Los Ojos del Ruiseñor
Capítulo 55: Ese tipo de Amor
Invierno — x493 / 15 de enero
Isshin llegó al Palacio del Sol más rápido de lo que le tomaría hacer un viaje normal. Él viajó acompañado sólo por dos de sus soldados personales y sus caballos; sin carruaje, sin ropa ni equipaje innecesario, solo lo imprescindible y nada más. Había dormido poco, y aunque hubiera hecho ese viaje de la forma tradicional, no habría podido dormir más que un par de horas; su mente estaba demasiado ocupada y revuelta por esa carta de la Reina Madre.
Lo único que quería era que todo ese maldito lío terminara de una vez o sus hijos destruirían el reino antes de que él pudiera ver nacer a alguno de sus nietos. Él había sido un hombre paciente, sabía que había cometido errores y había pagado el precio de cada uno de ellos, pero ya estaba harto y no estaba dispuesto a tolerar más; estaba harto de que todos le dijeran lo que debía y lo que no debía hacer.
— ¿Dónde está la Reina Madre? — Preguntó Isshin mientras desmontaba de su caballo.
Uno de los mozos de cuadra había llegado tan rápido como sus pies se lo permitían y tomó las riendas del caballo de Isshin. La Kahya del palacio rápidamente se inclinó ante el rey y se hizo a un lado para que pudiera entrar.
— Nuestra Reina Madre está en el despacho de Su Majestad. — Dijo la chica sin levantar la vista.
Isshin asintió y con pasos firmes, entró al palacio en busca de su madre. Su madre tenía un carácter fuerte; ella había sido la reina y había sido temida, pero su tiempo había pasado y era hora de que aceptara que su voluntad ya no tenía valor en el reino.
Entró a la oficina donde estaba su madre y, como dictaba la tradición, se acercó a ella y le besó respetuosamente la mano mientras ella se levantaba de su asiento.
— Vine tan rápido como me pediste, madre. ¿Cuál es el problema que requirió urgentemente mi presencia?
La Reina Madre, sin decir una sola palabra, golpeó a Isshin con fuerza en la cara con la mano que él había besado. Lo único que Isshin pudo hacer en ese momento fue soportar ese golpe en silencio. Levantar la mano contra su propia madre era un pecado mortal que condenaba el alma, por lo que respiró hondo antes de mirar a su madre y guardar silencio.
— ¡Pensé que había criado a un rey! — La Reina Madre habló enojada, agitando una mano en un gesto violento. — ¡Pero parece que he criado a un hombre débil ante uno de sus propios hijos! ¡Serás responsable de que el reino que tus ancestros han construido se desmorone bajo tus pies!
— Ten cuidado con tus palabras, madre. — amenazó Isshin, conteniendo su ira por las palabras que dijo su madre que dolían más que el golpe previo. — O puedo olvidar que eres mi madre.
— ¿Es una amenaza? ¡Estás a años de tener la autoridad para amenazarme!
— Te recuerdo, madre, que soy tu rey y…
— ¡Y te recuerdo que soy tu madre! — La Reina Madre volvió a golpear a Isshin en la cara. — Tu padre estaría completamente decepcionado de ti. ¡Yo estoy decepcionada de ti! ¿Cómo puedes tolerar que un atentado, en el que murió gente y en el que estuvo a punto de morir tu hijo legítimo, quede así impune?
— Kaien también es mi hijo legítimo.
— ¡Él es un bastardo y nada más! — La ira destilaba a través de las palabras de la Reina Madre como dagas. — Te escudas diciendo que lo reconociste como tu hijo legítimo pero no es más que un bastardo; uno por el cual haces a un lado a tu verdadero hijo legítimo. Uno bastardo con el que ni siquiera tuviste el coraje de seguir las reglas.
— ¡Basta madre! ¡Si esto es para lo que me llamaste, entonces no tengo nada que hacer aquí! — Isshin advirtió antes de girar sobre sus talones para salir de esa habitación.
Desde que Kaien era un niño, la Reina Madre había insistido en que Kaien cumpliera con "la regla de los bastardos", pero Isshin simplemente no podía hacerlo y no quería volver a tener esa discusión con su madre; no cuando él mismo lo había legitimado para que no hubiera distinción entre sus hijos.
— Si sales por esa puerta, la cabeza de tu bastardo va a rodar junto con la de su mujer. — La Reina Madre habló con una calma abrumadora que hizo que el corazón de Isshin se detuviera por un momento. — Tú no tienes valor para hacer cumplir las reglas, pero yo tengo el suficiente para poder hacerlo.
Isshin se detuvo en el momento en que su madre dijo esas palabras y se giró para mirarla, incapaz de creer que ella había dicho eso. Sin poder entender por qué su madre sería capaz de derramar su propia sangre de esa manera, y sin poder entender cómo ella podía tener el coraje de matar a una chica que había visto crecer durante todos esos años.
