Los Ojos del Ruiseñor
Capítulo 62: Confianza
Verano — x493 / 13 de julio
Rukia había ido a esa reunión con la familia de Ichigo, pero desde que vio la sonrisa de Kirio al recibirla y se sentó en la silla designada, supo que algo andaba mal. Kirio no la toleraba y ese detalle no era un secreto para nadie, incluso el tío de Ichigo le había dicho a Rukia por qué Kirio la veía como una extraña en la familia; aunque era algo que Rukia había deducido de todos los comentarios que hizo Kirio durante su estancia en Adelaar.
Aun así, Rukia trató de ignorar ese sentimiento y trató de disfrutar la reunión con una sonrisa para conocer a las primas de Ichigo que aún no conocía y responder todas las preguntas que tenían sobre ella; porque tampoco era un secreto para nadie que ella se comunicó con el anillo antes de que la Sombra cubriera todo y el anillo se rompiera.
Todo parecía ir bien, las princesas y las esposas de los príncipes eran amables y la habían hecho sentir a gusto, hasta que Rukia sintió en su interior la misma sensación que tenía cuando usaba el anillo e Ichigo usaba magia; era ese sentimiento de que Ichigo estaba molesto por algo.
Rukia no sabía si era intuición o si realmente era la magia del anillo dentro de ella lo que le decía que Ichigo estaba molesto, pero se levantó de su asiento y se disculpó con todas las mujeres en esa habitación con la intención de salir de ahí y buscar a Ichigo.
— Querida sobrina, seguro que puedes pasar una tarde lejos de mi querido sobrino. Disfruta este momento con nosotros, todas nos estamos divirtiendo mucho. — comentó Kirio con esa sonrisa que a Rukia no le gustaba.
Las otras princesas estuvieron de acuerdo con esas palabras y Rukia no tuvo más opción que sentarse en su asiento y ponerse esa máscara de amabilidad que Ichigo la había ayudado a perfeccionar. Solo había una razón por la que Kirio los quería separados y a Rukia no le gustaba nada esa conclusión.
Poco a poco, ese monstruo de los celos empezó a despertar y muy sutilmente uno de sus tentáculos empezó a envolverse alrededor del cuerpo de Rukia mientras se servía una taza de té.
Tuvo que recordarse a sí misma las palabras de la reina Masaki, sobre no confrontar a Kirio porque la mujer podía ser realmente peligrosa, y se quedó en esa reunión escondiendo todas las sensaciones que le causaba el enojo de Ichigo; además de la sospecha y los celos que ella misma sentía.
Esta vez, ese sentimiento fue aún más fuerte que cuando llevaba puesto el anillo, porque incluso el anillo tenía un límite y la distancia entre la Casa de la Playa y el salón donde tenían la fiesta del té era mucho más grande que la que había entre la zona del rey y la zona de la reina en Adelaar.
Rukia necesitaba una excusa para salir de allí e ir con Ichigo, estaba preocupada por todos esos sentimientos que no eran suyos, además de la extraña sensación de que algo andaba mal y que se hacía cada vez más grande cada vez que ella veía la sonrisa de Kirio.
Una de las princesas, la hija mayor del segundo tío de Ichigo, estaba contando algo sobre un pastel de limón y una fiesta de té muy aburrida con personas que Rukia no conocía, cuando un sirviente entró en esa habitación con un mensaje para Kirio, informándole que su hijo mayor se dirigía a una de las arenas de combate.
— ¿Mi hijo tendrá una pelea amistosa? ¿Con quién? — preguntó Kirio con una sonrisa.
— Esta no es una pelea amistosa, su alteza. — Respondió el sirviente que parecía algo alarmado. — Es para luchar contra el Príncipe Ichigo. El príncipe ha estado peleando con las Sombras y...
— ¡Ichigo!
Rukia ni siquiera terminó de escuchar lo que dijo el sirviente, salió de esa habitación y corrió tan rápido como sus pies se lo permitieron hacia la arena de combate que Ichigo le había mostrado antes. El lugar era un laberinto, pero logró encontrar la entrada y llegó justo al borde de esa arena de lucha, su corazón latía con fuerza y sentía con una fuerza abrumadora ese sentimiento de ira que no era el suyo que la hizo sujetarse de una pared para no terminar en el piso.
Ichigo estaba en medio de la arena de combate, que parecía un coliseo porque estaba rodeada de asientos elevados, luchando contra tres soldados vestidos de negro que lo atacaban al mismo tiempo tratando de derribarlo. Rukia no había visto a Ichigo tan enojado, no lo había visto pelear así y eso realmente la alarmó; también se dio cuenta de que la sensación que tenía provenía de su tatuaje en las costillas.
Había espectadores, más gente de la esperada, y las antorchas iluminaban todo para que se apreciara la lucha. Las princesas que habían estado en la reunión de la tarde ya habían llegado y estaban sentadas viendo la pelea. Había soldados alrededor de la arena de combate, y Rukia pudo ver cómo se intercambiaban entre ellos para continuar la batalla contra Ichigo.
En ese momento, Rukia se preguntó cuánto tiempo había estado peleando Ichigo o si la pelea había comenzado hacía poco tiempo.
