Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 44: Asesino


Verano — x492 / 14 de septiembre

— Dejaste una marca roja en mi hombro. — Comentó Rukia en voz baja mientras se veía en el espejo, acomodando su cabello con los dedos.

Rukia acarició la piel de su hombro donde estaba esa marca roja después de ajustar su vestido para que las arrugas en su falda no fueran tan notorias. Ichigo sonrió y se acercó a ella despacio, completamente vestido como el Comandante del Reino, y depositó un suave beso en esa marca que momentos antes había dejado en un arrebato de pasión y deseo.

— Te pido disculpas, mi amor. No pude controlarme. — susurró Ichigo al oído de Rukia, nuevamente colocando un pequeño beso en su cuello, sujetándola por la cintura para atraerla hacia él con un poco de fuerza.

La escuchó jadear de sorpresa y eso lo hizo sonreír.

Rukia sonrió y levantó una mano para colocarla en la nuca de Ichigo, aferrándose a él con ese movimiento, cerró los ojos e Ichigo sonrió ante la imagen que el espejo le devolvió. Besó el hombro de Rukia de nuevo y usó esa vieja magia para curar esa marca roja.

El ankh servía para la guerra, pero entre el arte de la guerra también estaba el aprender a curarse a uno mismo, o curar a alguien más; morir no era una opción durante la batalla, no si se quería tener la victoria.

Eran las dos caras de una misma moneda, la vida y la muerte balanceándose en sus manos; sus instructores se habían encargado de que lo aprendiera cuando aún era un niño.

— Ahora no hay rastro de mi crimen. — susurró Ichigo con voz ronca y sintió a Rukia estremecerse en sus brazos.

Ichigo acarició las curvas del cuerpo de Rukia suavemente, escuchando su respiración lenta y profunda. Rukia abrió los ojos y sonrió al ver el reflejo de ambos en el espejo; ella se mordió el labio lentamente, invitándolo a besarla.

Ichigo no la besó, él también podía jugar así; él se acercó a ella lo suficiente para rozar sus labios y sentir el aliento caliente de Rukia sobre sus labios. Ambos extendieron del deseo hasta lo inimaginable entre ellos sólo por el placer de ver quién sucumbía primero.

Ninguno cedió.

— ¿Por qué veo al hombre peligroso en el espejo? — preguntó Rukia en un susurro sobre los labios de Ichigo.

— Porque yo veo a una mujer peligrosa en el espejo. — respondió Ichigo con una sonrisa.

Rukia sonrió e inclinó un poco la cabeza con la intención de besarlo e Ichigo comenzó ese beso jugando con ella, rozando sus labios pero sin besarla hasta que ese juego fue insoportable y la besó apasionadamente; la atrajo hacia él tanto como pudo, sintiéndola estremecerse y jadear cuando ese beso se volvió imposible de sostener.

— Estás duro. — Susurró Rukia mordiéndose los labios después de esa frase.

— Así me pones, mi amor. — Ichigo mordió suavemente el labio de Rukia, jugando con ella. — Sabes perfectamente lo que haces en mí, necesitaba sentirte así de nuevo.

Rukia sonrió y se giró en sus brazos para besarlo de nuevo, enredando una de sus piernas alrededor de las caderas de Ichigo, sucumbiendo a la pasión de ese momento. Ichigo inmediatamente la sostuvo entre sus manos, besándola apasionadamente, y tratando de quitarle el vestido.

Ichigo estaba a punto de llevarla a la cama y hacerle el amor de nuevo, cuando alguien llamó a la puerta. Maldijo con un gruñido en los labios de Rukia y ella se alejó de él de una manera tan lenta que fue una tortura; Ichigo pudo ver el enojo en la expresión de Rukia y eso lo hizo sonreír.

Se acercó a ella y le besó la mano suavemente.

— Amor mío, por la noche mataré a cualquiera que se atreva a interrumpirnos. — prometió Ichigo, mirándola sin ocultar todas las malas intenciones que tenía en mente para hacer juntos cuando volvieran a esa habitación.

Rukia pareció reprimir las ganas de saltar sobre él, y simplemente lo besó de nuevo; esta vez ella le mordió el labio de una manera muy suave en ese beso. Ichigo solo podía gruñir, como si fuera una bestia salvaje atrapada dentro de una forma humana. Esto era una provocación de Rukia y solo hizo que él la deseara más.

Ichigo le daba confianza y seguridad, la hacía sentir que el mundo podía estar a sus pies y eso le gustaba; le gustaba esa promesa de poder. Rukia todavía tenía miedo de lo que la Reina Madre pudiera hacerle o decirle, tal vez podría tratarla mal pero de todos modos no le importaba.

La mujer más poderosa del reino, así se referían a la Reina Madre; incluso la Reina Masaki le tenía miedo, pero después de pensarlo durante el baño y mientras se vestía, Rukia llegó a la conclusión de que la abuela de Ichigo no era tan poderosa como todos decían.

