes de que prepararan una taza extra y sirvieran un poco del té con leche que Orihime conocía muy bien.

— Sé que sabes lo que hace ese té, pero debes mantener este secreto. Nuestra invitada será declarada Favorita de la Reina en los próximos días, y necesito que la chica crea que todo será como ella espera. — Explicó Nelliel, sin dejar de mirar a Orihime, como si esperara alguna reacción de ella.

— ¿Por qué? — Preguntó Orihime mirando el té y luego a Nelliel. — Ella será la Favorita de la Reina, ¿por qué engañarla? ¿Por qué hacerla beber ese té?

Orihime no entendía la idea retorcida de Nelliel con respecto a ese té.

— Es fácil. La reina no tolera bien a las amantes del rey; sin embargo ella le deja que el rey las tenga, las disfrute, e incluso permite que el rey sienta cariño por ellas. El juego termina cuando la amante del rey queda embarazada, es entonces cuando la reina toma a la chica y se deshace de ella. — Nelliel bebió del té de rosas de su propia taza. — Las amantes del rey son mujeres sencillas que han tenido la suerte de acostarse con el rey, ninguna con un nombre que la respalde y por tanto, ninguna a la que se pueda echar de menos si desaparece; pero esta chica tiene un nombre y una familia que la respalda. La chica solo será la amante del rey si se hace el "nombramiento oficial" y se firman los contratos.

— Si esto es legal, ¿por qué hacerla beber el té? — Preguntó Orihime aún sin entender. — Si la chica queda embarazada, no podrá hacerle nada la reina y el bebé será un ilegitimo, pero será hijo del rey y la chica se irá del castillo.

— Porque cuanto más tiempo tarde en quedar embarazada la chica, más tiempo tendrá que tolerarla la reina. La reina no puede deshacerse de la chica tan fácilmente, porque alguien de su familia vendrá a cuidarla. — Nelliel parecía feliz. — Cuando sea reina, desapareceré a las Inamoratas y posiblemente a las amantes del rey; pero mientras las reglas del castillo permanezcan como están, las usaré para mi propio beneficio. La reina nos debe una deuda muy grande a Kaien ya mí, y me la cobraré de una manera lenta y tortuosa.

Orihime se quedó en silencio cuando escuchó eso y no quiso preguntar a qué se refería Nelliel, porque Ulquiorra se lo había dicho; Nelliel todavía creía que la reina le había hecho perder el embarazo. Tampoco quería saber si Rukia había medido las consecuencias de enviar a Yuki con esas galletas.

— ¿Quién es la chica? — Preguntó Orihime, sin ocultar la sorpresa que le había causado la revelación de Nelliel.

— La verás en un momento. — Respondió Nelliel e hizo una seña a la doncella que custodiaba la puerta.

Momentos después, Senna entró en la habitación con un vestido nuevo, una gran sonrisa en el rostro y un collar de obsidiana que brillaba a la luz de la tarde. Orihime no podía creer que Senna fuera la nueva Favorita de la Reina, la amante oficial del rey, e inmediatamente se volvió para ver a Nelliel, que estaba tranquila y sonriente; como si todo fuera normal.

Nelliel no tuvo que decirle a Orihime que lo que habían discutido antes de la llegada de Senna se quedaría en esa habitación; Orihime lo sabía, sabía que debía quedarse callada por el bien de todos los que estaban allí.

El juego de títeres había comenzado antes de lo que pensaba Orihime, y ella estaba en medio de todo; manteniendo los secretos de todos allí.


Verano — x492 / 8 de septiembre

Rukia dormía sobre su pecho, con esa expresión de serenidad que solía tener entre sueños, respirando tranquila y pacíficamente. Desde ese día que la doctora le dijo que podría estar embarazada, Rukia siempre estaba triste; ella fingía muy bien frente a todos, y eso era algo que sorprendía a Ichigo, pero cuando estaban solos, ella solo quería abrazarlo en silencio.

Ichigo no se negaba a abrazarla y quedarse así todo el tiempo que Rukia quisiera; quería estar con ella y apoyarla tanto como ella se lo permitiera. Él sabía que esa decisión era de ellos, pero ella sería la que siempre cargaría con las consecuencias.

