Peter empacaba todas sus pertenencias, que no habían sido muchas, considerando que había pasado la mayor parte del tiempo dormido durante su estadía en la Torre Stark. Había recibido frecuentes visitas de tía May. No había otra persona que le atendiera y mimara con tanto afecto como su tía.
Buscó su cepillo de dientes en el baño y, una vez estuvo listo, bajó las escaleras. Sospechó que no habría nadie en el recinto ya que había demasiado silencio. Sin embargo, intentó buscar a Stark. Aunque una parte de sí mismo, estaba seguro de que ni siquiera se despediría de él.
Desde aquella charla, hacía más de cinco días, no volvió a regresar a la habitación. Peter lo agradecía debido a que todo lo que hacía era reprenderlo por su accionar. Estaba convencido que le disgustaba el hecho de haber fracasado en la captura del simbionte y, su papel, había sido clave. Le había defendido a costa de su propia vida permitiendo que así huyera.
Levantó el bolso y un pequeño dolor se extendió por todo su brazo. Olvidaba que debía ser un poco más cuidadoso después de haber recibido aquella herida. Su hombro estaba vendado de manera compresiva por lo que le costaba movilizar adecuadamente su extremidad.
Cuando salió del edificio, consiguió un taxi que lo llevaría de vuelta a su hogar. Mientras iba sentado, reconocía la adrenalina que llenaba su vida cuando se movilizaba por sí mismo en las alturas.
«No podré usar mi traje de Spiderman» pensaba en silencio. Aún se sentía demasiado débil y estaba seguro de que no podría trepar ni siquiera un metro. Todavía pensaba en las palabras de Stark. Si le veían, podrían pensar que colaboraba con el simbionte. ¿Quién estaría detrás de ese dichoso traje negro?
Su única opción era vestir de civil y descifrar esa incógnita: ¿Quién se hallaba detrás del traje?
—¿Taxista?
—¿Qué necesita, señor?
—Cambio de dirección. ¿Podría llevarme a Industrias Parker?
El chofer asintió y condujo el auto doblando en la esquina. Era el momento de la verdad.
Cuando bajó del taxi, se encaminó hacia uno de los laboratorios. Sus pasos ya no eran tan decididos ni firmes como lo habían sido hacía sólo un momento.
Entró a su oficina y encontró un mensaje escrito.
«La muestra de sangre está en el laboratorio tres. Anna»
Dejó el papel sobre el escritorio y se retiró hacia el laboratorio. Una vez entró, la muestra llamó su atención. Peter se acercó, la tomó y comenzó a inspeccionarla.
Sintió que sus dedos temblaban ya que la solución a todos sus problemas estaba a la vista. Aunque, por alguna razón, temía lo que pudiera hacer S.H.I.E.L.D. Si revelaba la identidad del simbionte, la buscarían y desconocía los medios que utilizarían para extraerle el simbionte. ¿Desde cuándo temía lo que pudiera hacer S.H.I.E.L.D.? ¿Qué era lo que debía hacer?
Cerró los ojos, suspiró y dejó la muestra nuevamente en la gradilla. Su corazón se calmó lentamente y decidió que, cuando se recuperara, se mediría en una batalla justa con su oponente. Así despejaría las dudas de la sociedad de New York que creía que estaba aliado de alguna manera al simbionte y restauraría su honor. Además de que quizá todo se podría resolver pacíficamente sin la necesidad de que hubiera bajas aliadas o enemigas.
