Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 65: Mío


Verano — x493 / 15 de julio [Ichigo, 19 años — Rukia, 17 años / Yushiru, 25 años / Yoruichi, 19 años]

Rukia inhaló suavemente el aroma de la cálida piel de Ichigo, disfrutando de esa esencia a cítricos y la madera, y depositó un pequeño beso en su pecho desnudo. Ichigo solía decir que ella olía a menta, a fresco y a calma, y la única respuesta que ella podía darle era que era por el té de menta que solía beber todas las mañanas, pero ella aún no podía descubrir por qué Ichigo olía de esa manera.

Él solía decirle que era un secreto que algún día ella descubriría.

Dormir en los brazos de Ichigo era como su pequeño paraíso personal, y no podía apreciarlo más que esa mañana después de haber pasado toda una noche en esa lejanía de incertidumbre y miedo. Ichigo es de ella, le pertenece; él la había elegido porque le habría resultado muy fácil salir de esa casa e ir a buscar a la princesa extranjera, pero no lo hizo. Él se quedó con ella.

— Mío. Mío. Mío. Mío. — Rukia depositó un pequeño beso en el pecho de Ichigo por cada palabra que dijo, y sintió sus brazos envolverla antes de que él le diera un suave beso en la parte superior de la cabeza.

— Tuyo. Solo tuyo. — Ichigo se había despertado y eso la hizo sonreír.

Rukia levantó la mirada y lo encontró con una leve sonrisa en los labios, ya no esas ojeras que había visto la noche anterior, y eso calmó su alma porque significaba que él había descansado igual que ella.

— Mío.

— Mía. — Ichigo le dio un pequeño beso en los labios después de esa declaración.

Entonces fue el turno de Ichigo para llenarla de besos cada vez que decía esa palabra. Rukia rió y disfrutó esos besos tratando de detenerlo pero al mismo tiempo deseando que él nunca se detuviera. Rukia se sintió realmente feliz en ese momento.

— Solo tuya. — susurró Rukia antes de sentir los labios de Ichigo sobre los de ella en un beso tan dulce como una caricia. — Mi príncipe.

— Mi princesa de Maranni. —susurró Ichigo, aún a su lado, acariciando su largo y despeinado cabello, sin dejar de mirarla como se mira a lo amado y preciado. — Te ves hermosa así.

Rukia sonrió un poco y le robó un pequeño y fugaz beso.

— ¿Recién despierta y despeinada? — Rukia preguntó con una leve sonrisa, acariciando suavemente el pecho de Ichigo, sintiendo su corazón latir con fuerza dentro de su pecho, donde ella había puesto su mano, y sintiendo una enorme felicidad porque es ella quien lo hace latir así.

— No, recién besada por mí. — corrigió Ichigo antes de volver a besarla.

Rukia no se resistió, cerró los ojos y disfrutó del beso, de los labios de Ichigo y de su lengua que entró en su boca solo para pelear con la de ella cuando el beso pasó de dulce a apasionado. Ella envolvió sus brazos alrededor de él, acomodó una de sus pierna alrededor de las caderas de él mientras el beso se profundizaba hasta el punto solo interrumpirlo para tomar un poco de aliento y besarlo de nuevo.

Ichigo la acarició y le susurró su amor al oído solo para besarla de nuevo, pero ninguno de los dos hizo nada para continuar más allá de besos y caricias.

— ¿Aún no podemos hacerlo? — preguntó Ichigo en voz baja, depositando un pequeño beso en su hombro del que colgaba el tirante de su camisón.

Ellos no habían estado juntos de esa manera desde la mañana en que comenzó el viaje. Durante el viaje había demasiada gente y su periodo llegó, como siempre, cuando quería y como quería, y cuando llegaron a Vermist habían pasado tantas cosas que estar juntos, de esa manera, no había sido posible.

Rukia lo deseaba con ella y dentro de ella.

— Podemos hacerlo ahora. — Respondió Rukia acercándose a él para besarlo suavemente, enredando sus dedos en su cabello mientras se acomodaba en la cama para que él quedara encima de ella, entre sus piernas que se entrelazaban con las de él.

Rukia disfrutó cada beso que Ichigo le dio en ese momento, cada caricia y cada pequeño mordisco que le dio a su piel haciéndola jadear por más. Se sentía acalorada y nerviosa, como si estuviera haciendo algo ilegal en un lugar prohibido, y le gustaba esa sensación.

— Tus pantalones me estorban, mi Sol.

— A mí también, mi Luna. — Respondió Ichigo en un susurro mientras besaba su cuello y dejaba pequeños mordiscos en sus hombros que hicieron que Rukia jadeara por aquella sensación que le causaban los dientes de Ichigo.

Rukia podía sentir la erección de Ichigo entre sus piernas y esos pantalones realmente le estorbaban. Su cuerpo estaba caliente, esos besos la hacían querer quitarle los pantalones para que él estuviera dentro de ella, pero Ichigo la tenía abrazada de tal manera que ella solo podía acariciarle la espalda.

— Mi príncipe, te necesito adentro. — Rukia jadeó entre los besos y las caricias que le daba Ichigo, quien no se quitaba los pantalones ni la desvestía. Él solo la sujetó por una pierna para que no se apartara de él, y lentamente movió sus caderas haciendo que el deseo en ella aumentara cada vez más.

— Suplica, mi dulce princesa. Suplica. — La voz de Ichigo en su oído sonaba tan ronca que Rukia cerró los ojos y se mordió el labio por el efecto que esa voz tenía en ella.

