Hoy sería el gran día, en que Kenny declararía su amor frente al pelinegro, su gran amigo y compañero de estudio. Hace meses, el rubio había hecho el esfuerzo de conseguir algún trabajo que le pagará bien, para poderle comprar una pulsera bañada en plata, tallado con el nombre de él, un presente que le costó reunir bastante dinero, solo por ver la alegría de su crush que lo recibiría al momento, de abrir el regalo.

Sentado en uno de los sillones del sofá, miraba con atención como la sonrisa de Stan, se iluminaba al sonreír y participar de la conversación de los demás presentes, dejando a un lado la charola, después de repartir algunos pasabocas a las personas quienes habían llegado, hace unos minutos. Ante sus ojos, se veía, realmente hermoso, siendo el anfitrión de la fiesta.

—Stanley, por favor amor. Ven un momento —llamó su madre con una voz dulce a su bebé de dieciséis años.

—¿Sí?, ¿qué ocurre? —preguntó el azabache, al apartarse por un momento de la conversación que estaban teniendo con algunos invitados del salón.

—A, ¿qué horas vas a pasar a la toma de fotos, antes de la partida del ponqué? —respondió su madre, al hacerlo en voz baja, llevando a su hijo a una distancia considerada.

—Todavía está muy temprano —señaló su hijo, al mirar la hora—, recuerda que Shelly se fue a recoger a unas amigas y el abuelo, me mandó saludos —agregó Stan algo nostálgico por la ausencia del anciano.

—Sí, él te quiere mucho —su madre lo estrechó contra su pecho y éste a su vez, rodeo los brazos en la cintura de la mujer—. Bueno mi niño hermoso, así quedamos —luego, le dió un beso en la mejilla, sonrojando un poco los pómulos del azabache.

El menor sonrío con algo de timidez, de que alguien lo estuviera observando y sin mediar más palabra, cada uno se dirigió a lo que estaban haciendo. Sharon siguió conversando en la cocina con algunas madres de los chicos y Stan que logró tomar asiento para seguir conversando, su ex se le acercó con el objetivo de que volvieran otra vez, robándole un beso, frente a todos.

Todos los presentes hicieron bullicio; mientras Kenny al ver la escena se levantó de la silla con lágrimas en sus ojos, presintiendo que está oportunidad se iba a echar perder por la estúpida pelinegra que pretendía robárselo de nuevo. El pelirrojo le siguió el paso, dirigiéndose ambos a la habitación del festejado.

—Kenny, yo sé que te gusta Stan —mencionó Kyle, tras cerrar la puerta con suavidad.

—Y, ¿tú cómo sabes que yo estoy así por él? —cuestionó el rubio, al repasar los dedos índices sobre sus ojos.

—Porqué, no es la primera vez, que te pones así, cuando Wendy se le acerca a Stan.

—Así, ¿soy tan obvio y tan predecible del amor que le tengo a Stan?

—Bueno, creo que Stan no lo noté. En cambio, yo sé que es estar en tu lugar —argumentó Kyle, al sentarse en los pies de la cama.

—Tú también, ¿lo quieres? —interrogó el rubio, al mirarlo inquisitorio, sentándose al lado de él.

—Como un amigo. Al que quiero, es a Cartman —confesó el pelirrojo algo desanimado de su amor por el castaño de sobrepeso—; pero tú sabes que él está con Heidi.

—Comprendo —dijo Kenny, al dirigir la mirada hacia el piso.

—¡Síp! —afirmó Kyle, poniendo una mano sobre su hombro.

Un abrazo se va a efectuar, cuando Stan abre la puerta de su habitación y extrañado por la actitud de sus dos amigos, de mirar sus caras largas, al acercarse frente a ellos, preguntó con una voz seca: —¿Qué les pasó?, ¿están aburridos en mi fiesta ó es que están tomando sin mí?

—No dude, pero aquí a palo seco, si estamos como graves —respondió el pelirrojo, siendo algo irónico en ese sentido, despistando al contrario del secreto que ahora tenían Kyle y Kenny.

El rubio enseguida soltó una risa, al levantarse del borde de la cama y de paso rodear su brazo sobre el hombro del contrario.

—Igual, si quieren tomar les tocaría abajo, porqué aquí, ¿cómo...? —dijo el pelinegro, siguiendo la corriente de la ironía que echó su mejor amigo.

