Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 59: Vayalat


Verano — x493 / 3 de julio

Vayalat la Grande.

Había tantos misterios sobre ella como noches en el tiempo; sobre su origen, sobre su trato con la Sombra, sobre cómo llegó al continente y sobre cómo logró hacerse con una corona y un reino. Lo que se decía sobre ella y sobre la historia del reino estaba tan manipulado por quienes escribieron los registros, que bien Vayalat pudo haber sido solo una mujer ordinaria que podía hacer un poco de magia o la forma física de la Sombra en el mundo.

Nunca se sabría y no era algo que preocupara a sus descendientes.

Ellos adoraban a la Sombra y, como todos los descendientes de sangre de Vayalat, poseían casi todos los dones que la Sombra le había otorgado a la Madre Original. Cuanto más cerca estaban de la Sombra, más dones despertaban, sin embargo, todos buscaban algo que solo Vayalat poseía: la Eternidad.

Ningún hijo de Vayalat había podido obtenerla, la Eternidad se les escurría entre los dedos y así como la vida misma.

Los descendientes de sangre de Vayalat vivirían durante muchos años, se mantendrían fuertes y en su mejor momento durante décadas, pero al final morirían como cualquier persona normal. Se decía que la Sombra iba en persona por ellos para llevarlos de regreso a su Madre Original, y que en el momento de la muerte era cuando se les revelaban todos los secretos, como premio de consolación a una vida de servicio; pero eso era algo que tampoco podían asegurar porque nadie había sobrevivido antes a la llamada final de la Sombra.

Ichigo supo el momento preciso en que entraron al reino de Vayalat, era algo que no había forma de explicar del todo, era como volver a casa y por esa misma sensación Ichigo se sintió como un extraño en su propia tierra cuando regresó a Adelaar. Su sangre gritaba que su hogar era Vayalat y no Avanta.

— ¿Qué fue eso? — Preguntó Rukia después de unos momentos mirando por la ventana.

Ichigo dejó de ver el anillo en su mano, el cual inevitablemente despertó al sentir que estaba en la tierra donde inició todo, y volteó a ver a Rukia solo para encontrar su mirada confundida. Él podía sentir el movimiento del tatuaje en su espalda y sus hermanitas estarían sintiendo lo mismo que él en ese mismo momento.

— ¿Qué sentiste? — preguntó Ichigo con cuidado, porque esa pregunta de Rukia, justo cuando entraban a Vayalat, lo desconcertó.

— Como si cruzara una cortina invisible. Algo que está y no está, todo al mismo tiempo. — Rukia parecía desorientada, como si esa explicación no expresara lo que realmente sentía en ese momento.

Ichigo miró el anillo y luego a Rukia.

Si ella hubiera estado usando el anillo, él entendería que lo hubiese sentido despertar, pero ella no lo estaba usando y no tenía forma de sentir lo que él sintió. La conexión de Rukia con el anillo era tan grande que esa era la única respuesta que tenía Ichigo, y eso lo asustó.

— Estamos en Vayalat. — explicó Ichigo con calma. — Para llegar a Vermist quedan 5 días más de viaje. Tal vez fue por el pacto que hiciste con la Sombra que te sentiste así. "Desde la tierra hasta el cielo, la tierra de Vayalat protege a sus hijos y sirvientes", eso dicen los Karanq cuando nos educan, y ahora eres una sierva de la sombra, mi amor.

Ichigo tomó la mano de Rukia y le dio un pequeño beso antes de acercarla y abrazarla como si quisiera protegerla de algo. Rukia lo abrazó con fuerza y cerró los ojos por ese momento.

— Tienes miedo, ¿no? — La voz de Rukia salió tan suave que podría haberse confundido con un murmullo del carruaje que aún se movía.

— Tengo miedo. — Ichigo besó la cabeza de Rukia y la abrazó más fuerte. — Mucho miedo, porque si te pasa algo yo tendré la culpa y lo último que quiero es causarte algún daño.

— Todo estará bien, te lo prometo. — susurró Rukia tratando de tranquilizarlo, pero Ichigo no podía quitarse ese sentimiento de su corazón.

El miedo que no había sentido en mucho tiempo, lo sintió en ese momento. La idea de perder a Rukia lo aterrorizaba.


Verano — x493 / 8 de julio

Rukia tenía formas de torturar a Ichigo que eran algo originales. En ese momento, ella se había negado a hablar de un tema específico que Ichigo quería saber y en el que él no había dejado de insistir desde el último descanso hasta ese momento.

Los dos estaban juntos sobre el caballo, Rukia vestía esa bonita ropa de montar y su cabello, que en ese momento le llegaba hasta la mitad de la espalda, estaba atado en una trenza bastante intrincada decorada con cintas que Tatsuki le había hecho.

El viaje a Vermist, la capital de Vayalat, había sido largo pero estaba llegando a su fin y Rukia no podía seguir torturando así a Ichigo; aunque escuchar como suplicaba con esa voz suave y lastimera antes de darle un beso en el hombro tratando de convencerla, la hacía sentir feliz y poderosa.

