Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 63: El segundo príncipe 1


Verano — x493 / 14 de julio

A pesar de que su tía Kirio lo cuidaba y trataba de que no le faltara ese amor maternal que todo niño necesitaba en su infancia, Ichigo no podía dejar de extrañar a su madre. Muchas veces pensó en pedirle a su tío Kisuke que lo llevara de regreso a Adelaar, y muchas veces desechó esa idea al recordar que su padre no le creía y no lo amaba.

En todo ese tiempo que Ichigo vivió en Vayalat, él no recibió ni una sola carta de su padre.

Todo habría sido tan diferente si su padre le hubiera escrito aunque sea una carta. Quizás no un "te amo" pero un "te extraño" habría estado bien, aunque su padre nunca creyera que él no rompió el mapa, solo un poco de ese sentimiento que todo niño espera de su padre hubiera sido suficiente para que Ichigo regresara a su hogar.

Pero Isshin nunca escribió ni preguntó por él ni nada.

Fue ese invierno, el primer invierno fuera de casa, que se formó el tatuaje de Ichigo y el don en él se despertó como un vendaval.

Los niños con la sangre de Vayalat siguen un riguroso entrenamiento y desde pequeños, desde que pueden entender, les explican qué sucederá cuando sean entregados a la Sombra y lo que deben estudiar para despertar el don de manera controlada después de ser entregados; pero con Ichigo eso no pasó.

Ichigo es un prodigio del don, dijo Kisuke.

Y Rukia sabía todo eso de manera superficial, porque Ichigo no quería ni se sentía preparado para hablar de eso, de todo lo que sintió, hizo y dijo, cuando vivía en Vayalat.

— Un prodigio, me dijeron, pero esa noche no supe por qué sentía tanto dolor en la espalda y por qué le había hecho daño a mi tío cuando intentó acercarse a mí. Fue el miedo, como lo fue contigo, lo que volvió a dormir al don esa noche, pero estaba allí, dormido y esperando a resurgir en un despliegue de emociones incontrolables. Controlar tus propias emociones cuando eres un niño es imposible. — susurró Ichigo, quien estaba sentado en el piso, apoyando su espalda contra el marco de la puerta y con las piernas flexionadas. Rukia estaba frente a él, sentada de la misma manera, con el mar de un lado y la habitación del otro. — Mucha alegría, mucha tristeza o mucha ira, mucho de cualquier cosa es peligrosa porque despierta el don sin poder hacer nada para evitarlo. Ellos me enseñaron la oración que te enseñé anoche, y la repetía cada vez que sentía el don revolotear entre mis dedos.

Entrenar era difícil, vivir era difícil y canalizar el don para reaccionar ante una emoción también era difícil.

La primera vez que Yoruichi e Ichigo se vieron fue en las festividades de primavera en Vermist. En el momento de las celebraciones se cancelan los entrenamientos y cualquier actividad militar, y se dedica una semana a celebrar el cambio de estación. Yoruichi tenía entonces 11 años y venía de la mano de su padre, el rey de Gardelia.

— Yo no lo sabía en ese momento, pero el rey de Gardelia había venido a buscar una alianza y planeaba casar a Yoruichi con el hijo mayor de mi tío Kisuke, a pesar de que es 10 años mayor que ella, y en ese momento él ya estaba comprometido. — Ichigo volteó a ver a Rukia, quien lo miraba fijamente, jugando con sus propios dedos. — ¿Recuerdas lo que te dije sobre los príncipes y las princesas?

— Que son como el mejor ganado, del que saldrían los mejores hijos. Si el matrimonio sirve al reino, entonces se llevará a cabo. — La voz de Rukia tenía ese tono que le decía a Ichigo que estaba molesta. Ese era un tema difícil, uno que hubiera preferido no tener que hablar con ella, pero aun así tenían que hacerlo.

— La realeza de Gardelia es diferente a la de Avanta o Jetaiya. En Gardelia no hay esposa principal ni esposa legítima, solo hay concubinas. El rey tiene tantas concubinas como quiera tener y todas ellas le pueden dar hijos, sin embargo cuando el rey muere entonces el hijo más fuerte, el más favorecido o el que sobrevive a las conspiraciones, es el que ascendía al trono. Nadie sabía quién heredaría el reino, por lo que apoyar a cualquiera de los príncipes era una apuesta arriesgada.

Por lo tanto, cuando el rey de Gardelia ofreció tal trato, Yhwach dijo "no", pero los invitó a pasar la fiesta con ellos y tratar de llegar a otro tipo de acuerdo.

