Advertencia: este capítulo puede contener temas delicados para algunas personas. Se sugiere discreción. Si cree que necesita ayuda con un problema similar, diríjase a la persona en la que más confía.
Los Ojos del Ruiseñor
Capítulo 47: Araña Verde
Otoño — x492 / 29 de septiembre
Había pasado casi un mes desde que el rey había hecho de Senna la "favorita de la reina", y la reina no estaba feliz a pesar de que lo parecía.
Ese título solo se le daba a la futura esposa del Segundo Príncipe ya la amante del rey cuando la reina no podía dar un heredero. Ser la "favorita de la reina" significaba que la chica estaría bajo el cuidado y la protección de la reina.
Nelliel sabía por qué el rey le había asignado ese título a Senna, y la respuesta era simple. La reina no toleraba a las amantes del rey, y el rey no iba a arriesgarse a que la reina matara a la hija de uno de los 13 Grandes Señores del reino.
— No importa si el Señor de Neikel está bajo investigación o no, matar a su hija sería un gran problema para la reina. — le había dicho Kaien a Nelliel, cuando le contaba lo que había pasado en esa oficina. — A la reina no le gustará, pero entenderá que el rey lo hace por su bien.
Nelliel se había reído junto con Kaien esa vez, porque en cierto modo, Kaien tenía razón. Si la reina mataba a Senna, ella estaría en problemas; incluso si la chica moría por "accidente", quien sería señalada como la culpable sería la reina, y eso no era bueno para la familia real.
La reina Masaki se había creado una fama muy cruel y ahora debía vivir con ello.
En los almuerzos familiares donde el rey y la reina estaban juntos, Nelliel podía sentir el deseo sádico de la reina de querer matar al rey; era más que nada, una batalla de voluntades entre rey y reina. Cada uno sentado a la cabecera de la mesa, uno frente al otro, mirándose y diciéndose todo con la mirada.
Esa confrontación solía terminar cuando se servía la comida y alguien tenía el valor de hablar.
Nelliel disfrutaba de esos momentos en los que podía sentir la tensión en el aire entre los reyes.
El rey tenía la gracia de no llevar a su amante a estos almuerzos, aunque en el castillo se rumoreaba que el rey solo se había acostado con Senna una vez y no la había visitado nuevamente. El deseo por la chica se le había pasado rápidamente al rey, pues también se rumoreaba en el castillo que el rey había ido a visitar a la reina en su habitación varias veces; aunque normalmente no tardaba mucho tiempo dentro de la habitación.
Nadie sabía lo que realmente estaba pasando por la mente del rey, pero fuera lo que fuera que el rey estaba haciendo con Senna, ya no era asunto de Nelliel; ella solo había movido ligeramente los hilos de esa red que se tejía en el castillo para crear el caos.
Nelliel quería tensar todos los hilos de esa red de tal manera que al final, cuando todos se enredaran en esa telaraña, solo ella y Kaien pudieran ser los que tuvieran el poder absoluto. Ella se desharía de todos uno por uno, al final solo quedaría el rey y cuando el rey muriera, no habría nadie que se opusiera a Kaien y su reinado.
Nelliel quería ser reina y haría lo que tuviera que hacer para conseguirlo.
Ella y Kaien estaban en un matrimonio de conveniencia y ambos lo sabían, pero era un buen matrimonio; nadie los había obligado, y se lo pasaban bien juntos. Durante el tiempo que ella había estado en recuperación, él había sido paciente y comprensivo, porque ambos querían lo mismo, tener un heredero que asegurara la posición de Kaien como heredero de la corona.
Kaien solía regalarle flores, las que crecían en el jardín privado de la reina, y solían almorzar juntas varias veces a la semana; dormían en la misma cama, a veces en la habitación de él, a veces en la habitación de ella, pero no dormían juntos todas las noches. Kaien siempre estaba ocupado, el rey le delegaba cada vez más responsabilidades como heredero y eso le dejaba poco tiempo libre para estar juntos.
Puede que Kaien nunca la llegara a amar como ella esperaba, pero mientras siguieran teniendo esa complicidad que tenían hasta ese entonces, Nelliel sería feliz. Después de todo, se las había arreglado para casarse con él, podría arreglárselas para pasar toda su vida juntos.
Al salir de la habitación de la doctora de la reina, luego de ese último chequeo donde la doctora le había dicho que podía estar nuevamente con Kaien de manera íntima, Nelliel conoció a Orihime que estaba junto a la puerta, como si la estuviera esperando y eso la sorprendió un poco.
— ¿Qué está pasando? — preguntó Nelliel mirando a Orihime, quien parecía muy animada. — ¿También vienes a ver a la doctora?
Fue lo primero que preguntó porque no podía pensar en otra razón por la que Orihime estuviera ahí. Ulquiorra le había comentado que Orihime no se sentía bien a veces, pero que Orihime le aseguraba que ella estaba bien. Quizás Orihime estaba enferma y no quería preocupar a Ulquiorra.
— La reina nos ha llamado, parece que va a empezar a planificar todo para La Noche de las Almas y nosotras seremos parte de los preparativos. — respondió Orihime y le mostró una gran sonrisa. Eso hizo que Nelliel descartara la idea de que Orihime pudiera estar enferma con algo. — Y vine por ti, porque quiere que nos reunamos con ella lo antes posible. Te estuve buscando por todo el castillo hasta que me dijeron que estabas aquí.
