Los Ojos del Ruiseñor
Capítulo 71: Segundo movimiento
Verano — x493 / 25 de julio
Cuando la puerta del dormitorio se cerró detrás de ella y el silencio se apoderó de la habitación, Yuki miró a todas las chicas que aún estaban en la fila y que intentaban entender lo que había sucedido unos momentos antes. El príncipe Kaien no le había dado el título de Inamorata y con ese discurso, más que protegerla, la había puesto en la mira de todas aquellas chicas que querían ser la princesa heredera.
Puede que ellas no la lastimen directamente, pero podían unirse y cubrirse entre ellas; también podrían ignorarla hasta el punto de hacerla parecer invisible.
Yuki había soportado las burlas de la generación anterior, Senna, Loly y Riruka habían sido sus demonios personales, por lo que no le importaba demasiado si las chicas con las que compartía habitación, en ese momento, la ignoraban o no; ella tenía la atención del príncipe y era todo lo que necesitaba en ese momento. Con Rukia protegiéndola y apoyándola para convertirse en la princesa heredera, Yuki sabía que era prácticamente intocable y que si alguien la lastimaba, el príncipe seguramente castigaría al culpable.
Con ese pensamiento en mente, comenzó a caminar lentamente hacia su cama, que estaba al final de la habitación, y pensó en lo incómodo que sería compartir esta habitación con las otras damas de la corte. Tal vez cuando Rukia volviera le pediría que le asignara una habitación privada.
— Si el príncipe Kaien sabe quién es el culpable de tus heridas, ¿por qué nos hizo esa amenaza a todas?
La pregunta de Mila hizo que Yuki se detuviera y girara sobre sus talones solo para darse cuenta de que las otras chicas estaban reunidas en pequeños grupos, como si estuvieran a punto de hablar de algo que no debería decirse más allá de un susurro. La hija de Lord Stark la miraba con esa especie de calma que da la experiencia, como si ya hubiera vivido esa escena antes o como si supiera algo que los demás desconocían.
Yuki miró a Mila por un momento, miró a las otras chicas que parecían estar esperando una respuesta a esa pregunta y rápidamente pensó en algo que decirles. Podía mentirles, pero sostener una mentira era demasiado trabajo y no quería complicarse la existencia en este momento; así que decidió decirles lo que ella creía que era verdad.
— Porque cuando el príncipe preguntó por primera vez quién me había hecho daño, ninguna de ustedes dijo nada sobre el culpable a pesar de que todas sabían quién fue. — Respondió Yuki con ese enfado que aún le quedaba en la voz por aquel suceso y les mostró la mano donde tenía el anillo y el brazalete negro que le regaló el príncipe. — El año anterior, la princesa Nelliel me rompió la mano solo por ser amiga del príncipe. Este año tengo heridas en la espalda por ser amiga del príncipe. Ambas lesiones ocurrieron en esta habitación, ¿y todas ustedes se sienten ofendidas por un par de palabras? Ninguna de ustedes habría soportado lo que yo he soportado, solo por ser amiga del príncipe. Ninguna de ustedes soportará lo que es ser una princesa heredera si dejan que un par de palabras las ofenda.
Yuki las miró a todas, especialmente a las que realmente querían ser la próxima princesa heredera, y suspiró con una expresión de derrota que era tan falsa como su deseo de no ser princesa.
— Una de ustedes dijo, la noche en que nos presentaron al príncipe, que en ese momento había "comenzado" un juego, pero esto no es un juego, es una cacería, y ustedes no son las cazadoras. — Yuki se sentó en su cama con la misma expresión de derrota. — Las están evaluando. No es a la reina a quien tienes que convencer de que son la pareja perfecta, es al Príncipe Kaien.
— Y tú, casualmente, eres amiga del príncipe. — Comentó Mila con esa calma que a Yuki no le gustaba.
— Y yo podría ser su comodín si dejaran de verme como un rival. — Esas palabras iban dirigidas especialmente a las chicas Cifer. — Todas pueden pensar lo que quieran, realmente no me importa.
Luego de esas palabras, Yuki se acostó en la cama para descansar de espaldas a la habitación, ignorando a las otras chicas y los murmullos seguramente incluían su nombre.
Yuki cerró los ojos y recordó cuando el príncipe le besó la espalda y le volvió a preguntar quién le había hecho esas heridas. Ni siquiera podía pensar con claridad en ese momento por todo el placer que el príncipe le estaba dando, pero su boca soltó el nombre del culpable y el príncipe le dijo que enviaría a la chica a casa si ella quería.
La idea era tentadora, pero Yuki le pidió que no lo hiciera porque la chica Cifer ya había sido castigada y Yuki no quería que la miraran con más odio dentro de esa habitación.
— Si me convierto en tu amiga, ¿me convertiré en la princesa heredera?
