Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi y la historia está escrita sin fines de lucro.

― Jajaja -rio Shampoo, al ver la expresión de susto de Akane- ¡solo era una broma! jajajaja... no te pongas así.

Akane se molestó un poco y Shampoo continuó:

― Debes estar muy enamorada para querer casarte tan joven, porque no pareces tener más de veinte años.

Akane se le quedó viendo y después, le dijo:

― Acabo de cumplir dieciocho años.

― ¡No me digas! -dijo Shampoo, muy sorprendida- ¿y ya piensas casarte?... tu prometido debe ser muy apuesto, ¿verdad? jajajaja.

Akane inclinó su rostro y pensó:

Si supiera que mi compromiso con Kuno fue impuesto por mi padre.

Dio un pequeño suspiro y después, le dijo:

― Ya... ya tengo que irme, Shampoo... fue un gusto conocerte -y empezó a caminar para salir de la universidad-.

― Espera -dijo Shampoo- ¿por qué no me das tu dirección? así podríamos seguir en comunicación... más aún, si vamos a ser compañeras.

Akane iba a decirle algo, cuando de pronto, alguien gritó:

― ¡Shampoo!

Ambas voltearon a ver rápidamente. Se trataba de Kirin Zhou, el novio de Shampoo: un chico chino alto de veinte años de edad, estudiante de medicina, de cabello corto y azulado, piel morena clara y ojos grisáceos. Venía vestido con un pantalón de tela, color café claro, una camisa blanca, un chaleco amarillo, un pañuelo rojo atado a su cuello, una chaqueta cuadriculada color café oscuro y un sombrero negro (como se vestían la mayoría de hombres de su edad en esa época).

Shampoo se puso muy feliz al verlo:

― ¡Kirin!

Corrió hacia él y lo abrazó fuertemente. Él también lo hizo, hasta levantarla del suelo y darle algunas vueltas en el aire. Después, se dieron un beso.

Akane solo los observaba, sin decir nada:

― ¡Pudiste venir! -dijo Shampoo, muy emocionada-.

― Claro que sí, princesa, no te iba a quedar mal -dijo, sonriendo-.

De pronto, apareció otro muchacho que se acercó a ellos y les dijo:

― Oigan, saludándose así, pareciera como si tuvieran años de no verse.

― ¡Toma! -dijo Shampoo, muy feliz- ¿cómo has estado? -y se acercó a saludarlo-.

Toma Akiyama era un chico japonés de la misma edad que Kirin. Tenía el cabello negro, ojos del mismo color y piel morena. Venía vestido con un pantalón gris, con estampado de espiga, camisa blanca con rayas, chaleco azul, chaqueta cuadriculada color rojo y sombrero de copa negro.

Kirin y Toma habían sido amigos desde la secundaria, pero, al finalizar la preparatoria, tomaron rumbos distintos: Kirin había decidido estudiar medicina, mientras que, Toma, había conseguido empleo en una fábrica de cerámica y porcelana:

― No te molesta que haya venido, ¿verdad, Shampoo? -dijo Toma, sonriendo-.

― Claro que no, Toma, ¿cómo crees? -dijo Shampoo-.

― Me lo encontré de camino hacia acá, Shampoo -dijo Kirin, divertido- y no pude hacer nada.

― ¡Oye! -dijo Toma, ofendido-.

― Jajaja era broma -dijo Kirin, riendo un poco y después dijo, dirigiéndose a ambos:- ¿qué les parece si vamos a almorzar juntos?

― ¡Nah! -dijo Toma- no quiero hacer mal tercio... solo quise pasar saludando a Shampoo, pero, mejor ya me voy... solo tengo media hora para almorzar y regresar a mi trabajo.

Akane se había quedado viendo toda la escena, un poco de lejos. Después, reaccionó y se dio cuenta que debía apresurarse si quería llegar a buena hora a su pueblo.

Toma la vio y le dijo a Shampoo:

― Oye, ¿quién es ella?

Shampoo volteó a ver y dijo, algo apenada:

― ¡Ay, me olvidé de ella!... esperen aquí.

Kirin y Toma voltearon a verse y Shampoo fue rápidamente con Akane:

― Akane, discúlpame por favor.

― No te preocupes, Shampoo, no hay problema -dijo, sonriendo levemente-.

― Ven conmigo para que pueda presentarte a mi novio y a su amigo.

― ¿Qué? -dijo sorprendida- no, mejor no, Shampoo... ya tengo que irme.

