Disclaimer: Crepúsculo es de Stephenie Meyer, la historia de LyricalKris, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from LyricalKris, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Ella no estaba despierta; no precisamente.

Pensamientos conscientes se formulaban pero se esfumaban con cada nueva sensación. Estaba tranquila y segura, recostada de espaldas contra alguien que irradiaba comodidad. Estaba envuelta en sus brazos. Él tarareó, y el sonido vibró contra su oído. Y sus dedos...

Sus dedos enviando deliciosos escalofríos arriba y abajo de su columna. Trazando patrones sobre la sensible piel de su vientre. Ella respiró por la nariz y exhaló un pequeño gemido cuando sus dedos indagadores se deslizaron más abajo, haciéndole cosquillas en los mechones de pelo entre sus piernas. Ella se presionó contra él.

Sonó un tono familiar y los ojos de Bella se abrieron de golpe.

Los brazos de Edward se apretaron alrededor de ella. También hizo un ruido de descontento.

Bella suspiró. Ella no quería reventar esta burbuja, pero con sus problemas legales, no podía permitirse el lujo de no atender la llamada. Se soltó de los brazos de Edward lo suficiente como para alcanzar la mesa de noche junto a su cama. Se puso el teléfono en la oreja.

―¿Hola?

―Hola, Bella.

La irritación ahuyentó lo último de su buen humor. Se sentó y se pasó una mano por el pelo.

―Austin. ―Tuvo que tragar saliva. El asistente personal de su padre no ocupaba un lugar destacado en la lista de personas de las que esperaba tener noticias estos días, pero si alguien hubiera llamado a Charlie en lugar de a ella...

―Parece que has estado pasando por momentos difíciles últimamente, cariño. ¿Cómo estás?

Bella puso los ojos en blanco.

―¿Qué puedo hacer por ti, Austin?

―Oh. Bueno, el senador solo quería que te llamara y confirmara tu reunión con él para hoy.

―¿Qué?

―Tu reunión trimestral…

―¿Estás bromeando?

―El senador insistió mucho en que mantuviéramos esta reunión programada. Me pidió que te recordara traer la información de la universidad. El catálogo. Parece que ya es hora de que elijas una especialización.

―Oh, eso parece, ¿verdad?

―¿Qué?

―Nada. ―Bella cerró los ojos y dejó escapar un profundo suspiro. Tenía muchas ganas de decirle a Austin y a su padre que se fueran a la mierda, pero un rápido análisis de costo-beneficio tomó la decisión por ella. Para mucha gente, podría valer la pena descarrilar su vida otra vez solo para deshacerse de su padre (mudarse con Edward, eso enojaría al buen senador), pero Bella estaba haciendo todo lo posible para pensarlo todo. Como su padre le había dicho más de una vez, los adultos tenían que hacer cosas que les resultaban desagradables todo el tiempo; así era la vida.

»Allí estaré ―le dijo a Austin y colgó el teléfono antes de que él pudiera volver a hablar. Con un gemido, se dejó caer, de regreso a la seguridad de los brazos de Edward por un momento más.

~0~

―La comunicación no comienza ni termina con palabras. ―Así decía su padre con bastante frecuencia―. Cómo te vistes, tu postura, tu estilo, tu porte, tus ojos. Asegúrate de que todo en ti cuente la historia que quieres que otras personas escuchen.

Bella cuadró los hombros mientras miraba hacia el edificio frente a ella. Siempre había venido aquí ya intimidada, llena de temor y a la defensiva. Hoy no. Hoy le estaba haciendo un favor a su padre. Acudía a él solo por pura benevolencia.

También se había vestido para el papel. Fue con Alice, quien primero le alisó el cabello y luego se lo recogió en un inmaculado y severo moño. El estrés y una gran cantidad de tiempo encerrada en casa la habían dejado demacrada, frágil y enfermiza, pero no era nada que una pequeña base y un poco de rubor no pudieran arreglar. Estaba vestida tal como Charlie siempre quiso que lo hiciera: un elegante traje pantalón con líneas nítidas y planchadas. Llevaba tacones altos; del tipo que hacía clic cuando caminaba.

―Con la frente en alto. ―El labio de Bella se arqueó. Por supuesto que estaba repitiendo las frecuentes palabras de su padre―. Sé dueña de cada habitación en la que entres. ―Respiró hondo y asintió―. Puedo hacerlo.

Entró como una mujer a cargo.

―Bella, cariño. ―Sus ojos se abrieron como platos―. Vaya, cariño, tú…

Bella levantó la mano y miró a Austin con frialdad.