— Mi tía Kirio es… era como mi madre y fue ella quien me presentó a Yoruichi. Yo era un niño triste y ella una niña muy feliz, supongo que mi tía pensó que si me hacía amigo de ella sería bueno para mí. Las dos teníamos una edad similar, así que realmente nos hicimos amigos y por un momento me sentí como un niño normal, sin la presión de controlar el don o sin la tristeza de estar aquí, solo y extrañando a mi madre y mis hermanitas.

Sucedió como sucede con los niños, ella le preguntó si quería acompañarla e Ichigo aceptó. Fue Yoruichi quien tomó su mano ese día y lo arrastró por los puestos del festival, siempre seguido por los guardias hasta el punto en que escapar de ellos se convirtió en un desafío.

Ichigo miró su mano, el recuerdo vino a su mente con una claridad abrumadora y lo hizo sonreír involuntariamente.

— ¿Es un recuerdo feliz? — La voz de Rukia lo devolvió al presente, sacándolo de aquella tarde en la que él corría, reía y escapaba de los guardias que los perseguían.

Ichigo miró hacia arriba y vio la tristeza en los ojos de Rukia. Ichigo tomó su mano y la besó.

— Es un recuerdo de infancia, de esos que son verdaderamente felices, de los pocos que tengo. — Ichigo observó a Rukia asentir y respirar hondo. No sabía si eran celos o tristeza, o una mezcla de ambas en ella. — Luego ella volvió a Gardelia y yo volví a entrenar. No la vi hasta el año siguiente, cuando volvió el rey de Gardelia para tratar de hacer un trato con mi abuelo porque estaban agrandando el Camino del Desierto y los puertos.

— ¿La extrañaste ese año? — preguntó Rukia, incapaz de contener la ansiedad en su voz.

— Realmente no tuve tiempo de extrañarla, pero me envió una carta por mi cumpleaños y le respondí agradeciéndole. Me alegró volver a verla en ese festival, las dos habíamos crecido un poco y fue agradable volver a hablar con ella. Luego ella volvió a Gardelia, nos escribimos un par de veces y nos reencontramos en el festival del año siguiente. Ese año ya no correteamos por los puestos del festival como cuando éramos niños, solo hablamos y me dijo que su padre quería una alianza con Vayalat, por eso volvían todos los años. También me dijo que su padre quería casarla y eso la entristecía.

— ¿Fue cuando le dijiste que cuando te nombraran heredero te casarías con ella? — La voz de Rukia resonó con los celos en todo su esplendor y soltó su mano. Ichigo solo negó con la cabeza.

— No, en esa ocasión le dije que ella era una princesa, que podía elegir con quién casarse, pero me dijo que en Gardelia las cosas se hacen de otra manera. Ella es hija de una concubina, por lo que su destino estaba totalmente ligado a la voluntad de su padre, además en ese momento yo no pensaba en eso, solo quería entrenarme y volverme fuerte para que mi padre me amara. Después, ella volvió a Gardelia, otra vez.

Y luego ocurrió la batalla por la Isla Trinidad.

Cikram lanzó un ataque para tratar de recuperar la isla y Vayalat contraatacó. Koga solía decir que fue la batalla más corta porque había durado menos en comparación con otras, pero fueron meses de sangre, muerte y destrucción. Los barcos se enfrentaron en las costas de la isla y atacaban las murallas que los arqueros defendían de quienes intentaban escalarlas o atravesar las puertas.

Kisuke no se movió hasta que supo dónde estaba el rey de Cikram y, en lugar de dirigirse a apoyar la defensa de la isla, dirigió el barco a la costa continental de Cikram, donde sus informantes afirmaron haber visto el campamento del rey.

— Cuando fue el ataque a la Isla Trinidad, mi tío Kisuke me llevó con él en su barco, también Koga estaba ahí, un pequeño ejército de Sombras y algunos portadores del don que tenían la orden de avanzar a la capital del reino y hacerla caer. No nos dirigíamos a la isla, nos dirigíamos a la costa continental del reino. — Ichigo volvió a mirar su mano y apretó el puño. — Entonces mi tío me dio mi primera misión, una real, una peligrosa. Debía infiltrarme en el campamento del rey y matarlo.

— ¿Cuántos años tenías? — preguntó Rukia, como si tuviera miedo de la respuesta. Ichigo levantó la vista antes de responderle.

— Trece…

— ¡Eras un niño!

— Un niño prodigio del don, porque ya lo había logrado controlar mejor que cualquier niño de mi edad a pesar de que el don era bastante fuerte en mí. Un niño que había aprendido a pelear, un niño que vio morir a sus compañeros de entrenamiento. Un niño que disfrutó esa pelea. — Ichigo apoyó la cabeza contra el marco de la puerta y cerró los ojos por un momento, recordando esa noche y sintiendo esa extraña culpa que sigue al placer corrupto. — ¡Por la Sombra! No tienes idea de cuánto disfruté esa demostración de poder, de cómo disfruté ver a los perros del infierno ser convocados y obedecer mis órdenes, y de cómo disfruté ver la cara de ese rey cuando se dio cuenta de que un niño había entrado en su tienda después de organizar una masacre con sus soldados.

