"Egoísta"

Constance frunció el ceño mientras miraba la entrada del hospital. ¿Cómo había terminado allí? Había decidido conducir por sí misma, consciente de que lo único que la había motivado era evitar las miradas curiosas, aunque disimuladas, de Aldo o, peor aún, algún comentario como los de Rafael.

-¿Qué tan difícil puede ser? -se preguntó en voz baja, apretando el volante sin darse cuenta. Repitió en su mente las palabras de su amigo, "vivir con su recuerdo," y soltó un suspiro derrotado, apoyando la cabeza en el respaldo del asiento y dejando caer sus brazos a los lados.

La cabeza de Constance comenzó nuevamente a llenarse de escenarios imaginarios y posibles reacciones de Eliana. "¡Maldición, maldición, maldición!" exclamó, golpeando el volante con cada palabra, mientras la imagen de una mirada indiferente de Eliana se formaba en su mente. "Lo siento," murmuró en un susurro entrecortado. Antes de que sus ojos se nublaran, encendió el motor del coche y salió del estacionamiento lo más rápido que pudo.


Ella alzó la cabeza cuando la puerta de su apartamento se abrió, y su hermana entró con una sonrisa de oreja a oreja y las mejillas sonrojadas. Ella apartó el álbum de fotos que estaba revisando y apoyó la mejilla en un puño cerrado.

-¿Buena cita? -preguntó con una sonrisa pícara.

-La mejor, aunque lo llamaron de emergencia y tuvo que terminar, a pesar de eso ha sido perfecto -dijo, mientras buscaba algo de beber, optando por una soda-. ¿Ese es el que te di? -preguntó haciendo un gesto con la cabeza hacia el álbum cerrado.

-Sí, y eso te pasa por decidir salir con otro doctor.

- Créelo o no, fue lo mismo que me dijiste la primera vez que te hablé de él.

-Te creo. Sólo me hace sentido si los dos están en el hospital todo el tiempo. ¿Planean vivir juntos?

Elena soltó una carcajada y se golpeó el pecho cuando se atoró con la soda.

-Lo hemos considerado, pero aún es muy pronto para ese tipo de compromiso -negó con la cabeza.

-Deja que vea tu desorden…

-¡Oye! He mejorado mucho con eso, ¿acaso olvidaste cómo estaba mi departamento la semana pasada?

La sonrisa de Ella se amplió.

-¿Será porque Lucas se iba a quedar el fin de semana contigo y te pasaste tres días haciendo una limpieza profunda?

-Detalles… lo importante es que sigue así. ¿Dónde están los niños?

-Ya durmiendo… ammm

Elena dejó la soda y se sentó al lado de Ella.

-Me han preguntado si pueden quedarse el fin de semana en la casa de Maura… les dije que lo pensaría, pero no estoy segura… -pausó, y Elena ladeó la cabeza, esperando a que continuara- Noah mencionó que dejó unos juguetes, ¿en su habitación? -preguntó con una expresión confusa.

-Ah.

-¿Tienen una habitación en la casa de Constance?

-Nunca he entrado en la casa de Constance, pero sí recuerdo que lo mencionaste. Constance y tú, bueno -se rio ante el recuerdo- mayormente tú porque Constance dio luz verde, pero fuiste tú y los niños los que terminaron pintando la habitación. Tengo entendido que una pared fue a gusto de Noah y la otra de Izzy.

-¿Por qué haría eso?

-¿Constance?

-Sí.

-Los niños se quedaban algunos fines de semanas y Constance quería que tuvieran su propio espacio, y al parecer su casa es lo suficientemente grande para hacerlo posible. Tú también te quedabas a veces, cuando Maura y Constance se quedaban solas. ¿Quieres que la llame y pregunte? -ofreció y sonrió cuando Ella abrió los ojos de par en par, sorprendida.

-No le puedo decir a los niños que sí si ella no está de acuerdo, y no creo que quiera hablar conmigo…

Elena asintió y se puso de pie para usar el teléfono en la pared. Ella observó a Elena por varios segundos, mirando cómo colgó y volvió a marcar el número.

