Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 88: Tres en raya


Invierno — x494 / 22 de febrero

Rukia estaba acostada en su propia cama, mirando al techo y pensando en cualquier cosa que pudiera distraer su atención mientras Isane revisaba cuidadosamente su vientre. Ese era el último chequeo que Isane tenía que realizar para darle el alta correctamente y Rukia solo esperaba que la doctora se diera prisa porque seguía sintiéndose como una bola de masa siendo amasada.

— Ya no hay rastros de inflamación y todo se siente bien. — explicó Isane mientras limpiaba el ungüento de hierbas de sus propias manos. — Tu sangre parece estar bien y coagula rápido, te ves bien y todo parece estar en orden. Ya puede volver a sus actividades diarias, Su Alteza.

— ¡Por fin! Estaba harta de tener que comer hígado y remolacha. — se quejó Rukia mientras se acomodaba la ropa con la ayuda de su doncella. — ¿Eso es todo o la reina tiene nuevos planes para mí?

— No, su alteza. La reina no pretende...

— ¿Qué? ¿Lastimarme?

La pregunta de Rukia salió demasiado hostil. No estaba de buen humor, no cuando Isane era la única autorizada para revisarla y era responsable de su salud. No cuando no podía confiar en la doctora.

— Su Alteza…

Rukia dejó escapar un suspiro de cansancio, se volvió a sentar en la cama y escuchó a la doctora darle instrucciones para su cuidado; desde la abstinencia obligatoria que debía seguir hasta los tés que debía beber puntualmente para asegurarse de que todo en ella funcionaba correctamente. Eran los mismos cuidados que siempre tenía cuando entraba en descanso, todo para que su fertilidad no se viera afectada por todo lo que le hacían beber.

Ese tema aún la ponía nerviosa porque lo que más deseaba Ichigo, después de ponerse la corona, era tener una familia con ella.

No importaba el discurso que Ichigo le había dado antes de irse de gira con el rey, porque con solo recordar su rostro el día que perdieron a su hijo, Rukia sabía que Ichigo estaba más dolido por la pérdida de lo que él había dicho.

Isane salió de la habitación después de despedirse y Tatsuki entró en ese momento con la agenda de Rukia de todas las actividades que tenía ese día. Rukia revisó cuidadosamente lo que tenía que hacer, dándose cuenta de que su carga de trabajo había disminuido y que por el resto del mes no tendría que salir del castillo.

Muchas de las actividades de las que era responsable estaban relacionadas con la reina, por lo que Rukia simplemente respiró y se dijo a sí misma que debía ser paciente. La reina era poderosa y Rukia sabía que tenía que tener cuidado con la pieza que movía.

Afortunadamente, la reina la había entrenado bien.

El campamento de Chika no se podía ver desde su balcón en el Palacio Blanco, pero Yoruichi no necesitaba verlo para saber que Chika y sus hombres habían tomado la Puerta Norte. Tampoco había que bajar a la ciudad y mezclarse con la gente común para saber que Chika había sido visto bebiendo en tabernas dentro del Mercado Negro.

Chika fue claro con su posición y prometió no armar alboroto porque su intención no era dañar a su gente ni sus propiedades, todo mientras la Malthai empacara sus cosas para salir del Palacio Blanco junto con la princesa y el niño que había sido coronado como rey.

Fue una oferta muy inteligente porque si él quería tener el apoyo de la gente, tenía que presentarse así, como alguien noble y bondadoso que presentaba un reclamo legítimo al trono.

Todo era un juego mental donde Chika y la Malthai eran los jugadores, y el resto de la gente eran los peones que tenían que mover con palabras que llegaban al corazón.

La Malthai no tenía la intención de entregar el reino a un hombre muerto, por lo que envió a un asesino para acabar con la vida de Chika, pero cuando pasaron varios días y no obtuvieron respuesta de ese hombre, asumieron que el asesino había fallado.

Yoruichi le había sugerido a su madre que le pidieran ayuda a Vayalat, pero su madre se negó diciendo que ese problema era algo interno y que no había necesidad de involucrar a otros reinos.