Ichigo podría ser un asesino despiadado, podría ser capaz de las peores cosas del mundo; pero ver a Rukia así, triste y perdida en sus pensamientos, tratando de encontrar una solución a lo que estaban enfrentando, era insoportable. Sentía que no podía hacer más, no sabía cómo ayudarla a tomar una decisión sin sentir que la estaba empujando en una dirección específica, y aquello lo frustraba.

La amaba, amaba a su Rukia que se reía y soñaba con dominar el mundo a su lado, pero en ese momento no sabía cómo traerla de vuelta a él.

Ichigo se sentía inútil.

No le mintió cuando le dijo que podría dejar todo por ella, irse juntos y vivir la vida tranquila que ella siempre quiso vivir; porque la idea de tener un hijo le hizo imaginar a una niña pequeña, con ojos y cabello como Rukia, corriendo por los jardines de alguna casa entre risas y juegos.

Se imaginaba a sí mismo como un padre, imaginaba esa vida con Rukia, y ese futuro le agradaba al punto de hacerlo sonreír. Por tener ese futuro podría regresar a Adelaar, tomar sus cosas e irse con Rukia, o simplemente ya no regresar y exiliarse a Vayalat.

Su abuelo se enojaría por eso.

Ichigo no era estúpido, sabía que su abuelo quería Avanta sin tener que derramar más sangre de la necesaria, quería una conquista lo más pacífica posible; si se exiliaba, los planes de su abuelo se irían al infierno.

Ichigo era un arma, podía convertirse en la espada de su abuelo, un Karanq o lo que quisiera su abuelo; todo con el fin de tener una vida con Rukia, y con lo que posiblemente crecía dentro de ella.

Aun así, aunque podía sacrificarlo todo por ella, era Rukia quien debía querer que él hiciera ese sacrificio. Lo que amaba de Rukia era su libertad, no quería ser el responsable de cortarle las alas, de relegarla a ser solo una esposa cuando él le había prometido el mundo entero.

Todo parecía tan fácil y era tan difícil al mismo tiempo.

— Mi Rukia, mi luz en la oscuridad. — Susurró Ichigo mientras acariciaba suavemente el rostro de Rukia. — Dime cómo te ayudo, mi amor, porque me siento perdido sin ti.

Ichigo observó a Rukia dormir por un momento antes de cerrar los ojos y tratar de dormir ignorando la luz de las velas que iluminaba el dormitorio. No había dormido bien desde que dejaron Kirasam, y esperaba que pasar un par de noches en esa posada de Zhilen lo ayudara a dormir un poco antes de emprender el viaje a Visnia.

En Visnia buscaría otro médico para ver cómo estaba Rukia, pediría que le hicieran a Rukia una prueba de embarazo o lo que fuera que les ayudara a saber si estaba realmente embarazada.

Rukia se removió un poco entre sus brazos e Ichigo inmediatamente abrió los ojos. Rukia solía hablar mientras dormía, y en los últimos días había tenido pesadillas que la hacían despertar agitada. Gracias a la luz de esa vela, Ichigo pudo ver la expresión de dolor que tenía Rukia en su rostro y eso inmediatamente lo preocupó; todo lo que Ichigo quería en ese momento era quitar esa expresión de dolor del rostro de Rukia.

— Es solo una pesadilla, mi amor. Estoy contigo, yo te protejo, no tengas miedo. — Susurró acariciando su frente gentilmente antes de abrazarla con un poco más de fuerza.

La expresión de dolor en el rostro de Rukia no desapareció, al contrario, Rukia se quejó de nuevo y se despertó repentinamente con los ojos muy abiertos. Ichigo podía ver el miedo en los ojos de Rukia, un miedo irracional y primitivo; y él también tuvo miedo.

— Rukia, ¿qué te pasa? — Preguntó Ichigo, y pudo sentir su voz temblar por el miedo que Rukia le había transmitido solo con esa mirada.

Rukia no habló por un momento, cerró los ojos y de nuevo hizo una mueca de dolor que alarmó a Ichigo hasta el punto del pánico al verla llevar sus manos a su vientre.

— Haz que la doncella entre en la habitación, por favor. — Susurró Rukia en algo que Ichigo casi podría llamar un grito ahogado. El pánico era cada vez más real. — ¡Ichigo, llámala!

Ichigo no quería dejarla sola, fuera lo que fuera lo que le estaba pasando, no quería dejarla sola; sin embargo, se levantó de la cama y fue en busca de la doncella de Rukia tan rápido como pudo cuando la vio hacer una nueva mueca de dolor.