— Mi Luna, no me obligues a usar las técnicas prohibidas para hacerte hablar. — susurró Ichigo en su oído, ya no con esa voz lastimera y melosa, sino con esa voz peligrosa que la tomó desprevenida y le puso la piel de gallina en ese momento.

— ¿Las técnicas prohibidas? — preguntó Rukia, girando un poco la cabeza para mirarlo de reojo, sin perder la sonrisa en su rostro. — ¿Tenemos técnicas prohibidas? Yo no lo sabía, mi Sol.

El tono divertido en su voz se congeló cuando vio que la sonrisa de Ichigo se volvía maliciosa. Iban a la cabeza de la caravana, pero detrás de ellos había un par de guardias que sabían que no debían verlos demasiado si no querían terminar ciegos.

— Por eso son "técnicas prohibidas", mi Luna. Ahora, ¿vas a decirme por qué Yuki te mira como si te tuviera miedo? — preguntó Ichigo con ese tono malicioso y casi erótico que le encantaba a Rukia.

Rukia solo rió nerviosamente al sentir ese susurro en su oído y la mano de Ichigo agarrando su cintura posesivamente. Él quería saber qué había pasado en la corte de la reina, al menos entre ella y Yuki, mientras él estuvo fuera, y era lo único de lo que Rukia se negaba a hablar. La curiosidad de Ichigo no había cesado desde que ella se negó por primera vez a responder a su pregunta.

— Nope.

Rukia volvió a mirar el camino, negándose a hablar solo para molestarlo un poco más, pero la mano de Ichigo soltó su cintura y lentamente se movió por su espalda hasta llegar a la parte de atrás de su cuello. Sintió como Ichigo apartaba esa trenza y se acercaba a su piel dejándola sentir su cálido aliento; ella pensó que él la iba a besar, pero él solo la dejó sentir esa intención haciendo que su piel se erizara nuevamente.

Ichigo tiró suavemente de la trenza por un instante, lo que hizo que ella inclinara un poco la cabeza hacia atrás y lo escuchó respirar en su oído. Rukia casi podía imaginar esa sonrisa traviesa en sus labios y cerró los ojos esperando el beso, pero de nuevo, él no la besó.

Rukia podía sentir su propio corazón latir con fuerza, y le faltaba el aliento a pesar de que él ni siquiera la había besado. Sólo esas caricias, la hacían perder el aliento. Ichigo suavemente movió su mano por la espalda de Rukia y la colocó sobre su vientre, sujetándola con fuerza.

De nuevo, Rukia inclinó la cabeza y miró a Ichigo, quien le sonreía con picardía. Se acercó a ella, y de nuevo Rukia cerró los ojos esperando el beso que no llegó. Eso la hizo sentir frustrada.

— ¿Me vas a besar o no? — Preguntó Rukia con las cejas juntas por el fastidio de no tener ese preciado beso.

— Nope. — Ichigo sonrió y apartó la mirada de ella para ver el camino. — Si no me das lo que quiero, no te daré lo que quieres. Además, estamos a punto de llegar a la ciudad de Vermist y no sé cuándo podremos volver a estar solos.

Rukia entrecerró los ojos con molestia al escucharlo decir eso e hizo un sonido de indignación con la garganta antes de volver a mirar hacia el camino.

— Eres un chantajista y un manipulador. — se quejó Rukia luego de un rato de silencio, debatiendo consigo misma si era hora de decirle lo que quería saber o seguir así por un momento más.

Ichigo simplemente no podía hacer que ella deseara un beso y luego no dárselo. Su venganza sería terrible cuando se le ocurriera una.

— Pero eso ya lo sabías, mi Luna. — Ichigo le dio un beso en la mejilla con una sonrisa divertida. — Tú eliges, mi princesa de Maranni. Los dos podemos jugar a esto. Estuve 4 meses sin poder verte ni oler tu cabello al despertar, puedo resistir un par de días más.

— ¡¿Un par de días?!

Ichigo se encogió de hombros divertido. Rukia definitivamente le haría pagar por eso, cuando se le ocurriera la venganza perfecta lo torturaría hasta que le suplicara una caricia.

— Está bien, te lo voy a decir. — cedió Rukia molesta por esa derrota.

Ichigo le dio un beso en la mejilla y Rukia comenzó a contarle todo lo que había pasado en el castillo con Yuki.

Rukia le dijo a Ichigo que había hablado primero con Tatsuki, pidiéndole consejo sobre cómo seducir a un hombre, cómo hacer que un hombre notara a una mujer sin que sea demasiado obvio y cómo parecer inocente y ocultar pensamientos perversos.

Luego le contó sobre las conversaciones que tuvo con Yuki, sobre Yuki teniendo que mantenerse alejada de Kaien, sobre Yuki teniendo que rechazar los regalos de Kaien solo para mantenerlo interesado, y sobre los encuentros "casuales" que ella había causado para que Kaien viera a Yuki por un momento; todo avalado por Tatsuki quien fue quien la asesoró en esa misión.