La pregunta de Mila desconcertó a Yuki, quien inmediatamente abrió mucho los ojos y se sentó en la cama, lo que provocó que Mila retrocediera un pequeño paso como un acto reflejo.
— ¿Qué?
Mila le sonrió y caminó hacia ella, sentándose sin ser invitada en la cama y descansando sus manos sobre el colchón con indiferencia. Mila nunca había tratado mal a Yuki, no eran precisamente amigas, pero tampoco rivales.
— Había una chica que se convirtió en la "mejor amiga" de la Inamorata de un príncipe, esa Inamorata murió después de un tiempo y la "mejor amiga" se casó con el príncipe. Vivieron felices y tuvieron muchos hijos. — respondió Mila sin quitarle los ojos de encima. — Te voy a dar una advertencia de chica a chica, no tengas mejores amigas y no te enamores del Príncipe Kaien.
Yuki tenía un mal presentimiento sobre Mila en ese momento, pero no dijo nada.
— Ven con nosotros mañana a almorzar en el jardín de mármol, las chicas Cifer no estarán. — Mila se levantó de la cama con gracia y elegancia. — La reina te está esperando para el té.
Mila se ocupó de sus propios asuntos y Yuki se levantó rápidamente de la cama para ir a su cita con la reina, pasando junto a Mila, que parecía estar ocupada leyendo un libro viejo.
El sirviente de la reina le sirvió el té en una taza que contenía una flor azul en capullo, la cual se abrió con el agua caliente. Yuki nunca había visto ese tipo de té y estaba asombrada por esa flor azul. Esperó a que la reina tomara un sorbo de su propio té antes de hacerlo ella, y esperó pacientemente a que la reina hablara.
— ¿Sabes por qué estás aquí? — Preguntó la reina con calma después de colocar su taza de té sobre la mesa.
Yuki asintió.
— Porque pasé la noche en la cama del Príncipe Kaien, Su Majestad.
La reina asintió y tomó otro sorbo de su té.
— El príncipe Kaien habló conmigo, y aunque no te dio el título de Inamorata, te otorga todos los privilegios que tienen las Inamoratas, por lo que es mi deber recordarte algunas cosas. Las reglas de herencia dictan que los hijos del príncipe heredero deben nacer primero, por lo que si quedas embarazada del príncipe Kaien, podrás tener a su hijo.
Esa posibilidad hizo que Yuki se sonrojara porque un hijo podría asegurar su lugar dentro del castillo y acercarla a la posibilidad de casarse con el príncipe. Rukia le había dicho, "haz que el príncipe se enamore de ti, métete en su cama y dale un hijo, entonces serás la princesa heredera", y eso era lo que Yuki pretendía hacer.
— De ahora en adelante, cada vez que te vean, verán al Príncipe Kaien, por lo que se te hará ropa nueva. — La reina continuó hablando. — También significa que si te ven con otro hombre, sola o en una situación comprometedora, y luego le das la noticia de un embarazo, el príncipe podría no reconocerlo y serás juzgada por traición y por intentar engañar a la corona.
Esa parte no fue del agrado de Yuki y agradeció mentalmente no haber estado con nadie más antes del príncipe. También asumió que la advertencia era por aquél soldado que era su "novio".
— Entiendo majestad, tendré cuidado con mis relaciones personales.
— Ahora todas tus cosas se trasladarán a una habitación privada en el primer piso, lejos del dormitorio de las damas de la corte para evitar más accidentes a tu persona. No puedes dormir en el área del rey, pero el príncipe puede visitarte en tu nueva habitación. — La reina tomó otro sorbo de su taza de té antes de sonreír de una manera que a Yuki tampoco le gustó. Ella era demasiado agradable. — Disfrute esto, señorita Kuchiki, porque podría convertirse en reina pero también en la esposa de un simple señor o en un cadáver en el cementerio de la arboleda.
Verano — x493 / 27 de julio
Masaki observó cómo Isshin se vestía, o al menos se ponía la bata de dormir y se la sujetaba con la cinta en la cintura. La noche anterior habían dormido juntos y los planes eran desayunar y pasar todo el día haciendo alguna actividad en pareja, como caminar o montar a caballo por el bosque del acantilado.
Llevaban mucho tiempo sin hacer ninguna de esas actividades que tanto les gustaban a ambos, pero evidentemente el reino no se hace esperar, pues la presencia de Isshin era requerida en La Cúpula por los tres consejeros principales para atender un asunto urgente.
— Mi reina, disculpa a este hombre por dejarte así. — Isshin se acercó a ella, quien aún estaba sentada en la cama cubierta por las sábanas, y tomó su mano para besarla. Solo había dos personas ante las que un rey se inclinaba: ante su madre y ante su esposa.
— El reino antes de la vida. — susurró Masaki con desgana porque no podía hacer nada para evitar que Isshin saliera de la habitación. Ese lema había estado en la familia durante más generaciones de las que le gustaría a ella.
