Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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―Señor, quítese de nuestro camino o lo arrastraré a usted también.
No había mucho que pudiera hacer reaccionar a Edward en ese momento. Bella estaba siendo arrastrada hacia la puerta, y a los policías no parecía importarles en absoluto su muñeca rota, sus golpes y moretones, o el hecho de que, absolutamente de ninguna manera esto pudiera estar sucediendo. La forma en que ella gritó su nombre, con la voz ronca por el shock y la confusión, le retorció el corazón. Necesitaba quedarse con ella.
La idea de ser arrestado, de tener esposas alrededor de sus muñecas, de la inevitable mirada de decepción de sus padres mientras destruía su vida una vez más lo hizo detenerse, aunque solo fuera por un momento. Pero fue suficiente. Los policías doblaron la esquina y, antes de que pudiera seguirlos de nuevo porque esto no podía estar sucediendo en absoluto, una mano de hierro le rodeó el brazo.
―Déjalos ir ―ordenó el senador.
Edward apartó su mano.
―Qué diablos. ¿Por qué le parece bien?
No esperó a escuchar la respuesta. Salió corriendo por el pasillo detrás de la policía otra vez.
El senador Swan estuvo a su lado en un instante, tratando de contenerlo.
―Esto no está bien, pero ¿crees que hacer una escena mejorará las cosas?
―Voy con ella. ―Nuevamente se quitó de encima al hombre.
―Charlie… ―comenzó a decir Renée, obviamente habiendo seguido este extraño desfile.
El buen senador todavía estaba concentrado en Edward.
―Lo que sea que esté pasando, se puede solucionar. Con calma. Edward. Oye. Detente. Detente. Cálmate. ¿No ves…?
―Estoy calmado. Voy a decirles con calma a esos imbéciles que están arrestando a la jodida persona equivocada. ―Edward empujó la puerta de salida.
Y directamente a un circo. Se detuvo en seco, parpadeando mientras las luces intermitentes y el rugido sordo de una pequeña multitud lo cegaban. Aunque las puertas del hospital estaban despejadas, se perdió por completo a todas estas personas que estaban afuera. Parpadeó de nuevo, tratando de procesar las palabras que le gritaban.
No. No hacia él.
―¡Senador! ¡Senador!
―¿Sabía…?
―¿Su hija…?
―¿Es esto…?
Aun aturdido, cuando el senador agarró a Edward por el hombro, éste se dejó llevar. Le tomó unos momentos procesar que no volverían a entrar. Estaban abriéndose paso entre la pequeña multitud.
―Senador, ¿comparte las opiniones anti-gay de su hija?
Edward comenzó a girarse para descubrir quién dijo eso, pero el senador lo jaló con fuerza.
―Vamos.
―Senador, ¿por qué su hija intentó asesinar a su alma gemela?
―¿Alma gemela? ―Esta vez fue Renée quien habló. Al estar unos pasos detrás de Charlie, pudo girarse para enfrentar al periodista que lanzó esa pregunta en particular―. Espere. ¿Cree que ese hombre, el hombre que atacó a mi hija, es su alma gemela?
Los ojos del periodista brillaron.
―¿Su hija? ¿Eso significa que es…?
Pero Renée ya se había girado hacia Charlie.
―¿Qué hiciste?
Él suspiró.
El periodista se acercó y se inclinó para que Renée tuviera que mirarlo.
―¿Eso significa que no sabía que el hombre al que su hija atacó ayer es su alma gemela?
―Él no es su alma gemela ―sentenció Renée, su tono casi frívolo mientras continuaba mirando a su exmarido.
El senador se alejó de Edward y la alcanzó.
―Renée…
―Charles Percival Swan, ¿qué diablos hiciste?
―¿Señora Swan? ―El periodista lo intentó de nuevo.
―No soy la señora Swan. No lo he sido en mucho tiempo. ―Se alejó de Charlie y finalmente se dirigió al periodista―. Y ese hombre no es el alma gemela de mi hija, lo cual mi exmarido conoce muy bien.
―Renée ―pidió el senador con los dientes apretados.
Renée señaló a Edward.
―Ese hombre es el alma gemela de mi hija.
Edward palideció, una sacudida recorrió su espalda. Miró a Renée, congelado mientras todos los reporteros reunidos se volvían hacia él.
~0~
En todo el caos después del anuncio de Renée, Edward permitió que lo subieran a una limusina que se detuvo para recogerlos. Allí, Renée, con los brazos cruzados irritada hacia su ex, le contó a Edward una historia de su propio pasado. Ella le contó una historia sobre un adolescente y la sorprendida blasfemia aviar que le dijo a la niña de meses que casi se le había caído.
