Los Ojos del Ruiseñor


Capítulo 91: Una boda apresurada


Primavera — x494 / 30 de marzo [Rukia, 18 años / Yuzu y Karin, 16 años]

Si había algo que ponía de buen humor a Rukia era que la semana de celebración de primavera había terminado y sus doncellas habían regresado al castillo, haciendo que todo volviera a la normalidad y a las rutinas diarias.

Maru había hecho un trabajo maravilloso, pero Rukia se había acostumbrado tanto a la forma en que Tatsuki y Kana la cuidaban que se sentía incompleta sin ellos. Ambas chicas habían estado a su lado prácticamente desde que comenzó su vida en el castillo y sabían cómo le gustaban las cosas, además de haberse convertido en sus principales confidentes y consejeras.

Rukia recompensaba el trabajo de sus doncellas dándoles cosas que las hacían sentir especiales, como vacaciones más largas o regalos que les compraba especialmente a ellas. Sus doncellas eran las únicas cuyos adornos para el cabello estaban hechos de oro; Rukia se los dio bajo la premisa de que si lo necesitaban, podían venderlo.

Maru también había recibido un adorno de oro para el cabello. Rukia se lo había dado porque no quería que hubiera ni un ápice de discordia entre las chicas que trabajaban para ella. Era bien sabido que las otras chicas de servicio podrían burlarse de Maru por haberla servido y no tener un adorno dorado en el cabello.

Los rumores de que las otras doncellas consideraban injusto el trato preferencial de Rukia hacia sus propias doncellas habían llegado a oídos de la reina, y la reina la convocó para hablar con ella sobre los regalos que les había dado a Tatsuki y Kana.

La reina sostuvo que darle regalos tan caros a sus doncellas hacía que las demás chicas se sintieran menospreciadas, pero Rukia mantuvo su postura y afirmó que sólo había sido un regalo sin ninguna intención maliciosa oculta.

También justificó la semana de vacaciones diciendo que ellas no habían pedido vacaciones desde que trabajaban para ella y que hacerlo había sido una forma retroactiva de compensarlas.

"Es algo similar a lo que hace Ichigo con las vacaciones de los soldados." Comentó Rukia con calma, provocando que la reina simplemente se frotara el puente de la nariz y desistiera del tema.

Al final, la reina le pidió que no les diera tantos días seguidos en fechas que se consideraran importantes, ni regalos tan costosos, o podría causar discordia entre las demás doncellas. Rukia tuvo que aceptar las palabras de la reina, aunque no era su problema si otras personas no trataban bien a sus trabajadores.

Después de eso, la reina cambió la conversación y el té fue servido en las tazas frente a ellas mientras una doncella colocaba bandejas con bocadillos para acompañar el té.

La reina guió la conversación hacia alguna trivialidad, como cuando aún existía ese vínculo de confianza entre ambas, y Rukia solo continuó con el tema hasta que se anunció la hora de la reunión de la reina con el rey Aizen para discutir asuntos de estado.

La boda de la princesa Karin y el príncipe Toshiro era claramente una cuestión de estado.

Eso no habría sido extraño bajo ninguna circunstancia, pero la reina parecía tener reuniones con el rey Aizen todos los días y esto desconcertaba a Rukia, al igual que los intentos de la reina de volver a formar el vínculo entre ellas.

Había pasado poco más de un mes desde el Día de las Rosas, y Rukia lo consideraba poco tiempo para bajar la guardia. Incluso cuando estaba tomando té con la reina, Rukia sólo se mojaba los labios porque no confiaba en ella.

No quería volverse paranoica, pero la herida seguía ahí, sangrando dentro de ella.

En la mañana, mientras Tatsuki le cortaba las puntas a su cabello y recordaba que el rey llegaba al castillo ese día, Rukia no pudo evitar mencionar lo extraña que le parecía la actitud de la reina desde el día que el rey Isshin había ido a buscar Princesa Karin en el Palacio del Sol.

Era algo que Rukia no podía explicar de manera coherente, pero tenía esa sensación de que algo había cambiado en la reina a pesar de que ella seguía igual.

— Ella siempre parece estar de buen humor. — murmuró Rukia mientras escuchaba las tijeras cortando su cabello. — No es que esté sonriendo todo el tiempo, pero su rostro está radiante.

— Quizás el hecho de que su hija menor se case la tenga de buen humor. — sugirió Tatsuki mientras hacía el corte final después de asegurarse de que el cabello de Rukia estuviera bien cortado.

— ¿No se supone que debería estar triste? La princesa Karin es su hija menor. — Rukia pensó por un momento. — Mi madre se puso triste y tensa cuando supo que yo venía al Castillo de Adelaar, aunque mi madre nunca se separó de mi lado durante toda mi vida en la Gran Casa. La reina, en cambio, solía enviar a sus hijas al Palacio del Sol después del invierno y traerlas de regreso en otoño.

