El fuego reclamo la aldea consumiendo lentamente sus estructuras en busca de convertirlas en cenizas.
En esta aldea no se encuentra ningún civil, solo ninjas batallando entre ellos hasta la muerte.
—Has sido una piedra en nuestros zapatos por mucho tiempo.
Alejados de la batalla, un hombre se arrastró por el suelo queriendo escapar de su verdugo que se deleitaba ante su humillante situación.
Sus piernas habían sido amputadas en su batalla anterior y no le queda de otra más que usar sus manos, codos, barbilla o cualquier parte de su cuerpo funcional que lo ayudarán a arrastrarse lejos de aquel monstruo que le seguía con la misma lentitud que él se arrastra.
—Se te advirtió que te mantuvieras alejado de Konoha e hiciste caso omiso a la advertencia del viejo alcón de guerra.
Apresuró un poco el paso hasta caminar al lado de su objetivo, desenvainó su espada y la clavó profundamente en su espalda ocasionando un grito de dolor desde lo más profundo de su alma.
Miro de reojo a su verdugo y aun no podía creer que fuera solo un niño de doce años y que perteneciera a la elite Anbu de Konoha.
Reprimió los gritos que querían escapar de su garganta ante el nuevo dolor pulsante en su espalda provocado por la espada.
El niño caminó hasta pararse frente a él, bajó hasta estar de cuclillas y tomar su mandíbula con su mano forzándolo a mirar la máscara en forma de lobo que oculta la identidad del niño Anbu que le regresó la mirada en silencio.
—¡Tu y Konoha no entienden la gravedad de sus acciones!—gritó el hombre mirando con odio al niño frente a él—. ¡Mi padre no se quedará de brazos cruzados y los matará a ti y cualquier basura de Konoha una vez se entere de lo que han hecho!
El niño Anbu solo ladeo la cabeza contemplando sus palabras pareciendo reflexionar.
—Lo espero con ansias—respondió el niño con simpleza.
El hombre observo con absoluto terror como su verdugo levantaba su mano libre y creaba una esfera giratoria de color azul.
—¡Espera, no me mates!—gritó el hombre retorciéndose ante el agarre del niño e intentó soltarse usando sus manos pero le era imposible—. ¡Puedo darte todo lo que quieras! ¡Dinero, mujeres, terrenos, estatus, TODO LO QUE TU QUIERAS! ¡No deberás trabajar nunca más para Konoha con lo que yo te puedo dar, puedo resolver el resto de tu vida si así lo quieres!
El niño ignoró sus palabras mientras acercaba lentamente la esfera azul al rostro del hombre que siguió gritando por piedad y ofreciendo muchas cosas más.
—¡OKAAAAAMIIIIIIIIIII!—gritó el hombre antes que su cabeza estallara al momento que la esfera impactó contra su rostro.
El niño Anbu de nombre Okami se levantó mientras se quitaba su capa y la tiraba lejos de él al estar manchada por la sangre y sesos de su enemigo.
Retiró la máscara de lobo de su rostro y la sacudió dejando que los sesos y la sangre cayeran al suelo pero aun estaba manchada por la sangre.
Volvió a colocársela y prosiguió a hacer algunos sellos de mano, al terminar abrió un pergamino y lo coloco en el suelo cerca del cuerpo mutilado del hombre e hizo otro sello provocando que un montón de letras emergieron del pergamino y se arrastraran hacia el cuerpo.
Cuando el cuerpo fue rodeado por completo por las letras se ocasionó una nube de humo.
Okami cerró el pergamino y lo guardó en su bola trasera, cerró los ojos y se concentró en sentir la firma de chakra de sus enemigos, frunció el ceño cuando se dio cuenta que aún había una gran cantidad de ellos aún con vida.
Decidiendo que era hora tomarse esto en serio y dejarse de jugar, Okami se permitió usar el chakra de la bestia con cola sellada en su interior.
Una capa burbujeante de energía rojiza comenzó a cubrir todo su cuerpo junto a una emergente cola de zorro desde la parte baja de su espalda.