Si la Reina Madre no había logrado hacer cumplir las reglas de los bastardos con Kaien, entonces ella no tenía poder sobre el rey, no tanto como para que el rey temiera por la postura que tomara la reina madre en la batalla que se estaba gestando en el castillo.

Rukia no dudaba de que se respetaba a la Reina Madre, pero tal vez su poder sobre la vida de las personas estaba menguando.

— ¿Qué estás pensando? — le preguntó Ichigo mientras esperaban sentados en un banco en ese jardín donde sería el desayuno con la Reina Madre.

— En muchas cosas, ninguna realmente mala. — comentó Rukia haciendo un gesto con la mano, como para restarle importancia a lo que estaba pensando en ese momento.

No quería decirle a Ichigo lo que realmente pensaba de la Reina Madre, porque todavía no la conocía y no quería tener prejuicios antes de darse la oportunidad de conocerla.

Ichigo solo asintió ante su respuesta y besó su mano. Rukia se alegró de que no hiciera preguntas, le gustaba que él le diera espacio de esa manera. Eventualmente ella le diría lo que estaba pensando, pero en ese momento sus pensamientos eran solo de ella.

Dejaron ese tema a un lado e Ichigo cambió la conversación al tema de los días que pasarían en los manantiales. Rukia estaba emocionada por visitar los manantiales, aunque le preocupaba que hubiera demasiada gente para disfrutar del lugar en toda su belleza.

— ¡Atención! ¡Nuestra Reina Madre Raiza está aquí! — anunció el guardia, golpeando el suelo con la base de la alabarda que sostenía.

Rukia dejó de pensar en los manantiales y se levantó de su asiento tan pronto como el guardia anunció la presencia de la reina madre en el jardín. Ichigo se levantó un instante después de ella.

Rukia podría reconocer a la Reina Madre, incluso si la Reina Madre no llevara puesta la diadema hecha de amatistas y plata que llevaba en la cabeza en ese momento; Rukia podría reconocerla aunque solo la hubiese visto solo una vez.

La Reina Madre era una mujer hermosa a pesar de su edad; su cabello era del color del cobre, su piel era clara sin palidecer, y a pesar de haber tenido cinco hijos, aún tenía un cuerpo que no parecía haber sufrido muchos cambios.

Rukia había notado todo eso cuando la conoció el día de su boda, pero lo que realmente llamó la atención de Rukia esa vez fue el color de los ojos de la Reina Madre.

Los ojos de la Reina Madre eran del mismo color que los ojos de Ichigo, eran color miel.

— Su Majestad. — saludó Ichigo mientras se acercaba a la Reina Madre antes de besar su mano como gesto de respeto.

— Su Majestad. — saludó Rukia mientras se acercaba y besaba la mano de la Reina Madre.

La Reina Madre se veía hermosa y radiante, y Rukia se sorprendió al verla sonreír de una manera tan alegre. Rukia internamente esperaba que la Reina Madre la rechazara, en cambio la Reina Madre acarició las mejillas de ella e Ichigo con ese gesto maternal de alguien que ama a sus descendientes.

— Mis queridos nietos, enhorabuena por su boda. Debo disculparme con ustedes, el día de la celebración no pude pasar tanto tiempo con ustedes como pretendía, pero les prometo que los compensaré. — Habló la Reina Madre con una sonrisa maternal en sus labios, acariciando suavemente las mejillas de Ichigo y Rukia.

Rukia se sonrojó y sintió un gran alivio invadirla; sus temores a la Reina Madre se desvanecieron en el momento en que la reconoció como su nieta.

— No necesita disculparse, Su Majestad. Lo sabemos…

— No. Es necesario que me disculpe, hacía mucho tiempo que no estaba en Adelaar y por un momento olvidé que era una celebración, su celebración. — Explicó la Reina Madre interrumpiendo lo que decía Ichigo. — Espero que sepan disculpar los errores de una mujer mayor.

— No hay nada que disculpar, Su Majestad. — explicó Rukia. — Conocemos la situación y sabemos que nada es como debería ser; lo entendemos.

— Que lo entiendan no es excusa para no merecer la felicidad. No hablemos de eso ahora, habrá más días para eso. — La Reina Madre hizo un gesto a la mesa para que se sentaran con ella. — Ahora desayunemos que deben comer bien, que quiero que mis bisnietos estén fuertes y sanos.

La reina madre dijo eso con una naturalidad que hizo que Rukia e Ichigo se pusieran completamente rojos de vergüenza.

El templo de las Deidades de Visnia era casi tan grande como el templo de la Capital.

El templo de la ciudad Visnia tenía vitrales que dejaban entrar la luz, cubriendo de colores el piso de piedra pulida y algunas paredes. Había bancos para los asistentes a las misas y los pilares que sostenían el techo abovedado del templo estaban tallados con la historia de las Deidades; incluso los balcones interiores donde se encontraban los miembros del coro del templo estaban decorados con pasajes del Libro de las Deidades.

