Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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El sonido de un mensaje de texto entrante nunca dejaba de hacer sonreír a Edward. La razón era sencilla. La mayoría de las veces, era un mensaje de texto de Bella.

Ese día, a pesar de que sus palabras fueron directas, Edward no pudo evitar la sensación de que algo andaba mal. No podía explicárselo ni siquiera a sí mismo. Solo sabía que necesitaba animarla.

Si estaba siendo honesto, probablemente era su propio estado de ánimo lo que estaba sintiendo. Había tenido otra pelea con sus padres. Sabía que su preocupación venía de un buen lugar, pero no necesitaba que le recordaran constantemente que estaba viviendo mal su vida. Ellos creían que tenían todas las respuestas.

Edward: ¿Cómo te sientes acerca de las motocicletas?

Bella : Me enfado con ellas cuando estoy atascada en el tráfico. ¿Quiénes se creen que son, avanzando cuando yo no puedo?

Edward : ¿Y si estás montada en una?

Pasó un minuto y luego ella envió un enlace de YouTube. Edward tuvo que reírse. Era de hace unos años: un video con unas cuantas miles de reseñas. Era un chiflado extremista, hablando de Charlie Swan, específicamente de su delincuente hija adolescente.

Era un video corto y granulado dentro del video, de Bella y algunos, bueno, delincuentes. El epítome del estereotipo: un grupo de chicos con el pelo largo, con la cresta más alta que Edward había visto jamás para un chico, conduciendo motocicletas con esa expresión en la cara. La mirada de alguien que no estaba dispuesto a esperar problemas para encontrarlos.

En otras palabras, un grupo de chicos que fingían ser rudos. No podía juzgar; él fue esa clase de chico una vez.

Inclinó la cabeza, viendo a la adolescente Bella, no hacía tantos años, subirse a una motocicleta, enseñando el dedo medio a quienquiera que la estuviera grabando.

Estaba visiblemente embarazada.

Su corazón dio una punzada silenciosa, las piezas del rompecabezas que era Bella Swan encajando en su lugar. Recordó la forma en que se puso pálida cuando el enfermero Mike le sugirió que sostuviera al bebé Henry. Podría ser que ella hubiese dado al niño en adopción, pero él no creía que ese fuera el caso.

Quería preguntar, pero... Bueno. Podría esperar.

Edward: ¿Ocupada mañana?

~0~

Combinaban.

Bella salió de su edificio de apartamentos vistiendo lo mismo que él: vaqueros y una chaqueta de cuero negra. Su cabello fluía suelto, y él pensó que podría ser un genio por haber planeado este viaje. Era un día hermoso, y ella estaba deslumbrante. La idea de su cabello revuelto por el viento, extendido a su alrededor...

Pero se estaba adelantando. Había energía entre ellos, relámpagos y fuego, pero nada de lo que hubieran hablado. Estaba lejos de ser ingenuo. Sabía cómo terminaban días como estos, pero también sabía que no tenía derecho a pensar en ello como una certeza. No quería. Quería más con ella. Nada específico. Nada en lo que realmente hubiera pensado. Solo más.

Se extendió hacia ella sin pensarlo. Si ella lo encontró extraño, no lo dijo, solo tomó la mano que él le ofreció. Con su toque, gran parte de la tensión que él llevaba se escurrió. Ella también tenía una pesadez en su rostro cuando salió del edificio, que parecía agotar sus rasgos.

Era agradable, la idea de que su mera presencia pudiera hacer feliz a alguien; aligerarla. Estaba acostumbrado a ser la causa de preocupación y drama.

―¿Lista? ―preguntó.

―Vámonos ―afirmó con una sonrisa.

Sin embargo, caminaron hacia su motocicleta a paso lento, con los dedos entrelazados justo en la punta; jugando a lo que no estaban diciendo. Sí soltó sus dedos para ponerle el casco que le había traído. Ambos sabían que ella era más que capaz de abrocharse las correas por sí misma, pero él fingió ser útil. A ella no pareció molestarle. Sus ojos se detuvieron en los de él mientras le alisaba el pelo hacia atrás y sus labios se estiraban en la más pequeña de las sonrisas.

Quería besarla. De nuevo. Soñaba con el sabor de ella.

