Los Ojos del Ruiseñor
Capítulo 89: El Rey de Jetaiya
Invierno — x494 / 20 de marzo
Era alrededor del mediodía cuando Aizen se bajó del carruaje y pudo ver por primera vez el castillo de Avanta. El lugar era enorme y parecía cualquier cosa menos un castillo, pero eso realmente no le importaba.
Lo que Aizen quería era ver a la reina Masaki.
La última vez que se vieron, él usaba otro nombre, eran más jóvenes y estaban en el campo de batalla. Ella en el grupo de arqueros, y él con los soldados que intentaban derribar las defensas de la isla. Una gran amistad, dijeron, pero si los dos hubieran permanecido juntos, Masaki sería la reina de Jetaiya y sus hijos serían de él.
Aizen sonrió ante ese último pensamiento, porque era interesante cómo la historia parecía repetirse: Karin era la más joven de los hijos del rey como lo fue alguna vez Masaki, Toshiro era un segundo príncipe como lo fue él mismo alguna vez y había una guerra en el norte en la que todos estaban involucrados de una forma u otra.
Aizen estaba deseando ver el rostro de Masaki cuando supiera que el Segundo Príncipe de Jetaiya se había convertido en rey, pero se obligó a enterrar esos pensamientos en el fondo de su mente porque este viaje tenía otras razones además de sus propios deseos pasionales.
Toshiro bajó justo detrás de él y se paró a su lado, mirando las guirnaldas de flores de papel de colores que habían sido colgadas en las paredes para las celebraciones de primavera. Toda la ciudad estaba decorada de manera similar, con flores de colores y banderines pintados a mano, dando la impresión de que en Avanta se tomaba en serio las celebraciones de primavera.
— Creo que el próximo año haremos algo similar. — Comentó Aizen, sabiendo que Toshiro lo estaba escuchando a pesar de que estaba en silencio.
— ¿Una fiesta de una semana? — Toshiro se acomodó el saco y miró a su padre por esas locas palabras que nunca esperó escuchar de él. — Estuve aquí para las Celebraciones de las Almas, también fue una gran fiesta. Se ve que el dinero no es un problema para ellos.
Aizen evitó comentar sobre la prosperidad de Avanta porque no era ningún secreto que una gran parte de la economía provenía de las tierras que alguna vez fueron parte del reino de Maran Khan.
— Hijo mío, tú sabes que las Celebraciones de las Almas hay que hacerlas como es debido, pero creo que no estaría de más hacer algo así alguna vez. — Aizen señaló las guirnaldas de flores de papel y sonrió un poco. — Hazlo por tu futura esposa, para que no se sienta tan sola en su nuevo hogar. Te doy mi permiso.
Toshiro lo miró por un breve momento, como si no pudiera creer que su padre había dicho eso, y luego asintió.
Aizen sabía que su hijo pocas veces mostraba afecto en público, incluso dudaba que lo mostrara en privado, por lo que esperaba que su hijo fuera más cariñoso con su esposa que con su concubina o tendrían problemas.
La posición de Toshiro dentro de la línea de sucesión lo obligaba a tener un hijo lo antes posible para garantizar la estabilidad del reino en caso de que Toshiro ascienda al trono, pero ni siquiera tenía una hija. A veces, Aizen pensaba que su hijo nunca lo haría abuelo.
Los dos caminaron hacia la entrada del Castillo de Adelaar, donde una mujer los esperaba junto con un grupo de sirvientes que se inclinaron antes de ir a ayudar con el equipaje. Aizen sintió una pequeña punzada de decepción porque Masaki no estaba allí.
— Bienvenido, majestad. Su alteza. Soy la Kahya del castillo. — La mujer les hizo una cortés reverencia antes de señalar hacia el pasillo interior. — El rey Isshin me pidió que los llevara a ambos con él tan pronto como llegaran.
Aizen asintió levemente con la cabeza, aún con una amable sonrisa en los labios, y siguió a la Kahya por los pasillos del castillo en compañía de su hijo. Tenía curiosidad por el hombre que se sentaba en el Trono de las Águilas y por cómo sería la relación entre ellos después de lo sucedido con la familia Kuchiki.
Koga le había contado con todo detalle lo que había sucedido en esa reunión en la Cúpula, desde la amenaza tácita de Ichigo al Rey Isshin al hablar de la Tríada hasta la soberana mentira sobre los herederos al trono que tuvo que inventar en ese momento. Aizen no pudo parar de reír durante el resto de la tarde por toda la situación que a sus ojos era hilarante.
Verdades y mentiras a medias, todo por culpa de la hija menor de la familia Kuchiki. La chica que Soujun Kuchiki le había prometido a Koga, la que se había casado con el Segundo Príncipe de Avanta y de quien Koga parecía tener un enamoramiento, algo que a Aizen no le gustaba.
Aizen también quería conocer a la mujer responsable del fracaso de la invasión y de que Koga tomara uno de los collares de la Reina Madre de la bóveda.