Rukia estaba a punto de entrar a la arena de combate cuando sintió una mano en su hombro impidiéndole moverse. Miró hacia arriba solo para encontrar al tío de Ichigo, Kisuke, de pie junto a ella sosteniendo una espada que parecía demasiado real para ser solo para entrenamiento; de repente recordó que el hijo de Kisuke iba a pelear con Ichigo. Rukia se preguntó qué había pasado para que al hijo mayor del tío Kisuke no se le permitiera pelear.
— No te recomiendo que entres, podrías lastimarte. — explicó el tío de Ichigo con una leve sonrisa que pretendía ser amable. — No lo había visto tan enojado desde… bueno, desde hace mucho tiempo. Te recomiendo que te sientes junto con todos los curiosos y disfrutes de lo que va a pasar.
Después de esas palabras, el tío de Ichigo entró en la arena de combate y blandió su espada de forma similar a como Rukia había visto hacer a Ichigo cuando estaba entrenando y ella iba a visitarlo. Por un momento, Rukia pensó que Kisuke iba a atacar directamente a Ichigo pero en cambio, algo se movió en el suelo, se escuchó un gruñido y una sombra se lanzó hacia Ichigo, quien luchaba en ese momento contra los tres soldados.
Los tres soldados que luchaban contra él rápidamente se hicieron a un lado e Ichigo giró su espada para atravesar la sombra antes de parar un golpe que salió de la nada. Rukia no se había dado cuenta cuando Kisuke había llegado con Ichigo, su atención había estado en esa sombra que parecía un perro demasiado grande y aterrador.
Desde los asientos donde se encontraban los curiosos espectadores, Rukia pudo escuchar unos murmullos a los que no prestó atención pero no se movió de su lugar, lo último que deseaba era volver a estar con Kirio y prefería quedarse ahí viendo la pelea.
Las espadas chocaron una y otra vez, y otra vez tensando el combate porque era evidente que las espadas que usaban eran reales, pero no era lo único que ocurría en ese lugar.
Mientras Ichigo y Kisuke peleaban, las sombras del suelo se levantaban e intentaban distraer al oponente, pero al mismo tiempo se atacaban entre ellos. Rukia pudo ver que el tío de Ichigo invocaba a ese tipo de perros de una manera que no podía entender y trataba de ver si Kisuke movía su mano o decía algo, pero el hombre estaba concentrado en la pelea. Era como si con solo desearlo, las sombras se movieran a su antojo.
Ichigo, por otro lado, no invocó nada, la sombra se movió como una ola, como una extensión de sí mismo y suprimió a los perros; tampoco dijo nada ni movió sus manos para convocar a la sombra, la atención de Ichigo estaba totalmente enfocada en su atacante.
Las espadas chocaron, se repelieron y tanto Ichigo como Kisuke se alejaron por unos momentos antes de atacar de nuevo. Ambos estaban llenos de heridas y moretones, y Rukia pudo verlos sangrar al mismo tiempo que la herida desaparecía gracias al uso de ese don de guerra. Rukia quería detener esa pelea y al mismo tiempo sentía como el enojo de Ichigo disminuía con cada choque de espada, por lo que se impedía a sí misma moverse de ese lugar.
Rukia sintió como el enojo de Ichigo desaparecía en el mismo momento en que terminaba tirado en el suelo con uno de los pies de Kisuke en su pecho, la punta de la espada en su garganta y con tres de los perros sombra parados alrededor, gruñéndole amenazadoramente. Rukia no resistió más y entró corriendo a la arena de pelea, escuchó gritos pidiéndole que se detuviera, y un segundo después los perros que le gruñían a Ichigo se enfocaron en ella y lanzaron en un ataque en su contra.
La pelea no había terminado, la intención asesina aún estaba en el aire entre Ichigo y Kisuke, y las sombras se movieron contra Rukia tomándola como enemiga. Todo fue demasiado rápido, ni Ichigo ni Kisuke pudieron hacer nada para detener el ataque, y Rukia vio como los perros corrían hacia ella mientras ella se cubría la cara para protegerse.
— ¡NO! — Rukia gritó instintivamente y esperó el ataque que no llegó.
El silencio que se formó en las gradas, desde donde habían intentado advertir a Rukia que no se les acercara, se complementaba con el silencio en la arena de pelea. Rukia bajó los brazos, pensando que habían convocado a las sombras para evitar que la atacaran pero los perros seguían ahí, caminando a su alrededor, olfateándola y reconociéndola; bajó la mano y uno de esos perros la olfateó un segundo antes de lamerle los dedos.
La sensación era extraña, eran sombras pero tenían forma física. No se sentían como los perros, era frío y extraño, pero tangible.
— Mi Luna, ¿cómo lo estás haciendo? — Preguntó Ichigo, quien ya se había levantado del piso y estaba cubierto de tierra, sangre y sudor. La espada estaba en el suelo, lejos de donde estaban porque su tío lo había desarmado.
— Yo no… — Rukia miró hacia arriba confundida. Miró de Ichigo a Kisuke y de nuevo a los perros, que seguían allí como si fueran cachorros de verdad buscando su atención. — No estoy haciendo esto, pensé que uno de ustedes dos lo estaba haciendo.