—Y, ¿por qué no te traes un par de cervezas y luego que dices, si te rompo aquí la piñata? —habló Kenny con una mirada clavada en su rostro, dejando salir a flor de piel su gusto por él.

—Si rompes la piñata, ¿qué juguete pretendes sacar? —interrogó Stanley, siguiéndole el juego, al dirigir la mirada fijamente hacia el más alto.

—Lo que saqué a la mano —dijo Kenny, con una voz suave y seductora.

—Bueno, si van a romper la piñata, entonces yo estoy haciendo un mal tercio —agregó Kyle al pararse de la cama.

—Ya dejen de joder y vayan abajo que ahora se viene la partida del ponqué, y después se pone bueno... —señaló Stanley, al buscar algo en su recámara, tras desprenderse del contrario.

—¿Qué buscas? —preguntó Kenny, al juntarse al lado de Kyle.

—Un detalle que me dió Wendy, hace meses —respondió el homenajeado al mirar entre su cajón de la mesita de noche.

—Y, ¿tú piensas volver con ella? —inquirió Kyle, al dirigir por un instante la mirada hacia la expresión del rubio.

—Lo estoy considerando; pero no sé...

—Ya veo. Entonces, te esperamos abajo —concluyó el pelirrojo en hacerle una seña al rubio, de que salieran de la habitación del pelinegro.

Kenny asintió en salir detrás del pelirrojo, cerrando la puerta de Stan con suavidad, sin que él se diera cuenta. Kyle lo abrazó, estando en el corredor, antes de que bajarán al primer piso. No querían, que los vieran sollozando por ambos desamores.

—Kahl, ¿me estás traicionando? —El timbre ronco de la voz de Cartman, separó el abrazo, con un sonrojo de vergüenza, en ambos rostros.

—¿Huh? —preguntó el mencionado.

—Lo que oístes judío. Yo no sabía que eras el novio de Kenny —habló Cartman en un tono socarrón.

—¡Noooo!, claro que no es así —afirmó Kyle, frunciendo el entrecejo.

—Jajaja... ¡maricas...!, vengo a buscar al otro pendejo, a ver si está por ahí... —concluyó el castaño su insulto, seguido de otra carcajada, que fue más desesperante que lo que dijo.

—¡Vete a la mierda! —exclamó Kenny con suma molestia.

El pelinegro abrió la puerta con suavidad y cerrándola del mismo modo, se sorprendió de seguir viendo a sus dos amigos, ahora discutiendo con el gordito.

—Oigan, chicos... ¿en serio qué les pasa? —se acercó Stanley, al círculo de la discusión.

—Nada Stanley... —dijo Kenny con la intención de abrazarlo.

—Perdón amigo, ¿bajamos? —agregó Kyle con una voz suave.

—Sí, no encontré la pulserita que ella me regaló —mencionó Stan el objeto que para él fue importante en ese tiempo, aunque su costo no tenía mucho valor; pero sí la intención de su ex.

No había sido en un cumpleaños, sino cuando cumplieron el primer año de haber estado juntos como novios. Kenny ya estaba que se iba de la fiesta a pegarse un tiro en la cabeza y aunque sabía que esto era inútil de desaparecer de la vida de Stan, y amanecer al día siguiente, como si nada hubiera pasado. Por lo menos, le quedaba el consuelo, de ganarse una experiencia en su vida, de no volver a regalarle nada a nadie, un presente tan costoso. No obstante, el atajo del pelinegro lo hizo retroceder en la decisión que previamente quería tomar, cuando los cuatro amigos fueron los últimos en pasar a la toma de fotos, antes de que Randy Marsh prendiera las dieciséis velitas al ponqué de su hijo.

La mirada de Stanley se enfocó en todos los presentes, más que todo en Kenny que estaba atrás de su mejor amigo, en el momento que estaban cantando el happy birthday, se situaron en el lugar que daba a la salida de la puerta. Él le sonrío tiernamente y luego sopló las velas, pidiendo el deseo de que está vez recibiera un regalo especial, de alguien más cercano a su vida.

Varios invitados fueron a saludarlo, en el momento, que el humo se disipó en el aire. Besos y abrazos, son los que recibió el pelinegro; pero Kenneth se le acercó antes, de que por tercera vez Wendy, le ganará la partida.

—Feliz cumpleaños, mi Stanley —dijo el rubio, con un sonrojo en sus mejillas.

—Gracias amigo.

