Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 49: Manipuladores


Otoñox492 / 5 de octubre

Cuando Raiza ingresó al castillo de Adelaar, no lo hizo como una de las Damas de la Corte de la Reina o como la hija de un señor importante que fue invitado; Raiza entró al castillo como una simple doncella más del servicio. Para ser específicos, Raiza era la niñera del pequeño príncipe Ehan, hijo del príncipe heredero Naim y su Inamorata.

En ese momento, Raiza ya tenía 17 años y fue llevada al castillo por recomendación de la esposa de un Señor que buscaba ganarse el favor del rey; Raiza era la niñera de esa familia.

Naim era el heredero al trono e hijo de la Favorita de la Reina. En ese momento, la primera vez que Naim vio a Raiza, él tenía 20 años.

El príncipe heredero Naim nació siguiendo las tradiciones de la herencia. La reina había caído enferma y con su cuerpo debilitado por la enfermedad, no había podido dar a luz a un heredero, por lo que recurrió a la Favorita de la Reina. Tenía que nacer un heredero, y eso fue lo que pasó.

Su propio origen nunca se ocultó al príncipe Naim. Quizás eso fue lo que le ayudó a ser un buen hombre en un principio, porque cuando su Inamorata quedó embarazada, siguiendo las leyes de la herencia de los príncipes, la chica se quedó en el castillo con el bebé.

Raiza era la niñera de ese bebé.

El príncipe Naim podía casarse con quien quisiera, y aunque parecía que se iba a casar con la madre de su hijo, la presencia constante de Raiza provocó que la atención del príncipe se centrara cada vez más en ella. Todo esto llegó al punto en que Raiza comenzó a recibir regalos del príncipe Naim con la excusa de que estaba agradecido de que ella cuidara a su hijo.

Raiza, cuando era joven, era realmente hermosa.

Aunque era solo una muchacha que creció en una granja cuidando a sus hermanos pequeños, había prestado atención a las clases que daban en las escuelas públicas y tenía suficientes modales para lucir encantadora y salvaje al mismo tiempo; además de conocimientos suficientes para cuidar a los niños pequeños.

Su destino cambió una noche en que el príncipe Naim ya no pudo contener sus deseos por ella y le declaró sus intenciones.

Raiza tenía clara su posición y sabía que solo sería la amante del príncipe, y aun así accedió a convertirse en su Inamorata, desafiando todas las reglas del castillo; ella era una doncella de servicio, no la hija de un señor importante. Aquello era escandaloso.

La madre del hijo del príncipe no fue expulsada del castillo, pero tuvieron que conseguir una nueva niñera, y Raiza comenzó a asistir a clases dentro del castillo. No eran buenos tiempos para Raiza porque las hijas de los señores la despreciaban cuando la veían; no podían tolerar que una simple sirvienta fuera tratada incluso mejor que ellas solo porque el príncipe estaba encaprichado con ella.

Los Inamoratas solían casarse con Lores o Jefes Militares, por lo que Raiza tuvo que aprender todo lo que le enseñaron en el castillo en el menor tiempo posible, porque tener la atención del único príncipe no aseguraba su estancia permanente en el castillo. El príncipe aún no había elegido con quién casarse, y la lucha por su atención fue abrumadora; aunque Raiza nunca tuvo que esperar por su atención. El príncipe estaba realmente fascinado con Raiza.

Naim podía optar por no casarse, pero el trono se heredaba por linaje y matrimonio, por lo que sus hijos no podían heredar el trono si él no estaba casado con la madre de sus hijos. El trono lo heredaría su primo, o el hijo de su primo; aunque eso tampoco molestaba mucho al príncipe heredero.

Una situación era ser solo otro bastardo más, y otra completamente diferente era ser un bastardo adoptado por la reina como un hijo legítimo, que nació de una favorita de la reina como un recurso para que el rey mantuviera su linaje.

Siempre debe haber una reina.

Pero Naim sí decidió casarse, y un día de verano, en el palacio del Sol de Visnia, le propuso matrimonio a Raiza con el anillo ancestral de la familia. El anillo azul de la reina.

Cuando nació Isshin, el príncipe Naim le dio dos obsequios a Raiza.

El primer regalo fue que hizo cumplir la regla de los bastardos y envió a su hijo, y a la madre de su hijo, de regreso a su ciudad natal. El príncipe Ehan dejó de ser príncipe y, cuando alcanzara la edad necesaria, sería incluido en el ejército. La regla de los bastardos era clara, y esa era la forma de deshacerse de los bastardos con honor.

El segundo regalo fue la granja donde se había criado ella, y que estaba fuera de los registros de propiedad del reino.

Esa granja era la misma granja donde Rukia se reía de la incapacidad de Ichigo, Renji y Uryu para atrapar un pollo.

Esa granja había sido registrada a nombre de Ichigo y Rukia Kurosaki, y fue un regalo de la reina madre para ellos, para cuando quisieron escapar de la rutina del mundo por un par de días, porque la corona que querían obtener sería realmente pesada.


Otoñox492 / 6 de octubre

Isshin estaba en su habitación, mirando por la ventana el bosque que comenzaba a cambiar de color y pensando en todo lo que le había pasado ese año; todo parecía ir muy rápido y no se había dado cuenta de cuando el año estaba por terminar.

El otoño se sentía cada vez más en el ambiente, pues junto con el cambio de color de las hojas de los árboles, también comenzaba a sentirse más frío dentro del castillo debido al mar, y debían de cambiar las cortinas por unas que evitaran el paso del frio y la niebla.

El rey seguía pensando en el destino de Ulquiorra y en el hecho de que tenía que desterrar al niño que cuidó desde pequeño y que vio crecer. Ese día en especial no dejaba de pensar en la mirada de Lord Cifer cuando se embarcó aquél día en ese viaje diplomático.

