Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
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―Sácame de aquí. Por favor. ―La voz de Bella era suave y aflautada, y la odiaba. Quería ponerse de pie y salir de la cárcel como una mujer que no tenía motivos para avergonzarse. Pero, en primer lugar, había necesitado de todas sus fuerzas para superar la terrible experiencia. Hizo todo lo posible para poder controlar el temblor y las ganas de llorar. Estaba tan asustada, confundida y desesperada por aferrarse al refugio de los brazos de Edward.
Incluso la idea de soltarlo el tiempo suficiente para caminar hasta el auto ―¿su moto?― parecía más de lo que podía soportar, pero necesitaba estar lejos de este horrible lugar más de lo que necesitaba respirar. Hablando de miedo. Si lograba salir de esto, probablemente nunca volvería siquiera a caminar imprudentemente.
Edward pasó una mano reconfortante arriba abajo por su espalda. Ella lo escuchó tragar con dificultad.
―Hay algo que tengo que decirte primero.
Ella agarró su chaqueta entre sus puños.
―No importa ahora. Podemos hablar de cualquier cosa más tarde.
―Hay algunos reporteros afuera…
―Yo no… ―Cerró los ojos con fuerza, abrumada ante la idea de enfrentarse a esos imbéciles con sus preguntas intrusivas y discordantes. Respiró profundamente―. Puedo manejarlos. ―Edward debía creerla demasiado frágil. Hizo un esfuerzo por sacudirse la cobardía y enderezarse―. Estoy bien.
Él le echó el pelo hacia atrás y le acarició la mejilla.
―Sé que puedes manejarlo. ―Su pulgar acarició su mandíbula―. Hay algo que quiero que escuches de mí. De nadie más.
Sus palabras captaron y centraron su atención. Ella lo miró a los ojos.
―Él no está... Demetri no está muerto, ¿verdad? ―Seguramente alguien, su abogado, alguien, se lo habría dicho.
―¿Qué? Oh, no. No se trata de él. Bueno. ―Se pasó una mano por el pelo y sacudió la cabeza―. Supongo que sí. Un poco. ―Él tomó sus manos y las apretó con fuerza―. Él no es tu alma gemela, Bella. Es… ―Se rio―. Cristo, esto es incómodo. Él es solo... él no es tu alma gemela.
Ella lo miró.
―¿Estás tratando de decirme cómo tergiversar esto? ―Como hija de un político, Bella entendía la importancia de tergiversar. La verdad era subjetiva. Así fue como Demetri logró encerrarla en primer lugar, tergiversando el ataque a su favor.
Pero Bella odiaba pensar en Edward quedando atrapado en el mundo de los males necesarios.
―¿Te has estado juntando con mi papá?
Él resopló, una expresión oscura cruzó sus rasgos.
―Sí, él y yo hemos cruzado palabras. Pero no sobre tergiversar la historia. Se trata de la verdad. Toda la verdad. ―Su mirada se suavizó e inclinó la cabeza hacia ella, hablando en voz baja―. Demetri conocía la frase de tu alma gemela antes de conocerte. Se aseguró de que fueran las primeras palabras que te dijera. ―La miró a los ojos―. Te tendieron una trampa, Bella. Te tendieron una trampa para creer que él era el indicado.
Bella parpadeó.
―Espera, ¿qué? ―Su cerebro zumbaba como una máquina que se detiene abruptamente, todos los pensamientos suspendidos.
―La verdad es... ¿Tú y yo? ―Él le apretó las manos―. Nos conocimos antes. ¿Ese día en el hospital? Esas palabras no fueron las primeras que te dije.
Bella trató de escuchar algo en su mente pero no escuchó nada más que grillos.
―¿Qué? ―preguntó de nuevo. ¿Había cambiado de tema? ¿Y por qué?
―Eras una bebé cuando nos conocimos. No lo recordarías. Ojalá lo hubiera recordado yo. ―Hizo una pausa y ella pudo ver la tensión de su mandíbula―. Tu padre se acordó de mí. Y recordó lo primero que te dije. ―Sus ojos sostuvieron los de ella―. Lo dije primero, Bella. Tu frase del alma gemela. Fue lo primero que te dije.
A pesar del ruido en la concurrida cárcel, Bella juró que lo único que podía oír eran los latidos de su propio corazón, fuertes e insistentes entre sus oídos.
―¿Qué? ―susurró como si esa palabra se hubiera convertido en todo su lenguaje.
―Tu padre mintió. Mintió por omisión. Te dejó... nos dejó creer a ambos que había alguien más ahí afuera para ti. Le dio a Demetri esas palabras y te tendió una trampa. No para esto. No para que te culparan por esta mierda, pero él quería que pensaras que Demetri era tu alma gemela.