— Por favor… — la súplica salió de su boca en un suspiro muy suave antes de que Ichigo la besara de nuevo con esa intensidad que la hizo temblar. — Por favor… mi príncipe… por favor…

Ichigo le mordió la barbilla con tanta delicadeza que Rukia tuvo que cerrar los ojos de nuevo, incapaz de reprimir el jadeo que ese simple acto provocó en ella. La mano de Ichigo le aferró la pierna mientras la acariciaba y la sujetaba posesivamente, recordándole que ella le pertenecía, mientras que la otra mano la envolvía en un abrazo.

— ¿Por favor qué, mi dulce princesa? ¿Por favor bésame? ¿Por favor fóllame? Solo puedes elegir una y solo una. — La voz de Ichigo sonaba ronca y con ese toque de maldad que le hacía temblar las piernas a Rukia. — Mis labios o lo que tengo debajo de los pantalones.

Cuando Ichigo dijo eso, movió sus caderas contra las de ella y Rukia le clavó las uñas en la espalda haciéndolo jadear también.

— Quítate los pantalones, mi amor. — Rukia jadeó sin tener que pensar mucho en su respuesta. Quería sentirlo dentro de ella en ese momento, lo necesitaba tanto como cada uno de los besos que le estaba dando en su piel demasiado caliente. — ¡Ahora!

— Como ordene mi princesa.

Ichigo le dio un último beso que la dejó sin aliento, lo sintió acomodarse mejor entre sus piernas sin saber si se había quitado los pantalones o simplemente los había bajado un poco, y la penetró de una manera tan lenta que incluso fue una tortura.

Rukia estaba lista para recibirlo aunque él no la hubiera tocado para prepararla.

Ichigo acomodó su mano izquierda en ese espacio entre la cabeza y el hombro de Rukia, apoyándose en la cama, y con la otra le sujetó la pierna con fuerza mientras se movía dentro de ella con esa placentera y tortuosa lentitud. Él la miró desde arriba, con esa expresión de depredador que a ella le encantaba, con el deseo en la mirada y con esa la lucha interna de querer moverse más rápido contra ella pero al mismo tiempo disfrutando de esa lentitud que en ese momento les resultaba demasiado placentera a ambos.

Fue un placer tortuoso.

Rukia comenzó a pedirle que no se detuviera, que fuera más duro, más fuerte y que la besara, e Ichigo hizo todo lo que ella le pidió excepto besarla. Podía sentirlo dentro de ella, con toda esa fuerza y placer que la hacía arquear la espalda y clavarle las uñas en los hombros y en cualquier lugar que sus manos alcanzaran, pero Ichigo no la besó.

Ichigo se acercaba a su rostro, rozaba sus labios, pasaba su lengua por sus labios, le sonreía de esa manera malvada, pero no la besaba.

Él jugaba con ella como los gatos juegan con su comida.

— Tengo sed... por favor... — Rukia volvió a suplicar antes de abrir la boca y sacar un poco la lengua.

Ichigo maldijo ante esa erótica imagen y Rukia cerró los ojos esperando el beso, pero el beso no llegó, solo sintió el sabor de la saliva de Ichigo en su lengua. Rukia se lo bebió e Ichigo se volvió a acomodar, apoyando todo su peso sobre sus propias rodillas y envolviendo las piernas de Rukia alrededor de sus caderas. Él la sujetó de las caderas solo para levantarla un poco más y llegar lo más profundo que pudiera dentro de ella. Rukia gimió, se aferró a la cama con fuerza, arqueó la espalda y sintió el fuerte agarre de Ichigo sobre ella de una manera que le nublaba lo sentidos cada vez que él la embestía.

La habitación se llenó con el sonido húmedo de sus pieles al juntarse y con el sonido de ambos jadeando. Ichigo jadeaba como si fuera un animal salvaje y Rukia como si estuviera a punto de entrar al paraíso de las Deidades.

Fue obsceno.

— Te ves hermosa así. — Ichigo jadeó mirando la unión entre ellos que se formaba con los movimientos de sus caderas y luego los ojos violetas de Rukia que estaban llenos de deseo.

— ¿Rogando por un beso?

— No, gimiendo para mí. — Respondió Ichigo antes de inclinarse sobre ella para besar sus hombros y dejar un pequeño mordisco en uno de sus pezones cubierto por el camisón que se le pegaba al cuerpo con su sudor.

Ese pequeño mordisco hizo que Rukia lo retuviera dentro de ella haciéndole difícil salir de su cuerpo. Eso hizo que Ichigo volviera a maldecir solo para embestirla un poco más fuerte antes de lograr salir de ella.

Rukia rápidamente se quitó el camisón, estaba sudando y su cabello se le pegaba a la piel donde las marcas rojas del agarre y mordeduras de Ichigo comenzaban a mostrarse. Ichigo estaba como ella, con el sudor brillando en su piel y con las marcas rojas de las uñas de Rukia en sus brazos y hombros; también se quitó los pantalones y los tiró al suelo.

Rukia lo atrajo para besarlo pero Ichigo solo sonrió, esquivó el beso y le besó las clavículas y el pecho, frustrándola y haciéndola desear ese beso cada vez más. Ichigo la hizo acostarse boca abajo en la cama y comenzó a besarle la espalda, desde los hombros y bajando por toda la columna, de arriba abajo, hasta que volvió a besar sus hombros.

