Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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―Mierda. Mierda. Mierda.
Esto no podía estar pasando. Edward giró por otro callejón y se detuvo en seco, pasando una mano por su cabello y jalándolo con fuerza. Necesitaba tener la cabeza despejada, pero eso no iba a suceder. Ese era el problema.
¿Por qué era tan estúpido?
Respirando profundamente, Edward se obligó a dejar de lamentarse por sus malas decisiones en la vida y priorizar. Necesitaba salir de allí. Sacó su teléfono y parpadeó.
Bien. ¿A quién quería contarle sobre esto? ¿A quién, en el espectáculo de mierda que era su vida, quería decirle que necesitaba un aventón porque estaba borracho hasta el culo y tal vez, más o menos, había estado en medio de una pelea en un bar y apenas logró salir de allí antes de que llegara la policía?
Dios, era un maldito imbécil.
Su dedo se deslizó sobre el último número marcado. Bella. Ella lo entendería. De todos los habitantes del mundo, ella lo entendería demasiado bien.
Pero no. Él no podía hacer eso.
¿Sus padres? No. Demonios, no. ¿Alice? No podía soportar pensar en decepcionarla. Ella todavía era lo suficientemente joven cuando lo enviaron a prisión como para no haber perdido del todo la admiración que una hermana pequeña tenía por su hermano mayor. No quería que ella lo viera como lo veían todos los demás: un error inevitable.
Solo quedaba una opción. Se pellizcó el puente de la nariz y cerró los ojos mientras llamaba.
―¿Em?
Media hora después, Emmett lo sentó frente a él en un restaurante, pidió una taza de café negro y le dijo que hablara.
―¿En cuántos problemas estás metido?
―No lo sé... no lo sé. ―Su cabeza todavía estaba muy nublada.
―¿Le hiciste daño a alguien? ―Emmett señaló con un dedo en su dirección―. Tengo una esposa enferma y un hijo en casa. Si me hiciste cómplice de algo, huyendo de la escena del crimen...
―No hay... Jesús. ―Edward se pasó una mano por la cara―. Nadie resultó herido. Y si así fue, no fui yo quien lo hizo. ―Puso ambas manos sobre la mesa, mostrando los nudillos. No había lanzado ni un solo golpe, por lo que no estaban dañados.
Emmett parecía confundido.
―¿Entonces se desató una pelea y te escapaste cuando llegó la policía? ¿Qué te preocupaba? ―Estalló en una sonrisa―. Estar borracho en un bar no es realmente un delito, no importa lo que mamá te haga creer.
El labio de Edward se torció.
―Supongo que no. ―Sostuvo su taza de café, considerablemente más tranquilo que un minuto atrás―. Sabía que sucedería. No la inicié, pero podría haberla detenido. ¿El tipo que la inició? Estaba buscando una excusa y se la di.
―¿Qué, ahora puedes leer la mente?
―Reconozco los problemas cuando los veo.
Estaba ocupándose de sus propios asuntos. Lamentándose. Un grupo de chicos, particularmente un imbécil, se había acercado y tratado de entablar conversación con Edward. Él lo evitó.
No era que Edward le debiera ninguna conversación al imbécil. Era más el hecho de que Edward conocía a los de ese tipo. Si se hubiera involucrado un poco (respondiendo monosílabos aquí y allá), el hombre habría perdido el interés y se habría alejado para molestar a alguien más. Pero un tipo así odiaba que lo ignoraran. Así que, Edward lo ignoró hasta que el chico, en un ataque de bravuconería, lo retó a jugar al billar.
Edward aceptó. Una vez más, la sabiduría le diría que dejara ganar al chico. Pero para entonces, la ira de Edward se había apoderado de él. Ya dolido, enojado con el mundo, jugó a ganar, avergonzando al imbécil frente a sus amigos. Y cuando lo confrontaron, dijo algo como: "Tu madre".