— No te atreverías. — La voz de Isshin parecía haber desaparecido al decir esas palabras pero volvió en la siguiente oración. — ¡Ni creas que te lo voy a permitir! Te he tolerado estos golpes porque eres mi madre, pero no tienes ni el poder ni la autoridad para disponer de la vida de mis herederos, ¡mucho menos para contradecir mis órdenes!
La Reina Madre miró a Isshin con atención, como si lo estuviera evaluando, e Isshin dio un paso hacia ella. La Reina Madre no se movió, y la ira en sus ojos no disminuyó, en cambio, estaba mezclada con decepción y otra emoción que Isshin no pudo descifrar pero que él había visto muchas veces en los ojos de Masaki cuando discutían.
— Entonces asi es. — La Reina Madre dio un paso hacia Isshin, mirándolo fijamente y sin relajar su postura. Isshin vio por primera vez a la reina y no a su madre. La mujer frente a él que alguna vez tuvo el poder de sacudir al mundo con una sola palabra, y que los registros del reino lo atestiguaban. — Entonces que así sea.
Isshin miró a su madre sin amedrentarse por esa mirada. Ella quería ver al rey, así vería al rey que quería que fuera; uno cuyas órdenes eran contundentes.
— Nelliel será tu dama de honor, ella te cuidará porque eres una mujer mayor y estás enferma, y estarás contenta y feliz con eso. Agradécele a las Deidades que te respeto porque eres mi madre, pero esta es la última vez que intentas interferir con algo que he ordenado.
Isshin se dio la vuelta nuevamente y se dirigió a la salida de esa oficina, abrió la puerta pero no salió.
— Me voy mañana con Kaien. — Isshin hizo una pausa, mirando de reojo a la reina madre que estaba parada en su lugar firme e inamovible. — Y las gemelas ya no volverán al Palacio del Sol. Estás enferma, tu mente está enferma, y no quiero que mis hijas vean a su abuela decir tonterías.
Sin esperar que hablara su madre, Isshin simplemente salió de esa oficina y ordenó que lo llevaran a donde estaban Kaien y Nelliel.
—
La llegada del rey fue algo que inmediatamente se supo en todo el palacio. Kaien y Nelliel estaban prácticamente encerrados en la habitación por órdenes de la Reina Madre, y la incertidumbre de lo que podría pasar hizo que Kaien no pudiera dejar de caminar de un lado a otro por toda la habitación. No podía negar que tenía miedo; ese miedo primitivo e irracional que solo había experimentado dos veces en su vida.
— Kaien… por favor…
La voz de Nelliel fue suave en sus oídos y lo hizo detenerse. Kaien volteó a ver a su exesposa y suspiró, sentándose a su lado para tomar sus manos. Nelliel no estaba bien, ya que el día que ellos le dijeron a la Reina Madre la verdadera razón por la que estaban allí y que Nelliel se iba a quedar en el Palacio del Sol para servirla, la ira de la Reina Madre sacudió el castillo y se descargó directamente contra Nelliel.
Sabían lo que podía pasar cuando hablaron de ello con la Reina Madre, pero no esperaban que la Reina Madre llamara al rey.
— Está bien, el rey está aquí y la Reina Madre no levantará la mano contra ti. — prometió Kaien, aunque en el fondo el miedo a perderla le impedía creer en sus propias palabras.
Nelliel permanecería al servicio de la Reina Madre y nada podría evitar que Nelliel fuera maltratada. Kaien temía por la salud emocional de Nelliel.
— No es justo. — susurró Nelliel apoyando su cabeza en el hombro de Kaien. Su voz sonaba triste y con una nota de resignación que impregnó los sentidos de Kaien y lo hizo querer protegerla.
Toda la ira que había sentido por Nelliel, por la forma imprudente en que ella había actuado a sus espaldas, se había ido. Sus sentimientos por ella aún estaban confusos, sabía que la amaba pero aún no podía definirlo por completo; Kaien creía que estaba roto, pero aun así, proteger a Nelliel era su prioridad en este momento.
— Todo estará bien. — Kaien tomó la barbilla de Nelliel y la obligó a mirar hacia arriba, para que él le diera un pequeño beso en los labios. — Te prometo que arreglaré todo esto. No importa lo que tenga que hacer, lo arreglaré y regresarás al castillo de Adelaar como mi esposa.
Nelliel asintió y se recostó en el hombro de Kaien.
La única forma de arreglar todo lo que estaba mal era convirtiéndose en el rey, y la única forma de ser el rey era que la Sombra se llevara a su padre y a Ichigo, pero matar a su padre era algo que no podía hacer. Le faltaba el valor para hacer algo tan inhumano contra una de las dos personas que lo habían amado de verdad.
La puerta de la sala se abrió y el rey entró con paso firme.
Kaien y Nelliel se levantaron rápidamente y se inclinaron ante el rey; no se atrevían a hablar, la ira en la expresión del rey era tan fuerte que incluso Kaien tenía miedo. Su sonrisa confiada y toda esa actitud encantadora quedaron sepultadas bajo el respeto y el miedo que sentía por su padre en ese momento.
