Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 43: Visnia


Verano — x492 / 13 de septiembre

Rukia estaba asustada, no quería tener hijos todavía, y era algo que tenía claro desde mucho antes de casarse con Ichigo, pero con esa noticia, solo con esa posibilidad, algo había cambiado dentro de ella. Después de haber superado la conmoción inicial, después de escuchar las palabras de Ichigo apoyándola y respetando sus decisiones, y después de preparar ese té ella misma en un momento de ansiedad, algo había cambiado.

Ella no bebió el té ese día; ni ese día ni ningún otro día.

Ichigo estaba con ella en todo momento, evitando hablar de ese tema tanto como fuera posible, y Rukia le agradecía eso porque ella ya tenía suficiente con su mente recordándole el tema a cada momento. Era como si las Deidades se burlaran de ella, porque dondequiera que miraba, veía mujeres embarazadas y niños pequeños, recordándole aquél destino inevitable que tanto la aterrorizaba.

Incluso en sus sueños su mente no la dejaba tranquila porque soñaba con un niño, uno pequeño que se parecía a Ichigo, con una sonrisa encantadora e infantil, y sin todos esos rasgos que Ichigo había adquirido en los últimos años de su vida gracias a su entrenamiento.

Rukia soñaba con un niño perfecto que le sonreía y la hacía sonreír.

Rukia sabía que haría lo que fuera necesario para lograr sus objetivos, pero sentía que liberar a Maranni o romper los Acuerdos de la Caída no valía la sangre de sus hijos. Siempre había opciones, lo había dicho una vez, pero entre esas opciones no estaba sacrificar un hijo.

Esa era la razón por la cual Rukia no quería que Ichigo restaurara las antiguas tradiciones fratricidas y reclamara el trono de Avanta de esa manera, porque sus hijos también lo harían cuando llegara el momento de heredar el trono, y eso era algo que tenía la intención de evitar.

Una vida tranquila con Ichigo y su hijo, el que creía que estaba creciendo dentro de ella, era la posibilidad que le impidió beber el té.

Ella no buscaría quedar embarazada, no se sentía preparada para eso, pero si las Deidades decidían que debería ser así, ella no estaría en contra de la voluntad de las Deidades.

— Estamos a punto de llegar a la ciudad de Visnia, ¿quieres que paremos a descansar un momento? — preguntó Ichigo desde fuera de la ventana del carruaje.

Ese día Ichigo decidió hacer parte del viaje montado en su caballo, solo para que ella pudiera descansar en el carruaje, pero Rukia se había acostumbrado tanto a sentir el calor y el aroma de Ichigo mientras dormía, que descansar sin él era algo que no pudo lograr. Ella no había dormido más de un par de minutos seguidos y siempre se despertaba asustada, como si alguien la estuviera sacudiendo con fuerza para despertarla.

— Sí. — respondió Rukia desde la ventana.

Ella escuchó a Ichigo dar algunas órdenes a los soldados, que se detuvieran al costado de la carretera, y sintió como el carruaje se detenía lentamente hasta que se quedó quieto.

Rukia había notado que Ichigo también estaba triste, lo había visto con una mirada abatida cuando él pensaba que ella no lo estaba mirando. Ichigo solía jugar con ese anillo que lo distinguía como el Comandante en Jefe del reino, mirándolo con atención y sosteniéndolo con fuerza, completamente perdido en sus pensamientos durante largos periodos de tiempo.

Esa vida tranquila era algo que él también había imaginado, Rukia lo sabía sin necesidad de que él se lo dijera; solo con mirarlo, ella lo sabía.

El carruaje se detuvo y Rukia sacó de su joyero la diadema que le había regalado el tío de Ichigo; la diadema era bonita y tenía pequeñas piedras negras y rojas que la decoraban, así como una única piedra azul en el centro que resaltaba de manera notoria. El tío de Ichigo le había dicho que la piedra azul era un ruiseñor, como el ruiseñor azul que decoraba el emblema de Vayalat.

Rukia tuvo la impresión esa vez, que en Vayalat en verdad amaban a los ruiseñores.

Ichigo le había dejado claro a Rukia, que él no era considerado uno de los príncipes de Vayalat, aunque sí estaba en la línea de sucesión al trono; él era el décimo u onceavo, no estaba seguro del todo.

Para que Ichigo se convirtiera en el rey de Vayalat, tenía que haber una masacre en la que todos los herederos actuales fueran asesinados, y por esa razón, que el tío de Ichigo le diera esa joya tan emblemática, era algo fuera de lo común y bastante comprometedor.

Rukia se puso la diadema con cuidado y salió del carruaje, afuera Ichigo la estaba esperando, con una expresión preocupada, como si tuviera miedo de algo, y Rukia solo sonrió para darle confianza. Ver cómo esa preocupación se transformó en una expresión de sorpresa cuando la vio usar esa diadema, hizo que su sonrisa se hiciera más grande.