La sonrisa en su rostro al recordar eso era amarga y culpable, pero seguía siendo una sonrisa porque en el fondo seguía disfrutando de una parte de ese recuerdo; disfrutando ese momento cuando el don era todo lo que importaba.

— El miedo, los nervios, la ansiedad, eran un torbellino de emociones pero cuando liberé la magia todo eso se convirtió en una especie de felicidad que no sé cómo explicar. Puedes preguntarle a Koga, él solía decir que mi sonrisa lo incomodaba. — Ichigo miró a Rukia, quien parecía genuinamente sorprendida por esa confesión. Ichigo no pudo ocultar la emoción en sus palabras, era la primera vez que decía en voz alta que había disfrutado de esa masacre. — Esa emoción se extinguió cuando sentí el primer choque de espadas y maté a mi primer hombre. En ese momento fui consciente de que había matado a alguien, pero no tuve tiempo de arrepentirme, era mi vida o la de los demás, y mientras veía morir a un segundo hombre por un movimiento de mi espada, dejé que el don tomara el control de mí. Dejé de pensar tanto, de sentir miedo, y simplemente fui e hice lo que tenía que hacer hasta que entré en la tienda del rey, maté a los que lo cuidaban y luego lo maté a él. Cuando te domina el don no hay nada que no sea emoción, en mi caso fue una felicidad perversa, porque no sé de otra manera explicarlo.

Esa noche Ichigo hizo que los perros del infierno regresaran al origen y caminó por la playa con la cabeza cortada del Rey de Cikram en una mano. Ichigo sonrió y arrojó esa cabeza a los pies de su tío, quien lo felicitó por hacer bien su trabajo. Después de eso, ese pequeño ejército se movió para dirigirse hacia la capital y hacerla caer, iban a conquistar ese reino solo para que Cikram ya no fuera una molestia.

— Cuando regresé de la inconsciencia que me causó el uso del don, cuando pude realmente controlarme a mí mismo y todas mis emociones, entonces se abrió un abismo bajo mis pies. — Ichigo cerró los ojos por un momento y apretó los puños, luchando contra ese sentimiento, porque recordarlo era revivirlo y en ese momento se sintió caer nuevamente en ese abismo en el que inevitablemente habitaba desde ese día. — Caí en ese abismo, no podía dejar de pensar en lo que había hecho, y toda esa emoción se convirtió en culpa. Había matado gente, hombres que no sabía si tenían familia, si tenían a alguien esperándolos o rezando por ellos. Nuevamente la magia se salió de control y me encerraron en una prisión en la Isla Trinidad por días, mi tío fue quien me vigiló y de alguna manera logró calmarme, pero todo era demasiado para mí. Incluso Koga fue a visitarme pero en esos momentos me miraba con miedo, como si aún no creyera lo que había visto.

Era demasiado para un niño, sin importar lo bueno que fuera o lo bendecido que fuera por la Sombra, era demasiado para él. Kisuke tenía miedo de que su mente colapsara; lo escuchó gritar y lo escuchó llorar, lo escuchó pasar de la desesperación y la súplica para que alguien lo sacara de allí y lo dejaran volver a casa, a la locura misma donde pedía que le permitieran volver al campo de batalla para poder continuar rindiendo su tributo a la sombra.

El don lo dominaba y lo liberaba en una lucha constante, porque así es la "magia del todo", o logran dominarla o terminan siendo sus esclavos.

Hasta que un día, Ichigo simplemente se calmó, dejó de gritar, de llorar, de pedir que lo enviaran al campo de batalla y cayó en un aterrador silencio que se reflejaba en sus ojos. Fue entonces cuando lo dejaron salir de esa prisión, cuando ya no era un peligro para las personas ni para él mismo.

— El día que me liberaron acepté que estaba en un abismo del que nunca podría salir y acepté que mi destino siempre sería el ser un asesino que disfruta la matanza, porque aun cuando estaba con los mercenarios, en esos enfrentamientos ocasionales entre los grupos que los contrataron, incluso si no usaba el ankh, disfruté de pelear y de ver el terror en los ojos de aquellos que tenían la mala suerte de enfrentarme.