― Ven, no seas así, solo van a ser unos minutitos nada más, ¿sí?... anda -dijo, en tono de súplica-.

Kirin y Toma solo se quedaban viendo y Shampoo tomó a Akane de la mano, para llevarla donde ellos estaban:

― Kirin, Toma -dijo Shampoo, sonriendo- les presento a Akane Tendo... ella será mi compañera en la carrera de enfermería.

― Mucho gusto -dijeron ambos, sonriendo y Toma se iba a acercar a ella para saludarla con un beso en la mejilla, pero, Akane no se lo permitió:-

― Igualmente -dijo, haciendo una reverencia-.

Kirin y Toma se sorprendieron mucho al ver su actitud tan fría. Después, Kirin se aclaró la garganta y dijo, dirigiéndose a Akane:

― ¿Te gustaría acompañarnos a almorzar? yo invito.

― No, gracias -dijo Akane- yo... ya tengo que irme.

― Akane -dijo Shampoo- ven con nosotros, no nos vamos a tardar mucho.

― Es cierto -dijo Toma un poco nervioso, viendo a Akane detenidamente- de verdad, sería un honor que nos acompañaras a almorzar.

Kirin rio disimuladamente al ver la actitud de Toma:

― Se los agradezco mucho, pero, de verdad, debo irme -dijo Akane, haciendo una reverencia- fue un placer conocerlos... adiós.

Y empezó a caminar rápidamente para salir de la universidad. Los tres se le quedaron viendo y después Kirin dijo, dirigiéndose a Toma:

― Oye, veo que te gustó esa chica.

― Sí, mucho -dijo, sonriendo ampliamente-.

― Toma -dijo Shampoo- será mejor que te olvides de ella.

― ¿Por qué? -dijo sorprendido-.

― Porque está comprometida... ¿no viste el anillo en su mano izquierda?

― No me percaté de eso jajajajaja -dijo, riendo- ¡qué lástima! -hizo una pausa- bueno, no culpo a su prometido, si yo tuviera una novia como ella, también le hubiera pedido rápidamente que se casara conmigo jajaja.

― ¿Tú? ¿casarte? ¡no me hagas reír! jajaja -dijo Kirin- ¡has tenido tantas novias que eso no se te creería! jajaja.

Toma se quedó callado un momento y después, dijo:

― ¡No he tenido tantas novias como dices!, además, creo que esta chica es diferente.

― ¡Sí, cómo no! jajaja -volvió a reír, Kirin-.

― Y ahora que lo pienso bien -dijo Toma, colocando su mano derecha bajo su mentón- esa chica se parece mucho a una muñeca de porcelana que empezaron a producir en la fábrica donde trabajo.

Shampoo y Kirin se le quedaron viendo y él les dijo:

― No les estoy mintiendo... de verdad, pareciera como si de ella hubieran sacado la idea.

― Pues, tendríamos que ver esa muñeca para creerte jajajaja -rio Kirin- ahora mejor, vamos a comer, porque ya es tarde y yo tengo que regresar al hospital donde empecé a hacer mis prácticas.

― ¡Y yo a mi trabajo! -dijo Toma, preocupado-.

― Bueno, vamos de una vez -dijo Shampoo-.

Y empezaron a caminar para salir de la universidad.

Mientras tanto, un poco lejos de donde ellos se encontraban, estaba Mariko muy concentrada jugando tenis en un gran complejo deportivo que pertenecía a su padre, con algunas chicas que habían sido compañeras, tanto de ella, como de Ranma y Shinnosuke, en la preparatoria.

Mariko siempre puso a disposición de Ranma ese lugar para que practicara el deporte que más le gustara, pero, él declinó su ofrecimiento. Por supuesto que ella se había molestado al ver su rechazo constante y no entendía por qué él no podía verla como algo más que su amiga, pues, pretendientes a Mariko le sobraban, pero, para ella el único hombre que existía, era él y aunque Ranma había decidido alejarse por algunos años, aun así, ella no iba a perder la esperanza de lograr conquistarlo algún día, pues, confiaba en lo que la señora Hinako le había asegurado: que estando en esa academia, él no tendría contacto con ninguna mujer... en eso se aferraría.

Después de varios minutos de estar jugando, Mariko y sus amigas fueron por unas limonadas para refrescarse y mientras las bebían, Mariko aprovechó para preguntarle a una de las empleadas si había llegado correspondencia para ella:

― No, señorita Konjo -dijo la empleada- no ha llegado correspondencia para usted.

