Los Ojos del Ruiseñor
Capítulo 60: Eternidad
Verano — x493 / 9 de julio
¡La Sombra salve a la Reina Vayalat! ¡Salve el reino de Vayalat de la Sombra!
Maran Khan era un joyero, un hombre temeroso y devoto de la Sombra nacido en el floreciente reino de Vayalat. Un hombre común, sin magia, sin dones, sin nada más que su propia vida y la habilidad de sus manos para crear joyas que vendía a las personas que podían comprarlas.
Una de esas joyas llegó a manos de la reina, un delicado broche que simulaba un árbol y, dada la belleza de esa joya, la reina quiso conocer al creador.
Fue así como el Joyero se presentó ante la reina, con la mirada baja y un gesto serio, y le mostró lo que podía hacer con las manos. La reina quedó encantada, más que por las joyas que brillaban frente a ella, por los ojos del Joyero que parecían dos gotas de plata oscura que la miraban con respeto cuando él levantó la vista.
La reina lo nombró joyero del palacio y le dio un estudio y habitaciones en su interior para que él pudiera seguir trabajando para ella.
Todos sabían que la reina era eterna, hermosa y sanguinaria, pero la reina era simplemente una mujer. Y el Joyero era sólo un hombre. Un hombre común que no sonreía.
— ¿Eres feliz trabajando aquí? — le preguntó la reina al Joyero cuando lo visitó en su estudio mientras él trabajaba en esos interminables diseños para entregar a ella. — Nunca te he visto sonreír.
El Joyero levantó la vista y la reina sintió temblar el alma cuando esos ojos se encontraron con los suyos y el hombre le sonrió.
— Estoy feliz, Majestad, porque gracias a la Sombra trabajo para usted y mis ojos tienen la dicha de poder contemplar la creación más hermosa del mundo. — Tras esas palabras, el Joyero le mostró el diseño de un anillo que era realmente sencillo pero con ese encanto que esconde la sencillez. — Un día se lo regalaré y me honrará que mi reina lo use.
Pero un día el Joyero desapareció.
La reina fue a buscarlo a su estudio y descubrió que el hombre no estaba allí, su estudio estaba casi intacto pero faltaban algunas cosas, como si el hombre hubiera huido de allí, y la reina se sintió traicionada. Vayalat ordenó a sus sombras, las verdaderas, que buscaran al Joyero traidor y se lo presentaran, y así fue que por la noche las Sombras presentaron al Joyero moribundo a la reina.
Por esa visión, por la inevitable fragilidad de la vida, Vayalat no amaba a los hombres con los que compartía su cama, porque sabía que esos hombres eventualmente morirían y ella sin duda los vería morir sin poder hacer nada para salvar sus vidas.
— Recé a la Sombra y la Sombra respondió a mi llamada. No quería morir sin verte por última vez, mi reina. — Susurró el moribundo Joyero antes de caer inconsciente.
Vayalat no supo por qué lo hizo, pero salvó la vida del Joyero y fue ella misma quien lo cuidó hasta que el hombre recuperó la conciencia. Cuando la reina preguntó qué había pasado, el joyero simplemente dijo que lo habían asaltado, pero Vayalat sabía que eso era mentira; la magia deja rastros, y había demasiados en el cuerpo del Joyero. Alguien lo había atacado, alguien quería que el Joyero saliera del palacio para deshacerse de él.
Poco tiempo después, el Joyero le obsequió a la reina el sencillo anillo que había diseñado para ella, el cual no era más que una esmeralda que brillaba exquisitamente y estaba engastada en acero negro. Belleza en la sencillez, porque la reina tenía joyas que rivalizaban con el sol, pero ese anillo… ese anillo le parecía perfecto.
— Soy un simple joyero que no tiene más que la vida y la gracia de trabajar para ti, mi reina, pero acepta este regalo que simboliza mi vida, porque mi vida te pertenece.
