De regreso a su hogar, no dejaba de darle vueltas al asunto. A pesar de sus cuestionables actos, Gwen era inocente. No había estado involucrada de ninguna manera en la muerte de Flash Thompson y, si no hacía algo al respecto, acabaría igual que él. ¿Pero cómo podría ayudar a Gwen si no sabía dónde estaba? Y, por otra parte, ¿él quería realmente ayudarla?
Retiró un refresco de la heladera y se sentó en el sofá. A medida que la bebida descendía por su garganta, no podía evitar recordar el mensaje de Stark y pensar que debía hacer algo al respecto. Algo extraño había ocasionado que el simbionte estuviera deshaciéndose de sus hospedadores. La única manera de saberlo era hablar con Gwen. Si la información revelada en ese mensaje se cumplía, muchos ciudadanos estarían expuestos a un peligro desconocido. Peter no conocía las nuevas intenciones que hubiera desarrollado el simbionte y la verdad es que no quería ni imaginarlo.
No tenía idea de donde pudiera estar Gwen y, menos aún, como para comenzar a investigar hasta dar con su paradero. Un pensamiento fugaz le advirtió que quizá podría dirigirse al sitio donde tuvo lugar aquella pelea, pero dudaba que ella pudiera rondar por ahí. Luego pensó en Industrias Parker, aunque inmediatamente lo descartó. Desde aquel incidente que tuvo lugar en los laboratorios, había asegurado toda el área, inclusive hasta las pequeñas oficinas con menor riesgo biológico y radioactivo. Sin más ideas en mente, soltó un gran suspiro de frustración y presionó la lata de aluminio hasta torcerla por completo. La aventó al cesto de residuos fallando completamente su tiro. Así que no tuvo más remedio que levantarse y acomodar la lata dentro del cesto.
Miró a su alrededor y pensó por qué no intentarlo. Su intuición lo guio a un baúl donde almacenaba sus recuerdos más preciados. Se sentó sobre el suelo y lo abrió, encontrándose con lo primero a lo que recurría en momentos difíciles cuando requería un consejo, la seguridad que desprendía la foto de su tío Ben. También halló una agenda con los horarios de las asignaturas de la preparatoria y su primer dispositivo para disparar telarañas. Extrajo todas esas memorias hasta hallar la que buscaba. No pensó que volvería a desenvolver esa foto tan pronto. Envuelta en varios pliegues de papel resistente, desenrolló aquella antigua fotografía.
La nitidez estaba intacta y su calidad bien conservada. Los años no parecían tener efecto en ella, a no ser por la escritura de tinta en el reverso. Era Gwen posando para la cámara y claramente podía recordar con detalle ese día. Le había pedido ser oficialmente novios y sonrió al recordar que bien lo habían pasado juntos por aquel entonces.
Revisó el mensaje que había detrás.
Gwen… Puede que no cumpla con todas las expectativas que esperan tus padres de mí, pero definitivamente eres lo mejor en mi vida y estoy dispuesto a luchar por lo nuestro. Quien te quiere y te cuidará por siempre.
Peter.
Se trataba de su promesa y había fallado. No tendría el valor para hacerlo una vez más de nuevo. Revisó por última vez la foto reconociendo la ubicación. Era la torre del reloj. Ni siquiera pensó en su condición física ni en su traje y salió por la ventana.
Aterrizó justo sobre el tejado de la torre y luego descendió por el interior del edificio. Sintió alivio de sentirse en perfectas condiciones y tenía grandes esperanzas de que ella pudiera estar allí dentro.
Se movió por los alrededores y recorrió varios pasillos buscándola, hasta que sintió un impacto que lo envió directo contra una pared. Para su suerte, estaba allí y la había encontrado.
—Gwen… —pronunció.
Ella lo elevó sujetando con fuerza su mandíbula hasta intentar estrangularlo. Descubrió su rostro sólo un poco y Peter reconoció cuán dolida y molesta se sentía con su presencia. Tenía los ojos llorosos y un atisbo de angustia recorría su cara.
—Has cometido un grave error en venir aquí… —dijo con profundo rencor.
—Gwen, yo… —intentó justificarse, pero la mano comenzó a apretar mucho más fuerte su cuello.
—Pronto me iré, pero creo que sería bastante lógico que cumpliera con mi parte del trato… —comenzó a asfixiarlo—. Sobre todo, cuando vienes a entregarme a S.H.I.E.L.D.
—¡No! —gritó casi sin voz—. ¡No vengo a hacer eso! —imploró con el poco aire que quedaba en sus pulmones.
Gwen lo miró fijamente aflojando de a poco su agarre. Luego examinó en su mirada.
—Vengo a… ayudarte, Gwen, de verdad.
Fue liberado por completo así que cayó al suelo con todo el peso de su cuerpo sobre sus rodillas. Mientras recuperaba oxígeno y se recomponía, no pudo evitar que escapara.
—No creo que puedas ayudarme. ¡Nadie puede ayudarme! —gritó una inestable Gwen elevándose hacia lo más alto del campanario.