— Te permití venir a Visnia para acompañar a Nelliel y facilitarle la transición, y para que pudieras explicarle a la Reina Madre lo que había hecho tu esposa. — La voz del rey era firme y poderosa. — Tardaste más de lo acordado y aun así te lo permití porque confío en ti y en la prudencia que siempre has tenido. Ahora que has hecho lo que tenías que hacer, recogerás tus cosas y te despedirás de Nelliel. Partiremos mañana por la mañana para Adelaar.
— Padre…
— No quiero escucharte.
Dichas esas palabras, el rey dio media vuelta y se dirigió a la puerta para salir de allí. No habló ni dijo más, ni dejó hablar a Kaien ni a Nelliel; simplemente salió de la habitación.
Nelliel tembló en su lugar y Kaien reaccionó rápidamente antes de que ella perdiera el conocimiento y cayera al suelo. Todo estaba siendo demasiado para ella y tenía miedo de que se enfermara cuando él la dejara. Nelliel tenía razón, eso no era justo. Nada del pasado era justo para ellos.
Invierno — x493 / 17 de enero
La primera orden de Isshin, una vez que regresó al castillo de Adelaar, fue que Ichigo y Masaki se dirigieran a la oficina privada del rey. Durante todo el camino, solo el ruido de los cascos de los caballos fue lo único que se escuchó además de las órdenes para garantizar la seguridad en el camino; nadie habló o intercambió una palabra que no fuera completamente necesaria.
Isshin estaba tan enfadado que todo el camino estuvo pensando en lo que haría cuando llegara al castillo, y una "reunión familiar", si así se les podría llamar, fue lo primero que se le pasó por la cabeza como algo factible de hacer. Tenía que dejar claro a todos en esa familia cómo serían las cosas si querían vivir en paz.
Los soldados que custodiaban la entrada a su oficina abrieron la puerta cuando pasó para permitirle a él y a Kaien entrar, quien no había hablado desde la charla frente a Nelliel. Ichigo llegó solo unos momentos después, y la reina solo un poco más tarde que Ichigo. Isshin ordenó a los guardias que cerraran las puertas y que no interrumpieran a menos que estuvieran atacando el reino.
— Todos, siéntense. — ordenó Isshin a su familia. — Todos lo hicieron e Isshin se paró frente a ellos para comenzar a hablar. — Creo que he sido un hombre paciente y tolerante. Los he dejado hacer lo que creen que es lo mejor para ustedes y creo que ese ha sido mi único error.
Tanto Masaki como Ichigo y Kaien se quedaron en silencio. Isshin sabía que Masaki seguía así porque esperaría hasta que él terminara de hablar antes de poder atacarlo con reclamos, y Kaien e Ichigo se quedaron allí, sabiendo que el regaño era para ellos otra vez.
— Y voy a dejar las cosas claras de una vez por todas. — Isshin dio un par de pasos atrayendo más la atención de sus hijos y su esposa. — Kaien es el heredero al trono. Es mi hijo, mi primogénito, y eso es algo que nada ni nadie puede cambiar, sin importar lo que hagan o digan. Cualquier acto de ustedes o de sus aliados contra Kaien o el reino, se tomará como un acto de rebelión contra la corona y será castigado en consecuencia.
Ichigo parecía tener la intención de decir algo, pero la mano de Masaki lo detuvo, eso fue prudente por parte de la reina. No estaba de humor para escuchar reclamos de nadie allí.
— Realmente no me importa lo que piensen de esto, si no son felices con esto, las puertas del castillo y la ciudad son lo suficientemente grandes como para que salgan caminando con tus cosas. — Isshin fijó su atención en Kaien y la reina, cuya expresión era pura ira. — Ichigo es el Segundo Príncipe, el Comandante en Jefe del Reino, y su vida está asegurada, siempre y cuando mantenga sus deseos de no heredar el trono y no tenga la imprudencia de creer que por ser el hijo de la reina, las reglas volverán a ser flexibles con él. Si alguien intenta dañarlo a él o a su esposa, la persona responsable será castigada en consecuencia. Sin piedad, sin segundas oportunidades. Tanto Kaien como Ichigo agotaron toda la piedad que tenía para perdonar sus faltas. Las reglas son las reglas, y se cumplirán. Les guste o no.
Kaien asintió e Ichigo hizo lo mismo, pero la reina Masaki lo miró a los ojos sin mostrar miedo. Isshin sabía que cuando Masaki hablara, sería un huracán.
— Estoy dispuesto a dejar el pasado en el pasado, siempre y cuando ustedes también lo hagan, o las consecuencias serán graves. — Isshin volvió a mirar a Ichigo que permanecía serio y silencioso, con la mano de la reina apretando su muñeca como una forma de mantenerlo controlado. — Ichigo, prepara tus cosas. Saldrás dentro de una semana para reanudar el recorrido por las ciudades, y no volverás al castillo hasta que todos los soldados hayan sido contabilizados. Irás solo, sin tu mujer y espero que entiendas por qué. Puedes retirarte y continuar con tus actividades.