Soltó un rugido animal al aire como señal a sus compañeros que estaba usando el poder de las nueve colas y era hora de que ellos se retiren si no desean quedar en medio del fuego cruzado.
En las cuencas de su máscara emergió un brillo carmesí siniestro, dobló sus rodillas y tomó dos kunais de su bolsa de forma inversa con la intención de cercenar los cuellos de sus enemigos sin piedad.
Corrió hacia donde estaban ellos, encontrándose con un grupo de ninjas persiguiendo a los Anbus Konoha en retirada.
—¡No huyan basura de Konoha!—gritó uno de los ninjas balanceando su kunai a diestra y siniestra contra un Anbu que solo se limitó a esquivarlo—. ¡No nos tengan miedo!
El anbu se agacho bajo uno de sus cortes y lo pateó en la caja torácica enviándolo al final de la fila de ninjas renegados que los perseguían.
—¡Si, ha eso me re-
El ninja que se recompuso rápidamente del golpe e iba a seguir gritando, perdió la cabeza gracias al corte limpio de Okami que apareció en medio de los ninjas.
Antes que los ninjas renegados reaccionaran, sus cabezas se deslizaron fuera de sus cuellos y cayeran en el suelo con un cuerpo sordo seguido de sus cuerpos.
Okami dejó caer los Kunais al suelo y sacó su libro bingo verificando cabeza por cabeza si tenían precio.
—El capitán es muy callado—dijo uno de los Anbus mirando a Okami hacer lo suyo.
—En algún momento no fue así—respondió una mujer Anbu sentada sobre una rama.
—¿No?—el Anbu se mostró sorprendido ante sus palabras.
La mujer anbu asintió.
—Eres nuevo así que probablemente no lo sepas pero tanto el capitán ha perdido demasiado...—respondió la mujer cruzándose de brazos.
Okami se detuvo al escucharla y la miró por encima del hombro.
—Pero no es un tema del cual podamos hablar con naturalidad—respondió la mujer con calma ignorando la mirada de su capitán—. Solo deja al capitán ser como es, así las cosas funcionan mejor.
El Anbu mas nuevo del escuadrón zorro plateado asintió en silencio y se dejó caer en el suelo un poco cansado por la misión y tener que eliminar a una gran cantidad de ninjas renegados y mercenarios, fue bueno que su capitán se encargará personalmente de eliminar al resto de ninjas sobrevivientes y les diera un descanso mientras sacaba las cuenta de las recompensa por las cabezas de los ninjas renegados asesinados si es que tenían.
Bien, aquí seré como Deapool y romperé la cuarta pared, es obvio quien es Okami pero estoy seguro que desean saber cómo llegó hasta ese punto. bueno, todo se remonta en su cumpleaños número ocho.
Hoy es diez de octubre y la aldea escondida entre las hojas celebra hasta desmayarse la derrota del zorro demonio y también honran su amado cuarto Hokage así como a los fallecidos en ese fatídico día.
Por las grandes puertas principales de la aldea, una mujer entró mientras saboreaba una piruleta en su boca.
El cuerpo de la mujer fue cubierto completamente por una capa negra solo dejando a la vista sus rasgos faciales.
La mujer cepillo su largo cabello color rosa chicle mientras sus ojos verdes brillosos no se perdían ningún detalle a su alrededor.
—Un día tan triste como hoy lo han convertido en una gran fiesta—pensó la mujer sacudiendo la cabeza ante la vista con la que fue recibida—. Bueno, no hay ningún problema mientras no hagan nada estúpido.
Jugó con la piruleta en su boca mientras seguía caminando por las calles llenas de civiles y ninjas celebrando con gran entusiasmo este día. Con gran agilidad, la mujer bailó entre todos ellos esquivándolos fácilmente y evitando algún tropiezo innecesario con algún borrachos.
—¡Salen dos miso ramen para llevar!
La mujer se detuvo al escuchar la palabra ramen, miró a su derecha y al instante la nostalgia la invadió al ver un lugar que solía frecuentar mucho con su maestra hace ya un par de años.
—Comer un poco de ramen antes de ir a casa no viene nada mal—pensó la mujer mordiendo su piruleta tragándosela de una vez.