Al principio le pareció imposible. Bella parecía llenar todo su horizonte ahora, que la idea de que alguna vez podría haberla olvidado, sin importar las circunstancias, parecía ridícula. Cuando llegaron a lo que tenía que ser la opulenta casa del senador, Edward ignoró a los otros dos. Se sentó en un sofá con la cabeza entre las manos, tirando de su cabello mientras intentaba juntar todas las piezas.
¿Cómo pudo haberla olvidado?
Pero, racionalmente, transcurrieron veinte años y en ese entonces él era un adolescente con problemas. Tenía padres que se preocupaban lo suficiente y tenían los medios para hacer todo lo que estuviera a su alcance para llevarlo por el buen camino.
Lo que significó para él en ese entonces una fila interminable de personas tratando de ayudarlo; consejeros, terapias grupales, campamentos; personas que intentaron redirigirlo o directamente asustarlo.
Habían pasado más de dos décadas. Charles Swan fue solo otro adulto que no confió en él, y su torpeza con una bebé indefensa fue solo una más en una larga lista de cagadas.
Luego, cuando se volvieron a encontrar tantos años después, a Edward no se le pasó por alto que ella le dijera la frase de su alma gemela. Pero claro, mucha gente lo había hecho. "Hola". Siempre supo que sería casi imposible distinguir a su alma gemela con esa única palabra. Era un saludo estándar, una forma de llamar la atención de alguien, y una palabra que ocasionalmente le gritaba un extraño en sentido irónico al estar cabreado. Sí pensó en el hecho de que fue la primera palabra que ella le dijo, pero la descartó por considerarla carente de sentido. Y Bella… No habría recordado algo que pasó cuando era tan pequeña.
Y, dado que pensaba que Demetri era el primero en decirle esa frase, la frase de su alma gemela, tuvo que haber sido engañada deliberadamente toda su vida.
Edward levantó la cabeza, más pensamientos encajaron en su lugar.
―¿Qué hiciste? ―le había gritado Renée a Charles. Ella supo quién era Edward en el momento en que escuchó su nombre. Sabía que Charles tenía algo que ver con el motivo de que todo esto estuviera sucediendo.
Charles, que estuvo alentando no tan amablemente a Bella a mantenerse alejada de un romance con Edward porque solo podría terminar en desastre cuando su alma gemela apareciera. Y entonces, dicho y hecho, así fue. En una fiesta a la que Charles la llevó.
Edward se puso de pie, con la mandíbula apretada. Comenzó a pasear por la habitación, necesitando expulsar la energía tumultuosa y reprimida en su interior. Intentó no mirar al senador. Charles estaba al otro lado de la habitación, con su teléfono celular en la oreja mientras hacía llamadas a sus abogados y a cualquier otra persona para averiguar qué diablos estaba pasando con Bella.
―Manténme informado ―pidió el senador por teléfono con voz áspera. Arrojó el teléfono sobre la silla a su lado y se presionó la palma de la mano entre los ojos―. Los abogados están en esto. Nos llamarán cuando la saquen, pero eso probablemente no sea sino hasta mucho más tarde hoy. Su gente intentará que el juez le niegue la libertad bajo fianza, pero no funcionará.
―¿Negar la libertad bajo fianza para qué? ¿Por qué está pasando esto? ―demandó Renée―. ¿De qué la acusan?
Él se burló.
―Están tratando de clasificarlo como un crimen de odio.
Eso hizo que Edward se detuviera de repente.
―¿Qué?
El senador negó con la cabeza.
―Su equipo debe haber comenzado a darle vueltas a esto. Así es como la prensa lo supo antes que nosotros. Por eso nos estaban esperando. Por supuesto. Querrían controlar la narrativa, y a quién le importa la vida que arruinan.
―Charlie ―espetó Renée bruscamente―. Empieza a hablar con sentido.
Levantó la cabeza y por una vez pareció un padre cansado y preocupado.
―Ella lo golpeó. El día que se conocieron, ella lo golpeó. Fue un accidente, pero están tratando de decir que fue porque ella sabía que él era gay en ese momento. Están tratando de establecer una historia de violencia contra él.
―Eso es ridículo ―discutió Edward―. ¿Cómo lo iba a saber ella?
―La mayor preocupación en este momento es el precedente. ―Se pasó una mano por los ojos―. Al parecer, algunos de los miembros de ese grupo de matones con el que ella solía andar han estado en este tipo de problemas antes. La compañía que mantiene siempre ha sido espectacular.
El borde del sarcasmo en su tono encendió la corta mecha de Edward.
