Constance no podía conciliar el sueño, y todo era culpa de la mujer en el cuarto al otro lado del pasillo. Ella y sus palabras que siempre decía con tanta facilidad y sin pensar.

"¿Soy importante?"

¿Qué diablos significaba eso y por qué estaba permitiendo que su sueño sufriera por esas insignificantes palabras? Intentó cerrar los ojos una vez más para, después de unos segundos, darse la vuelta con un gruñido y sentarse en la esquina de la cama. Recordaba haber visto unas bolsas de té en la cocina, así que se prepararía uno con la esperanza de poder dormir aunque fueran dos horas. Al salir de su habitación, se sorprendió de que la puerta del cuarto de Ella estuviera abierta y la cama vacía. Instintivamente se giró hacia el cuarto de los niños, notando que la puerta estaba entreabierta. Sus pasos con las ridículas pantuflas que Ella le había dado no hicieron ningún ruido, ni siquiera la puerta crujió cuando la abrió lentamente.

La habitación estaba a oscuras, pero los grandes ventanales permitían que la estancia fuera inundada por la luz de la luna. Con sus ojos ya adaptados a la oscuridad de su habitación, podía ver como si fuera pleno día.

En una cama individual dormían los mellizos, cubiertos con una gruesa manta y un cubrecama hasta el cuello, pero lo que la dejó paralizada fue lo que vio en la otra cama individual. Allí estaba Ella, sentada en la cama, con los ojos cerrados y la mejilla apoyada sobre cabello dorado, sosteniendo a la niña que se había quedado dormida en sus brazos. Ella pareció sentir su presencia, porque abrió los ojos y alzó la cabeza lentamente, sorprendiéndose al verla allí. Constance separó los labios al ver el rastro húmedo en el rostro de Ella, y volvió a cerrar la boca al notar que Ella comenzaba a incorporarse, dejando a Maura sobre el colchón y cubriéndola con las sábanas.

Cuando Ella se giró hacia la puerta, Constance ya no estaba allí.

Las manos de Constance temblaban mientras intentaba abrir la caja con las bolsitas de té, y maldijo cuando una se le cayó al suelo. Cuanto más maldecía en susurros, más grande se volvía el nudo en su garganta, hasta que su voz se entrecortó. ¿Cómo no había escuchado que su hija había tenido otra pesadilla? Se reprendió, y la voz de su propia madre diciéndole que no era apta para ser una buena madre -la ironía- resonó en su cabeza.

Su cuerpo se tensó al sentir una presencia cerca.

-Soy yo. ¿Puedo?

A Constance no le dio tiempo a reaccionar, y su cuerpo se estremeció cuando sintió a Ella más cerca, detrás de ella. La caja de té fue tomada de su mano, y en un paso, Ella estaba a su lado abriendo lentamente la caja. Sacó y dejó la bolsita de té en el vaso de Constance y sirvió el agua hirviendo.

Constance no se movió.

-Maura tuvo una pesadilla -susurró mientras buscaba azúcar-. Me di cuenta porque justo iba al baño y la escuché -explicó como si supiera exactamente lo que la morena había estado pensando-. Pensé que dormías y no quise despertarte -continuó diciendo mientras movía la cuchara en el té y le acercó la taza.

-¿Por qué haces esto? -Las palabras de Constance salieron con una mezcla de sorpresa y vulnerabilidad.

Ella ladeó la cabeza en forma de pregunta y arrugó el ceño al notar el temblor en el labio inferior de Constance.

-¿Puedo? -Repitió y esta vez Constance alzó la mirada para encontrarse con unos ojos azules que parecían resplandecer-. ¿Constance? -Preguntó al notar que no reaccionaba.

Constance apenas terminó de asentir una vez cuando Ella alzó los brazos hacia ella, rodeando los hombros y estrechándola a su cuerpo. La morena ahogó un gemido de sorpresa, y Ella cerró los ojos al sentir que, a pesar de que los brazos de Constance se mantuvieron a sus costados, su cuerpo se relajó notablemente.