—
Isshin estaba de pie frente a la mesa de conferencias en la Cúpula, mirando el enorme mapa que los cartógrafos le acababan de dar y que detallaba con bastante precisión los cinco reinos debajo del Desierto Rojo, el desierto mismo y el reino de Cikram junto con la isla Trinidad.
Había pedido que ese mapa se hiciera después de lo sucedido en el Caso Kuchiki y los cartógrafos se habían tomado su tiempo para hacerlo ya que requería precisión y muchos viajes para cotejar la información. Los cartógrafos decían que era el mapa más preciso que jamás habían hecho y estaban orgullosos del trabajo que habían realizado.
A Isshin le gustó el mapa, le gustaron los colores y las marcas, y le gustó la forma en que se mostró que Avanta era el segundo reino más grande de los cinco reinos. El primero era Kuvar, su eterno rival y su permanente quebradero de cabeza, pero eso pronto cambiaría.
Isshin llevó un par de dedos hacia el punto que marcaba la ciudad de Maranni y la Gran Casa, y el recuerdo de todo lo ocurrido en ese lugar hace dos años le amargó la boca.
Ellos eran el segundo reino más grande de ese lado del continente y tenían un ejército poderoso que podía derrotar a cualquier enemigo que se interpusiera en su camino, pero Ichigo había metido las manos y todo lo que sucedió después los hizo parecer un conejito asustado.
Eso fue vergonzoso y humillante.
Ichigo manipuló todo a su antojo y conveniencia, y todos bailaron al ritmo de sus deseos.
— Rey Isshin. Su Majestad, el Rey de Jetaiya está aquí. La Kahya lo lleva a la habitación que se ordenó.
La voz de un sirviente lo sacó de sus propios pensamientos y echó un último vistazo al mapa, esta vez viendo la capital de Jetaiya. El viaje de Verihan a Maranni tomaba dos semanas, y de Maranni a Adelaar sumaba otra semana, pero Isshin sabía que el Rey de Jetaiya había estado en el reino por más tiempo de lo que parecía.
Los espías dentro de la Gran Casa, Maranni y Tenjira, lo mantenían informado de cualquier situación que sucediera alrededor de alguien con el apellido Kuchiki. Isshin no iba a arriesgarse a otro intento de apuñalarlo por la espalda con una daga. Primero exterminaría a todos los Kuchiki antes de permitir un levantamiento y un nuevo intento de traición.
Isshin salió de la Cúpula y se dirigió a la habitación que había sido preparada para la visita del Rey de Jetaiya mientras pensaba en cómo sería esa relación, si es que alguna vez llegaban a tener una. Quería ver más de cerca al hombre que se había puesto del lado de los Kuchiki, que había enviado a su heredero con la ridícula explicación de que el hijo de la princesa Hisana era el próximo heredero al trono de Jetaiya, y que apareció detrás de una excusa de romance repentino entre los hijos de ambos.
La situación en la que se encontraban no era extraña, pasar de ser enemigos a aliados por un matrimonio era algo común entre reinos, pero Isshin nunca pensó que algo así le pasaría a una de sus hijas hasta que recibió la carta de Toshiro hablando de sus intenciones con Karin.
Ese romance era algo que Isshin no creía, pero decidió darle el beneficio de la duda porque Karin parecía entusiasmada con su relación con el Segundo Príncipe de Jetaiya.
— Rey Isshin, antes de que las cosas sigan el rumbo que hemos planeado, me gustaría aclarar un punto pendiente. — Aizen habló después de las presentaciones y unas palabras de cordial camaradería necesarias para una buena relación.
Isshin se tensó en su asiento, sabiendo de antemano a qué se refería el Rey de Jetaiya, pero no sorprendido de que fuera el primer punto a discutir en esta reunión de bienvenida. Ese mismo tema era lo que Isshin quería discutir antes de que se hicieran los arreglos de la boda.
— Es un tema muy importante del que tenemos que hablar, y me alegro de que hayas sido el primero en mencionarlo, Rey Aizen.
Aizen se acomodó en su asiento, con una sonrisa amable y una mirada confiada, y se aclaró un poco la garganta. Isshin, por su parte, estaba algo tenso pero no lo demostraba porque no quería que Aizen viera ningún tipo de debilidad en él. Suficiente debilidad se había mostrado cuando sucedió el caso Kuchiki.
— Rey Isshin, espero que ese pequeño malentendido de hace un par de años no sea la espina en esta relación que estamos a punto de iniciar entre nuestros reinos.
— Apoyar a un traidor y amenazar la paz de un reino son más que un pequeño malentendido. — Agregó Isshin con voz seria y firme, sin relajar la postura que tenía en ese momento.
Aizen, por otro lado, parecía tranquilo y relajado, como si se tratara de una conversación común.
— Una deuda ancestral que había que pagar y la cual tratamos de cumplir. No voy mentir, codiciábamos sus tierras y no dudamos en aprovechar la oportunidad tan pronto como se presentó en nuestra puerta.
— ¿Codiciaban? ¿Significa que ya no lo hacen? — preguntó Isshin, ocultando la tensión causada por la forma ligera en que hablaba Aizen.