"¿Sabes lo que nos va a costar la ayuda de Vayalat? Ningún rey se mueve de su trono por amor a su prójimo, nadie va a la guerra sin saber que va a obtener un pago mayor que lo que vale la sangre de su pueblo que se va a derramar. Todos los reyes son mercenarios, no lo olvides."

Después de esas palabras, Yoruichi solo pudo apretar los puños con impotencia porque sabía que su madre tenía razón. Ellos tenían el Camino del Desierto y Vayalat podía cobrar el pago de su ayuda con algo más que oro.

Lo que Yoruichi podía ver desde su balcón era el jardín privado del rey, donde su hermanito jugaba con otros niños de una edad similar bajo la vigilancia de Masayoshi y un grupo de soldados que seguían al niño a todas partes.

La seguridad dentro del Palacio Blanco era la mejor del reino, no había forma de que alguien entrara a ese lugar con la intención de dañar al pequeño rey sin ser asesinado en el intento, y por eso ella se había mudado de nuevo a ese lugar por petición de la Malthai.

Yoruichi sabía que la razón por la que ella regresó al Palacio Blanco no fue por el amor de su madre a ella, sino por el temor de que Chika la usara como rehén para inclinar la balanza a su favor. El concejal Barragán era el hombre detrás de la Malthai, era quien básicamente dirigía el reino, y si ese hombre cedía a las solicitudes de Chika porque su esposa era un rehén, entonces habrían perdido esa batalla silenciosa.

— Sui Feng… ¿Terminaste lo que te pedí?

La voz de Yoruichi salió en un susurro pero la bruja llegó a ella de inmediato, parándose solo un paso detrás de ella. La mujer siempre estaba con ella, no se le separaba en absoluto porque era la única persona en la que Yoruichi confiaba.

— Mi princesa, lo tendré listo antes de que llegue el Príncipe Chika.

— Bien. Prepara mi baño y mi ropa, esta noche Masayoshi me va a visitar.

Sui Feng asintió y salió de la habitación para hacer lo que la princesa le había ordenado.

Yoruichi se quedó en su balcón, mirando el jardín del rey y mirando al guardia privado del rey. Todavía tenían una semana antes de que estallara la inminente guerra civil en la capital del reino, y Yoruichi no tenía la intención de pasar esos días pensando en la posible destrucción de todo.

Si algo le gustaba a Kisuke era la velocidad con la que se movían los mensajeros cuando había noticias realmente valiosas, y no había noticia más valiosa que la que informaba sobre el Príncipe Chika y su llegada a la Ciudad Blanca de Gardelia como candidato al trono.

Su informante le había enviado una carta contándole todos los detalles sobre la aparición de ese príncipe, desde su origen y su supuesta muerte, hasta su reaparición con un ejército que, si bien no era lo suficientemente grande e imponente como para librar una sangrienta batalla, fácilmente podría causar disturbios. Eso sin contar la posibilidad de que la gente del reino pueda apoyarlo para validar su reclamo al trono ocupado por el niño rey, haciendo que ese pequeño ejército sea difícil de repeler.

Las guerras no eran solo batallas sangrientas, eran estrategia, manipulación y sabotaje.

El informante mencionó que el Príncipe Chika se había reunido con la Malthai pero que no sabía las palabras exactas que se dijeron en esa reunión, solo las que se rumoreaban de boca en boca.

— .. —

El príncipe Chika le pidió amablemente a la Malthai que se hiciera a un lado y le diera el trono que por derecho le pertenece como el hijo mayor del difunto rey. Todo a cambio de dejarla vivir a ella, a la princesa Yoruichi y al niño que habían coronado como rey.

La Malthai se negó, alegando que él no tenía derecho a nada porque ya había un rey y él no era nadie para reclamar cosas pasadas. El príncipe Chika simplemente se rió de ella y le dijo que le daría algo de tiempo para pensarlo y regresaría por la respuesta.