— Hasta el día que muera. — respondió Isshin y volvió a besar la mano de Masaki. — Te prometo que compensaré esto, mi reina. Cuando Ichigo regrese nos iremos a Visnia a pasar un par de días. Iremos a la cabaña y al manantial.
Aquella promesa hizo brillar en los ojos de la reina una pequeña dosis de emoción y felicidad. Unos días de descanso en las montañas les vendría bien a ambos, también necesitaban descansar de tanta conspiración que se estaba tejiendo en el castillo, pues aunque había paz, eventualmente terminaría y la guerra entre ellos se volvería a desatar.
— Si es así, ve a hacer tu trabajo mi rey. — Masaki se levantó un poco y besó a su esposo en ese momento.
Le gustó que Isshin no quisiera romper el beso tan rápido y le gustó sentir que él estaba demasiado dispuesto a quedarse en la cama con ella por la forma en que estaba cediendo a ese beso. Sin embargo, la puerta sonó con un par de golpes y esa pequeña muestra de felicidad se rompió.
— Promete que lo pensarás mi reina. Tal vez sea un deseo egoísta, pero aún somos jóvenes... tal vez esta vez lo haga mejor.
La culpa hizo eco en la voz de Isshin y el miedo se activó en Masaki. ¿Qué pasaría si Isshin no lo hacía mejor esta vez? Ella no quería exponer a otro hijo a lo que Ichigo sufrió cuando era niño, no quería que la maldición de Kala volviera para perseguirlos. Y ella no quería tener otra pérdida.
— Que sea a voluntad de las Deidades. — respondió Masaki y eso hizo sonreír al rey, quien le dio un beso más antes de salir de esa habitación.
La reina se quedó en la cama, pensando en la propuesta del rey de tener un hijo más, y llegó a la conclusión de que el rey solo quería tener otro hijo para lavar sus culpas. Ella era joven y aún podía darle hijos al rey porque la magia en ella la mantenía en su mejor momento, pero por una razón u otra, perdió los últimos embarazos que tuvo.
No se había anunciado ningún embarazo excepto al propio rey, y todo había quedado sin terminar mucho antes de que su cuerpo sufriera algún cambio significativo. Todas esas veces el rey estaba feliz por la noticia, una larga descendencia es lo que todo rey busca, y todas esas veces el rey se deprimía con ella por la pérdida.
Masaki pasó parte de la mañana pensando en ello, así que cuando se cansó de darle vueltas a lo mismo, decidió salir de su habitación para tratar de despejarse.
No entró al cuarto de las chicas de la corte, no tenía el deseo de escuchar y ser reverenciada por todas aquellas chicas que en realidad esperaban por un sueño; tampoco quería ver a Yuki, quien no dudó ni un momento en aprovechar que estaba bajo la protección de Kaien para reunir un selecto grupo de amigas que la acompañaban a todas partes.
Internamente Masaki estaba esperando la forma en que Yuki moriría en esa generación, pues parecía que las chicas con las que Kaien se acostaba tenían como rival a alguna chica de la familia Cifer, aunque ver a Mila junto a Yuki no era algo que la reina esperaba. Mila había estado en la corte con Miyako, había visto lo que pasó, y por un momento, Masaki tuvo la impresión de que Mila haría lo mismo que Nelliel.
Mila era la mejor opción para esposa, era hija de una de las 13 grandes familias del reino e hija de Lord Stark, quien era el dueño de la flota naval más grande del reino, y su familia era asquerosamente rica; casi tan rica como la familia Kuchiki o la familia del Consejero Kyoraku. Mila era a quién la reina había considerado como esposa para Ichigo cuando aún era el heredero del reino.
Mientras caminaba por el pasillo que conducía a la salida del área de la reina, se encontró con el gato de Kisuke que caminaba con la cola levantada y esa actitud de ser el dueño del castillo; lo cual debía ser así porque parecía que nadie se había percatado de la presencia de aquel gran felino. Eso hizo que Masaki sonriera, y se quedara parada en su lugar esperando que el gato se acercara a ella.
— Hola, ¿estás cansado, hermano mayor? — Preguntó la reina al gato mientras este se frotaba contra sus piernas con un ronroneo bastante audible y muy agradable.
Ese gato era una máquina asesina con bigotes que ronroneaba cuando le acariciaban la cabeza, igual que Kisuke.
La reina recogió al gato, que la abrazó como si fuera un niño pequeño, y lo llevó de regreso a su habitación, acariciando su cabeza con suavidad. Ordenó a una de sus criadas que trajera algo de carne y agua para el recién llegado, y se sentó en la cama para darle un descanso al animal del largo viaje que debió haber hecho.
Tomó el recipiente de metal del cuello del gato, sacó una carta que abrió con cuidado y se dispuso a leer. Kisuke le estaba enviando un informe completo y detallado de todo, absolutamente todo, lo que había pasado en Vermist. Desde la llegada de sus hijos hasta el exilio de Kirio.