En cierto modo, Aizen le recordó a Kisuke porque la conversación no fluía como él esperaba. Aizen no estaba justificando sus acciones, estaba diciendo descaradamente lo que pretendía hacer.
— Hemos cambiado de opinión en pos de las buenas relaciones. Tomamos ese fracaso como una señal de las Deidades para no levantar las armas, y comprobamos el designio de paz cuando mi hijo confesó haberse enamorado de tu hija.
— ¿Estás diciendo que cambiaste de opinión por mi hija? — preguntó Isshin con una leve nota de incredulidad en su voz, haciendo que Aizen sonriera. — ¿Invadirnos ya no es de tu agrado?
— Invadir sería fácil, una llamada a la Tríada y tendríamos el reino en menos de un mes. — Aizen cruzó las piernas e Isshin recordó que Ichigo también es miembro de la Tríada. Isshin tuvo que tragarse el insulto que nació en su garganta por esa amenaza. — Pero no queremos ofender a las Deidades y tenemos planes más grandes que son más beneficiosos en una alianza.
— ¿Qué tipo de planes son esos?
— Deberíamos discutirlos después de que se firme la alianza, pero te los diré como una muestra de buena voluntad. — Aizen parecía feliz y tranquilo, e Isshin comenzaba a molestarse por esa sonrisa. — Pretendemos unificar los reinos haciendo que la moneda sea tan común como el idioma.
El "pretendemos" no pasó desapercibido para Isshin pero no mencionó nada al respecto. Era obvio que Vayalat estaba involucrado en esa negociación, como posiblemente lo estaba el reino de Gardelia, ya que era un aliado de Vayalat, y solo faltaban Avanta y Kuvar.
Isshin se preguntó qué planeaban hacer para que Kuvar se uniera a la unificación monetaria y, mientras Aizen hablaba a grandes rasgos sobre lo que planeaban hacer, la respuesta llegó a él con bastante claridad. Aizen lo había dicho antes, una llamada a la Tríada y el reino caería en menos de un mes.
—
Las campanas del Templo de las Deidades sonaron, anunciando que el sol se había puesto por completo, y Masaki se levantó de su asiento frente al espejo del tocador después de que le colocaran la Corona de Guerra. Las doncellas arreglaron su ropa, se aseguraron de que no hubiera arrugas adicionales y verificaron que las joyas estuvieran en su lugar.
Mientras su doncella se aseguraba que todo estaba perfecto, Masaki respiró hondo y puso una sonrisa en sus labios antes de salir de su habitación.
Isshin le había dicho lo que se había discutido en esa reunión de bienvenida, y Masaki pudo ver que lo que la Tríada estaba planeando era algo grande. Cambiar la moneda para que los reinos se unan en una sola economía es un gran paso que solo podría ser el precedente de otro gran paso.
Masaki sabía que no importaba de qué lado de la Tríada estuvieran porque mientras Avanta estuviera con ellos, tendrían algún tipo de protección. Además, ver a su propia hija casarse con el Segundo Príncipe de Jetaiya y crear una alianza era mejor que permitir que Kisuke robara a su hijo con el pretexto de renovar la alianza. Sin embargo, Masaki odiaba ese pensamiento porque sentía que estaba vendiendo a su hija.
— Te ves hermosa, mi reina.
La voz de Isshin la sacó de esos pensamientos y la hizo centrar la mirada en su esposo, quien estaba vestido con todos los honores que una cena como la que iban a tener merecía. Masaki sonrió al verlo y se acercó a él para darle una suave caricia en el rostro, la cual Isshin recibió con los ojos cerrados y una sonrisa que demostraba lo feliz que estaba en ese momento.
A menudo se preguntaba cómo habría sido todo si no hubiera existido Kala, y añoraba el pasado en el que ella e Isshin eran felices mientras soñaban con un futuro que nunca llegó. Masaki deseaba que su hija no corriera la misma suerte que ella, pues en Jetaiya las concubinas eran algo que se regalaba a los príncipes y Karin parecía bastante enamorada de Toshiro, según las cartas de Yuzu.
Isshin tomó su mano y besó su palma, dedicándole una sonrisa que llegó a sus ojos y formó pequeñas arrugas en ellos. Isshin estaba envejeciendo como la gente normal, recordándole una vez más que él moriría antes que ella y que no había nada que ella pudiera hacer al respecto.
— Tengo que lucir hermosa. Una reina es siempre el reflejo de su rey.
Isshin sonrió ante esa frase y le ofreció su brazo para que ella lo sostuviera mientras caminaban hacia el comedor. El lugar fue decorado como ella lo había ordenado, con los tonos primaverales acorde a la temporada en la que se encontraban, y quedó satisfecha con el resultado a pesar de que tuvieron poco tiempo para organizarlo.
Isshin la llevaba del brazo para presentarle al Rey de Jetaiya, pero Masaki solo dio un par de pasos antes de quedar congelada en el lugar, deteniendo el avance de Isshin, quien inmediatamente se giró hacia ella.
— Mi reina, ¿qué pasa?
