La delgada línea a lo desconocido
Por Ladygon
Capítulo 7: Nuestro Paraíso.
Escucharon todo el relato de los ángeles jóvenes con mucho interés. A veces no podían creer lo que estaban diciendo y debían levantar las orejas para ver si oían bien. Después recordaban que fueron unas estatuas y ya comprendían el impacto en los demás. Si él hubiera estado en la situación de ellos estaría muy curioso por saber lo sucedido. Por eso lo comprendieron en su totalidad.
—Este lugar es muy lindo, pero me siento al descubierto —dijo Crowley.
Los jóvenes ángeles miraron alrededor como buscando algo o alguien. No encontraron nada y arrugaron sus seños.
—¿Qué busca?
—¿No saben ocupar sus poderes para rastrear observadores? —preguntó Crowley.
—No sabemos.
—Podemos enseñarles, pero antes debemos salir de aquí —dijo Aziraphel.
—¿No estamos a salvo aquí?
—No, todavía no.
—¿Entonces qué hacemos aquí? Debemos irnos de inmediato.
—Espera un momento, debemos estar seguros.
Aziraphel cerró los ojos con la intensión de concentrarse a su alrededor. No pudo detectar a nadie, estaban solos y no entendió la razón. Debían tener los ojos del cielo y del infierno sobre ellos.
—No sé lo que sucede. Nadie nos vigila —dijo Aziraphel.
—Eso es bueno, deberías estar feliz —observó Crowley.
—Pues estoy inquieto, demasiado diría yo.
—Quizás debamos hablar con...
Crowley hizo un gesto hacia arriba muy elocuente.
—... Ya sabes... ¿Mmh?
—¿Quieres hablar... con él?
Aziraphel estaba con los ojos abiertos en sorpresa. No podía creerlo de ninguna manera. La última vez, que intentó hacerlo, no les fue muy bien.
—No es buena idea Crowley, la última vez me quedé sin cuerpo. ¿Lo recuerdas?
—No pasará nada.
—¿Cómo sabes eso?
—La última vez no te quedaste sin cuerpo. Eso fue cuando se incendió tu librería.
Eso era cierto, porque no quería recordar la angustia cuando estuvieron los dos frente al Todopoderoso, el último recuerdo antes de despertar en el museo. No hubo mucha comprensión en ese momento. El miedo que sintió fue tan grande que apenas podía moverse.
—No puedo ir.
Crowley guardó silencio ante la negativa de su amor y por primera vez lo comprendió sin cuestionarlo, porque sentía lo mismo. Sin embargo, no podían quedarse en ese lugar para siempre. Tarde o temprano los destruirían sus enemigos. Estos eran demasiados, del cielo y del infierno como para dejarlos pasar.
—Lo sé, por eso te lo pido.
—Crowley, no puedo creerlo. No deberías pedirme eso, porque no sé si podré lograrlo.
—Ángel, sé que es difícil, pero podemos hacerlo. Nosotros podemos hacer cualquier cosa.
Aziraphel sonrió por inercia con un sentimiento de calidez por las palabras de su demonio. Debía aceptar que este tenía razón.
—Crowley... eres increíble.
—Lo sé.
Otra sonrisa en su rostro le dijo que irían a ese lugar, aunque no quisieran. No supo la razón Aziraphel, pero no se sentía mal, sino por el contrario, tenía confianza en ellos dos para salvar cualquiera situación por difícil que sea.
—Iremos entonces.
Al escuchar esto los jóvenes ángeles se emocionaron y comenzaron a pegar saltitos con grititos ahogados.
—¿Y a ustedes qué les pasa? —preguntó Crowley.
—¡Irán al Cielo! ¡Irán al Cielo! —chillaron los ángeles.
—¿Por qué la emoción, queridos niños? —dijo Aziraphel.
—¡Cómo que por qué! ¡Irán al Cielo! ¡A casa! ¡Con nosotros! —chilló el más joven.
Aziraphel miró con sorpresa a Crowley. Ninguno de los dos creía que fueran tan famosos e importantes para esos chicos como lo expresaban. Parecían estrellas de rock. Solo les faltaba firmar autógrafos, porque lo de los lentes oscuros, Crowley ya usaba. A Aziraphel le dio risa pensar en esto.
—¿De qué te ríes?
—De nosotros —mintió.
—Es hora de irnos.
—¡Esperen! —gritó Aziraphel.
Todos quedaron expectantes e inmovilizados. Crowley lo miró sorprendido sin entender las razones del cambio tan brusco.
—Creo que mejor deben llevarnos a una isla tropical —explicó Aziraphel.
—¿Una isla tropical? —repitió el joven.
Eso fue lo más extraño y fuera de lugar que pudo decir Aziraphel.
—¿No vamos al Cielo? —El joven ángel se veía muy confundido.
—Técnicamente, al Jardín del Edén —respondió Aziraphel.
Crowley sorprendido entendió perfectamente a lo que se refería su ángel.
—¡El Jardín de Edén! ¡Qué buena idea! —exclamó Crowley.
Los ángeles pusieron cara de no entender nada.
—En el Jardín estaremos a salvo por un tiempo y solo Dios podrá encontrarnos —dijo Aziraphel.
—¡Oh! Es cierto —exclamó el joven líder—. El jardín fue clausurado para todos, pero ¿cómo entrarán?
