Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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Alice llamó con la noticia de que Rosalie, que había estado saliendo lentamente del estado de coma durante los últimos días, ahora estaba completamente despierta y consciente. Debido a que el sentido del decoro de su padre lo tenía tan presente, Bella compró algunos globos y una vibrante rosa naranja en un florero delicado. Fue al hospital a presentar sus respetos.
Rosalie era el tipo de mujer que siempre lucía inmaculada. Alice le mostró una vez fotos de su viaje familiar a Yosemite. Rosalie parecía que podría haber bajado de la pasarela de un desfile de modas para ropa deportiva, incluso después de la caminata hasta la cima de las cataratas de Nevada. Su maquillaje era perfecto. Bella habría jurado que la mujer nunca sudaba en su vida.
Verla en el hospital fue toda una conmoción: su cara flácida y su piel sin color, sin vida. Fue un alivio verla despierta, incluso si todavía era discordante verla tan demacrada.
Y enojada. Ya estaba molesta cuando Bella entró por la puerta. Aparte de un sincero agradecimiento a Bella por el regalo, estuvo discutiendo con su esposo todo el tiempo.
―Estoy viva. Y despierta. Quiero ver a mi hijo, Emmett. Quiero ver a mi hijo con mis propios ojos.
―Cariño, te entiendo. Lo hago. Pero no conseguí un título médico en los últimos quince minutos. El doctor dice...
―Como si me importara una mierda lo que dice el doctor. Mi bebé necesita a su madre. No hay nada más importante que eso.
Emmett suspiró.
―Supongo que la frase "asegura tu propia mascarilla antes de asegurar la de los demás" no va a funcionar aquí.
Rosalie entrecerró los ojos y Emmett levantó las manos.
―Está bien. Mira, voy a traerles un poco de café a todos. Veré si puedo encontrar al médico y hablar con él sobre conseguir una silla de ruedas. Mamá, papá, quédense con Rosie. ―Miró a Bella―. ¿Quieres ayudarme?
―Seguro. ―Bella se apartó de la pared en la esquina desde donde estaba tratando de no obstruir el paso. Se sintió aliviada de tener una tarea. Aunque estaba en términos amistosos con toda la familia, sin Alice allí, sentía que se estaba entrometiendo en cosas que no eran de su incumbencia.
Tan pronto como estuvieron lo suficientemente lejos de la habitación del hospital, Emmett dejó escapar un largo sonido de disgusto.
―Quiero decir, no es que no la comprenda, ¿verdad? Pero ¿qué quiere que yo haga? ¿Que la cargue en brazos, le arranque los cables y agujas, y la lleve a la UCIN, donde probablemente me va a detener el de seguridad?
Bella no pudo evitar sonreír.
―Solo no le hagas saber que esa es una opción. Estoy bastante segura de que te mataría por no hacerlo.
Emmett resopló.
―Tienes razón. ―Él suspiró―. Ya me mataba anoche cuando se despertó en medio de la noche y me encontró allí. ¿Cuando descubrió que había estado pasando las noches con ella en lugar de con Henry? Pensé que se iba a levantar de la cama y me patearía el trasero.
Caminaron unos segundos en un agradable silencio antes de que Emmett se aclarara la garganta.
»Entonces…
Bella lo miró.
―¿Entonces?
―Por supuesto, después de que Rose me gritó, fui a ver a Henry. El enfermero de la noche es un tipo muy agradable.
―Ajá. ―La alarma de peligro de Bella, la que solía sonar cuando tenía la sensación de que su padre sabía sobre su última cagada, hormigueaba.
―Me dijo que Henry tuvo una visita anoche justo antes de que yo apareciera.
Su paso vaciló.
―Mierda. Emmett…
Levantó una mano y su sonrisa fue amable.
―Oye. Soy el príncipe heredero de pedir perdón en lugar de pedir permiso. ―Le tocó el hombro brevemente y volvieron a caminar, girando hacia la cafetería―. Lo habría hecho yo mismo excepto que en algún momento descubrí el orden de responsabilidades. Mi responsabilidad con mi esposa viene antes que mi responsabilidad con mi hermano. Así son las cosas, pero eso no significa que siempre sea lo que yo quiero.
El tema se abandonó durante unos minutos mientras servían el café y recogían la leche. Cuando iban de regreso a la habitación de Rosalie, Emmett hizo un ruido de frustración.