— Se supone que es tu cumpleaños, debo darte placer, no tú a mí. — Rukia jadeó, recordando lo que él le dijo en su cumpleaños.

— Me estás dando placer, mi amor. — respondió Ichigo en su oído mientras se colocaba detrás de ella, haciéndola levantar las caderas para volver a entrar en ella ahogando un jadeo. — Escucharte gemir es el mejor regalo de cumpleaños que me puedes dar en este día.

Rukia volvió a sentir lo duro que estaba, lo fuerte que era con cada embestida y lo suaves que eran sus labios mientras depositaba besos en su espalda desnuda, hombros y cuello. Él la hacía gemir cada vez que sus dientes marcaban su piel y ella respondía haciéndolo prisionero en su interior.

Ichigo agarró sus muñecas y la ancló a la cama antes de entrelazar sus dedos con los de ella y apretarlos con algo de fuerza y posesión.

— Mi Luna. — Jadeó Ichigo en su oído en ese tono ronco y gutural. — Mi Rukia, mía. Sólo mía.

— Tuya, mi príncipe. Solo tuya. — Rukia le dejó escuchar en ese jadeo todo el placer que sentía en ese momento.

Fue en ese momento que Ichigo la besó con toda esa pasión y toda la intensidad que había en ese momento, jugando con su lengua y bebiendo su saliva en ese beso que la dejó sin aliento y la hizo pedir más.

Ese beso se rompió cuando ella le mordió el labio y se bebió la sangre en ese beso.

Rukia lo hizo salir de ella, sus piernas temblaban pero eso no le impidió moverse y hacer que Ichigo se acostara en la cama boca arriba. Se sentó sobre él, lo atrajo hacia su interior, y esta vez fueron sus caderas las que lo reclamaron, recordándole que él le pertenecía a ella y solo a ella.

Ichigo la acarició desde el vientre hasta los pechos, dejando que ella guiara el movimiento, y cuando trató de acercarse a ella para besarla, fue Rukia quien lo detuvo poniendo uno de sus delicados dedos sobre sus labios.

— Suplica, mi príncipe. — Habló Rukia moviendo sus caderas de esa manera lenta y tortuosa, reduciendo la ansiedad en ambos y retrasando todo, haciendo lo mismo que él hizo con ella. Rukia se inclinó sobre Ichigo y rozó sus labios con los de él antes de hablar de nuevo. — Suplica, mi amor. Suplica.

Ambos estaban jadeando, sudando y queriendo volver al frenesí de momentos antes, pero Rukia había jurado vengarse de él por hacer que ella quisiera un beso el día que llegaron, y ese momento era perfecto.

— Por favor, mi princesa… por favor… — La voz suplicante de Ichigo era música para sus oídos. Rukia disfrutaba escuchándolo rogar cuando estaban así, cuando ella lo dominaba y él se rendía por completo a ella. — Por favor, mi princesa…

Rukia le lamió los labios e Ichigo abrió la boca en lo que podría ser un acto desesperado para atraerla hacia él. Rukia disfrutó la expresión de su rostro en ese momento antes de acomodarse de nuevo; sus caderas habían dejado de moverse pero aún lo sentía dentro de ella, y comenzó a moverse lentamente de nuevo, apoyando sus manos en el pecho de Ichigo.

— ¿Por favor qué? Mi amado príncipe. — preguntó Rukia cerrando los ojos cuando sintió que Ichigo comenzaba a moverse contra ella, dirigiendo el placer en ambos. Ichigo estaba haciendo trampa. — ¿Quieres un beso? ¿Eso es lo que quieres?

— Sí, es lo que quiero. — Respondió Ichigo, sujetándole las nalgas con fuerza esta vez, haciendo que ella se moviera cada vez más rápido. — Necesito un beso tuyo, mi princesa.

— Suplica, mi amor. Suplica. — Rukia jadeó antes de sujetarlo de los brazos para tener un poco de estabilidad en ese momento, donde sus pensamientos una vez más se nublaban de placer, e inevitablemente echó la cabeza hacia atrás entre gemidos que se hacían más fuertes. — Te ves hermoso cuando estás suplicando.

— Por favor… mi Luna… por favor…

Kisuke leyó por última vez ese pergamino con los puntos discutidos en la reunión anterior, con los ajustes hechos entre ambas partes de mutuo acuerdo, y sonrió, como siempre solía hacer, antes de poner su firma como Comandante del Reino. Él estaría a cargo de proporcionar las Sombras que estarían estacionadas en los puertos y a lo largo de todo el Camino del Desierto como protección.

La primera vez que hicieron esa alianza con Gardelia había sido porque Ichigo se lo había pedido, porque él había hablado muy bien del Camino del Desierto y, gracias a la Sombra, Ichigo no se había equivocado en sus proyecciones.

Ichigo había hecho bien su tarea antes de presentarse ante él con los datos necesarios para esa alianza. Kisuke dudaba que la información presentada por Ichigo la hubiera obtenido solo hablando con Yoruichi durante la semana que iba a visitarlos. De alguna manera que Kisuke aún no podía entender, Ichigo había investigado el Camino del Desierto por su propia cuenta.

Eso secretamente llenaba a Kisuke de orgullo.