— ¿Ah, de verdad? — preguntó Nelliel y Orihime asintió sin perder la sonrisa.
Nelliel asintió y caminó con Orihime con dirección a la habitación de la reina.
A Nelliel le pareció extraño que la reina le pidiera a Orihime para que estuviera involucrada en los preparativos para la celebración de la Noche de las Almas; las que debían estar allí eran las princesas, pero Orihime, además de ser la esposa de Ulquiorra, había sido la Inamorata de Ichigo.
Lo único que había de princesa en Orihime, era lo que Ichigo podía haber dejado dentro de ella cada vez que la visitaba mientras eran amantes.
Nelliel sonrió al imaginar que la reina comenzaba a perder poder sobre la vida de los demás, porque el poder no muere, solo cambia de manos, y Nelliel sintió que sus manos serían las receptoras de todo ese poder.
Eso la hizo sentir muy bien consigo misma. Esa no era su guerra, pero Nelliel la aceptó cuando se casó con Kaien y ella lo sabía. En la guerra y en el amor, todo era válido; incluso el tensar los hilos de esa telaraña que se tejía en el castillo.
Orihime estaba hablando de lo emocionada que estaba de participar en las Celebraciones de las Almas, ya no como parte de la Corte de la Reina, sino como una de las encargadas de la realización. Nelliel solo escuchaba las ideas que decía Orihime, entre las que estaba el escribirle a su hermano para que le enviara un poco del chocolate que producían en Eikaran, y agasajar a los invitados al baile con postres.
El chocolate de Eikaran era famoso y realmente delicioso.
Nelliel lo había probado el día que se comió esas galletas que Yuki había traído para compartir con la reina, y estuvo de acuerdo con esa idea, por lo que le aseguró a Orihime que la apoyaría cuando se lo dijera a la reina.
— La doncella de Rukia hace unas galletas increíbles con ese chocolate. — Dijo Orihime con alegría. — La última vez estaba buscando a alguien que pudiera hacer galletas con chispas de chocolate y ella dijo que sabía cómo hacerlas. No sé dónde aprendió a hacerlas, pero le quedan increíbles. A Ulquiorra le encantan, pero sus favoritas son las peras al vino.
Nelliel estaba a punto de decirle a Orihime que le diera la receta a su cocinera, cuando antes de doblar la esquina de uno de los pasillos para ir a la habitación de la reina, se escuchó la voz de la reina. La reina estaba molesta y se notaba que estaba muy molesta por el tono de su voz, porque incluso si no la miraba, Nelliel podía imaginarse la expresión de enojo de la reina.
— Espera, la reina está regañando a alguien. — dijo Nelliel haciendo que Orihime se detuviera antes de doblar la esquina y ambas se quedaron escondidos, sin poder ver lo que realmente estaba pasando, pero prestando atención a lo que decía la reina.
Nelliel descubrió que la reina estaba regañando a Yuki y eso la hizo sonreír.
Yuki era el único factor que Nelliel no había anticipado.
Esa chica no estaba con Rukia, pero tampoco estaba en contra de ella. Yuki estaba haciendo lo que consideraba que sería beneficioso para ella misma, como el hacerse amiga de Kaien. A Nelliel eso no le gustó en absoluto aquella amistad, especialmente porque la chica era bastante similar a Rukia, y Nelliel todavía sospechaba que Kaien sentía algún tipo de atracción hacia Rukia.
El hecho de que Kaien le hubiera dado a Yuki un par de zapatos fue la causa de una pelea entre ellos. La chica era una Kuchiki, pero si se interponía en su camino, Nelliel no dudaría en deshacerse de ella como lo hizo con Miyako.
— Mi querido hijo. — Nelliel se sorprendió por completo al escuchar esa frase, no se había imaginado que Kaien estuviera allí. El tono de voz de la reina se había vuelto maternal en el momento en que habló con Kaien, pero lo que realmente sorprendió a Nelliel fue saber que Kaien estaba allí, con Yuki. Eso no tenía sentido. — Sabes que hay reglas y que no puedes entrar a la sala de Damas de la Corte. Si quieres pasar tiempo a solas con la señorita Yuki, debes convertirla en tu Inamorata y...
Nelliel ni siquiera terminó de escuchar esa frase, salió de su escondite y comenzó a caminar hacia la reina, quien parecía sorprendida de verla, al igual que Kaien y Yuki. Orihime fue tras Nelliel, tratando de detenerla, pero fue en vano.
Nelliel estaba completamente molesta por lo que acababa de escuchar y su mente trabajaba rápidamente, mostrándole escenas de todo lo que podría haber sucedido dentro de esa habitación con Kaien y Yuki; con cada escena que su mente creaba, su ira crecía más.
— ¿Inamorata? ¿Es en serio? — preguntó Nelliel, mirando a Kaien y luego a la reina. Ni siquiera se molestó en mirar a Yuki, quien se había estado escondiendo detrás de Kaien, que de alguna manera había movido subrazo para proteger a Yuki.
Nelliel estaba esperando una explicación de lo que acababa de escuchar en ese momento; la reina tenía que estar bromeando. La mujer que se suponía que estaba en contra de las amantes estaba sugiriendo que Kaien tuviera una; esas palabras ni siquiera deberían haber salido de la boca de la reina.
— Conoces las reglas, Nell. — respondió la reina, mirando a Nelliel de arriba abajo sin perder la calma, como si la estuviera valorando en ese momento. — Los príncipes pueden elegir un Inamorata si...