—De nada, bebé—. El rubio lo abrazó y musitó cerca de su oído:—Sabes, yo... he estado enamorado de ti, hace mucho tiempo. Me gustas demasiado.

—¿Qué? —preguntó sorprendido el festejado.

En señal a su respuesta, Kenny posó sus labios sobre los bordes del pelinegro, en un beso directo y a la vez bajo presión, presionando fuertemente esas líneas que duraron por unos cuantos segundos, en que los soltó de manera delicada, ante Stan.

—Te amo, Marshmellow... —musitó el rubio, al apartarse del festejado y darle paso a que los demás invitados terminarán de felicitarlo.

El sonrojo en las mejillas de Stan, se notó considerablemente, cuando varias miradas, más que todo la de Wendy, se centró en el rubio que reflejó en su rostro, una sonrisa de sastifacción, al devolverse a donde estaban Kyle y Cartman.

—Kenny, así no podemos... —dijo el castaño, al lanzarle una palmada por la retaguardia a Kyle.

—¡Gordo! —exclamó el pelirrojo con un leve sonrojo sonrojo en sus mejillas—, véanlo... Y, ¿eso qué fue?

—Pues, papi me emocioné... Porqué, ¿qué más hago?

—Joderte, eso es lo que debes hacer...

El rubio soltó una carcajada, al ver cómo sus dos amigos, comenzaban a tirarsen amor con insultos. Mientras que Stan, se apartó de la mesa y de su madre, que comenzó a partir por rodajas la tarta de chocolate con glaseado por encima en los bordes del ponqué de la primera base. Y que otras dos madres, le ayudarán a servir las gaseosas. Entre tanto, su padre iba repartiendo alguna que otra cerveza a los papás de los chicos de la clase de su hijo y algunos compañeros de trabajo, que fueron de casualidad a la fiesta del joven.

—Kenny, ¿podemos hablar en privado? —preguntó Stanley, al acercarse a uno de los costados del rubio.

El blondo asintió, saliendo detrás de Stan, dirigiéndose al campo de cultivo de marihuana que tenía su padre en crecimiento.

—Dude, ¿en serio qué fue eso?

—¿Te molestó qué te haya besado?

—No, Ken... pero, ¿dime por qué lo hicistes? —insistió el pelinegro, al detenerse en una área determinada, estando un poco lejos de su casa.

—Vuelvo y te lo digo. Yo te amo, Stan... hace mucho tiempo que he albergado este sentimiento por ti.

—Sabes Ken... yo no sé que decirte. Aún, estoy procesando lo que dijistes.

—Sí ya sé, que a ti te importa más esa zorra que yo. No te preocupes. Por lo menos, me llevó este consuelo, de haber hecho lo que hice, frente a todos.

—¡Ay, Dios mío! —exclamó el pelinegro, al agachar un poco su cabeza y fruncir el entrecejo con los dedos índice y pulgar.

—Mira Stanley, aquí está el detalle que te traje, haz lo que quieras con él, yo me voy —sacó del bolsillo de su pantalón el costoso regalo, en una bolsita de tela, amarrada con un moño, dejándoselo en su mano derecha.

—Kenny, será que puedes dejar que hablé —protestó el más bajito.

—Está bien, habla.

—Yo te quiero, Kenny. Te amo y gracias bebé por este detalle. A mí no me interesa el valor, sino la intención y creo que éste fue el más especial de todos. Y en cuánto a Wendy, pues no pienso volver con ella, quiero darme una oportunidad contigo.

—Entonces, ¿por qué le dijistes a Kyle que lo ibas a considerar? —indagó el rubio, la razón de abrazarlo por la cintura.

—Porque sinceramente estaba ella o estabas tú —contestó Stanley, rodeando sus brazos en el cuello del contrario.

—Entonces, a la final te quedas conmigo —musitó Kenny, con una voz melosa—, ¡¿sólo conmigo?

—Pues, es obvio... ¿no? —enunció Stanley, al bajar sus brazos del contrario y tratar de retirarle las extremidades de su cintura al más alto. Sin embargo, el rubio lo sujetó más al abrazo, besando apasionadamente ahora esos labios, sintiéndose en este instante, libre de hacerlo, sin que nadie le dijera «apresura el paso, no detengas el trancón»

—Kenny, por favor... —el pelinegro soltó un gemido muy provocativo en el oído del rubio.