Rukia se bajó del taburete en el que estaba parada y se miró el cabello en el espejo. Su cabello solía llegar hasta sus caderas, pero después de que Tatsuki se lo cortó, llegó hasta su cintura.

— ¿Y si en lugar de preguntarte por qué la reina está tan feliz, vas y aprovechas el momento? — sugirió Tatsuki mientras recogía el cabello cortado del suelo. — Ve y pide que le permita al Príncipe Ichigo regresar al área de la reina.

Rukia dejó de mirar su cabello y se dio cuenta de que Tatsuki tenía razón. Si la reina estaba feliz y trataba de vincularse con ella, ¿qué mejor manera de mostrar buena voluntad que permitir que Ichigo la visitara nuevamente en su propia habitación?

— ¡Tatsuki, eres una genio! — Rukia tomó por los hombros a su doncella, quien la miraba algo confundida por su reacción, y sonrió. — Prepara galletas para la reina y hazle saber que la visitaré a la hora del té. La princesa Karin llega hoy y debo hacer la solicitud antes de su llegada o podría perder la oportunidad.

Tatsuki asintió y salió de la habitación para hacer los recados que Rukia había pedido porque las galletas tenían que estar listas para la hora del té. Rukia se quedó pensando en la mejor manera de pedirle a la reina que levantara el castigo de Ichigo porque extrañaba que su esposo la visitara.

Si no fuera por Tatsuki, todavía estaría pensando en el buen humor de la reina y habría perdido la oportunidad de hablar sobre ese tema que era bastante importante para ella y su matrimonio.

Karin nunca se había sentido tan nerviosa y ansiosa por regresar a casa como ese día. Todavía no podía creer que al día siguiente sería su boda, al menos la oficial dentro del reino, y que luego partiría con su marido hacia Jetaiya donde comenzaría su nueva vida.

El plan original era que Yuzu la acompañara a Jetaiya para estar presente en la boda y que no se sintiera sola, pero su padre había cambiado los planes y esta vez sería la Reina Madre Raiza quien haría el viaje con ella.

Karin amaba a su abuela, pero era Yuzu quien siempre había estado a su lado y había sido su compañera de aventuras y confidente, quien conocía todos sus secretos y malos hábitos.

Ambas eran conscientes de que ese momento llegaría algún día, solo que Karin no pensó que ese día sería tan pronto y eso solo hizo que sus emociones fueran más difíciles de controlar.

El don le hacía cosquillas en las yemas de los dedos.

— Entonces… ¿me harás un sobrino mañana o tendremos que esperar hasta la boda en Jetaiya? — preguntó Yuzu con una sonrisa pícara en los labios para romper el silencio dentro del carruaje.

El rostro de Karin se puso completamente rojo.

— ¡Yuzu!

— Dile a Toshiro que se apure y te dé algo más que besos en las mejillas. Me estoy haciendo mayor y quiero poder jugar con mis sobrinos antes de morir.

— Abuela, ¿eres tú? — Karin agarró los hombros de Yuzu con fingida preocupación. — ¡Sal del cuerpo de Yuzu!

Ambas comenzaron a reír y Karin abrazó a su hermana como pocas veces lo había hecho, permaneciendo así por mucho tiempo y dejando que un par de lágrimas se deslizaran de sus ojos, mojando el vestido de su hermana.

Se suponía que las novias no debían llorar en vísperas de su boda, pero a ella le resultaba imposible contener las lágrimas en ese momento.

― Todo estará bien. Nos escribiremos y cuando tengan sus bebés, le pediré permiso a nuestro padre para que me permita viajar a Jetaiya. — Comentó Yuzu, tratando de animarla un poco. — Además, no me casaré si no estás presente, así que nos volveremos a ver. Todo estará bien.

Karin asintió y se secó las lágrimas que habían escapado de sus ojos.

— También tienes que hacerme sobrinos pronto, mis hijos no pueden ir solos por la vida. — murmuró Karin con una sonrisa maliciosa, haciendo que Yuzu se pusiera completamente roja.

— Abuela, ¿eres tú?

Ambas empezaron a reírse de eso, aunque en el fondo sabían que volver a verse después de la boda sería complicado, casi imposible.


Primavera - x494 / 31 de marzo [Toshiro, 18 / Isshin, 47 / Masaki 44 / Aizen 44]

Masaki tenía frente a ella una colección de diademas y tiaras que iban desde las más discretas hasta las más llamativas, pasando de colores claros a oscuros y elaboradas con joyas tan valiosas que con ellas se podían comprar palacios enteros.

Se suponía que debía elegir la tiara que usaría su hija el día de su boda, ya que solo las princesas usan tiaras cuando se casan, pero no la había elegido porque todo su tiempo libre lo había ocupado Aizen.

Masaki no se iba a engañar diciendo que había sido un momento de debilidad porque ella había ido a la habitación de Aizen consciente de lo que estaba a punto de hacer: pasar una noche de placer en la cama de Aizen a cambio de todos los amantes que Isshin le había hecho tolerar.

