Capítulo 15

Mientras ascendía, no pudo contenerse más y las lágrimas descendieron libremente por sus mejillas. Su respiración se volvió cada vez más pesada y tuvo que detenerse cerca. Hacía rato, al tiempo que se elevaba por la gran campana que repicaba todos los días, experimentó una sensación de profundo cansancio. Durante los últimos días, se había vuelto más frecuente. Todo se debía a su propia culpa. Ahora experimentaba las consecuencias de no haber accedido a ser cómplice del simbionte, lo que quería decir, que la amenaza era realidad.

Se limpió el llanto que no dejaba de disminuir al recordar a Peter buscándola. Le dolía saber cuánto la despreciaba y, sobre todo, porque albergaba al simbionte, un temible ente desconocido, un bomba dentro suyo que en cualquier momento podría explotar. A estas alturas, le resultaba extraño que quisiera ayudarla. ¿Estaría burlándose de ella?

—¿Qué haces aquí? —sollozó en cuanto le vio. La había seguido.

—Te escuché llorar y te he seguido. Vengo en son de paz, Gwen —dijo sentándose junto a ella con los pies colgando—. En serio.

—No sé cómo puedes querer ayudarme. Si mal no recuerdo, para ti ya estoy muerta —añadió con rencor.

—Recuerdo lo que dije. Lamento como eso te hizo sentir, pero algo… me hizo cambiar de opinión. Tengo que ayudarte.

—Si esto es por el simbionte…

—No sólo es por el simbionte —interrumpió mirándola a los ojos fijamente.

Gwen vio la promesa en sus ojos castaños y tuvo que apartar la mirada. Se sentía indefensa y él parecía ser la seguridad a la que tanto necesitaba aferrarse. Luego, mientras dirigía su vista hacia las calles de la ciudad, pensó en el peligro que constituía el simbionte. Se había deshecho de Flash después de años de una aparente simbiosis bien controlada. «Qué bien había engañado a todos» pensó. ¿Podría contagiar a más personas después de ella? «Seguramente». Después de todo, todavía estaba en constante mutación y puede que su verdadera capacidad sea incalculable. En cuestión de días, había alterado su sangre, pero, aunque quisiera, no había doblegado su mente ni su voluntad. Realmente no quería que le sucediera eso a civiles inocentes.

—Y bien, ¿qué quieres saber?

—¿Cómo te sucedió esto? ¿Por qué te eligió?

—Creían que… podrían manipularme. Pero no lo han logrado si estás aquí con vida.

—¿Así que eso querían? ¿Utilizarte como un medio para deshacerse de mí?

—Sin duda alguna. Desde que se fusionó conmigo, ha estado ordenándome muy bien qué debía hacer. Al principio estaba a merced de su control mental. Intentaba manipularme, todo con tal de eliminarte —desvió su mirada a Peter, quien asintió—. Pero pude resistirme a su control e intenté buscar alguna forma de salvarme a mí misma —se tomó su tiempo y lanzó un suspiro—. Me queda poco tiempo de vida. El simbionte comenzó a corromper mi sistema y estoy segura de que no sobreviviré por mucho tiempo —explicó con naturalidad—. No quiero que esto le ocurra a nadie más.

Captó interés en la mirada de Peter. Luego de unos momentos de completo silencio, él habló:

—Puede que aún haya algo de tiempo. Dos mentes funcionan mejor que una.

—Suena a que estás dispuesto a ayudarme.

—A eso he venido. Podría ayudarte…

La propuesta quedó suspendida en el aire. No tenía muchas opciones entre las que elegir. Él le estaba dando la posibilidad de decidir. Su determinación era firme, así como la preocupación por ella.

—Además de que podríamos proteger a la siguiente víctima del simbionte y evitar que produzca un verdadero caos en New York.

Le aportó una buena alternativa para aceptar su propuesta y, durante el proceso, quien sabe, hasta podría sobrevivir.

—Ojalá fuera tan fácil, pero para mí, ya no hay posibilidades.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

—Cuando comencé a renunciar a sus crueles propósitos, liberaron una serie de toxinas en mi cuerpo que afectan todo el sistema a nivel celular. Supongo que, para cuando estuve en las instalaciones de Stark, la amenaza ya pudo haberse cumplido y, cuando se decida a abandonar totalmente mi cuerpo, pereceré —explicó ocultando su rostro.

El peso cálido de la mano de Peter se apoyó sobre la suya y le dio un pequeño apretón. Ese gesto la sorprendió.

—No seas tan pesimista. Estoy dispuesto a hacer hasta lo imposible para revertir tu situación —le prometió. Luego, se paró y reflexionó—: Hay que impedir a toda costa que el simbionte se desestabilice. Un mínimo error de nuestra parte y podría infestar todo New York.

Se quedó pensando en sus palabras. La seguridad que desprendía la animaba a confiar. ¿Pero quedaba alguna esperanza para ella en medio de tanta oscuridad? Fijó su vista en él y reconoció que era un héroe digno, justo lo que la gran ciudad precisaba. Por alguna razón, no podía evitar confiar en él.

—De acuerdo. Voy a colaborar contigo —accedió finalmente.

Antes de que él pudiera responder, se alejaba con velocidad de la torre. Necesitaba un momento a solas para ordenar sus pensamientos.