Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Edward no tenía idea de lo que estaba haciendo aquí. Esme lo llamó y puso el almuerzo frente a él, pero estaba seguro que nadie se había dado cuenta de que no había dicho más de tres palabras. Por supuesto que no. El tema de conversación era mucho más importante que él, y un tema del que no sabía nada.

―Puedes ver que está luchando ―comentó Alice―, creo que quiere sonreír.

―Los bebés no sonríen, cariño ―indicó Jasper, el novio de Alice, alborotándole el cabello con cariño. Porque, por supuesto, incluso Jasper ya conocía al bebé Henry mientras Edward todavía lo tenía prohibido.

―Este sí ―afirmó Esme, su orgullosa sonrisa de abuela con toda su fuerza―, tiene la sonrisa de su papá. Se veía mucho mejor hoy, ¿no crees?

Edward miró su café, girando su muñeca para que el líquido se arremolinara y se arremolinara y se arremolinara.

―¿Entonces, Edward?

Edward levantó la cabeza, mirando a través de la sala de estar a Jasper. Él arqueó una ceja.

»¿Cómo va la búsqueda de trabajo?

La comisura de su boca se levantó y agachó la cabeza.

―Todavía no he recibido respuesta de las tiendas de comestibles. Intentaré en las ferreterías esta semana.

Jasper parpadeó.

―¿Qué? ¿Lo dices en serio?

Edward casi se sintió mal, sabiendo que estaba volviendo incómoda la conversación cuando Jasper era el único que se había molestado en tratar de incluirlo. El novio de su hermana parecía lo suficientemente agradable. Sincero y obviamente loco por ella. Aun así, no pudo evitarlo. Mantuvo la mirada fija y el tono conversacional.

―Embolsar comestibles es un trabajo honesto. Morgan Freeman lo hizo cuando salió en Shawshank Redemption.

Carlisle suspiró, dándole a Edward una expresión que sugería que estaba un poco exasperado. Y eso... eso era en lo que Edward siempre había sido notablemente bueno. Cualquiera que conociera a Carlisle habría dicho que el hombre era imperturbable. No cuando se trataba de su hijastro descarriado.

―Tienes un título, Edward. Tienes dos.

―En negocios y contabilidad. ―Levantó una ceja desafiante a su padrastro―. ¿De verdad crees que voy a llegar a algún lado con esos títulos cuando fui a prisión por malversación de fondos?

Carlisle frunció el ceño. Alice se aclaró la garganta y sonrió brillantemente.

―Oye, me olvidé de preguntar. ¿Cómo te fue en la prueba de tu licencia?

Ante eso, la sonrisa de Edward se volvió genuina.

―Pasé el escrito. En solo unos días más, debería estar legalmente de vuelta en la carretera.

―Aunque deberías considerar un auto ―sugirió Carlisle―. Sería sensato, especialmente cuando necesitas demostrar tu confiabilidad a una empresa.

La mandíbula de Edward se tensó.

―Y te recomendaremos ―agregó Esme―. Nuestros amigos nos tomarán la palabra de que eres digno de confianza. ―Ella puso una mano en su hombro―. Entre todos nosotros, puedes elegir de qué industria quieres ser parte.

―No…

―No pasará mucho tiempo antes de que volvamos a llevar tu vida a donde debería estar.

Edward cerró la boca con fuerza. Sabía por experiencia que nadie necesitaba que fuera parte de esta conversación de todos modos.

~0~

Edward se sobresaltó cuando Bella puso una mano en su rodilla. La electricidad se disparó por su columna vertebral. Estaba perdido en sus pensamientos, pero su toque lo sacudió de vuelta a su cuerpo, dejándolo hiperconsciente de todo: el aire fresco, la oscuridad de la noche y su cálida mano sobre él.

―Lo siento. ―Ella retiró su mano y agarró el volante con más fuerza―. Estabas haciendo rebotar tu pierna. Era una distracción. ―Hizo una pausa y le lanzó una mirada―. ¿Estás nervioso? Los bebés no son tan difíciles de impresionar.