La historia de las Deidades y cómo fueron consagradas estaba tallada en piedra en ese templo.

Ichigo y Rukia llegaron al templo después de ese desayuno con la Reina Madre; habían ido solos, sin más compañía que la guardia de soldados que los acompañaba para protegerlos. Ichigo había hecho de la protección de Rukia una prioridad para los soldados y nada se movía sin antes asegurarse de que todo estaba seguro para ella.

Rukia tenía razón, sin ella el mundo se hundiría en una agonía caótica, y era algo que Ichigo no tenía intención de permitir. Ni eso ni nada que pudiera poner a Rukia en peligro; a su luz.

La gente que estaba dentro del templo se inclinó ante ellos después de que uno de los guardias los anunció al entrar al templo, incluso el sacerdote se inclinó ante ellos y bajó del escalón donde estaba. Ichigo escuchó los murmullos de la gente mientras caminaban hacia sus asientos y supo de inmediato que pasaría lo mismo que en las otras ciudades; después de la misa, la gente se acercaría a ellos y les haría peticiones.

Que una parte de la familia real que vivía en la capital estuviera allí, era la oportunidad perfecta para hacerle llegar las cosas al rey; pero todo era parte de la ilusión que ellos se encargaban de proyectar.

Escucharían a los peticionarios, y de todo lo que pudieran pedir, sólo una o dos peticiones llegarían a los oídos del rey, y serían aquellas peticiones que realmente fueran importantes para el bienestar del reino y que el Señor de Visnia no hubiese podido resolver.

Ichigo y Rukia se sentaron en los asientos delanteros, los más cercanos a las estatuas de las Deidades, e Ichigo entrelazó sus dedos con los de Rukia y besó su mano antes de que comenzara la misa.

Ichigo no creía en Las Deidades, creía en La Sombra; esa era la religión de los hijos de Vayalat, de aquellos que habían nacido con ese don para la guerra. Aun así, él conocía las canciones y las oraciones, incluso podía hablar de la bondad de las Deidades con verdadera convicción si era necesario, pero él no creía en ellas.

Las Deidades no escuchaban.

Todas las veces que había rezado a las Deidades para que su padre creyera en su palabra y no en la de Kaien, las Deidades no lo escucharon. Todas las veces que oró para que su padre fuera a buscarlo a Vayalat y le dijera que lo extrañaba, las Deidades no lo escucharon.

No, las Deidades no escuchaban.

Por el contrario, Rukia creía en las Deidades y él no trató de hacerla cambiar de opinión. Tal vez las Deidades la escuchaban, y si eso le daba confianza a Rukia, estaba bien para él; sus vidas habían sido completamente diferentes, era natural que creyeran en cosas diferentes.

La gente necesitaba creer en algo, y el culto a las Deidades estaba muy relacionado con la corona, era el puente entre la realeza y los plebeyos que ellos tenían que cimentar con acciones como esa, ir a misa entre la gente común.

Al finalizar la misa, los guardias se encargaron de hacer que las personas que intentaban acercarse a ellos formaran una línea y avanzaran de manera ordenada. Ichigo estaba sentado, con su clásica expresión de hombre peligroso, y Rukia por el contrario, tenía una sonrisa y aceptaba las palabras de las personas que hablaban con ellos.

Rukia era la Princesa del Pueblo, era parte de su trabajo escuchar a la gente y llevarle la información a la reina, así que hizo que un guardia escribiera lo que decían los peticionarios mientras ella asentía y decía alguna que otra palabra.

Ichigo aplaudía esa acción, porque daba a los peticionarios la impresión de que estaban haciendo más que escucharlos; los hacía creer que ellos los tomaban en cuenta.

Sería una mañana larga por la gran cantidad de gente que había en el templo, por lo que ir a la Casa de Justicia quedaría relegado a la tarde, de igual forma no era un inconveniente ya que el trabajo era largo y debían ceder su espacio a cada actividad.

El plan era quedarse unos días más en Visnia para que Rukia pudiera ver los manantiales y regresar a la capital antes del final del mes. Mientras ellos cumplieran con su trabajo, el rey estaría feliz y no los molestaría, no más de lo que ya lo hacía con el enviado que llegaba a cada ciudad a la que ellos llegaban para vigilarlos.

Ichigo miró las estatuas de las Deidades y las fulminó con la mirada; si las Deidades escucharan, ellos no estarían pasando por eso. Fue un pensamiento fugaz que se desvaneció cuando escuchó la voz de Rukia y sonrió al verla atenta a lo que decían los peticionarios; esta vez fue una bendición que las Deidades no lo hubieran escuchado porque le dieron la alegría de estar con Rukia.

Un beso de Rukia valía más que una corona o un reino; por un beso de ella, él sería capaz de quemar el mundo.

