Los Ojos del Ruiseñor
Capítulo 74: El regalo de la sombra
Verano — x493 / 12 de agosto
El ankh lo era todo.
La magia era el día y la noche, era como beber el mejor vino o comer la mejor comida, era abrumadora, era fuerte y era voluntariosa. Domarlo y dominarlo era algo que requería paciencia, esfuerzo y autocontrol porque la magia también influía en su portador.
Rukia estaba sumida en la ira y la frustración, en la desesperación y el miedo, todo porque no podía hacer que la reina oscura dejara de reírse de sus intentos por controlar la magia. Esos sentimientos que la mantenían atrapada eran los mismos que desencadenaban la magia de forma salvaje.
La oración que Ichigo le había enseñado para controlar su temperamento no servía en este momento porque cada vez que Rukia la recitaba, la reina dentro de ella se reía de ella y le recordaba que si no podía manejar ese aspecto inicial, con el cual todos los hijos de Vayalat iniciaban, entonces no sería capaz controlar el resto.
— Eres débil. — La reina le dijo en ese momento que, por sexto día, Rukia había tratado de hacer que el poder que bañaba su piel regresara a su interior. — Eres inútil, eres pequeña y débil. No mereces lo que te damos, no mereces lo que eres.
— No soy débil. — susurró Rukia y la reina soltó una carcajada que resonó en los confines de la oscura sala del trono. — ¡No soy débil!
El grito resonó por la habitación, la reina dejó de reír pero mantuvo esa sonrisa de superioridad que hizo crecer la ira de Rukia e hizo que la magia se saliera de control. Rukia odiaba cuando la reina decía esas palabras porque ella no era débil, era fuerte y capaz de hacer lo que se proponga. Ella tenía que serlo.
— Sal de aquí, niña. — La reina habló como si se aburriera de verla. — No eres buena para esto. No eres lo suficientemente fuerte para controlar esto. Cuando te des cuenta de que no puedes, cuando tu voluntad termine, entonces tomaré el control de tu cuerpo.
— No lo permitiré porque no soy débil. — dijo Rukia de nuevo, aún con la ira en su voz por las palabras de la reina, pero la mujer en el trono solo se rió y cerró uno de sus ojos.
Fue en ese momento que Rukia abrió los ojos a la realidad, la reina oscura la había expulsado de su propio mundo interior como si fuera un invasor, y Rukia simplemente cayó al suelo en un gesto de agotamiento porque le dolía todo el cuerpo.
Mientras controlaba su respiración, el salón del acantilado comenzó a hacerse presente, así como la presencia de la otra persona en ese lugar. Rukia nunca estaba sola cuando intentaba controlar la magia, tanto Ichigo como la reina Masaki tenían sus preocupaciones con respecto a la mujer en el trono y la influencia que podría tener sobre ella, por lo que Rukia practicaba cuando ellos tenían tiempo libre de sus funciones.
— No te desesperes, esto toma más tiempo del que imaginas. — La voz de la reina Masaki le llegó con ese tono suave y maternal que intentaba consolarla. — Lo estás haciendo bien.
— ¿Cómo sé que lo estoy haciendo bien, querida madre? — preguntó Rukia desde el suelo con una voz que bordeaba la frustración y la desesperación. Todavía tenía esa sensación en la piel que no se dormía y que siempre parecía ser más fuerte cuando la reina la expulsaba de su mundo interior. — Siento que estoy en el mismo lugar donde empecé. Me siento perdida.
— No te has vuelto loca ni has atacado indiscriminadamente a nadie. — Respondió la reina Masaki con sencillez. — Entonces, lo estás haciendo muy bien.
Rukia no supo cómo interpretar esa respuesta. Se obligó a levantarse del suelo, todo su cuerpo protestando por el dolor pero tratando de no quejarse demasiado. El entrenamiento la agotaba y era doloroso.
— Mi hermano Kisuke suele decir que somos nuestros propios enemigos, y creo que, en estos momentos, se puede aplicar esa frase. — La reina Masaki señaló las escaleras que indicaban la salida de ese lugar para que ambas comenzaran a caminar. — Lo que ocurre en nuestro interior es prácticamente una batalla de voluntades.