―Escucha, cariño. No tengo tiempo para tu charla tonta hoy. ―Pasó junto a él y se dirigió a la puerta de la oficina de su padre―. Solo entraré.

―Oye, espera. Tienes que…

Ignorándolo, Bella entró en la oficina de su padre. Charlie estaba hablando por teléfono. Sus ojos se entrecerraron ante su intrusión, su expresión claramente de desaprobación. Bella casi agachó la cabeza, pero se detuvo. En cambio, levantó la barbilla y lo miró a los ojos, desafiándolo a menospreciarla por entrar a su oficina en silencio y no interrumpir nada. Él se estremeció, sus rasgos se relajaron mientras asentía rígidamente. Hizo un gesto hacia las sillas frente a él, pero Bella ignoró su silenciosa orden. En cambio, se giró y se concentró en las paredes.

En realidad, nunca había contemplado esa oficina cuando tenía la oportunidad de estar allí. Siempre iba directamente a la silla frente a él y se escondía detrás de su cabello hasta que su padre la reprendía por encorvarse y no hacer contacto visual.

Hoy no. Hoy, por una vez, tenía algo que Charlie quería: su perdón. Tal vez era solo para ayudar a rehabilitar su imagen, pero de todos modos, hoy no podía hacerla sentir insignificante.

Cuando terminó su llamada, Bella deambuló por la habitación, observando la imagen que él proyectaba. Tenía fotografías colgadas de él con dignatarios y celebridades. Sus diplomas estaban alineados en una ordenada fila junto con certificados de reconocimiento, placas conmemorativas y similares.

Luego, todo un tramo de pared dedicado a su familia. Era más sentimental de lo que Bella pensaba de él. Tenía una foto muy dulce de él y Sue el día de su boda, ambos con trajes a juego frente al juez de la Corte Suprema que los casó. Tenía fotografías de Seth, Leah.

Y ella.

Bella se sobresaltó cuando se dio cuenta de cuántas fotos en esta pared eran de ella: algunas fotos pequeñas y borrosas de cuando era una niña pequeña, una niña en la playa, una preadolescente que lucía absolutamente emocionada (no) de estar en un vestido de verano en alguna función política a la que su padre la había arrastrado.

Tocó una de las fotos. En ella, era una bebé y su padre la sostenía en sus brazos, con una mano alrededor de su pequeña cabeza. Su mirada estaba asombrada.

Charlie se aclaró la garganta, llamando la atención de Bella al presente. Se dio la vuelta, se abrazó a sí misma y se encontró con la mirada de su padre. Pasaron los segundos en un silencio espantoso. Su estómago se revolvió con ira, arrepentimiento, resentimiento y una extraña y empalagosa necesidad. Tenía una voz en su cabeza que sonaba exactamente como la adolescente que había sido no hace mucho, la chica enojada.

¿Por qué nunca había sido suficiente para su padre?

―¿Tienes algo que decirme? —preguntó con voz tensa y dura.

Su padre asintió y tragó audiblemente.

―Sí. ―Se aclaró la garganta―. Has pasado por muchas cosas recientemente. Sería comprensible que tuvieras problemas en la escuela bajo estas circunstancias.

Bella parpadeó.

―¿Estás bromeando?

―No estoy diciendo que estés teniendo problemas. Realmente nunca has tenido problemas en la escuela. Un poco en matemáticas, pero ¿quién no? Pero si tienes problemas, hay recursos que puedes aprovechar.

Bella lo miró fijamente.

―¿Esto es de lo que quieres hablar? ―No tenía idea de por qué estaba sorprendida. Austin le dijo exactamente sobre qué era esta reunión. No tenía idea de por qué pensó que era solo una excusa para algo más que él quería decir.

―Es lo que acordamos. Yo pago la escuela, tú te reportas cada tres meses.

―¿O dejarás de pagar ? ¿No más clases?

―Tu… ―Charlie cerró los ojos, respiró profundamente y volvió a abrir los ojos―. Por supuesto que no.

―¿Qué pasa si elijo una especialización que no apruebas?

La boca de Charlie se formó en una delgada línea, como si se estuviera esforzando para no criticarla por su melodrama.

―Hemos tenido esta discusión antes. No creo que los títulos sean inútiles. Algunos abren más puertas que otros, pero la educación siempre es valiosa. Es tu vida, y quiero que recibas una educación completa. ¿Es eso tan malo?

Bella descubrió que tenía la mandíbula apretada.

―¿Y si quiero ser política?

Charlie arqueó una ceja.

―¿Tú?

―¿Y si quisiera competir contra ti?

Su labio se torció.