—Eso lo veremos nosotros, no se preocupen.
Los vieron con esa expresión en sus ojos de estar frente a sus ídolos de toda la vida. Los ángeles jóvenes los rodearon sonriendo y se tomaron de las manos. Al ver esto, Crowley y Aziraphel también se tomaron de las manos sin ver los ojitos brillantes de sus fans. Volaron al cielo en una luz celestial.
Llegaron en un parpadeo se podría decir. Aziraphel no le gustaba esa forma de viaje, porque era muy brusco para él. Llegó tambaleándose y Crowley tuvo que sostenerlo. Los jóvenes solo observaban con emoción. Los esposos inefables se sentían muy incómodos ya con los chicos, pero no dijeron nada. Comprendían un poco su fanatismo.
Ese lugar desértico con la alta muralla les traía recuerdos gratos, y no tanto. No quería encontrarse con el Todopoderoso, porque sería difícil estar con Crowley a su lado, recordando la última vez que lo vieron. Aun así, sino los quería en el jardín, no los dejaría entrar.
—Es mejor que nos acompañen hasta aquí. No queremos que se involucren —dijo Crowley.
—Queremos ver, seremos sus testigos —dijo el más joven.
—Gracias, pero es peligroso para ustedes —respondió Aziraphel.
—Ustedes son muy valientes. Nosotros también queremos serlo.
—Lo son, no deben hacer nada para ello.
—Queremos hacerlo. Nadie los ayudó la primera vez —dijo el líder.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Aziraphel.
El joven se vio contrariado con la pregunta.
—Lion —respondió con torpeza.
—Lion, muy bonito nombre —siguió Aziraphel—. Te agradecemos todo lo que hacen por nosotros y tienes razón, pero no queremos involucrarlos más de la cuenta. Si nos dejan aquí fuera de las murallas podremos entrar, no se preocupen.
—Pero ¿y si Dios los vuelve a castigar?
—Entonces puede dejarnos encerrado aquí adentro.
—Es cierto lo que dice el ángel. No es mala cárcel. Además, ustedes se meterán en muchos problemas si siguen aquí. Es mejor que se vayan pronto —aseguró Crowley.
—No, esperen...
—Ya han hecho suficiente. No es necesario que se arriesguen más por nosotros. Estaremos bien —dijo Aziraphel.
Lion iba a protestar otra vez, pero uno de sus compañeros, quien parecía bastante cercano, tocó su hombro. Entonces desistió casi en el acto. Se fueron muy preocupados al cielo, pero con la convicción de que si necesitaran su ayuda ellos aparecerían otra vez.
—¡Les aseguro que estaremos bien! —gritó Aziraphel en el último instante.
Quedaron los dos solos, uno al lado del otro, en silencio casi como la primera vez que se conocieron en el Jardín del Edén. A los dos se le pasó la imagen por la cabeza.
—Ha pasado mucho tiempo.
—Erg, no tanto —respondió el demonio.
—En eso tienes razón.
—¿Solo en eso?
—Supongo que no.
Aziraphel tomó la mano de Crowley y la apretó con fuerza. Crowley tuvo valor solo de sentir su mano sobre la suya. Eso aquietó el alma de los dos y pudieron desplegar sus alas para subir al bode del muro, hacia su destino. Después de todo, iban al juicio de Dios, uno que quedó pendiente la última vez. Era mejor afrontarlo ahora antes que se manifestara de otra forma. A su modo de ver, no tenían donde huir si era el mismo ser celestial quien los seguiría. Si Dios no los quería, al tocar la barrera serían desintegrados o algo peor, ese era un buen juicio y rápido.
—¿Listo?
—Listo —respondió el ángel.
Los dos volvieron a volar hacia el Jardín del Edén donde la barrera les dio la bienvenida. Entraron sin problemas como creyeron pasaría como si tratara de un milagro hecho por ambos. Entonces aterrizaron en la pequeña jungla donde se quedaron mirando y se besaron. Ahora podían estar solos en esa isla invisible ante los ojos humanos sin problemas por un tiempo. Después podrían volver a huir, en el caso de que Dios los echara.
—Me gusta aquí, porque es donde comenzó todo —observó Aziraphel.
—Es bueno regresar. Quizás algún día podamos ir a Alfa Centaury.
—Cuando nos devuelvan los poderes podremos ir.
—¿En serio podremos ir?
—Claro.
Crowley volvió a besar a su amor.
—¿Crees que ellos volverán a protegernos en caso de problemas?
El demonio sabía de lo que hablaba su ángel, pues lo conocía demasiado. Los jóvenes ángeles dieron una fuerte impresión a ambos.
—Somos sus héroes, ¿quién no lo haría?
—Extrañaré el sushi y el té —lamentó Aziraphel.
—Solo será por un tiempo mientras las cosas se calman.
Los dos volvieron a guardar silencio. De eso no tenían certeza, pero no se iba a desanimar por algo así.
—Es mejor que aprovechemos lo que tenemos ahora —decidió Aziraphel.
—No puedo estar más de acuerdo contigo —respondió el demonio con una sonrisa.
Crowley tomó de la mano a Aziraphel. Caminaron hacia el lago, adentrándose en la selva tropical. Buscarían un lugar cálido y acogedor para hacer el amor. Después construirían un nido donde pasarían unas vacaciones dignas de dos seres sobrenaturales tan admirados.
Fin.-