Seguramente en los siguientes días llegarían los mensajeros que ella envió con sus hijas, y posiblemente un mensaje similar llegaría a Isshin; tal vez no tan completo como el que ella tenía, pero incluiría el puñetazo que Ichigo le dio al rey de Gardelia por golpear a Rukia, y eso no era bueno.
Ichigo se había metido en tantos problemas en Vermist, que por un momento Masaki pensó que su hijo era un niño y no un hombre, pero lo que realmente enfureció a la reina fue el hecho de que solo había un culpable en toda la situación:
— ¡Maldita Kyrio! ¡Me las vas a pagar por esto! ¡El exilio es un castigo demasiado ligero para ti! — Gritó la reina completamente enojada.
Su amada cuñada había contribuido a la desgracia de Ichigo y eso no podía quedar impune.
Verano — x493 / 29 de julio
Rukia sintió como si regresara de un lugar muy, muy oscuro, un lugar donde solo había silencio y nada más, era difícil de describir pero era seguro que había estado en un lugar así. No era la sala del trono donde la reina de ojos amarillos la había engañado, era un lugar diferente.
Cuando recuperó la conciencia, el primer sentido que le vino fue el oído porque lo primero que escuchó fue el sonido de los grillos afuera de donde sea que estuviera, y supuso que era de noche. Trató de moverse y mientras lo hacía, todo su cuerpo dolió de una manera inexplicable y al mismo tiempo de una manera familiar.
Todo era tan extraño y tan nuevo que más que asustarse, le producía curiosidad porque frente a ella había un mundo que no conocía y al que podía acceder.
Abrió los ojos y se dio cuenta que estaba en un lugar oscuro, recostada sobre algo suave y había algo tibio cubriendo su cuerpo.
Poco a poco reconoció su entorno y descubrió que estaba dentro del carruaje, en ese asiento convertido en cama y cubierta con una gruesa sábana para protegerla del aire fresco que podía entrar por la ventana.
Volvió a moverse, le dolía todo el cuerpo al menor movimiento, pero se incorporó y trató de ajustar la vista a la penumbra. Frente a ella, en el otro asiento que se convertía en cama, alguien estaba acostado, completamente inmóvil.
— Mi Sol…
Su voz era áspera y le dolía la garganta, como si no la hubiera usado en días. En ese momento recordó que posiblemente había dormido muchos días al igual que Ichigo cuando usó el ankh, y tenía curiosidad por saber cuántos días le había tomado a su cuerpo recuperarse de ese encuentro con la reina oscura.
Solo el pensar en esa reina le envió un escalofrío por la espalda.
Esa mujer estaba dentro de ella, era parte de ella y era a ella a quien tenía que domar para manejar el ankh. Cuando todos los hilos se rompieran, la reina quedaría libre; cuando se rompan todos los hilos, ella ya debe saber dominar a esa mujer.
Ichigo le había mencionado que había puertas en su mente, pero ella no había imaginado nada más que un pasillo lleno de puertas; nunca pensó en lo que podría haber detrás de esas puertas o si detrás de esa "gran puerta final" había un hombre o una criatura que pedía ser liberada. En ese momento Rukia sintió una gran tristeza en su interior porque imaginó a ese pequeño niño, el que alguna vez fue Ichigo, lidiando con algo tan aterrador como esa reina.
Un niño.
— Mi Ichigo…
Su voz se quebró con ese murmullo e ignoró el hecho de que le dolía todo el cuerpo mientras se levantaba solo para sentarse en el suelo y poder acariciar al hombre dormido. ¿Cuánto había sufrido realmente Ichigo? Rukia nunca podría culparlo por dejar que el don lo influenciara de esa manera cuando regresó de la guerra porque el poder era increíble y abrumador.
Un niño no puede lidiar con ese poder sin importar si es un prodigio o no; ella no sería capaz de lidiar con eso sin la ayuda de Ichigo.
Todavía no amanecía, pero en la oscuridad encontró el rostro de Ichigo y lo acarició suavemente, su barba comenzaba a crecer y apartó esos tristes pensamientos al recordar la forma en que él solía jugarle bromas cuando su barba estaba comenzando a crecer. Ichigo solía acariciarle la cara con su barba antes de besarla.
— ¿Qué estás pensando?
La voz de Ichigo salió en un susurro que Rukia había estado esperando inconscientemente. Ichigo tenía el sueño ligero en los viajes, era parte de todo lo que había vivido y de lo que no podía deshacerse. Dormir profundamente era un lujo que Ichigo solo tenía cuando estaban en el castillo y él dormía en sus brazos.
— Creo que tengo hambre. — susurró Rukia antes de moverse ligeramente para permitir que Ichigo se sentara. — ¿Cuántos días estuve inconsciente?