La voz de Isshin sonaba tan preocupada que Masaki tuvo que recuperarse rápidamente del impacto de ver a ese hombre que le sonreía amablemente. Nunca, nunca habría adivinado que Sousuke era el rey de Jetaiya. Ni en sus sueños más locos se lo habría imaginado.
— Estoy bien, mi rey. No te preocupes, solo los zapatos que son nuevos. — Ella mintió con tanta naturalidad como pudo. — No los ajusté correctamente.
Masaki palmeó la mano de Isshin un par de veces para tratar de tranquilizarlo, pero su esposo no estuvo tranquilo hasta que ella le aseguró que estaba bien unas cuantas veces más. Todo el mundo los miraba, así que tenían que moverse o los invitados empezarían a hablar de esa pequeña pausa.
Al llegar a Sousuke, Masaki vio que Ichigo y Rukia estaban con el Rey de Jetaiya. No se había dado cuenta porque la presencia de Sousuke había eclipsado a todas las demás y lo maldijo por eso, porque él no podía simplemente aparecer y alterar su vida y sus recuerdos de esa manera tan fácil.
Habían pasado muchos años desde la última vez que se vieron, pero más que querer hablar con él sobre ese pasado que los unía, ella quería preguntarle por qué nunca le dijo que él era el rey de Jetaiya. Las preguntas se formaron en su mente con cada paso que se acercaba a él, porque algo dentro de ella le decía que la alianza de Sousuke con los Kuchiki no había sido solo por un acuerdo ancestral.
— Rey Aizen, esta es la mujer sentada a mi lado, la Reina Masaki.
Isshin la presentó, completamente inconsciente de todo lo que pasaba por su mente, y Masaki simplemente siguió el protocolo por el bien de todo lo que se consideraba sagrado. Si abría la boca en ese momento y decía que ya lo conocía, podrían pasar cosas terribles esa noche.
Sousuke parecía tranquilo, pero la sonrisa que le dedicó en ese momento iba más allá de mostrar amabilidad y cortesía, mostraba una oscura emoción que Masaki pensó que no volvería a ver en su vida. Sumado a eso, el latigazo en su columna por esa sonrisa la hizo sentir que toda su piel se erizaba como cuando era joven, y lo maldijo mentalmente.
Eso no le podía estar pasando en ese momento, no cuando estaba aferrada al brazo de su marido y él podía ver el cambio involuntario en ella, todo porque veinte años de matrimonio no habían pasado en vano.
— Ahora entiendo por qué mi hijo se enamoró de su hija, la reina Masaki. Nunca imaginé que la reina de Avanta fuera una mujer tan hermosa.
— Eso es muy amable de tu parte, Rey Aizen. — Masaki se sorprendió de lo calmada y cordial que sonaba su voz, pues las emociones en su interior eran un vendaval que amenazaba con arrasarlo todo. — Espero que esta cena y la estancia en Adelaar sean de su agrado.
— Hasta ahora, todo lo que he visto me ha dejado sin palabras. — Agregó Sousuke con calma, sin embargo Masaki tenía la sensación de que las palabras estaban completamente dirigidas a ella. — Estoy seguro que la estadía dentro de este castillo será algo inolvidable.
En ese momento, Masaki temió que Isshin hubiera notado la forma en que los ojos de Aizen brillaban al verla. Trató de buscar ayuda de Ichigo o Rukia, pensar en algún tema de conversación que aliviara la presión que sentía, pero ni su hijo ni su esposa estaban allí. Se habían ido de allí en algún momento que ella ni siquiera notó.
— Espero que también disfrute de las celebraciones de primavera.
La voz de Isshin sonó cerca de su oído, con ese tono que pretendía ser amable pero ocultaba un gruñido bajo que solo ella podía escuchar.
Masaki sabía que Isshin no era un hombre celoso de quienes la rondaran, de hecho parecía orgulloso de que la gente la admirara y elogiara su belleza; pero en ese momento Masaki tuvo la impresión de que los elogios de Aizen hacia ella eran algo que a Isshin no le gustaban porque después de esa presentación, no la dejó sola durante toda la cena.
Isshin nunca se había comportado así con ella en público, no a tal grado, y eso causó un pequeño conflicto a Masaki. Por un lado, quería alejarlo un poco porque se sentía extraña y, por otro lado, quería que él no se alejara de ella porque tenía miedo de que Aizen la abordara esa noche.
La cena le resultó incómoda y en cuanto hubo pasado el tiempo necesario para que su salida no fuera tomada como descortés, se inventó una excusa y salió del comedor. Necesitaba alejarse de Isshin, que parecía un sabueso vigilando a su dueño, y de la mirada de Aizen, que parecía encontrarla cada vez que ella miraba a cualquier parte.
Masaki quería gritar porque nunca imaginó que algo así podría pasarle a ella. Ni en el peor de los escenarios pensó que su esposo y su ex amante estarían juntos bajo el mismo techo, y mucho menos que estaba a punto de celebrarse una boda entre sus hijos.