Cuando Ichigo regresó a la habitación con la doncella de Rukia, Rukia estaba sentada en la cama, con una mano en el vientre y respirando lentamente, como si tratara de no entrar en pánico. La sirvienta al ver eso, inmediatamente sacó a Ichigo de la habitación, disculpándose con él por hacerlo.

— Son cosas de mujeres, alteza. — Añadió la doncella y cerró la puerta.

Ichigo se quedó fuera de la habitación, trató de entrar pero se dio cuenta de que la doncella había puesto la cerradura para que no entrara; eso era frustrante. Quería saber qué le estaba pasando a Rukia, aunque podía imaginarlo y ni siquiera quería decirlo en sus pensamientos.

Caminó hacia la puerta y acercó la oreja a la madera, tratando de escuchar lo que estaba pasando dentro de la habitación, pero solo podía oír murmullos que le resultaban difíciles de distinguir. Había frases cortas que él podía identificar, y lo que escuchó no le gustó.

— Todo saldrá bien, alteza. Es normal. Es natural. No tenga miedo. — La mayoría de ellas eran palabras de la doncella, Ichigo no podía distinguir la voz de Rukia dentro de la habitación. — Está bien, está bien; todo va a estar bien.

Ichigo quería entrar a la habitación, y al mismo tiempo tenía miedo de hacerlo; tenía miedo de encontrar algo que confirmara la idea que se había formado en su mente. Todo era una posibilidad y, por primera vez, odió las posibilidades.

Ichigo escuchó el silencio en la habitación, y unos momentos después escuchó cómo se abría la cerradura de la puerta. Inmediatamente se alejó de la puerta y la doncella de Rukia salió de la habitación sosteniendo las sábanas y la ropa de dormir de Rukia.

— Aún no puede entrar, alteza. — Aclaró la doncella, sabiendo que lo único que él deseaba en ese momento era entrar a la habitación. — La princesa aún no está presentable.

Rukia no quería que él entrara.

Ella era su esposa, la conocía completamente, cada parte de su piel había sido besada por él; cada aspecto de su piel, él lo conocía; el que ella no le permitiría entrar era algo que lo desconcertaba y le hacía sentir que no era suficiente para ella.

Se sentía inútil para ella y sabía que todo lo que le estaba pasando a Rukia era culpa suya. Todo sería siempre culpa suya, y si la perdía por su propia estupidez, entonces su vida carecería de sentido; el reino podía irse al infierno, solo quería a Rukia.

La criada regresó con sábanas limpias y una jarra de agua, e ingresó a la habitación en silencio. Esta vez Ichigo no se acercó a la puerta para intentar escuchar algo; simplemente apoyó la espalda contra la pared y se deslizó hasta quedar sentado en el suelo, con las piernas flexionadas, los brazos apoyados en las rodillas y con la cabeza apoyada en los brazos. Sentía que de alguna manera, su abismo personal se había hecho un poco más grande en ese momento.

La espera fue eterna.

La puerta de la habitación se abrió de nuevo, e Ichigo escuchó los pasos de la doncella acercándose a donde él estaba; él miró hacia arriba y la doncella le estaba haciendo una pequeña reverencia.

— Su Alteza, puede entrar a la habitación ahora. — Anunció la doncella, su voz era tranquila y serena. — La princesa está bien, no hay nada que temer.

Ichigo se levantó del suelo lo más rápido que pudo y entró en la habitación. Rukia estaba sentada, apoyando la espalda en el respaldo de la cama, cubierta con sábanas limpias y una nueva ropa de dormir. Ichigo rápidamente se acercó a ella y la abrazó, era lo único que quería hacer en ese momento; quería tenerla en sus brazos y saber que estaba bien.

— Una parte de mí, una parte muy pequeña, esperaba estar realmente embarazada; por eso no bebí el té. — Susurró Rukia abrazándolo; apoyando su cabeza en el pecho de Ichigo. — Tenías razón, no estaba embarazada. Fue solo un retraso.

Ichigo escuchó la tristeza en la voz de Rukia, y el abismo donde estaba sumergido se hizo un poco más grande. Solo pudo abrazarla con fuerza, sin saber exactamente qué decir en ese momento; porque una parte de él, una parte muy pequeña, también esperaba que Rukia estuviera embarazada.