— Muchos días. — respondió Ichigo y la abrazó de una manera suave y reconfortante. Rukia supuso que la estaba abrazando así porque sabía el dolor que podría estar sintiendo en este momento. Se acurrucó en esos brazos con los ojos cerrados solo para disfrutar el sonido del corazón de Ichigo. — Un día más y me iba a empezar a preocupar.
Rukia le dio un pequeño golpecito en el hombro en respuesta, pero no se separó de él, sino que aspiró el aroma a madera y cítricos de Ichigo. Los viajes no eran limpios, pasaban días sin bañarse, pero eso no le importaba porque aun así, Ichigo olía a limpio y eso era algo que disfrutaba. Tal vez él se había bañado ese día.
— ¿Cuántos días? — volvió a preguntar antes de romper ese abrazo.
— Casi una semana. Dormiste durante 6 días. — La respuesta de Ichigo, aunque no podía ver su rostro en la oscuridad, le hizo saber que estaba preocupado y ansioso. — ¿Qué viste? ¿Qué pasó allí? No me respondas ahora, primero debes comer algo o te desmayarás.
Todavía no amanecía cuando terminó de contarle a Ichigo todo lo que había pasado cuando estaba en meditación. Él la había escuchado atentamente, ambos estaban sentados en las afueras del carruaje con un pequeño farol con una vela que les daba suficiente luz para verse, y ella tenía un trozo de pan relleno con un poco de carne salada que sobró de la cena.
— Creo que no tengo que explicar mucho, has entendido bien. — Ichigo comentó con calma. — Te enseñaré y ayudaré con el entrenamiento pero será diferente a como nos enseñan en Vayalat.
— ¿Por qué?
La pregunta era genuina. Ichigo le hizo tomar otro bocado del pan relleno para que ella pudiera seguir comiendo.
— Porque tu cuerpo es nuevo. — Esa respuesta desconcertó a Rukia y antes de que pudiera tragar lo que tenía en la boca y hacer otra pregunta, Ichigo continuó hablando. — Nosotros, como hijos de Vayalat, nacemos de esta manera, con la magia siendo parte de nosotros. Tú no naciste así, hiciste un trato y es mejor comenzar lo más lento posible para que tu cuerpo se adapte a la magia.
Rukia asintió, admitiendo que Ichigo tenía razón en sus palabras. Ella había hecho un trato y, aunque decía ser la Favorita de la Reina, no había nacido con esos dones. Mientras tomaba el último bocado de su pan, recordó algo importante que Ichigo le había dicho cuando el don lo controló por primera vez.
— Mi Sol… perdí el control, ¿verdad?
Esa pregunta salió con una pequeña dosis de miedo mezclada con la curiosidad por saber. Ichigo la miró y, por primera vez desde que se habían despertado, lo vio sonreír un poco.
Le entregó una taza de café y fue en ese momento cuando él le contó lo que ella había hecho.
Verano — x493 / 31 de julio
Sui Feng le estaba lavando el cabello a Yoruichi mientras el cálido aire de la tarde entraba por las ventanas abiertas y las cortinas se movían suavemente. Yoruichi había extrañado los baños de tina y había extrañado las manos diligentes de su pequeña sirvienta, por lo que estaba disfrutando de ese baño tanto como ella se merecía.
El viaje de regreso a la Ciudad Blanca había sido largo y agotador, sin mencionar el hecho de que su hermano estaba enojado con ella y era muy probable que Yushiru no le hablara hasta que la ira se disipara. Yushiru amaba su propia nariz, así que tuvo suerte de que se hubiera curado tan bien que nadie notara que Ichigo le había dado un puñetazo.
El recuerdo de Ichigo jugando con ella, con sus sentimientos, la hizo hundirse en la tina por un momento solo para soltar un grito que fue ahogado por el agua. Su enfado fue tan grande que se juró a sí misma que, si tenía la oportunidad, le haría pagar por todo lo que le había hecho.
Yoruichi se levantó de la tina y dejó correr el agua por su cuerpo antes de salir de ella. Sui Feng estaba esperando afuera con una toalla para secar el exceso de agua en su piel y ayudarla a vestirse con un hermoso atuendo lleno de joyas y piedras preciosas que claramente demostraban su estatus dentro del harén.
Sui Feng le desenredó el cabello, lo dejó suelto sobre su espalda para que se secara y le entregó una taza de té para que bebiera. Yoruichi cerró los ojos y bebió el líquido, que se había enfriado mientras se bañaba, tan rápido como era humanamente posible. Los únicos niños que podían nacer dentro del harén eran los hijos de su hermano y, a menos que decidiera acostarse con él, no podría quedar embarazada mientras viviera en el Palacio Blanco.
Yoruichi no se había acostado con Ichigo, pero definitivamente se había acostado con un príncipe en Vermist. Un buen rato entre las sábanas era todo lo que necesitaba para volver a pensar con claridad y el hijo mayor de Kisuke estaba muy dispuesto a llevarla a la cama.