— Si muero en este viaje, tú cuidarás de mis hijos, mi viejo amigo. — La voz de Lord Cifer tenía esa mezcla de diversión y preocupación. Todos los viajes eran peligrosos y ambos lo sabían.

— ¡Imposible! ¡Regresarás antes de fin de año y nos iremos a cazar! — respondió Isshin tratando de aligerar esa despedida.

Ambos hombres se despidieron, el barco zarpó e Isshin regresó al castillo con ambos niños.

Los padres de Ulquiorra y Nelliel no regresaron, ni siquiera pudieron encontrar sus cuerpos, y Masaki adoptó a esos dos niños como sus protegidos.

Ulquiorra era mayor que Kaien y durante un tiempo, cuando Kaien era pequeño, siguió a Ulquiorra a todas partes; Isshin tenía la impresión de que Kaien veía a Ulquiorra como una especie de hermano mayor. Incluso cuando Kaien comenzó a entrenar, fue Ulquiorra quien lo ayudó con su entrenamiento.

Isshin, el rey, podía entender la razón del exilio de Ulquiorra, pero el padre no podía entender por qué imponer un castigo tan severo; Isshin, el padre, solo quería una degradación de general a soldado, pero el rey quería una ejecución.

Las decisiones eran difíciles cuando se trataba de personas cercanas y queridas.

Isshin suspiró y la imagen de Nelliel suplicando por la vida de su hermano volvió a su mente; incluso Kaien se había levantado para ir a la Cúpula, aunque se suponía que no debía caminar, para que los Consejeros oyeran que no quería continuar con la sentencia de ejecución.

Al final, luego de una larga charla con los Consejeros, se concluyó que si no podían matarlo, al menos debían castigarlo; y Kaien sugirió el exilio como castigo. Todos aceptaron esa sentencia excepto Nelliel, que no quería perder a su única familia.

— Su Majestad. El príncipe Ichigo está entrando en los terrenos del castillo. — Dijo uno de los sirvientes desde fuera de la habitación.

Isshin dejó de mirar por la ventana y apartó sus pensamientos sobre Ulquiorra para concentrarse en aquellos que incluían a Ichigo. Habían pasado más de dos meses desde que se fue, y aunque Isshin quería llamar su atención por haber tardado tanto en regresar de Visnia, sintió que no podía hacerlo. Ichigo había hecho un buen trabajo enviando los informes que solicitó, siguiendo el recorrido según lo especificado, y asegurándose de que todo estuviera de acuerdo con lo que se suponía que debía ser; incluso Rukia había estado haciendo un buen trabajo como representante de la reina.

— Lo veré en la oficina. — respondió el rey después de unos momentos en silencio. — Hágale saber a la reina que ha llegado su hijo.

Isshin estaba ansioso por ver a Ichigo, porque lo único que le vino a la mente al escuchar que había llegado, fue el intento de asesinato contra Ichigo.

Nadie en el castillo lo sabía, ni Kaien conocía ese detalle, mucho menos la reina porque Isshin estaba seguro de que Masaki tomaría un caballo e iría a Visnia en el momento en que se lo dijera; todo eso después de culparlo por ser un mal padre.

Cuando Isshin recibió el informe de su espía, parecía que el asunto había sido tratado de la forma más secreta posible. Ni siquiera le dijeron lo que había pasado, ni Ichigo ni la Reina Madre le informaron nada, y cuando envió una carta exigiendo una explicación, solo recibió una breve respuesta donde le aseguraban que Ichigo le iba a explicar todo cuando regresara.

Todo era tan sospechoso que una parte de él quería ir a Visnia y averiguar qué había pasado, y otra parte de él le aseguraba que todo estaba bien y que todo tenía una explicación. Al final se consoló diciéndose a sí mismo que si hubiera pasado algo terrible, le habrían informado; después de todo, su propia madre estaba allí y ella amaba a Ichigo.

Había pasado poco tiempo desde que Isshin llegó a la oficina hasta que Ichigo entró e hizo una reverencia, mostrándole el debido respeto y etiqueta.

Isshin sabía que su hijo hacía eso porque lo veía como el rey y no pudo evitar compararlo con Kaien, quien solo mostraba ese tipo de respeto cuando estaban en público y que, cuando estaban en privado, su relación era tan común como la de un padre y un hijo.

— Su majestad, he vuelto. — Anunció Ichigo. Aunque era obvio, Isshin sonrió porque era algo que Ichigo siempre había mostrado cuando era un niño; siempre se anunciaba a sí mismo de esa manera.

"He vuelto", "aquí estoy", "he llegado"; era como escuchar a Ichigo de nuevo cuando era un niño, antes de ir a Vayalat y decidir no regresar a Adelaar. Isshin se preguntó muchas veces por qué había golpeado a Ichigo de esa manera, por qué había alejado a su propio hijo de una manera tan agresiva, solo por un mapa.

Isshin no lo entendió y no se entendió a sí mismo.

— Mi hijo. — respondió Isshin, y se acercó a Ichigo para abrazarlo de una manera que no había hecho en mucho tiempo.

No era ese abrazo formal que le había dado a Ichigo el día de su boda, sino un abrazo real, el que los padres le dan a sus hijos cuando están realmente felices de verlos. Ichigo no respondió a ese abrazo de inmediato, no lo esperaba e incluso cuando le devolvió el abrazo, Isshin lo sintió frío y distante; quizás confundido.

— Su Majestad, ¿está todo bien? — preguntó Ichigo al final de esa sorpresiva muestra de afecto.

Isshin quería regañarlo como cuando era un niño, reclamarle por qué era tan frío con su propio padre, pero no tenía el coraje para hacerlo; incluso se mordió la lengua en ese momento sabiendo que él mismo fue quien causó que Ichigo fuera así. Antes de hablar, Isshin recordó la vez que Ichigo vio a Kisuke y la forma en que lo abrazó, como si Kisuke fuera su verdadero padre.