― ¿Estás segura? -dijo, un poco molesta-.

― Sí, señorita.

Mariko se enojó bastante porque no era posible, que en el tiempo que había pasado, Ranma no hubiera respondido ni una sola de las cartas que ella le había mandado.

Sus amigas estaban platicando alegremente entre ellas y sin querer, salió Ranma en el tema de conversación y una de ellas, llamada Lychee dijo:

― Ojalá Ranma responda pronto la carta que le mandé hace unos días.

― ¿Le mandaste una carta? -dijo Hiroko-.

― Sí -volvió a decir Lychee-.

― Yo también -dijo Hiroko-.

― Igual yo -dijo Miyo- y estoy segura que muy pronto me va a responder.

Todas rieron un poco y Mariko las escuchó perfectamente. Se enojó aún más y les dijo:

― ¡¿Cómo se atrevieron a mandarle cartas a Ranma?!... ¡¿con qué derecho lo hicieron?!

Ellas se le quedaron viendo, muy sorprendidas:

― ¿Qué te pasa, Mariko? -dijo Lychee-.

― ¿Por qué te pones así? -dijo Hiroko-.

― ¡¿Y todavía lo preguntan?! -dijo Mariko, bastante molesta-.

Ellas voltearon a verse entre sí y Mariko continuó:

― ¡Ranma es mi novio!... ¡¿me escucharon?!

― Pero, Mariko -dijo Miyo, un poco asustada al ver su actitud- Ranma antes de irse, dijo que no tenía novia...

― ¡Yo soy su novia y si no quieren verse en graves problemas conmigo, será mejor que se abstengan en volver a escribirle!

Ellas no salían de su asombro:

― Di... dis... disculpa, Mariko -dijo Hiroko, bastante nerviosa- no... nosotras no sabíamos que tú y él...

― Será mejor que nos retiremos -dijo Miyo-.

― Adiós, Mariko -dijo Lychee-.

Y empezaron a caminar para salir de ese lugar:

― ¡Hablo muy en serio! -les volvió a decir Mariko- ¡cuidado como me llego a enterar que le volvieron a escribir!

Ellas se fueron rápidamente y Mariko se dijo, internamente:

Con esa advertencia basta para que ya no lo vuelvan a hacer -pensó, un poco más tranquila- ¡ya tuve suficiente con la mujer de la heladería como para preocuparme también por ellas! -tomó aire- ¡no, no voy a permitir que me lo quiten!... ¡por él, soy capaz de cualquier cosa!

Por otro lado, después de algunos días, en el pueblo de Nerima, Akane se encontraba con su familia en la boda de Yuka (una de sus mejores amigas de la preparatoria), la cual estaba siendo celebrada en un pequeño salón, sin muchos invitados.

Akane pudo observar la expresión de frustración de su amiga al dar el "sí, acepto" y pensó en ese momento que eso era exactamente lo que le esperaba a ella dentro de unos años: casarse sin amor.

Al finalizar la ceremonia, Akane se acercó a su amiga y la abrazó fuertemente:

― Yuka, te deseo todo lo mejor junto a Hiroshi.

― Gracias, Akane -dijo Yuka, en un tono triste, con la cabeza inclinada-.

Akane se le quedó viendo un momento y después, Yuka le dijo:

― Siento mucho que a ti también te hayan comprometido.

Akane sonrió levemente y Yuka continuó:

― Pero, al menos, cumplirás tu sueño de ser enfermera, ¿verdad?

― Bueno -dijo, dando un pequeño suspiro- aún no lo sé, todo dependerá si apruebo el examen de admisión.

― Akane, claro que lo vas a aprobar -dijo Yuka, en un tono de reproche- no sé por qué lo dudas.

Akane rio un poco y después, dijo:

― Gracias, Yuka... ojalá así sea, porque ésa es mi única ilusión, no hay nada más a lo que aspire.

― ¿En serio? -dijo Yuka, incrédula- recuerdo que también te hacía ilusión conocer el amor verdadero... no lo niegues.

Akane se sonrojó y después, le dijo:

― Eso era antes, Yuka... ahora todo cambió: lo único que me interesa es estudiar y graduarme de la universidad.

Yuka sonrió al escucharla y después, le dijo:

― Bueno, dices eso porque seguramente ya te estás enamorando de tu prometido, ¿verdad?... ¿y cómo no va a ser así, si él es el chico más apuesto y codiciado del pueblo? jajajaja.

― Puede ser -dijo, nuevamente mintiendo como lo había hecho con su hermano-.