»Está bien, mira. No nos conocemos muy bien, pero probablemente te hayas dado cuenta de que no soy tan bueno con las palabras. Esto va a salir muy mal.
El padre de Bella le habría dicho a Emmett que si no podía decir lo correcto, era mejor mantener la boca cerrada. Bella había escuchado esas palabras con bastante frecuencia. Ella nunca siguió esas reglas, así que sabía la inutilidad de esperar que Emmett mantuviera la boca cerrada. Solo agitó una mano.
―Dime.
Todavía estaba callado. Él estaba en lo correcto; eran amistosos, pero no se conocían tan bien. Pero incluso ella sabía que su silencio era raro. Trató de ignorar la forma en que su piel se erizó. Los recuerdos de haber sido llamada a la oficina de su padre para ser regañada pasaron por su mente. Apretó la mandíbula, automáticamente a la defensiva, pensando en argumentos para lo que pudiera venir.
―Mi hermano… ―resopló Emmett, sacudió un poco la cabeza y lo intentó de nuevo―. Esto es tan jodidamente incómodo. Mi hermano está más allá de nosotros. Más allá de mí. De nuestros padres. No podemos comunicarnos con él. Alice puede hacerlo a veces, pero sé que se siente alejado de nosotros. Diferente. Nada de lo que decimos parece ayudar. De hecho, solo empeora las cosas. Y él también lo está intentando. Tratando de ser parte de nosotros. Tratando de estar más tranquilo, pero tiene esta ira justo debajo de la superficie. Es volátil.
Bella podía sentir su mirada mientras la observaba, ella enfocada hacia adelante. Emmett suspiró.
―Si ustedes tienen algo…
―No estamos haciendo nada. ―Tuvo que esforzarse para mantener el puño abierto. No tenía ninguna razón para estar tan enojada; pero ya estaba tan acostumbrada a eso. A las personas que encontraban fallas en cada uno de sus movimientos.
―Oye, soy el último en juzgar. Solo estamos hablando. Eso es todo. Creo que sería bueno para Edward tener una conexión con alguien si no podemos ser nosotros. Y eres una buena persona, Bella. Lo sé. No eres como los alborotadores con los que se juntaba en la escuela secundaria. No eres como las personas que le permitieron hacer lo que hizo que lo envió a prisión. Sé todo eso.
»Solo… ―Hizo un gesto, el café se derramó en sus tazas biodegradables―. Está bien. Solo voy a decirlo. Si esto entre tú y Edward es romántico... Eres joven. Y no hay nada de malo en eso. Pero las cosas son diferentes cuando eres joven. Cuando no te conoces tan bien. Jesús. No puedo creer que esté diciendo esto. Soy el ejemplo perfecto de libertinaje, eso es a lo que me refiero. Fui mujeriego. Muy mujeriego. Y tuve mucha diversión sin pensar mucho en las consecuencias.
―Emmett…
―La vida de Edward tiende a descarrilarse mucho. Es un buen hombre, Bella, pero los problemas lo persiguen. Acaba de salir de prisión. Ahora tiene un nuevo comienzo. Es un adulto y tú también lo eres. Ambos van a hacer lo que quieran. Solo digo que, antes de empezar algo, tal vez ten en mente lo que Edward puede perder.
El viejo hábito trajo un comentario sarcástico a los labios de Bella. Se contuvo y tragó saliva, dejándolo morir sin decirlo. Emmett no era su padre. No esperaba que ella destruyera todo lo que tocaba. Estaba preocupado por su hermano; eso era todo. Acababa de decir que sería bueno para Edward tener una conexión, un vínculo con algo estable. Una chica de veintiún años probablemente no era lo que necesitaba ahora.
―No estamos haciendo nada ―repitió, más tranquila esta vez. Y no lo hacían; no técnicamente. Él la había besado una vez, y ella se estremeció con el dulce recuerdo de eso. El calor de su boca, el deslizar de su lengua moviéndose con la de ella. Cómo su cuerpo parecía estar hecho de hormigueos. Pero eso no podía ser más que la energía residual que emanaba de una compartida experiencia intensamente íntima.
Emmett se rio entre dientes.
―B, la diferencia entre no hacer nada y llegar hasta el final, a tu edad, es tal vez media hora. Es lo que es, y soy el último en avergonzar a alguien por tener sexo. Probablemente estoy muy equivocado de todos modos. Sería clásico en mí. Quiero que Edward sea feliz. Eso es todo.