— .. —

A Kisuke le convenía que Gardelia tuviera un conflicto interno porque entonces Gardelia no miraría en otra dirección que no fuera el problema inmediato frente a su puerta, y así él podría mover los soldados necesarios para tomar el Camino del Desierto y expandir el territorio un reino más. Ese tipo de oportunidad no se podía desperdiciar.

Cuando Kisuke terminó de leer la carta, salió de su estudio en busca de su reina porque tenía que ponerla al tanto de la situación antes de ir a hablar con su hijo para preparar todo. El conflicto interno en Gardelia duraría mientras la Malthai permaneciera en el poder, por lo que no debían perder el tiempo si querían encontrar el río todavía agitado.

Kisuke caminó por los pasillos del palacio hasta que encontró a Kirio en una de las habitaciones utilizadas para el té. La reina estaba sola, por lo que Kisuke supuso que sus invitados llegarían en cualquier momento porque la mesa ya estaba puesta.

— Mi reina, ¿puedo tener unos minutos de su atención? — preguntó Kisuke mientras se acercaba a ella y le besaba la mano a modo de saludo.

Kirio, que no parecía feliz ni emocionada de verlo, asintió con la cabeza mientras señalaba la silla frente a ella. Kisuke sabía por qué su reina estaba enojada, ya que desde antes de la coronación ella estaba enojada con él, pero Kisuke no tenía la intención de hacer nada para que su esposa dejara de estar enojada.

Durante la ausencia de Kirio habían pasado demasiadas cosas dentro de ese palacio, por lo que si Kirio ostentaba el título de Reina de Vayalat era porque Kisuke no se había divorciado de ella.

— Veo que estás de buen humor. ¿Puedo saber a qué se debe? — La pregunta fue formal, como todo entre ellos desde que ella regresó, como si no hubieran estado casados por muchos años.

— Estaba pensando en lo maravilloso que es el destino a veces. — Kisuke le entregó a Kirio la carta que el informante le envió para que ella la leyera.

Kirio leyó el informe del espía en silencio mientras Kisuke jugaba con su abanico. Sabía que su esposa tenía en alta estima a Yoruichi, pero también quería saber si ella había aprendido a no entrometerse en asuntos en los que no debía interceder.

Kirio era la reina de Vayalat y tenía que estar a la altura de las circunstancias o se convertiría en una reina decorativa.

— ¿Qué opinas? ¿Quieres que te traiga una gardenia del desierto, mi reina?

— Solo promete que si está en tus manos, protegerás a Yoruichi. — Kirio le entregó el informe a Kisuke después de leerlo detenidamente. — La aprecio como a un miembro de la familia.

— Si está en mis manos, así será. — prometió Kisuke, metiendo el papel en el bolsillo de su pantalón y levantándose de su asiento. — Ahora debo ir a hablar con nuestro hijo para planear la estrategia de conquista. Será su primera batalla como Comandante en Jefe y sé que estará emocionado.

Kisuke le hizo una pequeña reverencia a Kirio y se dio la vuelta con la intención de irse, pero la voz de Kirio llamándolo por su nombre lo detuvo después de dar un par de pasos.

— Lleva a tu concubina contigo a la batalla. — La voz de Kirio sonaba molesta, y Kisuke supuso que esa debía ser la expresión de su esposa aunque no volteó a mirarla. — Su presencia me incomoda. No la quiero aquí mientras no estás, así que llévala contigo para calentar tu cama.

Kisuke miró a su reina antes de responder.

— Necesitarás ayuda cuando me haya ido y ella...

— Tendré toda la ayuda que necesito con nuestra querida nuera. — La reina inmediatamente habló. — No necesito a esa mujer caminando por el palacio, fingiendo que tiene más poder que yo, cuando ella es una concubina más.

— Ella está embarazada. — Respondió Kisuke con calma y dejó de mirar a la reina, cerrando el abanico con fuerza. — Así que ella se quedará en el palacio y tú cuidarás de ella y de mi hijo.

— ¡Kisuke!

— Es mi última palabra.

Kisuke se fue de allí sin volver a mirar a la reina.

Kirio miró la espalda de Kisuke hasta que se perdió de vista, ella tenía las manos como puños y los dientes apretados, conteniendo toda la ira que le había causado la respuesta de Kisuke.