— ¡Pero el príncipe a quien usted lo sugiere, Majestad, está casado! — Nelliel alzó la voz, incapaz de controlar sus celos y su enojo; interrumpiendo lo que debería ser un sermón sobre las reglas y costumbres del castillo por parte de la reina. — ¡Ni siquiera debería sugerirlo, Majestad!
Kaien no decía nada, solo protegía a Yuki de una manera que hacía que Nelliel se sintiera aún más molesta.
— ¿No debería? ¿Por qué? — preguntó la Reina Masaki mirando a Nelliel, esperando una respuesta que Nelliel no pudo dar.
La reina miró a Kaien y Yuki, esta última todavía estaba escondida detrás de Kaien, y acarició la mejilla de Kaien con ese gesto maternal que siempre solía usar con Ichigo, y que Nelliel nunca había visto usar a la reina con Kaien.
— Mi querido hijo, conoces las reglas. Inamoratas para los príncipes y "Favoritas de la Reina" para los reyes. Un día serás rey, sé que sabrás tomar una buena decisión. — volvió a hablar la reina, ignorando a Nelliel.
— Madre… — la voz de Kaien sonaba confundida, quizás por las caricias o por palabras de la reina, Nelliel no podía distinguirlo porque estaba tan enojada que lo único que quería hacer era arrastrar a Yuki por el pasillo. — Lo sé y conozco las reglas.
— Me alegra que lo entiendas, querido hijo. — La reina se volvió para ver a Nelliel, quien apretaba los puños a los costados, refrenándose a sí misma de hacer algo imprudente. — Pensé que entendías en lo que te habías metido cuando dijiste que querías ser la reina, Nelliel. Prepárate para ser quemada, porque habrá mucho fuego en la corona que quieres tener. Orihime, ven conmigo, dejemos que Nelliel y Kaien solucionen este "malentendido".
La reina le dio una última mirada a Nelliel y se volvió para dirigirse a su propia habitación con Orihime caminando detrás.
Por un momento hubo un pesado silencio en ese corredor que solo fue roto por el sonido de los pasos de la reina que se alejaba de allí.
Nelliel miró a Yuki, y con un movimiento rápido trató de agarrar a Yuki del brazo para sacarla de su escondite detrás de Kaien; Nelliel iba a arrastrar a Yuki por el castillo si era necesario, solo para que la chica Kuchiki recordara que atraer la atención de Kaien era el peor error que podía cometer, pero Kaien la detuvo.
Kaien se movió dando un paso atrás, haciendo que Yuki también diera un paso atrás, y agarró la muñeca de Nelliel con fuerza, evitando que ella se moviera y no hiciera más que mirarlo.
— ¿Qué estás haciendo? — preguntó Kaien, molesto por la actitud de Nelliel, con un tono de voz algo parecido a un siseo.
Nelliel trató de hacer que Kaien le soltara la muñeca pero no pudo, le dolía la forma en que él la sostenía, pero no se quejó; el enojo era más fuerte que el dolor. Ambos se miraban el uno al otro, completamente enojados y sin pestañear.
— ¡Eso es lo que me gustaría saber! ¡Qué demonios estás haciendo! — exigió Nelliel mirando a Kaien, intentando de nuevo que la soltara, pero solo hizo que Kaien apretara más fuerte su muñeca. — ¡Llevamos menos de medio año casados y ya quieres una amante!
— Princesa Nelliel, no es lo que piensa...
— ¡Te callas! — gritó Nelliel, impidiendo que Yuki siguiera hablando. — Y sal por detrás de mi marido, si no quieres que...
— Si ella no quiere, ¿qué? — preguntó Kaien, que no había soltado la muñeca de Nelliel. Nelliel sintió que la furia corría bajo su piel de una manera caliente, como una oleada de lava, cuando vio que Kaien estaba defendiendo a Yuki. — ¿Qué le harás a esta chica? ¿Vas a pegarle? ¿Vas a matarla? Dime qué le harás, Nelliel. ¿Le harás lo mismo que le hace la reina a las amantes del rey?
Nelliel miró a Kaien, que en realidad parecía molesto, y luego a Yuki, que había dado un paso a la derecha, obedeciendo la orden de salir de detrás de Kaien.
— Entonces... ¿será ella tu amante? ¿Eso es? — preguntó Nelliel, renunciando a intentar que Kaien la soltara. — La estás vistiendo para que luego la vayas a desnudar. Primero los zapatos ¿y luego qué? ¿Un vestido? ¿Tendré que ver desfilar a la chica vestida de seda hasta tu habitación para que puedas cogertela?
Kaien soltó la muñeca de Nelliel en la última frase, y Nelliel aprovechó la oportunidad para alejarse de él. Ella quería pegarle, pero pegarle a un príncipe no era tan bien tolerado como las amantes; eso le pareció ridículo a Nelliel. Cuando se convirtiera en reina, se aseguraría de que no hubiera más Inamoratas o Favoritas de la Reina.
— La señorita Kuchiki no es mi amante, no será mi Inamorata, ni nada de lo que imagines. — Kaien se defendió de esa acusación. Nelliel pudo ver que su piel se ponía roja donde Kaien la había sujetado con demasiada fuerza. — La reina malinterpretó todo lo que vio. Sí, yo estaba aquí hablando con Yuki, pero no porque quisiera llevarla a la cama y...