El número de personas comenzaba a reducirse y los peticionarios se iban después de besar la mano de Rukia como agradecimiento. Ichigo se levantó de su asiento y se paró al lado de Rukia, quien estaba sentada en una silla que había sido preparada para ella, puso su mano sobre el hombro de Rukia y sintió como ella acarició su mano gentilmente unos momentos después.

— Ya no permitan que más gente entre al templo, tenemos que ir a la Casa de Justicia. Vendremos otro día. — Habló Ichigo mirando a uno de los guardias que estaba a su lado para comenzar a redirigir a las personas que aún iban hacia donde ellos estaban.

El guardia asintió con la cabeza, dio dos pasos hacia un lado para pasar a Ichigo y se derrumbó en el suelo sin razón aparente. Ichigo se sorprendió por un momento hasta que vio la flecha en el pecho del guardia.

Una flecha.

— ¡Arquero! — gritó uno de los guardias, señalando uno de los balcones internos dentro del templo.

Una segunda flecha voló y esta vez golpeó el brazo de un soldado que se había movido para protegerlo.

Ichigo tardó unos segundos en reaccionar y tomar a Rukia en sus brazos para hacerla tumbarse en el suelo, cubriéndola con su cuerpo para protegerla. Ella estaba confundida, podía verlo en sus ojos, pero él no la escuchaba en ese momento; sus sentidos estaban todos puestos en los guardias que se movilizaban entre gritos.

Un segundo guardia cayó al suelo con una flecha en la garganta.

Quien estaba disparando las flechas era un arquero experimentado, ya que no huyó en el momento en que fue descubierto y pudo disparar al menos dos flechas más aprovechando la confusión. Eso era malo.

El capitán de la guardia comenzó a dar órdenes en medio del pánico de la gente que intentaba huir del templo de las Deidades. Los soldados se movilizaron para formar un muro con los escudos para proteger a Ichigo y Rukia de la posibilidad de que un segundo arquero estuviera esperando para atacar, pero Ichigo no se movió de la posición en la que estaba.

La gente huyó, al igual que el arquero, y en el templo solo quedaron Ichigo, Rukia, el sacerdote y los guardias quienes no se relajaron de su posición. Cuando el capitán de la guardia estuvo seguro de que ya no había ningún peligro dentro del templo, ayudó a Ichigo y Rukia a levantarse del suelo.

Ichigo estaba preocupado por Rukia, pero al tenerla cubierta con su cuerpo se había concentrado en lo que estaban haciendo los guardias, así que mientras se levantaba del piso y fue completamente consciente de Rukia, sabiendo que ya no había ningún peligro dentro del templo, Ichigo pudo ver miedo en la mirada de su esposa.

— ¿Qué pasó? — Preguntó Rukia, que se sostenía con fuerza del brazo de Ichigo. Ichigo pudo sentir que Rukia estaba temblando, al igual que su voz cuando habló, y le empezó a acariciar el brazo para tratar de calmarla.

— Un arquero. — respondió Ichigo antes de abrazar a Rukia con fuerza contra su pecho. — ¿Estás bien? ¿Te lastimé? ¿Estás herida?

Ichigo no quería imaginar lo que podría haber pasado si una flecha hubiera alcanzado a Rukia; estaba asustado, pero más que asustado, Ichigo estaba furioso. Rukia lo abrazó con fuerza, la sintió estremecerse de nuevo y solo pudo acunarla en sus brazos en silencio en ese momento.

El abrazo de Rukia fue lo único que evitó que su furia se descontrolara en ese momento.

— Rukia, háblame. Al menos dime si te lastimé. — susurró Ichigo después de besar la cabeza de Rukia.

— Estoy bien, de verdad... no me lastimaste; simplemente fue muy rápido. — respondió Rukia.

Ichigo nuevamente escuchó el miedo en la voz de Rukia y se sintió impotente porque no sabía cómo darle seguridad en ese momento; lo único que podía hacer era abrazarla.

Estaban en el templo de las Deidades y se suponía que era un lugar seguro, se suponía que los soldados debían comprobar que todo estaba bien. El abrazo de Rukia nuevamente evitó que su furia se descargara con los soldados que aún estaban allí por no ser capaces de hacer lo único que él había hecho su prioridad.

— Comandante, atrapamos al arquero. Lo llevaremos a las mazmorras de la Casa de Justicia. — Informó uno de los guardias, llegando momentos después de que el templo de las Deidades estuviera vacío. Los soldados incluso impidieron que el sacerdote se les acercara.

Rukia todavía lo abrazaba, tratando de calmarse y recuperarse de la situación que habían vivido unos instantes antes.

— Vigila al arquero, que nadie se le acerque, si algo le pasa a ese hombre, el responsable recibirá el castigo. — Miró a uno de los guardias. — Y que alguien vigile al Sacerdote, si habla con alguien, quiero saber hasta el más mínimo detalle.

Las órdenes de Ichigo se llevaron a cabo de inmediato, incluso el Sacerdote parecía molesto por la orden de ser observado, pero Ichigo no iba a dejar nada al azar.