Aquello parecía algo que equilibraría la balanza, sin embargo, esa noche se repitió todas las noches que Isshin estuvo fuera del castillo porque estar con Aizen era como regresar al pasado, a las noches entre sangre y guerra.

Cuando Isshin regresó y fue a verla a su habitación para pasar la noche juntos, Masaki finalmente se dio cuenta de que sus sentimientos por él habían cambiado. Esa noche, mientras Isshin dormía a su lado, Masaki se quedó pensando en lo que realmente sentía por el hombre a su lado y en todo el rencor que aún sentía dentro de ella.

Aunque fue ella misma quien decidió quedarse allí e intentar salvar lo que ella e Isshin tenían, ver a Aizen le hizo comprender que lo que quería rescatar era sólo una ilusión.

Aizen, con un solo movimiento, había derrumbado ese endeble castillo de naipes que era su matrimonio.

— Su Majestad, la Princesa Karin acaba de empezar el baño de rosas. — Anunció la doncella que entró a su habitación.

Masaki asintió a lo que dijo la chica y volvió su atención a las joyas frente a ella.

Los diamantes eran los clásicos para una boda, Masaki había usado diamantes en la suya pero no quería que Karin tuviera la misma suerte que ella si usaba la misma tiara que ella usó en su boda. Masaki todavía estaba asustada por el destino que podría correr su hija cuando se casara con Toshiro.

Entrar en un harén era terrible si la chica no tenía suficiente carácter o las conexiones adecuadas. No dudaba de la valentía de su hija, pero en ese lugar Karin sería una princesa extranjera sin nadie a su lado excepto Toshiro.

Aizen le aseguró que Karin sería la esposa principal y que Toshiro estaba dispuesto a cerrar su propio harén por ella, lo que tranquilizó a Masaki en cierto modo, pero al mismo tiempo temía por la concubina que Toshiro ya tenía.

Cerrar el harén significaba que no tomaría ninguna concubina después de que se hiciera la declaración oficial, pero las que él ya tenía permanecerían bajo su cuidado y protección hasta el fin de los tiempos. Sólo pensar en los posibles enfrentamientos que Karin tendría con la concubina hacía que Masaki quisiera impedir la boda y proteger a su niña.

Masaki sacó ese pensamiento de su cabeza porque las alianzas ya estaban hechas y porque necesitaban al menos un miembro de la Tríada de su lado para evitar que Kisuke apuntara con su espada a Avanta.

Sentía que estaba vendiendo a su hija por un poco de paz, aunque en el fondo creía que Avanta colapsaría desde dentro justo cuando Kaien fuera coronado rey.

— Su Majestad, la princesa Karin está en su habitación. Sus doncellas están empezando a vestirla. — Una nueva doncella habló mientras Masaki guardaba la tiara que había elegido para su hija en un joyero.

Masaki eligió una tiara de rubíes y obsidianas engastadas en oro negro con algunos diamantes distribuidos de tal forma que todo armonizaba de forma elegante y atractiva. Esa era la tiara hecha para la reina Kazue, la reina sangrienta, y Masaki la eligió porque esperaba que su hija pudiera obtener algo de la fuerza de esa reina para sobrevivir en el harén.

No quería que el amor convirtiera a Karin en una mujer débil, como alguna vez ella lo fue.

Mientras Masaki se acercaba a la habitación de las gemelas, le vinieron a la mente recuerdos de su propia boda y su propia ingenuidad.

Su suegro había ido por ella a Vayalat y se había firmado la alianza entre los reinos, y luego ella había viajado a Avanta para casarse con Isshin. Esa vez ella estaba nerviosa y emocionada, un poco decepcionada de que Isshin no hubiera ido por ella como había prometido, pero estaba feliz.

Nunca imaginó que las cosas se desarrollarían como lo hicieron y que en lugar de la vida que una vez imaginó con Isshin, encontraría dolor y sufrimiento.

En ese momento esa alianza con Vayalat ya no existía, y Masaki se preguntaba cuánto duraría la amistad con Jetaiya que estaban comprando con la boda de Karin. Aizen la quería con él, y Masaki dudaba que se quedara quieto después de lo que le dijo la última noche que estuvieron juntos.

Él quería que ella fuera su reina, con todo lo que eso implicaba, y Masaki se había negado, alegando que no tenía la energía para lidiar con un harén ni podía darle los hijos que él quería. Aunque el don la mantenía en su mejor momento como mujer y como guerrera, sus entrañas quedaron tan dañadas que aunque quedara embarazada, siempre terminaba perdiéndolos en los primeros meses.

Aizen era tan arrogante que le dijo que su próximo embarazo llegaría a término porque sería su hijo el que llevaría y no uno del patético hombre al que ella llamaba "marido". Masaki no hizo más que reír ante eso, aunque Aizen la silenció a besos y luego la hizo gemir.