Entró al local y lo vio un poco más espacioso desde la última vez que estuvo en el. Aun con eso no lograba encontrar un lugar donde sentarse.
—¡Gracias por la comida!
La mujer sonrió al ver un asiento libre en la barra, se acercó y tomó asiento viendo a una adolescente de cabello castaño que se acercó a tomar su orden.
—Debe ser la pequeña Ayame, ha crecido mucho desde la última vez que la vi—pensó la pelirosa mirando una imagen fantasmal al lado de la adolescente que era una Ayame niña.
—¿Está bien señora?—preguntó Ayame que llevaba dos minutos esperando la orden de la mujer pelirosa que solo la veía en silencio.
—¿Eh? Oh sí está todo bien no se preocupe—respondió la mujer riéndose avergonzada—. Quiero un ramen de cerdo, por favor.
Ayame asintió y entró a la cocina a entregarle todas las órdenes a su padre.
Su ramen no tardó en llegar y pronto comenzó a comer con calma ignorando la palabrería de las personas a su alrededor.
—Sin duda esta es la comida de los dioses como decía mi maestra—pensó la mujer deleitándose ante el delicioso ramen en su paladar.
—¡Otro ramen por favor!—gritó con una gran sonrisa y ganas de comer más.
—¡Ah la orden!
Mientras esperaba su segundo tazón de ramen, no pudo evitar escuchar una conversación de un grupo de hombres en una mesa cercana a su posición.
—Los Anbus que vigilan al mocoso demonio han aceptado el soborno así que tenemos vía libre para golpearlo hasta la muerte—dijo uno de ellos con una amplia sonrisa.
—¡¿Enserio?!—preguntó otro de ellos, incapaz de ocultar su sonrisa emocionada, recibió un asentimiento de su amigo provocando que se levantara con entusiasmo—. ¡¿Qué hacemos aquí cuando podríamos estar divirtiéndonos con el mocoso toda la noche?!
—Comer nos dará mucha energía para golpearlo hasta el cansancio—respondió el primer hombre siguiendo su ejemplo junto con el resto—. No somos los únicos que se divertirán golpeándolo hasta morir.
—¿Has invitado a más personas para esta ocasión?—preguntó otro de los hombres mientras salían del restaurante.
—Si, de hecho ahora mismo deben estar dándole su merecido al zorro demonio—respondió el primer hombre encabezando el grupo en el camino—. No perdamos mas el tiempo y vayamos a unirnos.
—¡Siiii!
La mujer dejó dinero debajo de su tazón y salió del lugar con desesperación, dio un gran salto hacia un tejado comenzando a saltar uno tras otro en una dirección en específico.
—Por favor que no sea tarde—pensó la mujer que con cada salto destruía parte de los tejados por la fuerza de su impulso.
Mientras se acercaba al lugar notaba lo silencioso que estaba.
Se detuvo en un tejado viendo un apartamento en deterioro y su puerta destruida. Salió a las calles y comenzó a revisar los alrededores pero no encontró nada.
—¡Mierda!—gritó pateando un contenedor de basura.
Realizó un sello en forma de cruz y en una explosión de humo un clon de sombra apareció a su lado.
—¡Informa a Hokage-sama YA!—grito justo en la cara de su clon provocando que se estremeciera y sin decir nada se dirigió a la torre Hokage a toda velocidad.
Ella por su parte flexiono las rodillas con sus piernas mejoradas con Chakra y de un gran salto se alzó en los cielos dándole una vista perfecta de la aldea.
Sus ojos recorrieron cada rincón de la aldea en unos segundos hasta que encontró a un gran grupo de aldeanos y ninjas en una parte alejada de la aldea y la celebración.
Ellos estaban en el laberinto en uno de sus callejones sin salida.
La gravedad hizo efecto y ella cayó al suelo pesadamente pero ilesa, de un impulso ella corrió hacia esa dirección, su velocidad era aún mayor que antes gracias al chakra que cubría sus pies.
Cuando estuvo cerca logró visualizar a unos Anbus en los tejados disfrutando del espectáculo de bajo de ellos.
Eso solo hizo que su furia aumentara aún más.