Ichigo notó los ojos de Rukia mientras se separaba de ese abrazo y pudo ver el miedo cristalizado en forma de lágrimas que ella se negaba a derramar; en ese momento él sintió un miedo irracional que recorrió su columna vertebral como un latigazo. Era el miedo de que Rukia ya no estuviera en el mundo, que lo dejara solo.

No le gustaba ver a Rukia así, tan vulnerable y pequeña en sus brazos; si el arquero no hubiera fallado el tiro... Ichigo no quería terminar ese pensamiento.

— Amor mío, tengo que averiguar qué pasó. Te enviaré al Palacio con un guardia para que llegues segura y...

— ¡No! No quiero... no me alejes de ti, por favor. — La súplica en la voz de Rukia hizo que Ichigo sintiera que se le encogía el corazón.

No podía negarse a lo que le pedía, no quería alejarse de ella dejándola tan vulnerable, y asintió a lo que ella pidió. La llevaría con él a la Casa de Justicia.

Ambos salieron del templo de las Deidades escoltados por los guardias y subieron al carruaje que los había llevado allí. Rukia se quedó en silencio, algo habitual en Rukia cuando algo la sobrepasaba, e Ichigo la abrazó sin decir nada porque él estaba pensando en ese arquero y las razones de ese ataque.

El ankh le hacía cosquillas en los dedos mientras más pensaba en esa situación.

Al llegar a la Casa de Justicia, Ichigo salió del carruaje y ayudó a Rukia a bajar. Los guardias estaban más alerta que de costumbre, todo bajo la premisa de que podría haber otro arquero esperándolos si el primero fallaba, y ambos fueron escoltados al interior de la Casa de Justicia cubiertos por escudos.

La noticia del intento de asesinato al príncipe del reino se había extendido tan rápido como la pólvora, y la primera persona que los saludó al llegar fue su tía Kukaku, quien parecía genuinamente preocupada por lo que había sucedido y le preguntó si él estaban bien.

— Estoy bien, tía. ¿Podrías hacerle compañía a Rukia? Tengo que ver a ese arquero. — El enojo dentro de Ichigo se reflejó en su voz. Él no se dio cuenta pero detrás de sus palabras sonó un gruñido muy suave.

— Sí, por supuesto. — aceptó su tía, haciéndose a un lado para ir con Rukia que aún se aferraba a él.

Ichigo asintió, se giró para ver a Rukia e hizo que ella soltara su brazo de una manera gentil. Rukia no se resistió en ese momento, solo miró a Ichigo a los ojos e Ichigo pudo ver el miedo en la mirada de Rukia; antes de decir algo, le acarició el rostro con suavidad.

— Princesa mía, solo será un momento. Mi tía se ocupará de ti, necesito saber qué está pasando aquí. — Habló en un tono que pretendía ser tranquilo, pero en esos momentos la ira era lo que se escondía entre sus palabras.

— Está bien. Te esperaré aquí, pero no te demores. — La voz de Rukia aún estaba mezclada con nerviosismo y miedo. Ichigo quería quedarse con ella, pero no podía hacerlo, debía averiguar quién había enviado al arquero.

— Regresaré lo más rápido que pueda. — prometió Ichigo, y Rukia asintió.

Le dio a su tía una mirada significativa y se dirigió al calabozo, siguiendo a uno de los guardias que había escoltado al arquero cuando lo encerraron. A lo lejos escuchó a su tía Kukaku dar órdenes a los soldados de montar una guardia en la Casa de Justicia y avisar al Señor de Visnia que debía estar allí lo antes posible.

Ichigo llegó a las celdas del calabozo y la única luz que entraba en ese lugar era a través de una ventana enrejada en la parte superior de la pared; eso era lo único que conectaba las mazmorras con el exterior y el tamaño era tan pequeño que era imposible escapar allí.

El olor a humedad y corrupción humana llenó la nariz de Ichigo, no importaba si antes lo hubiese olido, era algo a lo que nadie se podía acostumbrar. El guardia lo guió con una antorcha iluminando el camino hasta que llegaron a la celda donde había un hombre encadenado.

El guardia abrió la puerta de la celda e Ichigo entró enfocando su mirada en el hombre cuyas manos estaban encadenadas sobre su cabeza, de cuya boca chorreaba sangre y que tenía un torniquete en su pierna izquierda que estaba manchada de rojo; seguramente una de las flechas le había dado en la pierna y lo habían detenido de esa manera.

Ichigo estaba realmente furioso y podía sentir como el ankh revoloteaba entre sus dedos esperando ser liberado, el tatuaje en su espalda empezaba a despertar y poco a poco Ichigo se acercó a ese hombre, que había comenzado a suplicar por su vida en cuanto lo vio.

El guardia que lo había llevado a la celda se quedó vigilando la puerta que había sido cerrada, dándole a Ichigo la privacidad que necesitaba.