― ¡Ay, me alegro por ti, Akane! -dijo Yuka, abrazándola fuertemente- ¡tú sí te vas a casar por amor! ¡qué bueno!

― Sí, eso parece -dijo sonriendo, con tristeza-.

Platicaron un poco más. Después, los padres de Yuka e Hiroshi hicieron el brindis respectivo, por "la felicidad de sus hijos". Todos alzaron sus copas para unirse a la dicha de los novios y luego, los empleados empezaron a servir rápidamente la comida.

Pasó una semana más y mientras desayunaban, en la hacienda Tendo, una empleada se acercó a Akane para entregarle una carta:

― Señorita, es para usted.

― Gracias -dijo Akane, recibiéndola-.

La empleada hizo una reverencia y se retiró. Todos voltearon a ver a Akane, con curiosidad y la señora Aiko, le dijo:

― ¿De quién es, cariño?

― Es... es de la universidad -dijo, un poco nerviosa-.

― Deben ser los resultados de tu examen, hermanita -dijo Ryoga-.

― Creo que sí -dijo Akane, muy asustada-.

― Bueno, ¿qué esperas para abrirla, linda? -dijo la señora Cologne-.

― Sí, claro -dijo, con voz inaudible-.

Todos estaban a la expectativa. El señor Soun todavía tenía la esperanza de que Akane no hubiera aprobado el examen, para que no tuviera que salir del pueblo y se casara con Kuno lo más pronto posible.

Akane empezó a leerla en voz alta. Todos estaban escuchando y cuando llegó a la parte del resultado de su examen:

― ¡Satisfactorio! -dijo, con mucha alegría:- ¡aprobé con noventa y cinco puntos!

Todos, excepto el señor Tendo, se acercaron a abrazar y a felicitar a Akane.

El señor Soun se sintió muy frustrado. Se levantó de la mesa y salió del comedor, sin decir nada.

Obviamente, todos se dieron cuenta de esa actitud, pero, prefirieron no hacer ningún comentario, pues, lo único que importaba era que Akane cumpliría su sueño.

Por otro lado, después de algunos meses, en Ichigaya, llegaba a la Academia del Ejército Imperial Japonés uno de los superiores del Teniente Picolette Chardin: el Coronel Taiki Daikoku, luego de ir a realizar algunas diligencias fuera del país por algún tiempo y venía a supervisar cómo iba el entrenamiento de los nuevos reclutas:

― ¡Coronel Daikoku! -dijo rápidamente el Teniente Chardin al verlo, haciendo el saludo respectivo-.

― Teniente Chardin -dijo también el Coronel, realizando el saludo- ¿cómo va todo? ¿qué informes me tiene? -dijo, viendo hacia el campo donde todos los muchachos estaban realizando su duro entrenamiento-.

El Teniente Chardin empezó a relatarle a detalle todo lo que había ocurrido durante esos meses. El Coronel lo estaba escuchando, pero, dejó de prestarle atención al ver la agilidad de Ranma en realizar los ejercicios respectivos:

― ¿Quién es ese muchacho? -dijo, señalando hacia donde estaba Ranma-.

El Teniente Chardin volteó a ver y bufó fastidiado:

― Es Ranma Saotome -dijo, entre dientes-.

El Coronel siguió observándolo un momento más y después, dijo:

― Veo que tiene mucha resistencia.

― Sí -dijo, sin ganas el Teniente Chardin- es el que más se ha destacado entre sus compañeros: ha logrado realizar en tiempo récord los ejercicios y es muy disciplinado.

― ¡No me diga!... bueno, me parece que usted ha estado haciendo un buen trabajo con estos muchachos, a pesar de ser su primera vez entrenando a nuevos reclutas... lo felicito.

― Gracias, señor -dijo, muy contento-.

Después, el Coronel dijo:

― Si Saotome sigue así, me parece que hasta el Emperador puede decidir ascenderlo a Capitán en menos del tiempo que se necesita jajaja... y si es así, hasta la mano de mi hija Kaori le podría conceder en matrimonio a ese muchacho jajaja (el Coronel tenía un sentido del humor bastante extraño).

El Teniente Chardin cambió su expresión al escucharlo. Obviamente el Coronel Daikoku estaba bromeando, pero, esto no le agradó para nada a Picolette, pues, ¿cómo podía decir algo así? si a él le había costado mucho llegar al puesto en el que ahora estaba y aspiraba ascender a Capitán dentro de unos años y ahora resultaba que "un novato", que apenas llevaba unos meses de haber ingresado a la Academia, ¿lo iban a ascender así de pronto?

