Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Edward estaba harto.

Desde pequeño siempre se había sentido como si estuviera en un barco constantemente sacudido por un mar embravecido. La gente siempre le dijo que tenía el poder de cambiar su destino para bien. Sé una buena persona y tendrás una buena vida. Pero si tomaba una buena o mala decisión, poco importaba. Mejor o peor, su vida dio vueltas y vueltas según el capricho de otra persona.

Pero ya no iba a permitir que le sucediera a Bella.

Bajó las escaleras, ignorando a Bella y a su madre llamándolo por su nombre. Cualquier cosa que el buen senador quisiera ahora, podía irse al infierno, y Edward se iba a asegurar de hacérselo saber.

En la sala de estar, Edward encontró a Eleazar atendiendo a un hombre con un impecable traje de negocios.

―No hay necesidad de eso, Eleazar ―informó, poniendo una mano en el brazo del mayordomo―, nuestro invitado no se quedará.

Eleazar se enderezó y el extraño se puso de pie. Le ofreció a Edward una sonrisa confiada y una mano para estrechar.

―Señor Cullen, ¿supongo? Mi nombre es…

―No se moleste. No hay nadie en esta casa interesado en sus servicios.

La sonrisa del hombre solo se hizo más amplia.

―No ha escuchado mi discurso.

―No hay ninguna necesidad ―indicó Bella, uniéndose. Ella se paró al lado de Edward y él la rodeó con un brazo protector―. Hola, Benjamin.

―Señorita Swan. ―Su labio se levantó en la esquina―. No creí que supiera quién soy.

―Mi padre cree que no presto atención. ―Bella miró a Edward, con un brazo alrededor de su cintura―. Benjamin Touma es el jefe de equipo de relaciones públicas de mi padre. Es excelente en lo que hace: conseguir que mi padre parezca presidencial. ―Ella volvió a mirar al hombre―. Mire, no estoy realmente interesada en controlar los daños a la imagen de Charlie.

―Eso es bueno, porque este plan que tengo aquí es potencialmente devastador para su carrera.

Eso llamó la atención de Edward y Bella. Edward se tensó, cauteloso ante cualquier truco o manipulación.

―¿Qué quiere decir? ―preguntó.

Benjamin juntó las manos.

―Bueno, todo depende de cómo quiera jugar.

―La vida de Bella no es un juego.

―No, y la suya tampoco. ―Benjamin señaló el sofá frente al que estaba sentado―. ¿Por qué no se sientan los dos? ¿Y me escuchan?

Edward sintió una mano suave en su espalda y miró por encima del hombro para encontrar a su madre allí, con ojos preocupados.

―No lo habría dejado entrar si no creyera que tiene algo de razón en lo que está diciendo. Se han mantenido alejados de internet. No han visto algunas de las teorías, las cosas que publican sobre ustedes. La forma en que tuercen las cosas. Yo sí.

―Su madre tiene razón, señor Cullen. Sé que nunca fue su intención o deseo estar en el ojo público, pero aquí está. En este momento, la única narrativa que existe es la que la gente del señor Fontaine está soltando en cada oportunidad que tienen, y no es un cuadro halagador el que están pintando. Puedo ayudarle. ―Miró a Bella―. A los dos. No a su padre. A ustedes.

―Cuanto más interactuamos, más material tienen ―respondió Bella―, se aburrirán de nosotros. No somos celebridades. Ni siquiera somos políticos.

―Estoy de acuerdo, estos son sus quince minutos de infamia ―convino Benjamin―, pero lo que tienen que preguntarse es cuánto daño se puede hacer en esos quince minutos. La historia que están tratando de contar es fea. Estoy de acuerdo con la evaluación de su padre de que sus problemas legales serán, en el mejor de los casos, pasajeros; pero usted está en condiciones de conocer mejor que la mayoría el poder de la opinión pública. Esto puede afectar, y afectará, sus amistades, sus perspectivas laborales actuales y futuras. No está fuera del ámbito de la posibilidad que la universidad le pida que no regrese.

―Bella ha hablado con los de la universidad y yo he hablado con los de mi trabajo. Todos están al tanto de lo que está pasando. Está bien ―indicó Edward.