De repente, Isshin se sintió celoso y miserable, y se preguntó, desde cuándo su propio hijo había dejado de amarlo.

— Me gustaría decirte que sí, que todo está bien, pero no es así. Sin embargo, verte bien y saludable hace que mis preocupaciones disminuyan. — respondió Isshin alejándose de Ichigo.

Ichigo suspiró. Ambos tomaron sus asientos, Isshin detrás de su escritorio e Ichigo frente a él.

— Me imagino que está esperando una explicación de lo que sucedió en Visnia, Su Majestad. — Ichigo comenzó a hablar y buscó algo entre su ropa que Isshin identificó como papel arrugado. — No sé cómo explicarlo correctamente sin que parezca que estoy culpando a alguien, incluso me he negado a creer que lo que está escrito aquí pueda ser cierto. Su majestad nunca haría algo en mi contra, ¿verdad? ¿Todavía tengo el efecto de mi padre?

Isshin se quedó en silencio, sus ojos se abrieron con tal sorpresa que por un momento pareció ver a Ichigo de niño, cuando le preguntó si creía que él no había roto el mapa.

— Ichigo... un ataque contra ti ya es un asunto serio, ¿por qué haces esas preguntas?

— No fue un ataque contra mí, fue un ataque contra mi esposa. — Ichigo colocó el papel que aún sostenía sobre el escritorio y permitió que el rey leyera el contenido.

Isshin se congeló al leer lo que había escrito en ese papel. No podía creer que algo así estuviera escrito junto con su sello, pero sobre todo, no podía creer que alguien hubiera creído que esas frases mal escritas provenían de él solo porque el sello estaba allí.

En su mente pasaban muchas cosas, cada idea era peor que la anterior, y no podía encontrar la manera de que las palabras volvieran a fluir de su boca. Un sinfín de posibilidades se formaron en su mente en ese instante, pero solo había dos personas además de él que solían entrar libremente a su oficina y aquello reducía las posibilidades.

En ese momento Isshin pudo entender la pregunta que le hizo Ichigo antes de darle ese papel: en la mente de Ichigo, el incidente en el mapa todavía estaba presente. Ichigo tenía miedo de decir algo y que su padre no le creyera, debido a que las dos personas que solían entrar a su oficina, una era la madre de Ichigo y la otra era Kaien.

Masaki nunca dañaría a su propio hijo, e Isshin no quería pensar que Kaien hubiera enviado una orden tan ridícula, pero evidentemente Kaien era el único que quedaba en esa simple ecuación.

Después de un momento de silencio, cuando Isshin pudo calmar su mente, dejó el papel a un lado y miró hacia arriba. Ichigo tenía la mirada baja, mirando sus dedos y jugando con su anillo de Comandante en Jefe.

— Ichigo. — Isshin habló e Ichigo miró hacia arriba. Isshin vio miedo en los ojos de su hijo.

¡Por las Deidades! Mi propio hijo me tiene miedo; pensó Isshin al ver ese gesto.

— Paramos al arquero, era un arquero del castillo. Lo interrogamos y todo lo que dijo fue que el rey lo había enviado. — explicó Ichigo. Isshin no vio al Comandante en Jefe del reino, vio a su hijo y lo vio asustado, cuidando cada palabra que decía. — La Reina Madre dio la orden de ejecución cuando decidió que el arquero no diría nada importante.

Isshin asintió en silencio. Su madre se había encargado de todo en Visnia, dejándole a él averiguar quién era el responsable de tanta infamia. No importaba si Rukia era la hija de un traidor o no, ella era una princesa y lo que sucediera en Maranni con los Kuchiki sería tratado con absoluto secreto.

Ya había tomado demasiado de su propio hijo para quitarle a su compañera, pero aun así su hijo tenía miedo de que lo hiciera.

— Te aseguro que lo haré. Encontraré a la persona responsable de esto, no te preocupes hijo mío. — prometió Isshin haciendo que Ichigo asintiera.

— Gracias Papá. — Ichigo se levantó de su silla y se inclinó una vez más ante el rey, indicándole que se iría a descansar.

Isshin se levantó y volvió a hablar. Aún tenía que actualizarlo sobre la situación de Ulquiorra.

Ese día, Isshin no pudo dejar de recordar la infancia de todos los niños del castillo; incluido la suyo.

El Castillo de Adelaar era originalmente un castillo que con el paso de los años se fue extendiendo cada vez más hasta convertirse en una inmensa ciudad, sin embargo todavía lo llamaban "Castillo de Adelaar" porque ese era su origen.

La zona de la reina era quizás una de las áreas más grandes del castillo, tenía dos jardines y muchas habitaciones. En la planta baja estaban los baños, la lavandería y el aula donde las Damas de la Corte de la Reina tomaban sus clases, también un par de habitaciones para las criadas de confianza de la reina. En el primer piso, subiendo las escaleras y cruzando un pasillo, estaban las habitaciones de las damas de la Corte de la Reina, invitadas de la Reina y de la Kahya; y en el segundo piso estaban las habitaciones privadas de la reina y las princesas.

Ningún hombre podía entrar en esa área, excepto el rey y los príncipes, porque sus esposas vivían allí, y solo bajo las órdenes de la reina. La seguridad de la reina, cuyos guardias privados habían venido con ella desde Vayalat, era absolutamente impecable; esos hombres solo obedecían a la reina.

La distribución de los pisos era la razón principal por la que Nelliel a menudo se encontraba con Yuki en las escaleras y pasillos. Cada vez que sus caminos se cruzaban, Yuki se inclinaba ante Nelliel con tal respeto que incluso evitaba mirar hacia arriba y ocultaba su mano herida. Ese gesto de respeto y miedo gustaba a Nelliel y la hacía sonreír, porque significaba que la chica había aprendido la lección.