"Mi regalo para ti, mi querida hija. En la Eternidad, él es tu Eternidad". La Sombra susurró en los oídos de la reina.
La reina aceptó el anillo, los sentimientos del joyero, y aunque nunca se casaron, el Joyero se unió a la Sombra como sirviente solo para servir mejor a su reina. La luna creciente sobre su corazón era el símbolo de que él era un sirviente de la Sombra, la pareja del sol que moraba en la espalda de la reina. El único sirviente de la Sombra que estaba destinado enteramente a la reina.
El día que la reina le dijo al Joyero que la bendición de la Sombra crecería dentro de ella fue el último día que vivió la reina. Un hombre celoso la mató, aunque la intención asesina no era para la reina sino para el Joyero. Ese hombre entró en la habitación de la reina con un cuchillo que arrojó al Joyero antes de que las Sombras de la reina pudieran detenerlo. Vayalat se movió tan rápido como pudo y ese cuchillo se clavó en su espalda haciéndola apretar los dientes de dolor.
Vayalat era eterna, pero seguía siendo humana.
El hombre que irrumpió en el dormitorio gritó por haber lastimado a su reina, el Joyero inmediatamente sacó el cuchillo del cuerpo de Vayalat y trató de detener la hemorragia pidiendo ayuda a gritos, y Rukia, que estaba presenciando todo en ese sueño al que la había sido arrastrada a causa del anillo, se llevó las manos a la boca ahogando un grito.
La ayuda llegó demasiado rápido, como si los guardias solo esperaran una señal para entrar, y al ver lo sucedido inmediatamente ejecutaron al asesino, luego detuvieron al Joyero que intentaba ayudar a la reina que caía inconsciente y todo se convirtió en una vorágine de caos porque la reina se estaba muriendo.
Rukia sabía que eran frágiles como los humanos pero que podían curarse a sí mismos, sin embargo los gritos del joyero llamando a su reina, pidiéndole que no lo dejara, rompieron el corazón de Rukia. El Joyero no estaba preocupado por su destino, tenía miedo de ver morir a su reina y al niño que crecía dentro de ella.
La escena se oscureció por un momento, y cuando se aclaró, Rukia pudo ver a la reina acostada en una cama, mortalmente pálida, con su cabello negro suelto sobre una almohada y sus ojos dorados oscureciéndose con cada respiración, hablando con alguien a quien Rukia no podía ver ni escuchar.
Rukia se preguntó por qué la reina no se curaba a sí misma, solo era una herida que no era muy grande. Rukia no entendía por qué la reina se estaba muriendo.
La reina susurró sobre una eternidad sola, sobre tener miedo por primera vez en su larga vida y sobre que su amado Joyero no se uniría a ella. Rukia vio la mano de la reina y vio esa hermosa esmeralda que brillaba con luz propia volviéndose roja con la sangre que comenzaba a salir de una herida que Rukia no supo cuándo se hizo la reina.
La reina cerró esos hermosos ojos dorados por última vez mientras susurraba que le deseaba a él, a su amado joyero, una vida larga y feliz.
"Veneno"
La voz de la reina volvió a sonar en ese sueño y Rukia descubrió que ella misma estaba derramando lágrimas de tristeza. Lentamente los limpió y buscó el origen de esa voz, pero solo había sombras en ese lugar.
"Fue el veneno de ese cuchillo lo que me impidió curarme. La magia cura muchas cosas, pero el veneno ralentizó todo y al final no pude combatirlo. La intención de ese hombre era que yo viera mi Luna morir sin poder salvarlo solo porque rechacé su propuesta de ser mi rey".
Rukia entendió en ese momento la escena que vio, y nuevamente sintió tanto dolor dentro de su corazón que las lágrimas corrieron por sus mejillas sin poder contenerlas. Sabía que sin importar cuán larga fuera su propia vida, Ichigo la vería morir y él no sería capaz de hacer algo para salvarla, y entendió la crueldad en el acto de ese hombre al tratar de matar al Joyero.