-¡Constance! Qué tal…sí, sí están bien. Claro, directo al grano, como siempre -soltó una risa nerviosa-. Los niños quieren saber si pueden quedarse el fin de semana contigo. Ammm ¿cuando sea posible para ti? -miró hacia Ella, quien asintió -¿En serio? Espera. -Alejó el teléfono y le habló a su hermana- ¿Este finde está bien? -Sonrió cuando Ella la miró sorprendida, pero asintió-. Sí, perfecto. Está bien. ¡Adiós!

-¿Bien?

-Los extraña, así que aceptó al instante.

Elena se detuvo en seco antes de moverse hacia su hermana al notar el cambio en su expresión.

-¿Qué pasa? -preguntó en voz baja.

-No logro hacer sentido de algunas cosas… Entiendo lo que me has dicho sobre cómo era antes, y me agrada la relación de los niños con Maura, pero no sé cómo es Constance con ellos. Las fotos no eran suficientes, pero encontré unos videos y he visto que los trata tan bien como a Maura… solo que…

-¿Te gustaría que fuera igual contigo?

-Respetaré su decisión… Me conformo con saber que las dos queremos lo mejor para nuestros hijos.

-¿Será suficiente?

-Tiene que serlo -dijo e intentó sonreír.


Se sumergió en el trabajo durante los dos primeros meses después de que Eliana despertara. Ayudar a Rafael con Ciao e intentar emprender en su nueva trayectoria profesional fue más que suficiente para mantenerla ocupada, a veces incluso olvidaba que necesitaba comer para seguir adelante. Rafael se atrevió, -otra vez- a preguntar si había hablado con un profesional y, después de la mirada que Constance le lanzó, el tema no se volvió a tocar. Por otro lado, Elena parecía no tener las mismas reservas que Rafael.

-Niños, niños, vayan a lavarse las manos mientras busco sus mochilas -dijo Elena con un tono agotado.

-Los ayudaré y buscaré un cambio de ropa para Noah -dijo Talia con una sonrisa al notar la camisa del niño embarrada, supuso que era helado.

-Eres la mejor, Talia, gracias.

Elena se apresuró al auto y recogió las mochilas de los mellizos y la bolsa que Maura había usado para el paseo en el museo, además de los tres peluches que había comprado para cada niño. Cuando entró en la casa, maldijo en un susurro cuando uno de los peluches se le cayó.

-¿No han bajado aún? -preguntó al sentir la presencia de la mujer.

-Han decidido bañarse -respondió y la ayudó a agarrar dos de los peluches que estaban a punto de caer también.

-Oh, Constance. Gracias. No esperaba verte aquí, digo, tan temprano... Es tu casa, claro. -Cerró la boca de repente.

Constance la miró sin decir nada.

-Talia está con los niños.

-Imagino. Aquí está la ropa para que usen este fin de semana. ¿Estarás bien por tu cuenta? -preguntó porque Aldo había mencionado que Talia y él no estarían trabajando ese fin de semana-. No sé qué tienen hoy, pero no parecen cansados.

-¿Por qué no estaría bien por mi cuenta?

Elena pausó sus movimientos para mirarla detenidamente. Hace semanas atrás había comenzado a notar el cansancio en el rostro de la mujer, pero en las dos últimas semanas, la pérdida de peso se había vuelto más evidente.

-Porque son unos diablillos y tengo entendido que Talia estará libre.

-Los mellizos se portan muy bien conmigo -dijo con una leve sonrisa, como si estuviera orgullosa-. Son unos angelitos -añadió con una sonrisa de lado y Elena soltó una carcajada.

-Ya veo cómo son las cosas.

-¿Deseas algo de tomar?

-Agua, por favor -dijo, mientras se apoyaba en la isla de la cocina. A pesar de estar sumamente cansada, no quería perder la oportunidad de hablar un poco más con ella-. Sabes, ya que mis adorables sobrinos son unos angelitos contigo, deberías acompañarme un día de estos.

-No.

-Constance...

Constance le entregó un vaso con agua.

- Los niños han preguntado por ti en el muse—

-No, no hagas eso, por favor. No los uses para... para lo que sea que estás intentando hacer.

Elena tomó un sorbo de agua sin apartar la mirada de los ojos verdes que la miraban con aparente indignación y tal vez algo de rabia.