— Comandante Kurosaki, me gustaría entrar a la ciudad de Visnia a lomos de caballo. — Aclaró Rukia usando un apellido que Ichigo le había dicho pertenecía a su linaje materno.

Rukia vio la sorpresa en el rostro de Ichigo porque usó ese apellido, y de nuevo sonrió.

Ellos no usaban apellido porque ya no eran gente común, y si tuvieran que usar uno sería "de Avanta". Rukia había renunciado al apellido Kuchiki cuando se casó con Ichigo y ya no era una Kuchiki, ella era Rukia de Avanta.

— Entonces, creo que necesita cambiarse de ropa, Princesa Rukia. — Ichigo no parecía feliz, tampoco parecía molesto, solo un poco sorprendido y muy formal.

— No, no quiero montar, quiero que mi esposo me lleve con él en su caballo. — dijo ella, muy segura de sí misma, mirándose las uñas y esperando pacientemente una respuesta.

Ichigo no solía negarle lo que ella pedía, y Rukia esperaba que esa no fuera la primera vez.

Ichigo sonrió, pero esa sonrisa era solo una sonrisa, y aceptó su pedido, dio un par de órdenes a los soldados y se montó en su caballo. Rukia se acercó a Ichigo, quien parecía estar comprobando que su silla estaba bien, y luego la ayudó a subirse al caballo de una manera tan ágil y sorprendente, que Rukia soltó un pequeño grito de sorpresa.

Antes de darse cuenta, ella ya estaba sentada sobre el caballo.

Ichigo había hecho que ella acomodara que ambas piernas a un lado del caballo, y Rukia aprovechó la oportunidad para abrazarlo y apoyar la cabeza en su pecho. Ichigo hizo que el caballo avanzara y le dio a Rukia un beso en la cabeza que la hizo sonreír.

— ¿Estás enojado conmigo? — se atrevió a preguntar Rukia luego de un momento avanzando. Era una idea que había estado dando vueltas en su mente desde que dejaron la posada en Zhilen.

— No, no estoy enojado contigo. — Ichigo respondió rápidamente.

Rukia miró hacia arriba, pero Ichigo estaba mirando hacia el camino y ella solo pudo ver la línea del mentón de Ichigo.

— Entonces, ¿por qué estás molesto? — preguntó Rukia de nuevo, todavía mirándolo en esa posición.

Ichigo estaba en silencio, el caballo iba lento y detrás de ellos los seguían un par de soldados que los cuidaban. El carruaje se había adelantado a ellos y llegaría antes al Palacio del Sol, que era su destino en Visnia, por lo que cuando llegaran seguramente los estarían esperando.

Ichigo miró hacia abajo y Rukia finalmente pudo verlo a los ojos. El caballo se detuvo lentamente e Ichigo levantó una mano haciendo un gesto a los soldados detrás de ellos para que también se detuvieran.

— No estoy enojado contigo, Rukia. — Aclaró mirándola a los ojos. — Estoy triste, eso es todo.

— ¿Estás triste porque no vamos a tener un hijo? — preguntó Rukia.

— No es por eso. Definitivamente tendremos hijos, quiero cuatro y quiero que hereden tus ojos. — Ichigo sonrió al decir eso, y Rukia pudo ver por un segundo esa sonrisa que Ichigo solía darle solo a ella. Eso la hizo sonreír también. — Quizás sí, estoy un poco triste de que no tengamos uno ahora, pero los tendremos cuando sea el momento adecuado. Y sí, estoy molesto, pero no es contigo, mi princesa de Maranni, sino con la situación. Te puse en peligro en más de un sentido, y lo último que quiero es que tu vida, que es tan preciosa para mí, esté en peligro.

— No me pusiste en peligro, mi príncipe. Nunca estaría en peligro a tu lado, mi amor. — Esta vez fue Rukia quien acarició gentilmente el rostro de Ichigo con una mano; como solía hacer él con ella.

— Pero…

— Soy tu esposa, eres el hombre que amo, y con quien quiero tener hijos algún día. Estoy contigo por toda la eternidad. Esta vez dudé, pero la próxima no lo haré. — dijo Rukia e Ichigo pareció confundido ante sus palabras. — Ningún reino ni ninguna corona vale la vida de nuestros hijos. Si las Deidades deciden que debemos tener un hijo, entonces abandonaremos el reino y nos iremos lo más lejos posible de aquí. Maranni puede irse al infierno, los Acuerdos de la Caída también. Quiero una vida tranquila, pero más que una vida tranquila, quiero una vida contigo, contigo y nuestros cuatro hijos.

Ichigo no respondió a lo que dijo, no con palabras, él se acercó a ella y la besó de manera intensa y apasionada, no como esos besitos que le había estado dando en los últimos días. Aquellos besos eran dulces, suaves y tranquilos; el beso que Ichigo le estaba dando en ese momento, la estaba dejando sin aliento.

Ese beso la hizo arder por dentro.

