Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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No hablaron de eso. No necesitaban hacerlo.
Cuando amaneció la mañana siguiente a su noche en el pueblo, todavía estaban despiertos. Se sentaron juntos en el porche de su habitación de hotel, Edward en la mecedora y Bella acunada en su regazo. Él la abrazó, los dedos recorriendo la longitud de su columna, sintiendo su respiración ir y venir. Aspiró su olor, acariciando la parte superior de su cabeza. Las lágrimas de ella estaban calientes contra su cuello.
Eran dos personas que trataban de reconstruirse después de diferentes desastres, decidiendo quiénes querían ser y cómo deberían ser sus vidas. Tal vez con el tiempo estarían en un lugar mejor como individuos, capaces de soportar el inevitable drama y la angustia de un alma gemela que aparecería para destruir esta cosa hermosa que acababan de encontrar. Ambos habían seguido sus impulsivos corazones en el pasado, solo para descubrir demasiado tarde que sus corazones no podían ser de fiar.
Era hora de ser adultos.
Así que, estaban tratando de ser solo amigos.
Por eso, una semana después de su estadía en Julian, Edward invitó a Bella a su habitación para ver una película. Los amigos veían películas.
Y si sintió una punzada debajo de su cinturón al verla tendida en la cama junto a él, completamente vestida, obviamente, bueno, no podía evitarlo, era un hombre heterosexual.
―He estado leyendo sobre este personaje de Roger Rabbit ―anunció Bella.
Edward apuntó el control a la televisión y detuvo la película. Se giró para mirar a Bella, estirada a su lado en la cama.
―¿Has hecho qué?
―Solo un análisis básico de su personaje. Y también de Jessica Rabbit.
―¿Por qué diablos harías algo así?
―Soy una chica universitaria. Se supone que debo hacer este tipo de cosas. Se supone que no debemos simplemente aceptar las cosas sin pensar y sin razonar críticamente.
―¿Me estás diciendo que se supone que debo pensar críticamente sobre la película Stepbrothers? ¿Dos hombres de cuarenta y tantos años que actúan como niños de cuatro años? Amigo, ¿dónde está mi auto? ¿The Hangover? ¿Qué pensamiento crítico hay para esa película? ―Los labios de Edward se levantaron―. Está bien. ¿Y qué descubriste sobre Roger y Jessica Rabbit?
―Son íconos asexuales. Especialmente Jessica.
―¿Jessica Rabbit es un ícono asexual? ―Miró la pantalla―. ¿Con un cuerpo como el de ella? ¿Y esa sensualidad?
Ella le apuntó con un Cheeto.
―Exactamente. Todo el mundo la sexualiza por su aspecto, y ella lo odia. Está casada con un conejo. Se casó con él porque la hace reír. Juegan palmaditas. Palmaditas no es sexo.
―Es una película de dibujos animados. Palmaditas significa sexo.
―Palmaditas son palmaditas. Jessica Rabbit es asexual y está enamorada de un conejo.
Edward asintió lentamente, con los labios apretados. Suspiró de una manera demasiado dramática y sacudió la cabeza.
―Los universitarios son pretenciosos.
―Fuiste a la universidad.
―Y era pretencioso. ―Él sonrió―. Sin embargo, superé esa etapa. Me apegué a la vida del crimen como una persona normal.
―Soy joven. Tengo tiempo.
Se sonrieron el uno al otro. Luego, él miró sus labios y el calor en la habitación cambió. Edward se movió, su cuerpo inclinado hacia ella. Presionó su lengua contra el paladar.
―¿Sabes lo que quiero? ―preguntó Bella, sus ojos todavía en sus labios.
―¿Qué? ―La palabra salió en un tono bajo, sugerente.
Sus ojos se posaron en los de él. Ella sostuvo su mirada por un instante. Dos.
―Palomitas de maíz ―indicó.
Él parpadeó. Pasándose una mano por los ojos, se rio.
―Palomitas. ―Él se inclinó, casi sucumbiendo a la abrumadora necesidad de besarla. Rápidamente, se apartó y se puso de pie―. Tus deseos son órdenes.
Sin dejar de sonreír, se dirigió a la puerta. Apenas alcanzó el pasillo cuando se detuvo en seco, encontrándose cara a cara con su hermana pequeña.
―¿Tienes una chica en tu habitación? ―Ella sonaba demasiado alegre.