Kaien estaba con ella y esa chica se había alejado de él.

Lo único que no le gustaba era que Ulquiorra sería exiliado. Por mucho que le había insistido a Kaien que no le diera a su hermano tal castigo, Kaien no podía hacer nada; ésa había sido la última palabra del rey. Ulquiorra viviría, pero ya no dentro del reino, y si alguna vez volvía a poner un pie en Avanta, sería ejecutado en ese momento.

Incluso la reina, que los había protegido durante toda su vida, parecía no tocar más el tema y concentrarse en lo que tenían que hacer para las Celebraciones de las Almas. Nelliel quería seguir insistiendo, pero parecía que después de dictada la nueva sentencia para Ulquiorra, el asunto se había zanjado y la vida en el castillo había vuelto a la normalidad.

Nelliel no tuvo más remedio que volver al trabajo y ayudar a la reina. Rukia no había regresado al castillo y Orihime había renunciado al trabajo después de lo sucedido con Ulquiorra y se dio la sentencia. Realmente ya no había mucho que pudiera cambiarse.

— Su Majestad, creo que este año deberíamos asistir a la Misa de las Almas en el templo de las Deidades de la ciudad. — sugirió Nelliel mientras repasaba algunas cosas relacionadas con las Celebraciones de las Almas en la oficina privada de la reina con la reina Masaki.

— Tienes razón. Este año los príncipes se casaron, y tanto tú como Rukia deben empezar a ser vistos como el futuro del reino. De todos ustedes vendrá la próxima generación. — Apoyó la Reina Masaki, sin mucha emoción en su voz.

— Rukia no ha estado aquí en dos meses, no sé si la gente estará feliz de que ella no haya asistido a algunas reuniones o no haya realizado algunas actividades. — comentó Nelliel, sabiendo que todas las Damas la tenían en alta estima.

La reina la miró y dejó a un lado los papeles que estaba leyendo antes; Nelliel tuvo la impresión de que la reina quería decir algo pero se contuvo.

— Es un problema, se supone que ella es la Princesa del Pueblo y no ha estado con el pueblo. La popularidad de ella no es muy buena, de hecho. Algunas personas ni siquiera la conocen, solo han escuchado su nombre y eso es porque su apellido es Kuchiki. — comentó Nelliel, aprovechando el silencio en el que se había quedado la reina.

— Rukia tendrá que aprender a lidiar con estos problemas. — Fue lo único que dijo la reina y volvió a los papeles que estaba leyendo anteriormente. — Creo que este año daremos pollo en las comidas comunitarias durante los primeros tres días y la Kahya llamará a los cocineros habituales. Iremos a la misa del mediodía, para que tú, Rukia y los príncipes puedan ayudar a distribuir comida a la gente. Con eso comenzaremos las Celebraciones de las Almas.

Nelliel pensó que la reina hablaría de Rukia pero fue solo un comentario que no trascendió y siguió hablando de las Celebraciones de las Almas. La reina habló sobre los invitados ese año y las comidas que necesitarían; también sobre la forma en que continuarían las celebraciones en los días hasta el último día de la quema de las velas para iluminar el camino de las almas para el regreso al paraíso de las Deidades.

Estaban hablando de algunos temas más cuando la Kahya entró en la oficina privada de la reina con una sonrisa y se inclinó ante la reina.

— Su Majestad, el Príncipe Ichigo y la Princesa Rukia han regresado al castillo. Actualmente están atravesando las puertas de los terrenos del castillo.

La sonrisa que se extendió por el rostro de la reina fue increíblemente brillante cuando escuchó que Ichigo y Rukia estaban en el castillo; incluso sus ojos parecían brillar de felicidad. La sonrisa de Nelliel fue forzada, no esperaba que Rukia regresara. Por un momento, Nelliel pensó que Rukia no regresaría y por eso Ichigo había tardado tanto en regresar.

— ¿El rey ya lo sabe? — preguntó la reina levantándose rápidamente de su asiento.

— El rey lo sabe y pidió que el príncipe Ichigo fuera inmediatamente a su oficina. — Explicó la Kahya.

— Está bien, dile a Rukia que venga aquí tan pronto como llegue. — La reina, que inmediatamente olvidó que estaban hablando las Celebraciones de las Almas, se sentó de nuevo en su asiento detrás de su escritorio. — Es poco más de mediodía, deben haber viajado desde el amanecer. Pide a los cocineros que preparen unos bocadillos y algo de beber, y también ten las habitaciones del príncipe y la princesa listas para su descanso.

La Kahya asintió antes de salir de la oficina de la reina.

Nelliel empezó a recoger los papeles en los que había trabajado sin decir una sola palabra y mantuvo su expresión lo más neutral posible para que la reina no pudiera leer sus emociones. Tenía tantas cosas en mente, que la llegada de Rukia no era algo que la hiciera realmente feliz.

— ¿Qué estás pensando? — le preguntó la reina, ordenando también unos papeles y plumas. — Estás muy seria. ¿No te hace feliz que Ichigo y Rukia hayan vuelto?

Nelliel se sorprendió por esa pregunta y luego sonrió un poco avergonzada.

— No es eso, su majestad. Me hace feliz que Ichigo y Rukia hayan vuelto, es solo que estaba pensando que invoqué a Rukia. Hace unos momentos estuvimos hablando de ella y justo ahora ella acaba de llegar. — comentó Nelliel, entregándole a la reina los papeles que había reunido. — El poder de las palabras a veces me sorprende un poco.

La reina estuvo de acuerdo con sus palabras y volvió a sonreír. Nelliel no tenía ninguna duda de que la reina estaba realmente feliz de saber que su hijo y Rukia estaban de regreso en el castillo.