―Sí. ―La palabra salió ronca, y Bella tragó saliva, luchando por sonreír cuando llegaron a la puerta―. Estás siendo un buen hermano. Lo entiendo.
~0~
―No puedo creer que estés saliendo con mi hermano.
―No estoy… ―Bella se rio y giró la cabeza para mirar a su amiga―. Ya te lo dije, Alice. No es una cita.
Alice simplemente le lanzó una mirada mordaz y guio su cabeza hacia adelante nuevamente, regresando a la tarea de pasar un cepillo por su cabello.
―Ajá. ¿Cuándo me has pedido que te ayude con tu cabello? Sé que no te importa un carajo lucir bien para tu familia, así que...
Las mejillas de Bella se calentaron.
―¿No puedo querer lucir elegante por una vez en mi vida? Habrá cámaras allí, sabes. Saldrá en las noticias estatales. Tal vez incluso en las noticias nacionales. Muy atrás en alguna sección oscura, pero lo que sea. Sería bueno tener un buen peinado, eso es todo.
En el espejo, el reflejo de Alice fijó en Bella una mirada fría que sugería que no estaba engañando a nadie.
»No es una cita ―repitió Bella.
―Si eso te hace feliz…
Bella la miró.
―¿No crees que es una mala idea?
Alice sonrió.
―Pensé que no pasaba nada.
―No pasa nada. Solo pregunto por qué quieres que pase algo.
―Ninguna razón en especial ―comentó Alice, encogiéndose de hombros―. Me agrada mi hermano. Me agradas tú. Si se gustan, no veo el problema. ―Su sonrisa era francamente malcriada―. ¿Te gusta mi hermano, Bella?
Bella apretó los labios en una línea delgada.
Alice se rio.
―Es una boda. ¿Dos personas uniéndose como una sola, declarándose su amor? El romance está en el aire. Incluso si no es una cita, cuando bailas…
―Yo no bailo.
―Edward es un buen bailarín.
―Por supuesto que lo es. ¿En serio, Alice? ¿No estuvo en prisión la mayor parte de tu adolescencia? ¿Cuándo lo viste bailar?
―Me pareció genial cuando me dejó parame en sus pies mientras bailaba conmigo cuando tenía siete años.
Bella tuvo que sonreír ante la adorable imagen mental.
―Por supuesto que lo hizo.
~0~
―No puedo apartar mis ojos de ti.
Bella se mordió el interior de la mejilla y miró rápidamente a Edward antes de volver a mirar la carretera.
»Espero que esté bien decirlo. ―Su voz era un estruendo bajo que vibraba bajo su piel a pesar de que había una consola de coche entre ellos―. Es solo tu cabello. Y ese vestido. ―Los ojos de él se lanzaron hacia sus rodillas desnudas y bien podría haber rozado la parte interna de su muslo por cómo reaccionó su cuerpo.
Ella respiró por la nariz y dejó que sus labios se curvaran en una sonrisa mientras lo miraba de nuevo.
―Sí, tú eres lo que los chicos llamarían jodidamente sexi con ese traje.
Él rio.
―¿Lo crees?
Detuvo el coche en el puesto del valet.
―Encajaré perfectamente hoy. Sabes que la mitad de estos senadores traen parejas trofeo como sus citas.
Él echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
―Pareja trofeo. ―Sacudió la cabeza mientras salía del auto.
Dando la vuelta hasta la parte delantera del coche, ella le ofreció su brazo con una sonrisa descarada.
―Eres un hombre muy guapo, Edward Cullen.
Su sonrisa de respuesta hizo que se quedara sin aliento y se tambaleó un poco cuando él tomó el brazo que ella le ofrecía. Se inclinó mientras caminaban hacia el pasillo.
―¿Bailarías conmigo esta noche?
―¿Qué? ―Su respuesta sonó más entrecortada de lo que ella quería.
―¿De qué te sirven los trofeos si no los puedes presumir? ―Se inclinó aún más para que su voz fuera como una suave caricia en su mejilla y cerca de su oreja―. Soy un buen bailarín, lo prometo.
Ella inclinó la cabeza hacia arriba para responder y se encontró peligrosamente cerca de él. Su cabeza daba vueltas. Solo una pulgada más y sus labios se tocarían.
―Bella.
La cabeza de ella se inclinó hacia un lado y dio un paso instintivo hacia atrás, aunque seguía sujetando el brazo de Edward.