Tenía una sonrisa tan dulce que no pudo evitar devolvérsela.

―Mis padres me llamaron digno de confianza hoy ―murmuró, alejando la mirada de ella para observar por la ventana las calles oscuras―. ¿Y qué es lo primero que hago? ―Se rio sin humor―. Hacer las cosas bien mi trasero.

Bella se quedó en silencio unos momentos y luego, para su sorpresa, ella también se rio.

―Como si fuera un crimen que quieras conocer a tu sobrino. El clásico comportamiento de un chico malo. ―Ella suspiró―. Mi papá diría lo mismo. No es ético. Solo otra mala decisión, pero ¿qué más esperas de un huevo podrido?

»Cuando volví a la escuela después de... todo, fue difícil. ―Ella negó con la cabeza, mirando directamente hacia la carretera―. Estaba tan cansada todo el tiempo. Y, un día, falté a clases. Algo perfectamente normal que todos los estudiantes universitarios del mundo han hecho, ¿verdad? Ni siquiera porque estuvieran pasando por un momento difícil; sino solo por diversión. Pero mi papá me atrapó, y tenía esa jodida mirada en su rostro. Me había esforzado tanto para volver a estar donde se suponía que debía estar, pero nada de eso importó. Vio lo que esperaba ver: yo jodiéndolo de nuevo. Lo mismo de siempre.

Edward sintió esa declaración en la médula de sus huesos. Volvió a recordar las innumerables ocasiones de su adolescencia, los errores más pequeños y la mirada en los rostros de Carlisle y Esme: simplemente cansados, decepcionados y tan poco sorprendidos de que hubiera vuelto a equivocarse.

Y por otro lado, la forma en que miraban a Emmett y Alice, radiantes de orgullo por cada uno de sus pequeños logros; tampoco sorprendidos. Nunca era una sorpresa cuando a Emmett y Alice les iba bien.

Bella se detuvo en un espacio de estacionamiento y apagó el motor mientras lo miraba.

»En fin, creo que es una mierda. Solo porque metemos la pata, no perdemos el derecho a ser humanos. Y de alguna manera, seguro, esto es algo jodido. Es el hijo de Rosalie, y deberíamos respetar eso. Pero eres familiar de Henry. Ella siempre va a tener que lidiar contigo, lo quiera o no, entonces, ¿quién de ustedes erró primero? ¿O erró más? La semántica me vuelve loca.

Ella ladeó la cabeza, mirándolo con una pequeña sonrisa.

»Así que, entenderé si no quieres hacer esto después de todo, pero no estoy aquí para juzgarte. ¿Qué dices?

Él la miró un momento y luego echó la cabeza hacia atrás contra el reposacabezas para reír.

―Vamos a ser malos*.

―Está bien, Mal*. Cálmate ―dijo Bella, saliendo del auto.

Edward estaba irrazonablemente emocionado de que ella hubiera reconocido la oscura cita.

―¿Has visto Firefly?

―¿Te sorprende que una serie llena de antihéroes criminales sea una de mis favoritas? ―Se señaló a sí misma―. Huevo podrido, ¿recuerdas?

―No eres mala, es que te han dibujado así*.

Ella lo miró perpleja y él se rio entre dientes.

Firefly, sí. ¿Quién engañó a Roger Rabbit, no, eh?

Bella se señaló a sí misma.

―Nací a finales de los noventa, As. He estado en Disneylandia. Eso es todo lo que sé sobre Roger Rabbit.

―Deberíamos corregir eso.

Su paso vaciló y lo miró, algo tímida en su expresión aunque una sonrisa jugaba en sus labios.

―¿Me estás pidiendo una cita?

―Uh ―fue su brillante respuesta. Los latidos de su corazón se aceleraron a una milla por minuto y ¿su pene? Nadie lo invitó a la conversación, pero definitivamente estaba escuchando.