Las dos abandonaron el Salón del Acantilado y, en lugar de seguir el camino habitual hacia el área de la reina, la reina Masaki la condujo a través de los jardines hasta el área del rey y un poco más allá.
— Querida madre, ¿hacia dónde vamos? — preguntó Rukia mientras salían por las puertas laterales del castillo.
Delante de ellos había tres caminos, uno que rodeaba el exterior del área del rey, otro que conducía a los campos de entrenamiento y otro que conducía a los graneros, establos y corrales. El camino a los campos de entrenamiento tenía su propia puerta que salía de los terrenos del castillo, así como el camino a los graneros, porque ahí es donde los soldados y los suministros entraban al castillo, y solo el camino que rodeaba el área del rey conducía directamente al camino blanco.
— Vamos a los gallineros.
Rukia asintió a lo que dijo la reina y comenzó a caminar a su lado. Detrás de ellas venían Tatsuki y la doncella personal de la reina, quienes las habían estado esperando fuera del Salón del Acantilado.
El camino era tan ancho como una carreta, e incluso había marcas de ruedas en el suelo que aún estaba un poco blando por la lluvia del día anterior. Los árboles bordeaban el camino y en la distancia Rukia podía escuchar el sonido de los soldados entrenando. Ichigo no estaba allí, había ido a la ciudad para atender unos asuntos.
— ¿Para qué vamos a los gallineros? — preguntó Rukia después de un largo rato caminando por el bosque. Los terrenos del castillo eran extensos y los gallineros, junto con los establos y graneros, parecían estar en otro mundo.
— Vas a entrenar un poco más. — Respondió la reina Masaki con calma, como si fuera obvio. — No puedes tocar nada, así que no hay mejor manera de entrenar ese aspecto que tocar cosas.
Rukia dejó de caminar en ese momento y la Reina Masaki se detuvo dos pasos delante de ella. Recordó que Ichigo le había dicho que había matado muchas ovejas cuando estaba aprendiendo a controlar la araña, y la idea de que ella tocara ovejas y las matara con el tacto la hizo temblar.
— ¿Puedo negarme? — preguntó Rukia con una voz como un hilo.
— No sé, ¿puedes? — La pregunta de la reina le recordó el día en que había suplicado clemencia para la doncella. — Puedes decir que no, pero al final tendrás que intentar tocar algo, y es mejor hacerlo con animales que con personas. ¿O quieres probarlo conmigo?
La reina Masaki extendió su brazo hacia Rukia en una clara invitación para que la tocara. Rukia miró el brazo de la reina por un momento y negó con la cabeza. La reina Masaki tenía razón, tenía que empezar a practicar o nunca avanzaría. Tenía que dejar de tener miedo.
— Prefiero los animales, querida madre. — susurró Rukia y vio como la reina bajaba el brazo.
— Bueno, vamos, tenemos que dar de comer a los soldados y Hisagi espera los pollos.
—
La noticia de que el rey Yushiru había caído enfermo corrió como la pólvora y Yoruichi tuvo la sospecha de que los padres de las concubinas embarazadas habían sido los responsables de que se supiera esa noticia, pues de un día para otro comenzaron a llegar varios médicos y curanderos al Palacio Blanco, quizás también algunos charlatanes, con la intención de ver y "curar" al rey.
Todos esos tipos fueron sacados del palacio tan rápido como demostraron que solo estaban allí para ver la herida del rey y alimentar los rumores.
Yoruichi sabía que los médicos del Palacio Blanco le estaban dando a su hermano drogas realmente fuertes para mitigar un poco ese dolor que se negaba a desaparecer por completo, pero que aún no podían encontrar una cura y la infección comenzaba a progresar a lo largo de la pantorrilla del rey. Esto era alarmante, por lo que los médicos dibujaron una línea debajo de la rodilla de Yushiru como una especie de cronómetro que los mantenía alerta en la búsqueda de una cura.
Si no podían encontrar una manera de curar esa extraña infección, entonces iban a cortarle la pierna al rey para evitar que la infección se extendiera por todo su cuerpo.
La situación era demasiado complicada porque la gente no paraba de hablar y los consejeros estaban más preocupados por quién ocuparía el trono que por la salud del rey.