Temblando, Bella dejó caer la mano de Edward y dio un pequeño paso hacia atrás.
―Bella. ―Él extendió una mano pero no la tocó, y ella se sintió agradecida.
―Estoy… ―En realidad no sabía cómo estaba. No estaba bien. Pero era un milagro que pudiera recordar cualquier palabra. Sus pensamientos se aceleraron, las preguntas y las realizaciones llegaron a un ritmo vertiginoso, resonando en su cráneo con pitidos casi audibles―. ¿Podemos irnos? ―preguntó en voz baja.
Él solo se detuvo un momento, estudiándola atentamente, antes de asentir.
―Por supuesto.
Ella dejó que la arrimara contra su costado. Afuera solo estaban un puñado de reporteros, pero se podía confiar en que no entendían el concepto de espacio personal. Prefería estar en la órbita de Edward que en la de ellos. Él le abrió el camino hacia un coche. Bella entró, se abrochó el cinturón y subió las piernas al asiento, ocultando su rostro contra sus rodillas. Con el resto del mundo fuera de su pequeña burbuja, intentó pensar.
Era mucho. Demasiado.
¿Cuántos meses habían pasado mientras se preguntaba qué estaba mal con ella? Meses mirando a Demetri, intentando sentir algo. Cualquier cosa. Eso era de esperarse. Era la norma. Había mucho que decir sobre el tema de las almas gemelas ―buenas, malas y feas―, pero en lo que todos coincidían era en la fuerza que esa emoción involucraba. Siempre era demasiado grande para ignorarlo, sin importar las circunstancias. Eso era lo que lo hacía tan destructivo para algunos. Siempre era un cambio de vida. Esa era la única razón por la que no se involucró tanto con Edward. El drama de su alma gemela acechaba en algún lugar de su futuro y su presente era precario.
Pero cuando miró a Demetri sintió tan terriblemente poco. Ni siquiera amistad. Estuvo tan confundida durante tanto tiempo.
Luego, este ataque. El arresto. La acusación de que odiaba a alguien lo suficiente como para intentar asesinarlo. Toda la situación la dejó asustada y desconcertada. Por supuesto que sabía que existían personas que podían destruir la vida de alguien sin pensarlo dos veces, pero eso nunca le había sucedido a ella. No sentía nada hacia Demetri. Apatía. Pero nunca podría haberlo imaginado capaz de lo que estaba tratando de hacerle.
Y ahora esto.
¿Edward estaba tratando de decirle que nada de eso tenía que haber sucedido? ¿Su alma gemela se dio a conocer cuando ella era una bebé? Eso significaba que ni siquiera Jacob habría sucedido. Su hijo no habría sucedido. Nada de eso. Nada de esto. Su vida. ¿Cómo habría sido su vida si siempre hubiera sabido que Edward era su alma gemela?
Edward era su alma gemela.
Y su padre lo sabía.
Su padre no la apreciaba. Ella lo sabía. Ya lo había aceptado. Pero la idea de que él la lastimara activamente de esta manera...
―¿Puedes detener el auto? ―Las palabras salieron atropelladas, demasiado toscas―. Por favor.
―Sí, por supuesto. Espera. Solo espera ―pidió Edward demasiado rápido, con un tono tranquilizador. Como si tuviera miedo de que ella explotara si no se movía lo suficientemente rápido.
Era una posibilidad. Su estado de ánimo cambiaba por momentos. Su corazón latía demasiado rápido y la sangre parecía picarle bajo la piel. Necesitaba moverse.
Tan pronto como Edward entró en el estacionamiento de Target, ella se puso en movimiento. Salió del auto y se acercó a él tan rápido que él pareció sorprendido al verla. Ella no se detuvo a pensar en ello. Lo empujó hacia atrás antes de que pudiera salir del auto y se subió con él, sentándose en su regazo. Estaba apretado. Incómodo. El volante se le clavaba en la espalda, pero no le importó.
―¿Eres mío? —preguntó, tomando su rostro entre las manos. Eran muchas cosas las que quería preguntar, saber, pero ¿esto?
Sí. Esto era importante.
Él parpadeó y luego dejó escapar un suspiro, sus labios se curvaron un poco hacia arriba en las comisuras. Levantó las manos para cubrir las de ella en sus mejillas.
―Pensé que estabas enojada conmigo.
―No. ―Eso salió tierno, gentil―. No, por supuesto que no. Contigo no. ―Se inclinó y le dio un suave beso en los labios―. ¿Eres mío?
