Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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Bella había sufrido una conmoción cerebral una vez. Fue terrible, nada como en las películas cuando te noquean y, una vez que despiertas, te recuperas y estás bien otra vez. Una verdadera conmoción cerebral acompañada de náuseas implacables, oleadas de mareos y zumbido en los oídos. Lo peor de todo fue la desorientación. Sus pensamientos eran pesados y lentos en su confusa mente.
No estaba conmocionada ahora, un poco aturdida, sí, pero esta noche era un millón de veces peor. Sus pensamientos inconexos y desorientados estaban teñidos con un miedo profundo. El miedo descansaba como una piedra en su estómago, sacando recuerdos crudos a la superficie. Recordó cómo fue cuando nació su hijo, cómo el conocimiento de que tendría que verlo partir pesaba en su corazón y en sus entrañas. La sensación de lo inevitable, de haber hecho algo horrible e irrevocable, le puso la piel de gallina.
―Pero... ¿no está muerto? ―susurró ella―. ¿Demetri no está muerto?
―Todavía no ―indicó Edward, su tono oscuro y peligroso―, está en cirugía.
Bella cerró los ojos y dejó escapar un suspiro.
―No lo maté.
―Qué bueno, porque yo sí voy a hacerlo.
Una oleada de miedo la recorrió y el hielo se derramó por sus venas. Ella revivió esos momentos de apenas unas horas atrás: violencia, gritos, dolor. Se imaginó a Edward atrapado en medio de todo eso. Sangre por todas partes. Una mancha floreciente extendiéndose sobre su camisa. Cubriéndole las manos. Tanta sangre.
―¡No! No, yo… ―Sus palabras se interrumpieron, perdidas por un ataque de tos. Bella se encogió sobre sí misma, tratando de respirar a través del dolor y la irritación que cada tos enviaba a través de su cuerpo en oleadas. Le dolía y le ardía la garganta.
―Mierda ―escuchó a Edward murmurar una fracción de segundo antes de sentir su suave y cálido toque en su cabello―. Estoy aquí, cariño. No era mi intención molestarte. Solo respira.
Le acercó una pajita a los labios y la ayudó a sorber el agua que una servicial enfermera le dejó. No sirvió de mucho para aliviar el dolor (era como si hubiera tragado grava), pero sofocó la irritación lo suficiente como para que pudiera volver a hablar con voz áspera.
―No te quiero cerca de él.
―Ja, bueno, ya somos dos. ―Le apartó el pelo de la cara―. Odio que lo hayan traído al mismo hospital. Odio que esté cerca de ti. ―Sus ojos viajaron sobre ella, apretándose en las comisuras.
Debía lucir fatal. Una muñeca enyesada. Sangre manchándole el pelo y la piel. Si el hematoma en su garganta se veía tan mal como se sentía...
Las lágrimas le nublaron la visión y sacudió la cabeza con fuerza, como si eso pudiera aclararla.
―No entiendo ―susurró, principalmente para sí misma.
―Es un psicópata ―masculló Edward.
―No. No quiero decir que no entiendo por qué lo hizo. Yo… ―Ella sacudió la cabeza de nuevo. ¿Por qué no podía pensar con claridad?―. Yo... él reaccionó exageradamente. Estaba asustado.
―No pongas excusas por él. ―La voz de Edward era áspera, enojada.
―Sin excusas. No digo que no sea un imbécil. Solo… ―Ella resopló y cerró los ojos, intentando una vez más juntar todas las piezas.
Estuvieron en una fiesta. Fiestas interminables. Recaudaciones de fondos. Benéficas. Siempre había una fiesta a la que asistir. Tratando de ser una hija comprensiva, Bella asistió a unas cuantas en los últimos meses.
¿Con Demetri? Esa parte era difícil de descifrar. Se ponían de acuerdo de antemano. Sabían que se verían allí. ¿Pero estaba ella allí con él si llegaban por separado? Compartían algún baile ocasional, pero se movían en círculos diferentes, lo cual era de esperarse, dadas sus divergentes creencias políticas. A pesar de las expectativas, Demetri nunca intentó reclamarla como suya, nunca intentó besarla, ni siquiera tocarla con intenciones románticas.
Esa noche, finalmente pensó entender por qué.
Edward ya sabía lo que había pasado, pero ella lo repitió de todos modos. Si seguía juntando las piezas, tal vez todo esto eventualmente tendría sentido.