En cambio, se subió a su motocicleta y giró la cabeza para verla por encima del hombro. Observó mientras ella montaba la motocicleta detrás de él, y no pudo evitar sonreír. Sus brazos se cerraron alrededor de su cintura.

Entonces, se fueron.

Tardó alrededor de media hora en salir del área de la ciudad. Un giro en una calle lateral y estaban en camino.

El camino que eligió era uno de los favoritos de los motoristas. El tipo de conducción para el que fueron hechas las motocicletas: carreteras sinuosas y curvas cerradas. Mientras subían la montaña, las nubes matutinas, que habían estado suspendidas en el cielo desde donde vivían en el valle, se les acercaron de repente, oscureciendo el camino a más de unos pocos pies frente a él. Era ese asombroso tipo de miedo, suficiente peligro para emocionarse. Era el tipo de escena en la que un vampiro o un hombre lobo se sentiría como en casa. Los brazos de Bella se apretaron alrededor de su cintura y su cuerpo se apretó con fuerza contra el de él.

Fue solo cuando atravesaron el banco de nubes que Edward se detuvo. No era un destino oficial, solo un lugar donde podían estirarse y admirar la vista. Se detuvo en un desvío, sosteniendo la motocicleta mientras Bella desmontaba. Él la miró un momento, ese momento cuando se quitó el casco y dejó caer su cabello. Era hermosa. Contra el telón de fondo, la escena era impresionante.

Edward se bajó de la moto y finalmente dejó que sus ojos se alejaran de Bella para contemplar el panorama. Era difícil creer que una vista como esta existiera tan cerca de los suburbios en expansión. En ese momento, el valle y la ciudad no eran visibles por la densa capa de nubes. Parecía un río de un blanco esponjoso que abrazaba las líneas de las montañas.

―Parece que podrías saltar del acantilado hacia las nubes como un comercial de Charmin ―indicó Bella.

Edward se rio entre dientes, acercándose al borde del acantilado y mirando por encima.

―Sí, no lo recomiendo.

Oyó el crujido de la tierra bajo sus pies cuando ella se acercó. Se quedaron contemplando la vista, disfrutando del aire fresco y limpio.

―No preguntaste sobre el video ―comentó Bella como si hubieran estado en medio de una conversación.

Por alguna razón, no lo sorprendió.

―¿Qué pasa con el video?

―Ya sabes.

Lo sabía.

―No es realmente el tipo de cosa sobre la que la gente debería preguntar, supongo. Pero si quieres decírmelo...

Ella suspiró.

―Es una historia corta. Nació demasiado pronto. Como Henry, excepto que no escuché las palabras. No escuché la oración de su alma gemela. Entonces supe que él no lo lograría. Lo supe. Aunque le tomó dos días morir. ―Su voz sonaba lejana y suave. Triste―. ¿Vas a decirme que fui una estúpida?

―¿Por qué haría algo así?

―Tú me viste. Embarazada de siete meses y montando motocicleta.

―No creo que eso sea estúpido.

―Las motocicletas son peligrosas.

―También lo son los autos, estadísticamente. El truco es no chocarlos. ―Hizo una pausa―. ¿Fue por eso que nació prematuro?

―No. Simplemente sucedió, o eso dijo el médico. Pero siempre me pregunto si solo lo dijo por ser amable. ―Raspó la tierra―. Fui tan patética. Sin novio. Mi madre... al menos se comunicó por videollamada, supongo. ―Carraspeó. Carraspeó―. Mi papá envió un ayudante.

―Jesucristo ―Edward no pudo evitar murmurar por lo bajo.

―Era año de elecciones. Probablemente fue mejor, de verdad. ¿Qué iba a decir mi padre? Al menos envió a una mujer.

Edward no sabía qué decir. Él se movió y tomó su mano, apretando sus dedos fuertemente alrededor de los de ella. El tacto siempre lo hacía sentir más humano. Buscó algunas palabras, pero no surgieron. ¿Qué podía decirle sobre la pérdida de un hijo? Insondable. ¿Qué podía decir acerca de que sus padres no estuvieron allí con ella? Injusto. Huérfano como era, siempre tuvo padres amorosos de alguna manera. Era aún menos justo que alguien le hiciera creer que ella era la responsable de la muerte de su hijo.

Flexionó sus dedos alrededor de los de ella, suspiró y soltó un secreto que se había guardado durante once años. Era lo único que tenía, una parte de sí mismo, su peor momento porque ella ya había revelado el suyo.