En ese momento, Rukia se arrojó a sus brazos y lo abrazó con fuerza, como si quisiera consolarlo, e Ichigo le devolvió el abrazo de la misma manera, saliendo de esos recuerdos que lo abrazaban como si fueran tentáculos. El abrazo de Rukia lo despertó de una especie de sueño o niebla en la que no sabía cómo se había metido, y sintió ese olor a menta en la piel de ella que lo calmaba y lo hacía sentir feliz y como en casa. Durante un momento lo inhaló con los ojos cerrados buscando consuelo y calma.

Ese abrazo lo hizo sentir seguro y se aferró a ella con miedo de que se desvaneciera. Su luz, la que lo mantenía cuerdo y le daba felicidad junto con una razón para que no volviera a hundirse por completo en ese abismo.

— Te obligaron a crecer muy rápido. No es justo. No es justo en absoluto. Eras solo un niño. — susurró Rukia aun abrazándolo. — Por eso me preguntaste si podría compartir cama con un asesino, ¿no?

Ichigo cerró los ojos, disfrutando ese abrazo por unos momentos más antes de alejarse de ella para hacer que Rukia volviera a sentarse, pero no soltó su mano.

—Sí, por eso te pregunté. Tú, a mis ojos, eres una luz y yo... yo no quería contaminarte. — respondió Ichigo y apretó los dedos de Rukia porque era hora de empezar a hablar de verdad sobre lo que importaba en esta charla. — Cikram pertenece a Vayalat. Vayalat no lo gobierna directamente pero el rey de Cikram rinde tributo al reino, porque sabe que si intentan algo contra Vayalat, Cikram acabará cayendo. Cuando regresamos a Vermist, mi tío les contó a todos sobre mi gran hazaña, todos decían lo increíble que yo era, lo valiente que yo era y lo inteligente que yo era. Elogiaron mi control del don y dijeron que gracias a mí habían logrado ganar la batalla. Y disfruté esas palabras y lo que venía con ellas porque ya me habían dejado de ver como un niño y me veían como un héroe.

Fue entonces cuando Ichigo probó el vino, las fiestas y la atención por primera vez, aún era un niño pero ya no tenía esa inocencia porque se había desvanecido cuando regresó de esa isla.

— Seguí entrenando, quería controlar mejor el don porque esa sensación de poder cuando lo usé en esa misión había sido increíble y quería volver a sentirla. También comencé a beber, al principio eran un par de copas de vino en el almuerzo o la cena, nada grande, pero en las fiestas donde el alcohol corre como el agua, bueno, lo tomaba como agua. Me sentía genial, un héroe y un hombre, decían. Y cuando tenía 14 años, Yoruichi volvió a Vermist.

Rukia soltó su mano y ambos supieron por qué. Ichigo pudo ver los celos en los ojos de Rukia ante la mención de Yoruichi.

— Cuando ella volvió ya no éramos niños, los dos habíamos crecido y ella me gustó como mucho más que una amiga. — Ichigo realmente no quería hablar de eso.

Rukia se levantó de su lugar en el suelo y comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación con las manos en la cara, murmurando cosas que él no podía entender pero que sonaban como una oración. Ichigo pudo ver que ella estaba tratando de calmarse y pensó que hablar con demasiados detalles no era una buena idea, así que comenzó a pensar en qué cosas podrían no ser realmente importantes para no tener que decirlas en voz alta. No quería lastimar a Rukia.

— Bien. — Rukia se paró frente a él y se sentó en la posición en la que estaban antes, tomó unas cuantas respiraciones profundas y mantuvo los ojos cerrados por un momento antes de abrirlos y mirarlo fijamente. — Ya me calmé. Quiero que me cuentes todo, cada detalle que creas que es importante, no tan específico pero quiero saberlo, porque si alguna vez hablo con ella, quiero estar preparada para lo que sea que ella diga o cómo lo diga. No la conozco, no estoy emocionada de conocerla, pero mañana es el baile y probablemente ella esté aquí y... quizás tengas que hablar con ella. Quiero, no… necesito saber qué tan intensa fue esa relación porque no quiero que mi mente divague demasiado. Ella está aquí, es un fantasma y no le voy a dar poder.

Ichigo asintió, esperó un momento más hasta que Rukia le dijo que estaba lista para escuchar y comenzó a hablar de nuevo.

— Cuando nos volvimos a encontrar yo había cambiado y ya no era un niño triste, era un niño que creció muy rápido. Aprendí a sonreír como lo hace Kaien, creo que eso viene de familia, y supe que lo que pedía, de una forma u otra, lo tenía.

— ¿Así nació el hombre peligroso? — preguntó Rukia con una leve dosis de miedo en su voz.