Yoruichi vio a su madre completamente estresada por eso, pues aunque su hermano menor era el siguiente en la línea de sucesión al trono, los padres de las concubinas presionaban para que la línea de herencia continuara y que el primer hijo ascendiera al trono. Y casualmente, el padre de la concubina que estaba más cerca de dar a luz era el que presionaba de esa manera.
Fue en ese momento que Yoruichi entendió las palabras de su madre sobre el reinado de su hermano menor. Tan pronto como nacía un hijo varón de una de las concubinas, el pequeño rey moría misteriosamente.
Y definitivamente iba a nacer un niño varón como si fuera un regalo de las Deidades.
Yoruichi estaba preocupada por su hermano, pero como los médicos no sabían lo que estaba afectando al rey, no le permitían verlo porque ella vivía en el harén y temían que se contagiara y contagiara a las concubinas. Sabía que la enfermedad de su hermano no era contagiosa porque ninguno de los médicos o sirvientes que lo atendían había estado enfermo, pero también sabía que los hombres siempre creían que lo sabían todo y que su palabra era ley.
Esa forma de pensar le parecía ridícula pero no podía hacer nada para cambiarla porque, en palabras de una de las consejeras, ella era solo una mujer tonta que no sabía nada de la vida y su única obligación era verse bonita y cuidar de las madres de sus futuros sobrinos, razón por la cual todavía vivía en el harén y seguía soltera.
Yoruichi se enojaba cada vez que escuchaba esos comentarios pero se recordaba a sí misma que debía mantener un buen comportamiento porque con la enfermedad de su hermano, su destino era incierto.
— Mi princesa, el polvo está listo. — Sui Feng informó después de dejar a un lado los instrumentos que había usado para crear ese polvo blanco que se usaba para poner a la gente a dormir.
Ambas estaban en la habitación privada que le había sido asignada a Sui Feng desde que llegó a vivir al harén.
— Está bien, iremos en la tarde, cuando el doctor le haga un chequeo final a mi hermano. — Explicó Yoruichi mientras contemplaba desde la distancia ese polvo que Sui Feng estaba colocando dentro de una pequeña bolsa de cuero. — ¿Por qué no te afecta?
— Las Brujas de Jade crean resistencia a los venenos, mi princesa. — Explicó la pequeña bruja sin levantar la vista de su trabajo. — En los templos de jade nos instruyen desde que somos niños, nos envenenan y nos curan hasta que las sustancias no tienen efecto sobre nosotros. Solo aquellos de nosotros que sobrevivimos somos dignos de aprender las antiguas enseñanzas, aquellos que mueren se unen en la eternidad a los Dioses Sin Nombre.
Yoruichi se quedó pensando en los Dioses Sin Nombre por un momento, cuán poderosos debían ser o qué forma tendrían. Nunca había oído hablar de estos dioses hasta que fue a las Tierras del Amanecer con su hermano y vio los templos de Jade, de la Sombra y de las Deidades, así como varios más dedicados a dioses extraños y, a veces, simples.
— Sui Feng, ¿por qué se llaman Dioses sin Nombre? — Yoruichi se dio cuenta de que en realidad nunca había hecho esa pregunta.
— Porque sus nombres son difíciles de pronunciar. Los nombres de los Dioses Sin Nombre están escritos en el Gran Templo de Jade en las Tierras de Jade, pero casi nadie puede pronunciarlos. Dicen que quien pueda pronunciar uno de sus nombres recibirá una bendición de uno de ellos.
— ¿Una bendición? ¿Vida eterna y cosas así?
— Nos otorgan una visión de nuestro propio futuro. — Sui Feng terminó de recoger las cosas con las que había preparado el polvo y enfocó su visión en Yoruichi. — Es la única forma de saber nuestro futuro porque entre las brujas de jade no nos leemos los huesos.
Las brujas de jade eran tan misteriosas que a Yoruichi le gustaban cada vez más.
Sui Feng colocó una dosis de este polvo dentro de una botella de vino común, que luego cerró con cuidado para agitarla un poco porque con eso iban a poner a dormir a los guardias que custodiaban la entrada a los aposentos del rey. Yoruichi no quería hacerlo así, pero no la dejaban ver a su hermano ni permitirían que Sui Feng entrara para ver cómo estaba.
