N/A: Un gusto estar aquí, compartiendo una nueva historia con ustedes. Esta vez con mi segunda pareja favorita: Iori x Athena n_n

Esta historia la escribí hace añoooos, pero recientemente la encontré en mis documentos de una USB y pues me di a la tarea de mejorarla para poder compartirla con ustedes n_n

N/A 2: Está historia está inspirada en la canción Agony de KOTOKO, si la escuchan no se van a arrepentir, ¡se los juro! (Si la buscan con subtítulos al español, mucho mejor jeje). También tiene unas pequeñas referencias al anime "Kannazuki no Miko".

N/A 3: La imagen de portada es un Picrew que hizo mi amiga Meredith, créditos a ella por tomarse el tiempo y especialmente a los creadores del picrew.

Besos y abrazos XoXo


"El sueño que un día se hará realidad

Se convirtió en un leve susurro mientras camino por la luz de la noche.

Pronto se abrirán estos ojos a su destino.

Al menos, si solo por ahora…"

...

El suave viento de la noche corría sutilmente moviendo los árboles, el silbido provocado por las hojas que se movían causó que la joven se despertara.

Abrió los ojos y se sentó en el futón tendido en el suelo, no estaba en su casa, no conocía ese lugar y por supuesto, no tenía ni la menor idea de cómo había llegado ahí.

Se levantó temerosa y empezó a caminar saliendo de la habitación. Este lugar parecía ser un antiguo templo japonés.

Sus pasos la llevaron al exterior, ahí fue que vio una silueta de alguien. Afiló su mirada y se alegró al ver una persona conocida, era Iori. El pelirrojo estaba mirando hacia enfrente mientras permanecía de pie junto a un par de antorchas encendidas que iluminaban cálidamente la terraza.

La joven se acercó a él y el ruido sus pisadas provocó que Iori volteara a verla.

No dijo nada, solo la miró acercarse por unos segundos y luego volvió a girarse dándole la espalda.

–I-Iori, ¿en donde estamos? – preguntó Athena con voz temblorosa.

–No lo sé – fue la respuesta de él.

El silencio invadió nuevamente el lugar mientras Athena caminaba acercándose a él. Debía admitir que sentía temor, nunca estuvo en una situación así y le preocupaba más el hecho de que tampoco el joven supiera nada de esto.

–S-sabes… ¿sabes si hay alguien más aquí?– preguntó una vez más intentando obtener algo de información, le causaba un poco de ansiedad la incertidumbre.

–Si hay alguien más no lo sabría, he sido el primero en levantarme – respondió firmemente.

–Lo entiendo…

Y fue su corto intercambio de palabras. No había más información, no parecía haber nadie más ahí, sólo sabían que estaban en una especie de templo japonés en el que habían aparecido de la nada.

Los minutos pasaron y después, una persona más empezó a acercarse a los dos.

–Athena… – susurró la persona que recién llegaba. Era la voz de Kyo.

Athena se giró rápidamente y su primera reacción fue acercarse a él corriendo para abrazarlo.

–¡Kyo! – exclamó mientras saltaba a sus brazos –No sabes lo feliz que me hace verte, tengo miedo, no entiendo nada de esto – expresaba casi entre lágrimas.

El castaño la abrazó débilmente sin saber bien como debía reaccionar. Tampoco él entendía nada, ¿qué debía hacer?.

–Yo tampoco sé qué pasa, no sé cómo llegamos aquí y no hay nadie más dentro– comunicó.

–¿No hay nadie más? – preguntó Athena al mismo tiempo que lo soltaba de su abrazo.

Kyo negó con la cabeza.

–Busqué en todas las habitaciones, sólo estamos nosotros – confirmó.

Iori estaba fumando un cigarrillo ahora, no quería admitirlo pero realmente se había puesto un poco ansioso por la situación tan extraña en la que se encontraban. Lentamente se acercó a esos dos y pensó que era tiempo de salir de ahí.

–No tiene caso buscar más explicaciones, es probable que Chizuru sepa algo, será mejor preguntarle a ella – propuso él.

Athena y Kyo se miraron mientras pensaban en esa sugerencia, después la joven miró a Iori de nuevo, tenía razón, no creía que pudieran encontrar alguna respuesta en ese lugar.

–Tienes razón, será mejor irnos y preguntarle a Chizuru el significado de que hayamos aparecido aquí de la nada, este lugar me hace sentir… extraña – musitó.

–De acuerdo, entonces vámonos, hay que encontrar el camino de regreso a la ciudad – concordó Kyo.

Los tres salieron de ahí y no tardaron mucho tiempo en encontrar un camino que parecía llevarlos de regreso. Más adelante se encontraron con un taxi que los llevó a casa y todos decidieron no darle más vueltas al tema para poder descansar esa noche.