La puerta de su dormitorio se abrió, tomándola por sorpresa, y las esclavas en la puerta anunciaron el Malthai del reino. Su madre entró en la habitación, luciendo enojada e imponente con las cejas juntas, la boca en línea recta y la mirada fija en ella, e hizo que todas las chicas que estaban allí, incluida Sui Feng, se fueran de la habitación.
La Malthai del reino, la madre del rey; una mujer tan increíblemente hermosa que solo ella era digna de ser llamada Malthai. Una mujer que mató a los demás príncipes del reino para que su hijo mayor no tuviera competencia en su camino al trono. Una mujer peligrosa y astuta.
— Tu hermano ya me contó todo lo que pasó en Vermist. — Su madre habló cuando estaba frente a ella. Yoruichi bajó la mirada de inmediato. — ¿Y bueno? ¿Dirás algo?
— Su Majestad, esto no fue mi culpa. Fue por esa chica que...
— No me interesa saber de quién fue la culpa. — Fue interrumpida por su madre antes de que comenzara a dar una excusa. — ¿Alguna vez has pensado qué hubiera pasado si regresabas al reino con el cadáver de tu hermano? ¿Pensaste en qué situación nos pondría eso?
Esas preguntas hicieron que Yoruichi mirara hacia arriba solo para encontrarse con la expresión furiosa de su madre.
— Madre, yo no...
— ¡Claro que no lo pensaste! — La Malthai parecía a punto de golpearla, pero Yoruichi agradeció a las Deidades que su madre no lo hiciera.
— No hubiera pasado nada, madre. Mi hermano menor sigue vivo, habría subido al trono si Yushiru hubiera muerto en Vermist.
— Yoruichi, mi niña. — La Malthai se acercó a Yoruichi y agarró sus mejillas como cuando era una niña pequeña, solo que esta vez había un poco de violencia e ira en ese agarre. — Si Yushiru hubiese muerto en Vermist, el reinado de tu hermano menor solo duraría lo que tarda en nacer uno de los hijos de las concubinas de Yushiru. Sabes que una de las concubinas es hija del Gran Consejero y la otra concubina es hija del Comandante del Reino, sabes que ambas niñas están embarazadas y que es muy probable que de una de ellas nazca un príncipe. ¿Tienes alguna idea de lo que eso significa?
— Pero si nacen niñas...
— ¿No lo entiendes? ¡No serán niñas! Si Yushiru muere antes de que nazcan sus hijos, te aseguro que no serán niñas. El padre de la concubina que dé a luz primero presentará un niño, sin importar si es de la sangre de Yushiru o no. Así es como funciona, mi niña. Nadie está dispuesto a perder un reino sin rey.
La Malthai soltó a Yoruichi y se dirigió a la salida de esa habitación. Las mejillas de Yoruichi se sentían doloridas por ese agarre, pero no hizo nada para disminuir el dolor, solo miró la espalda de su madre mientras se detenía en la puerta de la habitación.
— Todos tus deseos y caprichos se han cumplido, pero es hora de que sirvas al reino de tu hermano. — Su madre le dirigió una última mirada antes de irse del lugar. — Encontraré un esposo para ti, te casarás lo antes posible y dejarás el Palacio Blanco. No permitiré que vuelvan a lastimar a Yushiru por tus caprichos. No permitiré que por tu culpa perdamos el reino que con tanto esfuerzo logré obtener para tu hermano, para nosotros.
La Malthai salió de esa habitación y Yoruichi se quedó en silencio, mirando la puerta cerrada y pensando en lo que le había dicho su madre. Iban a exiliarla del Palacio Blanco con un matrimonio y ella no estaba dispuesta a permitirlo, la única forma en que la iban a sacar de allí sería muerta.
Después de la cena, cuando las velas y las antorchas iluminaban la habitación, Sui Feng le comenzó a trenzar el cabello para ayudarla a prepararse para ir a la cama. Yoruichi no había dejado de pensar en las palabras de su madre, y cuanto más lo pensaba, más desesperación sentía.
Había rechazado a todos los pretendientes que su padre le había presentado, todos jóvenes y ricos, hijos de consejeros o comerciantes que hicieron fortuna de un modo u otro. Todos los pretendientes le regalaron hermosas y valiosas joyas, así como telas que no se fabricaban en el continente, pero sin importar lo que le prometieran, ella los había rechazado solo para esperar a Ichigo.
Ichigo. Ichigo. Ichigo.
Sui Feng le había prometido que Ichigo sería suyo si bebía el líquido verde del vino, pero Ichigo ni siquiera lo probó porque Yushiru había vaciado los vasos en un ataque de desesperación al creer las estúpidas palabras de esa chica.
— Salgan todas, quiero estar sola. — Yoruichi ordenó a todas las esclavas que salieran de su habitación. — Tú no, Sui Feng.