―Papá. ―Volvió la cabeza ligeramente, asintiendo a su madrastra―. Sue.
Su padre puso una mirada evaluadora en Edward. Lo contempló de arriba abajo de una manera que provocó que la irritación se revolviera en el estómago de Bella. Ella conocía esa mirada. Su padre buscaba un defecto. Se aclaró la garganta, atrayendo la mirada de Charlie hacia ella y se quedó con la cabeza en alto.
―Leah me dijo que ibas a traer a alguien ―indicó Charlie. Bella no pasó por alto la nota de disgusto en su tono y la sospecha en sus ojos mientras miraba a Edward―. Me pareces familiar. ―Extendió una mano.
Edward la tomó y la sacudió con firmeza.
―Edward Cullen, señor. Encantado de conocerlo.
―Edward… ―La mano de Charlie se congeló a medio saludo y, por un momento, miró a Edward con lo que parecía horror. Pero fuera lo que fuese, se recuperó rápidamente. Cuando Edward se giró para saludar a Sue, Charlie volvió su mirada evaluadora hacia Bella. Suspiró e inclinó la cabeza para hablar solo con ella―. ¿Usaste ese vestido solo para irritarme?
Bella parpadeó, mirándolo fijamente.
―¿Qué?
―Este es un evento elegante, Bella, no una de tus fiestas de fraternidad.
Bella miró su vestido, preguntándose si se encontraba en otra dimensión. Era simple y sexi. Un vestido negro que se ensanchaba en la parte inferior por lo que se balanceaba cuando ella caminaba. Le caía por encima de las rodillas, pero apenas era corto.
―No todo se trata de ti. Usé este vestido porque tengo unas piernas fantásticas y no me importa mostrarlas.
―Para él.
―Jesucristo. ¿Cuándo van ustedes los políticos a tomar una clase de Introducción al Feminismo? No me visto para avergonzarte o para impresionarlo a él. Me visto para mí.
Charlie se rio entre dientes y le sonrió.
―Serías un político decente con ese discurso. ―Él la señaló con un dedo―. Sigue siendo inapropiado. Y él es demasiado mayor para ti.
―Argh.
Edward se aclaró la garganta y se acercó a ella.
―Estoy seguro de que están ocupados hoy ―interrumpió con una sonrisa fácil, dirigida primero a Charlie y luego a Sue―. No les estorbamos.
Caminó a su lado y solo cuando estuvieron fuera del alcance del oído de Charlie, se inclinó para susurrar:
»Tus piernas son realmente fantásticas.
Ella se atragantó con una risa y lo miró, parte de la tensión se desvaneció cuando sus hombros se relajaron.
―Disculpe. ¿Es usted Bella Swan?
Bella se giró medio esperando ver a un reportero. En cambio, encontró a una mujer unos años mayor que ella vestida con lo que solo podía ser un vestido de dama de honor. Era una mujer hermosa, vagamente familiar, con los ojos más tristes que Bella había visto jamás.
―Sí, soy yo ―aceptó con cautela.
La mujer sonrió con sincera calidez.
―Soy Emily, la prima de Leah. Sé que nos conocimos en algún momento, pero…
―Siempre hay tanta gente ―convino Bella.
Emily asintió.
―Leah quería asegurarse de que tú y tu cita tuvieran un asiento al frente. ―Hizo un gesto para que la siguieran―. La mayoría de los asientos son libres para todos, pero ya conoces a Leah. Se asegura de obtener lo que quiere.
Escuchó algo en su tono que hizo que Bella se detuviera. Puso una mano gentil en el hombro de Emily.
―Oye. ¿Estás bien?
La mujer hizo un evidente esfuerzo por animarse.
―Sí, estoy bien.
Sus ojos estaban enrojecidos. Había estado llorando. Bella inclinó la cabeza. Emily suspiró.
»Estoy realmente bien. Una mala ruptura recientemente, eso es todo.
―Eso debe ser difícil ―simpatizó Edward.
Ella se encogió de hombros y les dedicó una sonrisa.
―Este es el día de Leah. Y será mejor que vuelva con ella. Es casi la hora del espectáculo.
―Tienes que esperar que ese corte en su mejilla no haya sido lo que provocó la ruptura ―murmuró Edward mientras la veían retirarse.
Bella frunció el ceño. Era un corte de aspecto desagradable, curado ahora pero todavía de un rojo lívido.
―Eso sería terrible. Qué bien si se escapó, pero terrible.