— ¿Yuki? — Nelliel notó aquella manera tan familiar de Kaien al referirse Yuki. Kaien se sorprendió por esa pregunta y no pudo ocultar su sorpresa, dejándose a sí mismo en evidencia frente a Nelliel. — Dijiste "Yuki", hace un momento ella era "la señorita Kuchiki".
El silencio que siguió a esas palabras fue abrumador.
Nelliel sintió que su corazón latía con fuerza, incluso sus oídos zumbaban por el enojo que sentía en ese preciso momento contra Kaien, y se tuvo que recordar a sí misma que si quería ser reina algún día, tenía que saber cómo lidiar con algo así. Tenía que ser más inteligente que todos allí.
— Señorita Kuchiki, entre a su habitación, continuaremos nuestra charla otro día. — le dijo Kaien a Yuki, sin dejar de mirar a Nelliel quien había comenzado a frotar su muñeca debido a ese agarre tan brusco.
— Su alteza, no era mi intención… — Yuki trató de disculparse con Nelliel, pero Kaien la interrumpió.
— ¡Ahora! — La voz de Kaien era tan profunda, que Nelliel pudo sentir el enojo de Kaien en ese momento.
Yuki no dudó en obedecer esa orden y regresó al interior de la habitación, dejando a Nelliel y Kaien solos en ese pasillo.
Ambos se miraron de la misma manera en que el rey y la reina lo hacían cuando estaban juntos; en un reclamo silencioso y agresivo.
Kaien trató de acercarse a Nelliel, pero Nelliel dio un paso atrás impidiéndole acercarse a ella; Nelliel estaba tan molesta que lo último que quería era tener a Kaien cerca.
La idea de que Kaien la tocara, después de haber tocado a Yuki, le disgustaba.
— Hablaremos de esto cuando estés tranquila. — Finalmente Kaien habló. — No es nada de lo que estás imaginando. Te lo dije una vez, no tomaría Inamoratas a menos que fueras tú.
Nelliel no habló, solo miró a Kaien hasta que se fue.
Fue hasta ese momento que Nelliel se permitió soltar un grito de impotencia que resonó por el pasillo; amaba a Kaien, y si pudo soportar verlo con Miyako antes, podría soportar lo que estaba pasando en ese momento.
Nelliel, más que querer ser reina, quería a Kaien para ella y solo para ella, y haría lo que tuviera que hacer para lograrlo.
—
El dormitorio de las Damas de la Corte de la Reina estaba vacío, así que pararse detrás de la puerta y escuchar las últimas palabras de Kaien a su esposa, fue algo que Yuki podía permitirse hacer. Era la primera vez que veía al príncipe molesto, y aunque esa expresión daba miedo, una parte dentro de ella se sentía emocionada.
Yuki se apoyó contra la puerta del dormitorio y se llevó un par de dedos a los labios, acariciándolos mientras cerraba los ojos, recordando ese beso que el príncipe Kaien le había dado momentos antes de que salieran de esa habitación y la reina los descubriera.
Era la primera vez que Yuki besaba a alguien. Sintió que le temblaban las piernas en ese momento, cuando el príncipe la atrajo hacia él, abrazándola con fuerza por la cintura, y haciendo que ese beso fuera tan intenso que la dejó sin aliento.
El grito que escuchó fuera de la habitación la hizo dejar de fantasear sobre lo que podría haber pasado en esa habitación entre ella y el príncipe Kaien, y se apartó un poco de la puerta solo para sentarse y tratar de escuchar algo más, pero eso no fue lo que sucedió.
La puerta se abrió de golpe y Yuki cayó al suelo.
— ¡Estúpida! ¡Ten más cuidado! — gritó Yuki antes de darse cuenta de que la que había entrado a la habitación era Nelliel. — Su Alteza, disculpe. Pensé que era Riruka.
Yuki se disculpó de inmediato, tratando de levantarse del suelo, pero Nelliel se lo impidió poniendo un pie en su mano, aplastándola con fuerza. Yuki soltó un grito de dolor pero no trató de levantarse del suelo, era mejor que se quedara ahí si no quería tener los dedos rotos.
— Escúchame, pequeña perra. — dijo Nelliel, con ese tono de voz que era tan peligroso y que a Yuki le pareció que todos allí lo habían desarrollado, menos ella. — Se acabaron tus cinco minutos en el paraíso con el príncipe Kaien. ¿Me has oído?
— Su Alteza, yo no...
— ¡Te callas! — gritó Nelliel y puso más presión en la mano de Yuki haciéndola gritar de nuevo. — No me importa si ya te acostaste con el Príncipe Kaien o era tu intención hacerlo, te ordeno que te mantengas alejada de él.
— Su Alteza, yo no haría tal cosa. El príncipe está casado con usted; yo ni siquiera podría pensar en faltarle el respeto. — dijo Yuki, sabiendo que tenía que empezar a mentir para proteger su vida y la integridad de su mano. La princesa Nelliel estaba realmente molesta y después de escuchar las preguntas que le hizo el príncipe Kaien, Yuki prefirió no saber qué podría ser capaz de hacerle la princesa. — Nunca, jamás trataría de acostarme con el Príncipe Kaien.
— ¿Nunca? ¿Y por qué la reina lo descubrió saliendo de esta habitación contigo? — preguntó Nelliel, sin quitar el pie de la mano de Yuki, que aún estaba en el suelo resistiendo el dolor que le causaba.