Ichigo trató de acercarse a Rukia y los perros le gruñeron de nuevo, deteniéndose y fijando su atención en él como lo habían hecho antes, listos para atacarlo. Kisuke los llamó, trató de que volvieran a él, pero los perros también le gruñeron.
— ¡Vaya! Se supone que las sombras solo obedecen a quien las convoca, pero las mías ni siquiera me escuchan. — comentó el tío de Ichigo con una sonrisa nerviosa, jugando con la empuñadura de su espada. — Querida sobrina, ¿podrías pedirles que se vayan a casa? Solo tienes que decirles que vuelvan al origen.
Rukia asintió e hizo lo que Kisuke le pedía, los perros le lamieron la mano y se volvieron uno con las sombras del lugar, desapareciendo nuevamente. Volvieron a sonar murmullos desde las gradas, pero Rukia los ignoró y fijó su mirada en Ichigo, quien la miraba confundido por lo sucedido con los perros. El silencio entre ellos fue corto pero significativo.
— ¿Hay algo que ustedes dos no me han dicho? — Preguntó Kisuke haciendo que lo miraran en silencio.
— No. No hay nada, querido tío. — comentó Rukia rápidamente agarrando la mano de Ichigo para sacarlo de ahí. — Ahora voy a regañar a mi esposo por hacerme preocupar. Descansa bien, querido tío.
Ichigo no tuvo tiempo de protestar, Rukia tiró de él con fuerza y se fueron lo más rápido que pudieron, aprovechando que los curiosos aún estaban en las gradas sin entender lo que había pasado en ese momento. Kisuke le gritó a Rukia que no lo golpeara demasiado fuerte, pero no respondieron.
Rukia estaba sorprendida por lo que había pasado, pero eso no era lo que le importaba en ese momento, lo que realmente le interesaba era saber por qué Ichigo estaba tan enojado.
Llegaron a la casa de la playa en silencio. Rukia no soltó la mano de Ichigo, quien se dejó arrastrar por ella sin poner ningún tipo de resistencia. Rukia le pidió a Renji que vigilara la entrada y evitara que alguien se acercara a esa casa; ella no quería que fueran interrumpidos y, tan pronto como llegaron a la habitación, Rukia volvió a sentir ese mal presentimiento con respecto a Kirio y el motivo del enojo de Ichigo.
Por un momento dudó en hacer la pregunta y de nuevo se hizo el silencio entre los dos.
— ¿Por qué estabas tan enojado? — preguntó Rukia después de un momento de silencio. Podía elegir hacer cualquier pregunta, pero esa era la que realmente le preocupaba y la que la había estado molestando toda la tarde.
Ichigo se sentó en la cama, respiró hondo y la miró a los ojos. Rukia se paró frente a él, mirándolo y esperando una respuesta con el corazón latiendo con fuerza dentro de su pecho.
— Yoruichi está aquí. — respondió Ichigo sin dudarlo.
Ichigo le explicó desde que encontró a Yoruichi en ese pasillo y la charla que tuvieron, hasta que salió de esa habitación donde tuvieron esa reunión. Ichigo había estado a solas con Yoruichi.
El monstruo de los celos que Rukia no había sentido en mucho tiempo reapareció con sus tentáculos cubriéndola por completo, pero no venía solo; también le dio una pequeña dosis de inseguridad que no tardó en crecer mientras Ichigo hablaba y ella escuchaba.
Las emociones de Rukia eran un caos, los celos, la inseguridad y la ira se mezclaban como un remolino en su interior que pronto se manifestó haciendo que el tatuaje de sus costillas se moviera por primera vez; junto con ese movimiento, una densa niebla comenzó a cubrir las manos de Rukia, pero ella no lo notó.
El don de la guerra había despertado en ella.
Solo habían hablado de Yoruichi una vez, la noche en que ella leyó la carta de Kisuke, e Ichigo le explicó quién era; esa simple explicación había sido suficiente para Rukia en ese entonces, pero ahora ya no le parecía suficiente.
— ¿Estabas enojado porque ella está aquí? — preguntó Rukia, mientras los celos le ganaban la batalla al sentido común. — ¿O estabas enojado porque estoy aquí y no puedes verla libremente? ¡Oh, ya sé! Estabas enojado por ese hijo que tú y ella iban a tener y que la reina Masaki impidió, ¿verdad?
— Mi Luna, no es... — Ichigo trató de hablar pero Rukia le tapó la boca con la mano derecha para impedir que hablara.
— No es, ¿qué? — volvió a preguntar Rukia, sus emociones estaban fuera de control y el don de la guerra lo empeoraba. Su voz, su mirada, era ella ya la vez no era ella. — ¡Ya sé! Estabas molesto porque te diste cuenta de que todavía sientes algo por ella, ¿verdad?
Rukia sintió algo húmedo en la mano que cubría la boca de Ichigo y se dio cuenta de que él tenía los ojos cerrados y se agarraba con fuerza al borde de la cama, como si tuviera un dolor inmenso y resistiera las ganas de gritar. Rukia tardó un segundo en retirar la mano solo para darse cuenta de que Ichigo estaba sangrando por la cara, en el mismo lugar donde ella lo había estado sosteniendo, y que la sangre había comenzado a gotear por su cuello.
Rukia miró su mano, que estaba cubierta de sangre, y el monstruo de los celos la soltó de su agarre solo para dar paso al miedo.