—No gimas, porqué me excitas y soy capaz de hacerte el amor, aquí y ahora —mencionó Kenny con una voz jadeante, entregándose casi al placer de tumbarlo contra la hierba y dejar que su emoción, comenzará a actuar.

—¡Ugh!, amor ~espera por favor... que alguien puede salir y nos ve...

—¡Agh!, no seas aguafiestas —bufó Kenny, al soltarse de semejante agarre que lo tenía entre sus extremidades.

—Amor, si quieres que empecemos una relación. No seas intenso —tomó de las manos al contrario, entrecruzando sus dedos con los de él, entrando algo desapercibidos a la casa.

Stan y Kenny se acercaron a donde estaban sus otros amigos, disfrutando del ponqué que la mamá del homenejeado les repartió, guardando con ellos las tajadas de tarta para ellos que faltaban y dos cervezas en lata, que estaban sin destapar.

—Y, ¿qué estaban haciendo? —curioseo Kyle, al pasarle las dos rebanadas a sus dos amigos.

—Afuera, Stanley no se dejó coger —respondió Kenny con una voz fresca, al recostarse sobre un mueble que estaba, casi debajo de las escaleras.

—¿Y ustedes? —agregó el pelinegro, partiendo algún pedacito de esa masa esponjosa, con el tenedor desechable.

—Conversando —dijo Eric.

—Y, cogiéndome el culo a cada rato —agregó Kyle con una mirada fija hacia el castaño—, ¿cierto?

—Pero te gusta... ¿entonces?

—¡Maricas! —exclamó el pelinegro con algo de ironía.

—Y, ¿ustedes no? —habló el gordito, al pararse de la silla—, ese beso que se dieron, va a ser tema, para el lunes.

—No fue dado, fue robado —corrigió Stan.

—Da lo mismo —afirmó Kenny, al abrazarlo por la cintura y de paso buscar con su boca, los labios del contrario. El menor le correspondió en un beso directo.

Kenny lo sometió en un beso que el pelinegro le siguió; mientras Kyle lo obligó a que se sentará nuevamente en la silla, para asímismo sentarse en las piernas de Cartman, también en otro bezote que manipuló al contrario de sentir como su lengua, jugó con la suya.

Ambas parejas, se estaban besuqueando, sometiéndose a un placer de sentirsen complementadas, una de la otra. Cuando un carraspeó ruidoso por parte de Craig, los hizo separarse con algo de vergüenza.

—Stan, ¿qué dirá tú mamá de lo que estoy viendo? —preguntó el otro pelinegro, sonando algo cizañero.

—No sé... ¿qué diría ella? —respondió el pelinegro, al separarse de su novio—. A propósito, ¿dónde está?

—Te está buscando como loca. Se le perdió su bebé —habló Craig siendo algo jocoso —Y, ¿ustedes también son parejita?

—¡Eeeh no!, estamos probando. Aquí lo que importa es Stan y Kenny, con su pico especial.

—No, y no se les haga raro que el beso lo suban a internet —agregó Tweek, presionando su ojo derecho con un tic.

—Sí, muchas gracias Cartman, se te agradece —agradeció Stanley, siendo irónico.

Eric se levantó bruscamente de la silla, empujando al otro, negando que todos habían visto el beso y que cualquiera podía subirlo a internet. Mientras, que Kyle reaccionó diez segundos después, quejándose por la acción del contrario.

En ese instante, la madre del pelinegro se acercó algo exasperada por hablar con su hijo, y éste accedió a su mandato, sintiendo como la mirada de sus otros amigos lo miraron, siendo el bebito de mamá.

—Yo creo, que en vez de haberle dado, el regalo a él, Stan fue mi regalo especial —declaró Kenny, al seguirlo con la mirada.

—¿Ya se lo dijiste? —interrogó Kyle.

—No, pero se lo voy a decir ahora delante de su madre.

—¡Uy, quieto veneno! No vayas tan rápido a matar la señora —bromeó Craig.

—No, el que se va a morir primero es Kenny, si no lo dice —agregó Cartman, soltando una risa, un tanto burlona.

La música había comenzado a sonar fuerte, muchas parejas habían salido a bailar, los chicos se acercaron hacia dónde estaban haciendo una rueda del baile de las sillas; entre tanto, Stanley se acercó ahora a donde estaba su pareja, dejando que éste lo rodeará con el brazo sobre el cuello; mientras que los demás chicos se unieron a la conga, Kenny aprovechó el desorden para llevarse a Stan a la habitación con la intención de romperle la piñata.