Las chicas le hicieron una reverencia y salieron de la habitación.
Sui Feng terminó de trenzar el cabello de Yoruichi y la ayudó a ponerse la ropa de dormir en ese silencio que mostraba la adoración de la chica por ella. Sui Feng era la única sirvienta del harén que no era esclava; ella era completamente libre y podía ir y venir cuando quisiera.
— Tus muertos me mintieron. — Dijo Yoruichi mirando a Sui Feng, quien miraba hacia abajo con respeto. — Me prometieron a mi príncipe de las águilas, pero ahora no tengo nada.
— Mi princesa, los muertos no mienten. Si le prometieron un príncipe, le darán un príncipe. — La voz de la chica salió con tanto respeto que fue abrumadora. — Permítame volver a consultar a los muertos. Si su futuro ha cambiado, si su destino no es el que susurraron, entonces puede tener mi vida. Una bruja que no puede interpretar correctamente las voces de los muertos no merece ser bruja.
Yoruichi miró a Sui Feng en silencio, considerando las palabras de la chica por un momento antes de permitirle ir a buscar sus cosas para poder consultar a los muertos sobre su destino nuevamente.
Sui Feng era, como decían los lugareños de las Tierras del Amanecer, una bruja de jade de las Tierras de Jade. Ella le rezaba a los Dioses Sin Nombre, consultaba la fortuna en las cartas, creaba pociones y venenos para doblegar la vida y la voluntad, y entre muchas otras cosas, podía hablar con los muertos a través de los huesos.
La primera vez que Sui Feng leyó el destino de Yoruichi a través de las cartas, Yoruichi quedó impresionada por todo lo que le contó la chica, pues hablaba de cosas que nadie sabía, así como de la enfermedad que mataría al rey.
Cuando ella regresó al barco, que estaba anclado en uno de los muelles de esa ciudad en las Tierras del Amanecer, y le contó a Yushiru todo lo que la chica le había dicho, su hermano le aseguró que eran mentiras.
"Son unos charlatanes que solo dicen lo que quieres oír, saben leer las expresiones en los rostros de las personas. Cuando era niño, una bruja errante del Norte me dijo una vez que si yo llegaba a ser el rey entonces yo moriría de una mordedura de serpiente negra. Hay serpientes en Gardelia, algunas de las más venenosas del continente, podría morirme al ponerme una bota y no darme cuenta de que hay una serpiente allí, independientemente de si soy un rey o no. No le creas a esas mujeres, solo dicen lo que tienen que decir para ganar unas monedas".
Luego de esas palabras, Yushiru comenzó a hablar sobre lo sucedido en la reunión con el comerciante, por quien habían hecho el viaje a las Tierras del Amanecer, pero las palabras de la chica se quedaron en la mente de Yoruichi.
Ella no volvió a buscar a la bruja hasta un día antes de emprender el viaje de regreso a Gardelia, y ese día, cuando entró al tenderete de la bruja, Yoruichi vio que todo estaba empacado, como si la chica estuviera a punto de irse de la ciudad. Ese día, Sui Feng leyó el futuro de Yoruichi a través de los huesos de los muertos y, al final, la bruja juró lealtad y servicio a Yoruichi porque sus dioses sin nombre le dijeron que ella debía servir a la flor del desierto.
Así fue como Sui Feng llegó a Gardelia y entró al harén de Yushiru.
Sui Feng regresó a la habitación con una vieja caja de madera, con manchas negras donde se había tocado con frecuencia, y la abrió con cuidado sobre la mesa. Yoruichi se acercó a la mesa y se sentó en la silla, sin apartar la vista de lo que estaba haciendo Sui Feng en ese momento. La bruja sacó de la caja de madera una vela negra montada sobre un viejo soporte de metal, un pequeño incensario y varias piedras de colores. Dentro de la caja también había una bolsa negra.
La bruja tomó un trozo de carbón con unas pinzas de metal y lo acercó a una antorcha encendida, lo mantuvo allí hasta que se puso rojo y luego lo colocó en el incensario, repitió el procedimiento con tres trozos más de carbón y luego encendió cuidadosamente el vela. Sui Feng dijo una oración en el idioma de las Tierras de Jade, pasando su mano sobre la llama de la vela negra y luego sobre las ascuas enrojecidas dentro del incensario; tomó las piedrecitas de colores y las colocó sobre las ascuas.
El humo y el olor a incienso llenaron la habitación tan rápido como la brisa, y Yoruichi se sintió de nuevo en ese tenderete en las Tierras del Amanecer. El olor a incienso la indujo a una especie de trance, llenando sus sentidos y dándole la sensación de que todo se aclaraba a pesar de que la noche lo cubría todo.