―Entré y lo encontré besando a otro hombre. Felix. ―Ella arrugó la nariz. Demetri era agradable, pero Felix era vil―. Ese secreto. Si es gay, o… ―Ella frunció el ceño―. ¿Bisexual? De cualquier manera. Lo destruiría. Si la gente se entera. Destruiría su vida, su futuro. Todo por lo que ha trabajado.
―Al diablo con su futuro.
―No digo que él estuviera justificado. Estoy diciendo que no es un misterio. Vi algo que él no quería que nadie en el mundo supiera, y él… ―Ella agitó su mano buena.
―Actuó como un psicópata ―proporcionó Edward.
Bella agachó la cabeza y respiró entrecortadamente.
―Sí. ―Tembló, luchando contra una ola de emoción y secándose furiosamente las lágrimas que se derramaban.
―Bella. ―Edward se apoyó en el mueble de su cama de hospital, tomando su mano y acariciando su espalda con el más suave de los toques―. Él no te va a hacer daño. Nunca más.
―Lo sé. ―Le apretó la mano con fuerza. Su tierno toque, su cercanía, tuvieron un efecto calmante en ella. Era un puerto seguro en la tormenta. Su roca. Con él sentado a su lado, se sentía segura. Protegida. Querida.
¿Y eso? Eso empeoraba la confusión.
―Simplemente no lo entiendo ―susurró.
―¿Qué?
―No sentía nada por él. No siento nada por él. Lo del alma gemela... Se suponía que significaba algo. Sé que no lo hace correcto para mí, pero se suponía que significaba algo. Pero si es gay... No lo entiendo. ¿Cuál era el punto? De estar cerca de él. ¿De mantenerme alejada de ti? ¿Cuál era el punto? Era feliz. ―Ella levantó la cabeza, mirando fijamente sus hermosos ojos y sintiendo dolor―. Podríamos haber sido muy felices.
Él tomó su mano y la presionó contra su mejilla, con la cabeza inclinada mientras la acariciaba. Ella observó cómo él tragaba saliva y sus ojos estudiaban su rostro.
―Lo del alma gemela fue solo la punta del iceberg de todas las razones por las que no soy bueno para ti.
Su pecho se apretó.
―Edward…
Él le apretó la mano.
―Tenemos tiempo para resolver todo eso. Tengo tiempo para ser el hombre que te mereces. ―Se inclinó sobre la barandilla entre ellos e inclinó su frente para descansar contra la de ella―. El imbécil a cargo del universo decidió que no soy la otra mitad de tu alma. Está bien. Tú eres todo mi corazón. Soy tuyo, si me quieres.
Con sus palabras, la tormenta en la cabeza de Bella se calmó. Ella levantó su cuerpo dolorido de la cama lo suficiente para darle un suave beso en los labios.
―Te quiero.
Y no había nada confuso en eso. Se sentía bien.
A la mierda las almas gemelas. A la mierda la idea de que su pareja perfecta estaba escrita en las estrellas, destinada desde su nacimiento. A la mierda la idea de que ella no tenía otra opción. Había encontrado a Edward por su cuenta. A la mierda con cualquiera, incluidos su padre y el universo, que pensara que sabía mejor que ella lo que ella necesitaba.
~0~
La policía la visitó poco después.
No era como si se hubiera estado escondiendo de ellos. Su prioridad en ese momento fue alejarse de esa casa, lejos del hombre que había intentado matarla. Le tomó unos minutos procesar lo sucedido, darse cuenta de lo que ella le hizo a él y de que ella misma estaba en mal estado. Llamó al 9-1-1 para enviar la ambulancia a Demetri, y luego llamó a Edward.
Los policías parecían molestos por haber tenido que localizarla, pero no era como si hubiera estado en la cafetería. Eran las primeras horas de la mañana y el sol apenas aparecía. Las últimas seis horas de su vida fueron una confusión de médicos, enfermeras, pinchazos, pellizcos, zangoloteos y preguntas.
Y Edward prometiendo que era suyo. Era muy apropiado para la narrativa de sus vidas, solo un poco jodido, pero tal vez esta vez iban a hacerlo bien.
Incluso había un atisbo de racionalidad en ello. Su alma gemela causó su ingreso al hospital. Edward estaba ahí para ella, brindándole apoyo, tomándola de la mano mientras ella respondía preguntas para la policía. Él era una verdadera pareja.
―Dejé la fiesta justo después de ver a Demetri con Felix ―indicó Bella, contando los acontecimientos.
―¿Estaba molesta? ―preguntó el oficial Birdy.
―No. Estaba confundida.
Birdy arqueó una ceja.