―Por ahora. Porque el público no sabe dónde trabaja. Lo descubrirán. Y la gente está… ―El labio de Benjamin se torció―. La gente se obsesiona con las cosas, especialmente cuando se trata de intolerancia. No pueden enviarle a la cárcel por ser intolerante, pero pueden perseguir todo lo demás, y lo harán. En este momento, el señor Fontaine tiene mucho que limpiar en ese lado. Es un político republicano con un historial de retórica anti-gay. La opinión pública está confundida acerca de a quién creerle. Pero si solo se cuenta una historia...

―Escuchas algo suficientes veces y empiezas a creerlo. ―Edward intercambió una mirada con Bella. Ella arqueó una ceja y él suspiró. Le hizo un gesto a Benjamin y le indicó que se sentara―. Bien.

Todos se acomodaron. Eleazar fue a buscar bebidas para todos y Esme se disculpó, dándole un reconfortante apretón al hombro de Edward mientras se iba. Edward y Bella se sentaron frente a Benjamin, con los dedos entrelazados mientras escuchaban.

―Tienen opciones. La primera y más agresiva es una entrevista cara a cara. En televisión.

Edward ya estaba negando con la cabeza.

―De ninguna manera. Alguien estará tratando de hacer que cometamos un error ante la cámara.

Benjamin extendió una mano en un gesto apaciguador.

―Son una historia de interés humano; no sería una entrevista implacable. Las preguntas serían aprobadas previamente y no sería en vivo, por lo que si el entrevistador intentara algo turbio, podrían decirle que se vaya a la mierda. Y… ―Él mostró una sonrisa llena de dientes―. Esta es la opción con la que pueden echarle la culpa al senador.

Bella resopló un poco. Se abrazó a sí misma.

―¿Qué significa eso?

―Tendría la oportunidad de contar su historia. Lo bueno de esta opción es que no hay ningún subterfugio. No hay ningún giro. Chicos, su historia será fascinante. Tiene de todo. Dos adolescentes con problemas. ―Señaló a Edward―. Les contará cómo fue. Cómo personas como el senador exageraron cada pequeño error y cómo eso le alejó de la posibilidad de tomar un camino diferente.

―¿Está intentando que lo despidan? ―inquirió Bella, sonando incrédula.

El labio de Benjamin se frunció.

―Créanme, he pasado los últimos dos días tratando de que el señor Swan reconsidere pagarme por destruir su carrera. No porque crea que tiene razón, sino porque he puesto considerable tiempo y esfuerzo en hacerlo elegible.

Edward se burló.

―Su honestidad es impresionante.

―En mi línea de negocios, señor Cullen, la honestidad es en realidad la mejor política. ―Señaló a Edward―. Lo cual no es cierto en la mayoría de las prácticas, a pesar de lo que le diga su madre, pero estoy seguro de que llegaremos a ese tema pronto. ―Agitó una mano y miró a Bella―. En cualquier caso. Su padre, quien me recordó en términos muy claros que él debería ser el encargado de cómo se gasta su dinero, siente que usted es más importante en este escenario.

Bella parpadeó.

―¿Qué?

―Dijo que usted había trabajado duro para superar su pasado, lo cual, por cierto, es otra razón por la que puede convertir a la prensa en su perra si así lo desea. La gente es fanática de las historias de redención. ¿Dos redenciones y una historia de alma gemela? ―Hizo el gesto de beso de un chef―. Pero me estoy adelantando. Su padre dijo que no quería ser la persona que le hiciera la vida más difícil. También dijo que le había enseñado a asumir la responsabilidad de sus errores, para poder tenerle la cortesía de hacer lo mismo.

―Oh. ―La palabra sonó entrecortada y Bella miró fijamente al frente, con los ojos desenfocados.

Edward puso una mano en su rodilla y, después de un momento de silencio, Benjamin se aclaró la garganta.

―¿Puedo continuar?

Ella asintió.

―Una entrevista resaltaría su búsqueda de redención tanto en su juventud, Sr. Cullen, como ahora. Hay una hermosa poesía en su historia. El día que salió de prisión, queriendo ser un miembro cariñoso de su familia, un buen hermano y tío, corrió al hospital y allí la encontró a ella. Era el comienzo de una vida completamente nueva para ambos, aunque aún no lo sabían.

El cuadro que Benjamín pintó era beatífico, pero cuanto más hablaba, más se le revolvía el estómago a Edward. Le dio un fuerte apretón a la mano de Bella antes de levantarse, dándole la espalda al hombre. Flexionó las manos a los costados tratando de controlar su ira.