¿Y qué? Edward había estado en prisión por mucho tiempo, y Bella era una mujer atractiva. Y amena. Y amable. Y…

―Estaba bromeando ―musitó Bella, agachando la cabeza. A la luz demasiado brillante del hospital, el rubor en sus mejillas era obvio.

Edward pensó en ello por el espacio de otro latido, preguntas y advertencias rebotando en su cráneo. ¿Salir con alguien era algo en lo que debería estar pensando recién salido de prisión, sin un centavo o incluso una licencia de conducir a su nombre? ¿Era justo para ella? ¿Estaba mal que fuera tan joven? ¿Su interés -porque él estaba muy, muy interesado- se debía a algo más que al hecho de que ella era la primera mujer no emparentada en la que había puesto sus ojos apenas unas horas en el exterior?

―No ―espetó, sabiendo que su silencio estaba haciendo que todo este intercambio fuera incómodo. Se aclaró la garganta, poniendo los ojos en blanco. Él la miró por el rabillo del ojo, su boca torciendo una esquina en una sonrisa que alguna vez fue potente. Se inclinó más cerca, en su espacio personal cuando entraron en el ascensor, y bajó su tono a un ruido sordo cerca de su oído―. Sería un honor y un privilegio enseñarte las delicias de las palmaditas*.

Ella respiró hondo y se echó hacia atrás para poder mirarlo a los ojos. Parpadeó varias veces, claramente confundida. El aire entre ellos crepitaba con energía.

―Espera, ¿qué? ―preguntó ella, sonando sin aliento.

El ascensor sonó, y Edward inhaló por la nariz y exhaló de nuevo cuando entró en el pasillo estéril y demasiado brillante. Todavía lo tenía, lo cual era gratificante, pero este no era el lugar para que su libido se disparara.

―Roger Rabbit ―murmuró en voz baja, sacudiendo la cabeza por lo extraña que era su vida en estos días. La prisión fue limitante, pero supuso que ese era el punto.

Bella lo miró fijamente unos segundos más antes de volver su atención a la mujer que la saludaba detrás del cristal de la pequeña habitación en la que estaban entrando.

―Hola, Bella. No te he visto en algunas semanas.

―La escuela me ha estado pateando el trasero.

―Sigue así. Tú puedes. ―Los ojos de la mujer se dirigieron a Edward y luego a Bella―. ¿Trajiste a un amigo?

―Sí. ―Se estiró y tomó la mano de Edward, alzándola para acariciarla con la otra―. Este es Edward. Ha tenido una semana difícil. Pensé en traerlo conmigo a la terapia hoy.

La mujer le dio a Edward una mirada cautelosa. Se encontró agarrando la mano de Bella con más fuerza, sintiendo ridículamente que los policías iban a aparecer y se lo llevarían de nuevo.

Pero entonces, la mujer le sonrió.

―Los niños también han tenido una semana difícil. Estarás en buena compañía. ―Se estiró y presionó un botón. Las puertas dobles frente a ellos se abrieron.

No se le ocurrió a Edward hasta que estaban a la mitad del pasillo que aún no soltaba la mano de Bella. O, supuso, ella no lo había soltado. De hecho, con el pulgar ella acariciaba sus nudillos en un movimiento reconfortante mientras caminaban.

―Estás nervioso ―soltó ella, esta vez sin preguntar.

―No creo que haya sostenido un bebé desde Alice. ―Ladeó la cabeza, un vago recuerdo volviendo a él―. Creo que hubo uno... Se suponía que debía cuidar a un bebé una vez. Pero me tropecé y el papá se asustó o algo así. ―Se encogió de hombros. La lista de personas que lo habían estado vigilando, esperando a que metiera la pata, era larga. Solía recordarlos de vez en cuando.

―No tienes que preocuparte por tropezar aquí. ―Ella le dio un apretón a su mano y la soltó. Se acercó a un escritorio donde estaba trabajando un hombre rubio―. Hola, Mike.

