Notas:


Esta historia se relaciona con los hechos de mi otro Fanfic: Still Loving You y SLY Shorts El verano que nunca olvidaré
Contiene spoilers de esa historia, así que sería mejor no leerlo a menos que hayas terminado ese fanfic
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Esta historia es el regalo que te prometí...


Fin de las Notas:


–Tienes que dejar de meterte en peleas

–Se lo merecían ¡Auch!

Helga apretó mucho los párpados con un gesto de dolor, mientras Lila terminaba de desinfectarle el corte que tenía desde el hombro hasta un par de centímetros por debajo de la clavícula.

–¡Más cuidado, campirana!

Lila levantó el rostro con una mirada de frío regaño, que su amiga evitó con incomodidad.

–Tuviste suerte – dijo.

Dejó a un lado la botella de suero y comenzó a revolver en una cajita.

–Sí, no tendré que ir al hospital

Helga se paró delante del lavabo y frente al espejo admiró su herida como si se tratara de un tatuaje.

Lila la obligó a sentarse otra vez en el borde de la tina y con cuidado secó alrededor del corte, rasgó el sobre del apósito y con suavidad lo adhirió con cinta. Luego se levantó y guardó los implementos en una cajita plástica que hacía de botiquín, mirando en el reflejo del espejo a su amiga.

Además de la hinchazón en su mejilla, varias magulladuras y moretones frescos cubrían los brazos y el torso de Helga, mezclándose con las cicatrices, o, como ella decía, medallas de honor. Algunas eran de contiendas pasadas y otras del par de accidentes que había tenido en su motocicleta.

–¿Segura que puedo usar este vestido? – preguntó Helga, tomando la prenda.

–Ciertamente te lo entregué para que lo uses

–Pero es... bonito... – Helga apretó la tela entre sus dedos – y se manchará si la herida se abre

Lila medio sonrió.

–Cielos, Helga, no pensarás que intento clonarte, ¿no es así?

–Tú no harías eso. Pero podrías cometer un crimen y luego usar mi ADN para incriminarme

–En mi cepillo hay suficientes de tus cabellos para hacer eso

Ambas rieron.

Helga pasó la cabeza por el cuello del vestido y se levantó para dejarlo caer.

Lila la miró de reojo, siguiendo el borde de la tela, hasta que cubrió la cicatriz en el muslo de su amiga.

–La última vez te dieron quince puntos – comentó con un suspiro.

–No fue tan malo y tendré una historia interesante que contar cuando cuide a los futuros hijos de los tortolitos

Lila tomó la caja plástica y las dos chicas salieron del baño para ir al dormitorio.

–No creo que a Phoebe le haga gracia que le cuentes esas cosas a sus hipotéticos futuros hijos – comentó Lila–, aunque Gerald confirmaría tus historias y quizá hasta les añada algún detalle interesante

–¿Tú crees?

–En verdad lo creo – Asintió y luego adoptó un aire reflexivo –. Aunque quizá debas dejar de recopilar esta clase de historias si quieres tener la oportunidad de cuidar a tus hipotéticos futuros semi sobrinos

–Tendré más cuidado la próxima vez

En una repisa Lila acomodó la cajita y volteó para encontrar a Helga sentada en la cama, concentrada en sus nudillos, también lastimados.

Se sentó junto a ella y encendió la pequeña radio sobre la mesita de noche.

–¿Por qué sigues haciendo esto? – preguntó por inercia, aunque adivinaba la respuesta.

–Porque siguen hablando mal de ti

–Cielos… y ¿eso es tan importante para que te vayas a los golpes?

–¡Por supuesto que sí! – llevó su mano al mentón de Lila, sujetándolo entre su índice y su pulgar, levantando su rostro lo suficiente para que estuviera obligada a mirarla – Sabes que tengo que proteger la honra de mi doncella

La seguridad con la que Helga actuaba era suficiente para alterar a Lila y ella se obligaba a soportar buscando en sus ojos una señal que nunca llegaba.

Solo una vez...

Contuvo el aliento.

Tal vez...

Y ahí estaba su pulso alterado.

Si tan solo...

Odiaba que no le importara.

¡Di algo!

Los labios de Helga se torcieron en una mueca y ambas rompieron a reír, apartándose.

–Cielos, tal vez deberías guardar eso para la escuela – dijo Lila entre risas.

–Como si te molestara

–Oh, estoy segura que no me molesta – se calmó y la miró entrecerrando los ojos–, pero si insistes en hacer esto cuando estamos a solas voy a pensar que en verdad te gusto-gusto

–¿Y tendría algo de malo que así fuera?

Bastaba un soplido para avivar las llamas.

Todo era parte del juego, de su obra de teatro.

Y todo era un en escenario, incluso sin público.

Debía representar el papel.

Debía ser perfecta.

–Para nada – respondió con una sonrisa. Luego una idea pasó por su cabeza–. Estoy segura que si fuera así, no te juzgaría, como no juzgo a Eugene

–Tampoco juzgaste a Nadine

–Claro que no, ¿Por qué lo haría?

–No lo sé. A veces crees que conoces a alguien y qué sabes cómo reaccionarán en ciertas circunstancias, pero lo cierto es que no puedes saberlo hasta que ocurre

La mirada de Helga se tornó triste.

–¿Qué pasa? – murmuró Lila.