Kisuke también dudaba de que Ichigo lo hubiera hecho solo porque le gustaba Yoruichi, sino porque también entendía lo que se podía ganar con tal alianza, y de una forma u otra, se aseguraba de que todo estuviera bien cuando él se sentara con Isshin en el futuro para hablar sobre hacer una alianza con Gardelia del mismo tipo o tal vez incluso mejor que la alianza que había entre Gardelia y Vayalat.

Ichigo era demasiado astuto, sabía lo que quería y sabía cómo conseguirlo. Él, siendo el heredero de Avanta, podía darse el lujo de prometer una boda con la hija predilecta del Rey de Gardelia y tenerla como su amante por un tiempo. Pero la niña lo arruinó todo; incluso arruinó a Ichigo. Gracias a la Sombra que Koga estaba con él y pudo ayudarlo a retomar el camino, o realmente lo habrían perdido.

Entre Avanta y Vayalat podrían haber desmembrado Gardelia y repartido las ganancias, extendiendo su territorio, poder e influencia. Si Ichigo hubiera hablado con Isshin y le hubiera dicho lo mismo que le dijo a él, era casi seguro que Kaien se hubiera quedado como el segundo príncipe y no Ichigo; pero pensar en lo que pudo haber sido y no fue, de nada servía en ese momento.

Kisuke le entregó el pergamino a Yhwach para que lo firmara, y luego un sirviente se lo entregó al Rey Yushiru, quien estaba sentado al lado de la pequeña Yoruichi, quien ya no era tan pequeña como antes. La princesa más difícil de enamorar, la que había rechazado a todos los pretendientes por esperar a uno que nunca iba a estar con ella.

— Brindemos por esta nueva alianza entre Gardelia y Vayalat, para que todo siga tan fructífero como siempre y la amistad se siga manteniendo. — Kisuke habló después de que se asentaran las firmas y sellos en el pergamino de la alianza, cuando todos tenían una copa de vino en la mano.

— ¡Que la Sombra así lo permita! — Agregó el Rey Yushiru con una sonrisa.

Todos levantaron una copa de vino y brindaron por esas palabras y ese deseo de prosperidad futura.

— Espero que se queden un par de días con nosotros. Esta noche habrá baile y como nuestros aliados, sería un honor que se quedaran a disfrutar con nosotros. — Habló el Rey Yhwach cuando se levantó de la mesa donde se firmó esa alianza.

Era una invitación forzada, porque sería de mala educación despedirlos después de que Kirio seguramente le había dicho a Yoruichi que habría una fiesta esa noche. Ni Kisuke ni Yhwach querían esa alianza ni querían que se quedaran allí, pero tenían que mantener sus intereses y cortesía.

— Como en los viejos tiempos. — Respondió el Rey Yushiru mientras se levantaba de su asiento, aludiendo a las veces que su padre se quedaba para las festividades de primavera. — Será un placer, rey Yhwach.

Cuando terminó esa reunión, Kisuke e Yhwach se quedaron en esa oficina, los sirvientes llenaron las copas y comenzaron a hablar de lo que harían con Gardelia en el futuro, porque entre las cláusulas de esa alianza, había una que estipulaba la "no agresión entre reinos", todo debido a la batalla que tuvo Kisuke contra Ichigo.

Quizá Kirio había provocado el encuentro entre Ichigo y Yoruichi con la intención de que volvieran a ser lo que eran, pero definitivamente no pensó que su encuentro terminaría así y que le darían al rey de Gardelia una muestra gratis de lo que un portador del don podría hacer en la batalla.

Yhwach no estaba contento.

Ichigo dejó un último beso en el hombro desnudo de Rukia, dejándola descansar sobre su pecho mientras ella trazaba formas al azar en su piel con las yemas de los dedos. Estaban cansados, sudorosos y felices, y lo último que querían era levantarse de la cama y romper ese momento de paz.

Ichigo se sintió feliz de estar con ella así, sintiendo su olor a menta, el calor de su piel y los latidos de su corazón. Tener a Rukia en sus brazos era como tener su propio paraíso personal.

Su luz, su vida y su eternidad.

Después de bañarse, de desvanecer las marcas rojas que él le había dejado y de desayunar, ambos se sentaron en la sala de estar. Rukia se sentó en un sofá de dos plazas, con un bonito vestido de playa, uno que servía para estar dentro de la casa y la playa en un día de verano, e Ichigo se sentó en el suelo frente a ella, solo para poder trabajar en esa mesita de té que estaba allí, usando pantalones y una camisa suave; ambos estaban descalzos.

Ichigo volvió su atención al anillo, y Rukia comenzó a leer uno de los libros que él le había dado, en una de las páginas que estaba marcada con información que él consideraba importante para su instrucción en el don de la guerra. Rukia acariciaba su cabello de vez en vez antes de que él le besara la mano como respuesta.

El anillo estaba casi terminado, solo faltaba limpiarlo y estaría listo. La piedra era de un color similar y él había estado trabajando en ese anillo toda la tarde del día anterior después de haber tenido esa conversación con Rukia.

Su mente, el día anterior, había sido una maraña de recuerdos que mezclaban las buenas experiencias con las malas, y le tomó un tiempo ordenarlas todas de nuevo y ponerlas en su lugar. Su pasado era su pasado, y aunque había cosas bonitas en ese pasado, él ya no era el mismo. Ese Ichigo perdido en el abismo había crecido y todo lo que él fue, se mezclaba con lo que él es en ese momento; se quedó con lo que le sería útil y dejó que el resto se lo tragara el abismo.