―¿Estabas tratando de que te golpearan? ―cuestionó Emmett, aunque parecía más divertido que cualquier otra cosa.
―Probablemente ―admitió Edward. Entonces se rio sin mucho humor―. Pero cuando lanzó el golpe, me agaché. Le dio al tipo que estaba detrás de mí.
―Y luego…
Edward imitó una explosión con sus manos.
»Bueno, mierda. ―Emmett tamborileó con las puntas de sus dedos sobre la mesa―. ¿Pero no le pegaste a nadie?
―No.
―Entonces no entiendo cómo crees que estás en problemas.
Edward resopló.
―Me llamaste para no conducir ebrio. Sí, hermano. Estás bien.
―Bueno. Eso es nuevo. ―Edward se frotó la nuca, un poco avergonzado por su pánico. Los policías lo ponían nervioso.
Emmett hizo una pausa.
―Entonces, ¿vas a decirme qué empezó todo esto? La bebida, quiero decir. ¿Solo… un mal día?
Edward dudó, pero solo por un momento. Escuchó la voz de Alice en su cabeza diciéndole que esto era lo que hacía la familia. Estaba lo suficientemente borracho como para dejar escapar la verdad voluntariamente.
Pero tan pronto como el nombre de Bella salió de su boca, Emmett golpeó la mesa con la mano.
―Lo sabía. Sabía que esto tenía algo que ver con ella. Se lo dije.
―¿Le dijiste a quién? ―Edward frunció el ceño―. ¿Dijiste qué?
―Bella. Le dije que tuviera cuidado contigo.
―¿Hiciste qué?
―Tienen una manera de jugar con tu cabeza. Con tu vida, ¿verdad?
―¿Quiénes?
―Las mujeres. ―Emmett sonrió―. ¿Bella no te lo dijo? Los vi a los dos en el hospital una noche cuando visitaron a Henry.
―Oh. ―Edward hizo una mueca―. Oye, lo siento…
Pero Emmett lo ignoró.
―No te preocupes por eso. Lo que estoy diciendo es que le dije que tuviera cuidado. Es una buena chica. Realmente genial. Es solo que ella da esa vibra.
―¿Qué vibra?
―Como tú. Como si los problemas siempre parecieran encontrarlos a los dos. No es tu culpa. Más o menos así son las cosas, pero lo último que necesitas es duplicar esa suerte.
Edward parpadeó hacia su hermano. Luego, se rio y apoyó la cabeza entre las manos.
―Eso es… ―Levantó la cabeza y asintió―. Eso es muy dulce de tu parte, en realidad. Pero no puedes culparla. Ella fue cuidadosa.
Le contó a su hermano la versión corta. Se conocieron. Se enamoraron. Decidieron que era un mal momento. Y luego... apareció Demetri.
El nombre le sabía a bilis en la boca. O tal vez apenas estaba empezando a recuperar la sobriedad. Todavía estaba lo suficientemente borracho como para no impedir que las palabras salieran a borbotones. Sonaba patético a sus propios oídos. Él y Bella nunca empezaron nada; no precisamente. Nada había pasado. No a él.
»Yo sólo… ―Bajó la cabeza y se rio de nuevo―. Sé que ella nunca fue mía, pero fue la idea de verla con otra persona. Somos amigos. E incluso si no lo fuéramos, ella es amiga de Alice. Y tuya. Pero seguí pensando en ella apareciendo en las fiestas. Navidad. Cumpleaños. Con él. Verlos juntos. ―Sacudió la cabeza con fuerza. La idea hacía que su estómago se revolviera y sus manos se apretaran en puños―. No quiero verlo. Supongo que no tenía ganas de actuar como un adulto al respecto.
―Sí, lo entiendo.
Edward miró al otro hombre.
―¿Lo haces?
Emmett le sonrió.