"Mis hijos no entienden que la Eternidad no es algo que se logra solo, es algo que se logra con tu pareja. ¿Para qué quieres una eternidad en soledad? Debiste haber sido mi hija, así que déjame cuidarte como cuido de todos mis hijos. Mi niña nacida fuera de las sombras. Mi Eternidad."
— ¿Por qué yo?
"Porque amas a mi hijo como el Joyero me amó a mí, y mi hijo te ama como yo amé una vez".
Rukia sintió que alguien le daba un abrazo con una especie de anhelo y un cariño antiguo demasiado reconfortante, y fue entonces cuando abrió los ojos al amanecer. Tuvo una extraña sensación de calidez y tristeza al mismo tiempo, y descubrió que había lágrimas secas en sus mejillas que fueron reemplazadas por nuevas lágrimas que brotaban de sus ojos sin poder contenerlas.
No sabía si estaba llorando por lo que soñó, por todo lo que le dijo el tío de Ichigo mientras la acompañaba a la casa de la playa después de salir de aquella reunión donde Ichigo quedó atrapado, o por lo que le provocó aquel abrazo onírico, pero la el sentimiento de tristeza dentro de su pecho era real; tan real como sentir la pérdida de alguien a quien se ama.
—
Ichigo despertó escuchando los sollozos que Rukia intentaba sofocar apretando los dientes mientras se cubría la cara con la mano. No la había visto llorar con tanta tristeza desde aquella vez que pensaron que estaba embarazada, y sintió tanto dolor en su corazón al verla así, que de inmediato la abrazó contra su pecho para consolarla.
Rukia lo abrazó, se disculpó por llorar y le aseguró que estaba bien, pero las lágrimas y los sollozos no paraban. Ichigo solo le susurró palabras dulces, porque entendía que ella estaba nuevamente sumergida entre muchas ideas que asolaban su mente, y la culpa lo carcomía.
No importaba lo que hubieran dicho los Ancianos, no importaba la explicación de por qué Rukia se estaba comunicando con la Madre Original, Ichigo todavía se sentía culpable de haber sido él quien le dio ese anillo.
Ichigo dejó que Rukia llorara todo el tiempo que necesitaba y poco después la sintió dormirse entre sus brazos. La dejó dormir allí y le ordenó a Tatsuki que no permitiera que nadie los molestara durante el día porque Rukia estaba enferma y necesitaba descansar.
Él se levantó de la cama momentos después y se cambió de ropa justo antes de que uno de los sirvientes del palacio le entregara algunos manuscritos para que los leyera y se los mostrara a Rukia.
Su abuelo había sido claro la noche anterior, cuando Rukia había salido de esa habitación en compañía de su tío y él se había quedado allí para enfrentarse nuevamente a los Ancianos y sus ridículos temores con respecto a Rukia; él tenía que enseñarle a Rukia un poco de la historia del reino al igual que lo hizo su madre a su padre cuando se casaron.
— Mi Luna... Te estoy haciendo sufrir... primero Adelaar y ahora aquí... — susurró Ichigo sentándose junto a Rukia, quien dormía y tenía esa expresión triste aun en sueños. — Tengo miedo y no sé qué hacer… me siento perdido…
Rukia durmió hasta pasado el mediodía e Ichigo se quedó a su lado, leyendo uno de los tantos manuscritos que le habían llevado sobre todo lo que incluía la historia de ese anillo y velando por sus sueños. Cuando ella se despertó, lo hizo hambrienta e Ichigo le pidió a Tatsuki que le sirviera la comida.
Ichigo podía ver a Rukia luciendo distraída y pensativa, y por mucho que quisiera que ella le dijera lo que estaba pensando, sabía que no hablaría hasta que tuviera un poco en orden sus propios pensamientos. Rukia guardaba silencio cuando pensaba demasiado en algo y él se había acostumbrado a ella de una forma difícil de explicar.