-No intento hacer nada. Solo... es difícil explicarles cuando no sé qué está pasando. Lo último que deseamos es que mal interpreten tu distancia.

-¿Mi distancia? Se quedarán conmigo todo el fin de semana -protestó.

-Han pasado dos meses, Constance. Sabes a qué me refiero.

-He estado muy ocupada.

Elena asintió ligeramente con la cabeza. Estaba al tanto de que las palabras de la mujer eran honestas, aunque también era cierto que ha estado evitando a ella como a su hermana también y, aunque no hubiera sido su intención, los niños habían sido afectados también.

-Solo... -Elena reconsideró sus palabras antes de continuar- ...puedes contar conmigo para lo que necesites. Lo que sea o cuando estés lista. No te he presionado más con mi hermana y perdón por mi comentario sobre los niños, no quería insinuar nada... solo me preocupan. Ha sido un cambio muy brusco para todos, especialmente para ellos.

-Lo sé... -Constance tragó en seco y apartó la mirada por un instante antes de preguntar en voz baja: ¿Cómo está?

Elena la miró en silencio por varios momentos, escuchando los gritos emocionados de los niños en el piso superior.

-Recuperándose poco a poco. La terapia física le está pateando el trasero, pero... sabes cómo es, está decidida a recuperarse lo más pronto posible.

Constance no pudo evitar sonreír ligeramente, aunque con cierta tristeza.

-Me alegra escuchar eso -admitió.

-Preguntó por ti -confesó sin pensar, y Constance reaccionó al instante, volviendo su mirada hacia ella-. Preguntó por su trabajo, si sabías que estaba en el hospital. No me quedó más remedio que explicarle varias cosas, incluyendo que la visitaste cada día durante el tiempo que estuvo en coma. Al principio no entendió por qué no has ido a verla; pensó que te había hecho algo, que tú—

-No le hice nad—

-Lo sé. Se lo expliqué -la interrumpió antes de que pudiera terminar ese pensamiento.

-Creo que lo ha aceptado, aunque no lo entienda. Me refiero a tu decisión -aclaró, y Constance soltó otro suspiro.

-Yo...

-¡Constance! -Exclamó Izzy, corriendo por las escaleras y la abrazó por la cintura, seguida de Noah y Maura.

-¿Recuerdan lo que les he dicho sobre correr por las escaleras? -les recordó, y los niños bajaron la cabeza, apenados-. Noah, ¿dónde está tu camisa?

-Aquí está -avisó Talia, que bajaba por la escalera, con una expresión exhausta y el delantal mojado, y una camisa en la mano.

Noah se separó de Constance y se puso la camisa rápidamente antes de dirigirse a la mujer otra vez y poner su mejor cara de puchero.

-¿Podemos jugar antes de cenar?

Constance ignoró la risa de Elena.

-Solo veinte minutos. La cena está casi lista.

-¡Perfecto! -exclamó Izzy, ya girándose para correr hacia el salón de juegos.

-Ey, ey -llamó Elena, abriendo los brazos-. Despídanse de su tía antes de desaparecer. -La mujer negó con la cabeza cuando cada uno, incluyendo a Maura, se despidió con un abrazo que duró menos de dos segundo-. Llámame si esos "angelitos" se portan muy mal. Ya me voy que Lucas está esperando por mí -le dijo a Constance y se despidió de Talia con una sonrisa.

-Todo está bajo control -aseguró Constance.

-Sí, sí -decía Elena entre risa mientras caminaba hacia la salida.


La mañana había sido agotadora, pero había tenido un buen día: había dejado a Maura en casa de su abuela paterna y se tomó un café con Elena, quien la convenció de, finalmente, acompañarla a la salida con los niños ese fin de semana. Sentía que estaba lista para hacerlo... sin Eliana. Y los niños le habían pedido que los acompañara al museo de artes naturales, y simplemente no se pudo negar a todos los pucheros que le hicieron.