Antes de que ella pudiera tocar la puerta para entrar al cuarto de sus hijas, la puerta se abrió y la Reina Madre Raiza salió con una sonrisa en los labios que desapareció cuando se fijó en ella.

Masaki inmediatamente se hizo a un lado y bajó la cabeza en señal de respeto.

― Buenos días madre.

Masaki estaba nerviosa, como si fuera una niña a punto de ser regañada por algo que hizo mal. La Reina Madre Raiza se había negado a saludarla el día anterior y rechazó sus intentos de visitarla durante la tarde.

Era obvio que la Reina Madre estaba enojada con ella, y Masaki sabía por qué. Era una estupidez pensar que la Reina Madre Raiza no se enteraría de una gran tragedia como la del Día de las Rosas.

La Reina Madre Raiza se detuvo frente a ella, con ambas manos frente a su abdomen, y se aclaró la garganta. Masaki tragó, nerviosa y ansiosa.

— Eres la reina y no cuestionaré tus decisiones. Sin embargo, los métodos que utilizaste para ese "castigo" exceden lo tolerable. No sólo lastimaste a su hijo y a su esposa, sino que los expusiste públicamente en una situación que debería haber sido privada. Si ellos tenían que pasar por eso, al menos deberías haber tenido suficiente misericordia para permitir que sucediera en privado. Ahora todo el reino lo sabe y gracias a ese reportaje, la gente empieza a cuestionar las tradiciones que deberían mantenerse en secreto.

— Su majestad, las cosas no fueron así.

Masaki quería hablar, pero la reina no se lo permitió.

— ¿Tienes idea de lo que dicen en las ciudades del norte del reino? Isshin envió a Ichigo y Rukia a trabajar en medio de su luna de miel y eso generó mucha empatía con ellos. Son muy estimados entre las familias de los Grandes Señores y en sus mentes está el recuerdo de la joven inexperta que se presentó ante ellos para hacer el trabajo de representar a la reina, lo que inmediatamente la convirtió en mártir tras aquel escandaloso reportaje.

— Madre, ellos fueron los responsables de…

— ¡No quiero escuchar las excusas que te dices a ti misma para poder dormir por las noches! — La ira destilaba de la mirada de la Reina Madre. — Criticas a Isshin por su amor ciego por Kaien pero tú caes en la misma situación. Tus hijas se casarán y abandonarán el castillo, ¿has pensado quién se quedará en este lugar contigo? Recuerda que hay dos formas de llegar al Palacio del Sol, por voluntad propia o por órdenes del nuevo rey, y Kaien no tendrá misericordia contigo cuando se ponga la corona.

La reina madre no esperó a que Masaki dijera algo para defenderse, sino que dio un paso atrás y continuó su camino hacia la habitación que le habían asignado en el tercer piso.

Los nudillos de Masaki estaban blancos por la fuerza con la que había sostenido el joyero que contenía la tiara que le regalaría a Karin, y le tomó unos minutos soltar el agarre y sentir sus dedos nuevamente.

Ella sabía que había hecho mal al actuar de esa manera con su hijo y Rukia, y que había otras formas de castigarlos por la muerte de Nelliel, pero en ese momento su sentido común y su razón estaban nublados por los sentimientos.

Masaki lamentaba el dolor que les causó a Ichigo y Rukia, pero ella era la reina y debía mantenerse firme en sus decisiones sin importar cuán dolorosas e hirientes fueran las consecuencias. Las palabras de su hijo todavía resonaban en su mente, y la cautela de Rukia cuando tomaban el té era evidente.

Ella sabía que ese era su castigo y lo aceptaba.

Karin se miró al espejo y se reconoció dentro de un hermoso vestido blanco con bordados azul rey sobre una falda que llegaba hasta sus pies en una suave y elegante caída. Debajo de la falda llevaba sólo un par de enaguas de lino suave, que eran bastante cómodas y servían para hacer vistoso el bordado sin levantar demasiado la falda.

Lo último que Karin quería era parecer un malvavisco gigante con patas.

Ella no había visto su vestido de novia hasta el día anterior, cuando lo llevaron a su habitación para que ella se lo probara y le hicieran los ajustes finales durante la noche.

Karin no sabía cuándo se empezó a confeccionar ese vestido, pero suponía que fue después de que sus padres regresaron de Vayalat, después de la coronación de su tío Kisuke.

Ella sabía que la boda estaba siendo apresurada debido a las alianzas con Vayalat y Jetaiya, su tío Kisuke se lo había explicado antes de iniciar el viaje de regreso y le había pedido disculpas por ser la causa de que su boda fuera de esa manera.

Su tío también dejó que ella decidiera si contarles o no a sus padres el motivo por el que viajaba de regreso a Avanta, pero Karin prefirió mantenerlo en secreto y simplemente decir que ella y Yuzu extrañaban mucho su hogar.