Las manos de él bajaron por sus hombros y la rodearon para frotarle la espalda.
―Sí, cariño. Soy tuyo. ―Él tomó sus manos y las presionó contra su pecho―. Ya sabías que tenías mi corazón. Ahora tienes todo lo demás.
La euforia dominó todas las demás emociones que competían por su atención. Sus labios se alzaron. Amplios. Más amplios. Una sonrisa llena de dientes. El vértigo la invadió y se rio, abrumada por la fuerza de ello. Podría haberse sentido ridícula, riéndose como una colegiala, pero la sonrisa de él era igual de amplia y sus ojos brillaban cuando la miraba.
Edward Cullen es mi alma gemela.
Pensar en Demetri como su alma gemela era como tratar de ponerse ropa que le quedaba demasiado grande y no de su estilo en absoluto. Edward, sin embargo… le quedaba como un guante. El conocimiento de él, de que él era suyo y ella era de él, se instaló en su ser con un suave chasquido.
Ella tomó su rostro entre sus manos y lo besó profundamente, ya sin aliento. Lo besó una y otra vez, riendo entre besos. Él se rio también, con las manos cálidas mientras la apretaba contra sí.
Gradualmente, los besos fueron más lentos y dieron paso a otros más profundos y largos. Con un ritmo lento en la forma en que se movían. Sus caderas se movieron como las olas que caen sobre la playa. Las manos de él tomaron su trasero y los dedos de ella se enredaron en el cabello de él.
Un golpe seco en la ventana los hizo separarse. Saltaron de nuevo ante el sonido de la bocina del auto y Bella hizo una mueca. Maldito volante.
―¿Qué diablos les pasa a ustedes dos? —exigió un hombre furioso, con un niño pequeño en la cadera. Sacudió la cabeza, disgustado, y se fue furioso, mientras el niño los saludaba por encima del hombro.
Edward y Bella se miraron el uno al otro. Bella apretó los labios pero no sirvió de nada. Empezó a reír. Él también lo hizo e inclinó la cabeza para apoyar su frente contra la de ella.
―Deberíamos salir de aquí antes de que nos arresten por indecencia pública ―murmuró Bella. Eso la tranquilizó un poco. Sería la historia de su vida si la llevaran de regreso a la cárcel menos de una hora después de su salida.
Edward le dio un suave beso en los labios.
―Hay mucho tiempo para nosotros.
Ella se estremeció y cerró los ojos brevemente. Con un cargo de intento de asesinato prendiendo sobre ella...
―Ey. ―Edward la apretó, frotando su espalda―. Vas a estar bien.
―Sí. ―Ella se aferró a él por un momento más―. Seguro.
Salió del auto de mala gana y regresó al asiento del pasajero. Ahora estaba más centrada, enfocada. Los pensamientos que rondaban por su cabeza llegaron en un revoltijo más cohesivo. Incluso tenía espacio para unos cuantos más.
―¿Qué jodido auto es este? ―cuestionó, con el ceño fruncido cuando se le ocurrió que Edward no tenía auto.
Edward se burló.
―De tu papá. ―Puso los ojos en blanco mientras arrancaba el coche―. Discutimos sobre... Bueno, todo. Él quería venir a buscarte, pero le dije que podía irse a la mierda. ―Su voz era ronca y sacudió la cabeza―. Dijo que lo menos que podía hacer era no ponerte en mi máquina de la muerte.
―Entonces de verdad deberíamos detenernos en algún lugar privado y tener sexo en el asiento trasero.
Edward se atragantó y farfulló, echando un doble vistazo en su dirección. Él se rio, un sonido muy agudo, y sacudió la cabeza cuando la luz en la que estaban detenidos cambió a verde.
~0~
Bella respiró hondo cuando la puerta que protegía la opulenta casa de su padre se abrió. De un infierno a otro, supuso. No se podía exagerar lo mucho que no quería estar aquí.
Los abogados de su padre llegarían en media hora.
Bella movió su mandíbula, preguntándose si odiaba más la cárcel o esta casa.
―¿Por qué todavía le tengo tanto miedo?
―Hábito. Memoria muscular.
―Estoy en problemas otra vez... pero esta vez es su culpa. ―Bella resopló―. Ni siquiera sé qué decirle. No sé qué puedo decirle. Si le digo que puede irse a la mierda, ¿seguirá pagando por los abogados? Joder. ―Se frotó los ojos con la palma de la mano―. Odio necesitarlo.
―Mereces estar enojada. ―Los dedos de Edward trazaron un patrón suave contra su cuello―. Estoy contigo. Nunca más tendrás que enfrentarlo a solas otra vez si no quieres. Te cubro las espaldas.