— Mi Sol… — Rukia lo llamó en un susurro haciendo que volviera toda su atención hacia ella, dejando a un lado el manuscrito sobre la Sombra. Rukia estaba sentada a la mesa, había terminado de comer y parecía nerviosa. — ¿Cómo escapó el Joyero?
De todas las preguntas que Rukia podía hacer, preguntar por el Joyero era algo que Ichigo no esperaba escuchar, ni se imaginaba que ella sabía que así llamaban a ese hombre para no repetir su nombre. Ichigo llegó a la conclusión de que posiblemente su tío se lo había contado y eso lo hizo sentir un poco más tranquilo, porque así le resultaba más fácil responder a las preguntas de Rukia.
— El Joyero… — susurró Ichigo y le tendió la mano para que Rukia lo acompañara y se sentara en su regazo. Rukia así lo hizo, se sentó en su regazo y apoyó la cabeza en su pecho cerrando los ojos. Ichigo tomó suavemente su mano y comenzó a jugar con sus dedos. — Cuando la reina murió, los hijos de la reina querían matarlo. Lo culpaban de haber traído la desgracia a la reina y al reino, porque Vayalat era el símbolo de que el reino era indestructible. Si la reina podía morir, todos podían morir. El Joyero aceptó su muerte porque ya no quería vivir sin su reina.
— ¿Para qué vivir una eternidad, si no tengo a mi lado a quien amo? — murmuró Rukia e Ichigo cerró los ojos por un momento, respirando hondo y apretando los dedos de Rukia.
— La muerte habría sido misericordiosa con el Joyero, porque era un sirviente de la Sombra y al morir podría unirse a la reina en la eternidad más allá de la vida. Lo dejaron vivir, lo expulsaron del reino y lo abandonaron a su suerte.
— Y construyó un reino, porque el suicidio es pecado. — susurró Rukia sin moverse de su regazo. — Se convirtió en rey buscando su propia muerte hasta que alguien lo mató. ¿Por qué nunca me hablaste de esto? ¿Por qué nunca me hablaste de ese don?
Ichigo se quedó en silencio por un momento, no necesitaba pensar en una respuesta porque la sabía; simplemente no quería decirlo en voz alta.
— No pensé que fuera algo importante. — Ichigo confesó sosteniendo la mano de Rukia donde el anillo de la reina aún estaba despierto, pero ella se levantó de su regazo solo para poder mirarlo a la cara.
— ¡¿No pensaste que era algo importante?! — La voz de Rukia resonó con esa mezcla de ira, incredulidad y decepción. Ichigo se levantó de inmediato con la intención de acercarse a ella, pero Rukia se alejó un paso de él.
— ¡No sé si realmente voy a vivir tanto tiempo! ¡No sé si me mantendré en mi mejor forma hasta que la Sombra venga a por mí! — La desesperación en la voz de Ichigo cambió a súplica. — No quería que pensaras en esto... No quería que pensaras en...
— ¿No querías que pensara que me verás morir y no podrás hacer nada para evitarlo? — La voz de Rukia tenía el tono de dolor que hizo doler el alma de Ichigo. Nuevamente quiso acercarse a ella, pero Rukia se alejó. — ¡Debiste dejarme decidir! ¡Debiste dejar que yo decidiera si pensaba en esto o no! Pero ahora... ahora es lo único que pienso y tengo miedo.
— Rukia... No quería... — Ichigo no podía acercarse a ella. Rukia caminaba de un lado a otro en la habitación con las manos sobre su rostro.
— ¡¿No querías qué?! — Rukia lo miró, e Ichigo pudo sentir el miedo en su voz. — Todo esto es demasiado para mí, no puedo más.
Rukia miró a Ichigo por un momento y luego salió de esa casa por la puerta que conducía a la playa. Ichigo la llamó pero Rukia no se giró, y aunque dio unos pasos para seguirla, no lo hizo. Ella quería estar sola y él se sintió culpable de nuevo.