Rukia terminó nerviosa y sonrojada después de ese beso, se sentía acalorada y tenía una pequeña sonrisa tonta en los labios. De nuevo se levantó la mirada para ver a Ichigo, y esa vez vio aquella sonrisa que era solo para ella.

Ichigo levantó una mano e indicó a los soldados que comenzaran a avanzar al mismo tiempo que su caballo comenzaba a moverse de nuevo. Rukia abrazó a Ichigo de nuevo, apoyando su cabeza en su pecho, recordando la intensidad de ese beso en los labios y sonriendo por eso.

El caballo avanzaba lentamente, aquello les permitió disfrutar en silencio el resto del camino hasta la puerta principal de la ciudad, y antes de cruzarla, Rukia volvió a hacer una pregunta.

— Entonces, ¿estamos bien, mi príncipe?

— Sí, estamos bien, princesa.

Rukia sonrió de nuevo, feliz por aquella respuesta, y entraron a la ciudad a caballo.

Ichigo todavía la sostenía por la cintura y Rukia movía sus pies en el aire sin soltarlo, viendo la ciudad y a la gente yendo y viniendo de un lugar a otro. Rukia notó algo curioso, y fue que la mayoría de las personas se dirigían hacia la puerta que conducía a las montañas, la misma puerta por la que ellos iban a salir para llegar al Palacio del Sol.

— ¿Por qué hay tanta gente yendo a la montaña? — preguntó Rukia con curiosidad.

— Porque en las montañas hay manantiales, en realidad hay varias fuentes naturales de agua que forman pequeños lagos, no agua caliente porque no hay volcanes cerca, pero el agua es lo suficientemente pura como para atribuirle "poderes curativos". — explicó Ichigo. Rukia notó la indiferencia en su voz cuando mencionó el tema de "aguas curativas".

— ¿No crees que son aguas curativas? — preguntó Rukia, que se sorprendió un poco al saber que había aguas con esa cualidad.

Ichigo tenía la mirada fija en el camino que llevaban, pero aun así le respondió.

— Es solo agua normal, pero la gente tiene fe en que si la beben o se bañan en ella, sus males se curarán. — Ichigo bajó la mirada para verla y la besó en la nariz. Rukia se sonrojó. — Esos manantiales fluyen desde las montañas y llegan a los ríos, y los campesinos usan el agua de los ríos para regar sus cultivos. Entonces, no creo que esas aguas sean tan milagrosas como dicen.

— ¡Tienes poderes mágicos pero no crees en el poder del agua mágica! — lo acusó Rukia con un tono divertido pero sin dejar de mirarlo. Incluso lo señaló con un dedo acusador, haciendo énfasis en su acusación.

— Lo que tengo es un don, uno muy peligroso, pero es un don después de todo. Lo que sale de los manantiales es agua, agua muy pura, pero agua después de todo. Si la gente está feliz de creer que es "curativa", no podemos hacer nada contra esa creencia. — Ichigo tomó el dedo de Rukia y besó la yema mirándola a los ojos con esa expresión que le hacía temblar las piernas de Rukia. — Es de mala educación señalar a la gente, princesa.

Rukia se sonrojó ante eso y miró hacia otro lado por un momento, el tono de voz que Ichigo había usado era demasiado seductor en ese momento. Ella lo atribuyó a que ese velo de tristeza que los había cubierto desde que salieron de la ciudad de Kirasam, se había desvanecido.

— Lo siento, comandante Kurosaki. — se disculpó Rukia pero sin disculparse realmente, se sentía feliz en ese momento, estando con Ichigo que parecía estar más relajado.

— ¿Te gusta el apellido Kurosaki? — preguntó Ichigo, curioso y expectante.

— Me gusta; me recuerda de alguna manera extraña al tatuaje en tu espalda. — admitió Rukia. — También quiero un tatuaje así. ¿Me harías uno?

Esa pregunta hizo que Ichigo la mirara fijamente, demasiado sorprendido con esa solicitud. Rukia volvió a sonreír y lo abrazó como si fuera una niña pequeña que estaba a punto de decir algo que no debería decir.

— No tan grande como el tuyo. Tú me dijiste que puedes hacerlo. Hazme uno, donde quieras, pero hazlo tú. — susurró Rukia.

Ella estaba completamente sonrojada y escondió el rostro entre el pecho de Ichigo. Él la abrazó y besó su cabeza suavemente, evadiendo de alguna manera esa diadema que ella estaba usando.

— ¿Está segura? — preguntó Ichigo, un poco sorprendido y un poco feliz. No esperaba esa petición.

— Sí. — respondió Rukia sonriendo con el rubor adornando sus mejillas. — Quiero algo permanente, como lo que siento por ti.

Ichigo se quedó en silencio por un momento y Rukia esperó pacientemente una respuesta.

— Está bien. — dijo Ichigo. — Lo haré en la Noche de las Almas, después del baile. — prometió Ichigo antes de mirarla con una sonrisa maliciosa. — Será mi oportunidad de devolverte el dolor que me provocó la bofetada que me diste el año pasado.