Con sus palabras, parte de la tensión en sus hombros se alivió. Una sensación de bienestar se instaló en ella, tranquilizando algunas de sus preocupaciones. Él era bueno para ella. Nunca había entendido el significado de esa frase hasta ese momento.
Inclinó la cabeza hacia arriba, invitándole. Los labios de él se torcieron en las comisuras, sus ojos de alguna manera tiernos y un poco malvados. Presionó sus labios brevemente contra los de ella, provocándola. Ella se rio por lo bajo, le tomó la nuca y lo acercó a ella.
Fue un beso lento y serio. Después de todo, tenían media hora. Habían sido privados de la dulce dicha de un nuevo romance, no una sino dos veces. Nunca tuvieron tiempo para deleitarse con lo que sentían el uno por el otro. Ahora se deleitaba con su sabor, la sensación de su barbilla sin afeitar sobre la sensible piel de sus palmas, el delicioso sonido de los pequeños ruidos que hacía.
La consola entre ellos rápidamente se volvió demasiado. Ella necesitaba más de él. Quería volver a estar en su regazo. Tal vez lo llevaría al asiento trasero.
Se volvió hacia la puerta del auto para hacer precisamente eso y gritó.
Su padre estaba a menos de cinco pies de distancia, frunciendo el ceño con desaprobación. Sacudiendo la cabeza.
―Veo lo que es más importante para ti, incluso en tiempos de crisis. ―Con otra sacudida de cabeza, se dio vuelta y entró en la casa.
Bella se mordió el labio, la vergüenza la invadió. ¿Por qué ella siempre se sentía de esa manera?
¿De qué manera? Una voz le susurró al oído. ¿Qué había estado haciendo exactamente que estuviera tan mal? ¿Besando a su novio? ¿Disfrutando de la adoración con la que la colmaba? ¿Sentirse bien, querida, amada aunque solo fuera por unos minutos?
Besando a su alma gemela.
Presionó sus labios formando una fina línea, tratando de mantener la calma.
Y fallando.
Salió del auto y subió las escaleras hacia la puerta principal antes de que el pobre Edward pudiera reaccionar. Ella lo escuchó decir su nombre pero no se detuvo. Atravesó la puerta y alcanzó a su padre en la entrada principal.
―Ya no podrás menospreciarme ―le espetó a su espalda.
Su padre soltó un suspiro de sufrimiento mientras se daba la vuelta.
―Toda esta situación es bastante dramática. Si pudiéramos hacer esto sin teatro, sería preferible.
Bella escuchó los pasos de Edward y luego sintió su calidez en su espacio personal. Él puso una mano sobre su hombro y ella puso una mano sobre la de él. Respiró hondo y cuadró los hombros mientras miraba a su padre.
―No.
―¿Disculpa? ―dijo él.
―Dije que no. No puedes hacer esto. Esta vez no fui yo quien lo jodió, papá. Tú lo hiciste. No puedes hacerme sentir como una niña que hace berrinches porque estoy enojada. ¿Teatro? Tu maldita teatralidad casi hace que me maten. Es posible que todavía me metan a la cárcel por el resto de mi vida. ―Ella se burló―. Tal vez eso es lo que quieres. Sería un alivio no tener que lidiar más conmigo, ¿verdad?
El rostro severo de su padre cambió y, por una vez, parecía un ser humano, un padre normal.
―No. Eso no es... Eso no es lo que quiero. Eres mi hija. ¿Cómo puedes pensar eso?
―Oh, no lo sé, Charlie.
Bella giró la cabeza ante el sonido de la voz de su madre. Renée le dedicó una sonrisa triste y extendió la mano para tomar la suya. Se volvió hacia su exmarido.
»Te conozco mejor que tu hija. Él te ama, cariño. ―Renée le apretó la mano―. Es solo que piensa que el amor significa arreglar el mundo para que se vea exactamente como él cree que debería ser. Por eso también hizo lo que me hizo a mí.
―Renée. ―Charlie parecía cansado. Su esposa, Sue, se detuvo a su lado.
Renée se rio entre dientes. Acarició la mejilla de Bella con amor.
―Tu padre es bueno para encontrar sentido. Y si cree que no lo tienes, es bueno para hacerte sentir tonta. ―Suspiró―. Te debo muchas disculpas, cariño.
Bella ladeó la cabeza, confundida por el giro de la conversación.
―¿Mamá?