— Mi Sol... Yo... Yo no...
Rukia estaba tratando de decir algo pero no sabía qué decir, no sabía qué había pasado para que Ichigo estuviera tan herido.
Ichigo estaba tratando de controlar su respiración, sin soltarse del borde de la cama y aún con los ojos cerrados, con esa expresión de dolor infinito en su rostro. Rukia notó que había pequeños cortes en la piel de Ichigo, sobre sus labios y mejillas, donde su mano lo había tocado.
Poco a poco la sangre dejó de brotar de sus heridas que lentamente sanaban usando ese don de guerra con el que él la curaba después de hacer el amor, y lentamente abrió los ojos pero no se soltó del borde de la cama.
— Estaba molesto porque ella está aquí, por todo lo que dijo, porque te insultó y porque sabía que arruinaría todo con su presencia. — Respondió Ichigo después de curarse y limpiarse la sangre con su camisa.
Rukia levantó la vista de los labios de Ichigo, que ya se habían curado, y descubrió que la expresión de Ichigo era un vacío infinito; incluso su voz sonaba vacía. Sin ninguna emoción.
— No siento nada por ella. Éramos amigos, éramos amantes, pero todo eso se acabó. Sabes mejor que nadie lo que pienso sobre tener hijos... sabes mejor que nadie lo que siento por ti... me conoces mejor que... que...
Ichigo dejó esa oración sin terminar y sacudió la cabeza, como si esa última declaración no tuviera sentido en ese momento; se levantó de la cama y se acercó a ella, le tomó la mano y se la limpió con cuidado con su camisa, aunque estaba sucia y cubierta con su sangre seca.
— Mi Sol, yo… lo siento… yo no…
Ichigo terminó de limpiarle la mano y la hizo sentar en la cama con cuidado, pero no volteó a mirarla ni habló, y Rukia sintió ganas de llorar en ese momento por su indiferencia. Ichigo abrió la puerta de la habitación y le dio un par de órdenes a Tatsuki antes de volver a cerrar la puerta.
— El don de la guerra se alimenta de sangre y está controlado por las emociones; las que lo sueltan con más facilidad son las emociones negativas, son las primeras que nos enseñan a controlar desde que somos niños o el don acaba controlándonos. — explicó Ichigo con calma mientras buscaba ropa limpia para ambos. — Podemos usar cualquier emoción, pero es más fácil con emociones negativas.
Rukia quería decir algo, disculparse apropiadamente, pero Ichigo no la miraba y no podía dejar de sentir la sangre de Ichigo en su mano a pesar de que estaba limpia. Ella lo había lastimado, realmente lo había lastimado, y se sentía culpable y asustada, y la necesidad de llorar se arremolinaba en su pecho con una fuerza abrumadora.
Ichigo le había estado enseñando sobre el don y cómo despertarlo correctamente, la había ayudado con las lecturas y le había dicho que él estaría allí cuando lo lograra, pero Rukia nunca imaginó que sería así.
Sabía que no debía ser así.
Sonaron un par de golpes en la puerta del dormitorio, seguidos por la voz de Tatsuki diciendo que lo que Ichigo había pedido estaba listo.
— Ven, te enseñaré a relajarte. Es más fácil en el agua. — Ichigo le tendió la mano para que ella la tomara pero Rukia no lo hizo, tenía miedo de lastimarlo nuevamente si lo tocaba. Ichigo se dio cuenta de eso, así que tomó su mano para que fuera con él al baño.
— Mi Sol, lo siento. No quería lastimarte, no era mi intención. Es solo que... estaba molesta y celosa... yo... realmente no quería lastimarte... simplemente no podía controlarme, no sabía que eso sucedería... — Rukia intentaba hablar mientras evitaba llorar.
Estaba realmente asustada y se sentía culpable por lastimarlo de esa manera.
— Está bien. — susurró Ichigo a sus espaldas mientras desataba los cordones de su vestido para dejarla solo con su camisón interior. — A todos nos ha pasado en algún momento, no te preocupes. Métete en la bañera, el agua está tibia.
Rukia asintió en silencio, tratando de controlar esa sensación de vacío que le provocaba el tono de voz de Ichigo, y entró a la bañera, se sentó en el fondo y esperó a que Ichigo entrara con ella, pero él no lo hizo; tomó un taburete y se sentó detrás de ella. Tomó un recipiente con agua y la hizo cerrar los ojos antes de dejar que el agua escurriera desde su cabeza.
Ichigo comenzó a explicarle lo que tenía que hacer para tratar de controlar sus emociones. Le enseñó una de las oraciones en esa lengua del alba que llevaba las oraciones a la Madre Original, le enseñó a respirar y lo que podía pensar para tratar de ayudarla a calmarse cuando sentía que sus emociones se desbordaban. Él le explicó cómo se sentía la magia cuando se descontrolaba y cómo se sentía cuando se despertaba por voluntad del portador.
Rukia se quedó en la tina hasta que el agua comenzó a enfriarse, luego Ichigo la ayudó a bañarse y cuando salió de la tina la cubrió con una toalla suave antes de hacerla salir del baño para que Tatsuki la ayudara a vestirse.