— ¡Oye! ¡Eso no es justo! ¡Es una venganza muy cruel contra tu indefensa esposa! Además, ya te pedí perdón por ese golpe. — le recordó Rukia fingiendo indignación.

— Me pegaste muy fuerte. — Aclaró Ichigo.

— Entonces, ¿te pido un perdón muy fuerte? — preguntó Rukia con una sonrisa nerviosa.

— Eso no ayudará, pequeña princesa que golpea a los príncipes indefensos en los bailes. — bromeó Ichigo y la abrazó de nuevo. — Hacer este tipo de tatuajes duele, y duele mucho. Será como si te quemara la piel con hierro a rojo vivo, y la mejor noche para hacerlas es la noche de las almas. Piensa bien si lo quieres, princesa mía. Sabes que no puedo negarte nada, solo quiero que estés segura.

Rukia no dijo más sobre el tatuaje, solo suspiró y siguió abrazando a Ichigo mientras cruzaban la ciudad. Salieron de la ciudad y siguieron el camino a las montañas junto con varias personas, que también avanzaban por ese camino y que se dirigían a los manantiales.

Ellos se desviaron del camino principal y tomaron un camino secundario que estaba flanqueado por árboles que tenían pequeños frutos verdes y negros. Rukia miró esos árboles con curiosidad, nunca los había visto, y tenía curiosidad por las frutas y las hojas. Tales árboles no crecían en las tierras de Maranni.

— Son olivos. — Aclaró Ichigo a pesar de que ella no había preguntado nada. Rukia se volvió para verlo y descubrió que la estaba mirando. — De ellos se extrae aceite.

— ¿Es lo que cultivan aquí? — preguntó Rukia con curiosidad. — ¿Olivos?

— Sí, entre muchas cosas. — añadió Ichigo. — Cuando terminemos el trabajo aquí, te llevaré a ver los manantiales.

Eso emocionó a Rukia, y comenzó a imaginar cómo serían los manantiales que eran tan famosos en esas montañas, hasta que llegaron al Palacio del Sol.

El Palacio del Sol realmente era un palacio, era realmente grande, y Rukia podía ver que un área reflejaba la luz de una manera que le parecía mágica; incluso los colores de la piedra con la que estaba construida le parecían mágicos.

Ichigo se presentó a los guardias para que los guardias los dejaran pasar y avanzaron por el camino hacia la entrada principal, donde había un par de sirvientes esperándolos.

— Bienvenidos al Palacio del Sol, Altezas. — Dijeron un par de sirvientes en el momento en que Ichigo detuvo al caballo frente a ellos.

Uno de los soldados ayudó a Rukia a bajar del caballo e Ichigo bajó tras ella. Ichigo le entregó las riendas a uno de los mozos de cuadras y se acercó a Rukia ofreciéndole su brazo para que se sujetara.

Rukia notó que los sirvientes no levantaban la vista y se sorprendió de lo acostumbrada que estaba con su doncella, quien le tenía la confianza suficiente para mirarla a los ojos de una manera menos formal.

— Me gustaría hablar con la Reina Madre. — pidió Ichigo antes de entrar al palacio.

— Su Alteza podrá disculparnos, pero la Reina Madre no está en el Palacio del So. Ella y toda la familia salieron después del desayuno. Regresarán antes de la cena. — Explicó una doncella que llegó rápidamente a donde estaban. Rukia notó que la chica tenía un manojo de llaves atadas a su cinturón, y supuso que ella debía ser la Kahya del Palacio del Sol. — La Reina Madre ha dejado órdenes sobre la habitación que deben ocupar, sus cosas ya están ahí. Síganme y les mostraré la habitación, Altezas.

— ¿Sabía la Reina Madre que llegaríamos hoy? — Le preguntó Rukia a Ichigo en un susurro mientras avanzaban por los pasillos del palacio siguiendo a la Kahya.

— No tengo idea, supongo que mi madre le avisó. — respondió Ichigo con el mismo tono de voz. — Aunque no podía saber que llegaríamos hoy; seguramente ella preparó todo con mucha antelación.

Eso hizo que Rukia sintiera un escalofrío por la espalda.

Rukia solo había visto a la abuela de Ichigo el día de su boda, pero no había podido hablar mucho con ella ya que la Reina Madre estaba más interesada en hablar con la Reina Masaki que cualquier otra cosa. Rukia tuvo la impresión de que más que una charla, era un regaño de la Reina Madre hacia la Reina Masaki, y esa impresión quedó grabada en su mente como una señal de advertencia.

Si la reina Masaki le tenía miedo a la abuela de Ichigo, entonces la reina madre era una mujer a la que temer. Rukia se alegró de que la Reina Madre no estuviera en el palacio cuando llegaron. Conocerla de cerca era un miedo intrínseco que se había activado en el momento en que dijeron que ella ya sabía que llegarían.