— Espera un minuto. — susurró Ichigo, interrumpiendo las detalladas explicaciones y narraciones de Rukia sobre su plan maestro para embaucar a Kaien. — Si le preguntaste a Tatsuki cómo seducir a un hombre, ¿cómo pretendías seducir a Kaien cuando fingimos el secuestro y lo hicimos parecer tu salvador?

Rukia pensó por un segundo antes de reír nerviosamente.

— Ni idea, no lo pensé en ese momento. Supongo que cómo te seduje. — explicó Rukia haciendo que Ichigo entrecerrara los ojos molesto. — Aunque no estoy seguro de cómo te seduje. De hecho, creo que tú me sedujiste.

— Ahora mismo me alegro de que ese estúpido plan no haya funcionado. — Ichigo habló y Rukia pudo escuchar los celos vibrar en la voz de Ichigo mientras la tomaba de la cintura de manera posesiva. Eso puso a Rukia de mejor humor y siguió contándole lo que había pasado con Yuki.

— Al final, el día antes de que llegaran las nuevas damas de la reina, hablé con Yuki y le dije: "Estoy casada con el hombre más poderoso del reino, vivo dentro de su corazón y su mente; lo que digo, él escucha. Lo que yo quiero, me lo da. Si yo quisiera empezar una guerra, él me pediría una fecha. Si yo quisiera matar a alguien, me pediría un nombre. Si yo quisiera ser la reina, él se convertiría en el rey solo para darme la corona. Soy quien controla el reino y su paz, pero no quiero ser la reina, no quiero esa corona y no quiero una guerra. Quiero que tú seas la reina y hagas lo que ni mi padre ni yo pudimos hacer. Prefiero que seas tú que cualquier otra persona".

Terminó Rukia después de decir esa frase, usando la misma voz y la misma expresión que había usado con Yuki, siendo realmente la princesa malvada que estaba segura de lo que tenía y que no había nada que la detuviera en el mundo, solo para hacer que Yuki estuviera lo suficientemente asustada como para no considerar el traicionarla.

Rukia se metió en su papel al igual que lo hizo Ichigo cuando él le dijo lo que tuvo que hacer cuando le pidió al rey la casa de la Inamorata. Esa vez, ella no lo había tomado bien y estuvo molesta con Ichigo por un par de días, pero lo perdonó después de golpearlo varias veces y él le asegurara que no pensaba esas cosas de ella.

Ichigo se quedó en silencio, el caballo se detuvo y Rukia volteó a verlo, pensando que tal vez se había excedido en lo que le había dicho a Yuki y eso lo había molestado, pero en cambio, encontró esa mirada en él que la hizo morderse el labio antes de que él le diera un beso tan intenso y apasionado, que por un momento ella olvidó que estaban sobre un caballo.

Ese beso la dejó con una sonrisa y un rubor en las mejillas que tardó mucho tiempo en desaparecer.

— Me encanta cuando veo a esa Rukia malvada y mandona. — susurró Ichigo dejando pequeños besos en su hombro. — Me encanta que mi esposa sepa exactamente lo poderosa que es. Tengo una esposa peligrosa a la que el mundo debe temer.

Rukia jadeó y él le mordió el hombro. Si Ichigo continuaba así, esperar hasta el anochecer sería una tortura.

— Estoy casada con un hombre peligroso, tengo que ser una mujer peligrosa. — susurró Rukia girando la cabeza para mirarlo antes de darle un beso más.

Ichigo sonrió ante esa frase, y Rukia lo besó de nuevo.

Llegaron a la ciudad de Vermist poco después de esa charla, y Rukia pudo ver con sus propios ojos el lugar donde había crecido Ichigo. La ciudad era realmente grande y desde la distancia podían ver las tres murallas que la dividían, cada una más grande que la anterior, siendo la muralla más pequeña la que rodeaba el palacio junto al mar.

A cada cierta distancia había baluartes que servían como torres de vigilancia en las murallas, y había soldados vestidos de negro, armados con flechas y arcos, así como espadas colgadas de sus cinturones, que patrullaban las murallas.

Las puertas de la ciudad estaban abiertas, permitiendo a las personas ir y venir a placer a la ciudad, y había guardias en la puerta que estaban a cargo de la vigilancia. Vermist incluso parecía mucho más grande que Adelaar, aunque Rukia lo atribuyó al hecho de que había tres murallas que protegían la ciudad y daban esa impresión. Estaba asombrada, cada ciudad que había visitado era diferente, pero sin duda la capital de Vayalat era la mejor hasta el momento.

— Bienvenida a Vermist, mi princesa de Maranni. — susurró Ichigo con una sonrisa mientras señalaba la ciudad.

— ¡Me encanta! — Rukia habló sin contener la emoción en su voz. — ¿Podemos caminar sobre las murallas?

— Le preguntaré a mi tío si nos deja, recuerda que aquí solo soy un visitante.

Rukia asintió ante esa posibilidad. Ichigo tenía razón, allí solo eran visitantes, así que muchas de las cosas que podían o no podían hacer estaban limitadas por las reglas del lugar.