— ¿Quién te envió? — preguntó Ichigo con una voz tan hostil y peligrosa que el arquero se calló y tragó saliva. — ¡Quién te envió!

Ichigo gritó y apretó la pierna con el torniquete haciendo que el hombre gritara de dolor. Él sabía que debía controlarse o iba a matar al hombre antes de que pudiera confesar algo, porque el ankh en sus dedos cortaba la piel del hombre como un cuchillo afilado haciéndolo sangrar más.

— ¡Su Alteza! ¡No sé nada! — gritó el arquero. Ichigo casi podía saborear el miedo y el dolor en el hombre. — ¡Tenga piedad de mí, alteza!

— ¿Piedad? ¡¿Piedad?! — gritó Ichigo y su mano se llenó de sangre que comenzó a brotar del torniquete en la pierna del hombre. — ¡Casi matas a tu príncipe! ¡Al que se supone que debes proteger con tu vida! ¡A tu maldito comandante! ¿Y te atreves a pedirme piedad? ¡Ah!

— ¡No! ¡No! — Los ojos del hombre se abrieron en pánico. Ichigo apretó la pierna herida haciendo que el hombre gritara hasta que lo hizo llorar de dolor. — ¡Usted no era el objetivo, alteza! ¡Usted no era el objetivo!

Ichigo relajó su agarre en la pierna del hombre cuando dijo eso, dándole un respiro al arquero, que estaba temblando incontrolablemente.

— ¡Habla! ¡Habla o te juro que te haré experimentar el terror más puro antes de matarte! — amenazó Ichigo y el arquero, entre lágrimas y jadeos, asintió.

La tortura con el ankh era más eficaz que la tortura ordinaria.

— El objetivo era la princesa. — confesó el arquero, jadeando. — Llegó la orden del rey de ejecutarla por ser hija de un traidor.

Ichigo estaba a punto de matar al arquero después de su primera frase, pero esas últimas palabras lo detuvieron. Le sorprendió esa revelación, el rey no podría hacer ejecutar a alguien así, no sin juicio, y mucho menos podría dar la orden de ejecutar a una princesa de esa manera. Debía de haber un error ahí; Ichigo se negó a creer las palabras del arquero.

— ¿Estás culpando al rey? — preguntó Ichigo agarrando al hombre por el cuello, apretándolo con fuerza y haciéndole difícil respirar. — ¿Viste al rey dar esa orden?

El arquero negó con la cabeza. La mano de Ichigo apretando el cuello del arquero le hizo imposible decir algo al hombre y la falta de aire lo hizo intentar liberarse de una patada, pero los grilletes en sus tobillos lo impidieron.

— ¡Dime quién te dio la orden de asesinar a mi esposa! — gritó Ichigo y soltó al arquero que comenzó a toser sangre y a boquear por la necesidad de aire.

— Solo me llegó la orden; mi deber es servir al rey. Tenía el sello del rey y me dispuse a cumplir. — repitió el arquero, tratando de recuperar el aliento.

Ichigo, en un ataque de furia, volvió a apretarle la pierna con el torniquete al arquero. Ichigo sentía que el ankh emanaba de sus manos haciendo que su agarre doliera más de lo normal y la herida en la pierna del arquero sangrara profusamente. El arquero diría cualquier cosa para salvar su vida, incluso decir que el rey dio la orden.

Los gritos del arquero resonaron en las paredes de la celda. Ichigo seguía haciendo preguntas pero el hombre seguía repitiendo lo mismo una y otra vez.

— Es tu última oportunidad, ¿quién te ordenó matar a mi esposa? — preguntó Ichigo de nuevo, notando que el hombre se había desangrado casi por completo y ya no podía mantener la cabeza erguida.

— Fue el rey... fue el rey. Tenía el sello del rey. — repitió el arquero, escupiendo sangre mientras trataba de pronunciar las palabras.

Ichigo, sabiendo que el hombre estaba a punto de morir sin decir nada más que lo que había estado repitiendo antes, hizo lo que mejor sabía hacer con ese don de la guerra: mató al arquero.

El señor de Visnia llegó momentos después de la muerte del arquero; el cadáver del hombre todavía sujeto con los grilletes en las muñecas, colgaba inerte en un charco de su propia sangre. Ichigo estaba de pie junto a la puerta de la mazmorra, dentro de esta, con los brazos cruzados contemplando silenciosamente ese cadáver.

— ¿Que pasó aquí? — preguntó su tío después de ver al guardia que estaba allí y que parecía demasiado conmocionado por algo.

Ichigo dejó de mirar el cadáver y enfocó su mirada en su tío, quien lo estaba mirando fijamente.

— Fue ejecutado por traición al reino. — respondió Ichigo con calma; con esa calma que era peligrosa y asustaba a cualquiera que no lo conociera. — Trató de asesinarnos a mí y a mi esposa y culpó al rey diciendo que era una orden directa de él.