Pensar en la relación que ella podría haber tenido con la Reina Madre, si hubiera vivido en el castillo como se estipulaba en el Acuerdo de la Caída, no le servía de mucho a Rukia en ese momento, porque de todos modos no habría conocido a la Reina Madre.

El acuerdo estipulaba que ella tenía que casarse con Kaien, y no habría conocido a Ichigo hasta que él regresara de Vayalat. Seguramente su relación con Kaien sería cercana ya que eventualmente habrían terminado casados, y seguramente Ichigo habría continuado su "romance" con Yoruichi y se habría casado con ella.

Pensar en eso último la hizo enojar, ni siquiera conocía a la famosa princesa de Gardelia pero ya sentía que la odiaba.

Rukia se giró para ver a Ichigo, quien ignoraba por completo todo lo que estaba pensando en ese momento, y lo golpeó en el hombro cuando pensó que nadie les estaba prestando atención. Ichigo se quejó en silencio, pidiendo una explicación en un susurro por ese golpe, pero Rukia se disculpó diciendo que recordó algo que la hizo molestar y que tenía que golpearlo para sentirse mejor.

Ichigo no dijo nada en ese momento y siguieron caminando hasta que la doncella que los estaba guiando dobló una esquina y se perdió de vista.

— Cada vez que tenga celos de imaginarte casada con Koga, te acorralaré contra la pared y te haré el amor. Solo para reafirmar que eres mía. — Ichigo la amenazó y luego sonrió maliciosamente. — ¿Qué estabas pensando que te puso celosa? ¿En todas las mujeres que he traído aquí desde que regresé al reino?

La pregunta de Ichigo no tenía sentido, Rukia sabía que él había estado más interesado en sus propios planes y entrenamiento que en las mujeres, pero no pudo evitar enojarse por esa falsa posibilidad. Cada vez que se ponía celosa, Ichigo le decía algo que la molestaba más de lo que ya estaba.

Él solía decirle que si ella quería imaginar cosas y enojarse de la nada, con gusto la ayudaría.

— Tienes suerte de que no te conociera en ese entonces o mi reputación sería tan sádica como la de la reina Masaki. — Aclaró Rukia, molesta por las palabras de Ichigo. — Además, todavía no puedo hacerlo, así que trata de no pensar en Koga besándome la mano.

Rukia le mostró su mano y movió los dedos de manera traviesa, solo porque le gustaba verlo celoso y porque los dos podían jugar ese juego. Ichigo la tomó de la mano y la atrajo hacia él, sosteniéndola por la cintura con la otra mano, hasta que sus labios casi rozaron los de ella mientras hablaba.

— Entonces, cuando puedas, no saldremos de la habitación. — Ichigo la amenazó mirándola a los ojos, usando aquél peligroso susurro que la hacía estremecer. — Mi amor.

Rukia pudo sentir el aliento caliente de Ichigo rozando sus labios y su mano agarrando su cintura. Amaba todo eso de él, y amaba la forma en que él la hacía sentir.

— Espero que cumplas tu promesa, mi amor. — susurró Rukia, en el mismo tono que él había usado, haciendo que el beso que Ichigo le dio en ese momento fuera tan embriagante, que Rukia sintió que si Ichigo la soltaba, ella caería irremediablemente al suelo.

La doncella que los estaba guiando por los pasillos de ese inmenso palacio se aclaró la garganta delicadamente, y Rukia sintió como Ichigo lentamente rompía el beso hasta que se separaron. Rukia estaba nerviosa y sonrojada, le temblaban las piernas y le tomó unos momentos volver a la realidad después de ese beso.

Siguieron a la doncella hasta que llegaron a una habitación que era realmente grande y lujosa, que tenía una ventana que ocupaba la mitad de la pared con gruesas cortinas que la decoraban, y el piso estaba decorado con alfombras; la cama era igual de grande, más grande que la cama de Ichigo en Adelaar, y tenía muchos cojines a juego con las sábanas y las mantas.

Rukia miró cada detalle de la habitación, las decoraciones, las pinturas y las alfombras; los muebles que brillaban con barniz, los cojines y los sofás, incluso las puertas tenían algo diferente que ella no podía describir.

Era una habitación verdaderamente lujosa que claramente tenía el sello de la familia real en cada adorno y decoración.

— Esta es su habitación, Altezas. Sus cosas han sido acomodadas y el baño estará listo para cuando deseen usarlo. — La doncella señaló una puerta al fondo de la habitación. — Esa puerta conduce al baño privado.

Rukia se preguntó si todas las habitaciones tenían baño privado, o solo esa; porque si era sola esa habitación, debía ser la habitación para alguien muy importante.

Detrás de la doncella que los había guiado a la habitación, entraron dos doncellas más, cada una sosteniendo en sus manos una bandeja con comida y bebida para Rukia e Ichigo, que colocaron en la mesa de la habitación.

— Sus sirvientes han sido informados sobre las reglas del palacio, por lo que estarán aquí cuando los necesiten. — Explicó tranquilamente la Kahya del palacio. — Les avisaremos cuando llegue la Reina Madre.