Mientras su doncella la ayudaba a cambiarse el vestido por el camisón, llamaron a la puerta de su habitación y la doncella anunció la presencia de Isshin afuera. Masaki inmediatamente se puso su bata de dormir y calmó un poco sus nervios, que se dispararon en el momento en que escuchó que Isshin estaba ahí.
Isshin no sabía que ella conocía a Aizen, por lo que no podía quejarse de eso, pero en ese momento Masaki no tenía idea de por qué Isshin tendría que estar fuera de su habitación pidiendo verla.
Tan pronto como se calmó, le pidió a la doncella que dejara pasar al rey y los dejara solos. Masaki simplemente se encomendó a la Sombra y esperó pacientemente a que su esposo entrara en la habitación, deseando que él estuviera allí por cualquier motivo que no fuera Aizen.
Isshin entró tranquilamente, con una mirada seria y los ojos fijos en ella. No dijo una sola palabra. Él simplemente se acercó a ella, la agarró por la cintura y la besó con lo que Masaki describió como violencia y posesión.
—
La cena fue tranquila, la música seguía sonando a lo lejos y había suficiente vino para que los invitados se quedaran hasta el amanecer si así lo deseaban, así como pequeños platos de comida para picar. Rukia había estado presente en la planificación de esa cena y recurrió a Hisana para que la ayudara a planificar la comida. Al final, todo había salido tan bien como podía hacerlo una pequeña celebración planeada con tres días de anticipación.
— Ni siquiera se dio cuenta del collar. — Comentó Ichigo, quien estaba de pie junto a ella con una copa de vino en la mano. — Pensé que sería lo primero que notaría la reina, pero la presencia del Rey de Jetaiya fue todo lo que llamó su atención.
— Nunca la había visto tan incómoda. — murmuró Rukia, quien sostenía un palo con una bola de masa frita rellena y observaba cómo el Rey de Jetaiya le hablaba a Hisana. — ¿Crees que la reina Masaki y el rey de Jetaiya se conocían de antes?
— No tengo forma de saberlo, pero si ellos se conocían, entonces debió haber sido en la época de la conquista de la Isla Trinidad. — Ichigo se comió la bola de masa frita de Rukia y ella tomó otra del plato que sostenía en la otra mano. — Ambos deben haber tenido nuestra edad en ese momento, más o menos.
— Posiblemente una amistad que terminó mal. — Murmuró antes de comer la bola de masa frita que había tomado y picar otra para ofrecer a su marido. — Sigo pensando que la boda de Karin es un poco rara, además Kaien sigue creyendo que orquestamos todo porque tenemos un plan malvado para apoderarnos del trono. Quiero decir, lo tenemos pero no vendimos a Karin por eso.
Ichigo se rió de ese comentario y le dio un suave beso en la cabeza. Rukia tomó la copa de vino de Ichigo para beber un poco, recordando la conversación que tuvieron con Kaien el día anterior y la forma en que él había dejado en claro su posición con respecto a la boda de su hermana. Por más que Ichigo trató de hacerle entender que no le había vendido a Karin a Jetaiya, Kaien no le creyó y la alianza entre ellos terminó.
— Supongo que hemos traumatizado a Kaien lo suficiente como para que piense que soy capaz de vender a mi propia hermana. — Ichigo agarró un vaso nuevo de un sirviente que pasaba. — Toshiro asegura que sus intenciones con Karin van más allá de una alianza. Afirma que siente algo por ella y que su interés es genuino.
— ¿Confías en él? — preguntó Rukia después de beber lo último de su copa de vino. — Ya sabes… ¿Confías en que Toshiro no le romperá el corazón?
Ichigo también bebió lo que había en su copa de vino antes de responder.
— Tengo que hacerlo. — Tomó ambos vasos vacíos y se los entregó a un sirviente. — Salgamos de aquí, la cena de bienvenida ha terminado para nosotros.
Rukia comió el último bocado que le quedaba en el plato antes de despedirse de su hermano, Hisana, Toshiro y el Rey Aizen, quienes charlaban entre risas sobre algo que ella no pudo escuchar.
La reina no se había fijado en el collar, pero el rey Aizen sí, y le había dedicado unas palabras sobre lo bien que le sentaba esa joya, así como el origen de ese collar y cómo se lo regaló su abuelo a su abuela.
Era una joya con historia que le añadía más peso y valor del que ya tenía.
Cuando salieron del lugar donde se llevó a cabo la cena, Rukia se dio cuenta de que la luna era solo una pequeña línea que estaba a punto de desaparecer y que si no fuera por las antorchas que estaban encendidas por todas partes, la oscuridad en los pasillos y jardines del castillo sería absoluta.
Caminaron en silencio, tomados de la mano hasta que ella lo abrazó en busca de calor. La noche era hermosa y fresca, y aunque le gustaba el frío, le gustaba más sentir el calor de su esposo que la hacía sentir protegida y cómoda.
Para cuando entraron al Jardín de Mármol, que parecía ser el destino que Ichigo había planeado para esta caminata, Rukia tenía su saco sobre los hombros.