Ichigo montó el caballo hasta la entrada de la ciudad y se identificó ante uno de los guardias diciendo que era un visitante de Avanta y que lo estaban esperando en el Palacio Vayalat.

El guardia los revisó en la entrada y, de un momento a otro, el hombre se detuvo y miró a Ichigo, como si lo hubiera visto antes, hasta que finalmente el guardia sonrió. Rukia no entendía lo que estaba pasando pero prefirió guardar silencio para luego atacar a Ichigo con preguntas; eso siempre funcionaba para ella cuando quería saber algo.

— ¡Dile a los guardias del Palacio que el Príncipe Ichigo ha vuelto!

El grito del guardia confundió más a Rukia, pero inmediatamente otro guardia confirmó la orden y salió a caballo del muro, perdiéndose entre la gente de la calle principal. El guardia que gritó se hizo a un lado y los dejó pasar sin decir nada más, pero mantuvo la sonrisa en su rostro, como si hubiera visto llegar a un viejo amigo.

— Y... no entendí lo que pasó. — comentó Rukia mientras atravesaban la ciudad para llegar a la segunda muralla.

Ichigo sonrió y besó su mejilla. Rukia notó que Ichigo estaba realmente feliz.

— Crecí aquí los últimos años de mi vida. El soldado de la entrada es uno de los huérfanos con los que entrené. — explicó Ichigo con calma mirando a Rukia quien seguía mirándolo atentamente.

— ¿Los que se hicieron el tatuaje como Renji y Uryu?

— Exactamente. Ese soldado es uno de las Sombras, por eso está vigilando la puerta principal. Si alguien intentara atravesar esa puerta por la fuerza, ese soldado acabaría con la vida de ese hombre antes de que alguien se diera cuenta. En cada entrada hay una Sombra, se supone que nadie sabe quiénes son más allá del comandante y quienes entrenaron con ellos, por lo que se mezclan con la milicia para mayor protección.

Rukia asintió a lo que Ichigo le dijo y prestó más atención a los soldados que custodiaban las puertas de la segunda pared cuando pasaban, pero por más que buscaba algo que distinguiera a una Sombra de un soldado común, no pudo encontrarlo. En ese momento, Rukia pensó en Ichigo cuando lo vio por primera vez; en esa ocasión solo vio a un mensajero y no a un príncipe, y llegó a la conclusión de que fue en Vayalat donde Ichigo aprendió a camuflarse así con su entorno.

— ¿Kon es de Vayalat? — Preguntó Rukia de un momento a otro, antes de llegar a la tercera muralla, que era la que daba entrada al palacio.

— Kon nació aquí.

Regresar a Vayalat para Ichigo fue como volver a casa.

Vayalat fue donde se había sentido más amado en toda su vida, fue donde aprendió todo lo que sabía y fue donde se convirtió en parte del hombre que era en ese momento. A pesar de que tenía miedo de la relación de Rukia y el anillo, el hecho de que ella estuviera ahí con él lo hacía feliz. Ichigo quería mostrarle todos los lugares de su vida; quería contarle todas las historias que le había contado antes, pero ahora ahí para que ella pudiera imaginarlas mejor.

El soldado que dio aviso de su llegada había hecho un buen trabajo, ya que cuando cruzaron la tercera muralla y entraron al Palacio de Vermist, un grupo de sirvientes los esperaba para ayudarlos con las cosas. Su madre había enviado una carta antes, diciendo que él, Rukia y sus hermanas pequeñas iban a visitarlos, por lo que era muy probable que tuvieran preparadas las cosas para ellos y su estadía allí.

Ichigo se bajó del caballo y ayudó a bajar a Rukia. Ver su sonrisa hizo que él también sonriera.

Sus hermanitas se bajaron del carruaje donde habían estado haciendo el último tramo del viaje, e inmediatamente la Kahya del Palacio Vermist les hizo una reverencia y les explicó que las gemelas tenían preparada una habitación dentro del palacio cerca de los aposentos privados de la reina. Las gemelas estaban realmente felices y sin dudarlo siguieron a los sirvientes que las guiarían hacia donde estarían sus dormitorios mientras durara el entrenamiento con los Karanq.

— Su Alteza, nuestra reina ha preparado para usted y la Princesa Rukia, la casa de playa de la Princesa Masaki. — explicó amablemente la Kahya. — Se arreglarán sus cosas y se instruirá a sus sirvientes en las costumbres del palacio. Lamento que no puedan ir a descansar ahora, pero la reina me ha ordenado que los lleve ante su presencia de inmediato.

Ichigo sintió que la mano de Rukia agarraba su mano con fuerza al escuchar esas palabras, e Ichigo se dio cuenta de que Rukia estaba nerviosa. Ella tenía motivos para estar nerviosa, pero Ichigo sabía que cuanto más rápido solucionaran el problema del anillo, más tranquila estaría Rukia y ambos podrían disfrutar mejor los días que estarían allí.

— Está bien. — susurró Ichigo, apretando la mano de Rukia para darle confianza. — Estoy contigo, todo estará bien.