El hombre levantó la vista y sonrió. Edward no se perdió la forma en que sus ojos se precipitaron hacia abajo, su mirada apreciativa, antes de volver a mirarla a los ojos. Tampoco se perdió la espiral de ira en sus entrañas, y la forma en que sus dedos ansiaban agarrarla de nuevo.

En cambio, luchó por mantener la cara en blanco mientras el hombre se ponía de pie y extendía la mano para tocarle el brazo brevemente.

―¿Mala noche?

Ella envolvió sus brazos alrededor de sus hombros pero le dio a Mike una sonrisa cansada.

―Mal mes.

―Bueno, te cubro las espaldas, chica. ―Se puso de pie y miró a Edward―. ¿Traes compañía esta noche?

―Este es Edward. Le vendría bien un restablecimiento de fábrica.

―¿Un restablecimiento de fábrica? ―Edward arqueó una ceja.

Mike lo miró con una dulzura amable en su expresión que dejó claro por qué era enfermero de la UCIN.

―Es como llamamos al efecto que tiene sostener a estos bebés. Todo tu estrés. ¿Todo afuera? Todo simplemente se desvanece. Son tan pequeños y están luchando, pero sostenerlos te da una sensación de paz y propósito. Es bueno para ellos, y es bueno para ti.

―Ganar-ganar ―susurró Edward, con un nudo en la garganta.

Esta vez, fue Bella quien tocó el brazo de Mike. Ella inclinó la cabeza, mirándolo por debajo de sus pestañas.

―Entonces, ¿qué dices? ¿Me harás un favor? Edward es buena gente.

Mike apretó los labios, pero después de un momento, asintió.

―Sí, está bien. No hay problema.

―¿Crees que tal vez él pueda cargar al pequeño Henry McCarty? Su padre es amigo mío.

―Entonces, ¿no querrías ser tú quien lo cargue?

Bella respiró hondo y la cara de Mike decayó.

―Oh, diablos. Cariño, lo siento. Decir eso fue una estupidez. Sé lo que sientes por los bebés varones.

Edward frunció el ceño, confundido y curioso. Se distrajo con la misma rapidez cuando Mike puso sus manos sobre los hombros de Bella y los masajeó. Era consuelo puro y simple, pero Edward descubrió que realmente no le gustaba que este hombre la tocara.

»¿Así que envías a un sustituto? ―preguntó Mike en un intento obvio de aligerar la pesadez que teñía el aire a su alrededor―. No hay problema. Déjame emparejarte con la bebé Bree. ―Chasqueó la lengua―. Pobre pequeña. A sus padres no les ha gustado mucho visitarla, así que le vendría bien un buen abrazo. ―Señaló a Edward―. Puedes mirar, y luego te guiaré, ¿de acuerdo?

La atención de Edward se desplazó entonces a los bebés en la habitación justo detrás de Mike. Primero entraron a una antesala donde Mike explicó la necesidad de la desinfección, mostrándole a Edward cómo lavarse las manos. Desde allí podía ver a los bebés, criaturas dolorosamente pequeñas en distintos estados, algunas con luces especiales, otras con diminutas anteojeras, todas ellas con algún tipo de cable u otro atado a ellas. Pequeñas cosas frágiles y diminutas.

Y de repente, se dio cuenta de lo jodido que estaba. Sus nervios se dispararon y tuvo la extraña urgencia de dar media vuelta y correr. Si arruinaba esto, y había arruinado tantas cosas en su vida, podría lastimar al bebé, a su sobrino. En ese momento, no pudo evitar estar de acuerdo con Rosalie; se suponía que no debía estar aquí.

Entonces, la mano de Bella estuvo en la suya otra vez. Ella apretó con fuerza, mirándolo.

―Todo estará bien.

Inexplicablemente, él le creyó, confiaba en ella.

Observó mientras ella se sentaba en una silla al lado de una de las cunas cerradas que daban miedo. Tenía algo en su rostro en ese momento que le pareció hermoso. Algo doloroso en la mirada de sus ojos mientras su vista seguía los movimientos de Mike. Pero también tenía asombro escrito en sus rasgos cuando Mike ayudó a acomodar al bebé sobre su pecho, una cosita con el sombrero rosa a rayas más pequeño que Edward había visto jamás. Mike arregló los cables para que no estorbaran y Bella presionó una mano sobre la espalda del bebé. Su mano, tan pequeña en la de él, era enorme en comparación con el bebé que sostenía.