Rukia una vez le había preguntado si él la trataría diferente si ella hubiera estado con alguien antes, y él le había dado una respuesta que era cierta e innegable, él no podía exigirle nada que no pudiera darle; pero solo imaginar que Rukia pudiera reencontrarse con alguien con quien ella hubiese tenido un pasado como el que él tuvo con Yoruichi, le hacía hervir la sangre de celos.

Su mente se estaba volviendo caótica, y en lo único que él podía pensar era en cómo deshacerse de ese "alguien" para que ese "alguien" no pudiera alejarla de él. Estaba celoso por culpa de su propia imaginación; pensar que otro la hubiera visto como él la ve, que otro la hubiera tocado como él la toca, y que otro la hubiera hecho feliz, lo hacían sentir unos celos corrosivos.

— ¿Qué estás pensando? — El toque en su hombro y la voz de Rukia lo hicieron levantar la vista del anillo y girar la cabeza solo para mirarla. Rukia lo miraba con curiosidad desde donde estaba sentada, con el libro abierto en su regazo solo para no perder la página que había estado leyendo y con una mano en su hombro de manera sutil, como un gesto de preocupación.

Ichigo se colocó el anillo en el dedo meñique de la mano donde llevaba el anillo de bodas, se levantó del suelo y la hizo levantarse solo para que él se sentara y ella se sentara sobre sus piernas.

— Estaba pensando que eres mía y que si alguien piensa siquiera en acercarse a ti, lo mataría. — Respondió Ichigo, incapaz de ocultar en su voz los celos que su propia mente creó a partir de esos escenarios imaginarios, y abrazándola posesivamente. — Mía, mía, mía.

— ¿Estás celoso? — Rukia preguntó sorprendida, abrazándolo antes de mirarlo a los ojos con una gran sonrisa en los labios.

— No, no lo estoy. — negó Ichigo, pero Rukia no podía dejar de sonreír en ese momento. — Solo te recuerdo que eres mía.

— Sí, sí lo estás. — canturreó Rukia antes de darle un pequeño beso en los labios. Un segundo después, su mirada divertida cambió a una de amenaza que Ichigo disfrutó mucho. — Te recuerdo que eres mío, mi amor. Y si esa princesa extranjera cree que voy a soltar lo que es mío, está muy equivocada.

— Como si yo pudiera ver a alguien que no seas tú. —susurró Ichigo antes de volver a besarla, disfrutando de esa mujer peligrosa que le encantaba ver. La mujer que había ordenado la muerte de un soldado solo porque ese soldado se atrevió a tocarla sin su permiso, y la mujer que disfrutó de esa muerte.

El beso comenzó lento y rápidamente se volvió cada vez más intenso hasta el punto en que sintió a Rukia acomodarse encima de él para besarlo mejor, con una posesión que a Ichigo le encantaba sentir, en un abrazo que fue interrumpido por Tatsuki entrando a la sala por la puerta principal.

— ¡No he visto nada! — Gritó Tatsuki, inmediatamente girando sobre sus talones para darles la espalda y no verlos.

Fue en ese momento que Ichigo se dio cuenta que una de sus manos estaba debajo del vestido de Rukia, pero no se apresuró a sacarla de allí. Le dio a su esposa un último beso antes de que ella se bajara de él y ambos se sentaron en el sofá.

— Ya puedes darte la vuelta, Tatsuki, aunque no sé por qué te avergüenzas, solo fue un beso. — comentó Rukia con naturalidad, e Ichigo no pudo evitar pensar que Tatsuki los había visto y escuchado mientras estaban en la cama, y no solo una vez, sino muchas veces.

Tatsuki ya debería haberse acostumbrado a verlos así.

Tatsuki volteó a mirarlos, sin levantar la vista, e Ichigo notó que estaba roja; también notó que detrás de ella había un par de sirvientas con algunas cosas en sus manos, y un sirviente vestido de blanco, e Ichigo no pudo evitar poner los ojos en blanco ante ese sirviente.

— La princesa Kirio le envía ropa para esta noche, príncipe Ichigo. — Explicó la doncella e hizo que las sirvientas entraran y le presentaran la ropa que su tía envió para él.

Era ropa de etiqueta negra, la que a veces había usado durante su estadía en el Palacio de Vermist cuando aún vivía allí; ropa de los príncipes de Vayalat. La única diferencia esta vez es que la faja no era blanca, sino roja con bordados negros con temas relacionados con el reino.

Su tía Kirio realmente se había esforzado en ese atuendo, e Ichigo comenzó a preguntarse desde cuándo su tía había estado planeando ese baile y ese encuentro con Yoruichi.

— Se parece a la tela que solías usar en tu cabeza para cubrir tu cabello cuando nos escabullíamos a caminar. — comentó Rukia mientras tomaba la faja roja en sus manos, admirando el bordado y la tela.

— Era una parecida, solo que esta es roja. Es el cinturón de los príncipes. El que llevaba en la cabeza me lo dieron cuando regresé de la batalla en la Isla Trinidad, mi abuelo me reconoció como uno de los príncipes del reino y por eso entré en la línea de sucesión. Era algo que no tenía mucho sentido porque realmente no heredo nada aquí, solo esta casa.

— ¿Significa algo que el color sea rojo? — Preguntó Rukia, doblando cuidadosamente la faja para entregársela a la sirvienta, quien se la entregó a Tatsuki para que la llevara a la habitación junto con la ropa.

— Que crecí y ya no soy un niño, sino un hombre. — Ichigo respondió simplemente.