Rukia asintió, mirándolo y sosteniendo su mano con fuerza, antes de que Ichigo le diera la orden a la Kahya de llevarlos a donde estaba la reina Vayalat.

La Kahya los condujo por el enorme palacio de Vermist e Ichigo comenzó a contarle a Rukia algunas cosas sobre las pinturas que decoraban las paredes mostrando a los reyes de antaño para distraerla un poco y, aunque funcionó por un momento, cuando estaban frente a la puerta que conducía a la habitación privada de la reina, Rukia volvió a agarrar con más fuerza su mano.

Ichigo se quitó el anillo de la reina de su dedo meñique y lo volvió a colocar en el dedo anular de Rukia, después de lo cual la Kahya abrió la puerta para dejarlos entrar.

— Su Majestad, el Príncipe Ichigo y su esposa, la Princesa Rukia, están aquí. — Habló la Kahya, atrayendo la atención de la reina, que estaba mirando por la ventana.

Ichigo vio a su abuela, tan hermosa y joven como siempre, con su cabello dorado completamente recogido y usando una corona negra en la cabeza, demostrando su poder en ese lugar con solo ese accesorio, girar sobre sus talones para verlo a él y a Rukia. La Kahya salió de esa habitación y solo se escuchó el sonido de la puerta al cerrarse.

— Su Majestad. — Ichigo no soltó la mano de Rukia y caminaron juntos hasta estar frente a la reina. La reina les tendió la mano e Ichigo la besó respetuosamente. Rukia hizo lo mismo inmediatamente después. — Déjeme presentarle a mi esposa, Rukia.

Rukia estaba sentada en el piso de piedra de esa casa, en ese borde que daba a la playa, descalza y jugando con la arena entre los dedos de sus pies. Los atardeceres en Vermist eran oscuros, hermosos en sus tonos anaranjados y violetas, pero oscuros, porque se había acostumbrado a los atardeceres brillantes en Adelaar, donde el sol lo iluminaba todo.

Seguía recordando la charla que tuvo con la reina Aiko sobre el anillo, sobre sus sueños, sobre esa voz y sobre todo lo que había pasado desde que ese anillo tocó su mano hasta el momento en que entraron en Vayalat. La reina le hizo muchas preguntas, desde si estaba embarazada hasta si alguno de esos sueños se había hecho realidad, y Rukia respondió todas con la verdad.

Al final, la reina pidió ver el contrato que Rukia había hecho con la Sombra y Rukia supo, en ese momento, que algo podría estar mal con ella.

El jadeo de sorpresa que dio la reina no era normal.

Al final de esa charla, Rukia sintió que algo muy grande estaba pasando en ese momento y que se lo estaba perdiendo a pesar de estar realmente involucrada en ello. Ichigo la acompañó a la casa de la playa y le prometió que todo estaría bien y que encontrarían la razón por la que le estaba pasando esto. Rukia podía ver ese sentimiento de culpa y miedo en los ojos de Ichigo, porque él se culpaba a sí mismo por haberle dado ese anillo.

Rukia quería decirle que todo estaba bien, que entendía lo que estaba pasando porque había entrado en ese mundo al que él pertenecía, pero en el fondo, el miedo a lo desconocido se hizo hueco en su corazón y en su mente.

No tuvieron mucho tiempo para hablar cuando llegaron a la casa de la playa, donde iban a descansar del viaje, porque Ichigo fue llamado urgentemente por su abuela para una reunión con los Ancianos. Rukia lo dejó ir, y el beso que Ichigo le dio como despedida tenía ese sabor a miedo que no le gustó sentir.

Rukia se sentó allí, pensando una y otra vez en la conversación con la reina e imaginándose a Ichigo en una enorme sala siendo regañado por el rey, la reina y un grupo de ancianos con largas barbas y llenos de arrugas, por alguna razón que indudablemente tenía que ver con ella, y se sintió culpable en ese momento.

Todo eso se había desatado desde que hizo el trato con la Sombra; un trato en el que ella insistió.

— Si te quedas ahí, te podrías resfriar. — La voz de Ichigo sonó detrás de ella y un segundo después, Rukia sintió que una suave manta caía sobre sus hombros.

Rukia inmediatamente se puso de pie, agarrando la manta que Ichigo había puesto sobre sus hombros y lo abrazó con fuerza. Ichigo le devolvió el abrazo y Rukia se quedó allí, en silencio y sin querer expresar los miedos que la habían invadido durante toda la tarde que estuvo allí sola.

— Los Ancianos quieren verte. — susurró Ichigo, acariciando su espalda muy suavemente.

— ¿Te regañaron? — Preguntó Rukia mirando a los ojos de Ichigo, y por un momento vio una chispa de diversión en sus ojos.

— Sí, lo hicieron y fue horrible. — Dijo en un tono divertido, luego la besó en la frente y tomó su mano con suavidad. — No me regañaron, solo hablamos un buen rato. Sacaron los textos antiguos y hablaban de tatuajes que han llegado a definirse, mucha historia en realidad. Historia aburrida. La mitad de la historia es especulación.