Y desde ese momento, empezó a crecer en el Teniente Chardin cierto odio, egoísmo y envidia hacia Ranma.

Por otro lado, en el pueblo de Nerima, por fin llegó el momento en que Akane debía partir a Tokio, por los próximos cinco años, para ir a estudiar la carrera de enfermería (pero, podría visitar a su familia, al menos dos veces al año, al finalizar cada semestre).

Akane ya tenía listas todas sus maletas y un carruaje la estaba esperando afuera de su casa para llevarla a la estación de trenes (por supuesto, su familia iría a despedirla).

Pero, antes de irse, fue a la oficina de su padre, pues, sabía que él no iría a despedirla. Tocó a su puerta:

― Adelante -escuchó, Akane y entonces, la abrió lentamente-.

― Papá -dijo, tímidamente e ingresó a la habitación- ya me voy.

El señor Soun estaba dando la espalda y no dijo nada. Akane se acercó un poco más a él y volvió a decirle:

― Papá... sé que tú no estás de acuerdo en que vaya a estudiar a Tokio, pero, te prometo que al volver, cumpliré la promesa que te hice de casarme con Kuno.

El señor Tendo seguía sin decir una sola palabra y ella continuó:

― Papá, haré que te sientas orgulloso de mí... no defraudaré tu confianza -hizo una pausa y después, se atrevió a abrazarlo fuertemente por la espalda y le dijo, con lágrimas en los ojos:- ¡te quiero mucho y jamás haré algo que manche el apellido de nuestra familia!

El señor Tendo pareció conmoverse un poco y después, Akane le dijo, separándose de él:

― Hasta pronto, papá -y salió de la oficina-.

El señor Tendo volteó a ver ya que su hija se había ido y dijo, internamente:

Ojalá así sea, Akane... ojalá de verdad, cumplas tu promesa.

Después de algunos minutos, Akane y su familia llegaron a la estación de trenes. Kuno ya estaba ahí, pues, aunque tenía trabajo que hacer, esta vez no podía dejar que Akane se fuera sin despedirse de ella, pues, volvería a verla posiblemente dentro de cinco meses.

Akane empezó a despedirse de cada uno de los miembros de su familia, quienes la abrazaron fuertemente y le desearon todo el éxito posible.

Cuando llegó el momento de despedirse de Ryoga, él le dijo, en un tono algo triste:

― Cuídate mucho, por favor, Akane.

― Tú también, Ryoga y por favor, quiero pedirte encarecidamente que me prometas algo.

― Dime.

Akane tomó aire:

― Prométeme que procurarás ya no perderte en la hacienda, por favor.

Ambos empezaron a reírse bastante en ese momento, pues, eso le pasaba a Ryoga cuando era niño:

― Te lo prometo, payasita -dijo Ryoga, sonriendo y abrazándola fuertemente-.

Kuno solo los veía y después, se acercó a despedirse de ella:

― Akane, yo... creo que me va a costar mucho estar lejos de ti por tanto tiempo, pero, todo sea para que puedas cumplir tu sueño y al final, pues, creo que será de mucha ayuda tener en casa a una enfermera las veinticuatro horas del día jajaja.

Akane se le quedó viendo y pensó:

Pero, yo quiero ejercer mi carrera, aunque esté casada con él... ojalá que no se esté refiriendo a que me quedaré encerrada en su hacienda toda la vida.

Después, le dijo:

― Gracias, Kuno.

― Recuerda siempre, por favor, que te amo -dijo, viéndola detenidamente-.

― Claro... -de pronto, llegó el tren que la llevaría a Tokio y sintió un gran alivio- adiós, Kuno... nos vemos pronto -y fue rápidamente a hacer fila para subirse al tren-.

Su familia la observó cuando se subió al tren y no pudieron evitar sentirse muy tristes por la separación, pero, todo era por una buena causa.

Akane tenía una mezcla de sentimientos, pues, le daba tristeza alejarse de su familia, pero, a la vez, le emocionaba el hecho de que cumpliría su sueño... sin imaginar, siquiera, que estaba por iniciar la gran aventura de su vida...

Pasaron algunos años. Ahora nuestra historia se ubicará en el año de 1938.