–Solo recordé lo que ocurrió entre la princesa Lloyd y Nadine

Helga suspiraba con la mirada perdida.

–Ciertamente – dijo Lila – debió ser difícil para ambas que una amistad como la suya terminara de ese modo

–Supongo que sí

Lila había aprendido a no insistir cuando Helga miraba el vacío.

–Iré por comida ¿quieres algo? – dijo.

Helga negó y se dejó caer en la cama.

De todos modos, la pelirroja regresó con dos emparedados y como esperaba, cuando iba por la mitad de uno, su amiga se sentó y preguntó si podía comerse el otro.

–Adelante – respondió con una sonrisa.

–¿Qué tal estuvo tu fin de semana? – dijo la rubia dando un par de mordiscos a su pan– ¿Qué hiciste?

–Participé en una feria

–¿Fue divertido?

–Ciertamente lo fue

–¿Competiste?

–Así es

Helga la observó y Lila evadió su mirada.

–¿Pasó algo? No me digas que estás triste porque perdiste

Tomó aliento.

–Al contrario, quedé en segundo lugar

–Felicidades

–Gracias

Se esforzó por sonreír.

–No me engañas, campirana. ¿Qué más pasó?

Antes de responder, la pelirroja dio un largo suspiro.

–La chica que me venció era amiga de Arnie…

–Oh… lo siento – se rascó la nuca

–Y él estaba ahí cuando nos dieron las cintas

– ¿Qui-quieres hablar de eso?

–Fue incómodo. Ni siquiera me felicitó por cortesía…

–No parece la clase de persona que entienda lo que es la cortesía o, dicho sea de paso, cualquier norma social básica

–Me hubiera gustado que dijera algo, que me prestara algo de atención

–Para que él te ponga atención tendrías que tatuarte en la cara los ingredientes de la comida más elaborada del mundo

Lila sonrió.

–O ser tú

Helga terminó su emparedado.

–Ya hablamos de eso – dijo –. Traté de ser tú y no funcionó bien. Trataste de ser como yo y no duraste ni treinta minutos. Juramos no hacer eso de nuevo, NUNCA. Fue lo peor

–Sí, un poco – se le escapó una risa sincera y miró a Helga con admiración – Eres mejor actriz que yo

–¡Por supuesto que no! Eres una actriz excelente

–Gracias

–Pero somos mejores en roles opuestos

Lila observó como Helga se recostaba otra vez, acomodando los brazos detrás de su cabeza. Se reclinó junto a ella, apoyándose de costado para mirarla, pero sus ojos se desviaban una y otra vez al apósito que cubría la herida.

–¿Quieres que te cuente cómo fue? – dijo la rubia entusiasmada.

–¿Qué cosa?

–La pelea, doi

–Estoy segura de que prefiero no saber

–¡Que aburrida!

–Helga, tienes que dejar de meterte en problemas. Te van a expulsar de la escuela

–Tengo eso cubierto – sonrió con seguridad –. Con Phoebe ayudándome a estudiar, no me sacarán de ahí, a menos que provoque un incendio o algo así... y tendrían que probar que fui yo

–Ayer estuviste a punto de golpear a las amigas de Rhonda. Sabes que ellas podrían conseguir que te expulsen

–Porque no podía dejar que dos tontas de tercer año se metieran con el camarón de primero

–Deja que alguien más lo defienda

–El problema es que nadie lo hace, como si el hecho de que fueran chicas las volviera intocables, son solo un par de abusonas. Todo porque tienen dinero

–¿Y qué tanto hicieron?

–Lo molestaron porque le hace ojitos a Sid

–¿En serio le gusta-gusta Sid? – que ellas lo molestaran por eso no era ninguna sorpresa.

–Sí. Es tan tierno que llega a ser patético. Es todo nervios, se le enreda la lengua y juraría que se puede ver como sus ojos se vuelven corazones cuando están cerca

–No sé cómo terminas notando esas cosas

–Siempre he sido observadora. Olga decía que tenía un don para juzgar a la gente – rodó los ojos –. Además, la única persona que me importa en el mundo no está cerca para acaparar mi atención, así que me distraigo observando a los demás. Es fácil ser testigo cuando eres invisible

–Helga

–¿Qué?

–Ya no eres invisible, al menos no para mí

–Lo sé

Helga rodó y se acurrucó junto a Lila, quien la abrazó, acariciándole la cabeza. La sensación de su cabello rapado que empezaba a crecer era agradable y le hacía cosquillas.

–¿Puedo dormir aquí? – murmuró la rubia.

–Supongo que sí

–¿Puedes llamar a Suzie y decirle que me quedé dormida mientras estudiaba contigo?

–Es la segunda vez este mes – respondió levantándose para ir al teléfono de red fija.

–Te lo compensaré con una cena para dos en mi trabajo. Y si me avisas temprano puedo convencer al cocinero de que haga el especial

–Cielos, Helga, eso suena muy generoso, te lo agradezco – dijo con un tono claramente sarcástico.

La rubia resopló un amague de risa mientras se quitaba los zapatos empujándolos entre sí hasta hacerlos caer.

–Aún no juntas el dinero para el cumpleaños de tu padre, ¿no? – añadió – Ve con él

–Yo...

Lila iba a admitir que no, que simplemente iba a cambiar los planes.

–Como sea, voy a dormir – añadió Helga, dándole la espalda mientras se metía en la cama.