Cuando fue el turno del sirviente vestido de blanco, este se presentó como uno de los sirvientes personales del rey Yushiru y les presentó una botella de vino del desierto, la bebida icónica del Reino de Gardelia, como regalo de cumpleaños para Ichigo.

— El Rey Yushiru lo envía para que el Príncipe Ichigo lo disfrute antes del baile, y como muestra de agradecimiento porque gracias a su ayuda, el Camino del Desierto se ha mantenido fuerte y seguro.

— Dale las gracias al rey, es muy amable de su parte enviar este regalo, y dile que espero decida quedarse para el baile, me gustaría conocerlo en persona. — Respondió Ichigo con la botella de vino en la mano, sintiendo la mirada curiosa de Rukia sobre él.

El sirviente de blanco prometió que entregaría su mensaje y se fue con las otras sirvientas, dejando a Ichigo, Rukia y Tatsuki solos en la sala. Tatsuki también se fue a hacer sus cosas.

— ¿No es demasiado pronto para recibir regalos? — Preguntó Rukia tomando suavemente la botella en sus manos para poder verla mejor. — Se supone que en el baile habrá una mesa para los regalos que te darán, lo dijo Kirio en la fiesta del té el otro día. ¿Por qué te lo envía ahora?

Ichigo tomó la botella de las manos de Rukia y la colocó sobre la mesa. Rukia tenía razón, era demasiado pronto para recibir regalos, sobre todo si eran del rey de Gardelia, a quien él no conocía y que dudaba que tuviera buenas referencias de él. Ichigo silbó y Kholtan entró por una ventana antes de posarse en la parte trasera de uno de los muebles.

— Kholtan, tráeme una presa viva. — ordenó Ichigo y el águila chilló y salió de la habitación tal como había entrado. — Yushiru es el hermano mayor de Yoruichi. Realmente son hermanos, nacieron de la misma concubina. Nunca lo conocí en persona, pero evidentemente era el hijo más fuerte del difunto rey de Gardelia porque él ahora es el rey.

— ¿Por fuerte, quieres decir peligroso? — preguntó Rukia haciendo que Ichigo la mirara.

Ichigo asintió lentamente, mirando de Rukia a la botella de vino, luego de nuevo a Rukia.

— ¿Cómo te deshaces de alguien sin deshacerte de alguien?

— Haces que parezca un accidente. — Rukia miró la botella de vino sobre la mesa. — Pero el sirviente dijo que el rey envía el vino, hay testigos, las doncellas… Tatsuki lo escuchó. Si él quisiera matarte, dejar testigos sería imprudente.

— Tal vez... pero si yo fuera él, también querría matar a quien se atreviera a lastimar a una de mis hermanas. — Ichigo se quedó en silencio por un momento y luego se recostó en el respaldo de la silla donde aún estaban sentados, pensando a cada segundo que haberse involucrarse con Yoruichi fue lo peor que pudo haber hecho. — Pégame.

— No, porque te quejas de que golpeo muy fuerte. — Rukia respondió con un tono enojado. — Y mejor agradece que no tengo un ex amante loco con un hermano que te quiere matar o estaríamos en más problemas.

— ¿Crees que un ex amante tuyo podría siquiera intentar hacerme daño? — Preguntó Ichigo, abriendo rápidamente los ojos, solo para volverse a ver a Rukia que se miraba las uñas como si fueran la cosa más interesante del mundo.

Los celos de Ichigo despertaron de nuevo.

— No tengo forma de saberlo. Pero si tuviera un ex amante, no sería cualquiera, sería al menos un príncipe. Tengo altos estándares, mi amor. — Respondió Rukia levantando la mirada con esa confianza abrumadora que posee una mujer que sabe que tiene lo que quiere.

Ichigo se abalanzó sobre ella, obligándola a acostarse en ese sofá de dos plazas, pero Rukia no relajó la mirada ni se asustó, sino que lo miró a los ojos con expresión victoriosa; desafiándolo. Ichigo movió una mano para acariciar suavemente la mejilla de Rukia, mirándola como un depredador mira a su presa, y luego sonrió. Fue en ese momento que pudo ver una leve vacilación en la mirada de Rukia así como un ligero temblor en sus labios.

— Mi amor, si tuvieras un ex amante loco, no importa si fuera un príncipe, un rey o cualquier idiota afortunado, ya lo habría matado solo para asegurarme de que siempre serás mía. — Ichigo se inclinó cerca de su oído y sonrió cuando la escuchó contener la respiración. — Los gritos que escuchaste en la Casa de Justicia en Visnia no serían nada comparado con lo que le haría a ese tipo. Lo volvería loco, haría que su mente fuera un desastre y lo convertiría en una miseria humana antes de matarlo, solo porque se atrevió a tocarte. Eres mía, mi Luna. Mía.

Después de esa declaración, ambos se miraron a los ojos. Rukia siguió sosteniendo su mirada, sus labios entreabiertos en una expresión tan adorable que Ichigo no se resistió y la besó, sintiendo a Rukia ceder a ese beso que se volvía cada vez más intenso y apasionado.

— Estoy celoso. — Ichigo confesó, aunque era una confesión absurda. Estaba celoso por culpa de su propia imaginación. — ¿Recuerdas lo que te dije que te haría cada vez que tuviera celos, mi amor?

— Solo hazlo, mi amor.