— El príncipe Kaien se ofreció a acompañarme, solo eso. — Yuki sentía tanto dolor en su mano que sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. — Dijo... dijo que la visitaría a usted... solo eso. Su alteza, el príncipe es honorable. El príncipe la respeta. Puede preguntarles a los sirvientes que nos han visto paseando por el castillo, el príncipe solo habla de usted.
Esa última frase hizo que Nelliel dejara de pisar la mano de Yuki, haciendo posible que Yuki se levantara rápidamente del suelo y se inclinara ante Nelliel; todo sin levantar la vista más de lo necesario y sin dejar de frotarse la mano para mitigar el dolor.
Una cosa era discutir con las Damas de la Corte y otra muy distinta tener una princesa, que sería la futura reina, como enemiga.
— ¿Oh sí? ¿Y qué dice el príncipe Kaien de mí? — preguntó Nelliel. Yuki pudo ver la incredulidad de la princesa en esa pregunta y mentalmente maldijo su suerte.
— Dice que está muy feliz con usted y que está muy enamorado. — Dijo Yuki lo primero que le vino a la mente, imaginando que eso sería lo que la Princesa Nelliel quería escuchar.
Yuki sintió la mirada de la princesa sobre ella, como si estuviera evaluando si creerle o no. En el momento en que la Princesa Nelliel sonrió, Yuki agradeció a las Deidades porque significaba que la princesa le había creído.
— Bueno, te creeré esta vez, pero si descubro que me has mentido, verás por qué caminar cerca del acantilado es tan peligroso. — Nelliel la amenazó antes de irse.
Yuki estaba en silencio, de pie en esa habitación, suplicando a las Deidades que su suerte no se acabara esa noche y frotándose la mano. Le dolía mucho y no podía mover los dedos, debía ir al médico a revisarse la mano, porque sentía que se le estaba hinchando.
—
Kaien estaba sentado en unos cojines en su habitación, con las ventanas abiertas, dejando que la brisa fresca de la noche entrara a la habitación y con las velas apagadas, lo que provocaba que la habitación estuviera en penumbras. Su mente estaba en lo que había sucedido esa tarde con la chica Kuchiki y Nelliel, y no pudo evitar sentirse culpable por su actitud y comportamiento.
Había lastimado a Nelliel y eso era imperdonable; ella no se merecía que él la tratara así.
Nelliel siempre fue clara con él sobre sus sentimientos y todo lo que ella le pidió fue que él fuera amable con ella, y esa tarde ni siquiera pudo hacer eso.
— ¡Por las Deidades! ¡Nelliel no se merece esto! — se quejó en voz alta, sintiéndose como un total idiota. — ¿Es tan difícil para mí cumplir una promesa?
Se hundió de nuevo entre los cojines y se cubrió la cara con una pequeña almohada, sofocando un grito de impotencia.
En toda la tarde no había dejado de pensar en que no actuó de la mejor manera e incluso imaginó varios escenarios posibles donde no se incluía lastimar a Nelliel como lo hizo esa tarde. Kaien había hecho tantas cosas mal ese día que realmente se sentía como un bastardo.
Kaien seguía preguntándose si lo que sentía por Nelliel era real. Seguía preguntándose si estaba realmente enamorado de ella, como había creído antes, o simplemente se estaba acostumbrando a ella y al consuelo que sentía a su alrededor.
Estar con Nelliel lo hacía sentir tan bien, que recordar cómo la había lastimado esa tarde lo hacía sentir peor, y recordar a la chica Kuchiki no lo estaba ayudando.
Quería engañarse a sí mismo diciéndose que había besado a Yuki solo porque era cuestión de un momento, pero en el fondo sabía que la verdad era incluso más insana que eso. Tan insana como el hecho de que el parecido físico entre Yuki y Rukia era demasiado grande.
Kaien gritó de nuevo con frustración sobre la almohada que cubría su rostro.
Si Yuki no lo hubiera separado de ella después de ese beso, la habría llevado a la cama allí mismo, solo por el hecho de que le recordaba a Rukia, y definitivamente a él le agradaba a Rukia. Lo peor de todo, era que Rukia no le había dado ninguna razón para que sintiera algo por ella, simplemente le gustó desde que la vio.
Kaien maldijo por primera vez su suerte y la educación que le habían dado, porque toda su vida le habían dicho que él se casaría con Rukia, y una parte de él la deseaba; pero él la deseaba como algo que se suponía que era suyo y que le fue arrebatado.
Sabía que tenía que hablar con Nelliel, pero antes de hablar con ella, tenía que encontrar una buena explicación a lo que había sucedido en ese pasillo; Nelliel era la única que lo conocía bien, ella sabría con solo mirarlo si él estaba mintiendo o no.
Otoño — x492 / 30 de septiembre
Lo que había sucedido el día anterior no le había permitido dormir mucho, y por un segundo, cuando se dio cuenta de que estaba amaneciendo y no había podido dormir más de un par de horas esa noche, Kaien se preguntó si lo que le estaba sucediendo le había sucedido a su padre cuando él había tomado a su madre como amante a pesar de estar comprometido y a punto de casarse.
Cada vez que Kaien le preguntaba al rey si alguna vez había amado a su madre, el rey eludía la pregunta de una forma u otra. Muchas veces Kaien llegó a pensar que su padre no amaba a su madre pero se sentía culpable por su muerte y por eso se había quedado con él.