En ese jardín había unas pequeñas flores blancas que solo se abrían de noche y cuyo aroma era tan suave y embriagador que era un deleite olerlo. En las noches de luna llena, aquellas florecitas parecían captar la luz y brillar, volviéndose mucho más hermosas a la vista. A Rukia le gustaba mirarlas, aunque solo lo hacía cuando estaba con Ichigo.
— ¿Te gustaría tener tu propio jardín? — La pregunta de Ichigo hizo que Rukia se detuviera antes de arrancar una de las flores.
En ese momento, gracias a que sus ojos se habían acostumbrado a la penumbra que le daba la tenue luz de las antorchas que iluminaban el jardín, pudo ver el rostro de su esposo, quien la miraba con curiosidad, esperando una respuesta.
— ¿Un jardín privado? — Preguntó emocionada por la idea de tener algo que fuera exclusivamente suyo.
Rukia tenía una huerta y un jardín privado en Maranni, el cual no había visto desde que se fue de allí para casarse con Ichigo, y no podía negar que había momentos en los que extrañaba disfrutar de la soledad en compañía de sus plantas.
El jardín privado de la reina era hermoso, pero los jardineros eran los encargados de cuidarlo para que siempre se viera impecable, además, ese lugar era solo para admirar y Rukia extrañaba poner sus manos entre las plantas de menta, la frialdad del tierra cuando quitaba las malas hierbas y la tranquilidad que le producían esos momentos en los que solo era ella y nada más.
Extrañaba un poco a esa Rukia que creció en Maranni y que se quedó allí, entre los rosales y la menta.
— Uno que será solo tuyo, como el de la reina. — respondió Ichigo, cortando la flor que ella pretendía cortar y colocándosela con cuidado en el cabello. — El bosque de la arboleda es un buen lugar, también cerca de la puerta del acantilado y hay un espacio disponible entre los jardines interiores. ¿Cuál te gustaría?
Rukia sintió que su corazón latía con verdadera emoción y felicidad, y su mente comenzó a imaginar ese jardín y las plantas que podría plantar en él. La idea de que en la primavera del próximo año su jardín podría estar lleno de flores de colores la hizo sonreír.
— ¿Puedo ver los lugares primero? — Preguntó con los ojos brillantes por la emoción de recibir ese regalo que le parecía increíble.
Ichigo asintió, tomando una de sus manos y depositando un beso en la palma.
— Por supuesto que puedes. En el que más te guste, ahí estará.
Rukia pudo ver la sonrisa en los labios de su esposo y llevó su mano a su rostro para atraerlo hacia ella. El beso que siguió fue dulce y lento, el mismo tipo de beso que le decía cuánto él la amaba y cuán culpable aún se sentía por todo lo que sucedió el día de las rosas.
Unos días antes, tuvieron una charla similar a la que tuvieron cuando estaban en su luna de miel, pero esta vez Ichigo no se rindió y se culpó por no poder protegerla y por haberla puesto en ese tipo de peligro. Esos días aún pesaban mucho en el corazón de ambos y ella no podía culparlo por sentirse así, por lo que no volvió a insistir en ese tema.
No hasta que esa herida haya sanado un poco más.
Primavera — x494 / 23 de marzo
El salón del trono de Cikram era tal como lo recordaba Kisuke: imponente, majestuoso, y con ese enorme candelabro coronando el techo abovedado. Quizás había cambiado un poco en todo ese tiempo, un nuevo tapiz aquí o una nueva estatua allá, pero nada que restara majestuosidad al lugar.
Cuando Kisuke se paró frente al enorme trono de Cikram, que era una obra monumental de madera y joyas preciosas, recordó la noche en que se había coronado rey de ese reino.
Esa noche, el piso de mármol de ese salón del trono había sido manchado con la sangre de miembros de la familia real y las paredes resonaban con los gritos cargados de maldiciones contra él. Si cerraba los ojos, podría jurar que era transportado a ese pasado donde había arrojado la cabeza cortada del antiguo rey de Cikram a los pies de su heredero.
Había sido una noche gloriosa.
— ¡Su Majestad!
La voz animada de una mujer hizo que dejara de recordar aquellos tiempos de sangre y conquista, y fijó su atención en el lugar de donde procedía esa llamada. Kisuke no la había visto desde que la hizo reina de Cikram pero seguía tan hermosa como siempre, con ese cabello negro y esos ojos claros que encantaban como dos piedras preciosas.
La mujer se acercó a él y le besó las manos en un gesto de respeto y cariño, pero Kisuke la abrazó con la misma emoción que cuando era niña. Fue un largo abrazo que terminó cuando Kisuke besó a su hija en la cabeza.
Su primogénita, la niña que tuvo con su amada Sombra.
A la que hizo reina de Cikram.
— ¿Dónde están mis nietas? Quiero verlos. — Habló Kisuke, totalmente animado de ver a su hija después de tanto tiempo y ansioso por conocer a sus nietas de las que ella tanto le había hablado en sus cartas.
