Disclaimer: Twilight es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.
Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.
Capítulo beteado por Yanina Barboza
Grupo en Facebook: Tradúceme un Fic
―Estamos siendo groseros.
Edward gruñó y se inclinó para darle otro beso. Sabía a pasta de dientes de menta. Y le encantaba la forma entrecortada en que ella se reía cuando él pasaba las yemas de los dedos por la piel de su vientre. Tenía el mundo entero en sus brazos. No había nada fuera de esta habitación que pudiera tener algún interés.
Bella suspiró, su aliento cálido sobre él, y rodeó su cuello con sus brazos. Ella se inclinó y apoyó la cabeza en su hombro.
»Ha pasado un día entero.
―Aún no han pasado ni veinticuatro horas. ―Intentó no temblar mientras ella subía y bajaba las manos por su columna.
Ella levantó la cabeza y le rodeó la barbilla con los dedos, presionó su pulgar debajo de su labio, su sonrisa suave.
―Desayunamos y almorzamos solos. La cena es lo mínimo que podemos darle a tus padres. Han sido buenos con nosotros. ―Su sonrisa vaciló―. Y mañana tienes que ir a trabajar.
―No voy a ir a trabajar.
―Lo harás ―sentenció, entrecerrando los ojos―. Es solo un día más. Nadie va a ser atacado por homosexuales de clóset trastornados. Nadie va a ser llevado a la cárcel. ―Una vez más, su expresión se suavizó y le tocó la mejilla con los dedos―. No hay nuevas revelaciones de almas gemelas. Solo tú y yo, y nuestra nueva normalidad. ―Ella hizo una mueca―. No es que quiera acostumbrarme a esconderme en la casa de tus padres.
―Oye, yo tampoco. ―Él tomó su mano y se la llevó a los labios, besando sus nudillos. Acercándola, la besó con fuerza y hambre. Sus dedos le hicieron cosquillas en los costados, haciéndola moverse y reír sin aliento en su boca. Él gimió y suspiró―. ¿No podemos quedarnos aquí?
―No.
Hizo un puchero.
Ella acarició su mejilla, su tono era tan tierno que le dolió el corazón y se disparó de repente.
―Eres todo un bebé.
Él le sacó la lengua.
»Guau. ―Sus cejas se arquearon, pero sus ojos aún eran suaves―. Se supone que yo soy la inmadura en esta relación, Edward. ―Ella tomó su mano y lo empujó hacia la puerta.
Él sonrió ampliamente, mostrando todos los dientes. Se sintió joven otra vez cuando la miró y se dio cuenta de que podía tener esta mujer única y hermosa. La vertiginosa sensación ante ese pensamiento lo hizo sentir como un adolescente con toda su vida extendida frente a él, llena de posibilidades. Dejó que su mano bajara y le pellizcó el trasero. Ella chilló y él se rio entre dientes.
―¿Sabes lo que tengo que decir sobre la madurez?
Ella arqueó una ceja.
Con los labios arqueados en una sonrisa de lado, se desenredó de sus brazos. Luego, la empujó.
―Te toqué. Tú la llevas.
―¿Qué? ¡Oye! ―Escuchó a Bella reír mientras él corría por el pasillo. Ella lo siguió rápidamente. Una mirada por encima del hombro le dijo que ella estaba pisándole los talones. Llegó a las escaleras y las bajó a toda velocidad.
Su cabeza giró ligeramente hacia atrás, y no vio con qué se topó. Su cuerpo chocó contra una masa sólida. Escuchó un grito y el ruido de cuerpos cayendo al suelo. Contuvo el aliento cuando el dolor lo atacó al quedar atrapado en una maraña de extremidades.
Y luego un sonido que hizo que el corazón se le subiera a la garganta y que se le revolviera el estómago de miedo. El llanto agudo de un bebé.
―Henry. ―La voz ronca de una mujer, llena de pánico, empujó las piezas en su lugar con un repugnante clic.
