Capítulo 10

Las gotas de lluvia heladas caían sobre su cuerpo provocándole gran malestar a causa de la baja temperatura que había a la intemperie. Sin embargo, eso no la preocupaba tanto como lo que observaba dentro de aquella habitación. Adherida a la pared, regresaba de vez en cuando al mismo lugar sólo para verle.

Habían pasado más de tres días desde el incidente con S.H.I.E.L.D. y temió lo peor cuando vio que Peter no despertaba durante ese lapso. Cuando por fin lo hizo, fue consciente de que el tiempo se le estaba agotando. No sentía la dependencia al suero que le propiciaba la vitalidad, pero sí tenía dudas y sospechas desde su última conversación con el simbionte. ¿Y si ya habían esparcido toxinas dentro de su cuerpo? ¿Valía realmente la pena seguir luchando?

Todavía recordaba cuando se había infiltrado en Industrias Stark. La desesperación la hizo ser demasiado imprudente, tanto que arriesgó su vida. Mientras se desplazaba por oficinas y laboratorios, debía resolver ecuaciones matemáticas complejas en cada uno de los paneles de seguridad y sortear el camino entre láseres térmicos. Tuvo demasiada suerte en no activar las alarmas, sino todo S.H.I.E.L.D. hubiese acudido al lugar para eliminarla. Pero en su estadía, no fue lo suficientemente veloz y astuta como para ocultarse de las cámaras de vigilancia.

Intentó llevar a cabo el mismo procedimiento que en Industrias Parker, pero no lo consiguió. Por alguna extraña razón, su sangre estaba espesa y, cuando quiso estudiarla, los valores de su composición estaban alterados. Las cifras no eran normales, ya que para algunos componentes tanto sanguíneos como celulares, los números eran dispares a los correspondientes para una persona normal. Sintió furia y reaccionó de manera violenta arrojando el monitor por un ventanal, asimismo volteó la mesa junto con las computadoras dejando un estado deplorable en cuestión de segundos. Huyó del lugar dejando la prueba de que había estado allí, aunque, por lo menos, no dejó rastros como para que averiguaran su identidad.

Cuando vio a Peter removerse en su cama, se alejó ocultándose. Aún lucía bastante débil como para haber notado su presencia. Todavía le costaba reconocer que él se había sacrificado por ella. Ni siquiera sabía que se trataba de ella y lo había hecho.

Se balanceó sin rumbo fijo.

—Gwen... —la llamó su mente—. ¿Creíste que no nos daríamos cuenta de tus intenciones? Ya sabemos que quieres estar al tanto de todo y dejamos un regalo especial dentro de tu cerebro. Confiábamos en que destruirías a Parkeeerrr, pero nos fallaste.

—¡Malditos! —pronunció al instante en que sus ojos se humedecieron.

—Nos divertiremos mucho en estas últimas semanas que te quedan... Así que ve despidiéndote de tu adorada vida.

—No si puedo evitarlo —sollozó.

—No lo lograrás, Gwen. Disfrutaremos viendo cómo te las ingenias porque la carrera contra el tiempo, la cuenta regresiva, ya comienza. Prepárate para disfrutar de tus últimos días. Una vez más.

Las lágrimas se abrían paso como una cascada por sus mejillas mientras la desesperación volvía a tomar el control de su cuerpo. No podía volver a suceder. La vida le volvía a jugar una mala pasada. Tenía que haber una forma o alguien dispuesto que pudiera ayudarla.