Lila fue a hacer esa llamada y de regreso a su habitación se acercó a su tocador para desenredar su cabello y prepararse para dormir.

Apagó la luz y se metió a la cama mientras en la radio sonaba la voz de Dolly Parton.

–Odio esa canción– dijo Helga medio dormida, volteando para abrazarla.

–¿Por qué?

–Porque me recuerda a ti...

Helga tarareó el verso:

Your beauty is beyond compare

With flaming locks of auburn hair

With ivory skin and eyes of emerald green

Your smile is like a breath of spring

Your voice is soft like summer rain

And I cannot compete with you, Jolene

Lila la miró con una sonrisa, estiró su mano hasta la pequeña radio sobre su mesita de noche y presionó el botón para apagarla, luego abrazó a su amiga.

Para todos los demás Helga era la chica ruda de la escuela. Jamás pedía ayuda, ni favores, ni hacía nada gratis por otros. Quienes requerían o aceptaban su protección, pagaban un precio. Quienes compraban su mercancía eran seleccionados cuidadosamente y se aseguraba de tener algo con que extorsionarlos para asegurarse de que no fueran a delatarla, porque, aunque todos sabían lo que vendía, nadie tenía pruebas.

Y aunque Phoebe, Gerald y Nadine también eran sus amigos, la rubia tenía fama de loba solitaria. Era la paria, la rebelde, enfrentándose a una preparatoria entera, sus reglas escritas y sus normas sociales.

Sí, claro

Para Lila, en cambio, Helga parecía una gatita abandonada, que necesitaba cariño y atención, pero solo podía dárselo cuando ella lo buscaba y mientras quisiera.


Se acercaron poco después que Arnold se fuera a San Lorenzo con sus padres.

Las primeras conversaciones entre ellas fueron un poco tensas. Lila entendía el recelo, después de todo el tiempo que Arnold la pretendió no fue poco y el tiempo que Helga escondió su amor en secreto fue demasiado.

Al final de ese trimestre les asignaron un proyecto de ciencias en parejas y aunque Helga solo quería terminar rápido el trabajo y olvidarse del tema, Lila en verdad disfrutó el tiempo con ella. Y al final de esa semana de investigación en clases y avances después de la escuela, no dejaba de sonreír.

Un par de semanas después les dieron la tarea de investigar algo sobre la historia local y fue Helga quien se acercó a preguntar si podían estudiar juntas.

–Ciertamente suena como una buena idea – dijo Lila – Pero, ¿por qué querrías trabajar conmigo? ¿Discutiste con Phoebe?

–Pheebs trabajará con Geraldo – dijo rodando los ojos

–Así que no tienes opción

–Trabajar contigo no está tan mal. No interrumpes y me es fácil concentrarme

Lila observó que rascaba su brazo y evadiendo su mirada.

–Si tú lo dices, está bien, puedes estudiar conmigo

–Eso no significa que seamos amigas

–Claro que no

–Es una relación estrictamente profesional, ¿entendido?

–Fuerte y claro

–Y si le dices a alguien – Helga la amenazó con su puño.

Lila levantó las manos de forma defensiva siguiéndole el juego. No estaba asustada. Ya conocía las amenazas de la chica.

–Bien – concluyó Helga –. ¿En tu casa, mañana?

–A las cuatro

–Perfecto

Ese fue el primer fin de semana de muchos que Helga se quedaría con ella. La excusa al principio era que se hacía tarde estudiando, pero eventualmente Lila comenzó a invitarla y luego Helga simplemente se instalaba.

Durante la secundaria Helga se quedaba con ella quizá un fin de semana al mes. La rubia todavía pasaba algunos fines de semana a solas con Phoebe o salía con ella y Gerald. Pero después de todo los novios necesitaban su espacio y pasar demasiado tiempo juntos tenía que ser incómodo para todos.

Lila estaba bien con esa amistad trivial, se llevaban bien, hablaban tonterías y no esperaba nada. Pero cuando ocurrió lo de Nadine, comenzó a verla de otra forma, a admirarla. Incluso si la chica intentaba restarle importancia.

Al año siguiente ocurrió esa pelea con Gerald.

Ella, Phoebe y el resto de la clase los escucharon discutiendo y cuando salieron del salón los vieron en el suelo, forcejeando.

Después que Helga fuera atendida en la enfermería, la dirección le dio a la rubia una semanas de suspensión y a Gerald, que insistió que él era el responsable, le dieron tres días.

Cuando Helga regresó, Lila intentó hablar con ella.

–Sé que no me incumbe, pero ¿qué hizo Gerald para que te pelearas con él?

–No puedo decirte

–¿Qué estúpido pacto crees que tienes con los chicos?

–No es eso

–¿Entonces qué?

La frialdad en la mirada de Helga la hirió de una forma que no conocía antes de ese momento.

–No es asunto tuyo, campirana

Lila supo que su amistad no era real y decidió dejar de esforzarse. ¿Para qué? Si ella claramente no iba a confiar nunca en ella.

No entendía como Gerald y Phoebe podían estar tan tranquilos después de lo que pasó. Ciertamente entre ellos si hablaron y arreglaron las cosas. Pero de todos modos eso no estuvo bien. A esas alturas Helga no podía continuar con su mal hábito de amenazar y golpear a otras personas, esas no eran formas adecuadas de resolver conflictos, ni siquiera en una escuela pública.