Las publicaciones de Ciao habían sido exitosas bajo el mando de Rafael. Y de ahora en adelante, Constance se enfocaría totalmente en su nueva pasión y la exhibición que tendrá al siguiente mes. Todo parecía marchar bien, finalmente. El café que la asistente de Rafael le había traído se había enfriado mientras leía una revista, un artículo en específico. Eliana escribía de maravilla. Sarah le entregó un periódico hace unos meses, indicándole que chequeara la página seis. Lo había hecho de la nada y sin ninguna explicación; no le pudo preguntar nada en aquel momento porque la mujer soltó el periódico enfrente de ella y salió corriendo de la oficina con la excusa barata de que tenía una reunión y ya iba tarde. Desde entonces, Constance ha estado pendiente a las noticias de artes y las revistas más conocidas.

-Pasa -dijo al escuchar el toque en la puerta.

Rafael y Sarah entraron, y Sarah apenas pudo contener su sonrisa al ver la revista que estaba leyendo.

-Todo está listo -anunció Rafael, sentándose en una de las sillas disponibles y Sarah hizo lo mismo.

Constance apartó la revista para hacer espacio y recoger sus cosas.

-Confío en que todo estará bien en mi ausencia. Han hecho un buen trabajo y Claire parece estar igual de satisfecha. -dijo y pensó: al menos por ahora.

-¿Te unes a nuestra celebración hoy?

-¿Celebración de?

-Hemos hecho una tradición de salir por unas copas siempre que publicamos la revista. Un momento de paz antes del caos, por así decirlo -explicó Rafael.

-Elena y Ella nos acompañarán -añadió Sarah con la esperanza de que aceptara acompañarlos.

Rafael exhaló con fuerza y se deslizó un poco en su silla antes de corregir su postura. Él se había dado por vencido con ella hace meses atrás, pero Sarah parecía seguir intentándolo, a su manera.

-No podré. Mi vuelo es temprano -dijo y frunció los labios cuando notó que Rafael le lanzó una mirada de "Te lo dije" a la mujer a su lado, quien dobló los hombros en derrota.

-No entiendo por q—

-Sarah -cortó Rafael, y la mujer lo miró con indignación antes de ponerse de pie y salir de la oficina.

-¿Qué le pasa?

-No le hagas caso... nos ha salido un poco... protectora.

-Protectora... oh... por Eliana.

Rafael asintió lentamente.

-Se han hecho muy buenas amigas. Lo eran antes, pero Sarah se ha esforzado mucho más. ¿Sabías que la acompaña a veces a sus terapias físicas? Se ha tomado todo eso de "segundas oportunidades" muy a pecho.

Eso fue un golpe bajo y por la forma en que la miraba, los dos eran conscientes.

-Me alegro -dijo Constance forzando una sonrisa, aunque las palabras dejaron un mal sabor en su boca. A veces deseaba poder ser ella la que estuviera al lado de Eliana, ayudándola con lo que necesitara, pero ya era demasiado tarde. Desperdició la primera oportunidad y la segunda la tiró como si no valiera nada y, ahora, ahora era simplemente tarde y, con cada día que pasaba, el miedo en su interior solo se expandía. ¿Podría evitar a Eliana por el resto de su vida? Estaba decidida a averiguarlo.

-Bueno... cualquier cosa te informaré, aunque estoy de seguro de que podemos mantener todo bajo control. Que tengas un buen viaje.

-Rafael -llamó cuando el hombre llegó a la puerta del salón de conferencias.

-Gracias por tu estupendo trabajo y espero que te diviertas esta noche.

El hombre parecía no saber cómo reaccionar o cómo contestar a aquello, así que solo asintió sin decir una palabra.


Talia dejó de cortar las zanahorias cuando escuchó el repique de tacones, acercándose rápidamente. La mujer ladeó la cabeza al ver a su jefa aparecer en la cocina, abrir el refrigerador y beber mitad de una botella de agua, como si no se hubiera hidratado en tres días.

-¿Dónde están los niños? Elena debe llegar pronto para traer el equipo que olvidó Noah. ¿Me avisas cuando llegue? Noah necesitará verlo -agarró una manzana y le dio una mordida. Talia apenas podía procesar todo lo que estaba escuchando y viendo, ¿qué le estaba pasando a la mujer? -Al parecer, uno con dinosaurios es el que le da suerte, pero los dos tienen pegatinas de dinosaurios y tiene que ser el que él quiere -dijo rápidamente.

-¿Estás bien, Constance?