Usando shunshin apareció detrás de ellos, tomó a dos por la parte trasera de sus cabezas y se dejó caer en medio de la multitud impactando las cabezas de los Anbus contra el suelo.
Sin mucha dificultad ella lanzó a los dos Anbus por los aires.
Miro con odio a todos a su alrededor que se alejaron de ella con miedo y precaución.
Miro al fondo del callejón y sus ojos se abrieron como platos al ver a un niño de cabello rubio acostado sobre un charco de su propia sangre.
Eso no era lo peor, el estado del niño era inhumano y algo que ella no podía describir por palabras pero sí podía decir que no solo fue atacado por armas si no también con Jutsus.
Pudo ver su boca y vio como esta estaba cortada en la comisura de su labio derecho.
—No esperen piedad...—murmuró la mujer mientras aplaudía y en una explosión de humo aparecía una katana.
Ella la tomó y la desenfundo en un instante, se giró y dejó caer la hoja de la katana sobre la cabeza de un ninja cercano cegando su vida al instante.
Ella retrajo su arma y con un solo balanceo cortó la garganta de varios ninjas que arremetieron contra ella al instante.
Escucho los gritos de los civiles fuera del callejón y podía sentir el incremento de chakra a niveles alarmantes que casi la hacen estremecerse.
—Mata también a los civiles, Mei Haruno.
Mei Haruno miró hacia los tejados y asintió ante las palabras de Hiruzen Sarutobi el cual pisaba una de las cabezas de los Anbus y miraba a los civiles fríamente.
—Como ordene, Hokage-sama—dijo Mei mientras se deshacía de su capa y se colocaba una máscara en forma de animal.
Los ninjas a su alrededor se estremecieron al ver que ella era un Anbu.
—¡Comencemos!—grito Mei haciendo estallar su chakra fuera de ella provocando una onda de choque que sacudió varias estructuras.
Hiruzen aterrizó frente al cuerpo del niño y acercó sus dedos a su cuello para tomarle el pulso.
—Esta vivo...—murmuró Hiruzen tomándolo en brazos y correr hacia el hospital siendo seguido de cerca por un Anbu con máscara de perro.
Mei salió del callejón y vio a varios otros Anbus masacrando a los civiles y ninjas restantes sin piedad alguna.
Por el rabillo del ojo miro a un Anbu intentando escapar así que supuso que era uno de los que debía vigilar al hijo de su maestra.
Con un grito de guerra, Mei se lanzó contra el Anbu iniciando una batalla con él.
Hiruzen llegó al hospital y gritó con desesperación:
—¡Rápido un doctor!
Varios enfermeros se acercaron para ayudar pero se detuvieron al ver quien era.
—¡¿Algún problema?!—preguntó Hiruzen perdiendo la calma y filtro en cascadas su intención asesina.
El personal perdió el color de sus rostros y rápidamente comenzaron a preparar todo para ayudar al niño al cual colocaron en una camilla.
—Vigila de cerca a los doctores—ordenó Hiruzen.
El Anbu con máscara de perro asintió y desapareció junto al viento.
—Minato, Kushina—Hiruzen pensó mientras temblaba—. Les he fallado...
Pisadas fuertes llegaron detrás de Hiruzen el cual se dio la vuelta y vio a Mei bañada en sangre al igual que su Katana.
—Danzo a pedido su presencia, Hokage-sama—dijo Mei ocasionando un largo suspiro de irritación por parte de Hiruzen.
Uzumaki Naruto abrió lentamente los ojos pero los cerró instintivamente ante la molestia que la luz del foco en el techo le provocó.
Cuando estuvo seguro que podía abrir los ojos sin molestia lo hizo y miro con intriga el lugar donde estaba.
Era una simple habitación que solo tenía una cama donde estaba ahora mismo sentado, una mesa de noche al lado de la cama y un armario en una de las esquinas, además del bombillo que parecía que se iba a quemar en cualquier momento.
El se bajo de la cama y vio que el armario tenía un espejo en una de sus puertas, se acerco y miro su reflejo notando una cicatriz en sanación en la comisura de su labio derecho.