La Kahya y las doncellas les hicieron una reverencia y salieron de la habitación, dejándolos solos.

Rukia se acercó a la mesa para ver qué lo que les habían dejado y descubrió que era una jarra de agua, una jarra de vino y mucha comida y fruta.

— Una vez me dijiste que no te gusta el vino porque es muy seco, pero te he visto beber vino muchas veces. — habló Rukia tomando una de las uvas que habían colocado en una bandeja.

— Contradicciones de la vida. Hace un año dije que no me iba a casar con la chica Kuchiki y mírame ahora, la chica Kuchiki me tiene completamente domado. — bromeó Ichigo un poco mientras se sentaba en la cama y se quitaba las botas de montar junto con el resto de su ropa extra hasta quedar solo pantalones y un camisa interior. — No me gustan todos los vinos, el vino del rey es demasiado fuerte para que me guste. Solo bebo vino cuando tengo que hacerlo, como en nuestra boda o en las fiestas, cuando el vino circula como el agua.

— ¿Y el licor dorado que tienes en tu habitación? — Rukia imitó a Ichigo y se quitó la diadema y los zapatos antes de empezar a desvestirse.

— Deja que te ayude. — Ichigo se levantó y se acercó a ella para ayudarla a desvestirse; la besó en el hombro antes de responder. — Ese licor es el licor de los negocios, lo bebo cuando hago negocios.

— Entonces, si tú y yo hacemos negocios, ¿lo beberíamos juntos? — preguntó Rukia mordiéndose el labio antes de sentir su vestido caer al suelo, dejando solo su camisón.

Ichigo sonrió.

— No mi amor, si querías beberlo solo tenías que pedirlo. No te lo he ofrecido porque no lo había pensado antes. — Ichigo le ofreció su mano para que ella pudiera sujetarse e inclinarse para recoger su vestido del suelo. — Cuando volvamos lo beberemos juntos.

Rukia asintió con una sonrisa.

Dejó su ropa en una silla y se acercó a la mesa para servir dos vasos de vino, uno para ella y otro para Ichigo; hizo un pequeño brindis por todo y nada a la vez, y se sentó en una de las sillas a descansar un poco mientras tomaba pequeños cubitos de queso que había en un plato.

Ichigo se sentó a su lado y comenzó a comer uvas.

— ¿Y alguna vez te has emborrachado? Porque yo no solía beber vino, no más de una copa, hasta que me casé. — comentó Rukia haciendo reír a Ichigo.

— Bueno... cuando estaba con los mercenarios...

Ichigo le contó a Rukia la historia más loca que ella jamás había escuchado. Era una historia en la que una tripulación de mercenarios borrachos se robó su propio elefante, mientras trataban de no hacer ruido para que los dueños del elefante no los descubrieran; y con Ichigo gritando que gobernaría el mundo cuando el mundo dejara de moverse porque no sabía cómo había terminado montando un elefante.

Rukia se rió de la forma en que Ichigo le contó esa historia. La manera tan familiar en que él se refería a los mercenarios, llamándolos por su nombre, y por los gestos que hacía cuando trataba de explicar algo cuando divagaba en el recuerdo de esa aventura.

Pasaron de sentarse a la mesa a sentarse en el suelo alfombrado en medio de esa historia.

— Terminamos tres días después, tirados en una playa desierta, sin el elefante y sin ron. Fue la única vez que bebí ese ron y de esa manera. No recuerdo muy bien qué hicimos con el elefante ni cómo terminamos ahí, solo recuerdo que por la noche salían cangrejos rojos de la arena y empezamos a perseguirlos tratando de que nos dijeran dónde escondían el ron. — Ichigo terminó de contar con una risa.

Rukia se rió como nunca antes en su vida e Ichigo le contó otras historias, algunas en las que ya no estaba tan borracho como para no recordar cómo habían perdido un elefante; todo mientras comían y jugaban tirándose trozos de queso o fruta, sentados en la alfombra.

Se pasaron toda la tarde riendo, se terminaron el vino pero no pidieron más, comieron y se recostaron en el suelo alfombrado, un poco borrachos y bastante felices en ese momento. Rukia nunca había alcanzado ese nivel de intoxicación, no había bebido mucho, pero se sentía feliz, somnolienta y un poco torpe al hablar.

— Cuando la Reina Madre vea que la gran mujer con la que te casaste está completamente borracha, no estará feliz. Seguramente ella querrá que tú y yo nos divorciemos. — bromeó Rukia rodando por la alfombra hasta llegar a Ichigo. — "No puedo creer que la futura reina de Avanta y las Montañas Azules esté completamente borracha".

Rukia trató de imitar la voz de otra persona, pero la risa provocada por el vino le impidió hablar bien.