Quedaba algunas semanas para las vacaciones de verano cuando Helga llegó tarde a clases. Parecía estar en alerta. Entró mirando el salón dos veces y se sentó lejos de las ventanas.

Arnie apareció en el descanso. Simplemente estaba sentado en el patio.

Cuando el chico se dirigió hacia donde ella estaba, el corazón de Lila saltó como en cuarto grado.

–Hola, Arnie – le dijo, jugando con su cabello.

El chico pestañeó con un ojo, luego el otro.

Era más alto que ella.

Vestía mejor que antes.

Pasó a su lado sin siquiera voltear.

–Helga, ¿podemos hablar? – dijo él.

La pelirroja sintió que se le apretaba el estómago.

Claro.

Era invisible para Arnie siempre que la rubia estuviera cerca.

No, no podía culparla.

–Aléjate de mí – respondió Helga con indiferencia.

–Pero… – resoplido – no me dejaste terminar de hablar contigo esta mañana

¿Esta…

Mañana?

–Saliste tan rápido de la casa – continuó él.

–Déjame en paz, fenómeno – insistió Helga, apartándose.

–Pero lo de anoche

–Ya deja de decir tonterías – lo interrumpió.

–Te entregué mi corazón

–No me interesa

Helga se alejó con las manos en los bolsillos. Y Lila se quedó mirando el rostro abatido de un chico en el que se había prometido no volver a pensar.

¿Qué hacía ahí?

¿Acaso pasaba algo entre él y Helga

¿Qué no le bastaba con que Arnold estuviera loco por ella? ¿También tenía que acaparar a Arnie? ¿Y qué pasó? ¿Por qué Helga llegó tarde? ¿Acaso… ellos…?

Estaba furiosa.

Estaba celosa .

Y la espina de ese sentimiento se clavó junto a la de la amistad no correspondida.

Helga no era su amiga. No confiaba en ella. No eran más que compañeras de clases que se toleraban y la rubia no le debía nada.

Incluso si se lo debiera, Lila no le había dicho a nadie que aún sentía cosas por Arnie.

Aunque estaba segura que hasta ese instante ni ella misma sabía que todavía sentía algo por él.

Verlo la sacudió por completo.

No era que no hubiera encontrado a alguien correcto en quien enfocar sus afectos, era que su corazón ya tenía un dueño y olvidó lo intenso de ese palpitar hasta que él se hizo presente.

Hasta que lo vio cerca.

Hasta que se dio cuenta que a él no le interesaba.

Y ser invisible dolía.

Las siguientes dos clases estuvo desconcentrada.

Cuando estaba por salir de la cafetería vio como Arnie seguía intentando hablar con Helga y la rubia, cansada, molesta, con su actitud indiferente, lo arrastró del cuello y llevó afuera, discutiendo con él.

No pudo escuchar mucho de la conversación, excepto fragmentos.

–Criminal ¡No puedes seguirme a la escuela!

–Pero Helga

–Vete a casa, hablaremos allí

–¿Y qué hago todo el día?

–No es mi maldito problema

–¿Puedo esperarte a cenar?

–No

–Por favor

–No

–Pero ayer

–No, Arnie. Hablaremos esta noche, ahora ve a casa

Lila se escondió, cubriendo su boca con sus manos. Todo eso era demasiado.

Trató de no pensar.

Como Helga decía, no era su maldito problema.

Pero terminó siéndolo.

Los días siguientes estuvo de mal humor, mal peinada y con enormes ojeras. Le dio tantas vueltas a tantas ideas, que no sabía ya cuál era la correcta, cada una parecía factible en cierto modo.

El último día de esa semana no contestó al saludo cuando Nadine, Phoebe y Gerald le hablaron. Iba a hacerlo, pero vio que Helga estaba con ellos y frunció el ceño. No fue intencional, pero no escuchaba nada fuera del caos en su cabeza y no podía dejar de mirar a la rubia.

Lo siguiente que notó fue como su espalda chocaba contra un muro.

–Escupe, campirana – exigió Helga.

La había arrastrado a un armario de limpieza.

–¿Qué?

–Estás actuando como una idiota y eso no va contigo, así que dilo de una maldita vez

Lila la miró con los ojos entrecerrados y sin ningún esfuerzo imitó el tono y las inflexiones de la chica frente a ella.

–No es tu maldito problema

Hubo un silencio largo y pesado hasta que Helga levantó un lado de su ceja.

–No me hagas reír. Me has evitado por tres días. Con una mierda, claro que es mi problema ¿qué demonios hice?

Lila entonces decidió acabar con su vida, o, lo que era lo mismo, hacer enfadar a Helga G. Pataki.

–Estás engañando a Arnold con Arnie

El trasero de Lila dio bruscamente con en el suelo, mientras, Helga se sentaba sobre sus piernas y la tomaba del cuello de la blusa.

–Debería...

Lila notó como una de las manos de Helga se elevaba y retrocedía.

Su corazón se aceleró.

Jamás había visto a Helga tan furiosa.

Y lo peor era que la adrenalina borraba el miedo al punto que podía sentir cómo los músculos en su rostro se tensaban para formar una sonrisa torcida, como si eso fuera exactamente lo que estaba buscando.