La respuesta a todo llegaría después, a su tiempo.

[…]

Residencia Yagami, 5:00 a.m.

Iori se encontraba dando vueltas en la cama después de haberse quedado profundamente dormido, estaba teniendo un sueño muy extraño que lo hacía sentir algo de inquietud...


Ahí estaba él, Tsuki No Kami; el Dios de la luna, después de haber terminado una batalla amistosa con su eterno rival, quien se retiró después de ese pequeño duelo.

Nuevamente volvió a sumergirse en la soledad a la que ya estaba acostumbrado, después de todo siempre había sido así.

Se sentó en el centro de su santuario a descansar mientras servía un poco de té en su taza de cerámica, repentinamente, alguien llegó en su búsqueda.

–Tsuki No Kami – musitó una voz femenina a sus espaldas mientras tocaba con sus nudillos el marco de la entrada. –He venido a buscarle…

El joven pelirrojo se dio la vuelta para tener de frente a dos personas.

La primera, una mujer de cabello negro azulado sujeto con una coleta. Ella era uno de los pilares más importantes en el universo, después del Dios creador y el oráculo.

A su lado, la acompañaba una mujer joven muy encantadora. Tenía una piel blanca pero estaba rodeada de una luz dorada con un brillo único, su cabello era largo de un color púrpura profundo; ese cabello hermoso también brillaba intensamente, la joven lo tenía cautivo pues parecía ser la mismísima belleza materializada.

Él se acercó a las dos sin articular ninguna palabra, esperó a que la mujer hablara primero y le explicara para que era que lo buscaba.

Ella hizo una reverencia ante él y empezó por anunciarle la noticia que traía para él.

–Tsuki No Kami, he venido a presentarle a esta joven que el oráculo asegura debe ser su esposa – comentó ella.

La joven también hizo una reverencia mostrando respetos al Dios de la luna, después procedió a presentarse.

–Es un placer estar aquí – bajo un poco la mirada al sentirse avergonzada –Soy la Diosa de las estrellas aunque mi nombre hace más referencia a la Diosa de la Luz, Hikari No Megami – musitó con una leve sonrisa y sus mejillas empezaron a tornarse rosadas.

El Dios estaba muy asombrado por esa noticia, nunca pensó que el destino fuera a poner en su camino a una compañera para él. Lentamente se acercó aún más y tomó el rostro de la joven con una sola de sus manos, la observó detenidamente. Era bellísima.

–Yo… me retiro – habló una vez más la mujer notando como el Dios estaba muy interesado en esa jovencita que había llevado para él –Los dejo conocerse – hizo una reverencia de nuevo y entonces procedió a retirarse.

Tsuki No Kami la miró mientras se iba y después volvió a centrar su atención en esa hermosa joven.

–Así que, ¿tu serás mi esposa? – preguntó mientras acariciaba suavemente su rostro. Aún no creía que esto le estuviera pasando a él.

–S-si… yo… – tartamudeaba –Será un placer compartir mi vida con usted, Tsuki No Kami – sonrió al mirarlo a los ojos, tenía una sonrisa radiante.

–Si serás mi esposa supongo que… puedo besarte – susurró él mientras acercaba lentamente su rostro al de ella. No sabía cómo ni porqué, pero desde el momento que la vio llegar sintió que quería amarla por el resto de su vida.

–Por favor, adelante… – susurró ella también estando de acuerdo.

Los dos unieron sus labios en un beso, sellando el destino que había sido escrito en el libro divino. Estaban destinados a estar juntos desde ese momento hasta el final de los tiempos.


Iori se levantó de golpe después de ese sueño, su corazón latía rápidamente, no comprendía nada. Se sentó en el borde de la cama a reflexionarlo y creyó que quizá era una especie de pesadilla por la impresión que tuvieron horas atrás con ese extraño templo, de hecho, el lugar de sus sueños lucía muy parecido.

Se sujetó la cabeza con ambas manos sintiendo que le dolía, había sido algo muy intenso que incluso se sentía real. El hombre en ese sueño parecía ser él mismo… y la joven que estaba con él parecía ser Athena… pero no tenía sentido, ¿por qué soñaría con ella?.

Después de darle vueltas por largos minutos decidió que era momento de parar. No podría volver a dormir pero necesitaba empezar su mañana para intentar tranquilizarse.

[…]

Café Sweet Latte, 2:00 p.m.

Iori se encontraba ya en una mesa del establecimiento esperando a la joven idol para tratar algunos temas de trabajo.