Ichigo se quedó allí por mucho tiempo, más de lo que ella había estado allí, y Rukia comenzó a pensar que tal vez Ichigo la estaba castigando por lastimarlo.
Cuando regresaron de Maranni, después del incidente de la Gran Casa e Ichigo le había hablado sobre el regalo de la guerra, ella pensó que era demasiado e incluso tenía dudas sobre esa relación y le había devuelto el anillo de compromiso a Ichigo. Había pedido algo de tiempo para pensar. Ichigo no la buscó, dejó que aclarara sus sentimientos y volviera con él, porque tenía claros sus sentimientos y la estaba esperando.
Lo mismo sucedió cuando le habló de la Eternidad, ella se enojó, los sentimientos la abrumaron y caminó sola por la playa; cuando ella volvió él estaba allí, esperándola.
Ella era la que solía alejarse de él para pensar, e Ichigo era el que solía alejarse de ella solo para no lastimarla como ella le había hecho a él esa noche. Rukia comenzó a pensar que tal vez lo que ella sentía en ese momento era lo que sentía Ichigo cuando se alejaba de él.
Ichigo salió del baño vestido solo con pantalones de tela suave y con el cabello húmedo; se acercó a ella, que aún estaba despierta y sentada en la cama, apoyada en el cabecero con las piernas cubiertas por la sábana, y le acarició el rostro con delicadeza.
— Descansa bien, Rukia. Te veré en el desayuno.
— ¿Adónde vas? — preguntó Rukia, sosteniendo la mano de Ichigo y sintiendo esa distancia en su voz cuando pronunció su nombre.
No quería que él saliera de esa habitación, su mente había creado rápidamente los escenarios donde él y una mujer desconocida se encontraban solo para terminar en una cama. La inseguridad y los celos agitaron su mente provocando un caos de emociones e ideas que terminaron provocándole miedo.
— A la sala. — Ichigo retiró suavemente la mano de Rukia antes de dirigirse a la puerta del dormitorio para salir de allí.
— ¿Me estás castigando por lastimarte? — La voz de Rukia tembló al hacer esa pregunta.
— No, yo no te haría eso. Sé que no lo hiciste a propósito. — respondió Ichigo pero no la miró, solo mantuvo la puerta abierta. — Solo que esta vez yo necesito pensar. Creo que asumí algo demasiado rápido y me equivoqué.
Ichigo cerró la puerta detrás de él después de esa respuesta. Rukia no quería preguntarle en qué iba a pensar, tenía miedo de la respuesta que le pudiera dar y al mismo tiempo, quería que le dijera lo que ocupaba su mente.
—
Kisuke se estaba secando el cabello cuando Kirio entró al dormitorio que compartían desde que se casaron; ella no le dijo ni una palabra y se sentó en esa sillita frente al espejo para empezar a desenredarse el cabello antes de dormir. Kisuke solo vio a su mujer en silencio, se sentó en la cama, sin jugar con su abanico ni con esa extraña moneda que a veces sostenía entre los dedos.
Kirio estaba molesta.
— Si no me dices por qué estás molesta, nunca lo sabré. — Comentó Kisuke sin esa voz divertida que siempre usaba. Fue de él que Ichigo aprendió a manejar las apariencias.
— ¿Hay algo que no sepas en este lugar? — preguntó Kirio con un dejo de irritación, dejando a un lado el peine y girando en su pequeña silla para mirarlo.
Kisuke sonrió, como si lo hubieran atrapado en medio de una broma.
— Sé muchas cosas, solo que no sé cuál te hizo enojar. — Confesó Kisuke sin apartar los ojos de la expresión de enojo de su esposa. — Sé una buena princesa y dime qué te pasa, querida esposa.
— ¿Por qué no dejaste que nuestro hijo peleara contra Ichigo? — preguntó Kirio, aunque Kisuke sabía que esa no era la verdadera pregunta o la verdadera causa de su ira. — Nuestro hijo es casi tan bueno como tú, ¿por qué no lo dejaste pelear contra Ichigo? Habría sido una buena pelea de entrenamiento para ambos.
— Porque esa no fue una pelea de entrenamiento. — respondió Kisuke con sencillez. — Si nuestro hijo hubiera luchado contra Ichigo, ahora tendríamos que estar preparando un funeral. La intención asesina en cada movimiento de la espada de Ichigo era abrumadora y nuestro hijo no habría sido capaz de contrarrestar los ataques sin dudarlo. Además, su control de sombras es bastante bueno, y el de nuestro hijo...
— ¡El control de sombras de nuestro hijo es excelente! — Kirio se levantó de su asiento molesta. — Está bien que Ichigo sea un prodigio del don, pero hablas de él con demasiado orgullo y menosprecias a nuestro hijo.
Kisuke también se levantó de su asiento en la cama.
— No menosprecio a nuestro hijo, sé que sin duda será bueno, y él también lo sabe. Es solo que Ichigo es especial, al igual que su esposa.
— ¡Esa niña! — Kirio comenzó a caminar por el piso alfombrado del dormitorio. — Debiste haber dejado que los perros la atacaran, ahora estaría muerta y nuestro querido sobrino estaría libre de ese ridículo matrimonio.