Esto era Helga: era poder, furia, seguridad. Era la chica que llevaba meses coqueteando con otras chicas solo por alimentar ese estúpido rumor y reírse de todos en sus caras. Si no le importaba actuar y no le importaba mentir ¿realmente sentía algo por alguien? ¿Por Arnie o por Arnold? ¿De verdad amó a Arnold?

Sabía que se enviaban cartas y que ella esperaba que él volviera, pero mientras no estaba, ¿qué evitaba que disfrutara de la atención de otras personas? En especial del primo del que algunos pensaban que seguía siendo su novio...

Después de todo, en ese momento Arnie era lo más parecido y lo más cercano a Arnold.

Y si Helga iba a ser esa clase de chica, Lila no sentía ningún reparo en meter el dedo en la llaga.

Pero cuando logró fijar la mirada en los ojos de Helga no había orgullo o ira. Solamente una profunda tristeza.

Latidos

Sus ojos eran represas a punto de reventar.

Helga la soltó y se apartó bruscamente, dándole la espalda, ocultando su llanto.

–No sabes de lo que hablas

Su voz sonaba quebrada. ¿Estaba actuando? ¿La estaba manipulando?

No.

Helga Pataki jamás se mostraba vulnerable.

Lila se levantó, pero no tuvo el valor de moverse, ni para acercarse a Helga, ni para escapar.

–Te escuché discutiendo con Arnie – dijo.

–¿Qué crees que escuchaste?

–Que hablarían en casa… que algo pasó en la noche… y esa mañana… sonaba... sonaba como

–Dilo, campirana

–Como si te hubieras quedado con él…

–Qué forma más hipócrita de decir que crees que nos acostamos

–¿Lo hicieron?

–¡Claro que no! Prefiero morir. Pero él se quedó en la casa…

–Entonces – interrumpió–… ¿es cierto? ¿Estás saliendo con él?

–No hay nada entre Arnie y yo

–No lo entiendo, Helga... ¿por qué Arnie se quedó contigo?

–Es lo que intentaba decirte. Arnie solo está visitando a los abuelos de Arnold. Hace unos años vivo en La Casa de Huéspedes

Vio que Helga se limpiaba los ojos y volteaba a verla, cruzando los brazos.

–En sexto grado – continuó – servicios sociales me sacó del museo a la tecnología obsoleta, también conocida como la tienda de localizadores del Gran Bob. Una pareja de inquilinos me acogió… cuando eso pasó todavía salía con Arnold y pensamos que sería raro que todos se enteraran, así que solo lo sabían el cabeza de cepillo y Pheebs. Y ahora tú lo sabes. Tienes que guardar el secreto

–Helga, lo siento… no sabía… ¿Qué pasó con tu familia?

–Ya no existe. Miriam se fue con su madre, Bob se casó y tendrá otra hija

–Entonces te quedaste sola

–Ni se te ocurra tenerme lástima

–Cielos, no. No me atrevería

–Esa si suena como la Lila que conozco

Helga sonrió, parecía más tranquila.

–¿Entonces el problema es lo que pasó con Arnie?

Lila asintió.

–¿Celosa?

–Yo

–Admítelo

–Así es. Creí que ustedes... Y sé que nunca te dije que él… pero no lo había visto en un tiempo y cuando habló contigo…

Vio que Helga rodaba los ojos con aburrimiento.

–En serio, en serio, lo siento mucho – añadió, dándose cuenta de que todo sonaba como excusas.

–Lo entiendo – Helga sonrió y se acercó –. Aunque... tal vez… – la arrinconó, apoyando su brazo en el muro tras Lila, un poco más arriba de su cabeza – tus celos – Lila bajó la mirada – no son… – Helga le sujetó el mentón y levantó su rostro – por él

Esa fue la primera vez que Lila fue hipnotizada con el hermoso celeste de los ojos de Helga, con la seguridad en su mirada y sus larguísimas pestañas.

Un escalofrío la recorrió.

Tragó saliva.

Una risita ahogada la sacó del trance.

–En serio lo pensaste, ¿no? – dijo la rubia con su ceja arqueada.

Lila se sonrojó.

–¡Claro que no! – respondió.

Helga se apartó y la miró en silencio con expresión de no creerle.

–¡No es lo que piensas! – se defendió Lila.

–Estás nerviosa

–Estoy segura que cualquiera lo estaría si haces algo así

Helga sonrió.

–Entonces ¿en verdad estás celosa por la atención que me da Arnie?

–Sí

–Bienvenida a mi vida en cuarto grado

–¿Qué?

–Arnold se la pasó pendiente de ti, fue horrible

–Pero al final saliste con él… en cambio Arnie olvidó que existo después que terminamos…

–Quédate conmigo hasta que se vaya, intenta hablar con él, ¿quién sabe? – se encogió de hombros– Tal vez lo consigas

–Pero

–Me harías un favor quitándomelo de encima. Por mí me hubiera quedado con Phoebe, pero también tiene familiares de visita y aunque a veces me quedo contigo, no podría estar ahí tanto tiempo

Lila sonrió.

–Gracias...

–Tú me ayudas, yo no hago nada

–Entiendo. Y Helga… yo… lo siento… no debí decir que engañabas a Arnold

–Respecto a eso – Lila pudo notar la tristeza y resignación en su voz–. Solo para que quede claro, él y yo no somos nada. Por si lo olvidas, está hace años fuera del país

–Pero ustedes todavía se escriben ¿no es así?