Rukia entró a la habitación momentos después, llevaba un vestido azul y blanco realmente hermoso, decorado con hilo dorado y zapatos a juego; toda ella se veía realmente hermosa y radiante. Nelliel reconoció de inmediato la tela de ese vestido, lo había visto una vez en el Palacio del Sol, cuando la Reina Madre la compró para mandar a hacer un vestido; seguramente el vestido de Rukia era el vestido de la Reina Madre ajustado a su talla.

Rukia también tenía una pequeña bolsa de tela colgando de una de sus muñecas.

— ¡Madre! — saludó Rukia, con una sonrisa radiante, acercándose a la reina Masaki para besar su mano.

— Mi querida hija. — Respondió la Reina Masaki verdaderamente feliz.

Nelliel, al escuchar que Rukia llamaba "madre" a la reina Masaki, se sorprendió por completo. De todos los privilegios que tenía Rukia, llamar "madre" a la reina Masaki era uno que Nelliel solo podía tener cuando Kaien se convirtiera en rey. Eso fue una bofetada para Nelliel, porque la reina Masaki nunca le había dado permiso para que la llamara "madre".

Rukia podía llamar "madre" a la reina Masaki porque era la madre de Ichigo, por extensión, su madre política.

— Princesa heredera. — Rukia le hizo una reverencia a Nelliel, sin perder la sonrisa de felicidad en su rostro, y tomó la bolsa de tela que colgaba de su muñeca para entregársela a Nelliel. — ¡Oh! La reina madre te envía esto.

Nelliel tomó la bolsita, que era realmente hermosa, y la abrió para revelar un pequeño recipiente sellado con cera, junto con una pequeña cuchara de madera. Mientras tanto, Rukia se sentó en una de las sillas vacías frente al escritorio de la reina.

— ¿Qué es? — preguntó Nelliel con curiosidad, sin intención de abrir el recipiente pero admirando el sello de la reina madre en la cera.

— Es tinta en polvo, solo debes agregar dos partes de polvo, una parte de agua y una parte de vinagre en un recipiente, y estará lista para usar. — explicó Rukia con una gran sonrisa. — La Reina Madre también le envió una a Kaien, son negras. La Reina Madre dice que son tintas realmente brillantes, que no se desvanecen ni se borran fácilmente.

Nelliel no sabía qué pensar, pero agradeció el gesto sin prestarle mucha atención. La reina madre solía regalar cosas extrañas a veces. Rukia sacó un pequeño frasco de color ámbar de un bolsillo en la falda de su vestido, sellado con cera, y se lo entregó a la reina.

— Su majestad, esto es esencia de lavanda de los campos de lavanda de Zhilen. — dijo Rukia.

La Reina Masaki tomó ese frasco y lo abrió, dejando que el aroma llenara la oficina; Nelliel nunca había olido a lavanda tan fuerte como ahora, y sintió una punzada de envidia.

La Reina Masaki agradeció el regalo, volvió a cerrar la botella y la conversación comenzó a fluir sobre todo lo que Rukia había hecho durante su recorrido por las ciudades. Fue en ese momento que Nelliel se dio cuenta del alcance que había tenido Rukia al "suspender" su luna de miel para recorrer las ciudades con Ichigo.

Nelliel se jactaba de haberse ganado el afecto de la gente de la ciudad, pero Rukia había comido, reído y paseado con las esposas de los Grandes Señores y sus familias; Nelliel sintió que Rukia estaba usurpando su lugar como representante de la reina.

Cuando Rukia comentaba lo emocionada que estaba de ir a Eikaran para hacer la gira con Ichigo, Nelliel le recordó que tenían que planificar las Celebraciones de las Almas. Rukia gimió, la reina la consoló y unos momentos después empezaron a hablar de todo lo que había que hacer.

Había dos cosas que Kaien quería en ese momento, la primera era poder levantarse de la cama y realizar sus actividades diarias; y la segunda era ejecutar a Ulquiorra.

Kaien no tenía ninguna intención de permitir que Ulquiorra fuera exiliado, aunque fue él mismo quien sugirió la sentencia. Tan pronto como Ulquiorra fuera liberado, Kaien enviaría a Nnoitra para deshacerse de él.

Ulquiorra no tenía por qué entrometerse en sus asuntos, y mucho menos golpearlo así. Si no fuera por el hecho de que le prometió a Nelliel que lo salvaría, él mismo habría blandido la espada para cortarle la cabeza a su cuñado.

Kaien se sintió traicionado por Ulquiorra, y los traidores e insubordinados debían tener castigos ejemplares para que nadie tenga el coraje de repetir tales acciones. Sentía lástima por Orihime, pero estaba seguro de que Ichigo estaría feliz de saber que su amante ya no tendría marido y podría volver a acostarse con ella cuando quisiera; después de todo, Ichigo le había dado a Orihime una casa con esas intenciones.

— Su Alteza, tiene una visita. — Anunció uno de los sirvientes que custodiaban su puerta interrumpiendo sus pensamientos.

— Adelante.

Su cuerpo no se había curado por completo, y mientras se sentaba en la cama, sintió un ligero dolor en las costillas heridas. Kaien maldijo a Ulquiorra en voz baja y escuchó mientras la puerta de su habitación se abría permitiendo que el invitado entrara.

Ichigo entró en la habitación, con una sonrisa burlona en su rostro y jugando con los cordones de una pequeña bolsa de tela en uno de sus dedos.

— Maldecir es de mala educación, hermano mayor. — comentó Ichigo sin apartar los ojos de él.

Kaien puso los ojos en blanco pensando en cuando los roles se habían invertido e Ichigo había tomado su lugar, usando esa sonrisa burlona y esa pose de superioridad. Kaien sabía que Ichigo era como él, Ichigo se lo había demostrado muchas veces, solo que prefería fingir que era un "buen hijo" y Kaien le seguía el juego.