Por un segundo, Edward se limitó a mirarla. Su cerebro no sabía muy bien cómo procesar la acusación. Era culpable, ese sentimiento de pánico de ser atrapado tonteando con alguien cuando eras solo un adolescente. Eso hubiera sido bastante malo, pero su psique aún asociaba la culpa y la sensación de ser atrapado con los guardias en prisión. Su estómago se retorció en nudos y sus testículos se enroscaron en su cuerpo. Su ritmo cardíaco se duplicó y tuvo que tragar saliva para mantenerse en el presente.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―le preguntó a Alice justo por encima de un siseo. Sin esperar respuesta, la rodeó y se dirigió a las escaleras.
―Pensé en visitar a mis padres. Sorprenderlos ―informó Alice, siguiéndolo―. Entonces, ¿tienes a alguien ahí?
―No es asunto tuyo.
Alice hizo un sonido agudo y aplaudió.
―Tienes a alguien aquí. ―Habían llegado al pie de las escaleras―. Háblame de ella. ¿Dónde se conocieron? ¿Cuántas veces han salido?
Edward se detuvo justo antes de llegar a la cocina. Alice se estrelló contra él. Se volvió y frunció el ceño.
―Mira, no molestes, ¿de acuerdo? No es asunto tuyo.
Una mirada herida apareció en en rostro de ella. Edward se sintió mal al instante. Suspiró, sacudiendo la cabeza mientras se giraba para dirigirse a la cocina. Escuchó el roce de sus pies, ahora apagado, mientras lo seguía. Sabía que le debía una disculpa, pero también estaba irritado. Rebuscó en la despensa, moviendo las cosas con más fuerza de la necesaria.
―Mamá dice que quieres ser parte de esta familia ―musitó Alice, su voz inusualmente suave―. Nunca supiste cómo. No te salió de forma natural. Bueno, así es cómo.
Edward apretó los dientes, pero antes de que pudiera replicar, Alice continuó.
»No, tal vez no sea asunto mío, pero puedo preguntar. Eso es parte de lo que hace la familia. Comparten cosas. Como cuando Emmett comenzó a salir con Rosalie. Le pregunté las mismas cosas que te pregunté a ti. Sacó un poco de helado y nos sentamos en la sala riendo tontamente mientras él me contaba que ella era tosca y tan engreída y de alto mantenimiento, pero ella le dijo las palabras. No tenía idea de lo que estaba pensando el destino, pero tampoco podía dejar de pensar en ella.
Edward abrió la bolsa de palomitas de maíz y la metió en el microondas.
―¿Puedes imaginar a un tipo de treinta años hablando con una chica universitaria sobre su cita? ―preguntó Alice―. Pero él me lo dijo. Me habló porque soy su hermana, y eso es lo que haces. No estoy tratando de ser un dolor en el trasero. Estoy tratando de ser tu hermana.
No era algo natural para él ser parte de una familia, fue lo que dijo ella. Vaya que dio en el clavo.
Se frotó los ojos mientras se daba la vuelta. No miró a Alice, sino que cruzó los brazos sobre el pecho, apoyándose contra la encimera.
―No es lo que piensas de todos modos. Sí, Bella está en mi habitación, pero…
―¿Bella? ―Las cejas de Alice se arquearon hasta la línea de su cabello―. Espera. ¿Mi Bella?
El labio de Edward se torció. Honestamente, había olvidado que Bella fue amiga de Alice primero. Parecía como si ella siempre hubiera estado allí.
―Nos llevamos bien en el hospital. Ella se compadeció de mí. Me dio de comer.
―Recuerdo que estaban hablando cuando entré. ―Alice cruzó la cocina hacia él y se recostó contra la encimera a su lado―. También estás mintiendo.
―¿Qué? ―Giró la cabeza para mirar a su hermana pequeña.
Ella sonrió.
―Nadie se pone a la defensiva por "solo amigos". Estabas irritado porque pensaste que no estaría de acuerdo con que estuvieras tonteando con mi amiga.
―Tonteando ―murmuró Edward por lo bajo. No sabía por qué las palabras le molestaban―. Realmente no es así.
―Hmm. Estaría bien si lo fuera, ya sabes.
Él la miró por el rabillo del ojo.
―Lo estaría, ¿eh?
―Claro. Amo a Bella, y te amo a ti. Ambos merecen ser felices.
―Bien. ―Edward se empujó de la encimera y detuvo el microondas.
Alice agarró su brazo, jalándolo para que se girara hacia ella. Ella lo miró fijamente, observándolo a los ojos. Edward agachó la cabeza, soltándose de su agarre y volviendo su atención al microondas. Alice jadeó.
―Sí la quieres. A ella. Te gusta. ―De nuevo, esa voz chillona.