-¿Eh, claro que sí? -dijo sin pensar y luego pausó para respirar lentamente-. Son muchas cosas y puede ser que me haya pasado un poco con la cafeína hoy. Creo que tengo taquicardia.

Talia abrió los ojos como platos, sorprendida y un tanto preocupada. Ha visto la cantidad de café que la mujer toma en casa, y no quiere imaginar cuánto consume en el trabajo, así que para que ella misma admita que tal vez tomó de más... ni siquiera quiere suponer cuánto será.

-¿Qué pasó con la ayudante que tenías?

-Ya no está.

Talia ladeó la cabeza.

-No pudo con mi ritmo -explicó, dándole otra mordida a la manzana-. Subiré para decirle a Noah que baje y aprovecharé para hacer unas cuántas llamadas.

Talia solo asintió y siguió cortando los vegetales para la cena.

Constance se asomó en la habitación que había sido pintada y reorganizada a los gustos de los mellizos, que usaban cuando se quedaban a dormir, y le avisó a Noah que bajara para recibir a su tía. Se terminó la manzana al llegar a su oficina y se sentó para hacer la llamada que terminó en el buzón de voz. Se pasó una mano por el cabello, intentando mantener bajo control la ansiedad que comenzaba a sentir, y se quitó los tacones, suspirando de alivio. Faltaban varios cuadros para una de sus exposiciones, ya no tenía una asistente, saldría con Elena el fin de semana para llevar a los niños al zoológico y, lo más importante; ese mismo día iría al museo para ver con sus propios ojos algunas obras originales de Rothko. Esa obra. No podía dejar de pensar en ello.

Abrió los ojos cuando escuchó la voz emocionada de Noah y luego de Izzy que salió corriendo de la habitación para saludar a Elena.

¿Cómo les hago entender que no corran por las escaleras? Pensó al ponerse de pie y bajar las escaleras.

-¿Es este, cierto? El del velociraptor. ¿Cuánto tiempo sin vernos, Talia?

-¿Nueve meses, creo? Me alegra verte andando otra vez.

Constance se detuvo en seco al escuchar esa voz y se sostuvo con fuerza del pasamanos, apoyándose en la pared. Por un instante hasta aguantó la respiración.

-¡Sí, Ma! ¡Tengo que mostrárselo a Cons, es la pegatina que me compró!

-¿Cons? -preguntó Eliana en un tono más bajo y Constance pudo escuchar la risa de Talia-. No batees en la cocina, cariño -regañó.

-Ya sabes que Constance te ha dicho que no puedes jugar con el bate adentro de la casa -le recordó Talia.

-Debería irme -dijo Eliana y Constance aguantó la respiración nuevamente. Podría saludarla ¿no? Sería lo de menos... a pesar de eso, no pudo moverse, no pudo hacer más que sostener con más fuerza el pasamanos hasta que sus nudillos comenzaron a tornarse blancos.

-¿Estarás en el juego? -preguntó Noah.

-Claro, cariño. Disfruta de este día con Maura y Constance. Tu tía está muy emocionada de tenerlos este finde, y Lucas consiguió otro juego de Nintendo para que juegues con él.

-¿¡En serio!?

Eliana sonrió y besó las mejillas de sus hijos. Constance cerró los ojos al escuchar la voz de Maura y el cariño con el que Eliana le hablaba. Sonaba a como antes, como si nada hubiera cambiado para ellas dos. No se movió hasta que la puerta principal se cerró y luego los niños la vieron en el mismo lugar donde se detuvo en la escalera, y Noah le mostró la pegatina antes de seguir a su hermana y Maura al cuarto para seguir jugando.

-¿Estuviste todo el rato allí? -Se atrevió a preguntar Talia.

-Ya sabes la respuesta -contestó en voz baja.

-Quién las entiende -murmuró en voz baja y Constance no se atrevió a preguntar a qué se refería. Tampoco quería saber. No quería saber nada.

-Estaré en la oficina.

-Constance -llamó antes de que saliera de la cocina.

Constance se giró y vio que la mujer le ofrecía una botella de agua.

-Mantente hidaratada e intenta no tomar más café por hoy.

La joven sonrió levemente, sintiendose cuidada como rara vez lo hizo con su madre.

-Gracias, Talia.


NA: Encuentro en el siguiente cap :)