— ¡Guau! No imaginé que vendrías a visitarme nada más llegar. — comentó Kaien con ironía. Ichigo no era del tipo que visitaba a sus hermanos heridos, aunque no tenía forma de verificarlo era algo que Kaien sospechaba.

— ¿Y perderme el burlarme de ti porque Ulquiorra te golpeó hasta que te rompió las costillas? — preguntó Ichigo con una sonrisa burlona antes de lanzarle la bolsa de tela a Kaien. Kaien lo atrapó pero hizo una mueca de nuevo ante el movimiento repentino. Ichigo sonrió al verlo quejarse y Kaien lo maldijo en un susurro. — Tu abuela te lo envió.

— ¿Ahora es mi abuela? — preguntó Kaien, abriendo la bolsa y notando que dentro había un pequeño recipiente sellado con cera y una cuchara medidora de madera. — ¿Qué es?

— Bueno, ella es mi abuela, pero la comparto contigo por este momento porque estás herido. — respondió Ichigo y se paró junto a la cama de Kaien. — Es tinta en polvo; ya sabes, dos de polvo, uno de agua y uno de vinagre.

— Qué abuela más generosa. — Kaien dejó a un lado el regalo de la Reina Madre. — Solo para burlarte de mí y darme esto es que viniste, ¿o quieres algo más?

Kaien se sintió irritado al ver a Ichigo sonreír de una manera tan arrogante, como si estuviera disfrutando verlo herido.

— ¡Eres un llorón! Hazte a un lado. — Ichigo se sentó en la cama junto a Kaien, colocando su espalda en una de las almohadas que Kaien había estado usando unos momentos antes, y cruzando las piernas. Kaien se hizo a un lado de mala gana dándole su espacio. — Sí, vine aquí por algo más. Verás, ya me pusieron al día sobre la situación con Ulquiorra...

— ¿Y vienes a pedirme que reconsidere mi posición y no le perdone la vida para que puedas volver a acostarte con Orihime? — preguntó Kaien, levantando una ceja con una sonrisa burlona.

Ichigo estaba haciendo bromas y estaba realmente feliz; eso le resultaba extraño a Kaien, ya que la mayor parte del tiempo Ichigo siempre estaba serio. Kaien no confiaba en Ichigo, aunque siempre que hablaban había tales comentarios.

En el fondo, eran una pareja de niños que querían y no querían compartir sus propios juguetes.

— ¡Qué pésima imagen tienes de mí, hermano mayor! — La voz indignada de Ichigo lo hizo reír.

— No fui yo quien le dio una casa a su Inamorata. — Kaien le recordó ese detalle.

— No soy yo el que tiene las costillas rotas por no saber esconder a su amante. — Ichigo dijo eso, pero ahora ya no se reía más, solo estaba sonriendo con superioridad.

Kaien puso los ojos en blanco.

— Solo le di un beso. — Kaien se defendió. Esa fue la conversación más fluida que habían tenido como hermanos hasta ese momento. Kaien entrecerró los ojos antes de hablar con malicia. — La chica es bonita y se parece a Rukia. Si cierro los ojos, podría fantasear con que la chica es Rukia.

Kaien pensó que Ichigo se iba a enojar, que lo iba a insultar y que se iba a levantar de la cama, pero en cambio, lo miró seriamente y luego sonrió.

— ¡Oh! Eres un bastardo, hermano mayor. — Ichigo todavía estaba sentado en la cama junto a Kaien, pero esta vez tenía una sonrisa peligrosa; Kaien era un experto en esas sonrisas. — Rukia es mi esposa, y puedes fantasear todo lo que quieras con ella, pero nunca la tendrás. No estoy aquí para hablar de mi esposa, ni de la tuya, aunque personalmente no me gusta Nelliel… de todos modos, estoy aquí para hablar de Ulquiorra. ¿Quieres que lo mate?

Kaien se quedó en silencio, un poco sorprendido por esa pregunta que no esperaba de Ichigo, y no supo qué responder en ese momento.

— El rey ya ha decidido el castigo que tendrá Ulquiorra. — respondió Kaien un instante después, todavía un poco confundido; dudando si el hombre a su lado era Ichigo o no.

Esa oferta de matar a Ulquiorra era tentadora, pero podría ser una trampa; Kaien no confiaba completamente en Ichigo y su sonrisa. Era como mirarse en un espejo, solo que Ichigo era realmente descarado.

— ¡Está bien! ¡Lo entiendo! — Ichigo se bajó de la cama y se ajustó la ropa. — Quería matar a Ulquiorra como una ofrenda de paz de mi parte para ti, para dejar en claro que realmente ya no seré la piedra en tu zapato camino a la corona.

Kaien se rió a carcajadas.

— ¿Puedo creerte, hermanito? — preguntó Kaien levantando una ceja. — Quizás quieras a Ulquiorra muerto para poder quedarte con su esposa.

— También eso. Después de todo, le di una casa y si quisiera estar con ella, solo tendría que salir del castillo con cualquier excusa. Si mi esposa no lo ve, no tiene por qué sufrir. — respondió Ichigo con una sonrisa pícara encogiéndose de hombros con indiferencia.

— Voy a decirle a Rukia lo que estás diciendo ahora. — Kaien lo amenazó con malicia en sus ojos.

— Dile, ella no te creerá. — aseguró Ichigo mientras se dirigía a la puerta para irse. — Mi esposa confía en mí y creerá lo que salga de mis labios. — Ichigo lo miró por última vez antes de salir. — ¿Puedes decir lo mismo de Nelliel?

Ichigo le dio a Kaien una última sonrisa burlona y salió de la habitación. Kaien maldijo a Ichigo en silencio; si Ichigo le contaba a Nelliel lo que dijo sobre Yuki, estaría en problemas.