Si bien ella no impedía que Emmett los visitara con el bebé, Rosalie nunca se había unido a ellos si Edward iba a estar allí. Aparentemente, ella eligió hoy para darle una oportunidad y mira lo que sucedió. Él corrió hacia ella mientras ella sostenía a su sobrino. Ya fuera que ella cayera con el bebé todavía en brazos o lo hubiera dejado caer, ambos eran escenarios igualmente horribles. Edward trató de levantarse, gritando sobresaltado cuando un duro zapato cayó sobre su mano mientras Rosalie se levantaba del suelo para llegar a su hijo.
―Estoy aquí. Mami está aquí ―arrulló Rosalie, con la voz temblorosa mientras acercaba a su hijo a su pecho. Su mano revoloteaba sobre el pequeño cuerpo de su hijo, comprobándolo―. ¿Qué te duele, cariño?
―¿Está…? ―Edward se movió para acercarse a ellos, tratando de ver qué podía hacer, pero Rosalie lo empujó con fuerza.
―Aléjate de nosotros ―siseó con una mueca de desprecio―. ¿No has hecho suficiente?
Bella se dejó caer al lado de él, con un brazo alrededor de su hombro.
―No lo hizo a propósito. Fue un accidente.
―Cállate. ―Rosalie se recostó, cruzó las piernas y acomodó al bebé que sollozaba en sus brazos. Fijó su mirada en Edward, sus ojos azules brillando con furia―. Estoy tan harta de que todos te pongan excusas. Estoy tan harta de que lastimes a mi familia.
―¿Qué está pasando? ¿Qué sucedió? ―La escena se volvió más caótica cuando apareció Emmett.
―Un accidente ―explicó Bella por él―. No era nuestra intención…
―Él nunca tiene la intención. Nunca pretende lastimar a nadie. ―Rosalie se balanceaba hacia adelante y hacia atrás, todavía revisando a su hijo, tratando de calmarlo y siseándole sus palabras a Edward―. No es tu culpa que la prensa haya estado acosando a tus padres. Aparentemente, no pretendías ignorarlos durante todo esto hasta que los necesitaste, como siempre. No pretendías ser tan alborotador. No pretendías mantener a tus padres tan ocupados tratando de conservar tu estúpido trasero fuera del reformatorio que olvidaron que tenían otro adolescente que tal vez podría haberse beneficiado de un poco de atención.
―Cariño ―protestó Emmett aunque no con mucha fuerza.
Pero Rosalie estaba en racha.
―No quisiste emborracharte como un idiota petulante y obligar a tu hermano a dejarnos solos en casa cuando ambos estábamos débiles. ―Su voz se quebró. Sus labios se fruncieron y volvió a mirar a su hijo, meciéndose con más fuerza mientras el bebé seguía llorando―. Él estaba tan débil. No puedo... No puede ser lastimado así.
Emmett se sentó a su lado, puso un brazo alrededor de sus hombros y la acercó a él.
―Él está bien, cariño. Ambos están bien.
Un toque en su hombro llamó la atención de Edward. Giró la cabeza para encontrar el rostro de Bella cerca del suyo, sus ojos suaves.
―Vamos ―pidió, dándole un suave jalón a su brazo.
Se puso de pie, dio un paso, se detuvo y casi se dio la vuelta, pero Bella apretó con más fuerza.
»Vamos ―repitió.
Frustrado y culpable, Edward se puso a caminar a su lado, fuera de la vista de Rosalie. Bella dejó caer su mano, sus dedos rozando su brazo. Ella entrelazó sus dedos.
Edward jadeó y soltó su mano de su agarre.
―Mierda ―masculló con los dientes apretados. Miró y parpadeó―. Mierda ―dijo de nuevo.
―Oh, Edward. ―Bella se acercó a él, su mano flotando cerca pero sin atreverse a tocar la suya.
Estaban parados a un lado de la cocina. Al otro lado se abrió una puerta. Carlisle y Esme entraron desde el garaje. Carlisle ladeó la cabeza y dejó la bolsa que había traído.
―Uh oh. Un bebé infeliz.
Esme, y su aguda intuición de madre, le tomó tres segundos centrar su atención en él.
―Algo anda mal ―murmuró.
Edward había escondido su mano detrás de su espalda. El dolor, sin embargo, ahora que no estaba distraído por la culpa y el miedo por su sobrino, lo invadió con la fuerza de un río caudaloso. Sabía que estaba pálido y se esforzó por no pellizcarse los ojos.