–Eso en primer lugar no te incumbe, pero si necesitas saberlo, no, ya no

–Lo lamento

–Y, en segundo lugar, no vuelvas a mencionarlo. El cabeza de balón no existe en mi vida… y es necesario que se quede así

Lila asintió.

–Perfecto, con eso claro ¿Podemos volver a ser amigas?

Supo que no pudo ocultar la alegría que la inundó al oír esas palabras cuando Helga le dio un par de palmadas en la cabeza.

–La próxima vez que tengas un problema conmigo, dímelo

Esa misma tarde pasaron a casa de Lila para que recogiera algo de ropa y se quedara algunos días en la casa de Huéspedes. Le pareció extraño que Helga usara la habitación de Arnold y, aunque ella evitó mencionarlo, la rubia le contó del trato que hicieron al despedirse. Con el tiempo le fue diciendo otras cosas y de cómo se había dado cuenta que Arnold no pensaba volver.

Al menos logró hablar con Arnie lo suficiente para enterarse de cómo iban las cosas en su vida desde la última vez que lo vio.

Y para darle un descanso a Helga, invitó al chico a hacer las compras, manteniéndolo fuera La Casa de Huéspedes una tarde entera de domingo.

Arnie se fue cuando aún les quedaban un par de días de clases.

Ese verano Rhonda hizo varias fiestas y en una de esas ocasiones Helga de pronto comenzó a sentirse mal. Lila y Phoebe sospecharon que algo le dieron las amigas de Lloyd, primero porque la rubia nunca bebía demasiado y segundo, porque no parecía realmente borracha, sino alterada de forma distinta. Así que las tres, junto con Gerald, abandonaron la fiesta temprano. Se despidieron en la entrada de La Casa de Huéspedes cuando Lila dijo que se quedaría a cuidarla.

La rubia estaba mareada, pero al mismo tiempo no podía dormir. Entre vasos de agua y necesarios viajes al baño, esa noche terminó por confesarle sobre sus poemas, el altar y algunas locuras infantiles…

Entonces Lila se dio cuenta de lo mucho que Helga había amado a Arnold. Realmente lo amaba. Y aunque no quería hablar de él, ciertamente el recuerdo del chico seguía en su cabeza y en su corazón.

Ese verano pasó y cuando volvieron a la escuela Helga ya tenía su permiso y trabajaba para un restaurante, oficialmente como repartidora y extraoficialmente de mesera cuando lo requiriera el local.

Lila veía su cansancio, su esfuerzo y su dedicación. Mantenía buenas notas en la escuela, trabajaba horas extra cuando tenían días libres y todavía tenía tiempo para compartir con sus amigos y de vez en cuando ver a su madre.

Se enteró que abandonó el programa de acogida y comenzó a pagar renta.

Y su familia no la apoyaba.

En cierto modo estaba sola.

Y Lila se preguntó muchas veces si hubiera sido capaz de hacer lo mismo en su posición.

Concluyó que no.

Decidió que su amiga merecía cariño y un lugar seguro, ser cuidada por alguien que en verdad la quisiera. Y aunque Helga hubiera deseado que esa persona fuera Arnold, la realidad era que él no estaba, así que Lila se preguntó si en cierto modo podía tomar su lugar.

Además, sabía que Arnie jamás le haría caso.

Tal vez… tal vez… cuidar la una de la otra no sonaba tan mal.

Ella no tenía su fortaleza, ni su carácter, tampoco esa pretendida seguridad que engañaba a todos.

En el mundo de las relaciones sociales ella tenia la diplomacia y el encanto.

Y a solas podía ofrecerle afecto y atención.

Y eso funcionaba. A veces hasta pensaba que era suficiente.

Lila todavía intentaba entender de qué forma le importaba Helga, cuando un idiota comenzó a acosarla en la escuela. Así que cuando Helga intervino y él preguntó si eran novias, Lila asintió sin pensarlo.

No eran novias.

Ciertamente no quería que lo fueran.

Pero era divertido que todos lo creyeran y era aún más divertido pretenderlo.

Le gustaba Arnie, todavía su corazón latía fuerte cada vez que lo veía, las pocas veces que se encontraron.

Pero también disfrutaba la atención de Helga. Y su pulso se aceleraba cada vez que ella se acercaba juguetona, a veces en la escuela, solo para recordarles a todos que estaban juntas; otras veces a solas, tonteando.

Nunca llegó a besarla.

Le gustaba-gustaba Arnie.

Aunque a veces lo pensó.

Helga seguía enamorada de Arnold.

Ciertamente tenía que ser así.


Helga siguió metiéndose en peleas hasta que acabó el tercer año, por suerte no sufrió más heridas graves. Tuvo cuidado, tal como prometió.

Durante las vacaciones la rubia tenía dos empleos, así que se hacía complicado pasar tiempo con ella. Fue por eso que Lila decidió volver al campo de su familia unas semanas.

Hacia el final de ese verano Arnold regresó a Hillwood.

Creyó que las cosas cambiarían de inmediato, pero en cuanto se presentó en la fiesta de bienvenida notó la cautela con la que Helga lo vigilaba. Y al hablar con él resintió la ingenua ignorancia del chico.

La había abandonado en ese lugar y él no tenía idea de todo lo que pasó con ella, de cuánto había cambiado, de cuándo había luchado y las cosas que enfrentó. ¿Sería digno de su amor?