—
Rukia había estado pensando demasiado mientras caminaba en camisón de dormir por la playa, y entre todas las cosas que pensó, llegó a la conclusión de que si estuviera en el lugar de Ichigo, también le habría ocultado que tenía la posibilidad de vivir más tiempo que nadie. Nadie quiere decirle a la persona que ama que la verá morir sin poder hacer algo al respecto.
No podía culparlo por querer protegerla de esa manera aunque eso no impedía que se enfadara con él; ella tenía derecho a estar molesta con él. Tenía derecho a sentirse triste, perdida y desolada; y ella tenía la obligación de salir de esos oscuros sentimientos antes de que la hundieran en un abismo del que no podría salir después.
Pensar demasiado las cosas nunca conduce a nada bueno.
Rukia suspiró y enfocó su mirada en la puerta que conducía a la playa, allí estaba Ichigo, sentado en el mismo lugar donde ella había estado sentada el día anterior, completamente en silencio y mirando al mar mientras la esperaba. Rukia se acercó a él, quien al verla levantó la vista y ella se sentó a su lado, hundió los pies en la arena y apoyó la cabeza en el hombro de Ichigo con esa suavidad que precede a la paz.
— Nunca me ocultes cosas tan importantes. — susurró Rukia sin apartar los ojos del mar. — Si voy a morir antes que el hombre que amo, o si el hombre que amo despierta un tercer ojo que lo conecta con el infinito, lo quiero saber. Yo decidiré qué hacer con esa información y decidiré cuánto me afecta.
— Te prometo que no lo volveré a hacer. — La voz de Ichigo sonaba culpable y Rukia tomó su mano solo para jugar con sus dedos como él hacía con los de ella cuando pasaban tiempo en silencio.
— ¿Cuenta esto como nuestra primera pelea de casados? — Preguntó Rukia, tratando de aliviar todo el pesado ambiente entre ellos.
— No. Nuestra primera pelea de casados debe ser épica, al menos dos pueblos destruidos y cientos de muertos. — Ichigo se movió un poco solo para abrazar a Rukia por la cintura. — Lo siento. Esto es mi culpa. Si lo hubiera sabido no te habría dado el anillo.
— ¿Y privarme de conocer este fascinante camino lleno de misterios? — Preguntó Rukia jugando con la arena entre los dedos de sus pies. — Tal vez nada de esto hubiera pasado y ahora estaríamos nadando en la playa. — Rukia suspiró. — Desmonta la piedra del anillo, eres un joyero, ¿no? Desmóntala y terminemos esto. Sé lo que quiere la reina y sé lo que debo hacer.
— ¿Por qué?
Rukia se levantó y se paró frente a Ichigo, quien la miró con detenimiento.
— La reina me ofreció un trato, tal como se lo ofreció la Sombra a ella, y lo acepté. — Rukia lo estaba mirando, con esa determinación que había en ella después de haber pasado por un caos emocional. — En el fondo, desde que me convertí en un sirviente de la Sombra, lo supe y lo deseé. El ataque en Visnia me hizo darme cuenta de que a lo que temo no es a mi muerte, sino temo a vivir sin ti. No quiero ser el Joyero, no quiero ver como la Sombra te aleja de mis brazos porque tratas de protegerme. No quiero ser siempre a quién tienes que proteger. Quiero que sepas que yo también puedo cuidarme y que puedo cuidarte.
— ¿Y si digo que no? — Preguntó Ichigo levantándose y apretando su mano en un puño, mirándola con una expresión demasiado seria en ese momento. — ¿Y si me niego? Nadie ha hecho esto antes, no sabes lo que va a pasar y no sabes si vas a morir haciéndolo. Es peligroso... y no necesitas esta magia para cuidarme... yo...
Rukia podía sentir el miedo en la voz de Ichigo, podía verlo en sus ojos y podía entenderlo porque ella también estaba asustada. El miedo de Ichigo era doloroso.
— ¿Qué hago si esto sale mal? — Preguntó. — ¿Qué hago si te pierdo? Todo será mi culpa.