Isshin hizo un gesto con la mano e Ichigo se levantó de su asiento, le hizo una reverencia y salió de esa oficina en silencio y con paso firme. La ira de Ichigo era palpable, pero fue admirable para Isshin la forma en que Ichigo se mantuvo callado y cumplió con la orden de inmediato.
— Kaien, en primavera haremos oficial tu divorcio. — Dijo Isshin mirando a su heredero, quien estaba atento a lo que decía, también en silencio pero sin la ira en sus ojos. —Tienes prohibido regresar a Visnia y ver a Nelliel, ella está allí como castigo por sus acciones y como tal, debe cumplirlas.
— Pero la Reina Madre...
— ¡Suficiente! La Reina Madre hará lo que crea conveniente, por eso es la Reina Madre. Aún no eres el rey y si cometes más errores, no lo serás. Ni tú ni Ichigo ni las gemelas. — Isshin dijo eso último mirando a Masaki. — El hijo de mi hermano mayor lleva la sangre del viejo rey y pertenece a la familia real.
— Pero es un… — Masaki iba a hablar pero se contuvo.
— Es mi sobrino y esa será mi decisión, así que no quiero más errores. Es todo Kaien, ahora vete de aquí.
Kaien se levantó de su asiento e hizo una reverencia al rey, luego salió de la oficina.
Isshin se quedó a solas con Masaki, quien se levantó de su asiento completamente enojada por lo que acababa de pasar y se acercó a él con la intención de golpearlo. Isshin detuvo el intento de golpe de Masaki agarrándola de la muñeca y ella se alejó de él liberándose de su agarre.
Los golpes de Masaki dolían, no porque cada golpe se incrementara con el ankh, sino porque la amaba, o al menos recordaba que amaba con locura a Masaki, y ver que todo había terminado de esa manera era doloroso.
El anhelo era doloroso.
— Ahora, tú y yo vamos a hablar. — Isshin se acercó a Masaki y con su mano izquierda tomó la muñeca derecha de su esposa con fuerza, haciendo que la palma de Masaki descansara sobre la palma de su mano derecha.
— ¿Qué estás haciendo? — Preguntó Masaki enojado al ver lo que estaba haciendo Isshin. Ella trató de hacer que la soltara, pero Isshin la apretó más fuerte.
— Haré lo que siempre quisiste que hiciera. — Respondió Isshin sin quitarle los ojos de encima y sin soltarla. Sabía que la estaba lastimando, pero sabía que ella era fuerte y que se curaría a sí misma con el ankh. — Estoy cansado de tus amenazas.
Masaki trató de que Isshin la soltara, pero él solo la apretó más. Era ahora, o nunca tendría el coraje de hacerlo.
— Estoy cansado de ver cómo vuelcas tu odio hacia Kaien desde que nació, estoy cansado de ver cómo conspiras para que Ichigo se vuelva contra su propio hermano. — Isshin habló y sintió dolor en la mano con la que sostenía a Masaki. — ¡Es tu culpa que todo esto esté pasando! ¡Es tu culpa porque no pudiste alejar tu odio por una mujer, una que ni siquiera recuerdo, y por evitar que Ichigo y Kaien fueran los hermanos que debían ser! ¡Fue tu culpa y la de todos los que constantemente hacían distinciones entre ellos!
— ¿Mi culpa? ¡Dices que es mi culpa! — Masaki trató de liberarse nuevamente pero Isshin la sujetó con fuerza por la muñeca. A pesar del hecho de que sintió como si miles de agujas afiladas le estuvieran clavando la carne, a pesar de sentir un dolor abrumador y a pesar de ver cómo la sangre se le escapaba de la mano, Isshin no la soltó. — ¡Eres tan culpable como yo! ¡Tú, que solo tienes amor para Kaien, fuiste quien inició esas distinciones!
— ¡Y lo acepto! ¡Acepto mis faltas! No soy perfecto, cometo errores y trato de corregirlos. ¡Por el amor de las Deidades! ¡Soy humano, Masaki! — Isshin miró a su esposa con el corazón dolido de una manera que no podía explicar. — No lo voy a negar, prefiero a Kaien, pero eso no niega ni disminuye el amor que siento por Ichigo pero… Ichigo te tiene a ti y Kaien siempre ha estado solo. No tengo valor para dejar solo a mi hijo, ¿no lo entiendes? ¿Alguna vez viste al niño que necesitaba un poco de amor de la única figura materna frente a él? ¿Pensaste alguna vez qué sentía aquel niño viviendo aquí entre el desprecio y las miradas altivas?
— ¿Y por eso le vas a heredar el reino? — preguntó Masaki con un odio que Isshin nunca pensó escuchar en la voz de su esposa. — ¡Dale un perro y que se sienta amado por ese animal! ¡Es tu culpa! ¡Todo es tu culpa!
Isshin se quedó en silencio por un momento pero no soltó a su esposa a pesar de que el dolor en la palma de su mano era insoportable y la sangre fluía haciendo todo un poco más difícil. No le importaban las heridas, pero era hora de terminar con todo eso, por el amor que alguna vez tuvo por Masaki y que en el fondo aún sentía.
Ella seguía siendo la mujer más hermosa que había visto en su vida.