Ichigo besó a Rukia en la nariz y ella asintió lentamente.

— Está bien, vamos a ver a esos viejos feos. ¿Tengo que cambiarme de ropa? — Preguntó Rukia recordando que aún vestía su ropa de montar.

— No, querrán ver el contrato con la Sombra y no pienso dejar que vean demasiado tu piel. — Los celos de Ichigo flotaron en el aire de nuevo y Rukia sonrió ante eso.

A Rukia le gustaba escuchar, y hasta cierto punto sentir, los celos de Ichigo; le gustaba tener ese sentimiento de pertenencia porque era tan celosa como él, y no dudaba en recordarle que él le pertenecía a ella.

Caminaron por el pasillo que conectaba la casa de la playa con el palacio, e Ichigo la condujo a través de un lugar que estaba demasiado oscuro a pesar de que había antorchas encendidas. La noche había cubierto la ciudad y Rukia sintió un escalofrío recorrer su espalda. Nuevamente, Rukia sintió como si hubiera entrado en la guarida de un lobo, porque todos allí podían usar ese tipo de magia e Ichigo, a pesar de ser muy prodigioso, podría no ser capaz de protegerla.

La habitación donde los Ancianos los esperaban estaba iluminada por antorchas en las paredes, y Rukia notó que esos ancianos solo tenían de "ancianos" el nombre, todos se veían mayores pero no viejos; al menos no como ella los había imaginado. Todos estaban todos sentados en círculo, y justo en el centro, en la parte de atrás, estaba la reina, sentada junto a un hombre realmente imponente y de apariencia autoritaria que Rukia supuso que debía ser el rey.

Tanto el rey como la reina tampoco parecían mayores, no al nivel de la reina madre de Avanta; realmente estaban bien conservados y aquello era extraño.

Rukia hizo una reverencia a todos y se paró junto a Ichigo sin saber qué más hacer. Se sentía nerviosa y pequeña, y solo sintió confianza cuando la mano de Ichigo se cerró sobre la suya en un gesto para recordarle que él estaba allí y que la protegería.

— Su Alteza, déjenos ver el contrato con la Sombra. — Preguntó uno de los hombres, que parecía ser el más joven de todos allí, y que tenía una sonrisa amable.

Rukia miró a Ichigo, que estaba más serio que de costumbre, y luego asintió. Soltó la mano de Ichigo y se levantó un poco la blusa, lo suficiente para exponer sus costillas, de modo que la marca del contrato se pudiera ver con la claridad que ofrecía la luz de esa habitación.

Uno por uno, los Ancianos se levantaron de sus asientos y se acercaron a Rukia para mirar más de cerca el contrato, todo sin tocarla; aunque Rukia estaba segura de que si alguien lo intentaba, Ichigo lo evitaría. Podía sentir el anillo despierto en su mano, y podía sentir el estado de ánimo de Ichigo en ese momento; estaba incómodo y molesto, y se abstenía de alejarla de estos hombres en un arranque de celos y protección.

Los Ancianos murmuraron el nombre de una u otra flor, contaron los pétalos y volvieron a alejarse. Todos quedaron sorprendidos por la claridad con la que se hizo el contrato y la forma en que esos pétalos parecían moverse con la respiración de Rukia. El mismo hombre que le pidió a Rukia que mostrara el contrato le pidió que se cubriera de nuevo, lo cual ella hizo.

Ichigo la atrajo hacia él con cierta posesividad, como si quisiera evitar que alguien se la quitara, poniendo su mano derecha en su cintura y Rukia sintió en ese momento que Ichigo no le había dicho algo importante y que ella merecía saber.

— Permítanos el anillo, su alteza. — Preguntó cortésmente el mismo hombre, parándose frente a Rukia y extendiendo su mano para recibir el anillo.

Rukia miró el anillo y recordó que la reina Masaki le dijo que no permitiera que le quitaran el anillo, aunque la reina se refería a Kirio. Rukia dudó por un momento y cuando tomó el anillo con la intención de quitárselo, una voz sonó en la habitación.

"No"

Quizás fue un poco más fuerte que un susurro, pero Rukia innegablemente lo escuchó y detuvo su intento de quitarse el anillo. Ella conocía esa voz y se asustó un poco, porque era la primera vez que escuchaba la voz de esa mujer mientras estaba despierta.

— ¿Qué ha dicho, su alteza? — Preguntó el hombre, sus cejas se juntaron en un leve gesto de molestia ante esa negativa. El hombre frente a ella también había escuchado ese susurro y asumió que fue ella quien habló.

— Creo que se me ha quedado atascado en el dedo, ¿me ayuda a sacarlo? — Rukia usó esa voz inocente que solía usar cuando recorrían las ciudades. El hombre parecía confundido, tanto por las palabras como por el gesto de Rukia, pero aun así trató de quitarle el anillo. Ichigo solo la miró con curiosidad.