―Tengo un hijo ―susurró.

Por el rabillo del ojo, vio que ella se sobresaltaba, sintió sus dedos moverse en su mano.

―¿Lo tienes? Yo... ¿Cuál es... quiero decir, cuál es el nombre de él? ¿O ella?

Miró hacia la distancia, más allá de las espesas nubes que abrazaban las montañas y al paisaje urbano.

―No lo sé ―admitió, preguntándose si podría ver al niño desde aquí; si todavía estaban suficientemente cerca. Suspiró―. Eran las dos de la tarde del 29 de octubre. Estaba en el trabajo y luego... Mi mente se aclaró. Se quedó completamente en blanco por un segundo, excepto por las palabras. La oración de su alma gemela. ―Sacudió la cabeza―. "¿Eres consciente de que has elegido pintura de color de mierda?"

Bella parpadeó.

―¿En serio?

―Pobre criatura. Aparentemente no tiene buen gusto para la pintura.

―Y su alma gemela es un imbécil entrometido si esas son sus primeras palabras. ―Ella apretó su mano―. ¿Entonces no sabías? ¿Sobre el bebé?

Edward negó con la cabeza lentamente.

―No tenía una relación con nadie. Nadie con quien estuve siquiera insinuó que estuviera embarazada. Puede que no haya sido a propósito. Puede que la madre me lo hubiera dicho si hubiera podido. El sexo casual es... Bueno, supongo que es lo que es. Nunca salí a buscar sexo, pero eso no quiere decir que no lo tuve. Si me llevo bien con una mujer y una cosa lleva a la otra… ―Se encogió de hombros―. Sin ataduras. Sin alboroto. Sin desayuno por la mañana.

―¿Y sin intercambiar números o información básica sobre dónde encontrarte? ―completó Bella.

―Sí. ―Deslizó su mano fuera de la de ella y metió ambas manos en sus bolsillos, con los hombros caídos mientras pateaba el suelo―. Yo habría estado allí.

La mano de ella estaba caliente en el centro de su espalda. Se inclinó cerca de él.

―Lo sé. ―Ella chocó su hombro con el de él―. Pero puedes ir con Maury.

Maury Povich tenía un segmento popular en su programa: padres como Edward que habían escuchado la frase del alma gemela resonando en su cabeza, marcando el nacimiento de un hijo del que no sabían nada. Sin embargo, sobre todo en su programa, los hombres tenían una idea de quién era la mamá del bebé. Maury les pediría que se sometieran a pruebas genéticas para demostrar que el niño no era del esposo y, como era de esperar, se producía el drama.

―No sabía qué hacer cuando sucedió. Por dónde empezar ―explicó―. Pasó un mes, luego dos. Pasó un año como si nada. Conocí a Tanya. Luego pasó la prisión y aquí estoy.

Se hizo el silencio mientras estaban uno al lado del otro, pero no un silencio incómodo. La conversación era demasiado intensa para una cita que aún no había terminado, reflexionó Edward. Pero de alguna manera, eso tampoco era incómodo. Se sentía extrañamente natural compartir estas cosas con ella, los secretos más profundos y oscuros de sus almas. Tal vez por eso era que se aceptaban, defectos, cicatrices y todo.

Qué cosa tan profunda y pacífica ser simplemente aceptado.

―¿Estás lista para irnos? ―Todavía tenían más terreno que cubrir.

En respuesta, ella se agachó, recogiendo su casco a sus pies.

―Adelante.

Por primera vez desde que salió de la prisión, Edward realmente sintió su libertad. Se sentía más alto y más ligero. Tuvo un destello del recuerdo del joven que una vez fue, arrogante y seguro mientras se movía por el mundo.

Él tenía un plan. No estaba seguro de si debería, pero lo tenía. Era un plan vago: espacio suficiente para ir en varias direcciones.

Pero dejó que ese pensamiento se le escapara con el aire fresco de la mañana.

En la parte superior del sinuoso camino, llegaron a su primer destino planeado: un observatorio agradable y simple. Caminaron, rozando con los dedos el diminuto museo. Se tocaron mucho. Un toque de ella para llamar su atención. Una mano en el hombro de ella mientras se inclinaba para ver más de cerca uno de los cuadros en la pared. Era tan natural tocarla, sentirse tan familiar.