Hacía un gran esfuerzo por alejar esos pensamientos que le daban vueltas, no dejaban de rondar los recuerdos de ese sueño, pensar en ella como su esposa lo hacía sentir extraño, no quería que ella notara esa incomodidad.

Pasados unos minutos ella llegó, tomó asiento en la misma mesa y saludó a Iori. Él miró su sonrisa, era radiante, tanto como en su sueño.

–De acuerdo, estoy lista para empezar – habló ella de repente sacándolo de sus pensamientos, mientras tanto extraía de su bolso un folder con varias hojas dentro muy bien organizadas –mmm… ¿ya ordenaste algo? – preguntó.

–No, pidamos cualquier cosa – respondió él.

–De acuerdo – miró a Iori y después a la camarera que se acercaba a ellos.

Los dos pidieron unos batidos de fresa y continuaron centrándose en el trabajo en lo que sus pedidos llegaban.

–Bueno Iori, verás, en este folder están varias letras de mis canciones, si tienes tiempo puedes empezar a adaptar algún buen ritmo para ellas – sugirió Athena mientras el pelirrojo tomaba el folder de sus manos.

–Está bien, lo haré en estos días – respondió al mismo tiempo que le echaba un vistazo rápido a las hojas dentro del folder.

La camarera llegó y les entregó su pedido, los batidos de fresa lucían apetitosos con su crema espumosa encima y una cereza decorando la fina copa.

Athena sorbió de su pajilla y miró a Iori mientras él revisaba las hojas, ella tenía claro que iban a tratar asuntos de trabajo pero… tenía una pequeña inquietud que quería expresar y no había nadie mejor que él para hacerlo.

Suspiró mientras encontraba las palabras para decir lo que sentía.

–Iori… ¿sabes? – habló Athena captando la atención del pelirrojo –Desde anoche que salimos del templo, yo he sentido cosas extrañas – confesó.

El joven dejó de lado lo que estaba haciendo y empezó a prestar atención a la plática, algo dentro de él sentía que quería contarle lo del sueño pero decidió no hacerlo, no quería que ella malinterpretara las cosas.

–¿Qué es lo que sientes? – preguntó él mientras le daba una probada a su batido.

Athena lo pensó por unos segundos, ni ella misma sabía explicar lo que sentía, no sabía cómo plasmar en palabras esa extraña sensación que ahora la perseguía.

–No lo sé, creo que sentí un… ¿DejaVu?– se preguntó a si misma intentando pensar si esa era la palabra indicada.

Iori empezó a sentir curiosidad acerca de lo que ella describía como "DejaVu", tenía la pequeña sospecha de que eso que ella sentía y el sueño que él había tenido esa madrugada estaban conectados de alguna forma.

Su mirada se dirigió a la pequeña estrella en la cabeza de Athena, eso le recordó a aquella Diosa de su sueño, la Diosa de las estrellas y la luz. Parecía una tontería, pero incluso Iori llegó a pensar qué tal vez, podría haber la pequeña posibilidad de que ese sueño hubiera sido real en algún lugar del universo.

–Hikari No Megami…– susurró Iori lo suficientemente bajito como para que su voz fuera casi inaudible.

–¿Eh? – lo miró Athena sin entender lo que había dicho.

El pelirrojo negó con la cabeza, notó que ya los dos se habían terminado los batidos y él ya tenía el material de trabajo en sus manos, no había nada más que hacer ahí.

–Nada, ya vámonos – comentó Iori mientras se levantaba.

–De acuerdo Iori – concordó Athena poniéndose en pie también.

Los dos empezaron a bajar las escaleras del segundo piso de la cafetería.

Mientras iban bajando, Athena sintió una especie de choque eléctrico atravesar su cabeza y sintió un dolor punzante.

–¡Ahh! – exclamó tomándose la cabeza con ambas manos, era doloroso.

–Athena, ¿Qué pasa? – preguntó Iori empezando a preocuparse.

De repente, Athena se desvaneció cayendo por las escaleras, dio unas cuantas vueltas hasta caer finalmente en el suelo.

Iori se acercó a ella lo más rápido que pudo e inspeccionó su condición, estaba inconsciente.

–¡Athena!, oye… despierta – la movía un poco pero ella no reaccionaba.

Finalmente decidió tomarla entre sus brazos. La sostuvo cuidadosamente mientras la miraba con atención, no cabía duda que era ella la joven mujer que aparecía en su sueño.

Pero, ¿qué hacía ella ahí?, ¿por qué su mente imaginaría a esa mujer como su futura esposa?.

.

"Todo es una ilusión

Desaparece tan pronto como aparece.

Mis dedos borran mis pensamientos negativos.

Se enredan en una cadena de color que se retuerce y teje soledad."

~continuará…