Y si Helga lo aceptaba de vuelta, ¿qué pasaría con su trato?

Pensaba todo eso, ignorando los comentarios en susurros y pretendiendo que no notaba las miradas sobre ellos.

Tenía miedo de la conversación que vendría.

Pero en cuanto Helga la abrazó, supo que el show continuaba y que ella debía seguir ejecutando su papel.

Y el espectáculo siguió por meses.


El fin de semana después de la redada a las carreras clandestinas, Helga se quedó con ella.

Bebían chocolate caliente, acurrucadas en el sofá.

–¿Volviste a hablar con Arnie? – preguntó su amiga.

Lila asintió. No le había dicho a nadie, pero en la fiesta de Navidad conoció a la novia de Arnie y supo que ya no tenía oportunidad.

Arnie le gustó-gustó todo ese tiempo y él no le correspondería.

–No sabe de lo que se pierde. Hay un montón de chicos que amarían salir contigo

–Sí, pero ninguno de ellos es Arnie

–Y yo soy la que está obsesionada

Claro que lo estoy... aunque... no con él

Helga era su amiga… no podía gustarle-gustarle también, no mientras le gustara-gustara Arnie ¿Cierto?

No eran novias, solo muy buenas amigas.

Además, Helga amaba a Arnold, tenía que amarlo.

Veía como su amiga sufría y, estaba segura de que el chico era tan correcto que mientras creyera que estaban juntas él jamás haría algo por recuperarla.

Charlaron otro rato, cambiaron la música, y Lila decidió contarle sobre la conversación que tuvo con Arnold el día anterior.

Tuvo que intervenir. Porque si él no hacía nada iba a ser ella quien hiciera algo y eso no iba a terminar bien.

–¿Y qué pasa si le digo y las cosas salen bien? ¿Se acaba nuestro teatro?

Lila medio sonrió.

Claro que no.

–Eso depende de ustedes, a mí me da igual.

Mentira...

– No es como que realmente estuvieras terminando conmigo para estar con él.

Aunque así se siente...

–Y si empiezan a salir, todos admirarían la madurez que tenemos por llevarnos bien

Porque nunca dejaré de fingir.

–Y así sigue el show

Siempre le decía a Helga que el mundo era un escenario y que a ella le gustaba actuar, pero Helga estaba equivocada. Lo que amaba no eran los reflectores. Su mejor papel lo ejecutó solo para ella.

Y verla feliz con el chico que amaba sería mejor que cualquier ovación.

Ciertamente debía serlo.

La lista de música siguió avanzando, hasta que una guitarra alertó a Lila.

–Sé que odias esta canción – dijo y se levantó del sofá dispuesta a cambiarla.

–Déjala– dijo Helga, tomándole la mano para que regresara junto a ella.

Lila volvió a sentarse.

–Debo confesarte... que... fui yo quien escribió eso en el muro

–¿Eso?

–Que Arnold te amaba...

–¿Qué? ¿Por qué?

–Había escrito mi nombre, pero entré en pánico y la primera persona en la que pensé fue en ti

–¿Por qué?

Helga medio sonrió

–Porque siempre he pensado que eres linda

Lila contuvo el aliento mientras Helga cantaba:

Your beauty is beyond compare

With flaming locks of auburn hair

With ivory skin and eyes of emerald green

Your smile is like a breath of spring

Your voice is soft like summer rain

And I cannot compete with you

–Saaawyeer – terminó Helga.

Lila se sonrojó.

–Pero eres más que una chica de ensueño

–Cielos, Helga... no creo este sea el mejor momento para que digas algo como eso

Helga continuó:

And I can easily understand

How you could easily take my man

But you don't know what he means to me

–Tú puedes tener al chico que quieras, pero no a Arnold…

–No entiendo qué quieres decir

–Lila, has sido una buena amiga... y una mejor novia falsa... pero últimamente tu actuación no me engaña

–Dijiste que era buena actriz

–No tan buena ¿Creíste que no notaba tu incomodidad desde que Arnold regresó?

La mente de Lila buscó miles de excusas. No quería que Helga pensara que era por él, pero tampoco quería que supiera que era por ella.

–Estás... equivocada...

–No me mientas

–No puedo tener a quien quiera... y estoy segura que no quiero robarte a Arnold

–¿Entonces qué pasa?

–No importa

–¡Por favor! – bufó –. Después de todos estos años, de todo lo que hemos pasado juntas, ahora decides no confiar en mí ¿Es en serio?

Lila cerró los ojos, temblaba.

–¿Por qué le dijiste la verdad? – insistió Helga – ¿Acaso querías que él supiera que eres una opción?

–¡No hice eso por mí!

–¿Entonces qué querías conseguir?

–¡Que dejes de sufrir por él!

–¿Por qué te importa?

–¡Porque lo cierto es que tú me importas! Porque odio verte triste y sé que lo amas... realmente lo amas... y sé... ¡sé que nunca me verías como a él!

–¿Q-qué dices?

Lila sabía que de todos modos ya había arruinado las cosas.

–Estoy segura que mi actuación engañaba a todos, porque – continuó, incapaz de mirarla – no fue del todo mentira. Y aunque ni siquiera me atreví a decirlo... o siquiera pensarlo. Cielos, creo que incluso es la primera vez que realmente la idea tiene forma en mi mente

–¿Significa que todo este tiempo pretendiste que te gustaba-gustaba Arnie?