— Están con su padre. Están jugando en el jardín del rey. — La reina de Cikram se colgó del brazo de Kisuke para guiarlo por los pasillos de ese lugar mientras le mostraba una enorme sonrisa. — Vamos, te llevo. Están ansiosos por conocerte, padre.
—
Chika vio al mercenario sentado afuera de su propia tienda, con una botella de ron y un par de sus generales sentados con él, riéndose de alguna tontería que a Chika no le importaba. Lo único que él esperaba, y por lo que estaba pagando, era que hicieran bien su trabajo.
Él habría preferido contratar a los mercenarios de la Tríada, pero lo último que escuchó de ellos fue que estaban en el norte de las Tierras del Ocaso, por lo que tuvo que contratar a la segunda mejor compañía de mercenarios disponible: La Compañía Tirnoq.
Y por lo que cobraban, tenían que ser bastante buenos.
Chika tomó su propio caballo y decidió comenzar a recorrer la periferia de la ciudad, como lo había hecho todos los días desde que la Malthai ordenó cerrar la ciudad para "proteger" a los ciudadanos de los invasores.
Si la Malthai había pensado que él estaba solo con un pequeño grupo de soldados, entonces era ingenua.
De todos los hombres que lo acompañaron a la sala del trono esa vez, solo el que tenía la misión de infiltrarse en el harén no había regresado. Chika sabía que este hombre no regresaría pero aun así era una pérdida lamentable porque era bastante bueno con la espada.
Al llegar a la Puerta Sur, Chika vio a un grupo de comerciantes que intentaban ingresar a la ciudad, pero los mercenarios se lo prohibieron. La orden había sido clara: los mercaderes debían dejar parte de la mercadería para los soldados y luego irse a otra parte, y todos tenían que hacerlo sin importar qué. Los asedios solían ser lentos y lo que buscaba Chika era que la gente encerrada dentro de la ciudad se volviera contra la Malthai.
Él solo tenía que esperar un poco más y luego se presentaría como el salvador de la ciudad porque la gente, cuando tiene hambre, se traga cualquier cosa.
Y eso incluye las mentiras.
—
Su doncella terminó de ponerle perfume en el cuello, la nuca, las muñecas y entre los pechos, y le presentó los zapatos para que se los pusiera. Su cabello estaba suelto, solo asegurado con el broche que Isshin envió en la tarde junto con el mensaje: "Un regalo del Rey Isshin para su majestad, la Reina Masaki. Pide que lo use en la cena de esta noche".
Masaki se preguntó si Isshin también tenía la intención de llevarla a la cama esa noche, porque habían sido muchos días seguidos y ella estaba empezando a preocuparse de que el corazón de Isshin se agitara demasiado.
Todavía no quería ser viuda.
Después de que Isshin entró en su habitación esa noche, la acorraló y se la cogió. No hizo ningún tipo de pregunta o reclamo, lo único que salió de la boca de Isshin fueron jadeos y la palabra "mía" cada vez que rompía un beso para empezar otro.
Llevaban años sin hacerlo como lo hicieron aquella noche.
Isshin era demandante y sabía dónde tocarla para que ella simplemente dijera "sí" a todos sus deseos.
Sus gritos y gemidos habían sido tan fuertes que las doncellas entraron a su habitación porque pensaron que el rey la estaba lastimando, cuando era todo lo contrario. Las pobres chicas tuvieron que salir de allí tan rápido como entraron mientras se disculpaban y se tapaban la cara avergonzadas por encontrar a su rey y reina en tal situación.
Al día siguiente, Masaki tuvo que usar el don para poder borrar las marcas de mordeduras y chupetones que Isshin le había dejado por todo el cuerpo; incluso ella tenía mordiscos en los muslos y no se dio cuenta en qué momento Isshin se los hizo. Cuando se ofreció a tratar las heridas de su esposo, Isshin simplemente se negó y dijo que eran su trofeo de guerra.
Estuvieron juntos todo el día, asistieron al inicio de las celebraciones de primavera en la capital, y cuando regresaron al castillo, Isshin le pidió que se bañaran juntos en los baños privados del rey. Volvieron a pasar la noche juntos e Isshin le volvió a dejar marcas por todo su cuerpo, allí donde sus labios lograban llegar.
Si eso no era una demostración de celos y posesión, entonces Masaki no sabía qué era, pero lo estaba disfrutando.
—
La noche en el acantilado era fresca, más fresca de lo que Aizen hubiera imaginado y le gustaba. Sus caminatas nocturnas en solitario eran un momento para relajar su mente de las presiones de la corona, lo que le permitía concentrarse en cosas más mundanas y familiares, como su hija y su nieto.
El niño era prácticamente una versión pequeña de Byakuya pero con los ojos de Hisana, y Aizen encontró eso curioso porque Hisana no se parecía a su madre más allá de sus ojos azules. Eran ojos que estaban destinados a seguirlo a donde fuera porque ese color era único.
Su nieto era adorable y rápidamente se apegó con él tan pronto como Hisana se lo presentó, lo que provocó que Aizen se encariñara rápidamente con el niño por ser su primer nieto varón. Tal vez, cuando el niño fuera mayor, enviaría a buscarlo para que fuera educado por los maestros privados de Jetaiya, como correspondía a su nacimiento.