―Piénsalo. ―Edward forzó su voz a un tono ligero. Bromeando―. No es que hubiera muchas mujeres bonitas en la cárcel. Es atractiva. ¿Quién la echaría de su cama? Pero ya soy mayor y puedo controlar mi libido. ―Sacó las palomitas del microondas y arrojó la bolsa sobre la encimera. Empezó a buscar un tazón lo suficientemente grande.
―Eso no es todo.
―Alice.
―¿Qué? Oh, vamos. ¿Cuál es el problema? Estás soltero. Ella está soltera. Los dos son buenas personas. Recuerdo lo bueno que eras con tu novia antes. Bella se lo merece. A alguien que sea bueno con ella.
―Ella se lo merece. ―Edward tiró las palomitas de maíz en el tazón que había encontrado, con la mandíbula apretada―. Pero no de mí. No funcionaría.
―¿Por qué no puede funcionar?
Él se giró.
―Porque, Alice. Mírame. Mira esto. ―Hizo un gesto a su alrededor―. Estás aquí visitando a tus padres. Yo vivo aquí. Debería haber superado la etapa de tener una chica en mi habitación como si fuera un adolescente en la escuela secundaria. Una habitación no debería ser todo lo que tengo. Y realmente, no tengo ni siquiera eso. No pago por esa habitación. No soy dueño de nada en ella. No tengo nada. No soy nada.
Alice pareció afligida, y Edward negó con la cabeza, alejándose de ella de nuevo. Ella suspiró y él sintió el suave toque de su mano contra su espalda.
―No hay nada de eso que te haga menos, ya sabes. No estás sentado sobre tu trasero. Estás actuando. Eso es lo que cuenta.
Se burló.
―Seguro.
―Si eso es todo lo que te detiene, eso se puede arreglar. Tienes opciones.
Edward tenía la sensación de que sabía lo que venía. Ya había escuchado este sermón de sus padres. Estiró la cabeza hacia atrás, rodando los ojos hacia el techo.
Bastante seguro.
―Deja que mamá y papá pidan un favor ―pidió Alice―. ¿A quién le importa cómo consigues el trabajo? Sabes que trabajarás duro.
―Tengo un trabajo.
―Un trabajo de almacén. ¿Adónde vas a ir con eso? Tienes mejores oportunidades que muchas personas en tu situación. Puedes estar más avanzado de lo que estás. Si no puedes hacerlo por ti, entonces hazlo por Bella. Sé mejor para ella.
Edward se pellizcó el puente de la nariz, inhalando y exhalando profundamente. Su cabeza dio vueltas con un breve atisbo del futuro, un futuro en el que era lo suficientemente digno para caminar junto a Bella, para ser su compañero y no solo una carga que la agobiara.
―No es… ―resopló―. Mi trabajo bueno para nada es solo la punta del iceberg de todos modos. Hay alguien más para ella. Lo sabemos con certeza.
―¿De qué estás hablando?
―Ella tiene un alma gemela. Y claro, tal vez ese imbécil no tenga la cabeza bien puesta más que yo. Tal vez él sea… ―La garganta de Edward se cerró. ¿Y si el alma gemela de Bella fuera como la de su madre? Ella y su padre habían sido perfectos el uno para el otro, pero eso no supuso ninguna diferencia para la enfermedad mental y la propensión a la violencia―. Tal vez él tampoco sea el adecuado para ella, pero hasta que no tenga las cosas en orden, ¿qué derecho tengo de pedirle que se arriesgue conmigo?
Alice frunció el ceño y Edward pensó que iba a discutir. En cambio, ella asintió.
―Lo entiendo.
―¿Lo haces?
―Claro. Tuve que esperar a Jasper. Quiero decir, él es mi alma gemela, pero tuve que esperar por él. ―Ella hizo una mueca―. La que vino antes que yo fue una perra atroz. María. Le jodió la cabeza como es debido. Tenía que volver a enderezarla antes de que nos encontráramos.
Edward apretó los labios, reprimiendo las ganas de reír.
―Bueno... eso es refrescante.
―¿Qué es?
―El escuchar que es posible, que podría estar tomando la decisión correcta en algún aspecto de mi vida. ―Concedido, no era el aspecto que él quería. Le dolía el corazón. Por una vez, deseó que alguien le dijera que estaba siendo un tonto, que tanto él como Bella lo eran. De acuerdo a cualquier canción pop. Se suponía que el amor era todo lo que necesitaban.
Pero él sabía que no era así.
Alice lo abrazó.
―Estamos de tu lado, lo sabes. ―Ella le dio un apretón más y lo soltó―. Ahora vuelve con tu amiga. Dile hola, y que será mejor que no me reemplace contigo. Sigo siendo la mejor Cullen.
Edward alborotó su cabello.
―No puedo discutir con eso.