La reina sabía por las cartas que le había enviado su hija mientras estaba en el exilio que el rey tenía una concubina. La mujer no era una amante ocasional llamada para calentar la cama en una noche fría, Kirio habría perdonado a Kisuke por eso, la mujer era una concubina en toda regla cuya unión con Kisuke estaba respaldada por un contrato.

Durante todos sus años de casados, Kisuke nunca había tenido una amante o una concubina porque él decía que estaba feliz con ella. Pero ver a esa mujer caminando por los pasillos del palacio con sus damas de honor, con el hijo de Kisuke dentro de ella, le decía a Kirio que Kisuke ya no era feliz con ella.

Cuando Kisuke le levantó el castigo y ella regresó a Vermist para la coronación, descubrió que Kisuke había ordenado que se preparara una habitación privada para ella. Ya no dormirían juntos en la misma cama, como lo habían hecho desde que se casaron, y Kirio sabía que no era exactamente porque Kisuke se había convertido en rey.

"Eres la reina, también tienes derecho a tener un amante y una habitación privada para recibirlo". Fue la simple respuesta de Kisuke cuando ella lo confrontó por echarla de la habitación.

Kirio no quería tener un amante, quería que la concubina de Kisuke dejara el palacio y se llevara a su hijo con ella.


Invierno — x494 / 26 de febrero

La calidad del Vino del Desierto era legendaria, solo la gente del desierto toleraba beberlo, aunque la mayoría de las veces lo diluían con algún tipo de agua, jugo u otro alcohol para hacer más placentero el momento. Valiente era quién podía beber más de media botella de vino sin rebajar y aún podía ponerse de pie.

Chika era un fiel amante de ese vino y Yoruichi lo sabía, por eso sacó bastantes barriles de ese tipo de vino de las bodegas del Palacio Blanco y le añadió el veneno que había preparado su bruja de jade.

El soldado encargado de transportar ese vino iba vestido de comerciante y Masayoshi le dio la orden de hacer que la mayor parte de ese vino se quedara en el campamento de Chika para luego ir directamente al Puerto del Amanecer. En manos de ese soldado estaba prácticamente la paz y la estabilidad del reino, y esperaban que este segundo plan funcionara porque tenían que deshacerse pronto de Chika.

Al atardecer, el soldado salió de una bodega alejada del Palacio Blanco con su carreta, su burro de carga y los toneles de vino envenenado, y se dirigió a la puerta norte de la ciudad donde estaba el campamento del candidato al trono. La Puerta Norte era la puerta que tenía un camino directo al Puerto del Amanecer, todos los vendedores entraban y salían por esa puerta con sus mercancías, y Chika se aseguró de que muchos de ellos dejaran parte de las mercancías en el campamento como muestra de "buena voluntad".

Muchos de estos vendedores habían llevado sus quejas a la Malthai, por lo que se hizo un camino alternativo que rodeaba el campamento de Chika y sus hombres, pero el tiempo de viaje era considerablemente más largo porque aunque el suelo no era exactamente arenoso como en el desierto, no había esa comodidad que brindaban los caminos empedrados que servían para hacer más fácil el transporte de los productos.

Además, también tuvieron que poner seguridad en ese camino, ya que los ladrones habían asaltado un par de caravanas en los primeros días.

Gardelia era un reino comercial y si no podían proteger aquello de lo que dependían, podían perder las ganancias que disfrutaban.

A pesar del camino alterno, había comerciantes que preferían dejar la mitad de sus productos en el campamento que perder medio día de viaje y poner en peligro su mercancía y su vida. Algunos comerciantes incluso llevaban una carga extra de sus productos para entregar en el campamento para que sus ganancias no se vieran tan afectadas.

Cuando el soldado llegó al campamento de Chika, varios de esos soldados le bloquearon el paso y le preguntaron qué llevaba. El soldado, que era completamente leal al pequeño rey y a la Malthai, tenía que contenerse y no hacer nada estúpidamente heroico que pusiera en peligro el plan.