— Nos divorciamos falsamente una vez, no sueñes que diré esas palabras otra vez. Lady Kurosaki, eres mía hasta que el tiempo ya no sea tiempo. — respondió Ichigo, levantándose del suelo para cargar a Rukia en sus brazos y llevarla a la cama.

Ichigo no estaba tan borracho como Rukia, la experiencia previa le había dado resistencia; al menos la resistencia suficiente para no acabar borracho con una jarra de vino.

— Me gusta Kurosaki. Seré… Kia Kurosaki de ahora en adelante. — bromeó Rukia un poco, sintiendo la suavidad de la cama en su espalda.

— No puedes ser Kia Kurosaki; Kia es la novia de Kon y Kon no tiene ese apellido.

— ¿Qué quieres decir con su novia? — preguntó Rukia, pero se estaba quedando dormida y se sentía cada vez más torpe. — Deberían... ya deberían estar... casados... Tienen... que... casarse...

— No, no se han casado. Kia es su novia. — susurró Ichigo.

Rukia ya no pudo responder a Ichigo porque se quedó dormida en ese momento.

Esa noche, Rukia soñó con la boda de Kia y Kon. Ichigo estaba vestido como un soldado y Rukia vestía como una chica normal, con un lindo vestido y con flores en el pelo. Sin todo ese protocolo que marcaba una boda con un príncipe, sin todas esas personas que le eran desconocidas. Solo una boda entre dos personas normales que se amaban.

Ese sueño fue tan cómodo y placentero. Fue un sueño que la hizo feliz porque incluso soñó con la vida que siguió a esa boda, sin problemas, sin conspiraciones y sin mentiras. Una vida en una granja, cuidando su jardín y su huerto, persiguiendo pollos y patos. Una vida tranquila y feliz.

Pero fue solo eso, un sueño.


Verano — x492 / 14 de septiembre

La luz del sol que se filtraba por los pliegues de las cortinas la despertó, la habitación estaba fría porque las ventanas estaban abiertas pero las sábanas le daban suficiente calor para no querer levantarse de la cama; el colchón era suave, al igual que las almohadas y las sábanas.

Rukia giró sobre su lado derecho solo para encontrar a Ichigo dormido junto a ella, sin camisa y con la espalda descubierta, lo que le permitió ver ese extraño tatuaje. Rukia volvió a admirar el tatuaje que Ichigo tenía en la espalda, tan grande y complicado que ni siquiera podía encontrar una forma definida; eran hojas, higueras con espinas, a veces pensaba que veía flores o animales, pero era sólo el efecto de las líneas que se cruzaban lo que hacía que su mente encontrara una forma.

Ese tatuaje contaba una historia, solía decir Ichigo, pero Rukia dudaba que hubiera una historia que pudiera contarse. Ese tatuaje, al igual que Ichigo, era mágico y cambiaba de vez en cuando.

Algún día le preguntaría a Ichigo qué historia contaba ese tatuaje, pero en ese momento Rukia solo estaba delineando con sus dedos lo que ella creía que era una higuera espinosa; le dio un beso en el hombro a Ichigo, quien aún dormía, y se acomodó entre las sábanas para volver a dormirse.

Estaba tan cómoda que sentía que pronto se quedaría dormida. Sintió como el sueño volvía a apoderarse de ella y la arrastraba de nuevo al descanso, cuando algo la hizo abrir los ojos abruptamente.

— ¡Es de mañana! — Susurró en un jadeo alarmado al darse cuenta de que se había perdido la cena con la Reina Madre.

Rukia se levantó de la cama, sin importar si estaba haciendo ruido o no, y trató de despertar a Ichigo.

Perderse esa cena la asustó un poco. La reina madre la intimidaba, a pesar de que Rukia solo la había visto el día de la boda, y quería causar una buena impresión a su llegada al Palacio del Sol, pero evidentemente eso ya no sería posible.

Ichigo solía tener el sueño ligero, producto de todos esos años de entrenamiento y guerras, así que cuando ella lo movió y él no se despertó, se asustó.

— Ichigo… despierta Ichigo. — dijo Rukia, pasando de un susurro a una voz cada vez más audible, sin dejar de moverlo para despertarlo.

Él siempre sabía cuándo ella se despertaba, y debió sospechar que estaba profundamente dormido cuando besó su hombro y él ni siquiera se movió.

Rukia se estaba desesperando y estaba a punto de verterle una jarra de agua que estaba sobre la mesa para que él reaccionara, cuando sintió la mano de Ichigo en su cintura tirando de ella hacia la cama. Rukia se sorprendió, pero Ichigo tenía más fuerza que ella, y ella no luchó contra ese agarre.

Ambos se acostaron en la cama y Rukia ya no intentó despertarlo porque él ya estaba despierto.

— Es demasiado temprano para estar despierto. — murmuró Ichigo, acomodándose en la cama y abrazando a Rukia como si ella fuera una muñeca de peluche.

— Es demasiado tarde para cenar. — respondió Rukia, atrapada en ese abrazo, sintiendo una calma que era inusual y esa leve calidez en el anillo en su mano. — Deja de usar magia para relajarme, esto es serio. Ichigo, no llegamos a cenar, nos quedamos dormidos.