―No es tanto la educación como los años lo que te frena. Técnicamente, lo único que te falta para ocupar mi escaño en el Senado son unos cuantos años; tienes que tener treinta.

―¿Crees que podría hacerlo?

―Creo que puedes hacer cualquier cosa, sí.

Bella quedó muda por las palabras y lo rápido que salieron de su boca; sin pensarlas, solo la verdad. Se le hizo un nudo en la garganta. Ella resopló, buscando en su rostro señales de que estaba mintiendo.

―¿Tú? ―cuestionó, las palabras saliendo con una nota de sarcasmo.

―No creo que tomes en serio elegir ese camino, pero si lo hicieras, no tengo duda de que llegarías hasta la cima.

Bella se quedó mirándolo. La mirada de él era muy seria. Le escocieron los ojos y una infinidad de emociones la invadieron. Se puso de pie y dio unos pasos hacia atrás y hacia adelante. Sus sentimientos de superioridad desaparecieron en un instante. Levantó una mano para pasarla por su cabello y frunció el ceño cuando encontró un moño bien enrollado.

―¿Cuál es el final aquí, papá? ¿De qué diablos se trata esto?

―Hemos tenido reuniones como ésta cada tres meses durante casi dos años.

―Papá.

Su padre emitió un sonido de descontento y se desplomó en su silla, con una mano sobre los ojos. Los ojos de Bella se abrieron como platos ante la vista. Fue especialmente desconcertante verlo de esa manera en su silla, uno de esos números enormes en los que solo las personas grandes e importantes podían sentarse.

Con un suspiro, Charlie levantó la cabeza, aunque no la miró.

―Tu madre y tu madrastra me han explicado que no comunico mis… ―Suspiró de nuevo―. Para mí, las acciones siempre hablan más que las palabras. No tenemos redactores de discursos en la vida real. Puedo dar un discurso, pero decir lo que está en mi… ―Tragó saliva―. Decir lo que hay en mi corazón no es fácil.

»Pusiste todo mi mundo patas arriba cuando naciste, Bella. Esa noche, abrazándote en el hospital, te prometí que cada decisión que tomara sería para ti, lo mejor para ti. Ahora puedo ver cuánto te han afectado mis decisiones. Tu novio... Bueno. No creo que me haya equivocado al mantenerlo alejado de ti a esa edad, pero podría haberlo manejado mejor. Podría haberlo mantenido alejado de ti y asegurarme de que él todavía tuviera todas las oportunidades de prosperar en el programa como lo han hecho muchos otros. Demonios, en retrospectiva, dado que ustedes dos son aparentemente tan inevitables, debería haber sido mi deber asegurarme de que creciera bien.

―Seguro, porque eso es lo que esta situación necesita: más intromisión tuya.

Los ojos de Charlie se entrecerraron, pero respiró hondo otra vez y asintió.

—¿Qué es ser padre sino entrometerse? Dejar a tus hijos solos no es realmente una opción, Bella. ―Se frotó la nuca―. De todos modos, lo que estoy tratando de decir es que, por un tiempo, cuando eras adolescente, no podía decirte nada. Todo lo que intenté para ayudarte no funcionó; solo te alejó más. Pero después... de todo, empezaste a dejarme ayudarte de nuevo. La terapia, la escuela, tu departamento. Finalmente, esas eran cosas que podía hacer por ti después de tanto tiempo de estar fuera de mi alcance.

»Sé que estás enojada. Tienes todo el derecho a estar enojada. Y sé que, en tu posición, mi primera reacción sería alejarte de mí. Cortar los lazos. Descubrir cómo vivir por tu cuenta, vivir tu vida.

―¿Y crees que fracasaría estrepitosamente? ―lo desafió Bella, con la mandíbula apretada.

―No. ―Charlie cerró los ojos y sacudió la cabeza. Por una vez, no parecía molesto. Parecía triste y derrotado―. No, Bella. Si alguien fuera a lograrlo, serías tú. Pero descarrilaría la vida que has trabajado duro para construir. Quiero ayudarte. Quiero que me dejes ayudarte.

Porque así es como puedo decirte que te amo. Bella entendió el mensaje que su padre estaba tratando de decir, completando el círculo de la conversación. Apretó los dientes, la ira se apoderó de ella por un momento. Una pequeña y salvaje parte de ella quería atacar. Él era vulnerable. Podría lastimarlo. Podría hacerle ver lo que es ser herido por alguien que se supone que te ama.

En lugar de eso, se agarró al borde de la silla y clavó las uñas en la madera. Ella inhaló y exhaló.