En el instante en que el hombre tocó la piedra roja, apartó la mano rápidamente, como si tocarla le causara dolor. El hombre miró a Rukia, y Rukia miró a todos los hombres en esa habitación que estaban demasiado concentrados en lo que estaba pasando, como si estuvieran esperando que sucediera algo así, o demasiado sorprendidos para hacer algo.

Rukia miró al rey, que parecía genuinamente intrigado, y miró a la reina, que tenía una leve sonrisa victoriosa en el rostro.

En ese momento, Rukia comenzó a preguntarse cuánto habían estado hablando durante esa reunión previa a su llegada para estar así, y cuánto le estaba ocultando Ichigo en ese momento para no preocuparla.

Otro de los Ancianos trató de tomar el anillo de Rukia, pero tuvo el mismo resultado que el primero. Algunos más lo intentaron, y el resultado fue el mismo. El anillo no dejó que nadie más lo tocara. Rukia miró a Ichigo con esa mirada inocente en su rostro y agitó su mano frente a él como una divertida invitación.

— ¿Quieres probar?

Ichigo, que estaba conteniendo su sonrisa al ver lo frustrados que estaban esos hombres en sus intentos de siquiera tocar ese anillo, vaciló un poco ante esa pregunta, pero lo intentó de todos modos. El anillo no le hizo daño, pero de nuevo ese susurro que decía "no" se volvió a escuchar.

Todos los presentes se dieron cuenta de que algo más estaba pasando, e Ichigo no quitó el anillo de la mano de su esposa. Él la miró por un momento, como si quisiera preguntarle algo, pero la voz de la Reina Aiko resonó en esa habitación llena de murmullos de esos Ancianos no tan ancianos.

— Como mencioné antes, el anillo la eligió a ella. — La reina habló, atrayendo la atención de todos esos Ancianos. — El anillo se comunica con ella de una forma que nadie ha logrado hacer, no lo hizo conmigo, ni con la reina anterior. Los registros están ahí, no sé qué más pruebas necesitas. Ella definitivamente podría ser...

— Ni siquiera tiene la sangre de Vayalat, majestad, es imposible que el anillo… que nuestra Madre sienta afinidad por ella. ¡Es ridículo! — Exclamó uno de los hombres sentados allí, claramente descontento con lo que estaba viendo.

— ¿Cuántas personas que se han sumado a la Sombra como sirvientes han definido su tatuaje desde el principio? — preguntó el rey, con una voz gruesa que parecía vibrar hasta el fondo del alma. Rukia automáticamente se aferró a Ichigo como si quisiera protección y él la abrazó. — Además, ¿cuántos han presentado esa flor específicamente?

Los Ancianos comenzaron a hablar entre ellos antes de que el mismo hombre, el que había hablado desde el principio, respondiera al rey.

— Ninguno, majestad. Es sabido que los sirvientes de la Sombra nunca definen la marca que habita en ellos, y que los hijos de Vayalat solo logran definirla hasta que la Sombra lo aprueba. Sin embargo… ella, la princesa Rukia… — el hombre miró a Rukia con descontento, como si lo que veía y lo que sabía chocaran en una guerra por dominar la razón. — Es que no hay precedentes… majestad, ni siquiera los nacidos aquí han logrado lo que ella, sin proponérselo, ha logrado.

Esa última frase hizo que todos los hombres hablaran en un murmullo, unos indignados y otros sorprendidos, bordeando la curiosidad y la aprobación.

— En ese caso, la Sombra la ha aprobado y la Madre la ha elegido. No hay nada que hacer. — El rey habló y Rukia sintió una pizca de molestia en la voz del hombre. Rukia tuvo la sensación de que les estaba quitando algo.

La puerta de esa habitación se abrió como si fuera un susurro atrayendo la atención de los que estaban allí haciendo que todos dejaran de hablar.

— Les dije que mi sobrino es un prodigio, y encontró una esposa prodigiosa. — Rukia reconoció la voz del tío de Ichigo detrás de ella.

El hombre entró con su abanico en mano, de una manera tan tranquila y casi alegre que Rukia sintió rompía con el pesado ambiente que se había formado en esa habitación. Kisuke hizo una reverencia a sus padres, les dio a los Ancianos una mirada casi divertida por interrumpir esta reunión y esperó.

— Una esposa prodigiosa. — Uno de los hombres habló, como saboreando esas palabras.

— Una esposa prodigiosa. — repitió Kisuke con una sonrisa bajando su abanico y cerrándolo. El tío de Ichigo miró al rey ya la reina. — Sin embargo, ella no es la reencarnación de Vayalat, y dudo mucho que quiera el trono de este reino. Todos han estado pensando demasiado, ella es solo una chica que tiene la bendición de la Sombra.

Rukia se sorprendió por esas palabras y volteó a ver a Ichigo, quien aún estaba tenso. Tal vez eso fue lo que decidió no decirle cuando ella le preguntó si lo habían regañado en la reunión. Rukia sintió que debía decir algo, pero no sabía qué decir sin sonar fuera de lugar en ese momento, aunque no le gustaba que hablaran de ella como si no estuviera allí.