— Son unos barriles de Vino del Desierto. Voy a la Posada del Descanso y... también tengo un barril extra para ustedes. — Habló el soldado, asegurándose de que no se notara la mentira. — Escuché que se suponía que debía dejar un pago de buena voluntad.

— Un barril no será suficiente, ¿qué tal si nos dejas dos? Traes cuatro, es justo.

— ¿Qué... dos? No... No puedo, es demasiado.

— Vamos chicos, parece que esta es la primera vez que este pequeño comerciante da un soborno.

La voz de Chika sonó entre los hombres que rodeaban al soldado, y el soldado pudo ver al príncipe acercándose con una gran sonrisa en los labios. El príncipe estaba demasiado cerca, estaba desarmado y con la guardia baja, que el soldado no dudó en tomar el cuchillo que llevaba consigo y atacar al príncipe.

Nunca tendría una oportunidad así y no dudó en aprovecharla. Si mataba al príncipe ahora, todo volvería a la normalidad.

Lo que no esperaba el soldado era que el Príncipe Chika esquivara la puñalada y lo golpeara en el estómago, haciendo que los otros hombres lo agarraran de los brazos y lo hicieran arrodillarse frente a él. El soldado jadeó, pero en cuanto se recuperó fijó su mirada en el príncipe que jugaba con el cuchillo que había usado para intentar apuñalarlo.

— ¿Qué tenemos aquí? ¡Un pequeño valiente! — El soldado le escupió y el príncipe le dio un puñetazo en la cara. — Apuesto a que ni siquiera es comerciante.

— Escoria. — El soldado habló y el príncipe volvió a golpearlo. — Mereces morir, no tienes nada que hacer aquí.

El príncipe solo se rió de las palabras del hombre arrodillado porque lo que salió de su boca le pareció ridículo. El hombre obviamente era leal a la Malthai, probablemente un soldado voluntario para esa misión que obviamente había fracasado.

Chika no necesitaba a gente así, que no podía seguir una orden, así que abrió uno de esos barriles de vino e hizo que sus hombres trajeran al soldado para que bebiera el líquido.

El soldado luchó contra aquellos hombres, tratando de liberarse, hasta que sintió el dulce sabor del vino en su boca. Cerró la boca con fuerza para no beber el vino que le caía en la cara, pero uno de los soldados lo golpeó en la espalda y otro aprovechó el grito que dio para obligarlo a mantener la boca abierta para que pudiera beber el vino.

— Ya no necesitamos detener los otros cargamentos de vino, encontramos el que estaba podrido.

Los hombres de Chika soltaron al mercader y lo vieron dar dos pasos mientras se sujetaba la garganta, tratando de disminuir la sensación de fuego que lo quemaba por el veneno, hasta que se desplomó en el suelo echando espuma ensangrentada por la boca.


Invierno — x494 / 1 de marzo

Chika no llegó solo al Palacio Blanco, llegó acompañado por una guardia de sus mejores hombres, así como un enorme jarrón de hidromiel traído desde el otro lado del Mar del Amanecer como regalo para la Malthai. Él estaba tranquilo, aunque era un hombre contra un reino, estaba seguro de que ganaría porque ese trono era suyo por derecho legítimo.

Los guardias de la puerta lo detuvieron, le quitaron las espadas a él y a sus hombres y los dejaron entrar al Palacio Blanco. Chika no necesitaba espadas para pelear porque fácilmente podía desarmar a uno de los guardias y conseguir una, así que dejar sus preciadas espadas en la entrada del castillo no fue un problema para él.

Chika caminó por los pasillos por los que había corrido cuando era niño y esperó a la Malthai dentro de la sala del trono.

Su trono.

Cada vez que Chika veía ese trono, él recordaba las palabras de su padre donde le aseguraba que algún día se sentaría en él y sería alabado como el Señor del Desierto. Si no fuera por la Malthai, si no fuera por esa mujer, su vida habría sido diferente.

Sus hombres estaban inquietos, sedientos por la inminente pelea que se desataría en ese salón del trono, pero Chika tenía otros planes para este momento.