La bruja sabía mucho y Yoruichi tenía la esperanza de poder ayudar a su hermano.
Cuando estaban cerca de las habitaciones de su hermano, envió a un esclavo a entregar la botella de vino a los soldados con el pretexto de que era un regalo por su buen trabajo cuidando al rey. Los soldados bebieron un poco de ese vino porque la princesa se los ofreció y unos instantes después cayeron inconscientes al suelo.
— Creo que me equivoqué de dosis. — Comentó la bruja mientras recogía los vasos de metal del suelo y se los entregaba al esclavo que seguía allí.
— Es perfecto. — Yoruichi pateó a uno de los soldados para asegurarse de que estaba dormido, tal vez estaba muerto pero eso no importaba. — Vamos, quiero que revises a mi hermano.
Repitieron la acción un par de veces más hasta llegar a las habitaciones de su hermano, donde los sirvientes que custodiaban la puerta la dejaron entrar sin mucha resistencia a pesar de que no parecían muy convencidos de dejarla pasar.
Al entrar a la habitación, Yoruichi notó que el ambiente estaba viciado con el aroma de hierbas y medicinas, así como un sutil olor a muerte; también vio que Masayoshi estaba ayudando a Yushiru con el cambio de ropa. Tanto el sirviente como el rey se sorprendieron al verla allí en compañía de su sirvienta pero en lugar de escuchar una queja o un regaño del rey, Yoruichi solo escuchó la orden de cerrar la puerta.
Yushiru se tomó su tiempo para vestirse antes de sentarse en una cómoda silla con la ayuda de Masayoshi. Yoruichi podía ver el dolor en la expresión de su hermano cada vez que movía el pie, así como la forma en que Masayoshi intentaba mantenerlo cómodo y eso la hacía sentir ansiosa. Estaba preocupada por la salud de su hermano.
— ¿Qué haces aquí y cómo entraste? Yo di la orden de que no te dejen venir porque no quiero que te enfermes también. — Yushiru habló sin quitarle los ojos de encima con seriedad.
Yoruichi dio un paso hacia su hermano pero el rey levantó la mano para evitar que se acercara más. Estaba claro que no la quería cerca pero Yoruichi no sabía si era para protegerla o para proteger a sus concubinas.
— Drogué a los soldados y entré. — Respondió Yoruichi sin darle demasiadas vueltas al asunto. — Quería verte y quería pedirte que dejaras que Sui Feng revisara tu herida. Ella sabe de estas cosas.
— Los médicos me han examinado. Todavía no han encontrado una cura y las drogas que usan no funcionan tan bien como creen. — explicó Yushiru con cansancio. — No sé qué podría hacer tu doncella para evitar esto. Será mejor que vayas a tu habitación y descanses.
— Noup. — Yushiru levantó la vista en el momento en que Yoruichi dijo eso. Ella se acercó un poco más a él. — Por favor hermano. Ella sabe muchas cosas. Deja que revise tu herida. Viene de más allá del Mar del Amanecer y es posible que lo haya visto antes, por favor hermano.
La voz de Yoruichi salió suplicante ante esa última oración y Yushiru, quien no podía permanecer enojado con ella tanto tiempo como debería, suspiró y agitó su mano permitiendo que Sui Feng se acercara a él. Yoruichi agradeció a su hermano en un susurro por permitirlo y escuchó a Sui Feng hacerle preguntas al rey sobre lo que había sucedido el día del incidente de la "picadura" y todo lo relacionado con eso mientras quitaba cuidadosamente los vendajes de la pierna de Yushiru.
El rey solo contuvo la respiración ante el dolor del toque de la doncella mientras Masayoshi respondía a las preguntas. Si había alguien dentro de esa habitación que conocía los detalles de todo lo relacionado con la lesión del rey además del propio rey, era Masayoshi.
En el momento en que la herida estuvo libre de las vendas, Yoruichi sintió fuertemente ese aroma a muerte proveniente de la pierna de su hermano; también se sorprendió al ver la gran herida que iba desde el tobillo hasta la mitad de la pantorrilla exterior. Ver la expresión de dolor de su hermano hizo que Yoruichi sintiera dolor e impotencia porque la herida era peor de lo que podía haber imaginado.