-¿A qué te referías con tu pregunta? -susurró Ella, rompiendo el silencio que las envolvía. Si se concentraba un poco podía escuchar el sonido del mar más allá de las paredes que las protegían. Pero en ese instante, lo único que tenía su atención era la respiración y la calidez del cuerpo de la mujer entre sus brazos.

-Eres demasiado buena para mí -dijo en voz baja, hablando entre el espacio del cuello y hombro de Ella, quien apenas la pudo entender.

-Hey -reprendió aunque aún susurraba. Un brazo de Ella rodeó la cintura de Constance, y con los dedos de la otra mano alzó con delicadeza la barbilla de la mujer para que la mirara a los ojos. El corazón de Ella dio un vuelco al ver toda la emoción reflejada en sus ojos verdes-. ¿Recuerdas cuando me dijiste que eras buena conmigo porque querías serlo? -Esperó hasta que Constance asintió ligeramente-. Yo también quiero serlo contigo, con Maura. Adoro a tu hija, y me gustaría tanto poder protegerla de esas pesadillas. Estoy segura de que tú también…

-Si hubiera podido tomar su lugar, tu lugar…

-No, no. -Se apresuró a decir, y cuando Constance intentó girar la cabeza para evitar mirarla a los ojos, Ella usó el dedo pulgar e índice para girar su rostro lentamente-. Mírame.

Constance pestañeó rápidamente al escuchar su pedido y cerró los ojos por un instante antes de volver a abrirlos, sintiéndose sobrecogida por la sinceridad en la mirada de Ella. Los dedos sosteniendo su mentón se deslizaron lentamente hasta su clavícula, y la respiración se le entrecortó al sentir la calidez de la palma de la mano de Ella sobre su piel.

-Las cosas pasaron como debieron pasar. Maura es fuerte, ambas lo sabemos; ha sobrepasado mucho y las pesadillas no son tan seguidas como antes. Y te tiene a ti, los mellizos, yo, incluso a Elena. Tiene mucho apoyo, mucha gente que la quiere.

-Gracias a ti.

Ella negó con la cabeza.

-Es todo gracias a ti, Cons. Tú permitiste que siguiera a nuestro lado a pesar de que yo no recordaba siquiera quién era. Sabías lo importante que era para ella.

-No sabía que estaba teniendo una pesadilla. Estaba despierta y no me di cuenta… no escuché -dijo y sus ojos brillaron, pero esta vez por las lágrimas-. Oh—

Ella era consciente de que tal vez la estaba abrazando más fuerte de lo necesario, pero no podía controlarlo. El cuerpo de Ella se estremeció al sentir que Constance correspondió al abrazo, rodeando su cintura con los brazos.

-Gracias por cuidar de mi hija…

-Sé lo difícil que puede llegar a ser criar a los hijos sola, pero no tienes que hacerlo así, Constance. Maura puede contar conmigo para lo que sea, y me gustaría que me siguieras permitiendo ayudarla con cualquier cosa, incluyendo sus pesadillas. No es la primera vez y no creo que sea la última-. Ella se separó un poco y se atrevió a colocar un mechón de pelo detrás de la oreja de Constance-. Tú también puedes contar conmigo. Puedes apoyarte en mí, Cons. No estás sola.

Constance entrecerró los ojos y dio un paso atrás. Ella se lo permitió, manteniendo la mirada.

-¿Por qué dices esas cosas así sin pensar? -susurró entre dientes.

Ella pensó que Constance estaba molesta. Pero luego se percató de que no era así; solo tuvo que fijarse en sus ojos para darse cuenta.

-¿Sin pensar?

-¡Sí! Esas cosas: que soy importante para ti, que puedo apoyarme en ti. No soy como mi hija… y todos siempre quieren algo a cambio… -terminó diciendo en un susurro.