―El bebé se cayó ―informó, tratando de desviar la atención hacia su sobrino.
―Él está bien. ―Bella intentó sacar el brazo de Edward de detrás de su espalda pero él se mantuvo firme―. Fue aterrador, pero él está bien. Tú no. Estás lastimado.
Eso fue todo. Edward suspiró frustrado cuando sus padres fueron a revisarlo.
―Oh, Dios… ―Esme se llevó una mano a la boca―. Pobre bebé.
―Es tu muñeca. Está rota ―indicó Carlisle.
―Sí, puedo ver eso. ―Su mano, en lugar de estar centrada en su muñeca, parecía como si la hubieran movido media pulgada hacia la derecha.
―Oh, cariño. ―Esme pasó una mano por su cabello.
Edward se alejó, luchando por mantener el ceño fruncido fuera de su rostro.
―Estoy bien. Deberías ir a ver cómo está el bebé. ―El dolor le hizo hablar con los dientes apretados.
―Henry está bien ―comentó Bella―. Ya ni siquiera está llorando.
―Estás lastimado. ―Esme intentó nuevamente acariciarlo y suspiró cuando él se volvió a alejar―. Vamos a cuidar de ti.
Un sonido de burla llamó su atención. Efectivamente, Rosalie y Emmett reaparecieron, la primera parecía muy enojada.
―Por supuesto. Casi mata a tu nieto corriendo escaleras abajo como un loco, y todavía se trata de él.
―Le fracturaste la mano, Rosalie ―escupió Bella, entrecerrando los ojos hacia la otra mujer.
Los ojos de Rosalie se abrieron y se dirigieron a su mano mientras sus labios formaban una "o" perfecta.
―Yo... Eso fue un accidente. Nunca quise…
―¿Nunca quisiste lastimar a nadie? ―la desafió Bella, su tono goteaba sarcasmo―. Supongo que esa excusa solo funciona para ti, pero no puedes darle al hermano de tu marido, al tío de tu hijo, el beneficio de la duda. ―Ella sacudió la cabeza y no esperó respuesta. En lugar de eso, puso una mano en la parte baja de la espalda de Edward―. Vamos. Necesitamos llevarte a urgencias. ¿Dónde están las llaves del auto?
Mordiéndose el interior de su labio con fuerza, Edward sacudió la cabeza. En lugar de responderle a Bella, se volvió hacia su familia.
―Lo siento ―dijo, porque era todo lo que tenía. A Rosalie le dijo simplemente―. ¿El bebé está bien?
Fue Emmett quien respondió.
―Es un tipo pequeño y fuerte.
Edward asintió.
―Eso es bueno ―musitó, y luego siguió a Bella fuera de la habitación.
~0~
Bella estaba allí para tomar su mano.
Algo tan pequeño. No es que necesitara apoyo. Era un hombre adulto plenamente funcional y acostumbrado a cuidar de sí mismo. No tenía miedo de los médicos ni padecía un dolor insoportable. No necesitaba un abogado; podía defenderse y hacer todas las preguntas correctas. Aun así, el hecho de que ella estuviera allí cada minuto, excepto el tiempo que él estuvo tomándose las radiografías, calmó parte del agravamiento que sentía justo debajo de su piel.
Transcurrieron horas, pero aquí estaban finalmente, él con un yeso azul nuevo que cubría su muñeca y ella con una mano en la suya libre. Ella dejó escapar un largo suspiro y una risa cuando el médico se fue, diciéndoles que esperaran a la enfermera y los documentos sobre el cuidado de su apéndice fracturado.
―¿Qué es? ―preguntó, estudiándola.
―Es pasada la medianoche. ―Ella sacudió la cabeza―. Ya van seis días que pasamos tiempo ya sea en un hospital o en una cárcel.
―Bueno, supongo que el mundo tenía razón acerca de nosotros. Somos un par de huevos podridos. ―Él sonrió pero luego frunció el ceño, frustrado nuevamente mientras pensaba y repensaba en el día de hoy.