Kisuke sonrió porque sabía que habían llegado al punto por el que su esposa estaba molesta. Todos pensaron que él había impedido que los perros atacaran a Rukia; pero era cierto que él no tenía control sobre ellos y no había forma de que Rukia ejerciera ningún control sobre la sombra porque no tenía la sangre de Vayalat ni estaba usando el anillo. Ser descendiente de la sangre del Joyero no le daba a Rukia ese tipo de poder ni ningún tipo de don.
Kisuke no caminó detrás de Kirio, solo la siguió con la mirada porque le incomodaba hablarle a la nada mientras su esposa caminaba.
— Si hubiera dejado que la atacaran, nuestro querido sobrino ahora estaría sufriendo la pérdida de su Eternidad. Eres demasiado cruel con él a pesar de que eras como su madre mientras estuvo aquí.
— ¡Esa niña no puede ser su Eternidad! — Kirio perdió un poco de la calma que siempre mantenía en esas situaciones. — Yo era como su madre, lo cuidaba y lo protegía y por eso sé lo que es mejor para él, y esa chica no es para nada la pareja que Ichigo necesita.
— ¿Y nuestra querida Yoruichi es la compañera que él necesita? — Preguntó Kisuke alzando una ceja con curiosidad. — Te recuerdo que esa niña ha sufrido lo que ha sufrido por tu culpa. Si no la hubieras convencido de que...
— ¡No fue mi culpa! Fue por Masaki y por ti, porque si ustedes dos no hubieran metido sus manos, nuestro querido sobrino ahora estaría casado con una mujer poderosa y tendría un hijo para continuar con su legado.
Kisuke sacudió lentamente la cabeza y se frotó el puente de la nariz, en ese momento necesitaba su abanico para mantener sus manos ocupadas; además serviría para defenderse de Kirio si ella lo atacaba.
— Si hubiera sucedido lo que querías, ahora no tendríamos sobrino y Masaki estaría devastada por la pérdida de su único hijo. — Kisuke le recordó con calma. — Ichigo no se rige por nuestras reglas, se rige por las reglas de Avanta, y en Avanta han controlado a la descendencia de los príncipes.
— ¡La habríamos protegido! — Contestó Kirio, deteniéndose de caminar por la habitación. — Podría haber vivido aquí, haber criado a su hijo aquí… ¡algo! ¡Por la Sombra, Kisuke!
Kisuke suspiró ante la insistencia de su esposa en ese tema y se recostó en la cama, cansado de eso. Kirio era bastante insistente cuando se lo proponía y no paraba hasta conseguir lo que quería.
En ese momento, Kisuke se arrepintió de no haberle dicho a Ichigo en la mañana que Yoruichi llegaría al palacio junto con su hermano, pero su sobrino y Rukia se veían tan felices que no quería romper ese sentimiento tan violentamente.
— Mi querida Kirio, será mejor que aceptes que nuestro querido sobrino elige su propia vida. Hacer que Yoruichi venga solo pondrá a Ichigo en problemas. Él no estaba contento con el encuentro que provocaste con ella hoy.
— ¡Tonterías! Solo necesitan hablar, aclarar sus sentimientos y volverán a estar juntos. Simplemente están enojados el uno con el otro por todo lo que pasó.
Verano — x493 / 14 de julio
Rukia no pudo dormir esa noche, después de que Ichigo salió de la habitación, dejó escapar todas las emociones que estaba reteniendo y comenzó a llorar.
Se sentía culpable por lastimar a Ichigo de esa manera, él le había explicado que las heridas causadas por el ankh eran increíblemente dolorosas y que tardaban en sanar; pero él no gritó cuando ella lo lastimó y no la empujó para liberarse porque seguramente él también la habría lastimado.
Aunque no había dejado de hablarle y enseñarle lo que necesitaba saber para aprender a controlarse, su tono de voz, como si hablara con un extraño, la hizo sentir peor; le dolía el corazón por la indiferencia que Ichigo le mostraba.
Era la primera vez que él se enfadaba con ella, él siempre había sido paciente con ella, la cuidaba, la protegía y la dejaba elegir; él sabía cómo controlar sus emociones para no lastimarla.
No dejaba de pensar en lo que dijo Ichigo o en lo que ella le había respondido, dudando de él a pesar de que él mismo le había dicho esa mañana que ella era lo único que le agradecía a la Sombra. Ichigo le había mostrado su amor de muchas maneras y ella, en un solo momento, había dudado de eso solo porque sabía que Yoruichi estaba allí.
Rukia nunca había estado tan celosa o insegura, pero en ese momento, esas emociones la recorrían como una serpiente. Estaba asustada y no sabía qué hacer, aparte de dejar que Ichigo pensara como muchas veces él le había permitido pensar a ella.
Se quedó en la cama, incluso después del amanecer, y esperó a que Ichigo entrara a la habitación, quería hablar con él, quería arreglar esto y disculparse por dudar de él y por lastimarlo; pero cuando la puerta se abrió, fue Tatsuki quien entró con la bandeja del desayuno solo para ella.
Ichigo le dijo que iban a desayunar juntos, pero solo había servicio para ella.
— Tatsuki, ¿dónde está Ichigo? — preguntó Rukia con el corazón desbocado y sintiendo ganas de llorar de nuevo a pesar de que le dolían los ojos de tanto llorar la noche anterior.