Cuando su padre fue a buscarla al Palacio del Sol y le explicó la situación, Karin se alegró de no haberle dicho que viajaban porque Vayalat estaba a punto de ir a la guerra contra Gardelia. Su padre parecía bastante preocupado por la falta de alianzas y ella no quería aumentar esa carga.

Su tío Kisuke le había contado las razones por las que no aceptaron renovar la alianza con Avanta, y aunque inicialmente se sintió molesta, su tío le recordó que la política se basaba en promesas y en la capacidad de mantenerlas y cumplirlas, y su padre había no cumplió con uno de los puntos que se habían fijado en la alianza.

― ¿Qué estás pensando? — La voz de Yuzu la hizo dejar de mirarse en el espejo, aunque en realidad su mente estaba divagando hacia la charla con su tío Kisuke. — ¿Ya no quieres casarte?

— Ahora mismo, aunque no quiera casarme, tengo que hacerlo. — Karin se sentó en la cama. Ella ya estaba lista para la boda, lo único que faltaba era la tiara que tenía que traerle su madre. — Pero sí quiero casarme.

― ¿Entonces, qué piensas? ¿En la concubina de Toshiro? — Yuzu se sentó en la silla frente al espejo de tocador para que las doncellas pudieran comenzar a peinarla.

— No, pienso en la charla que tuvimos anoche. — Karin miró a las doncellas, sabiendo que cualquier cosa que ella dijera frente a esas chicas, ellas lo repetirían frente a su madre, y ella no quería que el tema Vayalat/Gardelia se escuchara todavía. Al final llegaría la noticia y su padre haría lo que tenía que hacer. — Pero ahora que lo mencionas, justo ahora estoy dando un salto de fe en ese tema. Toshiro dice que no puede rechazarla porque es un regalo de la reina, pero que no ha pasado la noche con ella.

— Entonces, ¿Toshiro quiere debutar contigo?

La pregunta y el tono malicioso de Yuzu hicieron que Karin se pusiera completamente roja y se ahogara con su propia saliva. Yuzu simplemente empezó a reírse de eso.

— ¡Yuzu!

— ¡Sólo estoy haciendo una pregunta inocente!

— ¡Esa no fue una pregunta inocente! — Karin señaló con un dedo a su hermana, quien la vio en el reflejo del espejo con una sonrisa. — Seguramente tu marido será un anciano que no aguantará la primera noche.

— Ninguna de mis hijas se va a casar con un anciano. — La voz de su madre sonó desde la puerta y tanto Karin como Yuzu voltearon a mirarla. Las doncellas dejaron lo que estaban haciendo para inclinarse ante la reina. — Además, Yuzu ya tiene varias propuestas de matrimonio de las Grandes Familias y el rey las evaluará en las próximas semanas.

Ese fue el turno de Yuzu de ponerse completamente roja, haciendo que Karin se sintiera recompensada por todas las burlas que Yuzu le había hecho.

Karin dejó de pensar en las cuestiones políticas que rodeaban su boda, así como en la guerra y las concubinas, y se centró en el hecho de que se casaría con el hombre que había elegido, así como en su madre y la plática que tendrían en ese momento.

Hisana ajustó la insignia del Segundo Príncipe en el saco de Toshiro y se alejó un paso de él para observar todo el conjunto de ropa y ver si era necesario ajustar algo más.

El pantalón era negro con líneas azules a los costados, la camisa azul era del mismo tono usado en los detalles del pantalón y el saco era negro, el cual también tenía con varios detalles en azul y dorado. Era un atuendo simple comparado con el atuendo militar que usaría el día de su boda en Jetaiya, pero Hisana se sintió satisfecha.

— Nunca te interesaste abiertamente por las mujeres y ahora te vas a casar. — Comentó Hisana mientras le entregaba un pañuelo azul con bordado plateado. ― ¿Qué cambió? Porque admito que es demasiado increíble que de un momento a otro te muestres tan interesado en alguien.

Toshiro permaneció en silencio mientras colocaba el pañuelo en el bolsillo interior de su abrigo, sabiendo que su hermana no iba a permanecer con la duda por mucho tiempo incluso si él evadía el tema.

— Ella no es como las chicas Jetaiya. — Murmuró mientras se miraba en el espejo de la habitación. — Las damas de la corte de Jetaiya bajan la mirada frente a nosotros.

— Nos respetan, por eso lo hacen. Nadie inferior a nosotros puede mirarnos a los ojos. — aclaró Hisana, siguiendo el rumbo de la conversación.

— No me gusta. — Toshiro giró para mirar a su hermana mayor. — Podrían estar haciendo cualquier actividad y en cuanto llego se callan, dejan de reír y miran hacia abajo. Es como si estuvieran ocultando algo y Karin no es así.