Había un revoltijo de ideas en su cabeza y estaba empezando a dolerle, aunque tal vez fuera porque no había comido desde que llegaron.

— La bendición de la Sombra, como la Madre. ¡Es mucha coincidencia! — Otro de los hombres allí habló, quien parecía creer que Rukia en realidad era la reencarnación de la Madre y eso lo enojaba. — Sin contar que tiene grabado en la piel el símbolo personal de nuestra Madre.

— Es una chica prodigiosa. Eso es todo. — Kisuke volvió a hablar con calma, moviendo su abanico cerrado de lado a lado. Rukia sintió en ese momento que estaba en algún tipo de juicio. — La princesa Rukia desciende de líneas familiares tan antiguas como Vayalat, y entre los 6 reinos, del que ella desciende es, si no me equivoco, el segundo reino que se formó como tal.

— Avanta no es…

— Ella no pertenece a Avanta, pertenece a la sangre vieja de Maran Khan.

— ¡Ese hombre! ¡No menciones el nombre de ese hombre! — Gritó uno de los Mayores, olvidándose incluso de respetar al hombre del abanico. Como si ese nombre fuera un insulto para todos en esa habitación.

— Hijo mío, por favor explícanos lo que acabas de decir. — Preguntó la reina sin apartar los ojos de Kisuke.

Rukia no sabía qué tenía que ver su ancestro con todo lo que estaba pasando en esa habitación, pero ciertamente intuía que la mención de su nombre no era bien recibida. En ese momento, interrumpir ya no parecía una buena idea. Rukia quería saber qué estaba pasando.

— ¡Claro, querida madre! — Kisuke asintió a la reina. — Cuando fuimos a la boda de mi querido sobrino, se habló mucho de ciertos Acuerdos de la Caída y de la obligación del Segundo Príncipe de casarse con la hija de cierto Señor de Maranni. Así que investigué un poco sobre esto; el nombre del lugar me trajo recuerdos de ese hombre y realmente pensé al principio que era algo con nombres que se usan solo porque son bonitos. Además, la Caída de Maranni fue hace más de cien años, poco tiempo para reutilizar un nombre en una ciudad.

Los Ancianos murmuraron enojados por la conferencia de historia que estaban recibiendo. Rukia por su parte, se preguntó cómo el tío de Ichigo había podido investigar tales cosas; tal vez tenía mucho tiempo libre o tal vez se había metido dentro de la Gran Casa. Esa última idea la inquietó un poco y se preguntó si ellos podrían infiltrarse en algún lugar sin ser notados.

Kisuke miró a Rukia y le dirigió una sonrisa de disculpa.

Rukia comenzaba a sospechar que este hombre ocultaba demasiadas cosas y las decía poco a poco solo para generar tensión.

— Según mi investigación, quien fundó el reino de Maranni, fue precisamente ese hombre. Se casó y tuvo hijos… y cambió su nombre. Posiblemente no en ese orden, pero definitivamente eso sucedió.

Rukia miró al tío de Ichigo, sospechando que el hombre de alguna manera se había metido en la Gran Casa para obtener esa información, porque era algo que solo les enseñaban a los hijos de la familia Kuchiki, y luego se giró para ver a Ichigo, quien aún estaba serio pero parecía más relajado por lo que se decía allí. Rukia llegó a la conclusión de que golpearía a Ichigo hasta que él le dijera todo lo que quería saber.

— Querida sobrina, ¿puedes decirme si me equivoco al afirmar que eres descendiente de Maran Khan? — preguntó el tío de Ichigo con una sonrisa que Rukia no pudo identificar.

— Oh... sí... — Rukia tartamudeó un poco porque no esperaba que alguien le preguntara algo. — Maran Khan fue el fundador del reino, y la línea familiar Kuchiki desciende de él. Cabello negro y ojos grises son las características más fuertes de la familia Kuchiki.

Kisuke agradeció a Rukia por su explicación y volvió a mirar a los Ancianos.

— ¿Ahora entienden lo que quiero decir?

— ¡No lo digas! — Exclamó uno de los Ancianos.

Rukia quería golpear a ese Anciano. Ella quería escuchar a qué se refería el tío de Ichigo porque no podía pensar en una respuesta coherente debido al dolor de cabeza. El tío de Ichigo abrió su abanico y se abanicó suavemente.

— ¡Ah! Pero lo diré de todos modos porque mi querida sobrina necesita saberlo y tú necesitas escucharlo. — Kisuke se rió del Anciano en su cara. — La princesa Rukia es el ejemplo perfecto de la Eternidad. Si mi querido sobrino nunca se hubiera comprometido con ella, el anillo nunca habría demostrado que ella sería su próxima portadora. Si no se hubieran comprometido a través de la Sombra, la Sombra y nuestra Madre nunca la habrían visto. El anillo es la sangre de Vayalat, claro que nuestra Madre va a sentir afinidad por mi querida sobrina porque tiene la sangre de ese hombre.

Después de esa declaración, los murmullos de los Ancianos comenzaron de nuevo.