Se sentaron durante unos minutos en silencio, Bella escuchando los inevitables chismes que los rodeaban. Escuchó algunos nombres familiares y vio rostros familiares. Justo como dijo Leah, Sam creció con la misma gente que Jacob. Escuchó y reflexionó sobre la vida, el universo y todo.
Se le ocurrió que algo inusual estaba sucediendo. Aquí estaba sentada junto a alguien, un hombre que todavía era en su mayoría un extraño, sin hablar. Siempre había notado los silencios cuando estaba sentada al lado de alguien, incluso cuando estaba haciendo fila o en las salas de espera. No es que llenara esos silencios, pero los sentía.
Sentada aquí junto a Edward se sentía cómoda. Segura y tranquila. Y esa era una hazaña teniendo en cuenta lo fuera de lugar que normalmente se sentía en eventos como estos. El silencio entre ellos no se sentía incómodo.
Edward, que había estado observando a la gente, giró la cabeza y encontró sus ojos en él. Él sonrió. Ella sonrió. Y ahí estaba esa extraña sensación de intimidad que sintió en la UCIN. Él suspiró, levantando una mano para peinar un mechón de cabello hacia atrás.
¿Por qué su toque se sentía tan familiar para ella? Incendiario, sí. Su sangre parecía cantar en sus venas. Pero no se sentía nuevo. Se sentía bien.
La banda, porque por supuesto tenían una banda en vivo, comenzó a tocar entonces, atrayendo la atención de todos. Bella se giró con el resto de la multitud. Todavía podía sentir el calor del cuerpo de Edward en su espalda, y tuvo que contenerse para no inclinarse y descansar contra su pecho.
Sam ocupó su lugar al frente de la sala. Era un hombre guapo que se veía bien en un traje. No tan bien como Edward, pero eso parecía algo difícil de superar. Sonrió, con las manos entrelazadas mientras el desfile de padrinos de boda y damas de honor caminaba por el pasillo.
A medida que aumentaba la marcha nupcial, Leah apareció del brazo de Charlie. Bella nunca la había visto así: su amplia sonrisa y su rostro brillando de felicidad. Charlie se veía tan engreído y orgulloso. Él siempre estaba engreído y orgulloso de Leah y su hijastro, Seth. Leah y Sam formaban una pareja atractiva. Sin duda, la foto de su boda ganaría un lugar de honor en la pared de la oficina de Charlie.
Bella apartó ese pensamiento poco caritativo, concentrándose en cambio en la ceremonia... y la forma en que los dedos de Edward rozaron su rodilla mientras se sentaba con las manos en su regazo.
Finalmente, llegó la parte buena. El oficiante pidió a Leah y Sam que se miraran cara a cara. Se tomaron de la mano. Bella notó que Emily giró la cabeza brevemente para secarse una lágrima.
Y cuando el oficiante comenzó a hablar, Sam dijo:
―Alto.
Un silencio se apoderó de la multitud.
―Perdón, ¿qué? ―preguntó el oficiante. La gente comenzó a susurrar.
Sam se aclaró la garganta, inclinó la cabeza y respiró hondo.
―Tenemos que detenernos. No podemos hacer esto.
El murmullo de la multitud se hizo más fuerte. Leah retiró sus manos de las de él.
―¿De qué diablos estás hablando?
Fue solo porque estaba sentada tan cerca que Bella pudo escuchar lo que se decía.
―Leah, te amo, pero...
—Sam, no lo hagas. ―Fue Emily quien susurró esas palabras, con la voz ronca.
Leah se dio la vuelta. Miró entre Sam y Emily.
―Ella... solo sucedió, Leah. Simplemente sucedió. Ella es la única. La única.
Se produjo el caos. Leah chilló:
―¿Mi prima? ¿Estás bromeando? ―Y dio un paso hacia Sam solo para ser retenida por Charlie y Sue. Bella solo escuchó unas pocas palabras por encima del creciente ruido de los espectadores.
―No pudimos evitarlo. ¿Cómo podríamos evitarlo? ―dijo Sam una y otra vez.
Bella miró a Edward, con una ceja levantada. Parecía, en todo caso, perplejo.
―Almas gemelas ―murmuró él, sacudiendo la cabeza.
Y fue entonces cuando Bella notó que, en algún momento durante el drama, había entrelazado sus dedos con los de él y estaba agarrando su mano con fuerza.
―Las almas gemelas arruinan todo.