Ichigo le volvió a dejar marcas rojas en la piel y Rukia le clavó las uñas en la espalda con tanta fuerza que las marcas permanecerían allí durante días. No eran marcas que él quisiera borrar tan pronto, pero las de Rukia eran algo que definitivamente tenía que eliminar.

— Muerdes muy fuerte. — susurró Rukia mientras le quitaba las heridas de los hombros. — Si no tuvieras magia, las marcas estarían en mi piel durante días, sería vergonzoso.

— Si no tuviera magia, dejaría las marcas donde nadie pudiera verlas. — susurró Ichigo después de besar su hombro y ajustarle el vestido. — Además, tú muerdes más fuerte y me rasguñas.

Rukia sonrió ante ese comentario e Ichigo le robó un beso más. Él tenía marcas de mordeduras en los hombros que no sabía en qué momento ella había hecho.

— Kholtan ha vuelto. — susurró Ichigo al sentir que el águila estaba cerca de la casa.

Ichigo tomó las cosas que había dejado en esa mesa de té, con las que había estado reparando y puliendo el anillo, y las metió en una pequeña bolsa de tela que dejó sobre un pequeño armario. La botella de vino de Gardelia era lo único que quedaba sobre la mesa, e Ichigo tomó un pequeño plato donde vertió con cuidado parte del contenido.

El vino del desierto era más rojo que el vino habitual, tenía un sabor afrutado bastante intenso y era realmente fuerte, solo los hombres del desierto podían beberlo sin emborracharse con unos sorbos.

Kholtan chilló e Ichigo se sentó en el sofá de nuevo, momentos después el águila entró por la ventana y colocó un pequeño conejo gris en el regazo de Ichigo. El animalito estaba herido pero aún vivo, e Ichigo usó el don de la guerra para poder curarlo, pues de nada servía si el animalito moría por las heridas de las garras de Kholtan.

— ¿Qué le vas a hacer al conejito? — Preguntó Rukia mirándolo y mirando al conejito que se movía tratando de escapar. Ella estaba sentada a su lado, con una expresión ansiosa y sosteniendo sus propias manos.

— Piensa que este conejito soy yo. — respondió Ichigo mientras miraba la botella de vino, luego sintió una punzada de culpa por lo que iba a hacer porque a Rukia le gustan los conejos. — Si no quieres ver, no veas, tal vez no sea agradable, y ruega a la Sombra que me equivoque, mi amor.

Rukia parecía querer decir algo pero no lo hizo.

Ichigo acercó al conejito al líquido para que lo bebiera, y el animalito bebió el líquido ante sus ojos, en un silencio demasiado abrumador.

— Dámelo. — La voz de Rukia sonaba triste.

Ichigo supo en ese momento que Rukia había entendido completamente lo que había hecho, y le entregó al conejito que ya no luchaba por escapar. Se quedaron en silencio por un momento hasta que el animalito comenzó a retorcerse, como si tuviera un gran dolor, y comenzó a chillar. Rukia aún lo sostenía en sus manos, sobre su regazo, mientras trataba de calmarlo y evitar que escapara.

— ¿Puedes curarlo? — preguntó Rukia e Ichigo pudo ver como las lágrimas cristalizaban en sus ojos y su voz se quebraba. — Se está muriendo, tiene mucho dolor. ¿Puedes curarlo?

Ichigo quería decirle que podía curarlo, pero el veneno era lo único que la magia no podía curar o ralentizar, sin importar quién lo intentara. Rukia estaba sufriendo por el conejito, podía verlo en sus ojos. Ichigo nunca pensó que el veneno tendría un efecto tan agonizante y tortuoso.

— No, pero puedo acabar con su dolor. — Ichigo le tendió la mano a Rukia para que le pasara el animalito moribundo.

Rukia se lo entregó y cerró los ojos evitando ver lo que él haría. El conejito seguía sufriendo, incluso parecía que la agonía era demasiado larga, así que con un solo movimiento, Ichigo le rompió el cuello al animalito que dejó de sufrir en ese momento.

El silencio en la habitación solo fue roto por los sollozos de Rukia mientras se limpiaba las lágrimas; Ichigo no sabía si ella estaba llorando por el conejito o por lo que significaba ese vino.

—Tatsuki. — Llamó Ichigo y la sirvienta entró en la sala de estar unos momentos después. Ichigo entregó el cadáver del conejito junto con la botella de vino. — Dile a Renji que entierre al conejo, y lleva la botella a la cocina. Es vino envenenado, guárdalo en un lugar seguro.

Tatsuki asintió mientras tomaba al conejito, pero Rukia la detuvo solo para darle una última caricia al pobre animalito que había muerto. Ichigo secó las lágrimas de Rukia y besó su frente, ella lo abrazó pero ya no lloraba, solo estaba triste e Ichigo supuso que era por la muerte del animalito.

— Era una advertencia. — susurró Rukia luego de un momento de silencio, soltando lentamente el abrazo. — Por eso fue tan obvio, por eso no se molestó en esconder la bebida entre los regalos. El Rey de Gardelia sabía que ibas a sospechar de ese vino.

— Lo sé. — Ichigo le acarició la mejilla suavemente. — Pero no soy fácil de matar, mi Luna. No te librarás de mí tan fácilmente, y mucho menos cuando Koga todavía quiere que te cases con él.