Raro, usualmente todas sus heridas desaparecen sin dejar cicatriz alguna.
Pero, pensándolo bien, ¿cómo se hizo esa cicatriz? ¿cómo estaba él en este lugar?
Mientras intentaba recordar su cabeza le comenzó a doler y pudo recordar todo con claridad.
—Y-yo... ¿Casi muero?—pensó Naruto en voz alta temblado ante los recuerdos.
Él había seguido al pie de la letra las instrucciones de Hiruzen-jiji, se había quedado en casa con todas las entradas bloqueadas y no le abrió a nadie que no fue el, pero esos ninjas habían destruido la puerta con alguna clase de Jutsu y ahí comenzó su infierno.
Las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos ante los recuerdos.
¿Qué había hecho él para merecer todo lo que le ha pasado desde que tiene memoria?
Odio, desprecio, burla, soledad, maltratos. No diría que toda la aldea había atentado contra el pero si la gran mayoría pero no entendía el porqué lo hacían.
—La única solución es volverte más fuerte—dijo Mei detrás de él también mirando su reflejo—. El poder trae respeto y miedo, el miedo los mantendrá alejados y el respeto que obtendrás atraerá a buenos aliados.
Naruto se congeló sin decir nada.
—¿Estás bien, Naruto?—preguntó Mei preocupada poniendo su mano en su hombro suavemente.
—F-f-f-f-f-f-f-f-f-f...—Naruto comenzó a temblar violentamente.
—¿Naruto?—Mei ahora estaba nerviosa.
—¡UN FANTAAAAAAASMAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
Mei miró a Naruto con los ojos en blanco por su comportamiento, el niño comenzó a correr por toda la habitación gritando y agitando los brazos en el aire como gelatina.
—¿Ya te calmaste?—preguntó Mei a un Naruto jadeando en busca de aire luego de haber gritado por unos largos minutos.
El simplemente asintió.
—Bien, déjame presentarme—Mei le dio una gran sonrisa—. Soy Mei Haruno, es un verdadero gusto conocerte formalmente.
—Uzumaki Naruto—respondió Naruto con un suspiro cansado.
—Arriba esos ánimos—Mei cepillo el cabello rebelde de Naruto—. Todo mejorará de ahora en adelante.
—Es sorprendente que aún mantenga emociones con todo lo que ha pasado con tal corta edad—pensó Mei recordando los informes que el Hokage le proporcionó sobre Naruto.
—¿Qué pasó con esas personas de ayer?—cuestiono Naruto.
Mei lo miró con una ceja alzada.
—¿Ayer? Ha pasado una semana desde ese incidente—dijo Mei con calma.
—¡¿Una semana?!—cuestionó Naruto con los ojos muy abiertos.
—Eres malo recordando por lo que veo—dijo Mei—. Te despertaste y Hokage-sama te informó sobre muchos cambios.
Naruto frunció el ceño ante sus palabras.
—No recuerdo—dijo Naruto.
—Oh bueno, entenderás todo una vez llegues hacia ÉL—dijo Mei—. Te estaré esperando.
—¿Eh?—Naruto se quedó boquiabierto al verla desaparecer en un remolino de hojas—. ¡Yo también quiero hacer eso!
Naruto se quedó en silencio y recordó las palabras de Mei.
Frunció el ceño al no saber qué hacer.
Ella portaba el uniforme de Anbu pero no sabia si en verdad tenía buenas intenciones con él o era como algunos de los demás Anbus de su pasado.
—Un salto de fé—dijo Naruto queriendo no equivocarse.
Se dirigió a la puerta y salió de la habitación, se encontró en medio de un gran pasillo que solo era iluminado levemente por unas lámparas en el techo.
Trago saliva y comenzó a caminar sin estar seguro a dónde se dirigía.
Mientras caminaba se sentía observado desde la oscuridad por muchos ojos que no se perdían ningún detalle de sus movimientos.
El camino se le hizo una eternidad pero al final llegó a una puerta la cual abrió revelando una inmensa habitación donde se encontraba Mei junto a un hombre con un bastón.
La puerta se cerró detrás de él cuando entró dejando a los tres solos en la habitación.