Constance tragó en seco al ver la expresión estupefacta y… ¿dolida? de Ella. Era como si la hubiera abofeteado con sus palabras.

-Creo que la que está hablando sin pensar eres tú -dijo Ella en un tono suave y neutral que contradecía toda la furia y el dolor en su mirada-. ¿Me comparas con otros? ¿Después de todo lo que hemos vivido? ¿Qué crees que voy a querer a cambio? ¡No quiero nada! -Exclamó en un susurro entre dientes-. No espero nada de ti, Constance. Lo único que he querido desde que tengo memoria -desde que te conozco- ha sido conocerte más, verte feliz, hacerte feliz. ¿Por qué? ¡No sé! -hablaba rápidamente, gesticulando con los brazos, pero aun así retrocedió al escucharse a sí misma.

Constance observó cómo Ella se cubría el rostro con una mano, respirando profundamente como si estuviera intentando calmarse antes de continuar.

-Nunca te he mentido, Constance. Mis palabras pueden llegar a ser confusas para ti, pero no son dichas sin pensar. Si no fuera por… -Se detuvo repentinamente y se echó a reír, dando un paso atrás y apoyándose en la isla de la cocina.

Ahora Constance tenía claro que la mujer había perdido la cabeza.

-Somos como el agua y el aceite. Soy muy táctil y tú… ¿Sabes qué fue lo primero que me advirtieron de ti? Que a Constance Isles no se le toca. Debí haber hecho caso. Debí haberme dado cuenta de que nunca te había tratado de esa forma cuando me dijiste en el museo que nunca antes te había abrazado.

Constance abrió la boca, pero la cerró al instante, presionando los labios con fuerza.

-Perdona por haber cruzado esa línea, yo—

-Eliana, no. No te disculpes por ser tú, por ser fiel a ti misma cuando estás conmigo. -Su mirada se desvió por un instante, terminando sobre la taza de té olvidada, y suspiró antes de alzar la mirada hacia ojos azules-. Quiero disculparme por mi reacción. No estoy acostumbrada a… -Tragó en seco, sintiéndose repentinamente nerviosa al notar que Ella la miraba atentamente, apenas pestañeando.

-¿A qué? -preguntó en un susurro tan bajo que Constance apenas la escuchó.

-A sentirme querida, ¿cuidada? Sin esperar nada a cambio. Tuviste razón al decir que era yo quien hablaba sin pensar. Tú siempre has sido de esta forma, Eliana. Solo que no lo hacías conmigo porque… porque soy Constance Isles. Es cierto lo que te dijeron de mí, pero eso era solo en Ciao.

-Me estás diciendo que—

-Es diferente contigo. Siempre lo ha sido -confesó en voz baja.

Ella no entendía a qué se refería exactamente, pero las palabras de Rafael resonaron en su cabeza. Sarah y él habían asegurado que Constance era diferente con ella, que le permitía cosas -como cuidar de Maura- que ninguna otra persona hacía.

-¿Cuántas veces he llorado en tus brazos? -preguntó Constance, apoyándose en la isla de la cocina, a su lado. Era una pregunta retórica-. Rafael ni siquiera me vio llorar en el funeral de mi esposo. -Constance la miró a los ojos-. Me siento segura contigo, de cierto modo siempre ha sido así. No sé qué me pasó… por qué reaccioné de ese modo, pero no dejes de ser tú conmigo. No has cruzado ninguna línea.

Ella la miraba con una expresión insegura, como si no la hubiera escuchado bien.

-Supongo que podría demostrarlo -se dijo a sí misma en voz baja y antes de que Ella pudiera reaccionar, ahogó un gemido de sorpresa al percatarse de que Constance rodeaba sus hombros, abrazándola a su cuerpo.

-¿Cons? -preguntó en un susurro, apenas reaccionando, alzando los brazos para rodear la cintura de la mujer.

-No somos agua y aceite, Eliana.

Ella cerró los ojos al darse cuenta de que Constance no planeaba elaborar.