―Acababa de ver a su novio a medio vestir con otro hombre. ¿Eso no le molestó?
―No. Él no es mi novio. Las cosas no eran así entre nosotros.
―Pero él es su alma gemela.
―Por eso estaba confundida.
Birdy resopló, garabateando algo en su libreta.
―¿Y entonces qué pasó?
―Ya casi llegaba a mi casa cuando empezó a sonar mi teléfono.
―¿Llamadas o mensajes de texto?
―Llamadas.
Birdy asintió.
―¿No le respondió de inmediato?
Ahora, fue el turno de Bella de arquear una ceja.
―Estaba manejando.
―Correcto. ¿Y luego qué?
Bella respiró hondo. Edward acarició sus nudillos con el pulgar y eso la calmó un poco.
―Cuando estuve a salvo en el estacionamiento de mi casa, llamé a Demetri y comencé a hacerle muchas preguntas. Cosas que realmente no eran de mi incumbencia.
―¿Como cuáles?
―Si era gay o bisexual. Si eso entre él y Felix llevaba mucho tiempo ocurriendo. No estaba enojada ―dijo de nuevo, con la garganta apretada por los nervios―. Todo el asunto del alma gemela... Ha sido confuso para mí. Y estaba un poco enfocada en eso. No noté que él se estaba agitando. ¿Tal vez se sintió atacado? No lo sé. Pero me pidió... me rogó, que fuera a su casa para que pudiéramos hablar.
Su corazón comenzó a latir con fuerza y su respiración se entrecortó mientras intentaba recordar la secuencia de los acontecimientos.
»Abrió la puerta y me ofreció una bebida. ―Actuó tan formal, rígido y correcto―. Estábamos en la cocina.
Obviamente reaccionando al temblor en su voz, Edward se movió, extendiendo su mano sobre su espalda. La frotó en círculos lentos y ella respiró mejor.
»Él estaba... No tenía mucho sentido. Comenzó a hablar de que todo fue un error. Tal vez bebió demasiado. Y luego comenzó a desviarse. Cambió el tema por completo. A nosotros. Que somos almas gemelas y que deberíamos intentarlo de verdad. Dijo que yo era la ideal para casarse.
A su lado, Edward hizo un pequeño ruido en el fondo de su garganta. Ella no lo miró, pero le dio un suave apretón en la mano.
»Yo estaba... no sabía qué decir ―continuó―, tal vez no reaccioné bien. Se lo dije, nuestra relación no era así. No siento lo mismo por él, y él nunca antes mostró ese tipo de interés en mí. ―Tuvo que tomar otro respiro para tranquilizarse―. Pero fue como si un cambio sucediera en él. Estaba tranquilo. Tal vez balbuceando un poco, pero tranquilo. ―En realidad, su tono era condescendiente. Como si estuviera hablando con una niña con la que no estaba interesado en conversar pero deseaba que ella hiciera exactamente lo que él le decía―. Cuanto más le decía que no, más se frustraba. ―Tragó con dificultad y su garganta parecía palpitar―. Entonces, me agarró.
Después las cosas escalaron rápido. Ella no reaccionó bien cuando él se puso físico. Recordó la forma en que él la sacudió: con bastante fuerza que sus dientes tronaron. Ella intentó correr, pero él la agarró, le torció el brazo detrás de la espalda mientras le inmovilizaba la cara hacia adelante con la cabeza contra la encimera. ¿Fue entonces cuando le rompió la muñeca? Recordó la aguda oleada de dolor y el sonido de su propio grito. Se quedó atónita, luchando contra el shock y el dolor para tratar de defenderse mientras él le gruñía al oído; su tono un silbido peligroso.
»Él quería… ―Bella luchó con fuerza contra el temblor en su voz―. No era una cuestión de sexo. No me estaba tocando de esa manera. ―Aunque ese pensamiento cruzó su mente mientras estaba atrapada debajo de él―. Era como si el hecho de que tuviéramos una relación real arreglaría las cosas. Él solo quería que aceptara su plan, su versión de lo que estaba pasando. Pero tenía su otra mano sobre mi cabeza. Siguió... Siguió golpeándome la cabeza contra la encimera.
Solo lo suficiente. No aplastante, pero sí lo suficiente como para que fuera difícil pensar, como si el pánico no estuviera haciendo ya un buen trabajo.
―¿Y luego? ―instó el oficial.
―Como dije, estábamos en la cocina. Mi mano derecha estaba libre. Supongo… ―A pesar de que estaba sentada erguida en una cama de hospital, la ola de mareo que la invadió amenazó con derribarla―. Supongo que había un cuchillo.