— El rey nunca haría tal cosa. — agregó su tío, sorprendido por lo que había dicho. — ¿Te dijo quién lo envió?

— No, ni siquiera con toda la tortura dijo algo diferente. Quien esté detrás de esto, está moviendo sus piezas de una manera muy astuta. — Ichigo hizo una pausa y relajó su postura. — Era un arquero de Adelaar, le envió alguien del castillo.

— Informaré de esto al rey; alguien está tratando de matarte y no podemos permitirlo. — El Señor de Visnia le indicó al soldado que bajara el cuerpo.

Todos eran hombres de guerra, habían visto más muertos de los que podían desear y no se sentían tan incómodos al estar al lado de un cadáver.

Eran simplemente una bolsa de carne y sangre, como los animales.

— No. Ya se lo dije, era un enviado de Adelaar; alguien me quiere muerto y yo sé quién es. — Ichigo miró a su tío. — No informe al rey, tío. El mensajero que llevará el informe será el que informe de lo sucedido al rey, o al responsable de esto.

— ¿El mensajero? — preguntó su tío con incertidumbre.

— El que seguramente llegó junto con el arquero. El rey envía un mensajero para que los informes de las ciudades le lleguen tan pronto como yo los haga. — Ichigo pudo ver por la expresión de sorpresa de su tío, que él no esperaba esa información. — Sí, el rey me vigila.

Hubo un silencio en esa mazmorra que solo fue roto por el sonido de las cadenas al ser removidas del cadáver de ese arquero. Ambos se quedaron así, en silencio, hasta que volvieron a estar solos.

Ichigo no temía que los guardias dijeran algo sobre lo que habían hablado allí, y el guardia en la puerta estaba demasiado asustado para hablar sobre cualquier cosa que hubiera visto u oído.

— ¿Lo torturaste hasta la muerte? — preguntó el Señor de Visnia, había más curiosidad que reproche en el tono de su voz.

— No, se desangró hasta morir. Tenía una pierna herida por una flecha y murió desangrado. — mintió Ichigo con una naturalidad abrumadora.

— Kaien estuvo aquí en su luna de miel. Trató de convencerme de que lo apoyara en su reclamo al trono cuando el rey muriera. Parece que sabe que no estamos contentos con su nombramiento como heredero. — habló su tío llamando su atención del charco de sangre donde había estado el arquero.

— ¿Y te convenció? — preguntó Ichigo mirando a su tío directamente a los ojos.

Su tío dio un paso atrás cuando escuchó esa pregunta.

Rukia estaba asustada y ver a Ichigo ir por ese pasillo hacia las mazmorras la hizo sentir insegura.

La conmoción inicial de estar a punto de morir no había pasado, pero Rukia estaba tratando de controlarse en ese momento a pesar de que su mente no la estaba ayudando. Ichigo la había movido tan rápido que no había notado el dolor en sus brazos hasta que Kukaku la hizo sentarse en una de las sillas de esa oficina.

Al parecer, era la oficina del Señor de Visnia.

La tía de Ichigo dio varias órdenes antes de cerrar la puerta y Rukia la vio acercarse a ella con un vaso de líquido ámbar en las manos; de manera casi instintiva, Rukia se removió en su asiento en ese momento, sus nervios la hicieron temer incluso estar cerca de la tía de Ichigo en ese momento.

Ella necesitaba a Ichigo.

— Bébelo, te sentará bien. — Kukaku le ofreció el vaso y Rukia solo asintió antes de sostenerlo. Le temblaban las manos y tuvo que usar la otra mano para evitar que el contenido del vaso se derramara.

— Gracias. — susurró Rukia, convenciéndose de que la mujer frente a ella no la lastimaría. Tenía que confiar en que Ichigo no la dejaría sola con alguien que pudiera hacerle daño.

Rukia miró el contenido de ese vaso por un momento y cerró los ojos antes de beberlo todo de un trago. Era brandy o algún tipo de alcohol muy antiguo, porque la sensación del vapor de alcohol a través de su nariz le hizo apretar los ojos y toser.

Kukaku se rió antes de quitarle el vaso de manera fluida. Rukia estaba desconcertada, pero la sensación del alcohol en su boca la hizo olvidar por un momento ese evento y enfocarse en la sensación en su nariz y boca.

— Es brandy. Deberías beberlo con más calma. — Kukaku vertió un poco más de ese brandy en el vaso y se lo devolvió a Rukia. — Despacio, bébelo en pequeños sorbos.

— Gracias. — Rukia tomó el vaso pero no bebió el contenido, sino que lo sostuvo en sus manos sobre su regazo.

El brandy le hizo sentir calor, no aquél calor agradable del vino que había bebido el día anterior, sino un calor más agresivo lo que hizo que su corazón latiera con fuerza. Ya no le temblaban las manos, pero le volvían a sudar y el miedo y el estado de alerta aún estaban en ella haciéndola sobresaltarse por cualquier sonido que no pudiera reconocer de inmediato.