— He tratado de llevar una vida de paz contigo, he tratado de demostrarte que todavía te amo o que te amaba, porque ya ni siquiera estoy seguro de esto; pero todo es siempre como tú quieres y cuando tú quieres, con tus constantes quejas cuando hago algo que no te gusta, cuando yo... quizás mi ofensa contra ti ha sido demasiado grande para que me perdones, pero también tengo un límite.
Masaki se quedó en silencio, mirándolo con esa expresión en sus ojos que él no pudo descifrar, pero ya sin intentar que la soltara después de esas palabras. La sangre de Isshin había goteado en el suelo y manchado sus brazos y los de Masaki.
— Eres infeliz, y yo estoy infeliz por eso, pero no me arrepiento de haberte conocido o de pedirte que te cases conmigo. Puede que no recuerde el día de nuestra boda, pero debes haber estado preciosa ese día. — Isshin hizo que Masaki extendiera los dedos, que había cerrado en un puño en algún momento de esa conversación, y no se atrevió a mirarla a los ojos en ese momento. — Vuelve a Vayalat, dile a tu padre que te maltraté, o la excusa que más te guste. Trae la guerra que prometiste traer a mi reino, haz lo que quieras hacer. Sal de este infierno que he creado para ti.
La expresión de Isshin se suavizó hasta el punto de verse como un hombre derrotado rogando por una segunda oportunidad cuando finalmente se atrevió a mirar a su esposa.
— O quédate e intentemos esto por última vez. Deja a un lado todos tus rencores y se feliz conmigo, con lo que queda de mí, porque ahora es lo único que puedo ofrecerte.
Isshin miró a Masaki, que le sostenía la mirada, y soltó la muñeca de su esposa. Su mano estaba sangrando y goteó un par de veces en el piso manchando la alfombra. Masaki no habló ni quitó la mano de la mano de Isshin. Isshin asintió, dándose cuenta en ese momento que Masaki realmente no quería estar más con él e hizo que sus manos cambiaran de posición, dejando la mano de Masaki debajo de la suya.
Todo había terminado entre ellos.
— Yo, Isshin de Avanta, Rey de Avanta y las Montañas Azules, con Deidades y hombres como testigos, me divorcio de ti... me divorcio de ti... me divorcio de ti.
El silencio detrás de esas palabras fue pesado y denso, tan abrumador que hizo que el momento pareciera irreal y se sintiera como si fuera un sueño, pero no lo era. Isshin sintió una presión en su corazón que era tan fuerte, que llevó su mano lastimada a su pecho en un acto de detener el dolor que nunca imaginó sentir; pero no era un dolor físico, sino uno diferente.
Masaki seguía ahí, en silencio, contemplando su mano manchada con la sangre seca de Isshin en su muñeca, sin poder creer que eso hubiera pasado. Isshin supuso que todavía no creía que finalmente había conseguido lo que siempre había querido.
— Isshin… — susurró Masaki haciendo que Isshin mirara hacia arriba.
No había felicidad en los ojos de su esposa, ni alegría ni paz, solo incertidumbre y lo que Isshin alguna vez pensó que era miedo, pero rápidamente descartó esa idea. Masaki no era capaz de sentir miedo, solo odio y resentimiento.
— Puedes irte del castillo cuando quieras, no te voy a echar del castillo ni de tus habitaciones. Instruye a la Kahya para que las cosas no se desmoronen cuando te vayas, instruye a la esposa de tu hijo para que la ayude mientras las gemelas se preparan para dirigir el castillo. Haré que Kyoraku prepare tu compensación por haber sido la reina y haber dado a luz a un príncipe y dos princesas. — Isshin se alejó de Masaki con la intención de salir de la oficina, aún con ese extraño dolor en su corazón. — Ganaste, Masaki. Yo perdí.
Isshin escuchó a Masaki decir su nombre una vez más, pero no se dio la vuelta ni se detuvo, simplemente salió de esa oficina lentamente y sin rumbo fijo. Su madre tenía razón, llevaría al reino a su destrucción... y él aceptó eso, junto con toda la culpa que había aceptado en su vida por sus propios errores.
Invierno — x493 / 20 de enero
Masaki todavía no podía creer que la escena en la oficina de Isshin hubiera sucedido. Isshin había dicho esa frase que puso fin a años de matrimonio y todo seguía casi como siempre; la única diferencia era que Isshin ya no pedía verla ni iba a visitarla, incluso las cenas que compartían habían sido suspendidas, pero no había hecho público su divorcio y ella seguía siendo la reina ante todos.
Ella siempre lo había amenazado con pedir el divorcio, con traer una guerra al reino y con hacer todo lo posible para que Ichigo se convirtiera en el sucesor del trono, e Isshin siempre se había negado a darle el divorcio para evitar ese futuro.
Masaki siempre había creído que Isshin quería un reino próspero para Kaien y que quería heredarle seguridad, pero en ese momento, con esa decisión y palabras, parecía que a Isshin no le importaba tanto que el reino fuera seguro para Kaien.