Las campanas del templo de las Deidades habían sonado su último repique momentos antes de que Ichigo saliera de su habitación. Era muy tarde y durante todo el día no había descansado en absoluto, ni había visto a Rukia desde que llegaron al castillo.

Ichigo estaba sorprendido de lo mucho que se había acostumbrado a la constante presencia de Rukia con él y se encontró extrañándola durante todo el día. Mientras hablaba con el rey, con Kaien y con Ulquiorra, incluso mientras recorría los campos de entrenamiento y veía que su grupo de soldados de élite estaba cada vez mejor entrenado; la había echado de menos.

Extrañaba tanto a Rukia, que mientras pensaba en ella, sus pasos lo llevaron a la entrada del área de la reina. Los guardias estaban de pie con alabardas, vigilando la entrada, pero se hicieron a un lado para dejarlo pasar; seguramente su madre había dado esa orden.

Antes, tenía que colarse por el pasillo de seguridad de la reina para ver a Rukia, pero en ese momento, podía ir directamente hacia ella sin ningún problema.

Caminó lentamente por las escaleras y pasillos hasta que llegó a la puerta del dormitorio de Rukia; llamó un par de veces, de una manera suave, y no tardó en ver la puerta abrirse, revelando a Tatsuki del otro lado, dejándolo entrar. La criada de Rukia le hizo una reverencia y salió de la habitación dejándolos solos.

La habitación solo estaba iluminada por un par de velas, así que cuando Ichigo dirigió su mirada hacia la cama de Rukia, pudo ver que Orihime estaba acostada allí, dormida, con Rukia acariciando suavemente la cabeza de su amiga. Rukia, al verlo, le hizo un gesto con la cabeza para que se dirigiera al balcón de la habitación cuya puerta estaba entreabierta, dejando entrar el aire frío del mar. Ichigo asintió y cuando llegó al balcón descubrió que había un par de almohadas en ese lugar; tal vez Rukia y Orihime habían estado charlando allí durante la tarde.

— ¿Pudiste cambiar algo? — preguntó Rukia en un susurro. Estaba descalza e Ichigo no la escuchó llegar a donde él estaba, pero no se asustó, simplemente dejó de ver el cielo nocturno.

Ambos se apoyaron contra la barandilla del balcón, uno frente al otro para ver de vez en cuando a Orihime quién estaba en la cama. Ichigo suspiró.

— Solo la situación de Orihime. — respondió Ichigo en un susurro, tomando las manos de Rukia que estaban calientes y olían a lavanda. — Siendo la heredera de Eikaran, su matrimonio sería anulado. Me las arreglé para que el rey dejara que ellos decidieran si anulaban su matrimonio o no.

— Si deciden que no quieren anular su matrimonio...

— Significa que Orihime también eligió el exilio.

Rukia apretó los dientes y cerró los ojos, respirando tan profundamente que fue audible. Ichigo sabía que Rukia estaba realmente enojada; nada por lo que Orihime estaba pasando era justo para ella. La estaban poniendo entre la espada y la pared.

— Todo es culpa de Nelliel, no importa cómo lo mire, es culpa de Nelliel. — Apretó los dedos de Ichigo por un momento. — También es culpa mía. Me siento tan... miserable.

— Es algo que no pudimos prever. — Ichigo tomó a Rukia en sus brazos y la abrazó con fuerza. — Sea lo que sea, está hecho. Ahora solo tenemos que afrontar las consecuencias y buscar soluciones.

Rukia asintió en silencio y abrazó a Ichigo con fuerza.

— Orihime está devastada. Ella no sabe qué hacer y yo no sabía qué decirle. — Rukia hizo una pausa. — También culpa a Nelliel, y en ningún momento me culpó a mí. Ella lo sabe todo y, sin embargo, no me culpa de nada... Me sentiría mejor si Orihime me culpara por algo.

— Orihime es realmente una buena persona. Ella ha soportado todo lo que hemos hecho y nos ha ayudado. Ella no se merece esto. — comentó Ichigo y le dio a Rukia un beso en la frente antes de terminar ese abrazo. — Hablé con Ulquiorra por la tarde. Su liberación será en unos días más y será exiliado del reino, y estaba pensando en enviarlo con los mercenarios.

— ¿Con los mercenarios? — La voz de Orihime sonó desde la entrada del balcón. — ¿Por qué con los mercenarios?

Orihime se había despertado cuando Rukia se levantó de la cama, pero estaba acostada escuchando la conversación. En ese momento ella estaba de pie, también estaba descalza y sus ojos estaban enrojecidos por las lágrimas.

— No confío en Kaien y me temo que Ulquiorra ni siquiera podrá dejar el reino después de que ponga un pie fuera del castillo. — confesó Ichigo. Rukia se acercó a Orihime. — ¿Irías con él si lo envío a los mercenarios? ¿Seguirías a Ulquiorra hasta el fin del mundo si tuvieras que hacerlo?

El rostro de Rukia reflejó una sorpresa que Ichigo no esperaba ver. Esas preguntas eran demasiado contundentes para la situación por la que estaban pasando.

Orihime guardó silencio por un momento en el que solo se escuchó el ruido del mar en la distancia. Ichigo estaba seguro de que Orihime se había hecho esas preguntas varias veces desde que se dictó la sentencia de exilio.

— Yo... creo... — Orihime volvió a guardar silencio. — Ulquiorra es todo lo que siempre quise, desde que lo vi en la Noche de las Almas, supe que era con él con quien quería pasar toda mi vida. Pensé que nunca podría estar con él, mi hermano estaba en contra de que Ulquiorra se acercara a mí porque no tenía más que un apellido que no lo apoyaba; y luego... luego las Deidades me escucharon y pudimos estar juntos. Sé que Ulquiorra siente lo mismo que yo siento por él, pero todo esto se volvió insoportable; la vida dentro del castillo es cada vez más difícil. — Orihime tomó la mano de Rukia y la apretó suavemente. — Si tengo que ir al fin del mundo con Ulquiorra, iré con él.