―Deténgase ―pidió Bella de repente, interrumpiendo a Benjamin en medio de la historia, su historia. Cómo habían forjado su amistad, comprendiéndose mutuamente de una manera que nadie más podía hacerlo. Cómo trabajaron duro para superar su dolor mutuo porque Charles le había recordado a Bella que esto sólo podía terminar mal; cómo había mentido diciéndole que su alma gemela todavía estaba ahí afuera esperando destruir cualquier vida que construyera con Edward.

Bella negó con la cabeza.

»Lo siento ―dijo con voz áspera. Edward se paró detrás de ella, con una mano en su hombro. Ella puso una mano sobre la de él y miró hacia arriba, respirando profundamente―. Bien, sé lo bueno que es en lo que hace, Benjamín. Es un plan brillante. Podemos arreglar nuestra imagen, vender nuestra historia a la gente, con una entrevista si todo va bien, y sé que se asegurará que salga bien.

»Pero... es… ―Ella se retorció las manos―. No se siente bien. Nada de lo que está diciendo está mal. Todo es verdad, pero… ―Puso su mano sobre la de Edward en su hombro―. Es nuestra. La idea de que la gente nos consuma, esta... cosa hermosa que hemos encontrado… ―Sacudió la cabeza y tragó saliva―. No quiero que nadie más lo sepa.

Edward le apretó el hombro y ella lo miró. Él le sonrió y le acarició la mejilla con las yemas de los dedos de su mano mala. Eso fue todo. Aunque vio el valor del plan trazado por Benjamín, le enfermó físicamente pensar en miles de extraños que pensaran que tenían derecho a tener una opinión sobre algo tan valioso.

»Sé que probablemente tenga más sentido para usted ser lógico, pero..

La risa de Benjamin la interrumpió y él levantó una mano.

―Está muy bien, señorita Swan. ―Él le guiñó un ojo―. El hecho de que sea un demonio chupa sangre no significa que no pueda empatizar con las emociones humanas. Su vida ha sido vivida de alguna manera a la vista del público, sin que usted lo haya elegido. Tengo una hermosa esposa. No tengo deseo de compartirla a ella o nuestros momentos más íntimos con el mundo. ―Él asintió sucintamente―. Entonces, hablemos de sus opciones.

Una hora más tarde, tenían un plan provisional.

Benjamín se puso de pie y volvió a abrocharse los botones. Él hacía mucho eso, Edward notó. Obsesivamente se abotonaba, volvía a abrochar y luego alisaba su chaqueta. Era algo que hacían los hombres de alto poder. Edward lo veía mil veces al día en el trabajo.

Por eso él se quitaba la chaqueta cuando llegaba al trabajo.

―Entonces, Sr. Cullen. ―Benjamín le ofreció la mano para estrecharla―. ¿Qué piensa? ¿Se arrepiente de no haberme echado cuando tuvo la oportunidad?

―No tiene idea ―murmuró Edward. Se rió cuando Benjamín sonrió―. Usted vive para esto.

La sonrisa del hombre sólo se hizo más amplia.

―Sí, pero no por la razón que cree. Soy bueno haciendo que la gente vea lo que quiero que vean.

―Mentir quiere decir.

―Tergiversar no es mentir, Sr. Cullen. Es ordenar cuidadosamente la verdad. ―El asintió―. Es cierto que algunas personas en mi profesión usan sus poderes para el mal. ―Miró a Bella―. La gente del Sr. Fontaine está desenterrando los motivos intolerantes detrás de algunos de los crímenes de sus antiguos amigos, por ejemplo. No tiene nada que ver con usted, pero hay verdad en su historia. El hecho de que usted fuera amiga de estas personas es verificable. No está fuera del ámbito de lo posible que pudiera pensar como lo hacen sus amigos.

―No lo hago ―sentenció Bella, con vehemencia.

―Por supuesto que no. ―La voz de Benjamin era conciliadora―. Y me gusta creer que soy muy exigente con mi clientela. Personas como usted cuyas vidas y reputaciones merecen protección.

―Y políticos mentirosos ―agregó Edward, las palabras salieron con un tono mordaz.

El labio de Benjamín se torció.

―El senador Swan tomó algunas... decisiones lamentables como padre. Pero sigo creyendo que sus ideas para sus electores tienen mérito. ―Él asintió con la cabeza en deferencia hacia Edward―. Como padre, luchó por practicar lo que predicaba cuando se trataba del joven matón que dejó entrar a su casa, pero aunque el programa falló, ayudó a muchas más personas. Eso es lo que creo que hace que valga la pena luchar por el senador. Y lucharé para que él supere este debate sobre su carácter.