Le dolía el corazón y no estaba seguro de por qué.

Cuando ella estuvo instalada, fue su turno. Prestó mucha atención, su corazón latiendo fuera de control cuando su sobrino fue colocado con tanto cuidado en sus brazos.

No había sido capaz de expresar con palabras por qué era tan importante para él ser parte de esto. Sí, existía algo curativo en la idea de que el pequeño Henry, potencialmente, nunca conocería a Edward como un inútil que metió la pata. Era más que el pacto que había hecho consigo mismo. Se había prometido a sí mismo que cuando saliera, descubriría cómo ser miembro de una familia. Un hermano y un hijo; no solo un tipo que les pertenecía, por el que tenían que preocuparse cuando seguía metiendo la pata.

Sin embargo, al sostener a Henry, todas esas cosas parecían intrascendentes. El niño se retorció, un cálido y ligero peso sobre el pecho de Edward, y pensó que nunca había visto algo tan precioso e increíble. Entendió de qué estaba hablando su familia. Edward tardó una fracción de segundo en darse cuenta de que el niño pequeño era un luchador. Y sí, creyó ver un indicio de la amplia sonrisa de su hermano allí también.

―El pequeño Henry aquí tiene mucha gente apoyándolo ―informó Mike, ajustando un cable más―. Llámenme si me necesitan, ¿de acuerdo?

Edward solo asintió, demasiado embelesado al observar los pequeños movimientos del bebé, la flexión de sus increíblemente pequeños dedos.

―Encantado de conocerte, pequeño ―susurró Edward, sorprendido por el fuerte impulso de hablar―. Las circunstancias podrían haber sido mejores, pero aquí estamos.

Suspiró, trazando la forma del bebé a través de la manta del hospital.

»Tu papá... yo solía pensar que él tenía una vida encantadora. Supongo que, en muchos sentidos, la tiene. Siempre parece conseguir todo lo que quiere. Lo hace parecer sin esfuerzo. Se metió en los equipos deportivos que quiso en la escuela secundaria. Obtuvo los maestros fáciles. Obtuvo calificaciones que eran lo suficientemente buenas. Consiguió a la chica que quería para sus dos bailes de graduación. Ingresó a la universidad que quería. Su negocio fue un éxito de la noche a la mañana. No conoció a tu madre, su alma gemela, hasta que tuvo tiempo de ser joven y no estar atado.

»Y luego, esto. ―Edward frotó la espalda del bebé en ligeros círculos―. No lo sé. ¿Estar tan cerca de perderte a ti y a tu madre? Lo que ha sido mi vida no es nada comparado con eso.

Entonces se quedó en silencio, escuchando los suaves sonidos que hacía Henry mientras vacilaba entre el sueño y la vigilia. Su corazón estaba pesado y lleno, rompiéndose por lo duro que este bebé de días tenía que luchar, y expandiéndose al doble por su mera existencia.

Miró hacia arriba y vio a Bella cerca, meciendo a la pequeña niña que sostenía, con una sonrisa nostálgica en su rostro. Y entonces lo supo. Las piezas del rompecabezas que era Bella Swan encajaron, y él supo que, una vez, ella sostuvo a un bebé en la UCIN (un niño pequeño, si Edward no se equivocaba) y había sentido lo que Edward estaba sintiendo ahora. Que podía hacerlo mejor, ser mejor de lo que era, porque tenía todo a su favor. Aquí yacía este precioso niño, luchando por respirar. Por vivir. Edward era parte de esa lucha ahora, dando lo que podía: su calor, su afecto físico, su cariño.