~0~
Siguió ofreciéndose a recoger a Bella. A pesar de que el auto de ella tenía más sentido en la mayoría de las ocasiones que la motocicleta de él, ella siguió aceptando.
Sabía que era una excusa. Era la única razón por la que se le ocurría que una amiga, solo una amiga, tendría sus brazos alrededor de él así, su pecho presionado contra su espalda. Entretuvo fantasías ociosas mientras giraba en una curva.
¿Y si?
¿Y si se desviaba hacia la carretera? El sol se estaba poniendo, rayando el cielo con una flor naranja contrarrestada por nubes rosadas. Había visto esta parte un millón de veces en las películas. Podrían ir hacia la puesta de sol para encontrar una nueva vida en algún lugar lejos de aquí. No sabía cómo se suponía que era la vida para ellos. ¿Dónde estaba ese lugar mágico donde las complicaciones de sus vidas simplemente se desvanecerían? ¿Donde el momento era el correcto, y él podía tomarla en sus brazos y nunca dejarla ir?
¿Donde no tenía que ser tan malditamente sensato?
Pero el mundo era como era, y él podía hacer lo correcto.
Llevó su motocicleta al estacionamiento del complejo de apartamentos donde ella vivía. Bajó la pata de una patada y esperó mientras ella desmontaba. Se quitó el casco y lo dejó en el asiento, girándose para mirarla. Estaba más cerca de lo que esperaba. Tamborileó sus dedos contra sus vaqueros, queriendo agarrarla.
―Gracias por el café ―dijo ella, con una pequeña sonrisa jugando en sus labios.
―De nada, aunque todavía no sé si fue una buena idea. ―Inclinó la cabeza hacia abajo, mostrando una sonrisa burlona―. Ya estabas maníaca cuando te llamé.
―Este es mi cerebro durante los exámenes. Solo recuerda, si fallo, te culparé por quitarme mi tiempo de estudio.
―Estar más allá de estresada no te convierte en una mejor estudiante. ―Se inclinó hacia delante, incapaz de evitarlo. Cuando ella se quitó el casco, un largo mechón de cabello cayó del lado equivocado. Él lo regresó de nuevo a su lugar, con cuidado de no convertir el toque en una caricia―. Deberías intentar mezclar un poco de procrastinación también.
Ella se tambaleó, inclinándose ligeramente hacia adelante sobre sus pies. Cerca.
―No todos podemos perder el tiempo tanto como dices que lo hiciste y aun así obtener buenas calificaciones.
Él tarareó. Ella estaba mirando sus labios de nuevo. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral.
―Todos tenemos que tener un talento.
Sus ojos se posaron en los de él. El aire entre ellos chispeó.
El sonido de la puerta de un auto cerrándose hizo que Edward se sobresaltara. Se enderezó y luego dio un paso atrás cuando registró el hecho de que Charlie Swan venía hacia él.
―¿Papá? ―Bella también dio un paso atrás. Pisó los dedos de los pies de Edward y tropezó. Él extendió la mano, atrapándola y estabilizándola antes de que cayera. Mientras lo hacía, la jaló al ras contra él. La boca de Charlie se convirtió en una delgada línea.
Bella se aclaró la garganta y se hizo a un lado, cruzando los brazos sobre el pecho.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―le preguntó a su padre.
Charlie hizo una mueca.
―Qué bueno verte a ti también, Bella. ―Miró a Edward y asintió―. ¿Y usted, señor Cullen, correcto?
Edward tuvo que tragar saliva. Había algo en este hombre que le irritaba. Se sentía como un gato con el lomo arqueado y el pelo de punta. Respiró por la nariz y le ofreció una mano.
―Senador.
Charlie la tomó y la apretó con firmeza antes de girarse hacia su hija.
―Vine a verte. ―Después de un latido, suspiró―. Esta es la parte en la que me invitas a entrar.
Bella miró a Edward y luego a su padre. Una extraña sensación cuajó en el estómago de Edward. Encontraba desagradable al hombre, pero no tenía ninguna razón por la que debería sentirse tan incómodo dejando a Bella sola con su padre. El hombre estaba exasperado, pero no iba a lastimarla.
No físicamente, de todos modos.
Esa era probablemente la fuente de la renuencia de Edward. Charlie siempre lograba dañar la cabeza de Bella, y odiaba verlo. Pero reconocía que no podía hacer mucho al respecto. Extendió la mano y le dio un breve apretón al hombro de Bella.
―No te preocupes tanto por tus exámenes. Lo vas a hacer muy bien.
Volvió a montar su moto, observando con un temor que no podía quitarse de encima mientras Bella y Charlie desaparecían detrás de puertas cerradas.