Edward presionó sus labios en una delgada línea, pero la mano de Bella en su brazo lo mantuvo callado.

―Hay una razón por la que le permití arrastrarme a todas esas funciones ―indicó, con voz tensa pero firme―. Yo también creo en sus ideas. Sólo… ―Tragó saliva y levantó la barbilla―. Para ser honesta, es parte de su trabajo, ¿verdad? Eso es lo que dijo antes.

Benjamin ladeó la cabeza y la estudió con expresión curiosa.

―Así es.

―Entonces, ¿qué le aconsejó a mi papá que dijera sobre mí?

Edward también se preguntaba si este hombre le había aconsejado al senador que arrojara a su hija debajo del autobús para distanciarse de este escándalo.

La sonrisa de Benjamin se suavizó.

―¿Esta vez? Toda la verdad. Incluso yo pondría límite a cualquier curso de acción que ayudara a encarcelar a una mujer inocente. Él y el Sr. Fontaine conspiraron para engañarla. Usted es una víctima. ―Puso cara de vergüenza―. Aunque, en este caso, no fue una cuestión de altruismo. La verdad gana. Es un padre que nunca supo cómo hablar con su hija. Eso es oro. La mayoría de los padres se identificarán con eso desde el principio.

Edward hizo una mueca, pero pudo ver por la mirada en los ojos de Benjamin que estaba bromeando. Bella sonrió un poco.

»Los padres suelen decir que harían cualquier cosa para proteger a sus hijos ―continuó Benjamin―. Morirían por sus hijos. Matarían por sus hijos.

―Le mentirían a sus hijos. ―Bella cruzó los brazos sobre el pecho―. Emparejándolos con un alma gemela falsa que es un psicópata intolerante.

Benjamín asintió.

―La cuestión es que los padres llegan a los extremos para proteger a sus hijos. Se equivocan, pero sus corazones están en el lugar correcto. La mayoría de los padres simpatizarán con eso y él podrá reparar su imagen ante ellos. ―Inclinó la cabeza, estudiando a Bella por un momento―. Su padre está orgulloso de usted. De lo duro que ha trabajado y de lo lejos que ha llegado. Estos fueron errores de él, no suyos.

Bella tragó audiblemente.

―¿Le dijo que dijera eso?

―No tenía por qué. Como dije. Es la verdad, y es lo que él quería decir. ―Benjamín le ofreció una mano―. Las circunstancias son lamentables, pero espero trabajar con usted. Usted y el Sr. Cullen son mi tipo de personas.

~0~

Mientras conducían por la calle, Edward miró por la ventana al Océano Pacífico que se alzaba grande más allá de la arena. Se mordió el interior de la mejilla, tratando de reprimir el resentimiento que le revolvía el estómago.

Se suponía que iban a ir a la playa en su motocicleta; esos eran los planes susurrados que habían hecho. Deberían haber estado recorriendo la carretera, con el viento azotando el cabello de Bella detrás de ellos y los brazos de ella alrededor de su cintura.

Pero Benjamin le puso freno a la motocicleta. Lástima, chico: no es la imagen que quieren proyectar en este momento. Así que estaban en el Volvo de sus padres.

Y eso, se recordó Edward mientras se estacionaban en uno de los muchos garajes disponibles, estaba bien. Una cita con Bella para comenzar la rehabilitación de su imagen pública no era una tortura.

Las cosas estaban mejorando. Tal como estaban, las noticias estaban comenzando a usar frases como "se espera que se retiren los cargos" al informar sobre los problemas legales de Bella. Habían contado con expertos para tratar de darle sentido a lo sucedido. Tenía muchos agujeros la narrativa de Demetri y Bella no encajaba en el perfil de una persona que cometería un crimen de odio. Sus enfrentamientos con la ley en su juventud nunca fueron violentos. Alguien incluso indagó su historial de Facebook y otras redes sociales, descubriendo algunas veces que había reblogueado un artículo pro-LGBT o agregado un marco a su foto de perfil de Facebook indicando que era una aliada LGBT. Benjamin le dijo que el equipo de Demetri habría sido más inteligente si hubieran retratado el ataque como el de una novia agraviada que acababa de sorprender a su alma gemela siendo infiel. Infidelidad era infidelidad sin importar el género.