―¿Supone? ―El oficial la miró fijamente.
―Todo estaba borroso. Realmente no estaba pensando en nada. Solo necesitaba alejarme de él antes de que me lastimara más. Lo golpeé con lo que tenía en la mano. ¿El cuchillo, supongo? Gritó. Y me soltó. Pero me agarró de nuevo. Por el cuello.
Su laringe estaba magullada. Eso fue lo que la convenció de ir al hospital. Edward tuvo que convencerla, hacerla entrar en razón, ya que estaba en pánico e irracional, jadeando por respirar mientras intentaba hablar con él. Pero resultó que la herida en su garganta era relativamente menor. Se encontraba sin aliento, más porque estaba en un estado de terror que por la herida en la garganta.
―Seguí golpeándolo con el cuchillo ―susurró Bella.
―Apuñalándolo ―sentenció el oficial.
―Yo... ¿Sí? Seguí golpeándolo hasta que tropezó hacia atrás. Corrí. Me escapé de él. Fuera de la casa.
Había tanta sangre. En sus manos. En su ropa. En su volante. Tenía el recuerdo de cómo se extendía en forma de flor sobre la camisa de vestir blanca de Demetri. Llamó al 9-1-1 por Demetri y luego llamó a Edward porque lo necesitaba. Lo necesitaba tanto.
El oficial Birdy le hizo algunas preguntas de seguimiento y luego le dijo que no abandonara el estado sin decírselo.
―Estaremos en contacto.
Bella contuvo la respiración hasta que él salió por la puerta y sus pesadas pisadas se desvanecieron. Luego, exhaló en una ráfaga. A su lado, Edward hizo lo mismo.
―Un imbécil condescendiente. Odio a los policías ―murmuró en voz baja.
A pesar de todo, con su corazón aún acelerado y sus nervios tensos, Bella tuvo que reírse.
―Mi papá era policía. ―Luego, suspiró―. Lo llamé. Y a mi mamá. ¿Cuando vino la enfermera a buscarte? Llamó a mi papá y a mi mamá. ―Ella sacudió la cabeza―. Simplemente no estaba pensando. Me sorprende que no esté…
―¿Isabella?
Bella tuvo que reprimir un gemido cuando escuchó la voz de su padre.
~0~
Bella bostezó, agachando la cabeza contra el pecho de Edward y acurrucándose. Dio un suspiro de satisfacción, más en paz de lo que debería haber estado después de todo lo acontecido. Había sido una larga noche que se convirtió en una larga mañana. Pero, presionada contra el costado de Edward, metida bajo su brazo, se sentía realmente segura. Su padre fue a recoger a su madre al aeropuerto. Estaban esperando una última revisión del médico y ella sería dada de alta.
―¿Mi papá te pareció raro? —inquirió, con los párpados entreabiertos mientras luchaba por no quedarse dormida. Él estaba pasando sus dedos suavemente por su cabello.
Edward resopló.
―Tu papá me parece muchas cosas. ―Se quedó en silencio un momento, considerándolo―. Parecía que estaba nervioso, pero ¿no es de esperarse? Eres su hija.
―Fue muy amable hoy. Conmigo, al menos. Todo este tiempo, y todo lo que se necesitó para recibir un poco de atención positiva fue que me atacaran. ―Su tono se volvió sardónico―. En realidad me sorprendió. Sé que lo llamé. Quería... no lo sé. Tenía miedo. Quería a mi mamá y a mi papá. ―Ella puso los ojos en blanco. Aparentemente, su psique todavía no se acostumbraba a la idea de que nunca tendría padres tiernos y cariñosos―. Pero cuando apareció, pensé que me iba a echar la culpa por haber hecho algo estúpido para hacer que Demetri se enojara así.
Sintió a Edward tensarse, pero su tono fue sereno cuando habló.
―No fue nada de lo que hiciste. Lo sabes, ¿verdad? Nada de lo que hiciste o dijiste podría justificar esto.
―Lo sé. Simplemente no siempre confío en que él lo sepa. Cuando se trata de otras personas, claro, pero no de mí.
Se quedó en silencio un instante.
―Sabes, sin importar lo que haya hecho, y sabes que he hecho cosas terribles, mis padres siempre me excusaron. Es molesto, pero no creo que lo aprecie lo suficiente. ―Sintió la punta de su nariz contra su cabello―. Es una mierda que la compasión de tu padre fuera una sorpresa para ti.