— Mi Sol, deja de culparte porque nada de esto es tu culpa. — Dijo Rukia mientras lo abrazaba con fuerza. — No me vas a perder, todo va a salir bien y es mi decisión. Si no lo haces, encontraré a alguien que lo haga... solo deseo que seas tú.
Ichigo le devolvió el abrazo con fuerza y permaneció en silencio durante un rato. Rukia esperaba que le dijera que sí, porque en ese lugar solo confiaba en él y porque él era su compañero; su socio en el crimen.
— Solo no mueras... No necesito una eternidad sin ti.
—
Todo lo que pasó después de que Rukia se tragó la piedra roja del anillo, Ichigo no supo cómo interpretarlo más que la presencia de la Sombra.
No había registros de lo que podía pasar cuando alguien se tragaba la piedra, no había testimonios ni nada parecido porque nunca se le había ocurrido a nadie tragarse la piedra con la sangre de la reina de Vayalat.
Ichigo acostó a Rukia en la cama. Ella estaba inusualmente quieta y su respiración era tan lenta que Ichigo tuvo que mirar su pecho para comprobar que aún estaba viva y respirando. No sabía qué hacer si las cosas salían mal, así que le pidió a Renji que fuera a buscar a su tío, pero tan pronto como el hombre salió de la casa, gritó que la niebla venía del mar.
Un segundo después, las campanas de las torres de vigilancia sonaron con los repiques de la niebla.
Ichigo salió de la casa por la puerta que conducía a la playa, y vio que, efectivamente la niebla se movía sobre la superficie del mar tan lentamente, que si no fuera por algunos puntos de referencia que desaparecieron de la vista, él habría pensado que la niebla no se movía.
Kholtan entró a la casa tan rápido como una flecha a través de esa puerta e Ichigo cerró las puertas y ventanas de la casa con la ayuda de Renji y Tatsuki. Conocía la niebla, la había visto en el mar y en invierno, pero nunca así. Ichigo quería pensar que era niebla común, pero en el fondo tenía la sospecha de que la niebla se debía a lo que había hecho Rukia.
Lo siguiente que vino fue la oscuridad, aún no era la puesta del sol cuando de repente se extinguió toda la luz del día. La oscuridad cubrió todo tan rápido que fue como un parpadeo. Las campanas no pararon de sonar, pero esta vez el repique se hizo lento, similar a los que se usan para los funerales, e inmediatamente Ichigo supo que eran las campanas de los Templos de la Sombra.
Tatsuki comenzó a encender las velas lo más rápido que pudo para iluminar la casa y la habitación donde Rukia aún dormía, y Renji se aseguraba que todo estuviera bien cerrado.
— Ichigo… ¿qué diablos está pasando? — Preguntó Renji, usando esa familiaridad entre ellos cuando estaban en privado.
— La Sombra. La Deidad, la única que existe. Está aquí.
— ¿Aquí? ¿Entre nosotros? — La voz de Renji sonó incrédula ante esa declaración, pero Ichigo también sintió el miedo a lo desconocido filtrarse a través de las palabras de su amigo.
— Entre nosotros. La Sombra vive en cada hijo y sirviente que se ha unido a ella. — Ichigo miró a Renji por un momento antes de volver su mirada a Rukia, quien aún estaba dormida e inmóvil. De un momento a otro, Ichigo sintió la magia moverse sobre su piel así como el tatuaje en su espalda, y no tuvo dudas de que era la Sombra la que estaba allí. — Reza Renji. Empieza a rezarle a la Sombra y muéstrale que eres un servidor devoto, porque no sé por qué está pasando esto y es en todo lo que puedo pensar en este momento.
Renji asintió y salió de esa habitación para reunirse con Tatsuki en la pequeña antesala que había en esa casa. Ichigo lo escuchó rezar y él hizo lo mismo; rezó a la Madre Original y a la Sombra para que, fuera lo que fuera lo que estaba pasando con Rukia, ella regresara con vida a él.