— Y me dirás que ella es diferente, dice lo que piensa y no le tiene miedo a nada, ¿no? — A Toshiro no le gustaba lo que decía su hermana, le recordaba mucho la forma de ser de la Reina Ravna. — Y luego me dirás que la primera vez que la viste se miraron con tanta intensidad que pareció que el mundo se detuvo por completo.

Toshiro frunció el ceño con molestia y luego sacudió ligeramente la cabeza.

— La primera vez que la vi, ella estaba en el campo de tiro y disparaba flecha tras flecha a los objetivos sin fallar ninguno. Me quedé allí durante todo su entrenamiento, observándola. Ella no me vio.

Y luego de la reunión en la Cúpula donde se resolvió el asunto Kuchiki, fue Karin quien se acercó a él y le ofreció ver el castillo. Fue un paseo silencioso, el único que tuvieron, y luego no volvió a verla excepto en eventos formales donde Karin parecía haber puesto una barrera de silencio entre ellos.

Fue hasta que se reencontraron en Vermist que Toshiro supo los motivos del silencio de Karin: ella pensaba que él no se sentía cómodo con ella y prefería mantenerse alejada de él.

Luego de resolver ese malentendido, ellos comenzaron a hablar.

— Si querías una arquera como esposa, la hubieses pedido.

— No lo entiendes, hermana.

Toshiro revisó la hora, notando que faltaba poco tiempo para la firma del contrato de boda y la alianza, y se dirigió a la puerta para dirigirse a la sala donde sería el evento.

— ¿Ya le has hablado de tu concubina? — La pregunta de Hisana hizo que Toshiro se detuviera. — Porque la chica te está esperando en Verihan, y Karin definitivamente la conocerá.

― Ella lo sabe. Se lo dije ayer, mientras cenábamos. — Toshiro giró para mirar a su hermana, omitiendo que Karin se había enojado bastante con él por no haberle contado ese pequeño detalle antes. — Después de la boda en Verihan, cerraré públicamente mi propio harén. Se lo prometí a Karin.

Toshiro salió de la habitación e Hisana corrió tras él, agarrándolo del brazo para detenerlo. Él esperaba esa reacción de ella, porque muy raramente un príncipe renunciaba a su propio harén por una esposa.

— Toshiro, dime que eso no es cierto. — Exigió Hisana, algo escandalizada. — Eres el segundo en la línea de sucesión en caso de que Koga no tenga hijos. Necesitas un heredero varón.

— Karin me lo dará.

— ¿Y si ella no puede dártelo? ¡Para eso existen las concubinas! Estás obligado a tener un heredero que...

—Hisana, hija mía. — Toshiro escuchó la voz de su padre y giró para mirarlo al mismo tiempo que lo hacía Hisana. El rey de Jetaiya estaba vestido con ropa formal para la firma de la alianza, utilizando los colores emblema del reino. — Ese es un tema que ya he hablado con tu hermano y él tiene mi permiso para hacerlo. Confío en que las Deidades o la Sombra serán benevolentes con él y le darán un heredero varón nacido de su esposa.

— Pero padre...

Hisana todavía parecía reacia a dejar de lado el tema de la paz, pero el rey de Jetaiya tenía esa sonrisa en el rostro que señalaba una advertencia.

— No olvides que aún tienes más hermanos. Quién hereda el reino no es algo de lo que debas preocuparte, hija mía. — Aizen le indicó a Hisana que caminara con ellos. — Ahora vamos, hay una boda que celebrar.

Toshiro podía entender la preocupación de Hisana sobre quién heredaría el reino en caso de que Koga nunca pudiera tener un hijo, pero no era un tema que ella pudiera manejar a pesar de ser hija de la reina.

Sin embargo, Toshiro deseaba que Koga finalmente pudiera tener su heredero varón porque él no quería heredar el reino. No tenía miedo de las responsabilidades, sino de la reina y de lo que ella podría hacerles a su madre y a Karin.

Isshin tenía una larga lista de defectos detrás de él, desde ser un mal padre para Ichigo hasta ser un mal marido para Masaki, pero lo único que no podía permitir era que "ser un mal padre para sus hijas" estuviera en esa lista.

Durante el viaje al Palacio del Sol estuvo pensando en muchas cosas, entre ellas estaba intentar que Karin renunciara a ese matrimonio, sin importar el destino de la alianza o del reino porque podía ver todas las similitudes entre sus boda con Masaki y la boda de su hija con el príncipe de Jetaiya, y temía que su hija tuviera el mismo destino que ellos.

Más allá de la ruptura de la alianza, Isshin temía que Karin sufriera lo mismo que sufrió Masaki al inicio de su matrimonio.

Él no recordaba esos dos años, todo había sido como un sueño del cual al despertar solo quedaban espejismos borrosos, pero todo el rencor que mostró Masaki durante años era una prueba de lo mal marido que había sido.

Cuando el representante de las Deidades preguntó a Karin y Toshiro si estaban allí por voluntad legítima y sin presiones de ningún tipo, Isshin sintió el impulso de alzar la voz y cancelar todo, pero la mano de Masaki lo detuvo.