— El príncipe salió del palacio temprano en la mañana, dijo que lo disculpara contigo, pero que volvería cuando se desocupara. — explicó Tatsuki sirviendo un poco de café en una taza. — Un mensajero vino a buscarlo.
— No lo vi entrar al dormitorio por su ropa. — susurró Rukia mientras se levantaba de la cama para sentarse a la mesa, aunque no tenía hambre. No quería pensar de quién podría ser el mensajero o empezaría a llorar de nuevo.
— Se puso la ropa limpia de ayer que aún no había arreglado. — explicó Tatsuki con calma y luego se sentó en el asiento vacío al lado de Rukia. — ¿Está todo bien entre ustedes? Anoche escuché la discusión que tuvieron.
Rukia miró a Tatsuki, sintiendo que sus ojos se llenaban de lágrimas nuevamente, y la abrazó y comenzó a llorar. Ichigo no le había hablado, ni siquiera quería verla y eso la dolía demasiado.
Tatsuki la abrazó y la consoló, la escuchó y la dejó llorar tanto como necesitaba llorar en ese momento; Rukia era como una hermana pequeña para Tatsuki.
— ¿De qué tienes miedo, Kia? — preguntó Tatsuki jugando con una servilleta, atrayendo la atención de Rukia quien se estaba limpiando las lágrimas. — ¿Tienes miedo de que el Príncipe Ichigo sienta algo por esa princesa ahora que la ha vuelto a ver?
Rukia asintió tratando de no llorar de nuevo ante esa posibilidad. Durante toda la noche su mente no había estado tranquila y se había convertido en una maraña de miedos e inseguridades, uno peor que el otro, que hacían que su corazón se apretara dolorosamente.
— Es normal que el Príncipe Ichigo tenga sentimientos por la princesa porque ella es parte de su pasado. El pasado no se puede borrar, solo aprendes a vivir con él y esperar que no altere tu futuro. — Tatsuki sonrió un poco pero Rukia sintió que esa explicación no la ayudaba. — El pasado se puede ocultar, pero se convertiría en un secreto, una debilidad que podría usarse como arma. Un secreto siempre trae otro secreto, y otro, y otro, hasta convertirse en una montaña de secretos que se derrumba y aplasta todo a su paso.
— Le pedí a Ichigo que no me ocultara ningún secreto importante. — susurró Rukia volviendo a mirar sus dedos que no dejaban de jugar con la servilleta.
— El príncipe Ichigo te dijo lo que debías saber sobre esa princesa, podía mantenerlo en secreto pero no lo hizo; no dejes que ese pasado se convierta en una debilidad.
— Pero y si…
— ¿Y si ella intenta algo? Quizá lo que la princesa quiere es separarte del príncipe, hacerte dudar de lo que él siente por ti para que ella pueda volver a estar con él. Es algo que realmente podría suceder.
Rukia temía por esas palabras y esa posibilidad.
— No sé qué hacer. — Confesó Rukia apretando la mano de Tatsuki. — Tengo mucho miedo, miedo de que me lo quite. ¿Qué hago si ella me lo quita?
— Entonces pides el divorcio. — Esa respuesta hizo que Rukia mirara a Tatsuki como si acabara de decir una locura. — O te quedas y haces la vida de todos un infierno, pero el divorcio suena mejor. Nadie se lleva a nadie; si el príncipe la prefiere, entonces no tienes nada que esperar allí. Tu felicidad no depende de él, depende de ti, pequeña Kia. Simplemente no te rindas antes de la batalla, muéstrale a esa princesa por qué el príncipe te eligió como su esposa. Dicen que los matrimonios son confianza, confía en ti y confía en el príncipe.
—
Ichigo pasó toda la mañana, hasta poco antes del mediodía, en la posada donde se alojaba Koga. Nunca pensó que Toshiro realmente viajaría a Vermist solo para ver a Karin, pero claramente se había equivocado, porque el hombre había hecho el viaje con toda la intención de convertir a Karin en su prometida.
En otra situación se habría enfadado, amenazado a Toshiro con un discurso sobre no jugar con su hermanita y tal vez golpearlo, pero en ese momento su mente estaba en todo menos en eso, así que esa amenaza fue solo un "rómpele el corazón y yo te romperé las piernas".
Toshiro le aseguró que sus intenciones con Karin eran buenas e Ichigo dejó ese asunto en paz.
Koga e Ichigo eran el tipo de amigos que no eran amigos pero tampoco enemigos. Habían estado juntos en los mercenarios y había sido Koga quien les había sugerido robar el elefante que perdieron en esa borrachera; tenían historias que contar y ambos pertenecían a la Tríada.
Ambos también conocían a Yoruichi.
Ichigo y Koga pasaron toda la mañana en silencio, sentados mirando al vacío con un poco de licor Jetaiya servido en un vaso para cada uno; tal vez era demasiado temprano para beber, pero a ninguno de los dos les importaba.
Koga hizo un par de preguntas que Ichigo respondió de forma sencilla y no hablaron mucho, solo lo justo para que Koga supiera de la presencia de Yoruichi en el palacio y pudiera imaginarse el resto de la historia.
— No quiero pensar en la tensión que habrá mañana en el baile. — comentó Koga comiendo una aceituna en salmuera. — Pero si crees que Yoruichi será un problema, deberías decirle la verdad a Rukia. Recuerdo que Yoruichi era muy… apasionada contigo.