―Oye, hermano. Así son los problemas normales; no de la misma variedad que los tuyos. ―Se puso serio y agitó una mano―. Este es el tipo de problema en el que se supone que debes meterte. Ya te lo dije. Las mujeres tienen una manera de meterse en tu cabeza. ¿Crees que nunca he tenido que emborracharme por una mujer? Y ella fue la primera, uh, ya sabes... después de que saliste, ¿verdad?
Edward entrecerró los ojos.
―Eso no tiene nada que ver con esto.
―No digo que así sea, pero no ayudó. Probablemente hizo que las cosas fueran más intensas.
Controlando su actitud defensiva, Edward pensó en eso. No se sentía correcto. Lo que sentía por Bella era tan real para él; más tangible que cualquier otra relación en la que hubiera estado antes. No algo nacido porque se terminó una abstinencia obligatoria de seis años con el tierno toque de una mujer. Pero…
―Probablemente no ayudó ―admitió de mala gana.
―¿Entonces ellos están juntos? ―preguntó Emmett―. ¿Son una pareja? ¿Así como así? ¿Es un hecho?
―Bueno, no. Es complicado. ―Su labio se torció―. Ella lo golpeó.
La boca de Emmett se abrió.
―¿Qué? ¿Por qué?
―Fue un accidente. Estaba conmocionada.
No podía decir que no sintiera cierto placer vengativo ante la idea. Tenía muchas ganas de golpear a Demetri. Conmoción no era la palabra correcta para la bola de demolición que se estrelló en su estómago cuando Bella dejó caer esa bomba. Quedó devastado, pero tuvo que tragárselo. Bella estaba frenética y nerviosa, caminando de un lado a otro mientras le contaba la historia. Debido a la sorpresa, a ella se le cayó la bebida y tropezó. Demetri se lanzó hacia adelante para sostenerla. El movimiento la tomó por sorpresa, y lo golpeó fuerte en la cara sin pensar.
Habían aparecido en las noticias. El alcalde al que le sangraba la nariz por culpa de la hija de un senador. Demetri se rio públicamente, irritantemente, sin darle a Edward ninguna razón real para odiarlo. Odiaba la atención que Bella estaba recibiendo en la prensa, pero eso no era culpa de Demetri.
»No están apresurando nada ―explicó Edward, respondiendo la pregunta original de Emmett―. Solo están hablando. Conociéndose.
―Entonces, ¿por qué preocuparte? Nada está escrito en piedra.
―¿No es ese el punto? Las almas gemelas están escritas en piedra.
―Claro, pero ¿qué diablos significa eso? Y qué si él es su alma gemela. El yin de su yang. Lo que sea. La vida real se vuelve más complicada que eso. ―Emmett extendió su teléfono, mostrando un artículo. Durante la conversación, estuvo buscando a Demetri en Google―. También es republicano, de esos que, aparentemente, son homofóbicos. Qué asco. Algo así no sentaría bien.
Sacudió la cabeza.
»Nadie ha sido capaz de descubrir lo que ser perfecto para ti significa realmente, lo que es tener un alma gemela. ¿Se trata de tener la mejor oportunidad de reproducirse como cualquier otra evolución? ¿A quién le importa eso? No todos estamos destinados a hacerlo. A procrear, y de todos modos ya somos demasiados como especie. Y tú sabes mejor que nadie que, el que alguien sea "perfecto" para alguien más, no significa que sea bueno para él. Tus padres eran almas gemelas.
Edward se estremeció. No quería pensar en que la relación de Bella con Demetri se volviera como la de sus padres.
»De todos modos. ―Emmett agitó una mano―. El punto es que no hay nada que diga que todo este asunto de las almas gemelas les será duradero. Ellos definitivamente parecen estar en lugares diferentes en sus vidas. No hay nada acerca de las almas gemelas que garantice que puedan hacer que funcione o que incluso deberían hacerlo. Toda esta cosa es una locura.
―Te casaste con tu alma gemela, Em.