Poco tiempo después, la Malthai entró al lugar y se sentó en el trono de los Señores del Desierto, con una corona tan grande que era imposible ignorarla, con la frente en alto. Los soldados que la acompañaban se apostaron en las puertas, convirtiendo esa sala del trono en una jaula para evitar que su invitado escapara.

Chika admitía que había entrado en la guarida del lobo, pero conocía ese lugar como la palma de su mano y sabía que escapar no sería tan difícil.

— Príncipe Chika, arrodíllate y suplica clemencia en este momento, y tu vida será perdonada.

La voz de la Malthai era fuerte y autoritaria, pero Chika solo sonrió ante la orden y agitó la mano para que dos de sus hombres le presentaran el jarrón de aguamiel a la Malthai. Un pequeño regalo por los tres intentos de asesinato.

— ¿Me perdonarás la vida? — La pregunta de Chika salió con una dosis de burla que hizo que las cejas de la Malthai se fruncieran. — Es algo tan generoso que te daré un regalo traído de las Tierras del Amanecer.

— No me interesan tus regalos. Si no te arrodillas, la ley se ejecutará como se ha hecho desde la antigüedad y serás decapitado.

Chika ignoró las palabras de la Malthai porque sabía que esta oferta de paz era solo una artimaña para hacerlo bajar la guardia, e hizo que sus amigos abrieran el jarrón de hidromiel que llevaban consigo. Inmediatamente, el aroma a alcohol y muerte se mezcló en el ambiente, provocando que casi todos en esa sala hicieran una mueca.

Chika sonrió, miró a la Malthai y metió la mano en el jarrón, sintiendo el hidromiel en sus dedos. El calor del desierto echaba a perder la carne demasiado rápido si no se conservaba adecuadamente, y el hidromiel no era ideal para conservar la carne.

— Deberían interesarte. Es una ofrenda de paz por el vino envenenado que enviaron a mi campamento hace dos días. — Chika sacó del jarrón la cabeza cortada de un hombre, la cual arrojó al pie del trono haciendo un ruido similar a un trapo mojado muy pesado cuando es arrojado al piso, provocando un ruido de sorpresa general entre los presentes. — Tu consejero militar. Se negó a unirse a mí en mi reclamo al trono y perdió la cabeza. Nunca le gusté, así que no es una gran pérdida... para mí.

La Malthai se levantó de su trono de inmediato, la furia brilló en sus ojos, y lo señaló con el dedo. Los guardias inmediatamente tomaron posiciones para ir tras él tan pronto como la Malthai diera la orden.

— ¡Tú! ¡Asesino! ¡Olvídate de la piedad! — El gritó de la Malthai resonó por la sala del trono. — ¡Serás encerrado y ejecutado al amanecer, como dictan las reglas de herencia!

Los guardias de la Malthai, los que estaban apostados a las puertas de ese salón del trono, desenvainaron sus espadas y comenzaron a caminar hacia Chika y sus hombres, quienes se disponían a defenderse y llevarse a algunos soldados al infierno antes de morir; pero antes del ataque, dos de esos guardias se volvieron contra sus compañeros y los atacaron, provocando una distracción para que el Príncipe Chika pudiera escapar de ese lugar.

Chika sabía que esos guardias iban a morir, pero lo harían bañados en gloria por defender a su verdadero rey.

— ¡Ustedes ya saben qué hacer! — Chika gritó mientras escapaban del Palacio Blanco por los pasadizos que solo él conocía.

Los hombres que lo acompañaron en esa fuga se separaron luego de confirmar la orden que les dio antes de ingresar al lugar.

Uno de esos hombres tenía la misión de informar a los soldados dentro del castillo, los que habían jurado lealtad a Chika, para que asaltaran la sala de armas y pudieran abastecer el campamento. Otro de los hombres tenía la misión de reunirse con los Consejeros que estaban en contra de Malthai y Barragán; y otro tenía la misión de infiltrarse en el harén y secuestrar al hijo recién nacido de Yushiru.

Esta última era prácticamente una misión suicida, pero sus hombres creían en su causa.