Ichigo lo fulminó con la mirada pero no pudo defenderse de esa afirmación porque era cierta, además se había olvidado por completo del ridículo baile que su tía Kirio había organizado para celebrar su cumpleaños. En esos momentos, Ichigo estaba seguro de que ese encuentro con Yoruichi y esa fiesta habían sido organizados por su tía, quien parecía creer aún que Yoruichi era la mejor pareja para él, sin importarle que estuviera casado.
— Además, si te divorcias de Rukia, tendré un camino libre con ella y definitivamente le pediré que se case conmigo. — añadió Koga divertido.
— Otra de esas bromas y te rompo la nariz. — advirtió Ichigo antes de terminar el resto del licor en su vaso. — Te recuerdo que ella es mía, yo la vi primero.
— Yo no tengo la culpa de que tu mujer lo tenga todo para ser una buena reina. — Koga se encogió de hombros antes de esquivar una aceituna voladora con una sonrisa. — Sabes que no intentaré nada con ella, valoro mi vida y mi nariz, y yo la vi primero.
— Pero yo me casé con ella, así que es mía. — Ichigo se levantó de su asiento, pero no tenía la expresión victoriosa en su rostro que debería acompañar esa oración. — Creo que es hora de que regrese. Nos vemos mañana.
Koga se levantó y estrechó la mano de Ichigo como un gesto de despedida, pero no lo soltó, sino que puso su otra mano sobre su hombro de manera amistosa.
— No dejes que su presencia te afecte a ti ni a tu relación con Rukia. Sé que las costumbres de Jetaiya y Avanta son diferentes, pero un matrimonio es un matrimonio, y yo sé mucho sobre eso. Habla con Rukia y no dejes crecer la desconfianza, porque una vez que comienza, nunca deja de crecer.
Ichigo agradeció las palabras de Koga y regresó al palacio después de comprar algunas cosas en la ciudad. Conocía la desconfianza porque su padre se lo había enseñado, y era doloroso.
Al entrar a la casa de la playa, Tatsuki lo saludó y le informó que Rukia todavía estaba en la cama porque estaba cansada y había bebido un poco de té para dormir.
Ichigo sabía por qué Rukia necesitaba dormir, la había escuchado llorar desde el otro lado de la puerta, de donde no se había movido en toda la noche y de donde había luchado con sus propios demonios para no entrar a esa habitación y consolarla, porque sentía que no podía hacerlo; él también necesitaba a alguien que lo consolara.
Las palabras de Rukia lo hirieron, le dolió que ella hubiera dudado de él tan fácilmente, y le dolió saber que estaba llorando por él. Dolía más que las heridas que ella le había causado por no saber controlar la magia.
Le dolía como le dolió que su padre no le creyera, y para no desmoronarse se encerró en sí mismo por un momento.
Pero Koga tenía razón, tenía que confiar en Rukia y en lo que tenían.
Entró a la habitación y la encontró recostada en la cama, dormida y cubierta solo con una sábana liviana, la puerta que conducía a la playa estaba abierta y el aire del mar entraba a la habitación moviendo las cortinas. Ichigo se quitó las botas de montar y se sentó en la cama junto a Rukia, acariciando suavemente su rostro, notando las marcas secas de lágrimas en sus mejillas, y la besó suavemente en la mejilla.
El día anterior había comenzado tan bien y terminado tan mal que debió ser una broma del universo.
— Mi Luna. — Ichigo susurró muy bajo para no despertarla. — Volví.
Se sentó en la cama, observándola dormir por un largo rato hasta que Rukia lentamente comenzó a abrir los ojos, despertándose de su siesta por el té. Ichigo colocó un mechón de cabello detrás de su oreja y Rukia inmediatamente se levantó y lo abrazó con fuerza, tomándolo con la guardia baja.
— ¡Volviste! ¡Volviste! ¡No te vayas más, no me dejes! — Rukia empezó a hablar tan rápido que a Ichigo le costó entender lo que decía. — No quería lastimarte. Perdóname. No quería dudar de ti. Es solo que... estaba celosa, estaba asustada. Aún estoy asustada.
Ichigo la abrazó con fuerza y permaneció en esa posición, sin soltarla y temiendo que se le escapara.
— Ya estoy de vuelta, mi Luna. — susurró Ichigo abrazándola y sintiendo que ella lo abrazaba con fuerza. — Necesitamos hablar.
Rukia se alejó lentamente de ese abrazo e Ichigo vio que sus ojos se llenaban de lágrimas. No le gustaba que ella llorara, no le gustaba la sensación de que ella lloraba por su culpa.
— No llores, mi amor. — susurró Ichigo limpiando las lágrimas de Rukia con sus pulgares. — Hablaremos de la clase de hombre que soy.
— Sé la clase de hombre que eres, lo he visto desde que estamos juntos. — susurró Rukia sin quitarle los ojos de encima.
Ichigo acarició su mejilla lentamente y le dio un pequeño beso en los labios.
— Bueno, entonces hablaremos de la clase de hombre que era.
Dedicado a Fatua, Kaede Hiwatari Blueriver y usaguichan23, que me recuerdan que debo actualizar hahaha *corazones*