―Sí. Y no me arrepiento, pero a veces, hombre… ―Emmett miró a su alrededor, como si se asegurara de que nadie estuviera escuchando. Se inclinó hacia adelante―. Amo a mi esposa. ¿Ella y yo? Pensamos igual. Estamos cortados con la misma tijera. Es intenso, pero también es… ―Se encogió de hombros―. Pensamos de la misma manera, pero no necesariamente sobre las mismas cosas. Ella llena todos mis espacios en blanco, pero eso también significa que es realmente intensa cuando yo estoy relajado. La mujer me cansa, Edward. Mucho. No lo digo de mala manera. Es un desafío, y eso me gusta, pero también puedo ver el beneficio de elegir no hacerlo. Si hubiera tenido la vida que tú has tenido, ¿por ejemplo? Tal vez, si yo fuera tú, preferiría que mi pareja fuera de menor mantenimiento.
»Te lo digo, hombre. No sé si voy o vengo cuando se trata de almas gemelas. Odio el hecho de que lo sepamos. ¿Bella lo habría mirado dos veces si no supiera sobre la frase de alma gemela? ―Emmett le hizo un gesto―. Y la gente como tú realmente no puede saberlo porque tu frase es genérica.
―También la de Demetri. "Encantada de conocerte".
―Exactamente. ¿Él lo habría sabido si Bella no se lo hubiera dicho? ―Emmett ladeó la cabeza, mirando a lo lejos―. Por otra parte, estoy bastante seguro de que yo no habría intentado nada con Rosie. Antes de que ella abriera la boca, la tenía catalogada del tipo "puedes mirar todo lo que quieras, pero no puedes tocar". En mi caso, me alegro de haberlo intentado.
―No ayudas, Emmett. ―Edward se pasó una mano por los ojos.
―Cierto. Lo siento. De todos modos. El punto es que tú te ocupes de ti. Tienes otras cosas de qué preocuparte. Tal vez funcionen. Tal vez fracasen. ¿Por qué preocuparte por algo que pueda suceder? No tienes a donde ir más que para delante.
~0~
Había algunos blogs políticamente orientados y unas pocas publicaciones de noticias que pensaban que la relación de Demetri y Bella (si se podía llamar así) era una historia de interés humano. ¿La problemática hija de un senador demócrata y un joven alcalde republicano?
Por indicación de su padre, Bella había asistido a algunos eventos con Demetri. Siempre a recaudaciones de fondos para causas diversas y no objetables. No tenía nada de malo el parecer imparcial por el bien de la caridad. A Bella no le importaba hacer política en nombre de su padre. Después de años de ser una vergüenza para la prensa, en realidad disfrutaba el hecho de que su padre la encontrara útil. Él fue transparente con ella, y aunque la idea de que estaba usando a su hija como peón no le sentaba bien a Edward, entendía el deseo de ella de participar en ese juego.
Pero en cuanto a su relación con Demetri…
Edward se reunió con Bella solo para hablar, para pasar el rato. Todavía eran amigos y los amigos podían hacer eso.
Desde que ella le dijo que su alma gemela había aparecido, él no deseaba nada más que abrazarla. Estaba tan asustada al respecto. Pero le dio miedo. Si la tocaba, si la refugiaba entre sus brazos, no sabía si podría dejarla ir otra vez. Desde la piel hasta la médula de los huesos, la ansiaba.
Ese día, algunas semanas después de la aparición de Demetri, Edward cedió. Ella estuvo hablando de la última velada a la que asistieron y parecía muy en conflicto. Necesitaba un abrazo y él estaba harto de negárselo. Él abrió los brazos y ella corrió voluntariamente, sentándose en su regazo y hundiendo la cara en su cuello. Encajaba perfectamente debajo de su barbilla.