Su matrimonio no era perfecto… nunca lo fue.
Tuvieron buenos y malos momentos, pero la mayor parte del tiempo fueron buenos momentos; su enfado no duraba mucho porque Isshin sabía cómo animarla y, aunque por la cama de Isshin pasaban muchas mujeres, ella tampoco había sido víctima de eso. Ella no era la esposa que lloraba mientras su esposo se acostaba con otra mujer, ella planeaba cuidadosamente qué hacer con esas mujeres cuando su esposo terminara de desahogarse con ellas.
Masaki se había vuelto cruel con las amantes del rey porque temía que la historia se repitiera, aunque alguna vez pensó que mientras ella tuviera el corazón de su esposo, entonces no importaba cuántas mujeres tuvieran su cuerpo. Todos los reyes tenían amantes, todos los reyes tenían bastardos y ella lo sabía; se casó con Isshin sabiendo que alguna otra mujer o mujeres se acostarían con él.
Realmente nunca pensó que él le daría el divorcio ni pensó ver esa expresión de derrota cuando le pidió que se quedara con él, con lo que quedaba de él, y trataran de arreglar las cosas. Ella no pudo responder a esa solicitud en ese momento, no creía que él realmente haría eso y no creía que su matrimonio terminaría de esa manera.
Su mente aún no entendía completamente lo que había sucedido en esa oficina.
Masaki vio su mano y recordó el tono de voz de Isshin, tan vacío y perdido, tan solitario, que le hizo pensar que tal vez todo había sido una especie de extraño sueño; ella nunca lo había visto así, no de esa manera.
Nunca había lastimado a Isshin hasta hacerlo sangrar, solo la vez que le disparó una flecha cuando lo conoció, e Isshin solía decir que era el mejor trofeo de guerra que podía conseguir porque había conocido a la mujer más hermosa de la tierra. Pero esta vez ella realmente lo había lastimado, lo había lastimado y la sangre corrió por sus brazos hasta manchar la alfombra, y sin embargo él no la soltó hasta que dijo esas palabras.
Isshin había hecho una pausa entre cada oración, como si esperara que ella lo detuviera y, sin embargo, Masaki no pudo encontrar la voz para hacerlo a pesar de que algo dentro de ella le gritaba para que lo detuviera y no terminara de decir esas palabras.
Cuanto más pensaba en ello, más confuso se volvía todo. Ya no recordaba a ciencia cierta qué estaba pensando en ese momento pero tenía claro que las acusaciones de Isshin eran ciertas; una parte de todo también era su culpa.
Quería justificarse diciendo que lo estaba haciendo para proteger a sus hijos, pero todo lo que había hecho la había llevado a este momento. Masaki quería evitar la maldición de la madre de Kaien, pero fue ella misma quien había cumplido cada una de las palabras que esa mujer dijo antes de morir.
"Kala, ¿realmente ganaste? ¿Realmente nunca podré sacarte del castillo? ¿Vivirás para siempre en mi mente y siempre serás la causa de mi miedo? ¿Era está tu verdadera maldición? ¿Te estás riendo de mí desde tu infierno?" Las preguntas en la mente de Masaki se repetían desde que Isshin aseguró su derrota frente a ella.
Un par de golpes en la puerta de su habitación hicieron que dejara de mirarse la mano y de pensar en la madre de Kaien. Masaki dio permiso para entrar y un momento después entró la Kahya con una gran carpeta de cuero negro en sus manos. Masaki no recordaba que tuvieran algún asunto que tratar en esos días.
— Su Majestad, el concejal Kyoraku envía esto. Él le pide que lo lea y que le informe si está de acuerdo con lo que está escrito allí. En caso de que lo estipulado no sea de su agrado, el consejero le pide que lo arregle con su majestad el rey.
Masaki tomó esa carpeta de cuero y la abrió lentamente, aun sintiendo esa sensación de irrealidad dentro de ella, y leyó el título en letras grandes.
—
Acuerdo de divorcio
Isshin de Avanta, rey de Avanta y las Montañas Azules, anula su matrimonio con la princesa Masaki de Vayalat. Según la historia escrita en los registros del reino, el divorcio procede con la división de los bienes correspondientes al número de herederos que la ex reina Masaki ha traído al mundo.
Por haber dado a luz a un príncipe perfectamente sano, candidato al trono del reino, se le otorga el 70 por ciento de las ganancias obtenidas en la ciudad de Zhilen durante los próximos 5 años.
Por haber dado a luz a dos princesas perfectamente sanas, se le otorga el 50 por ciento de las ganancias de la ciudad portuaria de Uzker durante los próximos 5 años.
Las joyas obtenidas durante su matrimonio con el rey Isshin, que no hayan pertenecido previamente a la familia real, pueden ser conservadas por la princesa Masaki si así lo desea. Del mismo modo, podrá conservar todas sus pertenencias personales.
Cuando las firmas de los involucrados estén presentes en el documento, el divorcio se consumará legalmente y se romperá el acuerdo entre los dos reinos.