―Claro, porque la compañía que usted eligió por ella es claramente mucho mejor.
Charles entrecerró los ojos y lanzó una mirada siniestra en su dirección, pero Edward no podría haberse detenido ni siquiera si lo hubiera intentado.
»Eso es lo que pasó, ¿verdad? La emparejó con ese hijo de puta para alejarla de mí. La ha estado manteniendo alejada de mí toda su vida.
―Por supuesto que la he estado manteniendo alejada de ti ―espetó el senador―. Soy su padre. Mi trabajo es protegerla.
―Un trabajo estelar. ―Edward sacudió la cabeza, apretando y abriendo los puños a los costados―. Si ella hubiera crecido sabiendo quién era yo…
―En ese entonces tenía sentido ―interrumpió Renée. Ella extendió las manos hacia él, con las palmas hacia arriba en un gesto apaciguador y una expresión de disculpa―. No voy a fingir que sé qué diablos está pasando ahora, pero originalmente tenía sentido.
―Pensaron que era una amenaza ―escupió Edward.
―Por supuesto que eras una amenaza ―afirmó Charles―. Eras un adolescente.
―¿Qué significa eso? Ella era una bebé. ¿Qué diablos iba a hacer con una bebé? Eso es asqueroso.
―No seas ingenuo. ―Charles se cruzó de brazos y lo miró fijamente―. Sabes cómo habría resultado esto. Ella habría crecido sabiendo que estaban destinados, o como quieras decirlo. Habría confiado en ti. ¿Sabes lo fácil que habría sido prepararla para que fuera exactamente lo que tú querías?
Edward se resistió, se rebeló.
―Nunca hubiera…
―Siendo mucho mayor, sabiendo que ella era tuya… ―Renée sacudió la cabeza, con una sonrisa gentil―. Quizás no te habrías dado cuenta de lo que estuvieras haciendo. Habría cambiado la forma en que la vieras, y tenerte en su órbita habría cambiado quién es ella. Simplemente lo habría hecho. Esa parte no es personal, Edward. E independiente de lo que hubiera pasado, ¿por qué querríamos correr ese riesgo con nuestra hija?
Edward se quedó en silencio. Se mordió la lengua para no atacar. Estaba acostumbrado a que la gente pensara lo peor de él, pero ¿esto? Esto estaba tan mal.
Pero…
Por principios, podía entender su punto. Era un pensamiento espeluznante: un joven mucho mayor que Bella sabiendo que estaban destinados a ser algo. Mirándola con ese potencial en su futuro.
―Bien ―masculló, la palabra salió como un gruñido―. Pero cuando yo desaparecí de su vida, ustedes debieron confesárselo. Mentirle ha sido la fuente de todos sus problemas. Ella nunca habría estado con Jacob si hubiera sabido que ya conocía a su alma gemela.
Charles pareció desconcertado por esto.
―¿De qué estás hablando?
―¿No lo sabía? ―Edward negó con la cabeza. Era de imaginarse. No era el tipo de padre en el que una chica se habría sentido cómoda confiando―. Él le dijo una versión de esas palabras. Eso fue lo que los unió. Y luego este imbécil. ¿Quiere hablar conmigo sobre aprovecharse? Usted debió haberle dicho a Demetri esas palabras. La frase de su alma gemela. ¿Para qué? ¿Es esta una versión retorcida de un matrimonio concertado?
―No. ―Los rasgos de Charles se tensaron mientras miraba a Edward.
―Es el único aquí que ha estado tratando de manipular a Bella para que sea quien usted cree que debe ser. La prostituyó para este imbécil.
El senador se puso de pie y dio un paso rápido para enfrentarse a Edward.
―Eso no es lo que pasó. Estás torciendo las cosas.
―Ey. ―Renée se interpuso entre ambos, dándole la espalda a Edward, alejando a Charles―. Empieza a hablar, Charlie. Si algo de esto es cierto...
―Por supuesto que no lo es. ¿Quién crees que soy?
Renée se cruzó de brazos y miró fijamente a su exmarido.
―Empieza a hablar ―pidió de nuevo.
Él resopló, pero se sentó. Se frotó la cara con ambas manos y, cuando volvió a dejarlas caer sobre su regazo, empezó a hablar.
―No has estado aquí durante todo lo que ella ha pasado, Renée.
Edward se burló y se dejó caer en el sofá. Quería replicar que Charles hizo un pésimo trabajo al estar allí para Bella, pero nunca terminarían esta historia si no dejaba de discutir.
Charles le dirigió una mirada amargada pero luego se giró para hablar con su exesposa.