— No, así nació el cabrón infantil que soy cuando estoy con Kaien. — respondió Ichigo tomando la mano de Rukia suavemente. — El hombre peligroso es el hombre de negocios, el hombre que va a la guerra; el hombre que mata sin piedad. El hombre que manipula reyes para evitar muertes solo porque la mujer que ama se lo pide. — Ichigo se acercó a Rukia hasta el punto de rozar sus labios con su cálido aliento pero sin quitarle los ojos de encima, sosteniendo suavemente su cabeza. — Yo soy el hombre peligroso, el hombre que se casó contigo es el hombre peligroso, a quien siempre has visto. El que escondo bajo la máscara de príncipe porque ellos esperan ver a un príncipe, el que escondo bajo esa actitud infantil porque es divertido molestar a Kaien. El hombre que te hace el amor. Yo soy todos ellos, y tú los tienes todos, mi amor. Los has visto todos. ¿Te asusto, mi Luna?

— No. No me asustas, mi Sol.

Rukia respondió con un jadeo ahogado, cerrando los ojos por un instante e Ichigo no se resistió a besarla; estaba tan cerca y su cálido aliento era tan embriagador que era imposible no besarla. Podía saborear su saliva en la boca antes de que el beso se volviera demasiado intenso para sostenerlo, pero Ichigo lo prolongó tanto como fue humanamente posible. Las manos de Rukia se aferraron a él con posesión y si fuera por ese beso, él la habría recostado en el suelo y le habría hecho el amor allí mismo.

Ichigo se alejó de Rukia después de lamerle los labios de una manera que le decía que él quería más, y volvió a su posición original, disfrutando de ver el rubor en las mejillas de Rukia y verla confundida después de ese beso. Lo único que deseaba en ese momento era volver a besarla, tenerla entre sus brazos y olvidar toda esa charla y todo lo que pasó el día anterior, pero ella tenía razón.

Tenían que hablar porque él intuía que Yoruichi quería algo más que contarle sobre ese hijo que se vio obligada a perder.

— Habrías odiado al Ichigo que yo era, tal vez no al principio, pero al final lo habrías odiado. — explicó Ichigo con calma, mirando a Rukia que lentamente salía de su aturdimiento por el beso. — Si te hubiera conocido como ese hombre, entonces no te habría dejado en paz hasta recibir un beso tuyo, te habría acorralado, te habría seducido, y te habría dicho lo que quisieras escuchar solo para que no dejaras de pensar en mí para luego llevarte a la cama. Ayer me dijiste lo que hubiera sido de nosotros si todo hubiera seguido su curso, y todo terminaba en mi muerte a manos tuyas, porque esa sería la única muerte contra la que no lucharía. Hoy te digo que si yo fuera ese hombre y te hubieras casado con Kaien, te habría hecho mi amante. — Ichigo pudo ver la sorpresa en los ojos de Rukia y sonrió. — Un hombre que a toda costa consigue lo que quiere y sin tanta moral.

Un hombre, pero en ese momento todavía era un niño. Ichigo sabía que lo que estaba haciendo en ese entonces estaba mal, pero se sentía tan bien que no tenía forma de negarse a sí mismo que también disfrutaba verse obligado a crecer tan rápido.

Ambos se quedaron en silencio por un momento.

Ichigo no sabía lo que Rukia estaba pensando y lo quería saber. Tal vez después de esa charla ella se iría como siempre a pensar y eso estaba bien, así era ella y él no pretendía cambiarla, porque al final ella siempre le decía lo que pensaba y lo que quería. Ella no le guardaba secretos y él quería devolverle esa confianza con seguridad, con la esperanza de que no lo juzgara por su pasado.

— Le dije a ella que ayudaría a su padre a conseguir la alianza que quería. Me acerqué a mi tío para contarle todo lo que me había dicho sobre el Camino del Desierto, lo ventajoso que podría ser para el reino y lo fácil que sería simplemente firmar el acuerdo y enviar algunas Sombras. — explicó Ichigo con calma. — También le dije que si no les gustaba o no era conveniente a largo plazo, podían romper el trato matando al padre de Yoruichi. Nadie sospecharía de una Araña Sombría porque no conocían el don de la guerra.

Con palabras de más o palabras de menos, así fue como Ichigo logró convencer a su tío para que firmara esa alianza sin tener que casar a nadie. No le dijo nada a Yoruichi de esa charla ni de nada más, hasta que los reyes se reunieron y hablaron de todo lo concerniente a esa alianza.

— Después de la reunión de reyes donde se planteó esa alianza con Gardelia, ella me buscó para agradecerme por ayudar a su padre y fue entonces cuando la besé. — Ichigo dijo eso con cuidado, tratando de no entrar en detalles innecesarios sobre ese beso, ni sobre el lugar ni sobre las sensaciones. — Fue entonces cuando comenzó nuestra relación. No hicimos nada, solo fueron besos a escondidas hasta que ella volvió a su reino. Fue entonces cuando comencé a escribirle pero no eran cartas de amor, eran cartas ordinarias pero todas tenían una flor, entonces ella comenzó a responderme con una flor también. Una gardenia blanca.