–No. En verdad me gusta-gusta Arnie, pero también me gusta-gusta la idiota que está sentada junto a mí

Helga no respondió y Lila se obligó a continuar solo por llenar ese silencio.

–No estoy segura de cuántas veces que quise besarte y no imaginas cuanto en serio lamento no haber ocupado como excusa la decena de veces que bebimos juntas o alguna de las noches que dormiste conmigo

Helga sorbió un poco de chocolate y dejó el tazón en la mesita de café.

–Hubiera salido contigo – admitió.

–¿Qué? – Lila levantó la vista.

–Sé que ahora no sirve de nada, pero hubiera salido en serio contigo

Se miraron unos segundos y la música cambió.

–Mucho de ese teatro fui yo actuando contigo como si realmente fueras mi novia, a veces imaginaba que realmente estaba contigo y se sentía bien pretender que había alguien a quien le importaba de ese modo... debí... debí saberlo... debí notar que en serio te importaba. Lo siento, porque tú también me importas

Lila bajó la mirada y apretó los puños.

–Creo que si eres una buena actriz – continuó Helga –. En verdad me convenciste de que solo querías a Arnie – Dejó escapar una risa ahogada. –. Espera, esto es mejor. No engañamos creyendo que estábamos en la misma página... porque realmente estábamos en la misma página

La música volvió a cambiar.

Lila la observaba.

–¿Volverías con Arnold? – dijo, tratando en vano de sonar tranquila.

–No lo sé, tal vez sí, tal vez no – se encogió de hombros –. Tengo que pensarlo. Además, incluso si tienes razón en que le gusto-gusto, no sé qué quiera hacer él al respecto... ni siquiera sé qué haré yo al respecto

Esta vez Helga en serio odiaba la canción, así que se levantó y apagó la radio de la sala.

–Me iré a casa – dijo sin voltear –. Lamento si esto se volvió incómodo

–No fue tu culpa

–Podemos… podemos fingir que nunca pasó

Caminó hacia la puerta.

–Pasaré por ti mañana para ir a la escuela

Lila escuchó un timbre en sus oídos y la invadió un miedo paralizante.

¿Qué pasaría ahora que le había dicho?

¿Podían seguir siendo amigas?

¿Podían seguir actuando como novias hasta que Helga hablara con Arnold?

¿Helga se alejaría de ella?

¿O fingiría, como había dicho, que nada había pasado?

Se acercó corriendo y antes que la rubia llegara a la puerta la abrazó por la espalda.

–¡Cuidado, campirana! – dijo Helga, sujetándose del marco, evitando que ambas cayeran al suelo.

Intentó voltear, pero Lila la apretó fuerte y le impidió moverse.

–¿Qué pasa? – en su tono había preocupación, a pesar de que fingía indiferencia.

–¿Podemos dejar de actuar por una vez?

–¿Qué?

–¿Podemos realmente ser novias? Solo una noche

–¿De qué hablas?

–Sé que no te gusto-gusto... pero... ¿serías mi novia solo hasta mañana? Después podemos fingir como siempre. Sé que las cosas se arreglarán entre ustedes y entonces habré perdido para siempre la oportunidad de estar contigo

Helga llevó su mano a su rostro mientras reía. Lila la soltó, confundida y triste ¿Por qué le causaba gracia? Parecía tan injusto.

Helga volteó subiendo su mano por su flequillo, apartando su cabello, mostrando una sonrisa burlesca. Y Lila notó esos maravillosos ojos que tanto le gustaban al fin clavados en ella.

El mundo entero se desvaneció.

La sangre subió a sus mejillas.

Sintió como Helga sujetaba su mentón entre su índice y su pulgar.

–Siempre he pensado que eres linda – repitió en un tono que era casi un ronroneo.

Parecía distinto a como lo había dicho apenas unos minutos atrás.

Lila notó su pulso acelerado y dejó de respirar, incapaz de reaccionar, incapaz de alejarse.

Entonces vio lo que siempre buscó en esa mirada, apenas por un instante antes de cerrar los ojos y sentir la boca de Helga robándole el aliento.

Calidez, humedad, latidos.

–Puedes tener a quien quieras – dijo la rubia cuando se apartó – ¿Por qué rayos me quieres a mí?

Lila la observó, ¿realmente Helga la besó?

–Cielos, Helga, lo cierto es que no veo por qué no te querría

La sonrisa de su amiga parecía ocultar sus nervios.

–Dejemos esto claro ¿Quieres que seamos novias hasta la mañana del lunes? – dijo Helga.

–Eso fue lo que dije

–¿Y estarás bien con eso? Digo, no me molesta, pero sabes...

–Sé que tu corazón no es mío, no aspiro a tenerlo

–¿Sin mentiras? ¿Sin actuaciones?

–Así es

–¿Y qué pasará mañana?

–Volvemos a ser tan amigas como siempre. El show debe continuar

–Si es lo que quieres, campirana, por mí está bien

Helga volvió a besarla, abrazándola con fuerza, de forma protectora.

Ya conocía el firme agarre de sus manos y la seguridad de sus gestos, pero por primera vez se permitió disfrutarlo sin preguntarse si era real.

Por primera vez estuvo segura de que Helga también lo disfrutaba.

Sus labios se sentían bien y sabían a chocolate.

No dejaba de pensar que esa noche, en serio-en serio, serían novias.