Sui Feng jadeó sorprendida cuando vio la herida y eso llamó la atención de todos en la habitación. Yoruichi sabía que la bruja estaba preparada para atender a su hermano, por lo que no se sorprendió al verla sacar una pequeña bolsa de su ropa y dejarla en el suelo junto con un par de cosas más.
— Necesito agua y un vaso. — Dijo la bruja, quien estaba arrodillada frente al rey, y Masayoshi inmediatamente le trajo un cuenco de agua limpia junto con un vaso como ella había pedido. — Necesitaré más agua.
Masayoshi estuvo a punto de protestar pero Yushiru, que había comenzado a sudar por el esfuerzo de resistir el dolor, le hizo un gesto con la mano para que trajera más agua. Masayoshi no tuvo más remedio que obedecer a su rey, aunque parecía molesto porque la chica estaba haciendo sufrir a Yushiru de nuevo.
Sui Feng llenó el vaso con agua limpia y usó el resto para lavarse cuidadosamente las manos. De una de las bolsitas que había traído, sacó un pequeño recipiente de madera que contenía un bálsamo negro, que untó en la punta de todos sus dedos, y poco a poco empezó a tocar la herida con una delicadeza insólita mientras recitaba algo en ese lenguaje de jade.
Fue en un momento, entre oraciones y caricias, que Sui Feng movió uno de sus dedos y algo como un hilo negro se le pegó al dedo índice. Tiró suavemente de él, sacándolo de la carne herida y sangrante, y ese hilo fue visible por un momento antes de desaparecer como humo.
El silencio dentro de la habitación era denso y pesado.
— ¡¿Qué le hiciste al rey, mujer?!
La pregunta de Masayoshi hizo que todos se dieran cuenta de que el rey no se había quejado del tacto de su herida y que parecía demasiado concentrado en el movimiento de los dedos de la bruja. Sui Feng se dio cuenta de que el hombre tenía la jarra con el agua limpia que ella había pedido, así que se deshizo del agua con la que se había lavado las manos, tomó la jarra de agua y vertió agua limpia en el cuenco.
— ¡Háblame, mujer! — Ordenó el rey, su voz vibrando por la sorpresa y el miedo.
Sui Feng miró al rey.
— Esta herida no es una herida ordinaria, Su Majestad. — explicó la bruja, que aún tenía los dedos manchados con ese bálsamo negro y seguía sacando esos hilos negros de la herida con cada movimiento de sus dedos. — He visto este tipo de herida antes, en las Tierras del Amanecer. Es la marca de un brujo oscuro. Una maldición asesina.
Yoruichi se sentó en la cama al escuchar eso, incapaz de creer lo que dijo la bruja. Masayoshi se quedó en silencio, y al igual que Yushiru, tenía una mirada de incredulidad en su rostro ante las palabras de la bruja.
— ¿Una maldición asesina? ¡Qué diablos estás diciendo, mujer! — exclamó el rey con su voz vibrando con una dosis de miedo muy tangible.
— Su majestad, permítame que me explique. — Dijo Sui Feng tratando de que el rey no pensara en matarla en ese momento porque las brujas y las maldiciones iban de la mano. — En las Tierras del Amanecer, hay un tipo de brujo con el que nadie quiere meterse. Adoran a una diosa oscura y venden sus servicios a quienes visitan el templo de las Sombras. Mientras recorría las ciudades de las Tierras del Amanecer, a menudo veía tales heridas en las personas que visitaban los templos de Jade en busca de ayuda.
El silencio volvió a instalarse en esa habitación durante mucho tiempo. Yoruichi solo oró en silencio para que lo que dijo Sui Feng no fuera cierto, su hermano no podía morir. Las Deidades no podían ser tan crueles con ellos.
— ¿Puedes hacer que el dolor disminuya, tal como lo hiciste ahora? — La voz tranquila del rey rompió el silencio. Sui Feng asintió. — Entonces hacerlo.
Sui Feng colocó algunas cosas que había traído con ella en el pequeño vaso de agua, lo mezcló todo y puso un poco en el recipiente con agua limpia. Hizo que el rey colocara su pie en el cuenco de agua y lentamente comenzó a lavar la herida mientras rezaba en ese lenguaje de jade.
