Capítulo 1

Peter Parker se encontraba recostado en la cama de su habitación. Su corazón todavía palpitaba en su pecho y un ligero temblor era notorio en su labio inferior. No pensó que volver a encontrarse una vez más con su pasado impactara tanto en su vida. Menos aún en su corazón.

El Chacal, esta vez Ben Reilly, había creado una numerosa cantidad de clones, incluida ella, su aún dulce Gwen Stacy. Era tan joven y hermosa como la recordaba, vistiendo el mismo atuendo de aquel día en que accidentalmente lanzó su telaraña y el impacto dislocó su cervical.

Había tenido una breve conversación con ella. En realidad, hubiera querido decirle tantas otras cosas, pero actuó como un imbécil catalogándola como un clon más, de esos tantos que Miles Warren se empeñaba en crear hasta que ella lo besó. No imaginó que aquel beso despertara sentimientos que creía olvidados y sintió miedo. La rechazó como si hubiera visto una vez más a un fantasma y fingió que su presencia no significaba nada. Se alejó de ella, pero Peter sabía que no se alejaba de ella, sino de su pasado en común. Un pasado que jamás lograría cambiar y en el que nunca estarían destinados a estar juntos.

—¡Aléjate, Gwen! —pidió, ocultando la emoción que le causaba verla de nuevo.

—Soy yo, Peter —dijo tocando su mejilla.

—No puedes ser tú. Te he visto muchas veces —contestó negando y apartándola con brusquedad.

—¿De qué hablas? —preguntó buscando su mirada.

—Eres un clon más.

Gwen se quedó estática. Sus ojos se abrieron de par en par, frunció el ceño y su mirada se perdió en alguna parte. Como cada vez que se encontraban, ella tenía la misma reacción. Parecía que le costaba asimilar que era un clon.

—Nunca serás Gwen. ¡Mi Gwen! —le gritó molesto. Estaba enfurecido, pero no con ella. Le llenaba de cólera que todavía jugaran con sus sentimientos, sobre todo con los seres más queridos de su pasado.

Ella, por su parte, reflejó verdadera furia en sus ojos e intentó propinarle una cachetada a Peter, quien la detuvo en ese mismo instante. La respiración de Gwen estaba acelerada y tardó en reconocer que el mismo se sentía casi de la misma manera. Estaba cansado de que jugaran con él y sus seres queridos. Fue una de las personas que más significaron para él, ya que pudieron ver y conocer en profundidad al Peter del pasado, aquel jovencito iluso y poco inteligente que con creer que tener un poder sería capaz de proteger al mundo. Fue lo más preciado para él, sin embargo, los hilos del destino aún continuaban haciendo que sus caminos se cruzaran y, como cada vez que esto ocurría, se volvía a sentir vulnerable.

En un arranque violento, Gwen empezó a forcejear para soltarse.

—¿Cómo puedes decirme esto, Peter? —dijo con lágrimas en los ojos. Su voz sonó quebrada y, a medida que él aun la sostenía, ella perdía fuerza.

Algo se removió en lo más profundo de su alma al verla así.

—Si yo te quiero.

—Yo…

Peter se sintió tan desconcertado que ni siquiera pudo responder cuando ella lo besó sin previo aviso. Inevitablemente el suave roce de sus labios lo transportó a muchos años antes. Fue como si se besaran en aquellos tiempos en los que sus vidas eran aparentemente sencillas y a la vez perfectas con sus amigos. Recordó la universidad, su reciente poder y la necesidad de salvar al mundo y a sus amigos. Muchos de ellos ya ni siquiera estaban, al igual que ella. ¿Cómo fue incapaz de salvarla? Todo sería tan distinto. Abrió los ojos alejándose de ella lo más que pudo.

—¡Peter! —la oyó—. ¡Peter, no me dejes!

Mientras aun recordaba cómo le pedía que no la abandonara, una lágrima se resbalaba por su mejilla. Sus labios temblaban y todavía se sentía miserable por haberla tratado así. Había anochecido y su habitación estaba a oscuras, pero no le importó encender las luces. De momento tenía que lidiar con todas sus frustraciones y desgracias del pasado en una vertiginosa batalla mental. Las cargas, culpas y responsabilidades que le pesaban por el solo hecho de ser Spiderman.

En ese preciso instante, en algún otro lugar, ocurría algo tan extraño como a la vez inquietante. El parásito conocido como simbionte abandonaba el cuerpo del Agente Venom, alias Flash Thompson. La simbiosis tan bien congeniada entre ambos había sido disuelta. Mucho tiempo había pasado Flash con el simbionte en su interior siendo el nuevo Venom, esta vez estando del lado de la ley y apoyando a los Vengadores, formando parte e inclusive, como aliado de Spiderman. El parásito simbionte abandonaba a Flash de una vez y para siempre, pues en algún rincón de su compleja composición genética había mutado, pero no sólo lo abandonaba, sino que también se llevaba su vida.

Así, de tal manera, en la azotea de aquel edificio de New York yacía el cuerpo de Flash muerto mientras que el simbionte se disponía presuroso a buscar a su nuevo huésped. Con cada segundo que pasaba, el parásito aún más se debilitaba. Era necesario que encontrara inmediatamente a su nueva víctima, a partir de la cual pudiera mantenerse vivo, ya que experimentaba continuamente cambios.

Sus fibras se desplazaban con agilidad escaneando malos sentimientos en las personas que se le atravesaban. ¿Dónde podría encontrar un sujeto resentido y con deseos de venganza a la altura de las circunstancias?