— ¿Estabas enamorado de ella? — preguntó Rukia, tratando de modular su voz para que la ira y los celos no se salieran de control; también había curiosidad en esa pregunta.

— No, solo me gustaba. Me gustaba mucho, y por eso lo hice. Cuando Yoruichi volvió para el festival de primavera un par de meses después, mi tía Kirio nos descubrió besándonos, no nos regañó pero nos dijo que fuéramos más discretos. Mi tía parecía muy feliz por vernos juntos. Yoruichi volvió a Gardelia después de las celebraciones y a mí me enviaron al médico del rey para que me hablara de "las cosas de los hombres". — Rukia no necesitaba saber qué tan intensos eran esos besos, o en qué posición comprometedora los había encontrado su tía Kirio, o dónde o cuánta ropa les quedaba puesta. — En Adelaar, la Corte de la Reina se forma "oficialmente" cuando uno de los príncipes tiene o está a punto de cumplir 15 años; así que unas semanas después de mi cumpleaños, mi tía Kirio hizo una fiesta e invitó a muchas señoritas del reino y a Yoruichi. Creo que ella estaba intentando encontrarme pareja o algo así.

— Una fiesta como la que habrá mañana. — susurró Rukia con amargura, conteniendo sus celos lo mejor que pudo.

Ichigo asintió y tuvo la sensación de que su tía quería emular ese momento nuevamente, volver a reproducir lo que sucedió esa noche hace cuatro años. No le gustaba pensar eso. Amaba a su tía Kirio, ella era como una madre para él, pero no sabía qué más hacer para hacerle entender que la única mujer que le interesaba era Rukia.

— La fiesta estuvo divertida, comimos, bebimos y hubo bailarines. — Ichigo hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas para decir lo siguiente, porque en esa fiesta no se separó de Yoruichi hasta que terminaron en la habitación. — Esa noche, después de la fiesta, fue la primera noche que dormí con ella.

Ichigo miró hacia arriba y pudo ver en la expresión de Rukia cómo ella estaba luchando contra un impulso primario de golpearlo. Fue un momento de silencio hasta que Rukia cerró los ojos y él la escuchó recitar esa oración en el lenguaje del amanecer en susurros. Momentos después, aunque todavía parecía molesta, abrió los ojos y habló:

— Me dijiste que ella vino y no se fue hasta que te fuiste con los mercenarios. ¿Fue en ese momento?

— Fue en ese momento. Yoruichi se quedó como invitada de mi tía y esa noche se repitió muchas veces. Le dije a Yoruichi que tenía sentimientos por ella, que me gustaba mucho y que era divertido pasar tiempo con ella. Le expliqué que cuando volviera al reino sería declarado heredero al trono y que, si ella quería, podríamos casarnos. En ese momento me pareció una buena idea y porque de alguna manera haría que Avanta y Gardelia tuvieran una alianza que nos beneficiaría con el Camino del Desierto. Ella aceptó esperar a que yo regresara al reino para hacer el compromiso formal.

— Cuando lo dices así, parece que te obligaron a casarte conmigo. — murmuró Rukia evitando verlo.

— En ese momento no te conocía, y tú estabas destinado a casarte con Kaien casi desde que naciste. — Rukia resopló ante ese comentario e Ichigo trató de retomar el hilo de la historia de su relación con Yoruichi. — Por un tiempo fue divertido, pero Yoruichi comenzó a hablar cada vez más sobre casarnos, sobre la vida que tendríamos, sobre hijos y un montón de cosas más, y esa agradable sensación de estar con ella comenzó a desvanecerse. Le dije que todavía no quería hijos, que todavía no podía tenerlos, pero que después tendríamos tantos como ella quisiera; ese momento no era apropiado porque ni siquiera estábamos en una relación formal. Todavía no habían hecho los nombramientos de los principados del reino y aunque estaba seguro, en ese momento, de que yo sería el heredero, no quería cometer un error.

La mirada de Ichigo vagó entre sus propias manos y el rostro de Rukia, tratando de comprender las emociones que ella reflejaba en sus ojos.

— Entonces ella empezó a insistir mucho en ese tema y llegó un punto en que me enojé tanto que la magia se salió de control y le lastimé el brazo cuando la agarré fuerte. Había mucha sangre por todos lados y traté de curarla pero no pude, así que la llevé donde mi tía Kirio para que la ayudara. Yoruichi estaba llorando del dolor y creo que del miedo, y me sentí culpable porque era la primera vez que perdía el control con ella así. Después de eso, cada vez que ella sacaba el tema diciendo que deberíamos casarnos, yo me enojaba con ella pero de alguna manera terminamos en la cama. Ya no era la misma sensación que al principio sino que se había convertido en algo que no sé cómo explicar; como saciar un deseo rápido o una sensación de placer violento.