»Sólo digo que no lo viste. No la viste. Las decisiones que estaba tomando... la persona en la que se estaba convirtiendo. No sabía día a día si iba a terminar muerta en una zanja en algún lugar o… ―Miró brevemente a Edward e hizo una mueca.
―En la cárcel ―proporcionó Edward.
―Así es como terminaron la mayoría de sus amigos. ―El senador se encogió de hombros y prosiguió―. Pero ella volvió a mí. Superó todo eso. Comenzó a cambiar su vida. Y luego...
―Aparecí yo. ―Apropiadamente, Edward parecía no poder mantener el veneno fuera de su voz.
Charles ladeó la cabeza, algo de su habitual condescendencia regresó a su expresión mientras se enderezaba.
―No creo que puedas tomar ese tono conmigo, sarcástico hijo de puta. No llevarías más… de dos días fuera de prisión cuando conociste a Bella.
Edward presionó su boca en una delgada línea. Dos horas. Había estado dos horas fuera de prisión cuando conoció a Bella.
―No sé qué tiene eso que ver con esto.
―Oh, ¿no? ¿No tienes idea de cómo se ve? Un hombre como tú. Tu edad, sin perspectivas reales. Un mentiroso y un ladrón. Bella es una mujer con algunos recursos y todavía lo suficientemente joven como para ser impresionable.
―Eso ni siquiera se acerca a lo que pasó ―discutió Edward con los dientes apretados.
Charles extendió las manos con los dedos muy abiertos.
―Lo que digas.
Antes de que Edward pudiera discutir eso, ambos fueron interrumpidos por una risa irónica. Edward se giró para encontrar a Renée mirando a su exmarido, sacudiendo la cabeza.
―No lo aprobaste y por eso hiciste lo que siempre haces, ¿no, Charlie? ―Cuando el senador frunció el ceño, ella sonrió sin calidez―. Intentaste controlar la situación.
Por un momento pareció que el senador iba a discutir. Luego, puso los ojos en blanco hacia el techo, manteniéndolos fijos allí durante unos segundos.
―Fue una redirección. Se suponía que nada saldría de eso. Fue un acuerdo mutuamente beneficioso. Sabía que Bella se distraería con la posibilidad de que él fuera su alma gemela, y sabía que Demetri no tenía intereses románticos. ―Se frotó la nuca y pareció brevemente cohibido―. No sabía los detalles de por qué, solo que se rumoreaba mucho.
―¿Y qué obtuvo él de esto? ―preguntó Edward con los dientes apretados.
―Ser republicano progresista es una línea difícil de recorrer. Fue beneficioso para él parecer, aunque sólo fuera en la superficie, bipartidista. ―El senador se encogió de hombros―. No estaba destinado a durar, y nunca pensé… ―Tragó saliva―. Si hubiera pensado que él era capaz de esto...
Y Edward explotó. No más calma y no más bromas.
―Si hubiera pensado que él era capaz de esto, ¿habría qué? ¿Encontrado a alguien más que le ayudara a manipular la vida de su hija? ¿Se cree que es tan diferente de Demetri? Bella amenazó su narrativa, no siguió el guión que ustedes dos escribieron para ella sin que ella estuviera al tanto, y casi muere por ello. Usted solo quiere que esté contenida, que quepa en un pequeño molde porque está cansado de que le avergüence. Ella no es más que una carga, ¿no, senador? Algo que hay que manejar.
Se puso la chaqueta y buscó en el bolsillo las llaves de su moto. No sabía cómo diablos iba a regresar al hospital, pero necesitaba estar lejos de esa gente.
»Lo curioso es que cree que yo soy el peligroso.
Se rio sin humor y cerró la puerta detrás de él cuando se fue.
~0~
Pero al final del día, nada más importaba excepto esto.
Edward golpeó su pie, impaciente. Se le erizó la piel mientras miraba la puerta que conducía a las celdas. Todo este lugar le daba escalofríos, y no podía soportar que Bella hubiera estado aquí ni siquiera por un momento. No podía soportar las cosas que sabía que ella había pasado: ser procesada en el sistema. Odiaba que ella hubiera estado sola y asustada.
Pero nada de eso importaba ahora.
La puerta finalmente se abrió y lo único que importaba era que él estaba ahí para ella. Él abrió los brazos y ella voló hacia ellos, aferrándose a él, dejándolo mecerla suavemente mientras ella sollozaba. Él besó la parte superior de su cabeza y le dijo que todo estaría bien.
Él era suyo. Corazón y alma. Él le pertenecía a ella y nadie volvería a interponerse en su camino.
