No me culpes por caer
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de Canción de Hielo y Fuego es propiedad de George R. R. Martin.
Esta historia participa en el "[Multifandom] Casa de Blanco y Negro 4.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".
Condición: Satisfecho (verbo).
1
Lucerys
El primero en caer fue Lucerys.
A ver, no era que Aemond estuviera buscando acostarse con su sobrino precisamente. En absoluto. Y menos aún con el sobrino que le arrancó el ojo cuando eran unos niños. Vale, su terapeuta, Gigi —que lo acompañaba desde que tenía diez años― le había hecho entender que se trató de un accidente porque «dime Aemond, ¿qué adulto responsable deja un cuchillo de caza a mano en una casa llena de niños revoltosos y con una rivalidad manifiesta?» Y, aunque lo había comprendido, no se sentía cómodo en su presencia.
Pero esa noche de finales de agosto donde el calor era insoportable en Desembarco del Rey y necesitaba una copa para despejarse, sucedió.
Aemond se encontraba en el Luxury ―bar que Aegon había montado con su parte de la herencia, después de llegar a la inequívoca conclusión de que no podía pasar toda su vida escuchando los reproches de su madre―, tomándose el tercer daiquiri de frutilla. Estaba un poco achispado por el alcohol, por eso ninguna de sus alarmas saltó cuando Lucerys apareció en su campo de visión. Nada de «es el hijo mimado de tu media hermana» o «jamás se disculpó por quitarte el ojo».
Pensándolo en retrospectiva, no ayudó que su sobrino luciera una camiseta de red que dejaba al descubierto los lunares de los hombros y los piercings de sus pezones. Tampoco que tuviera los labios hinchados como si acabara de besarse con alguien. O que sus pestañas, largas y espesas, se agitaran con sensualidad. Y lo que seguro entró en juego fue esa marcada debilidad que Aemond tenía por los chicos de pelo castaño y ojos de cervatillo.
―Siempre me he preguntado si es verdad lo del tatuaje ―le dijo sin descaro alguno. Luego, introdujo el dedo dentro de su copa, revolvió el contenido y se lo llevó a los labios―. Es decir, he escuchado muchas historias al respecto, pero no las creeré hasta que lo vea con mis propios ojos.
Aemond sonrió.
Se había hecho aquel tatuaje después de que Alys rompiera su compromiso. Fue lo que Gigi llamaba «cerrar un ciclo». Algunos cambiaban el corte de cabello o adoptaban un estilo nuevo de vestir, él se hizo un tatuaje en siete sesiones con el dinero que tenía destinado al anillo de bodas. Por supuesto que no esperaba que ese tatuaje se convirtiera en su arma principal a la hora de seducir.
―No puedo enseñártelo aquí, sobrino. Tendría que estar desnudo para que lo apreciaras por completo.
Pensó que Lucerys sería más precavido que él, que retrocedería, pero su sobrino, ni lento ni perezoso, se mordió el labio inferior y le respondió satisfecho:
―El tercer cubículo del baño, ¿sería un lugar apropiado para apreciarlo por completo?
Aemond tendría que haberle dicho que no, pero él mismo lo guio con cierta euforia. Entraron en los servicios como dos adolescentes a punto de intercambiar su primera mamada en un bar.
En el caso de Aemond, era así, solo que ya no era un adolescente. Y en el caso de Lucerys… Bueno, Aemond estaba seguro de que no era vez que entraba en ese cubículo.