— No será fácil. — advirtió Ichigo.

— Será más fácil que vivir dentro de este monstruo que tiene forma de castillo. — respondió Orihime, con la voz quebrada pero resistiendo las ganas de llorar.

— Entonces te enviaré al fin del mundo junto con Ulquiorra. — Ichigo tomó la mano libre de Orihime y besó el dorso de su mano. — Te hemos hecho mucho daño, Orihime. Y has sido tan buena con nosotros que lo mínimo que puedo hacer es devolverle la amabilidad que nos has mostrado. Prepara tus cosas, también las de Ulquiorra. Enviaré un par de Sombras para acompañarlos en el camino, para asegurarme de que lleguen sanos y salvos. Le escribiré a tu hermano; no será feliz.

— Lo entenderá con el tiempo. — susurró Orihime con una sonrisa en los labios pero con lágrimas en los ojos. — Lamento que fracasara todo el plan de la falsa Inamorata. Después de esto, no creo que mi hermano quiera ayudarte.

— No te preocupes, ahora eso puede esperar. — Ichigo volvió a besar la mano de Orihime, como un adiós esta vez. — Escapa de este monstruo y vive con Ulquiorra.

— Gracias. — respondió Orihime y apretó la mano de Ichigo y Rukia. Cada uno la sostenía de una mano.

— ¡Te extrañaré! — susurró Rukia y abrazó a Orihime con fuerza.

Ichigo se dio cuenta de que la voz de Rukia se vio afectada por los sentimientos de ese momento y no dijo más.


Otoñox492 / 8 de octubre

Esa mañana, fue Ichigo quien llegó a la celda donde estaba encerrado Ulquiorra, y fue Ichigo quien lo liberó de su prisión solitaria. Ulquiorra no había visto la luz del día ni a Orihime, solo había visto a Ichigo y eso porque él era el Comandante en Jefe del reino, y eso significaba que todos los soldados le obedecían.

— Por todo lo que has hecho por el reino, puedes bañarte, ponerte ropa limpia y comer bien, antes de salir del castillo. — explicó Ichigo. — Después de eso, serás exiliado del castillo y del reino; si alguna vez vuelves a poner un pie en este lugar, serás ejecutado en ese momento. Esa es la voluntad del rey.

Ulquiorra tuvo la impresión de que no era la voluntad del rey, sino la de Kaien, pero solo pudo asentir a lo que Ichigo estaba diciendo en ese momento. Luego de ese discurso, pudo salir de allí e ir a los baños a bañarse. Había un guardia vigilándolo todo el tiempo, incluso cuando caminaba hacia su habitación, después de bañarse y comer, el guardia lo seguía.

Sintió que tenían miedo de que se escapara, pero ni siquiera podía caminar bien después de salir de esa prisión. Los golpes y heridas que Kaien le había infligido se habían curado solo con la bendición de las Deidades, por lo que le tomaría tiempo volver a su mejor forma física.

Al abrir la puerta de su habitación, el soldado que lo acompañaba se paró afuera, custodiando la puerta, y Ulquiorra se encontró con Orihime quien de inmediato se arrojó a sus brazos llorando. Ulquiorra sintió que toda la frialdad que se había asentado en su corazón durante su encierro se desvaneció con ese abrazo e inmediatamente abrazó a su esposa y se quedaron así por un momento que pareció eterno.

Sabía que tenía que despedirse de Orihime, no podía exiliarla con él.

Durante mucho tiempo, Ulquiorra supo que no tenía mucho que ofrecerle y se convirtió en General solo para poder estar con ella; pero en ese preciso momento, sintió que nada de lo que había hecho funcionó porque ya no podían estar juntos. No permitiría que Orihime lo acompañara al exilio; no podía darle esa vida, no era lo que le había prometido.

— Orihime. — Habló y su voz sonó ronca. No había hablado en mucho tiempo y le dolía un poco la garganta. — Me divorcio de ti...

Ulquiorra ni siquiera terminó esa frase, Orihime lo besó impidiéndole hablar o decir algo más. Ulquiorra cedió al beso de su esposa, abrazándola con fuerza y profundizando ese beso tanto como humanamente era posible, hasta que le fue imposible respirar.

— No te librarás de mí tan fácilmente. — susurró Orihime, cuyas mejillas mostraban la evidencia de las lágrimas que había derramado en ese momento.

— Orihime, no puedo permitir que me acompañes, no te dejaré vivir en el exilio conmigo. — habló Ulquiorra pero Orihime le puso un dedo en los labios para evitar que continuara hablando.

— Nosotros nos iremos juntos. Hasta el fin del mundo si es necesario.

Ulquiorra trató de hacer que Orihime entrara en razón, pero no pudo. No quería separarse de ella, y en el fondo de su corazón estaba agradecido de que Orihime no lo abandonara tan fácilmente.

Antes de que sonaran las campanas del mediodía, Ulquiorra y Orihime abandonaron el castillo en un carruaje que era propiedad de Orihime. Junto con ellos estaban un par de Sombras de Ichigo con la orden de protegerlos de los peligros del camino. Ulquiorra llevaba una carta que tenía que entregar cuando llegaran a su destino.

Detrás, junto a la puesta de sol, estaba el monstruo que era el Castillo de Adelaar junto a su hermana, Kaien y 25 años de su vida. Ulquiorra se disculpó mentalmente con su madre y su padre por no poder seguir protegiendo a Nelliel como había prometido y por haber cometido el error de permitirle casarse con Kaien.