Yoruichi notó que Yushiru no se quejaba del dolor y dejó que Sui Feng lavara la herida mientras se perdía en un silencio aterrador. Ella había oído que su hermano tenía tanto dolor por la herida que incluso se había desmayado un par de veces.
Sui Feng terminó de lavar la herida del rey y la secó con una toalla que le había traído Masayoshi, luego vertió lentamente lo que aún quedaba en el vaso sobre la herida. Esta vez, no limpió el líquido con la toalla, sino que lo dejó secar naturalmente y no volvió a vendar la herida.
— No lo tape esta noche y deje que la medicina actúe, no es una cura, solo evitará que tenga dolor. — comentó Sui Feng al rey, quien permaneció en silencio y miró su pie lesionado. — Le prepararé la medicina que alivia el dolor en caso de que necesite más, majestad.
— ¿Cómo llegó a mí una maldición de esos brujos de las sombras? — Yushiru se preguntó a sí mismo mientras Sui Feng recogía las cosas que había traído consigo. — La última vez que estuvimos en las Tierras del Amanecer fue hace meses.
— Son realmente poderosos, Su Majestad. También son ambiciosos, cobran por maldecir y cobran por sanar. Una vez, hace mucho tiempo, hubo una pelea entre ellos y nosotros porque aprendimos a controlar el dolor que causan sus maldiciones. — Explicó la bruja para que el rey pudiera entender. — Disfrutan del dolor y sufrimiento de sus víctimas, además de dárselos como tributo a su diosa oscura de vez en cuando en rituales donde solo se escuchan gritos provenientes de esos templos.
— Tal vez fue el comerciante. No estaba contento porque no le concedimos los permisos que pedía. Tal vez él es el que envió la maldición. — comentó Yoruichi mientras trataba de encontrar una explicación a lo que había dicho Sui Feng.
Yoruichi no tenía idea de cómo esa maldición pudo haber llegado a Yushiru, pero cuanto más pensaba en esos hilos que Sui Feng extrajo de la herida de su hermano, más le venía a la mente un solo nombre y eso la aterrorizaba. Había visto esos mismos hilos en las manos de Ichigo la tarde que estaban hablando de su hijo, cuando él estaba completamente molesto, pero Ichigo no era un brujo oscuro.
Yoruichi había visto la forma en que usaban la magia en Vermist y no usaban maldiciones, era más como un ataque directo. Lo que usaban en Vayalat no era brujería, era un don para la guerra.
— ¿Cuánto tiempo me queda? — preguntó el rey sin dar muchos rodeos al tema.
Yoruichi inmediatamente fijó su mirada en su hermano.
— No tengo forma de saberlo, majestad. A veces son días, a veces son semanas, pero nadie que haya visto sobrevive mucho tiempo a menos que el brujo levante la maldición.
Yoruichi vio a su hermano asentir al escuchar eso y le dolió el corazón. La situación del reino había pasado a un segundo plano, era la vida de su hermano la que se desvanecía por culpa de una maldición que nadie sabía cómo le había llegado.
— No discutan nada de esto con nadie. — Habló el rey, que había comenzado a ver de nuevo su pie herido. — Ahora váyanse, necesito hablar con mi hermana.
Tanto Masayoshi como Sui Feng abandonaron la habitación después de inclinarse ante el rey. Yoruichi estaba asustada y quería decir algo, pero no sabía qué decir. Su hermano tenía una sentencia de muerte en la piel y solo pensar en eso le daba ganas de llorar.
— Yushiru…
— Voy a morir. — Yoruichi sintió la tristeza y la soledad en la voz de su hermano mezclada con el miedo, y su corazón comenzó a latir demasiado fuerte. Escuchar esas palabras salir de la boca de su hermano fue demasiado doloroso. — Sabes lo que va a pasar cuando yo muera, así que te vas a casar con el concejal Barragán. Él es el único que podrá protegerte a ti y a nuestra madre, así como a nuestro hermano pequeño cuando tome el trono. Él se asegurará de que se respeten las reglas de la herencia y de que mis suegros no intenten hacerse con el trono a costa de mis hijos. Despediré a las concubinas, me aseguraré de que estén protegidas y de que mis hijos también lo estén.
— Hermano, no morirás. Verás a tus hijos y...