Rukia estaba en la sala de estar, sentada y esperando que Ichigo saliera de la habitación. Ella fue la primera en vestirse para la fiesta de esa noche con la ayuda de Tatsuki, quien la ayudó a ponerse todo, desde la ropa interior hasta los zapatos, así como el vestido que la reina Masaki le había preparado bajo la excusa de "si hay una fiesta, debes verte como lo que eres, una princesa".

El vestido era realmente hermoso, Rukia realmente parecía una princesa pero no de Avanta, sino de Vayalat. La reina Masaki diseñó ese vestido para que tuviera los colores emblema del reino de Vayalat y el collar de zafiros que llevaba en ese momento solo hacía que resaltara el hecho de que estaba vestida como una princesa de ese reino.

Tatsuki peinó su cabello, lo recogió todo de una manera hermosa, dejando su cuello libre para usar el collar, y colocó la tiara que el tío de Ichigo le regaló el día de su boda. Rukia había elegido la Diadema de Invierno, pero Ichigo insistió en que usara la tiara con el ruiseñor, aquella hermosa y solitaria piedra azul en medio del negro y el rojo.

Cuando Rukia le preguntó por qué quería que ella lo usara, Ichigo solo respondió "mi tía Kirio te va a amar".

La forma en que él dijo esa oración y la sonrisa en su rostro, hicieron que Rukia entendiera que esta tiara era más importante de lo que parecía y que Kirio la preferiría en cualquier cabeza que no fuera la de ella, aunque era la tiara de la reina Masaki y no la de la princesa Kirio.

En ese momento, tanto Ichigo como Rukia ya habían llegado a la conclusión de lo que Kirio quería hacer y se habían preparado mentalmente para cualquier cosa que pudiera pasar en ese baile, por lo que Rukia haría que ese baile fuera tan incómodo para Kirio como seguramente sería para ella.

Rukia había superado un poco su crisis emocional por todo lo que había pasado y era hora de recuperarse porque no podía seguir pensando en las mismas ideas todo el tiempo. Ichigo solía decir que el reino no espera, las decisiones no esperan y la vida no espera, así que tenía que afrontar la situación lo más preparada posible o la iban a devorar como un muffin en una mesa de postres.

Ella sabía que estaba en desventaja y que Kirio tenía el control, pero tenía que encontrar la manera de aprovechar esa debilidad. La reina Masaki la había entrenado para sobrevivir en la corte de Avanta y le había enseñado lo que necesitaba saber para sobrevivir en la corte de Vayalat, así que no iba a permitir que Kirio siguiera insistiendo en menospreciarla.

Su pequeña lista de venganzas ya tenía otro nombre junto al nombre de Nelliel: Kirio.

El sirviente de Ichigo, el que lo ayudaba a vestirse para tales eventos y había viajado con ellos al igual que muchos otros, salió de la habitación anunciando que Ichigo estaba a punto de salir. Tatsuki se levantó de su asiento, desde donde acompañaba a Rukia, y se fue con el sirviente a hacer sus propias cosas y darles privacidad.

Rukia se levantó de su asiento, ansiosa por ver a Ichigo vestido como uno de los príncipes de Vayalat, y esperó en silencio, con los nervios y la curiosidad a flor de piel porque nunca lo había visto así, completamente vestido de negro. Un instante después, Ichigo salió lentamente de la habitación, ajustando los puños de su camisa en la manga de su saco.

La ropa negra realmente le quedaba bien a Ichigo.

Desde el saco negro con ribetes plateados hasta la faja roja y negra que se anudaba a la cintura sobre el saco y cuyas largas colas colgaban sueltas en su lado izquierdo, así como los pantalones y botas que también son negros; lo hacían lucir realmente imponente. Rukia sabía que debajo del saco había una camisa roja que se podía ver en el cuello y los puños, pero eso era irrelevante en este momento.

Rukia no pudo evitar sonreír y sonrojarse al ver a Ichigo vestido así porque se veía tan guapo que incluso dudaba que él fuera real. Ichigo se acercó a ella y le robó un pequeño beso en los labios antes de hablar haciendo que saliera de esa pequeña burbuja de fantasía en la que entró viéndolo así, confirmando que él sí era real.

Ichigo realmente era muy guapo.

— Te ves hermosa vestida así. — comentó Ichigo con una sonrisa, tomando su mano suavemente.

— Y te ves muy guapo. — Rukia se sonrojó al decirlo. — Muy apuesto. Gracias a la Sombra que eres mío, o habría problemas.

— Solo tuyo, mi princesa. — Ichigo le dio otro beso antes de soltar su mano. — ¿Sabes qué te haría lucir más hermosa?

— ¿Qué? — Preguntó Rukia con curiosidad mientras Ichigo se quitaba uno de los anillos que llevaba puestos.

— Tener de nuevo tu anillo de compromiso. — Ichigo tomó su mano nuevamente, esta vez con la intención de colocarle el anillo. — Ya no es un anillo mágico aunque traté de ponerle magia. Solo la Sombra sabe cómo se hace pero no perdía nada al intentarlo.

En el momento en que Ichigo le puso el anillo, Rukia pudo sentir la diferencia entre ese y el que se había tragado. El anillo de la reina se sentía como vida y fuego, se sentía la magia concentrada en la piedra, y el anillo que Ichigo le dio en ese momento, aunque no se sentía igual que el anillo de la reina, tampoco se sentía vacío.

Rukia podía sentir que había algo en el anillo, algo cálido y dulce; como un suspiro en el verano o un atardecer.

— Es perfecto.


Dedicado a quienes me recuerdan que debo actualizar esto hahaha *corazones*