Un suave movimiento de cabeza por parte de su esposa fue suficiente para que él dejara de pensar en cancelar esa boda.

— Mírala. Ella luce radiante. — susurró Masaki, e Isshin le prestó verdadera atención a su hija. — No le estropees esto.

Karin parecía una princesa salvaje a pesar de estar vestida como la dama más elegante del reino. Su hija se parecía demasiado a Kukaku, desde su apariencia física hasta su forma de comportarse, siendo tan fuerte como cualquier soldado del reino y tan inteligente como el mejor consejero, aunque su opinión era parcial por ser su padre.

Isshin fue testigo de cómo su hija, quien lucía más hermosa de lo que jamás había imaginado, firmó el papel donde decía que ella ya estaba legalmente casada con el Segundo Príncipe de Jetaiya y fue besada en la mejilla por su nuevo esposo, y sintió que le estaban robando algo sumamente valioso.

Una vez finalizada la firma del contrato de boda, llegó el momento de firmar la alianza y tanto Isshin como Aizen firmaron el pergamino que estipulaba todos los puntos incluidos en dicho contrato.

Isshin leyó el papel antes de firmarlo, asegurándose de que no se hubieran agregado nuevas cláusulas que los pusieran en desventaja, pero Aizen ni siquiera leyó el contenido y solo firmó donde se suponía que debía hacerlo.

Todo estaba bien, no había nada fuera de lugar, pero a Isshin no le gustó nada la sonrisa de Aizen. Era como si Aizen estuviera celebrando una victoria silenciosa por algo que Isshin no sabía y eso perturbaba al rey de Avanta.


Primavera — x494 / 7 de abril [Mila, 21 años / Sora, 27 años]

Mila caminaba de un lado a otro de su habitación, aún indecisa sobre si ir con la doctora o darle tiempo a la situación y esperar un mes más para intentar quedar embarazada.

Kaien la había tomado como Inamorata poco después del Día de las Rosas, le había regalado una hermosa gargantilla de diamantes blancos para la cena de esa noche y se habían acostado de manera oficial.

Con esa acción, Kaien hizo una declaración silenciosa sobre su elección de futura esposa y, al mismo tiempo, dejó claro que si ella no cumplía con darle un hijo pronto, sería fácilmente reemplazada por la siguiente en la lista de damas de la corte.

En ese momento, Mila sintió un poco de la presión que había sentido Nelliel cuando se convirtió en princesa heredera, pero al mismo tiempo se sintió confiada, ya que siempre había sido muy sana y el doctora le aseguró que sería fácil para ella quedar embarazada.

Sin embargo, después de que le llegara la regla por segunda vez desde que compartía la cama con Kaien casi todas las noches, ya no estaba tan segura de que sería tan fácil concebir un hijo.

Sabía que Kaien podía tener hijos porque Nelliel había quedado embarazada casi tan pronto como se casaron; entonces si había un problema no sería de Kaien sino sería de ella, lo que hacía todo más complicado porque ella no podía permitir que nadie se enterara de un asunto tan delicado como ese.

Ser la Inamorata del príncipe heredero no era garantía de que no se acostaría con nadie más, y todos lo sabían.

Después de caminar por su habitación un par de veces más, Mila dejó el área del rey con su doncella y se dirigió al área de la reina para visitar a la doctora.

No podía negar que estaba nerviosa y con miedo de que la doctora le dijera que nunca podría tener hijos, pero se obligó con todas sus fuerzas a sacar esa idea de su mente y pensar que simplemente estaba exagerando.

Mila quería ser la princesa heredera y la futura reina, y para serlo solo tenía que darle un hijo a Kaien.

Al llegar al área donde trabajaba la doctora, Mila vio que una de las doncellas de Rukia estaba parada afuera de la puerta, lo que significaba que Rukia estaba allí.

Se sabía que desde que Rukia perdió a su bebé, la doctora había puesto mucho cuidado en su recuperación y todo lo relacionado con ella estaba estrictamente controlado; desde lo que comía hasta el permiso para visitar la cama de su marido.

La espera le pareció eterna a Mila, aunque en realidad sólo habían pasado unos minutos desde que llegó hasta que finalmente se abrió la puerta. Rukia salió del consultorio de la doctora con una pequeña caja en la mano que inmediatamente le entregó a su doncella.

— ¡Mila! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Te sientes enferma?

Las preguntas de Rukia llevaban ese característico tono de preocupación, sin ningún atisbo de malicia u otras intenciones. Eran amigas o eso quería creer Mila, pero estaba un poco confundida por las advertencias de Kaien sobre lo peligrosa que podía ser Rukia si la consideraba una rival.