— Y nada. La bruja errante tenía razón, moriré como rey pero no seré el último rey. — Yushiru se levantó de su asiento y dio un par de pasos, inmediatamente Yoruichi se acercó a él para ayudarlo a llegar a la cama. — Ahora vete a tu habitación, no le digas nada de esto a nadie. Y gracias por traer a tu bruja contigo para revisar mi herida. Ahora sé lo que tengo que hacer.
Yoruichi asintió a lo que dijo su hermano y salió de la habitación después de ayudarlo a acostarse en la cama. No sabía a quién acudir ni de quién buscar ayuda, no era tonta y sabía que no debía hablar de la enfermedad/maldición de su hermano con nadie porque pondría en peligro la estabilidad del reino.
No quería provocar una guerra interna en el reino o, peor aún, una invasión.
—
Karin estaba completamente agotada. El entrenamiento con los Karanq fue realmente exigente y aprender a controlar el don, al nivel que se suponía que debían tener en ese momento, era algo que requería mucho esfuerzo. Ella conocía la teoría, pero la práctica era completamente diferente. Tampoco le ayudaba que los entrenamientos fueran de noche, aunque el don funcionaba mejor de noche.
Yuzu, por otro lado, parecía tener una habilidad natural para aprender a dominar el don y seguir las instrucciones del Karanq.
— El entrenamiento de hoy ha terminado. — El Karanq envió al origen a las sombras que había convocado, y Yuzu se tiró al suelo con la intención de quedarse allí. — Cuando ustedes se recuperen, volveremos a entrenar.
Karin se acostó en el suelo con su hermana y miró hacia el cielo nocturno. Las palabras del entrenador significaban que posiblemente dormirían un día o más, y eso era quizás lo único bueno que podían tener durante el entrenamiento. Podían simplemente aprender lo básico y dejar que el don en ellas "durmiera", pero ninguna de las dos quería eso. Ese don era su herencia, más allá del reino o las riquezas, la magia era un verdadero regalo.
No serían de las princesas que se quedan en el castillo, irían a la guerra si esta tocara a su puerta.
— ¿Lo extrañarás? — preguntó Yuzu después de un momento de silencio. Karin sabía a quién se refería su hermana y eso la puso un poco nerviosa.
— No sé, tal vez. — Karin se incorporó y estiró un poco la espalda para relajar los músculos. — No quiero pensar en eso. Cuando pasen unos días te lo diré.
Karin se levantó y ayudó a su hermana a levantarse del suelo. Estaba emocionada de saber que Toshiro iba camino a hablar con su padre y formalizar el cortejo pero a la vez estaba triste, pues con su boda tendría que viajar a Jetaiya y Yuzu estaría sola en el castillo.
Ambas sabían que eventualmente se separarían y cada una se iría a vivir a otro lugar, pero se sentía extraño porque toda su vida habían estado juntas. Comían juntas, dormían juntas y viajaban juntas.
— Estarás bien. — comentó Yuzu mientras caminaban hacia sus habitaciones para que las sirvientas prepararan su baño. — Toshiro es muy guapo y está dispuesto a no seguir las tradiciones de su reino solo porque quiere estar a tu lado.
Karin se puso completamente roja al escuchar eso y trató de apartar la mirada. Yuzu era bastante observadora.
— Además, así puedo tener una excusa y viajar a visitarte. — añadió Yuzu con una sonrisa para tratar de animarla.
— Todavía falta mucho para la boda, tal vez me arrepienta. — Karin dijo eso para que Yuzu dejara el tema por la paz, pero eso solo hizo que Yuzu se riera un poco.
— O tal vez te escapas con él en su barco en un idilio romántico lleno de excesos.
— ¡Yuzu!
— Te he visto besarlo.
— ¡Yuzu!
— Y también vi que regresas muy tarde de esos paseos nocturnos por la playa, ¿me estaban haciendo un sobrino? — Yuzu preguntó conteniendo una risa antes de comenzar a correr por su vida lo más rápido que pudo.
— ¡Yuzu!
Karin estaba completamente roja pero aun así comenzó a correr detrás de su hermana, quien había comenzado a cantar una canción vergonzosa sobre ella y Toshiro besándose debajo de un árbol.
Gracias a todos los que leen esta historia. ¡Un abrazo enorme para todos!