―Me voy a mudar con Edward.

Los hombros de Charlie se desplomaron.

―Bella…

―Voy a conseguir un trabajo y pagar mis gastos ―continuó como si él no hubiera hablado―. Confiar en ti para ello nunca iba a funcionar por mucho tiempo. Ahora estoy mentalmente estable. Ahora tengo la capacidad de mantener un trabajo e ir a la escuela.

»En cuanto a la escuela, ya llegué a la conclusión de que lo mejor para mí es dejarte seguir pagando. Tampoco quiero depender de Edward solo porque sé que puedo confiar en él. Podría buscar becas, pero eso parece cruel; quitarle la oportunidad a alguien que realmente no tiene otra opción. Los préstamos escolares son una posibilidad, pero mi crédito apesta tal como está. Es mejor gastar el dinero que ganaré arreglando ese desastre para poder llegar a donde necesito estar en la vida en lugar de pagar un exorbitante préstamo estudiantil. Si eso significa que tengo que hablar contigo sobre mis planes para la escuela, está bien. Es un tipo diferente de precio a pagar.

Charlie hizo una mueca, pero asintió lentamente.

―Todo eso suena... muy razonable. Bien pensado.

―No parezcas tan sorprendido. No estoy haciendo un mal trabajo con mi vida. Al menos, no cuando me dejan sola. Cuando la gente se entromete...

Su mirada era amarga pero asintió de nuevo.

―Es justo. ―Sacudió un poco la cabeza y su expresión se volvió algo reticente―. Y en ese sentido, quería agradecerte.

Eso la tomó por sorpresa.

―¿Por qué?

―No le dijiste a la prensa lo que sabías sobre mí. Así que gracias por eso.

―No lo hice por ti ―espetó.

―De todos modos, la oportunidad de vengarte de alguna manera debe haber sido tentadora.

Bella apretó los puños sobre los brazos del sillón. Ella se puso de pie, repentinamente demasiado inquieta para permanecer sentada. Se giró y se alejó unos pasos.

―Nunca he sido la persona que siempre me pintas. Nunca he tratado de joderte solo porque sí. Incluso cuando era adolescente, las cosas que hacía no eran sobre ti; no en realidad.

―Lo sé, Bella.

Ante la gentileza en su tono, Bella dejó de caminar y miró a su padre.

»La atención negativa es atención, ¿verdad?

Bella no dijo nada. Él dio en el clavo. Ella había recibido suficiente terapia para comprender por qué se había comportado de esa manera cuando era adolescente.

»La gente se acostumbra a ser de cierta manera incluso cuando crece ―continuó Charlie―. No me di cuenta a tiempo antes de que te involucraras demasiado. No quería cometer el mismo error cuando te recuperé. ―Él se rio con un sonido sardónico―. Así que, supongo que cometí un montón de nuevos errores.

Bella casi sonrió. Casi. Golpeteó su costado con el dedo. Ella dio un paso vacilante en su dirección. Luego otro. Luego, ella se sentó.

―Quiero ser abogada.

Ella no había dicho esas palabras en voz alta a nadie; ni siquiera a Edward.

Charlie parpadeó.

―¿En serio? ―Ella entrecerró los ojos y él levantó las manos para detener lo que fuera que ella estuviera a punto de decir―. No porque crea que sea una noción ridícula. Solo estoy asegurándome de que no es como lo que dijiste antes sobre ser política.

Bella dejó que sus defensas cayesen una fracción de centímetro. Se mordió el interior de la mejilla.

―No. Creo que lo digo en serio. Tus abogados son víboras. Son unos imbéciles increíbles. Pero también son asombrosos. No todo el mundo tiene acceso a personas así cuando las necesitan.

―Quieres ser defensor público ―completó Charlie.

―Algo así, sí. Si voy a dejar que cuides de mí, debería usar mis poderes para el bien. ―Sus defensas bajaron un centímetro más y miró a su padre―. Sé cómo podría haber sido mi vida si no hubieras estado allí para rescatarme cuando fue mi culpa.

Él sostuvo su mirada. Luego, parpadeó rápidamente y miró hacia otro lado. Se llevó un puño a la boca y tosió, aclarándose la garganta.

Podría jurar que había estado a punto de llorar.

―Está bien, entonces ―dijo Charlie―, hablemos del camino a seguir. Tu siguiente paso. Títulos.

~0~

―Vaya ―comentó Bella, riéndose mientras Edward depositaba su elegante café con leche frente a ella.