Rukia pensó que Ichigo iba a abrir los ojos sorprendido por esa frase, pero en cambio, abrió un ojo perezosamente, enfocándolo en ella. Rukia se quedó mirándolo, sin entender lo tranquilo que estaba Ichigo en ese momento, y sintió ganas de golpearlo.

— ¿Que está pasando? — preguntó ella mirándolo.

— Le dije a la Kahya que no íbamos a cenar. — confesó Ichigo, mirándola con una sonrisa culpable.

— ¡Y por qué no me lo dijiste! — Rukia se separó de ese abrazo y golpeó a Ichigo en el hombro. — ¡Por un momento pensé que estábamos en problemas! Espera un minuto, ¿cuándo le dijiste a la Kahya?

Ichigo se quedó en la cama, Rukia no podía culparlo, la cama era realmente cómoda, pero tenía que darle respuestas. Ella lo llamó por su nombre en un tono amenazante, e Ichigo no tuvo más remedio que sentarse en la cama, con una expresión somnolienta que era contagiosa.

— Ayer por la tarde, después de que te durmieras. — explicó Ichigo estirándose un poco; Rukia podía escuchar el sonido de las articulaciones de Ichigo mientras se estiraba. — Le dije a la Kahya que estábamos agotados por el viaje y que pidiera disculpas a la Reina Madre, que la veríamos para desayunar o almorzar, dependiendo de a qué hora nos despertáramos.

Rukia solo miró a Ichigo, quien todavía estaba en la cama moviendo sus hombros un poco como todos los días, mientras hablaba.

— ¿Y por qué no me lo dijiste? — preguntó Rukia, un poco molesta por esta omisión de información de parte de Ichigo.

— Estabas dormida. — respondió Ichigo simplemente. Rukia entrecerró los ojos e Ichigo sonrió nerviosamente. — No usé el ankh para ponerte a dormir, lo juro. — Ichigo puso su mano sobre su pecho, justo sobre su corazón. — Es solo que estabas dormida, traté de despertarte y me pegaste así que no volví a intentarlo y luego me quedé dormido. Eso es todo, no te preocupes. No estamos en problemas, y es demasiado temprano para que te enojes, aunque enojada me gustas más.

— ¡No por eso tienes que hacerme enojar desde la mañana! — Rukia volvió a golpear a Ichigo en el hombro, esta vez un poco más fuerte, e Ichigo se quejó.

Ichigo la estaba mirando con el ceño fruncido, con una mueca de dolor en su rostro y sosteniendo el hombro donde ella lo había golpeado. Rukia tuvo que admitir que cancelar la cena era una buena idea, ellos no estaban en condiciones de presentarse ante la Reina Madre el día anterior.

— Gracias. — susurró Rukia, sonriendo un poco y negando con la cabeza antes de besarlo donde lo había golpeado antes. — Perdón por golpearte. Estaba asustada.

— Sigues golpeando fuerte. — bromeó Ichigo antes de colocarle a Rukia un mechón de cabello detrás de su oreja. — Está bien, es hora de salir de la cama.

Ichigo tenía razón, era demasiado pronto para estar enojado. Así que después de relajarse un poco y disfrutar de la vista desde esa enorme ventana de vidrio en esa habitación, los dos se dirigieron al baño antes de comenzar el día por completo.

Después del baño, Rukia se sintió descansada, relajada y feliz, y supuso que esa era la razón por la que Ichigo había cancelado la cena con su abuela, porque él también necesitaba descansar. Ella no lo culpaba, ambos necesitaban un momento de descanso después de todo lo que habían pasado en los últimos días, y necesitaban volver a encaminar su relación.

Ichigo la ayudó a vestirse, a atar los nudos de su vestido y sus medias, dándole un pequeño beso en uno de sus muslos antes de dejar caer la falda del vestido. Rukia hizo lo mismo con Ichigo, ayudándolo con los botones de su camisa y su chaleco, acariciando su pecho en el proceso y besando su mandíbula y cuello.

— Si me das un beso más, mi amor, llegaremos tarde a desayunar. — Ichigo habló y su voz estaba más ronca que de costumbre; sus manos estaban agarrando la cintura de Rukia, y Rukia se mordió el labio al escucharlo.

— Contra la mesa, mi amor. No podemos llegar tarde. — susurró Rukia antes de besarlo de nuevo, sintiendo las manos de Ichigo atraerla hacia él tanto como era posible, levantando la falda de su vestido con urgencia y rapidez.

No habían hecho el amor en mucho tiempo, más de lo que a Rukia le gustaría recordar, y sentir a Ichigo dentro de ella nuevamente fue, en ese momento, lo mejor que le había traído el día. Rukia sabía que debía esperar al menos un día más antes de poder estar con Ichigo, pero el deseo de sentirlo había sido mayor que el sentido común.