—
Masaki alcanzó la parte inferior del documento y encontró la firma de Isshin junto con su sello. Lo único que faltaba era su propia firma para hacer efectivo ese divorcio, pero Masaki simplemente cerró la carpeta y la dejó a un lado. Masaki se sintió extraña, como si estuviera en un sueño y pudiera despertarse en cualquier momento, pero no importa cuánto lo intentó, no podía despertar.
No se sintió feliz al leer ese acuerdo de divorcio.
No se sentía ganadora, al contrario, sentía que estaba perdiendo una parte de sí misma que consideraba perdida hace muchos años. Se sintió vacía y al mismo tiempo sintió que su corazón latía con fuerza dentro de su pecho. Ese sentimiento de abandono y desesperación que la embargaba le secó la garganta.
— Su Majestad. — susurró la Kahya con cautela al verla en ese estado.
— ¿Cómo pueden terminar así años de matrimonio? ¿Estaba tan equivocada?
Esas preguntas no iban dirigidas a la Kahya, sino a ella misma, pues no entendía por qué se sentía tan infeliz en ese momento. Tenía una de las cosas que deseaba, se había librado del hombre que la había lastimado desde el día en que ella llegó a vivir al Castillo de Adelaar. Entonces, ¿por qué se sentía tan triste?
— Su Majestad...
Masaki fijó su mirada en Kahya sin entender por qué su mirada estaba nublada o por qué sus ojos ardían y le dolía el corazón. Debía estar feliz pero ni siquiera se sintió capaz de fingir esa expresión.
— Su Majestad, ¿qué pasa? — Preguntó la Kahya con voz preocupada, sacando un pañuelo de tela para entregárselo a Masaki. — ¿Porque llora? ¿Le duele algo? ¿Llamo a la doctora?
Las preguntas de la Kahya no tenían sentido porque ella no estaba llorando y no estaba enferma, sin embargo sintió dolor y escuchó que alguien lloraba; una mujer estaba sollozando.
Masaki no quería escuchar llorar a esa mujer y se levantó de su asiento tomando la carpeta de cuero en sus manos, salió de su habitación y caminó lo más rápido que pudo hacia el área del rey. Los guardias le indicaron que Isshin estaba en su habitación privada y Masaki dirigió sus pasos hacia ese lugar, entrando sin permitir que la anunciaran.
Isshin estaba allí, sentado en una silla grande, mirando a la nada con un libro abierto en cualquier página. Al verla, inmediatamente se levantó y caminó hacia ella, colocó sus manos en las mejillas de Masaki y ella cerró los ojos ante ese toque. Masaki sintió la suavidad de ese toque a pesar de que las manos de Isshin tenían callos por el uso de la espada.
Isshin secó las lágrimas de las mejillas de Masaki con sus pulgares y caminó con ella hasta que la sentó en la silla donde él había estado sentado antes. Había preocupación en sus ojos y Masaki lo notó; su corazón se regocijó por eso.
— ¿Qué te pasa Masaki? ¿Estás enferma? ¿Te duele algo? ¿Les pasó algo a nuestras hijas? — preguntó Isshin rápidamente, con ese toque de ternura y preocupación que salía de su boca y se reflejaba en sus ojos. Masaki negó con la cabeza y miró las manos de Isshin, encontrando las cicatrices de las heridas que le había causado ese día y se sintió culpable. — ¿Entonces qué es lo que pasa? ¿Porque estás así?
Masaki se quedó en silencio, ella no estaba llorando pero las manos de Isshin estaban mojadas y ella no sabía por qué. Por un momento quiso curar las heridas en la mano de Isshin, como lo había hecho tantas veces antes, cuando pasaban buenos momentos, pero cuando lo intentó, Isshin retiró suavemente su mano.
— Está bien. — susurró Isshin al entender lo que ella había tratado de hacer pero no permitió que las curara a pesar de que las heridas causadas por el ankh eran dolorosas y tardaban en sanar.
— Kyoraku me envió esto. — Masaki le entregó la carpeta de cuero a Isshin.
Ella sintió que su voz le resultaba extraña pero la mirada de Isshin se relajó cuando entendió algo que Masaki no entendió. Ya no había preocupación en los ojos de Isshin, sino un vacío que la hacía sentir como si pudiera caer allí en cualquier momento.
— ¿Ya lo firmaste? — Isshin se alejó de ella, su voz sonaba amarga en los oídos de Masaki. Isshin abrió la carpeta y la volvió a cerrar después de echar un vistazo rápido al papel. — ¿Qué no te gustó? Si quieres puedo extender los años de utilidad hasta que sean 10 por cada ciudad. Debería haber puesto que podías ver a nuestros hijos cuando quisieras, Kyoraku no lo puso. Lo editaré más tarde y lo volveré a firmar.
— No. — susurró Masaki después de escuchar todas esas palabras de Isshin.
Isshin hacía que su matrimonio pareciera un negocio que estaba llegando a su fin, pero ella recordaba que estaba realmente enamorada de él cuando fue a pedir su mano. También recordaba la mirada desbordante de amor de Isshin cuando colocó el anillo de la reina en su mano.