Chika sabía que la Malthai controlaba la ciudad y la mayoría de los soldados, pero sabía que el hambre y la escasez serían sus aliados contra la Malthai.


Invierno — x494 / 13 de marzo

La Gran Casa de los Kuchiki le recordó a Aizen aquellos tiempos en los que Maranni era un reino. Aizen no había vivido en ese tiempo pero con todas las historias que escuchó de niño, las clases de historia y menciones de las relaciones entre la realeza de Maranni y Jetaiya, él había creado una imagen muy sólida de esos tiempos.

Él no podía negar que hubo cierta decepción entre lo que esperaba ver y lo que vio, pues la mayor parte de ese palacio ancestral había sido abandonado y solo se le daba el mantenimiento necesario para que la naturaleza no lo invadiera, pero si cerraba los ojos y dejaba volar su imaginación, Aizen podía ver ese fantasma de gloria entre aquellas paredes.

Aizen también descendía de una línea familiar Kuchiki casi tan antigua como la Caída de Maranni.

Cuando decían que todas las casas reales estaban relacionadas entre sí, no bromeaban.

La llegada de Toshiro junto a un mensajero que portaba los colores de Vayalat, interrumpió su paseo por aquellas ruinas del Palacio de Jade y le hizo detenerse frente a ellas.

Aizen no perdía la capacidad de sorprenderse cada vez que Kisuke lo encontraba dondequiera que estuviera, aunque era de esperar que Kisuke hiciera que el mensajero tomara la ruta terrestre si quería asegurarse de que lo interceptara en algún lugar del camino.

Kisuke era bastante inteligente.

— Su Majestad el Rey Kisuke envía esto para usted, Su Majestad.

El mensajero sacó de entre sus ropas un tubo de metal que estaba perfectamente sellado y se lo presentó a Aizen mientras se inclinaba solemnemente.

Aizen tomó el contenedor y permitió que el mensajero se fuera, pero Toshiro se quedó con él. Abrió el tubo de metal y sacó la carta de Kisuke, que siempre era concisa y al grano, solo decorada con la cortesía necesaria para no faltar al respeto.

— Vaya, no me esperaba esto pero si así son las cosas, mejor para nosotros. — comentó Aizen, llamando la atención de Toshiro quien se había quedado en silencio a su lado.

— Algo anda mal, padre. ¿Problemas con Vayalat?

Aizen volteó a ver a su príncipe, sin perder esa expresión tranquila y serena que siempre lo acompañaba y que no desaparecía cuando estaba en batalla, y sacudió levemente la cabeza.

— Si estás preocupado por la princesa Karin, entonces quita ese pensamiento de tu mente. Es posible que ella se encuentre actualmente en el Palacio del Sol en Visnia. — La respuesta de Aizen tranquilizó a Toshiro, pero el rey aún veía la pregunta en los ojos de su hijo. — Nuestro aliado hará algunos pequeños movimientos peligrosos y no quiere poner en peligro a la princesa. No es nada de lo que debamos preocuparnos.

Toshiro se quedó en silencio después de asentir.

Aizen sabía que su hijo prefería mantener las palabras en su boca hasta que fueran necesarias, a diferencia de Koga que hablaba y decía lo que pensaba, y prefería dejarlo así. Era evidente que cada uno de sus hijos había sido influenciado por cada una de sus madres.

— Habrá que cambiar nuestros planes de pasar las celebraciones de primavera en la Casa Grande. — Continuó Aizen, señalando el camino para regresar al área principal y habitada de la Gran Casa. — Saldremos para Adelaar por la mañana.

— Escribiré una carta informando al rey Isshin de nuestra llegada. — Ofreció Toshiro.

— Confío en que pondrás las palabras adecuadas. Isshin será nuestro aliado pero hay cosas que deben permanecer en secreto, por ahora.

Toshiro asintió a lo que dijo su padre y la conversación giró hacia el verdadero motivo de la presencia de Toshiro allí: la celebración de la boda con la princesa Karin.


¿Les está gustando? Espero que sí.