―Sabes ―comenzó Bella lentamente―, cuando estaba embarazada leí muchos blogs. Algo que vi muchas veces fue que esas cosas pasan. ―Su nariz se arrugó―. Me asusté muchísimo, pero también fue una especie de alivio. Saber que todos los padres lastiman accidentalmente a sus hijos. Golpearles la cabeza contra la pared. Quedarse dormidos al mecerlos por la noche y el niño simplemente rueda de sus regazos. ¿Qué fue lo que dijo uno de ellos? ¿Eres realmente padre si tu bebé no se ha caído de la cama? ―Ella le echó el pelo hacia atrás―. Da miedo, pero eres humano. Eso es todo. No eres un huevo podrido. Simplemente humano. ¿Tú y yo? Ambos podemos cometer errores. Eso no significa que tengan razón acerca de nosotros. No Rosalie. Ni mi padre. Ni la maldita prensa. Ninguno de ellos.
Él le levantó la mano, todavía entrelazada con la suya buena, y le besó los nudillos.
―Nunca he podido culpar a alguien por estar enojado. Lastimé a su bebé. ―Él agachó la cabeza―. Rosalie no estaba equivocada. ¿Todas esas cosas que dijo? Ni siquiera pensé en el hecho de que la prensa debe estar detrás de mis padres, incluso si la casa está protegida.
―Yo tampoco pensé en eso. ―Ella sacudió su cabeza―. Estabas cuidando de mí. Necesitaba un tiempo fuera, y bajábamos las escaleras para reconectarnos, para convivir con otras personas. ―Ella le apretó los dedos―. Estás haciendo lo mejor que puedes.
―Que no es…
―Es suficiente. ―Ella le dirigió una mirada severa―. No pienses lo contrario. No empieces con tu tontería de que no eres lo suficientemente bueno, porque para mí lo eres.
Una leve sonrisa apareció en sus labios y la miró a los ojos feroces.
―No, en realidad creo que lo hice bien contigo. Creo que eres lo único en mi vida que he hecho completamente bien. Bueno… ―Hizo una mueca―. Excepto por el principio. Mi primera incursión cuidando bebés. ―Él puso los ojos en blanco.
―Pero no me dejaste caer. Me atrapaste. Así que tu récord sigue intacto.
Él la rodeó con un brazo y besó su coronilla.
―Me alegro de no haberte dejado caer de cabeza.
―Ja. Mi papá te habría culpado por mis malas decisiones. Por aflojar algunos tornillos y todo eso.
―Bueno, soy la encarnación del mal. Lo sé.
Unos minutos más tarde finalmente estaban deambulando por los relativamente tranquilos pasillos del hospital. Edward tenía su mano izquierda levantada, tocando el yeso con el ceño fruncido.
―No te preocupes. ―Bella rozó contra él con un suave golpe―. Le haré unos dibujos más tarde.
Extendió la mano para tomarla.
―En realidad me preguntaba qué tan difícil sería manejar la moto.
―Mmm. ―Ella arqueó los labios como si estuviera pensando―. Las curvas cerradas que suben a la montaña pueden ser complicadas. Pero un paseo por la costa. ―Ella se encogió de hombros.
Visiones de viento y olas jugaban en su cabeza. Un día en la playa. Podía imaginarlo todo. El paseo con los brazos de ella alrededor de su cintura y su cabello flotando en el aire salado. Cayendo con ella al agua. Qué bien y pellizcable se vería su culo en bikini. Aún mejor: pantalones cortos y un top de bikini. Esa imagen le hizo cosas a él, y a ella…
―Lo haremos ―prometió.
Llegaron a la entrada y salieron al aire fresco. Con Bella sosteniendo su mano y las visiones de toda una vida de buenos momentos en su cabeza, casi había recuperado su buen humor de antes. Antes. Cuando toda la atmósfera a su alrededor era cálida y se llenaba de una luz vertiginosa.
Pero una vez más, como si se estrellara contra una pared de ladrillos de pelo rubio, su felicidad duró poco. Ni siquiera estaban a medio camino del estacionamiento cuando Edward escuchó su nombre. Se giró sin pensar y se encontró con la luz cegadora de un flash.