Kaien ni siquiera sabía el nombre de su propia madre. Nadie mencionaba el nombre de su madre en el castillo, simplemente no hablaban de ella. ÉL solo sabía que la reina y su madre tenían una rivalidad que terminó con la muerte de su madre.
Por un momento, Kaien se imaginó a sí mismo pasando por esa situación, viendo a Nelliel y Yuki enfrentarse, convirtiendo el castillo en un campo de batalla. El rey no se divorció de la reina porque ella es la hija de un rey poderoso, y era mejor tener a Vayalat como aliados que enemigos, pero Nelliel no era la hija de un rey, ella era solo Nelliel.
Y Nelliel era su mejor amiga, quien lo había seguido hasta ese destino al casarse con él.
Kaien no podía imaginarse a sí mismo divorciándose de Nelliel, la apreciaba y la quería demasiado para hacerle eso. No quería humillarla más de lo que le había hecho al besar a Yuki.
Comprendía la situación y sabía qué hacer, pero recordar ese beso lo alteraba de la peor manera posible; Kaien sabía que cualquier cosa que hiciera con Yuki, solo sería para saciar su propio ego a costa del sufrimiento de Nelliel.
Cuando se aburriera de acostarse con Yuki, la chica sería enviada a su casa y sería casada con un Señor importante, pero el daño a Nelliel estaría hecho y sería irreparable. Las palabras que él mismo le dijo a Ichigo el día que encontraron la bañera del rey en la Noche de las Almas, regresaron a su mente.
"Les estamos haciendo un favor. Nos acostamos con esas chicas, y luego ellas se casan con alguien importante que tendrá el honor de saber que su esposa es tan hermosa que los príncipes se fijaron en ella".
Kaien reprimió un grito de frustración en la almohada, de nuevo, porque pensar en las cosas del reino era más fácil que pensar en los problemas del amor.
Sabía que cuanto más le tardara en hablar con Nelliel, más difícil sería, porque realmente no podía encontrar qué decirle o cómo justificar lo que sucedió con Yuki sin parecer un idiota; así que después de terminar su desayuno, y todavía con ojeras, fue a la habitación de Nelliel para hablar con ella.
Kaien llamó a la puerta un par de veces y una criada abrió la puerta lo suficiente para que él viera una parte del interior del dormitorio de Nelliel.
— Hazte a un lado. — ordenó Kaien, pero la criada de Nelliel no se movió. — ¿Eres sorda? ¡Hazte a un lado! — Kaien levantó la voz, pero la doncella no se movió.
— Su Alteza, la Princesa Nelliel no desea verla hoy. — La criada habló y cerró la puerta sin decir más.
Kaien se congeló en ese momento; Nelliel nunca había sido así, y eso lo desconcertó porque no entendía lo que estaba pasando. Volvió a llamar a la puerta y le pidió a Nelliel que lo dejara entrar, pero nadie respondió a la llamada.
— Déjala sola. — La voz de la reina Masaki lo sorprendió en ese momento. — Ella no quiere hablar contigo, y ni siquiera pienses en culparme por esto. Son tus acciones las que han hecho que Nelliel se sienta triste. Incluso el rey sabe que comete errores y asume las consecuencias.
Kaien no respondió porque precisamente lo primero que pensó cuando vio a la reina Masaki, fue culparla por haberlo encontrado en el pasillo con Yuki.
— Todo se regresa, Kaien. Ahora sabes lo que se siente, y ella también. Deja de traer le amantes al rey; es divertido deshacerse de ellas, pero es agotador. — Las palabras de la reina lo tomaron desprevenido. — No soy tan joven como antes.
— Lo haré, pero no porque me lo pidas, madre. Lo haré porque el rey tiene una amante a la que no puedes matar. — respondió Kaien, con esa sonrisa arrogante que rara vez usaba con la reina.
La reina negó levemente con la cabeza y sonrió.
— Eres tan joven, querido hijo, y tienes mucho que aprender. — respondió la reina, dándole a Kaien una caricia maternal en el rostro antes de irse de ahí, dejando que esas palabras flotaran en el aire.
Kaien no sabía a qué se refería la reina en ese momento, pero la reina le dejó en claro que ella definitivamente sabía que él era quien le llevaba las amantes al rey.
Y si la reina lo sabía, ¿por qué lo permitía? Esa pregunta hizo eco en la mente de Kaien y solo había una respuesta que él consideraba posible: el rey le decía a la reina sobre sus amantes y la reina se lo permitía.
Ante esa respuesta, una nueva pregunta se formó en la mente de Kaien. Si la reina sabía sobre las amantes del rey porque el mismo rey le hablaba de ellas, ¿tenían el rey y la reina un acuerdo sobre las amantes?
Kaien se rió al pensar en esa respuesta. Sería ridículo imaginar que el rey y la reina tuvieran un acuerdo sobre las amantes del rey; ellos no se llevaban bien y nunca lo harían. La reina solo decía eso para no quedar mal, ya que siempre se jactaba de saber todo lo que pasaba dentro del castillo.
"Ojos, oídos y dedos", era la frase de la reina para justificar que lo sabía todo.
Kaien miró hacia la puerta de la habitación de Nelliel, sabiendo que incluso si llamaba de nuevo, ella no la abriría y suspiró. Tenía que admitir que la reina tenía razón y tenía que dejar que Nelliel se calmara.
Durante el resto del día no volvió al área de la reina, internamente estaba agradecido con eso porque le dio tiempo para pensar, aunque nunca llegaba a ninguna conclusión.