Ichigo miró hacia otro lado, avergonzado por haber dicho eso, y miró al mar por un segundo. Rukia también se quedó en silencio.

— Hasta que me cansé de esa situación, de su insistencia y de que no me decía por qué quería que nos casáramos, así que rompí con ella. Le dije que ya no quería seguir con ella y que era mejor que cada uno siguiera su vida por separado porque lo nuestro ya no era una relación; peleábamos mucho y yo me enfadaba fácilmente al punto de gritarle un par de veces haciéndola llorar. — Ichigo se sintió avergonzado de sus propias palabras y de su comportamiento con Yoruichi; ella no se lo merecía. — El día que rompimos, ella se enojó y yo me enojé, y le volví a lastimar los brazos cuando traté de alejarla de mí porque sabía que si la dejaba acercarse a mi íbamos a terminar otra vez en la cama. Esa vez ya no la ayudé, estaba tan molesto que la dejé herida y sangrando y me fui de allí. Mi madre llegó al día siguiente. Ni siquiera sabía que vendría, así que me sorprendió su llegada. Hablé con ella, le expliqué todo lo que sabía y me hizo tomar un caballo e ir con Koga, que estaba aquí por razones que ya no recuerdo bien, para unirme a los mercenarios.

Ichigo miró a Rukia, quien en ese momento ya no parecía celosa, sino más bien intrigada por la situación, y eso hizo que Ichigo se sintiera un poco aliviado.

— Con los mercenarios toqué fondo. Estaba enojado con ella por arruinarlo todo con su insistencia que ni siquiera me sentía culpable por dejarla; recordarla en ese momento solo me traía enojo. Me enfoqué en otras cosas, trataron de que estuviera con otras mujeres pero era algo que no quería hacer, así que comencé a beber más. No fue hasta la borrachera del elefante que decidí que no podía seguir así; ese hombre en el que me estaba convirtiendo no era yo y no me gustaba. Luego regresé un año después, y cuando regresé a Avanta, me dijeron que sería el Segundo Príncipe y que tendría que casarme contigo. Estaba tan enojado con mi padre que comencé a pensar en cómo deshacerme de Kaien sin que pareciera mi culpa. No quería casarme contigo porque eso significaba que aceptaba mi destino y lo último que quería era quedarme como el Segundo Príncipe, hasta que te conocí y todo cambió.

Ichigo alargó la mano para acariciar suavemente la mejilla de Rukia, temeroso de que ella lo rechazara pero ella no lo hizo, en cambio cerró los ojos y ambos disfrutaron la caricia en silencio.

— Desde el primer momento que te vi, sacudiste mi mundo. — Esa confesión hizo que Rukia abriera los ojos solo para mirarlo. — Desde el primer momento que te vi, no pude pensar en nada que no fueras tú. No tienes idea de las ganas que tenía de hacerte mía en la playa, de sentir tu piel con la mía, de sentir tus labios, de oírte gemir; y después pude saber cómo pensabas, tu carácter, tu fuerza cuando pegabas… — Rukia sonrió ante ese comentario. — E irremediablemente me volví tuyo. No sé lo que me hiciste, porque lo único que quiero ahora es estar a tu lado y no puedo ver mi vida sin ti en ella.

— ¿Todavía sientes algo por ella? — Preguntó Rukia sosteniendo la mano de Ichigo que aún estaba en su mejilla.

— Los sentimientos que tengo por ella son hacia el recuerdo de cuando éramos niños, a la amiga que fue cuando yo estaba solo y triste, no la mujer en la que se convirtió aunque ahora sé que se volvió así por lo que pasó. No supe de ella hasta unos días antes de nuestra boda, me escribió una carta reclamando que no la había invitado, insultándote y deseando que nuestra vida se convirtiera en un infierno; culpándome de todo lo que había sufrido y diciéndome que se vengaría. Le respondí diciéndole que me dejara en paz y que era libre de odiarme toda la vida si eso la hacía feliz. En ese momento yo no sabía qué había pasado, solo pensé que era su enojo y su odio hablando, pero ahora lo sé y entiendo mejor por qué ella está molesta conmigo.

— Si hubieras sabido que ella estaba embarazada, ¿habrías evitado que la reina Masaki la obligara a perder el embarazo? — preguntó Rukia con curiosidad.

— El Ichigo que yo era la habría engañado para que bebiera ese té sin que ella se diera cuenta y luego habría dicho que "era la voluntad de las Deidades".