Y ahora esto: darle a la gente algo más en qué concentrarse.

―¿Lista? ―preguntó, mirando a Bella en el asiento del pasajero.

Ella le dedicó una pálida sonrisa.

―Se suponía que las citas eran divertidas.

―Eso es una locura.

Tomados de la mano, emergieron de la oscuridad a la brillante luz del sol.

Edward necesitó toda su fuerza de voluntad para no buscar a su alrededor. Benjamin había seleccionado personalmente algunos fotógrafos y les había avisado hacia dónde se dirigían. Era una buena pista. La prensa estaba buscando cualquier dato a estas alturas. Y no era como si fueran celebridades. Nadie iba a aglomerarse. Mantendrían una distancia respetuosa porque Benjamín les aseguró que esa era la única manera de recibir otra pista.

―Están enamorados ―había dicho―, eso es lo que la gente quiere ver. ¿No es todo el mundo fanático de un buen romance? Sean ustedes mismos.

Así que Edward la acercó como quería. Le frotó la espalda mientras caminaban y la tensión en los hombros de ella disminuyó. Ella lo miró, sus mejillas sonrojadas y su expresión un poco tímida mientras pasaba un brazo alrededor de su cintura.

A la mañana siguiente aparecerían varias fotografías preciosas en algunas publicaciones. Los dos caminando, claramente envueltos en su propio mundo mientras se miraban el uno al otro, ambos sonriendo con adoración. Una foto de Bella, con los pies en el aire mientras saltaba celebrando una victoria en uno de los juegos de carnaval en el muelle, y otra de Edward mientras le entregaba el premio ganado para ella: un Charmander gigantesco. Los tres, Edward, Bella y Charmander, subiendo a la distintiva noria del muelle de Santa Mónica. Las fotos finales serían de ellos apoyados en la barandilla, el océano brillando detrás de ellos mientras Bella limpiaba el azúcar en polvo de sus labios, primero con las yemas de los dedos y luego con un dulce beso. Las noticias reflexionarían que claramente estaban hechos el uno para el otro. Tenían muñecas rotas a juego, por el amor de Dios. Era lindo.

En tiempo real, Edward se rió, retrocediendo ligeramente. Sacó la lengua para lamer el último trozo de azúcar de su labio inferior y luego se giró hacia adelante con un suspiro de satisfacción. Saboreó la sensación de su mano frotando su espalda de arriba abajo.

―¿Qué estás pensando? ―preguntó después de un minuto de pacífico silencio.

Edward resopló y levantó el trozo de pastel que acababa de cortar.

―Los ingredientes. El proceso. El satisfactorio chisporroteo de la masa en la freidora.

Ella lo miró con expresión seria.

―¿Sabes qué?

Él levantó la barbilla, invitándola a continuar.

»Creo que deberías ser panadero.

Sus labios se torcieron.

―¿Qué?

―No eres feliz en tu trabajo. Y dijiste que pensabas en ello cuando eras más joven.

―Sí, pero… ―Se burló y se giró para quedar de espaldas a la barandilla.

―¿Pero?

Abrió la boca, la volvió a cerrar, la abrió y luego se rió, sacudiendo la cabeza.

―Es... no parece suficiente.

―¿Para quién?

Ladeó la cabeza, pensándolo bien.

No era él. Cuando pensó en ello, cuando surgió la idea de trabajar con sus manos, producir algo que tuviera el potencial de dar felicidad a la gente, aunque sólo fuera por un momento. Hornear era matemática y química, una ecuación que podía resolver con las manos. Había algo tan reconfortante en la idea de filas de golosinas, uniformes en tamaño, forma y distribución de frutas y chispas de chocolate.

Hornear no era impresionante. No como su hermano siendo dueño de una empresa exitosa.

Pero se suponía que eso ya no debería importarle.

―Creo que sería una vida agradable ―indicó Bella―. Madrugadas. No hay tráfico. ―Ella sonrió―. ¿Y si pudieras aprender a hacer eso de hacer una rosa con glaseado? ―Ella meneó las cejas―. Eso es súper sexi.

―Ahora sí hay motivación. ―Le apartó el pelo de los ojos y trató de imaginar cómo podría ser su vida. ¿El olor a productos recién horneados y esta mujer?

Era un hermoso sueño.


Estamos en la recta final de la historia. Este es el penúltimo capítulo, el miércoles subo el último capítulo y el viernes el epílogo.