Rukia nunca había sido mala con ella ni con nadie que no lo mereciera, y Mila se negaba a creer que la persona que la ayudó a que su primera cita con Kaien fuera un éxito fuera realmente una persona tan mala como para lastimarla por ser la pareja del heredero de la corona.

Kaien debía estar exagerando las cosas.

― ¡Oh, no! Quiero decir, sí. — Mila tartamudeó un poco. — Sólo me duele un poco la cabeza y me gustaría algo que me lo calmara. No me dejan tomar ningún tipo de té medicinal porque temen que altere mi fertilidad.

Mila tardó un segundo en darse cuenta de lo que había dicho y se mordió la lengua. Rukia había perdido un bebé y estaba haciendo ese tipo de comentarios, inmediatamente quiso disculparse pero Rukia continuó hablando como si no hubiera escuchado eso último.

― Eso es cierto. Kaien necesita un heredero y ya hay rumores de que las Deidades lo están castigando por algo, ya que todavía no puede tener hijos. Espero que nos des la alegría de ver a un niño corriendo por el castillo. La cuarta es la vencida o eso dicen. — Rukia estaba tranquila y con una sonrisa amable, aunque el comentario hizo que Mila sintiera un escalofrío por su espalda. — Cuando te sientas mejor, ven conmigo y con la princesa Yuzu a dar un paseo por la ciudad. Desde que la princesa Karin se fue, ella se ha sentido un poco sola y me gustaría llevarla a una casa de té a comer dulces.

― Sí, claro. Sólo tengo que…

Mila señaló la puerta del consultorio de la doctora y Rukia captó la indirecta, se despidió de ella y le deseó que se mejorara pronto.

Mila pensó por un momento en las palabras de Rukia, hasta que la doctora la hizo entrar al consultorio. Luego le preguntaría a Rukia qué quería decir con "la cuarta es la vencida".

La doctora le hizo un sinfín de preguntas, desde lo que comía y bebía hasta la descripción de la sangre que mojaba las compresas; así como la descripción de todas las veces que había compartido la cama con Kaien y si él terminó dentro de ella todas esas veces.

Mila respondió a todas esas preguntas con la cara caliente porque nunca pensó que la doctora preguntaría eso. Era demasiado vergonzoso y sentía que nunca más podría volver a ver el rostro de la doctora después de contarle todos esos detalles de su vida íntima.

— Por lo que me cuentas no encuentro nada que te impida quedar embarazada. Es solo cuestión de tiempo pero te prepararé algunos tés de fertilidad para que tengas mayores posibilidades de quedar embarazada. Cuando los tenga listos te los enviaré.

Mila agradeció a la doctora y salió del consultorio un poco más tranquila, confiando en que los tés la ayudarían y en poco tiempo podría dar la noticia de que estaba esperando un hijo del heredero al trono.

Sora le dio una pequeña bolsa de monedas al doctor y lo dejó ir. Su enfermedad había avanzado a tal punto que la única recomendación que le dio el hombre fue que resolviera todos sus asuntos pendientes antes de que la Sombra viniera por él.

Su madre estaba devastada y no dejaba de llorar por él ni de pedirle que buscara la opinión de otro doctor, pero eso era algo que él había hecho muchas veces y la enfermedad nunca detuvo su avance. Sora estaba cansado de tomar remedio tras remedio para tratar su enfermedad, sin que ninguno funcionara.

Su madre solía decir que moriría si él moría porque no podía tolerar perderlo de una manera tan injusta, y Sora solo podía abrazarla e intentar consolarla para que dejara de llorar en esos momentos.

— Primero tu padre y ahora tú. La Sombra me quita injustamente a quienes amo. — Su madre sollozó en ese momento, aunque él no recordaba haber visto a su madre tan afectada cuando su padre murió.

Cuando su padre murió, su madre pareció aliviada de quedar viuda, lo cual era extraño porque su padre nunca trató mal a su madre en ningún momento.

— Todavía tienes a mi hermana pequeña. — Sora la consoló, pero esas palabras parecieron enojar a su madre en lugar de consolarla.

Su madre todavía estaba un poco enojada con Orihime por ir tras ese soldado, aunque adoraba a Kaito con locura.

Sora sabía que su destino estaba escrito y que lo único que podía hacer era dejar todo en orden para cuando llegara el momento de su muerte, que podría ser en cualquier día.

Así que, después de asimilar que no tenía más tiempo, llamó a su segundo al mando y pidió que le trajeran un notario para empezar a poner en orden todos sus papeles.

Luego, si aún estuviera vivo, haría un último viaje y visitaría a su hermana y a su sobrinito.


¡Hola!

Hace mucho que no subo un capítulo, así que espero que lo disfruten. ¡Gracias a todos los que siguen esta historia!

Por cierto, esta historia no termina hasta que veamos el "felices para siempre", por si tenían esa duda.

Una pequeña pregunta, ¿recuerdan cuál era la madre de Orihime y Sora?

Su autora que los ama, les manda un beso en sus cabecitas *corazones*