Aclarar sus sentimientos no era fácil, hablar de ellos con Nelliel tampoco lo sería, pero ella lo conocía tan bien que podía distinguir si lo que decía era cierto o no; solo tenía que esperar a que ella lo recibiera y quisiera hablar con él.
Ambos tenían mucho de qué hablar.
Kaien estaba pensando en la mejor manera de iniciar esa conversación con Nelliel, cuando un sirviente irrumpió en su habitación sin siquiera tocar la puerta; eso enfureció a Kaien, quien se levantó de su asiento pidiendo una explicación por tal falta de respeto.
— Su Alteza, la Princesa Nelliel está en el acantilado. — El sirviente estaba nervioso y asustado. — Ella no quiere volver, y tenemos miedo de acercarnos y que ella decida saltar.
Kaien tuvo un déjà vu en ese momento, porque esas mismas palabras le habían dicho la tarde en que Miyako se había arrojado por ese acantilado; esto tenía que ser una cruel broma del destino. Su miedo más profundo volvió a salir a la luz, perder a Nelliel, que era su mejor amiga y compañera.
Salió corriendo de su habitación lo más rápido que pudo, y no se dio cuenta cuando llegó al acantilado donde estaba Nelliel hasta que estuvo allí; el sirviente no le dijo, pero Kaien no tuvo problemas para encontrarla.
Nelliel estaba de pie cerca del borde del acantilado, en el mismo lugar donde Miyako se había arrojado, y eso llenó de miedo a Kaien.
Ella miraba al vacío, con su largo cabello suelto que se movía con el viento que subía por el acantilado, con el mismo vestido que había usado el día anterior y sin zapatos.
Kaien inmediatamente centró su mirada en las muñecas de Nelliel, temiendo que ella hubiera hecho lo mismo que Miyako, y agradeció mentalmente a las Deidades que Nelliel no tuviera heridas. Su corazón latía con fuerza, tenía miedo de que Nelliel cayera si no tenía cuidado, pero parecía que Nelliel no se había dado cuenta de que estaba allí.
— Nell. — La llamó de esa manera que solo usaba con ella cuando estaban solos, y descubrió que le temblaba la voz. — ¿Qué estás haciendo, mi querida Nell? El acantilado es muy peligroso. — habló de nuevo, tratando de controlar su miedo y los nervios que estaba sintiendo en ese momento.
Hubo un largo silencio, solo roto por el sonido del vestido de Nelliel movido por el viento. Kaien estaba ansioso, quería acercarse más a ella, tomarla de la mano y alejarla del borde, y al mismo tiempo tenía miedo de que ella saltara si él no podía sujetarla lo suficientemente fuerte.
Nelliel apartó la mirada del acantilado e inclinó ligeramente la cabeza; Kaien sabía que ella lo estaba mirando.
— La noche que perdí a nuestro hijo, esa noche soñé con Miyako. — Nelliel empezó a hablar. Kaien se sorprendió porque no sabía eso, Nelliel nunca se lo había dicho.
— Seguro que ella estaba feliz, ¿verdad? Ustedes dos eran mejores amigas. — se aventuró a decir Kaien, acercándose lentamente a Nelliel que no se movía de su lugar.
— Yo tenía a nuestro hijo en mis brazos. — continuó Nelliel, como si no lo hubiera escuchado. — Y ella me quitó a nuestro hijo, lo tomó en sus brazos y luego saltó al acantilado con él.
Nelliel dejó de mirarlo y miró hacia el acantilado. Kaien sintió un escalofrío ante las palabras de Nelliel, tanto por lo que dijo como por la forma en que lo dijo.
— Nell, mi querida Nell… — Kaien se acercó a Nelliel y trató de tomar su mano, pero él todavía no podía alcanzarla. Nelliel estaba de pie cerca del borde de un acantilado que era demasiado peligroso. — Hablemos de eso, pero aléjate de ahí. Ven conmigo, querida Nell.
— Muchas veces quise acercarme al acantilado y ver si era cierto, pero no lo hice. — Nelliel siguió hablando, ignorando lo que Kaien estaba diciendo o haciendo. — Hoy he venido y lo he escuchado, en el fondo del acantilado, el viento me trae su voz. Nuestro hijo está allí y me pide que lo recoja. Iré a buscarlo, quiero estar con él...
Nelliel dio un paso que provocó que una piedra cayera al vacío, se inclinó levemente, y antes de que pudiera dar el segundo paso que la haría caer, Kaien la agarró por la cintura y la empujó lejos del borde. Ambos cayeron sobre el césped y Nelliel comenzó a luchar para que Kaien la soltara.
— ¡Suéltame! ¡Suéltame! ¡Déjame ir con mi hijo! — gritaba Nelliel y Kaien solo podía abrazarla con fuerza para que Nelliel no pudiera levantarse e ir al borde del acantilado y hacer una locura. — ¡Suéltame! ¡No me toques! ¡Déjame ir con mi hijo!
Kaien estaba tratando de hablar con ella, de hacerle entrar en razón, pero Nelliel no parecía estar escuchando, y no tuvo más remedio que someterla hasta el punto de estar encima de ella, sosteniendo sus manos con fuerza contra el suelo y la hierba, para evitar que ella se levantara. Nelliel trató de hacer que la soltara, pero Kaien no lo hizo y Nelliel se calmó gradualmente de esa lucha hasta que comenzó a llorar.