Estaban en otra cita; una adecuada cita para tomar café esta vez. Edward encontró una cafetería no lejos del campus universitario. El tipo de tienda con patio adyacente a la acera en uno de esos distritos comerciales tan populares cerca de las universidades. Era el tipo de distrito repleto de tiendas y restaurantes novedosos, lo que significaba mucho tráfico peatonal interesante. Esta cafetería en particular se especializaba en arte ornamentado en latte.

Había una Hello Kitty en la espuma de Bella.

―Tengo una telaraña hecha con llovizna de dulce de azúcar, así que, en realidad, ¿quién gana ahora? ―Edward agitó las cejas hacia ella.

Bella sonrió.

―Es porque el barista piensa que eres lindo.

Edward miró al barista, quien rápidamente desvió la mirada a lo que estaba haciendo detrás de la barra. Él se rio entre dientes y le dedicó una sonrisa a Bella.

―Soy lindo.

―Tal vez un poco. ―Bella se llevó la taza a los labios y tomó un sorbo.

Él extendió una mano y la apoyó en su rodilla. Se inclinó. La mesa entre ellos era lo suficientemente pequeña como para que pudiera sentir el calor de su aliento contra su piel.

―Lástima por él, ya no estoy disponible.

Un cosquilleo recorrió su espalda. Aún así fue emocionante escucharlo. Pero ella mantuvo el tono firme cuando lo miró a los ojos.

―¿Y cómo se supone que él va a saber eso?

―¿Quieres que se lo diga? ―preguntó Edward con fingida gravedad.

―Creo que es mejor mostrárselo.

Edward asintió, la imagen de la seriedad. Acercó su silla para que sus rodillas se tocaran. Extendió la mano, le puso un dedo debajo de la barbilla e inclinó su cabeza hacia arriba para encontrar sus labios. Sabía dulce, como espuma, café y azúcar. Ella suspiró cuando él la besó. Los sonidos de la concurrida calle y la gente a su alrededor desaparecieron.

Y volvieron a aparecer con una repentina conmoción.

Señorita Swan. ¿Cuál es su reacción?

―¿Tuvo algo que ver con los acontecimientos de esta tarde?

Bella estaba tan sorprendida por las voces que se puso de pie. Cuando encontró que un puñado de personas estaban inclinadas sobre el divisor que separaba el patio de la acera, gritó y saltó hacia atrás. Sus piernas todavía estaban enredadas con las de Edward. Sus brazos giraron mientras comenzaba a caer.

Afortunadamente, Edward tenía reflejos rápidos. Él se puso de pie y la agarró del brazo. La atrajo hacia él, rodeándola con un brazo protector mientras miraban a las personas en la acera.

No solo personas: periodistas. Cámaras. Más que el par de fotógrafos que los seguía en sus pequeñas citas a sugerencia de Benjamin. El corazón de Bella se aceleró cuando un miedo frío recorrió su espalda. Intentó que su mente asimilara sus urgentes palabras. Esto era algo más que alguien tratando de escribir sobre su vida romántica; algo había sucedido.

―¿Qué se siente al ser absuelta? ―demandó un periodista.

Bella sopesó las palabras en su cabeza.

―¿Disculpa, qué dijiste?

―El alcalde Fontaine fue arrestado en su oficina hace aproximadamente media hora ―aclaró el periodista―. ¿Cree usted que se retirarán los cargos en su contra?

―Yo…

―Ella no tiene ningún comentario en este momento ―intervino Edward. Él nunca había hablado por ella antes, pero, en este caso, Bella estaba muy contenta de que él hubiera intervenido. Su mente giraba a un kilómetro por minuto, y dudaba que cualquier cosa que dijera resultara coherente.

Edward ya se estaba moviendo mientras hablaba. Él tomó su mano y la arrastró rápidamente a la cafetería. No dejó de moverse hasta que la llevó al pequeño baño de la pequeña tienda.

En la pequeña habitación finalmente reinaba el silencio; lo suficientemente tranquilo para pensar y asimilar las palabras que el periodista les dijo.

―¿Lo arrestaron? ―susurró ella.

Edward tenía su celular afuera y lo giró para que ella pudiera verlo.

―Lo hicieron. ―Era un video que mostraba a Demetri siendo conducido desde su cómoda oficina, con el suéter envuelto sobre sus manos sin ocultar el hecho de que estaba claramente esposado.

―¿Se acabó? ―Las palabras salieron apenas audibles.

Edward se paró frente a ella y tomó su rostro entre sus manos.

―Se acabó. ¿Tú y yo? Recién estamos comenzando.


Bueno, este es el capítulo final, solo nos queda el epílogo para el viernes.

Gracias por acompañarme en esta historia.