Afuera de la Casa de Justicia se podían escuchar a los soldados, a los capitanes que daban las órdenes y se les escuchaba al salir.

Rukia trató de recordar lo que había sucedido, pero en su mente solo estaba la expresión de sorpresa de Ichigo que se convirtió en enojo y preocupación. Todo había sucedido en segundos, que todo lo que había sucedido dentro del templo de las Deidades se parecía más al ruido de fondo en su memoria que a un recuerdo fresco.

Rukia recordaba haber girado la cabeza para ver lo que pasaba desde el suelo, pero solo vio pies que iban y venían en dirección a la salida del templo; luego volvió la cabeza hacia el lado opuesto y vio el cadáver de uno de los guardias, de cuya boca goteaba un hilo de sangre y cuyos ojos estaban abiertos por la sorpresa que no se borró con su muerte.

Era totalmente diferente saber sobre muertes y asesinatos, que ser víctima de un intento de asesinato y ver el cadáver de otra persona; un movimiento en el momento equivocado y ella habría sido el cadáver. Ichigo se había movido tan rápido para protegerla que le tomó un tiempo darse cuenta de que él era su escudo humano y si disparaban una flecha más, él habría muerto solo para salvarla.

Morir para proteger a su ser querido era una idea romántica en las novelas, pero en ese momento Ichigo estaba dispuesto a morir por ella y lo único que Rukia podía sentir era terror al saber que él podía morir.

Sin poder evitarlo, comenzó a llorar, sintiendo que el sollozo se formaba en su garganta y salía de su boca; sus ojos se llenaron de lágrimas y cuando trató de cubrirse la cara, tiró el vaso, derramando su contenido en el suelo.

— Eso es. Llora, llora mi niña. — susurró Kukaku antes de abrazar a Rukia. La tía de Ichigo se había sentado junto a ella momentos antes. — Todo estará bien.

Rukia cedió al abrazo y comenzó a llorar en el pecho de la mujer dejando fluir todos los sentimientos. Ellas no se habían presentado, Rukia sabía que la mujer era Kukaku, la tía de Ichigo, pero debido a toda esa situación las presentaciones habían quedado relegadas al olvido momentáneo.

Un grito ahogado sonó en la oficina y Rukia sintió a Kukaku tensarse en el abrazo y eso hizo que Rukia se separara de la tía de Ichigo secándose las lágrimas con el dorso de la mano. Se sentía un poco mejor, pero aún necesitaba a Ichigo con ella, necesitaba sentir la protección que le causaba estar cerca de él.

— Gracias. — susurró Rukia antes de que un segundo grito, que seguramente provenía de las mazmorras, se pudiera escuchar en esa oficina.

Rukia cerró los ojos, apretó los puños y respiró hondo. Ichigo seguramente estaba interrogando a quién intentó matarlos.

— No tienes que agradecer, eres parte de esta familia y en la familia nos cuidamos. — respondió Kukaku, aunque Rukia la sintió tensa por esos gritos.

Rukia sabía que Ichigo era un asesino y que poseía un don que era bastante oscuro. Ese don fue la causa de muchas muertes en Maranni y de la casi muerte de Byakuya y sin embargo, Rukia no tenía miedo de imaginar lo que Ichigo podría estar haciendo con el hombre que trató de matarlos.

— Ichigo está… — Kukaku dejó la oración sin terminar y Rukia notó la mirada de la tía de Ichigo sobre ella.

Rukia supuso que Kukaku no sabía de lo que era capaz Ichigo y por eso estaba tan nerviosa al escuchar esos gritos.

— Lo va a torturar hasta la muerte. — respondió Rukia sintiendo el anillo de compromiso palpitar en su mano.

La vida y la magia dentro de ese anillo se despertaron al mismo tiempo que Ichigo usaba el ankh, y por la forma en que se sentía el anillo, Rukia pudo distinguir la ira que fluía de Ichigo. Era algo que no podía explicar; ella simplemente lo sabía.

— Tenemos que detener a Ichigo. — Kukaku se levantó y Rukia la tomó del brazo. En ese momento se escuchó un grito aún más fuerte que los anteriores.

Kukaku se estremeció en ese momento.

— Es demasiado tarde. Ichigo no dejará vivir a ese hombre. — Rukia estaba extrañamente tranquila cuando dijo eso, sintiendo que su corazón latía al mismo tiempo que el anillo en su mano.

— ¿Por qué dices eso? — preguntó Kukaku un poco confundida y un poco asustada.

— Porque ese hombre intentó matarme. — respondió Rukia con sencillez, consciente de cómo se podían interpretar sus palabras.

Kukaku no dijo más y volvió a sentarse en su lugar; Rukia soltó el brazo de la tía de Ichigo y recogió el vaso que había caído al suelo.

El anillo se empezó a sentir poco a poco más tranquilo.