Isshin volteo a verla sin entender esa respuesta.
— ¿No? ¿Entonces qué quieres? — preguntó Isshin sin acercarse a ella. Masaki no entendía por qué él le había acariciado el rostro con tanta ternura al principio y luego se había alejado de ella, o por qué le dolía el alma cuando él hablaba de esa manera. — Te he dado el divorcio que tantas veces deseaste, te estoy dando lo que te mereces por haber sido la reina y no lo he hecho público para no arruinar tu estancia en el castillo. No entiendo qué más quieres, Masaki.
Masaki miró a Isshin, cuya voz tembló de desesperación ante esa última frase, pero ella no sabía qué decir. El Acuerdo de Divorcio era generoso, muy generoso, pero ella no quería eso.
Isshin se acercó a ella y la tomó por los hombros mientras la miraba a los ojos con esa intensidad que alguna vez vio en él cuando ambos eran jóvenes, y volvió a recordar la primera vez que se vieron y la sonrisa que él tenía en su rostro mientras ella le curaba aquella herida de la manera tradicional haciéndolo sufrir a propósito por espiarla.
Masaki se preguntó por qué estaba recordando eso ahora. ¿Por qué estaba recordando la forma en que comenzó su relación cuando solo faltaba su firma para que terminara?
— Masaki, dime lo que quieres. ¡Dime qué más quieres de mí! — Isshin no la soltó, pero esta vez no la tomó con fuerza; esa vez solo fue un apretón tembloroso, como si tuviera miedo de hacerle daño, pero Masaki pudo sentir la humedad de la sangre en la palma de la mano de Isshin en su piel. Las heridas no habían cicatrizado y se habían vuelto a abrir. — Esto era lo que querías y no es fácil para mí; hazlo fácil. Masaki, hazlo fácil... por el amor de las Deidades... hazlo fácil. Termina con esto. Mátame de una vez si eso es lo que quieres, hazlo con tus manos. Consigue tu venganza por todo lo que te hice.
Isshin se arrodilló frente a Masaki y tomó una de sus manos para colocarla sobre su pecho, justo sobre su corazón. Masaki podía sentir el corazón de Isshin con tanta fuerza como la primera vez que estuvieron juntos en Vayalat; solo que en pasado era por el deseo de estar juntos, pero en ese preciso momento era por saber que todo estaba llegando a su fin.
— Aquí. — Isshin sostuvo la mano de Masaki con fuerza contra su pecho aunque su mano estaba sangrando de nuevo. — Aquí mismo.
Masaki miró a Isshin en silencio, sintiendo su corazón latir en la palma de su mano. Solo un poco de presión y el corazón de Isshin estallaría dentro de su pecho, pero no pudo hacerlo. Isshin era el único hombre al que ella había amado, también era el único hombre al que había odiado; pero ella no pudo matarlo.
Masaki simplemente no pudo matarlo.
— No. — susurró Masaki. Eso no era lo que ella quería. — Yo quiero… yo…
En ese momento parecía una tontería quién heredaría el reino y se preguntó si todo habría sido diferente si realmente hubiera tratado a Kaien como un verdadero hijo desde el principio. En ese momento ya no podía hacer nada, irse o quedarse no cambiaría nada, de todos modos Kaien e Ichigo ya se habían convertido en hombres, cada uno con sus propios intereses y decisiones.
— ¿Qué quieres Masaki? ¿Qué? — Isshin la miró y Masaki sintió que le faltaban palabras. Todavía podía sentir el corazón de Isshin latiendo en la palma de su mano; ese ritmo que la arrullaba para dormir en Vayalat en las noches de verano.
Ella estaba tan rota como él, el castillo y la vida en su interior habían llevado varios pedazos de su corazón y alma a un vacío sin fin. ¿Por qué irse cuando podía quedarse? ¿Por qué no tratar de rescatar por última vez un poco de esa felicidad que alguna vez tuvieron?
Masaki sintió como Isshin soltaba lentamente su mano y dejaba de mirarla a los ojos; la sangre aún estaba ahí pero esta vez fue ella quien sostuvo la mano lastimada de Isshin con un poco de fuerza para que no la soltara. Isshin no se resistió y Masaki lentamente concentró esa magia en la palma de su mano, cubriendo así gran parte de las heridas de Isshin que ella misma le había causado.
El silencio fue largo, solo se escuchaban las respiraciones de ambos mientras las heridas sanaban una a una. Isshin levantó suavemente la mano y acarició la mejilla de Masaki con el pulgar haciéndola sonreír.
— Gracias. — La voz de Isshin sonaba suave, casi dulce.
— Tienes razón, también fue en parte culpa mía. — susurró Masaki levantando la vista un poco, solo para encontrarse con los ojos de Isshin mirándola fijamente. — Pero ahora sé lo que quiero.
Isshin asintió, esperando su respuesta sin apartar la mano de Masaki.
— ¿Qué quieres?
— A ti.
Dedicado a Kaede Hiwatari Blueriver, gracias personita que me recuerda que a alguien le gusta esta historia :D *inserta corazones*