Las emociones de Rukia habían revoloteado dentro de ella como insectos, arriba y abajo, fluctuando entre los celos y la ira cada vez que Ichigo hablaba de Yoruichi; pero también entre la tristeza de saber que en realidad un niño había ido a la guerra y se había visto obligado a crecer deprisa, creando una máscara sólo para no derrumbarse.

Ichigo una vez le dijo "Soy un hombre peligroso que finge ser un príncipe" y ella no dudó porque en el fondo lo sabía; lo sabía por la forma en que él la miraba y por la forma en que él la hacía sentir. En el fondo sabía que el hombre que le dio la corona de rosas y azúcar no era el hombre que aparentaba ser frente a todos.

— ¿Hubieras sido capaz de hacer eso? — preguntó Rukia después de un momento de silencio. — ¿De verdad la habrías hecho beber el té si te lo hubiera dicho?

Ichigo asintió.

— En ese momento yo no quería hijos y no podía ver un futuro con ella a pesar de que le hice esa promesa. Cuando lo digo así, suena bastante cruel de mi parte, pero creo que eso es lo que yo era.

Rukia se quedó en silencio por un momento pensando en esas palabras, incapaz de evitar comparar las relaciones. Ichigo habría hecho perder ese embarazo a Yoruichi solo porque lo consideraba un error a pesar de que estaba seguro de que iba a heredar el reino, y con ella, aunque lo consideraran una traición y él mismo se colgara una espada en la cabeza, le había prometido sacarla de allí y darle la vida tranquila que deseaba si alguna vez quedaba embarazada por accidente.

Ni siquiera podía decir que Ichigo lo hacía por culpa, por el hijo que no tenía y no nació, porque él ni siquiera tenía idea de ese hijo.

Ichigo se levantó del suelo y le tendió la mano para que ella hiciera lo mismo. Rukia tomó su mano y se levantó del suelo con un movimiento fluido pero se tambaleó porque una de sus piernas se había quedado dormida. Ichigo la abrazó con fuerza por la cintura en ese momento.

— Esta vez no tienes que caminar por la playa para pensar. — Las palabras de Ichigo la hicieron levantar la vista de su pierna dormida, mirándolo confundida. Él tenía una expresión triste. — Estaré en la sala arreglando el anillo, si quieres preguntar algo más puedes hacerlo, aunque no sé qué más decirte.

— ¡No! — Fue lo primero que salió de los labios de Rukia temiendo que la dejara sola de nuevo. Él la había dejado sola la noche anterior y fue quizás la peor noche de su vida. Todavía tenía miedo de esa distancia que él puso entre ellos.

— ¿No quieres que arregle el anillo? — preguntó Ichigo confundido, sin soltar su mano que aún sostenía con fuerza ni soltar su cintura.

— No quiero que me dejes sola. — Respondió Rukia con un dejo de miedo en su voz. — Sé que muchas veces lo hice, me fui de tu lado y te dejé solo, y ahora que sé lo que se siente, no me gusta. Lamento haberlo hecho, no debería haberlo hecho.

— Todos necesitamos un tiempo a solas para pensar, mi Luna. Es normal. — Ichigo suspiró. — Si quieres no me voy de tu lado, nos quedamos aquí en la recámara, solo tengo que ir a buscar unas cosas que compré para reparar el anillo. Lo dejé en la sala de estar.

— ¿También necesitas pensar? — preguntó Rukia, soltando lentamente la mano de Ichigo, lista para dejarlo salir de la habitación.

Ichigo se quedó en silencio por un momento y a Rukia le pareció una eternidad.

— Hoy recordé muchas cosas y te dije muchas cosas que no había hablado con nadie, incluso cosas de las que no quería volver a hablar. — Ichigo le dio a Rukia una sonrisa culpable. — Mi mente está llena de recuerdos ahora, eso es todo. Realmente hubiera preferido no volver a hablar de ella, ni volver a verla ni nada, que se hubiera quedado en el pasado. — Ichigo miró hacia la puerta del dormitorio. — Iré por las cosas que compré, vuelvo enseguida.

— No vuelvas. — susurró Rukia sintiendo que aunque estuvieran juntos en ese momento, su mente estaría en esos recuerdos y no en ella. — Piensa lo que debas pensar, me quedaré aquí y pensaré lo que deba pensar, solo… solo duerme conmigo por la noche.

Ichigo asintió ante esa petición, le dio un beso de despedida en la mano y salió de la habitación.

Rukia se tragó las ganas de llorar y volvió a sentarse en la acera que daba a la playa. Tatsuki tenía razón, su felicidad no dependía de él pero sin duda ella era feliz a su lado; aunque en ese momento ese pensamiento parecía difícil de sostener.