Una vez, pensó Edward, Bella había sostenido a un niño así y tenía que haber esperado que fuera suficiente, que ella pudiera ser suficiente. Y tal vez, como él, ella habría jurado en silencio que podía ser mejor. Si este niño pequeño podía luchar tan fuerte solo para respirar, seguramente él podría encontrar la manera de encaminar su vida.

Como si pudiera escuchar sus pensamientos, Bella levantó la vista. El aliento de Edward quedó atrapado en su garganta. Se sentía desnudo y vulnerable, compartiendo este momento con ella. Como si ella fuera la única en el mundo que podía entender lo que él estaba sintiendo ahora. Por un momento, fue como si solo existiera esta habitación: ellos dos, los marginados de buenas familias, con las miradas fijas entre ellos mientras hablaban sin hablar.

Unos minutos más tarde, mientras estaba a su lado observando a Mike acomodar a Henry en su cuna, Edward luchó por encontrar un contexto para esa sensación de intimidad que se apoderó como una neblina de sus pensamientos. Fue un sentimiento cálido. Incómodo, porque no conocía ni entendía su procedencia, pero no desagradable.

Estaba conectado con esta mujer de alguna manera. Atracción, sí, pero también afinidad.

Y qué significaba eso, Edward no lo sabía. Simplemente sabía que esa conexión existía, como ataduras invisibles en el aire entre ellos.

Se frotó la nuca, sin prestar atención a lo que Bella le estaba diciendo a Mike mientras se preparaban para irse. Él la siguió cuando ella se dio la vuelta y se colocó a su lado, preguntándose qué seguiría. Quería hablar. Quería saber muchas cosas. Quería coquetear. Quería hacer muchas cosas. Abrió la boca. La cerró de nuevo. Resopló. La abrió.

Bella jadeó. Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, ella lo agarró de la mano y lo arrastró por un pasillo en la dirección opuesta a la que se suponía que debían ir. Lo empujó contra la pared.

―¿Qué…? ―comenzó él, pero ella puso un dedo en sus labios. Todavía agarrando su mano, presionó su espalda contra la pared.

Solo pasaron unos segundos antes de que viera lo que había asustado a Bella. Su hermano pasó caminando por el pasillo principal en dirección a la UCIN. Por supuesto, Edward sabía que Emmett estaba en el hospital. Pasaba todas las noches allí, pero comentó varias veces que pasaba la noche en la habitación de su esposa.

Bella dejó escapar un suspiro de alivio cuando los pasos de Emmett se desvanecieron. Ella lo miró. Él la miró de vuelta. Ambos comenzaron a reír, riéndose por lo bajo porque era ridículo. Se escabullían por el hospital como delincuentes comunes en las primeras horas de la mañana.

Giró para que su costado se apoyara en la pared, pero el movimiento lo acercó más a Bella de lo que esperaba, ya que ella se giró hacia él al mismo tiempo. Sobresaltada, extendió la mano como para mantener el equilibrio. Su palma descansando sobre su pecho.

Pasó un latido. Ella no movió la mano y la risa murió en sus labios.

Él inclinó la cabeza hacia abajo. Ella inclinó la barbilla hacia arriba. Sus bocas se encontraron. Probando. Ella emitió un sonido suave, y su aliento fue cálido contra su rostro, embriagándolo con su cercanía. Él se inclinó de nuevo, su mano en su cadera. Este beso fue más pleno. Más dulce.

En algún lugar en el fondo de su mente, algo hizo clic con un cómodo chasquido: el universo se llenó de ligereza y bondad por primera vez.


*Vamos a ser malos: Frase que dice el personaje principal, Mal, en la película "Serenity" derivada de la serie Firefly.

*Mal: Capitán Malcolm "Mal" Reynolds, personaje principal, interpretado por el actor Nathan Fillion.

*No eres mala, es que te han dibujado así: Jessica Rabbit pronuncia esa frase en la película ¿Quién engañó a Roger Rabbit? "Yo no soy mala, es que me han dibujado así".

*Jugar a las palmaditas: Usan las palmaditas como referencia a una escena sexual disimulada entre Jessica Rabbit y Marvin Acme.