Ichigo no solía rezar, pero esa vez inevitablemente lo hizo utilizando el antiguo idioma del Amanecer.
Verano — x493 / 10 de julio
Rukia abrió los ojos con la claridad del día. Buscó con la vista tratando de averiguar dónde estaba, hasta que la habitación tomó forma frente a ella. Se sentó suavemente en la cama y descubrió que Ichigo estaba dormido en el sofá al lado de la cama; él no se había apartado de su lado y eso la hizo sonreír.
Le dolía el cuerpo, como si hubiera descansado demasiado, y su cabeza era un torbellino de ideas, recuerdos e información tratando de encontrar un espacio, como si su mente fuera una sala de registro y un hombrecito tratara de acomodarlo todo. Por un momento, Rukia pensó que se sentiría diferente, que habría algo nuevo en ella, pero todo se sentía igual. Incluso revisó su tatuaje y seguía igual, solo tal vez los pétalos de las flores parecían un poco más grandes, pero nada más.
La reina Vayalat le había dado los dones que tenían sus hijos, y lo primero que hizo Rukia fue tratar de controlar una pequeña sombra que se formaba por la luz del día que entraba por las ventanas, pero no pasó nada. Se concentró en esa sombra y le ordenó que se moviera, tal como lo había hecho la reina en esos recuerdos, pero las sombras permanecieron inamovibles.
Rukia se sintió frustrada. No era como ella lo había imaginado.
Lo intentó una vez más y esa vez la sombra se movió; era como una curva o una ola, pero la sombra se movía y ella sonrió. Rukia estaba realmente complacida de hacer que la sombra se moviera hasta que se dio cuenta de que Ichigo estaba despierto y era él quien movía sus dedos como si acariciara algo en el aire.
Rukia lo miró por un momento, con esa mirada de falsa ira, e Ichigo sonrió antes de levantarse de su asiento e irse con ella a la cama.
— Para dominar las sombras primero debes entrenar, mi Luna. No es algo que se aprende de la noche a la mañana. — explicó Ichigo en la cama, quien parecía estar de buen humor y eso desconcertó a Rukia.
— ¿Engañarme así te pone de buen humor? — preguntó Rukia picándole la mejilla. — ¿Ah? ¿Ah?
— Me pone de buen humor ver que te despertaste. — Ichigo también comenzó a picarle las costillas con una mirada traviesa. — Y porque soñé con la voz de la reina. Me dijo algunas cosas, no las entiendo del todo... pero es suficiente para que me sienta tranquilo. — Ichigo dejó de picar las costillas de Rukia y levantó la mano para acariciarle suavemente la mejilla. — Gracias por regresar.
— Yo tampoco entiendo muchas cosas, pero todo está bien. Te dije que todo estaría bien. — susurró Rukia con una sonrisa antes de darle a Ichigo un pequeño beso en los labios. — Ahora, vamos a darnos un baño. Tengo muchas cosas que decirte y me concentro mejor cuando te veo desnudo, mi Sol.
— ¡Entonces no digas más, mi princesa! — Ichigo la llevó al baño, sosteniéndola como si realmente no pesara nada mientras Rukia pretendía protestar por ello. — La bañera nos espera.
¡Hola a todos!
Voy a explicar la Eternidad: La Eternidad no es la Inmortalidad.
La inmortalidad es la capacidad de no morir. No importa la lesión o la cantidad de órganos internos que falten (con la excepción del corazón o el cerebro), seguirás viviendo. En esta historia NO hay Inmortalidad.
La Eternidad, en esta historia, es la capacidad de vivir mucho tiempo manteniendo la misma apariencia. Como joven por siempre, pero es solo eso ya que pueden morir como moriría cualquier humano, incluso de vejez. En otras palabras, si Rukia e Ichigo no son asesinados primero, vivirán mucho más que una persona normal.
El Joyero era eterno como la reina, era un regalo de la Sombra para ella, y hasta ahora son los únicos en la historia.