―¿Se supone que debe ser así? ―susurró ella contra su piel―. Lo miro y no siento nada. No lo entiendo. Sin importar qué, incluso si estuviera mal, se supone que esto debería ser impactante. Estaba escrito desde el día en que nací. La posibilidad de él es la razón por la que tú y yo no… ―Ella tragó con fuerza―. No entiendo.
Sonaba tan inocente y confundida que le rompió el corazón.
»Tal vez soy yo ―agregó―. Mis prejuicios. Algunas de las cosas que piensa... Las cosas por las que vota... Pero es amable. Ha hecho cosas buenas. Se preocupa por la gente de su ciudad. Hay muchas cosas que me gustan de él. No molesta su compañía.
»¿Estoy luchando contra esto? ¿Algún tipo de bloqueo mental? ¿Estoy tratando de no sentir algo debido a quiénes somos? ¿Simplemente no le estoy dando una oportunidad porque no quiero?
Edward no quería que ella le diera una oportunidad a Demetri. Así que se quedó callado. Simplemente la abrazó, absorbiendo cada segundo porque sabía que tendría que dejarla ir.
~0~
Pasó el tiempo.
Henry y Rosalie mejoraron y se fortalecieron.
Bella completó su segundo año de universidad y comenzó el tercero. No podía decidirse por una especialidad.
Edward dejó que sus padres lo convencieran de que renunciara a su inútil trabajo y les dejó pedir un favor. No era lo que quería, pero ¿qué en su vida había salido como él quería? Tenía sus reparos, pero al menos eso significaba que podía permitirse costear un lugar propio.
Bella continuó viendo a Demetri. No siguió pasando nada. Era lo suficientemente amable. Agradable por momentos. Un caballero con un decente sentido del humor. Pero no había chispa. Él era como un rompecabezas que Bella sentía que tenía que resolver. Se suponía que había un vínculo intrínseco entre ellos. Cortados con la misma tijera. Dos mitades de un mismo todo. Bella no podía entenderlo y eso continuó confundiéndola. Ella era una persona tenaz, decidida a resolverlo, mientras Edward en privado deseaba que simplemente se rindiera. Pero ella no podía quitarse la idea de que faltaba algo.
Edward continuó fingiendo que no sentía una puñalada en el estómago cada vez que veía una foto de ellos. Ellos no eran íntimos, pero odiaba la idea de que este imbécil la hiciera sonreír. Toda la situación le irritaba y no podía dejarlo ir, parecía que no podía aprender a respirar a su alrededor.
Entonces, una noche, sonó el teléfono. Eran las dos de la mañana.
―¿Hola? ―Edward estaba en ese lugar atontado entre el sueño y la vigilia.
―¿Edward?
―¿Bella? ―Edward se sentó muy erguido en la cama, parpadeando con fuerza. Algo andaba mal. Lo supo por el sonido entrecortado de su voz y la forma en que jadeaba al teléfono. Se sacudió el sueño y agarró su teléfono, mirando alrededor del cuarto oscuro como si el peligro estuviera ahí.
―Oh, Dios. Oh, Dios. Edward ―gimió ella y luego lloriqueó.
―¿Qué sucede? ¿Estás herida?
―Yo... sí... yo...
―Bella, ¿dónde estás?
Ella no respondió, aunque él podía oír su respiración.
»Bella ―pidió con más urgencia.
―Te necesito ―susurró.
―Me tienes, cariño. Lo que sea que necesites. Solo dime dónde estás. ¿Estás en casa?
―Yo… No, yo… Oh, Dios. Mierda. ¿Qué hice?
―Bella, respira profundamente, cariño. Solo respira.
―Lo maté.
El corazón de Edward cayó hasta los dedos de sus pies. Exhaló en una ráfaga.
―¿Qué?
―Lo maté. ―Las palabras salieron estranguladas, crudas y terribles. Ya estaba hiperventilando―. Oh, Dios. Oh, Dios. Creo que está muerto. Te necesito. Ayúdame.