Dejó escapar un largo y lento suspiro. Le dolía el corazón, pero había algo curativo en su reivindicación. A veces se sentía como una niña ingrata. Su padre le dio mucho, pero todo con frialdad, incluso con un dejo de disgusto. Tal vez en algún momento ella sí lo mereciera. Pero no ahora.
―Él me ama ―susurró―. Cuando era pequeña… ―Ella negó con la cabeza―. Creo que estuvo tan ocupado cuando yo era joven, después de que ganó la batalla por la custodia. Su carrera despegó y el tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Un parpadeo, y yo era alguien diferente. Alguien a quien ya no reconocía ni le agradaba.
»Sin embargo, tal vez él finalmente esté empezando a darse cuenta. Ya crecí. Ya me crió. Soy la hija que le tocó, sin sustituciones, intercambios ni reembolsos. Estos últimos meses han sido mejores con él. Siempre estoy enojada porque él nunca me da el beneficio de la duda; tal vez debería seguir mi propio consejo.
Edward le dio un beso en la sien.
―Está bien tener cuidado con tu corazón, Bella. Eso también se aplica a los padres. Tal vez se aplica más a los padres.
Voces familiares acercándose a la puerta de su habitación del hospital llamaron la atención de Bella. Se enderezó, una oleada de excitación la recorrió ante el sonido de una voz.
―Te envié un mensaje de texto, Renée ―masculló la voz de su padre, sonando irritado―, te dije que iría por ti.
―Siempre me olvido de encender mi teléfono después de que aterriza el avión ―comentó Renée.
―Eso es irresponsable. Deberías...
―Charlie. ―Renée sonaba exasperada y Bella tuvo que sonreír―. ¿Qué importa ahora? Ya estoy aquí. Tú estás aquí. Todo salió bien.
―Hay cosas de las que necesitamos hablar antes...
―Hablaremos de eso más tarde. Quiero ver a mi… ―Renée entró en la habitación y se interrumpió cuando sus ojos se posaron en Bella―. Oh, cariño.
―Mamá. ―Bella cruzó corriendo la habitación y rodeó el cuello de su madre con sus brazos.
Si tuviera que describir su relación con su madre, Bella la describiría como viejas amigas que se habían distanciado la una de la otra. Podían pasar años entre sus visitas, pero cuando estaban juntas se divertían. Sonreían. Era fácil hablar con Renée y era afectiva en todas las formas en que su padre no lo fue nunca.
Bella no siempre estuvo impresionada con ella como madre. Renée fue una mujer muy joven que se vio enfrentada a un hombre mayor y poderoso cuando lucharon por la custodia de Bella. Y ella tenía ese tipo de personalidad, que no se sintió devastada cuando perdió. Peleó una buena batalla y luego siguió viviendo su vida. Aunque hubo momentos en los que a Bella realmente le habría ayudado tener una madre, siempre perdonó a Renée por ser quien era.
―Mírate. ―Renée la sostuvo con los brazos extendidos, mirándola de arriba abajo con una expresión compungida―. Ese bastardo. Es una completa mierda.
Por alguna razón, la furia de su madre la hizo reír. Bella la abrazó de nuevo.
―Estoy bien. Voy a estar bien. ―Se apartó y sonrió―. Llegaste justo a tiempo. Están a punto de darme de alta.
―Bien. Odio los hospitales. ―Renée pasó un suave brazo alrededor de los hombros de Bella, dándole otro apretón. Se inclinó y fingió un susurro exagerado―. Ahora, ¿vas a decirme quién es el bombón o qué? ―Asintió con la cabeza hacia Edward.
Bella se sonrojó y Edward se rio. Él dio un paso adelante y le ofreció una mano.
―Edward Cullen.
―Edward… ―La boca de Renée se abrió. Tenía la mano extendida, pero no se movió cuando Edward la tomó―. Ay, Dios mío.
―¿Mamá? ¿Qué? ―Bella frunció el ceño.
Charlie dejó escapar un gruñido de irritación y luego un suspiro que parecía sospechosamente a resignación.
―Oh, Dios mío ―musitó Renée de nuevo. Su expresión boquiabierta se convirtió en una amplia sonrisa―. Eres tú. Oye, creciste bien. Vaya.
―Espera un minuto. ¿Conoces...?
Pero cualquier cosa que Bella hubiera dicho fue interrumpida cuando la habitación de repente se llenó de más gente. En concreto, dos policías, incluido el imbécil del oficial Birdy.
Dos policías que le informaron a Bella que estaba arrestada por intento de asesinato.