―Entonces tu ola de violencia continúa, ¿eh? ―El paparazzi le lanzó su pregunta a Bella―. ¿El pobre Edward salió a apoyar los derechos LGBT? ¿Te estás esforzando para agregar otro cargo de agresión a tu expediente?
―¿Está bromeando? ―La furia recorrió a Edward, quemando todas las cosas buenas que sentía, arrasándolo todo. Dio un paso amenazador hacia el hombre―. ¿Quién diablos te crees que eres?
―Oh. ―El hombre dio un paso atrás, alejándose de Edward, pero tomó otra fotografía―. Tal vez te lastimaste al golpear a otra persona. Eres su verdadera alma gemela, ¿verdad? Cortados con la misma tijera. La misma marca de imbécil intolerante, ¿verdad?
Edward dio otro paso hacia el paparazzi pero Bella lo empujó hacia atrás. Fuerte.
―Sin comentarios ―le espetó al hombre, quien tomó otra fotografía.
Bella mantuvo su mano apretada en la de Edward, jalándolo hacia adelante tan rápido que él casi tropezó con sus pies. Su instinto alfa luchaba con su lógica. Sabía, muy bien lo sabía, que no podía hacer nada. No debía hacer nada. Cualquier cosa que le dijera o le hiciera a este imbécil solo empeoraría las cosas para Bella, y eran muchas las posibilidades de que se enfrentara a un juez y un jurado que podrían dejarse llevar por toda esa historia de mierda que la prensa había construido.
Lo sabía, pero era difícil, muy difícil, no darle un puñetazo. El hombre no podría escribir su historia ni imprimir sus fotografías si estuviera inconsciente, ¿verdad?
De alguna manera llegaron al auto. Bella le abrió la puerta y casi lo empujó adentro. Estaba furioso, el instinto de proteger a su pareja solo aumentaba su terrible impotencia. Rodeó su mano inútil debajo del yeso. Podría haber conducido. Si no fuera por su mano, si no fuera por las drogas en su sistema, al menos podría haberle ahorrado a Bella esos pocos segundos extra que tuvo para escuchar las viles palabras del imbécil. No podía hacer nada más que estar ahí para ella sin importar lo que pasara con Demetri; al menos debería haber podido alejarla de este lugar.
―Lo siento ―habló con voz áspera. Finalmente salieron a la calle, dejando atrás al paparazzi.
Bella giró los hombros y sacudió la cabeza, como si pudiera liberarse de la suciedad del hombre tan fácilmente.
―¿Por qué? No hiciste nada.
―Exactamente.
Ella se rio sin humor.
―Te gusta hablar de que no eres una buena pareja porque has vivido la vida que has vivido. Esta es mi vida, Edward. Esto es lo que yo aporto. Mi padre es un político. Me has escuchado quejarme sobre la prensa en esos eventos, incluso cuando no buscaban nada sobre mí. Mi papá podría ser el maldito presidente; ¿crees que no vas a tener que lidiar con paparazzi molestos? ―Ella volvió a reír, esta vez un poco más animada―. Diablos, ellos eran la mitad de mis problemas cuando era más joven. No aceptaba mierda de esos imbéciles y nunca les pasó nada. Les di más municiones, más para escribir, más contenido que maquillar para hacerme quedar peor ante el público. Y lo harán contigo si les das la oportunidad. ―Ella se acercó y le apretó el brazo por encima del yeso―. Esa es la naturaleza problemática de las almas gemelas, ¿verdad? No puedes elegir cuán locos venimos, es lo que somos. Padres manipuladores. Cuñadas gruñonas. La prensa y más que nuestra justa parte de mala suerte. Somos nosotros. ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres?
Él resopló y dejó pasar unos momentos de silencio entre ellos mientras libraba varias discusiones infructuosas en su cabeza.
―¿Realmente no puedo golpear a ninguno de ellos? ―comprobó, irónicamente.
―Te aconsejaría que no.
Otro latido.
―Maldición. ―Otro latido―. No. Aun así vale la pena.
Decidieron que iban a ser felices para siempre. Y todos los detractores, todos los paparazzi, la prensa y su maldita cuñada podrían irse al infierno si no les gustaba.