— Por favor déjame ir. — suplicó Nelliel entre lágrimas. — Kaien, por favor. Estoy cansada, déjame ir, quiero ir con nuestro hijo.
Kaien sintió algo dentro de su pecho apretarse cuando la vio llorar así, cuando la vio rogarle que la dejara morir, porque eso era lo que sucedería si la dejaba ir. No se había imaginado que la pérdida de su hijo la hubiera afectado de tal manera.
— No Nell, no me pidas que te deje ir así. — respondió Kaien, tratando de controlar su respiración al igual que el miedo y el desamparo que sentía en ese momento. — Ambos sabemos que nuestro hijo no está allí, por favor no lo hagas. No me dejes solo.
— Ya no puedo con esto. — susurró Nelliel, mirándolo con los ojos llenos de lágrimas. — Si esta es la vida que me espera, entonces ya no la quiero. Te amo Kaien, pero mi amor no es suficiente para mantener esta farsa; no me amas ni me respetas.
— No Nell, lo hago, te amo Nell. — susurró Kaien, sin saber por qué lo había dicho en ese momento. Kaien solo quería que Nelliel dejara de llorar, no podía soportar verla así.
— ¿Me amas? — preguntó Nelliel. Kaien solo sintió ganas de llorar en ese momento cuando vio la duda y el dolor en los ojos de Nelliel. — Por un momento pensé que lo harías, pero creo que me equivoqué, lo que pasó entre nosotros fue solo conveniencia y lástima. Déjame ir al acantilado, con nuestro hijo, él es la única parte de ti que de verdad me ama, que está verdaderamente sola.
— Nell, no estoy mintiendo. Te amo, y sé que me equivoqué al no decírtelo antes. Sé que fue un error de mi parte lo que pasó con Yuki, pero no me hagas esto. No me castigues así. No me castigues con tu ausencia, no sabes cuánto te necesito en mi vida.
Kaien no podía soportar ver a Nelliel así, porque incluso allí, ella ni siquiera le estaba pidiendo que la amara, solo que la dejara morir, y eso lo llenaba de miedo y dolor. No entendía por qué Nell no creía en él, no entendía por qué ella no le creía cuando él le decía que la amaba.
Kaien no quería creer que la había lastimado demasiado.
— No me necesitas, Kaien. — susurró Nelliel, un poco más tranquila, pero aún con lágrimas en los ojos. — No fue tu error, fue el mío por pensar que algún día sentirías algo por mí. Podría haber sido feliz contigo, como tu amiga, incluso como tu amante, aunque nunca nos hubiéramos casado, sabiendo que nunca podríamos tener hijos… pero ahora, por cada momento de felicidad siento uno igual o peor de tristeza. No quiero una vida como esta. ¿Por qué me hiciste esto Kaien? Si te amo tanto, ¿por qué me haces esto?
— Nell... yo... yo... — Kaien no supo qué responder y lo único que pudo hacer fue soltar las muñecas de Nelliel.
Nelliel movió levemente la mano y entrelazó sus dedos con los de él. Kaien pensó que Nelliel se había calmado, que se había dado cuenta de la locura que iba a hacer, y apretó los dedos de Nelliel con un poco de fuerza, sintiéndose aliviado en ese momento.
— En nombre de las Deidades, me divorcio de ti... me divorcio de ti...
— ¡NO! — gritó Kaien impidiendo que Nelliel terminara esa frase. — No, no, no... No me hagas esto, Nell.
— No me dejas reunirme con nuestro hijo, no me dejas divorciarme de ti. Eres demasiado cruel conmigo, Kaien. — Nelliel soltó la mano de Kaien, pero él no soltó la mano de Nelliel. Nuevamente los ojos de Nelliel se llenaron de lágrimas. — No merezco esta crueldad de tu parte. ¿Qué quieres de mí, Kaien? Dime, porque no lo sé.
— Te amo, Nell. Te quiero, te necesito a ti y a todo lo que representas. — Kaien empezó a hablar, incapaz de reprimirse más sabiendo que estaba a punto de perder a Nelliel. — Me casé contigo porque eres mi mejor amiga, eres la única que conoce como soy realmente.
— Pensé que te conocía. Ahora no sé nada.
— ¡No! Eres la única que me conoce. Fui un estúpido, lo sé... No soy perfecto, pero no me dejes. No puedo imaginarme un día y saber que no estarás aquí, que no vendrás a besarme solo porque me viste tan serio. Te necesito Nell, necesito a mi mejor amiga.
Nelliel lo miró fijamente por un momento y miró hacia otro lado antes de asentir lentamente a lo que dijo Kaien.
— Puedes bajarte de mí, te prometo que no saltaré por el precipicio. — susurró Nelliel y Kaien se sintió aliviado. Nelliel se volvió para verlo y le dedicó una mueca que parecía una sonrisa demasiado forzada. — Cometí un error, pero no lo volveré a hacer. No puedo dejar a mi mejor amigo solo, ¿qué tipo de mejor amiga sería si lo hiciera?
Kaien no supo cómo responder a las palabras de Nelliel, ni siquiera supo quién lo ayudó a levantarse. Vio a los sirvientes acercarse y ayudar a Nelliel, vio a Orihime abrazarla y nuevamente escuchó a Nelliel llorar; en ese momento Kaien supo que había destruido algo dentro de Nelliel que no podía reparar tan fácilmente.
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