―Cuando eras niña, cuando luchábamos por ti… ―Renée sacudió la cabeza―. No es que no entendiera lo que él estaba diciendo. Era joven. Literalmente me escapé con un hombre que acababa de conocer cinco días antes. ―Ella se rio, el sonido era triste―. Destruí nuestra pequeña familia. Eso lo entendí. Por supuesto, él pensó que yo no era buena para ti, que solo te haría daño otra vez. Así que luchó tan duro como pudo para asegurarse de que tuviera el menor acceso posible a ti. Y, por supuesto, tenía el dinero para hacerlo muy, muy bien.
―Renée ―masculló Charlie, sonando brusco ahora, pero Renée no había terminado.
―No es una excusa, Bella. No debería haberme dado por vencida. No debería haber pensado que él podría tener razón, que podría darte todo lo que necesitabas. Lamento tantas cosas.
Sus ojos estaban llorosos. Acarició la mejilla de Bella y respiró con fuerza.
»Debería haber estado aquí todo el tiempo. Cuando murió tu hijo...
Bella se estremeció, retrocediendo y encontrando la comodidad del pecho de Edward. Él le puso una mano en la cintura, abrazándola.
―No lo hiciste... yo estaba bien ―susurró.
―Eso es lo que siempre dijiste. Que estabas bien. Pensé que tu padre tenía razón. Ni siquiera entonces me necesitabas, pero estaba equivocada. No debería haberle creído a ninguno de los dos. Por supuesto que no estabas bien.
―Mamá ―musitó Bella, pero no sabía qué se suponía que debía decir a continuación.
―No te preocupes. Estoy tratando de decir que yo me encargo de esto. ―Le dio unas palmaditas en la mejilla a Bella de una manera extraña... bueno... maternal. Luego, se volvió hacia su exmarido con las manos en las caderas y una expresión no muy complacida en su rostro.
»¿Sabes cuál es tu problema, Charlie? Tienes tan arraigada en tu cabeza esta imagen de cómo se supone que debe ser la vida que te olvidas de vivirla. Bueno o malo, tienes que vivir con todo ello.
»Se te permitió cometer errores en tu vida. Como yo. Tú y yo fuimos un error. Yo era demasiado joven para ti. Demasiado diferente. ¿Pero sabes cuál es la diferencia entre tú y yo? Yo no me arrepiento.
Charlie la estudió con el ceño fruncido y Renée puso los ojos en blanco.
»Bueno, fuiste un gran idiota con todo el asunto de la custodia.
Bella se atragantó con una risa y sintió el pecho de Edward subir y bajar en una carcajada.
»¿Pero lamentarlo? ―Renée se encogió de hombros―. Fuiste una lección de vida. Eras lo que necesitaba, saliendo de la vida que tenía cuando era niña. Y tú también me necesitabas. Necesitabas un poco de luminosidad con toda la oscuridad que te provocaste. Además de todo eso, obtuvimos una hermosa hija de lo que tuvimos.
»El punto es que aprendemos de nuestros errores. Ellos nos hacen quienes somos. Entiendo lo que estabas pensando cuando Edward regresó a la vida de Bella. Un ex convicto. Y ella todavía es muy joven. Veo lo que viste.
Bella se enfureció. Detrás de ella, Edward dejó escapar un suave resoplido. Casi podía sentir sus hombros caer.
»¿Pero si es un error? Es responsabilidad de Bella. Su vida, Charlie. Tu trabajo es estar ahí para ella, no controlarla.
―No estoy… ―comenzó Charlie, pero Renée sacudió la cabeza.
―Cállate. El adulto aquí soy yo, porque lo jodiste todo.
Charlie miró a Sue, quien arqueó una ceja en respuesta.
»Puedo ver que los abogados acaban de llegar ―indicó Renée, señalando con la cabeza hacia el frente de la casa―. Tienes el tiempo suficiente para disculparte con tu hija, decirle que la vas a sacar de esto y entender ahora que ella no tiene que perdonarte.
El silencio que invadió la casa fue denso. Todos se sobresaltaron cuando sonó el timbre. Su padre comenzó a girar hacia el sonido pero Renée lo agarró del brazo y lo hizo retroceder.
Charlie hizo una mueca. Dio un paso adelante, acercándose a Bella. Ella retrocedió un paso, adentrándose más en el abrazo protector de Edward, y Charlie asintió.
―Lo siento, Bella. Nunca esperé que terminara así.
Bella miró fijamente a su padre, con cara de piedra. Él no lo entendía. Cómo él esperaba que terminaran las cosas tampoco era aceptable.
Renée puso los ojos en blanco.
―Está bien. Eso apestó, pero no tenemos tiempo. ―Señaló la puerta―. Resolvamos esto.