Estaba a punto de entrar al edificio donde estaban las habitaciones que le habían asignado, cuando vio a Masaki caminando hacia él. Estaba vestida con algo que parecía un cruce entre un vestido y una ropa de dormir, demasiado sugerente para usar durante el día pero perfecto para una visita nocturna a la cama de otra persona.
Aizen no tuvo que pensar mucho para saber que la reina iba a visitar la cama del rey esa noche, provocando una parte muy pequeña dentro de él, la misma que despertó en la noche de la cena mientras el rey Isshin sostenía a Masaki de la cintura, gruñó con cierta molestia ante esa idea.
Se quedó dónde estaba, esperando a que ella y su doncella pasaran junto a él, e inclinó levemente la cabeza a modo de saludo. Este era el encuentro casual que estaba esperando que ocurriera y tuvo que ocultar una sonrisa cuando Masaki se detuvo frente a él.
No importaba que la reina se hubiera detenido a una distancia prudente, Aizen pudo apreciar la figura de la reina con todo el detalle que permitían las luces de las antorchas que iluminaban los pasillos. Ella había cambiado mucho desde la última vez que se vieron y, sin embargo, conservaba esa belleza antinatural y esa juventud que poseía la realeza de Vayalat debido al don de la guerra.
Aizen no podía negar que el deseo de tocarla le quemaba las manos y otras partes de su cuerpo. Quería arrinconarla, besarla y saborearla como tantas veces había sucedido en la isla, pero se contuvo porque estaba acompañada.
Masaki movió su mano y la doncella a su lado inmediatamente dio un paso atrás, bajando la mirada tanto como pudo y guardando silencio. Aizen apreció ese gesto como una muestra de poder absoluto, como debe ser en una reina, y se arrepintió de no haberla buscado apenas regresó de la batalla.
El silencio entre ellos fue pesado, pero ninguno de los dos miró hacia abajo. Aizen pudo ver en los ojos de Masaki una ira demasiado palpable como para pasarla por alto, pero no pudo evitar sonreír al ver a la reina. Dio un paso hacia ella, con la intención de acortar la distancia para poder finalmente tocarla, pero Masaki levantó la mano y lo detuvo con ese simple gesto.
— Que la chica detrás de mí no hable, no vea y no escuche, no significa que no haya más ojos observándonos. — Masaki bajó la mano y Aizen retrocedió el paso que había dado, recordando que ese no era su palacio y estos no eran sus soldados. — Da gracias que es por esos ojos que no te doy el golpe en la cara que te mereces.
Aizen dejó escapar una pequeña risa, demasiado suave y sutil para que nadie más que Masaki la escuchara, y disfrutó viéndola juntar las cejas en un gesto de enojo muy lindo.
— Puedes usar esa vieja magia que corre por tus venas para castigarme por mi silencio todos estos años, pero aún prefieres el contacto físico. — Aizen colocó una mano sobre su corazón. — Yo también te extrañé, Masaki.
— ¿Quién dijo que te extraño?
La pregunta fue desafiante y defensiva pero sin vacilación alguna en su voz, lo que provocó de nuevo el silencio entre ellos. Tal vez ella no lo extrañaba, pero Aizen estaba seguro de que él todavía causaba algo en ella. Lo vio la noche de la cena y podía sentirlo debajo de su piel.
— ¿Dónde está la princesa sedienta de sangre que conocí en el campo de batalla?
— Se quedó en el campo de batalla. Disfruta de tu estancia en el castillo, rey Aizen.
Masaki dijo su nombre y título con esa ira mezclada con reclamos, y le hizo una señal a su doncella para que continuaran su camino. Ella solo había dado un par de pasos cuando Aizen volvió a hablar. Él no quería que ella se fuera, quería seguir viéndola y admirando a la mujer en la que se había convertido, pero Masaki no volteó a mirarlo.
Esa parte de ella no había cambiado en absoluto. Temperamental, obstinada y exigente. Seguía siendo una princesa mimada escondida bajo una máscara de reina.
— Su Majestad, me gustaría hablar sobre la boda de nuestros hijos. — Aizen sabía exactamente cómo sonaba esa frase, y por el ligero encogimiento de hombros de Masaki, ella también lo sabía. — El jardín de mármol por las tardes es hermoso, me gustaría que la ceremonia fuera en ese lugar.
— Mañana hablaremos de esos asuntos. Ahora tengo que visitar a mi rey.
Aizen observó a Masaki seguir su camino, observándola hasta que se perdió de vista en la oscuridad, y luego se dirigió al edificio donde se alojaba. No podía negar que una pequeña parte de él se movió con molestia tan pronto como Masaki confirmó que pasaría la noche con su rey.
Una parte de él, la que era temperamental y salvaje, aún consideraba a Masaki como suya.
¡Hola a todos! Disculpen la tardanza, se me cruzó la vida jeje pero aquí está el capitulo, espero que lo disfruten.
Saluditos a todos! :D