Por impulso... Bueno. No. Todo su ser dolía por sentirla contra él, presionada frente a él, tal como estuvo presionada contra su espalda en la motocicleta. Mientras recorrían el exterior del observatorio, mirando hacia la parte alta, él le rodeó la cintura con los brazos. La jaló hacia abajo, llevando él la peor parte de la caída. Ambos estaban sin aliento, ella por la sorpresa y él porque, a pesar de lo pequeña que era, su cuerpo cayendo sobre el de él lo dejó sin aliento. Eran una maraña de miembros, ambos riendo mientras se sentaban.

Esa sonrisa. Una sonrisa tan, tan bonita.

Él tomó su mejilla. Su sonrisa se convirtió en algo más suave, y puso su mano sobre la de él. Dejó que su pulgar recorriera su piel, rozando sus labios con el más ligero toque. Él levantó sus ojos hacia los de ella. Ella levantó la barbilla hacia él, invitándolo.

Con un suspiro, se inclinó. El viento alborotó su cabello, y el ruido de las otras personas dando vueltas se desvaneció en el fondo. Por unos dulces momentos, mientras saboreaba sus labios, solo estaba ella. Se deslizó más cerca, una mano alrededor de ella y descansando en su cintura.

Rápidamente, esas pequeñas probadas, los pequeños mordiscos en sus labios, no fueron suficientes. Quería más. Devorarla. Quería empujarla hacia atrás sobre la hierba y memorizar cómo se sentía su cuerpo bajo sus dedos.

La quería.

El sonido de una mujer aclarándose la garganta lo devolvió a la realidad. Él y Bella se separaron. La mujer se llevó a su hijo pequeño y les lanzó una mirada molesta por encima del hombro. Las mejillas de Bella se encendieron. Él sonrió y empujó su cabello hacia atrás sobre su oreja. Se humedeció los labios y agachó la cabeza.

Respiraron. Adentro. Afuera. Y luego, ella suspiró y estiró la cabeza, mirando hacia la cúpula del observatorio.

―Tenemos que volver aquí. Quiero decir. Tengo que volver aquí. Algún día. Por la noche. ―Ella estiró la cabeza más hacia atrás, viendo directamente hacia arriba―. Por la noche.

Y ahí estaba. Una transición natural.

―Bueno… ―comenzó.

Bella lo miró y arqueó una ceja.

»Hay un pequeño pueblo al otro lado de la montaña. Uno de esos lindos lugares. Antiguos. Tiendas peculiares. Comida cara. ―Hizo una pausa, mirándola a los ojos―. Buenos hoteles y posadas. Mis padres mantuvieron mis tarjetas de crédito al día. Podríamos conseguir una habitación.

Ella se mordió el labio inferior. Pasaron unos momentos de tensión, y luego se echó a reír.

―¿Qué? ―preguntó, de alguna manera más divertido que cohibido.

―No es nada. ―Miró hacia abajo, pasando los dedos por las briznas de hierba―. Solo escucho la voz de mi padre en mi cabeza. Aparentemente, según él, un hombre como tú solo quiere una cosa con una chica como yo.

―Eso… ―A pesar de su indignación, no era como si pudiera negar que la deseaba. Quería más, pero también quería eso.

Al final, solo sonrió. Era una sonrisa traviesa; una que coincidía con la travesura que jugaba en sus labios. Ella no era una flor ingenua, fácil de manipular y doblegar a su antojo. Le hizo cosquillas en los costados con las yemas de los dedos.

»¿Qué sabe tu padre, de todos modos? Todo podría ser inocente. Dos camas. Encontraremos una copia de Quién engañó a Roger Rabbit y jugaremos a las palmaditas*. ―Dejó que sus ojos sostuvieran su mirada―. Si es lo que quieres.

Él no tenía ninguna intención de presionarla.

Ella tomó su rostro entre sus manos con tanta ternura y luego pasó los dedos por su cabello. En lugar de responder sobre lo que quería o no quería en una habitación de hotel en un pequeño y pintoresco pueblo, lo besó. Fue un beso lento y sensual. Él gimió suavemente en su boca.

No. Él no la estaba guiando a ninguna parte. ¿Estaban a punto de cometer otro error? Posiblemente, pero parecía ser que eran buenos para eso. De todos modos, dondequiera que fueran, iban uno al lado del otro, tomados de la mano.