Sui Feng colocó sus manos sobre la mesa con las palmas hacia arriba, sin interrumpir la oración que decía en ese extraño idioma, y el humo del incienso comenzó a formar pequeñas figuras en el aire que se movían lenta e hipnóticamente. La bruja tomó la bolsa de tela negra y Yoruichi reconoció el sonido de los huesos en su interior.
— Tres veces, mi princesa. — Dijo Sui Feng con un tono de voz ligeramente suave, volviéndose uno con la atmósfera que se había formado entre ellas en ese momento. — Toca los huesos tres veces. Uno para despertarlos, otro para calmar su furia y otro para que puedan hablar.
Yoruichi sintió que sus manos sudaban en ese momento, aunque ya había tocado esos huesos una vez antes, la idea era algo aterradora porque eran huesos humanos; huesos de hombres, mujeres y niños. Huesos que fueron limpiados, rotos y tallados entre oraciones a los Dioses Sin Nombre para mantener las almas retenidas en el mundo como un lazo mágico de conocimiento hasta que cumplieran su misión con su amo.
Yoruichi hizo lo que le pidió Sui Feng; metió la mano dentro de la bolsa, tocó los huesos de los muertos tres veces y cuando sacó la mano, la sensación de que algo la había tocado a ella, la hizo temblar.
La bruja continuó con la oración y vació la bolsa sobre la mesa revelando su contenido.
Los huesos no eran más grandes que una pieza de dominó y estaban tallados con esos símbolos que obligaban a los muertos a decir la verdad o a condenar su alma a una eternidad de agonía dentro de ese incensario. Con su mano derecha, la bruja hizo que el humo del incensario cubriera los huesos, lo movió en círculos tres veces y luego tomó uno de los huesos al azar para colocarlo sobre las ascuas calientes del incensario.
Un viento frío entró por la ventana y Yoruichi sintió que su piel se erizaba en ese momento. La bruja movió un poco la cabeza, como si alguien se hubiera parado a su lado y comenzara a susurrarle cosas, y empezó a mover las manos para que el humo del incensario comenzara a tomar forma frente a Yoruichi mientras la bruja hizo preguntas en ese idioma extranjero.
Fue realmente mágico.
— Los muertos me susurran al oído, dicen que tu príncipe de las águilas aún está en tu destino. Los muertos dicen que tu príncipe y tú se reunirán entre la sangre y la muerte, pero en el momento en que estén juntos, ya nada los separará. — Dijo Sui Feng mientras agitaba las manos en el aire y el humo pasaba de un hombre coronado que se convertía en un águila a una pequeña figura que se movía persiguiendo una flor. — Los muertos susurran, me dicen al oído, en tu destino hay una florecilla que compensará la que perdiste. — La florecita se convirtió en un hombre con una cicatriz en la cara. — Los muertos dicen que hay una condición para que alcances a tu príncipe de las águilas, dicen que primero debes tocar el infierno antes de poder volar con él. Los muertos callan.
El futuro de Yoruichi había cambiado, se había vuelto mejor.
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Primero fue un ojo, pequeño y amarillo, con una pupila vertical como la que tienen algunos reptiles a la luz del día, y luego el otro.
Lentamente la sombra tomó forma, saliendo de la oscuridad como si saliera del agua, con la calma y el silencio que es parte de la propia naturaleza sombría.
La serpiente sombría buscó a su objetivo, a quien su invocador había marcado como tributo a la Madre Original y a la Sombra misma, y se arrastró sobre su propio abdomen hasta llegar a la cama donde dormía el hombre.
Si la habitación no estuviera a oscuras, se podría admirar la belleza de la muerte en esas escamas negras como el alquitrán que parecían brillar y en esos ojos amarillos que indicaban cuán mortal y peligrosa era esta criatura.
La orden era simple: morderlo.
Y eso hizo la serpiente sombría.
El mordisco fue en el tobillo del hombre dormido, y fue tan rápido y certero como un latigazo bien dado. El veneno era frío, como agua de manantial en invierno, doloroso como una aguja dentro de la piel, y quemaba todo lo que tocaba. Ese veneno era una sentencia de muerte lenta y dolorosa.
El hombre en la cama gritó y en el mismo momento en que se encendieron las velas, esa sombra se escondió porque su misión había quedado inconclusa y no podía volver al origen hasta que hubiera cumplido la voluntad del invocador. La serpiente de sombra se escondió en el mismo lugar donde se había escondido desde la noche en que fue llamada, en la sombra del hombre.
— ¡Su Majestad! ¿Qué está pasando?
— ¡Revisen la habitación! — Gritó el rey. — Hay un animal aquí que me mordió. ¡Encuentren al maldito animal y despierten al doctor!
Mientras los esclavos buscaban en la habitación a ese animal, entre las sombras, primero se cerró un ojo y luego el otro, al igual que cuando la sombra despertó.
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Dedicado a Kaede Hiwatari Blueriver y Mikanji, que me recuerdan que hay que subir esto hahaha :3