En todo ese tiempo, Akane y Shampoo se hicieron muy buenas amigas, al quedar en el mismo salón de clases. Por fortuna, las chicas que se habían burlado de Akane el día del examen de admisión, quedaron en otra sección. Por supuesto, que algunas veces, durante los recesos, le tiraban algunas indirectas a Akane, pero, Shampoo era de más carácter y siempre la defendía.

Akane visitaba a su familia los meses que tenía de descanso y siempre llevaba consigo la certificación de los cursos que aprobaba con excelentes calificaciones. Todos la felicitaban y el señor Soun, aunque no se lo decía, internamente admitía que su hija era muy inteligente.

Kuno estaba muy ansioso porque ya solo faltaba un año más y por fin, vería su sueño hecho realidad: se casaría con Akane y "vivirían felices para siempre", según él. En cuanto a su relación con su hermana Kodachi, por lo menos, ya no peleaban tanto como antes y ella solo esperaba el día en que su hermano se casara, para poder hacerlo ella también y alejarse definitivamente de él.

Ryoga había seguido tratando a Ukyo y aunque al principio había sentido que jamás se enamoraría de ella, parecía que poco a poco, ella se iba metiendo cada vez más en su corazón, además que, ahora Ukyo, ya no era esa niña que él había conocido. Ahora era una hermosa jovencita de diecisiete años.

Ranma y sus amigos estaban por culminar, en algunos meses, su entrenamiento militar y de esta manera alcanzarían el grado jerárquico más avanzado que existía en la escala de cadetes, como sargentos primeros o segundos, pero, era más que seguro que Ranma fuera el único, entre todos sus compañeros de entrenamiento, en obtener el grado de sargento primero, algo que provocaba envidia y egoísmo en algunos de sus compañeros y en el Teniente Chardin y más aún, al ver que Ranma contaba con el aprecio y admiración del Coronel Daikoku (pues, llegó a considerarlo como si fuera un hijo y lo veía como una buena opción para su hija Kaori).

Sentaro estaba muy feliz porque después de un tiempo de estar esperando impacientemente, por fin, había recibido una carta de su ex novia Satsuki en la que le decía que aún lo quería y que lo esperaría el tiempo que fuera necesario para que volvieran a estar juntos... esta vez, Sentaro no desaprovecharía la oportunidad y se casaría con ella.

Shinnosuke también estaba feliz y pensaba, únicamente, en seguir ascendiendo en su carrera. No aspiraba a nada más, pues, había decidido renunciar al amor, al no haber sido correspondido por Mariko.

Ranma seguía comunicándose por medio de cartas con sus padres y ellos estaban muy felices porque muy pronto volverían a verlo cuando fuera la ceremonia de su graduación. Mariko también estaba muy feliz, a pesar de que Ranma, en esos años, tan pocas veces hubiera respondido algunas de sus cartas, pero, no importaba, porque ahora sí, estaba segura que lograría su cometido y lo conquistaría.

A la señora Hinako no le hacía gracia volver a ver a ese "muchacho insolente", como llamaba a su sobrino, ni "al huérfano", como llamaba a Shinnosuke, despectivamente. Lo único que la consolaba era que quizás no se quedarían por mucho tiempo, porque podrían enviarlos a alguna misión. Lo sentía mucho por Mariko, pero, ella prefería que Ranma no regresara y que estuviera lo más lejos posible.

Por otro lado, un poco lejos de donde se ubicaba la casa de los padres de Ranma, Akane se encontraba estudiando en su departamento con Shampoo, pues, ya se estaban acercando los examenes finales y cerrarían el octavo semestre:

― ¡Ay, Akane! -dijo Shampoo- ¡ya me cansé!... ¿por qué no salimos un rato a pasear?

― Shampoo -dijo Akane, sonriendo- ya quedan pocos días para los exámenes... tenemos que estudiar muy duro.

― Akane, solo será un momento... de verdad.

― No, Shampoo, lo siento, no puedo.

Shampoo dio un pequeño suspiro:

― No quieres ir a las fiestas que organizan los amigos de mi novio, no quieres probarte otra clase de ropa, ni zapatos -dijo, enumerando con los dedos- no quieres salir ni siquiera un momento al parque o a los centros comerciales, solo estás de tu departamento a la universidad y viceversa y tampoco quieres ir a trabajar a...

― Shampoo -dijo Akane, interrumpiéndola- ya quedamos en algo y me prometiste que no insistirías.

Shampoo inclinó el rostro y le dijo:

― Akane, ¿por qué no quieres ir conmigo y con Kirin a trabajar a Ichigaya?

― Porque no, Shampoo... ya te lo he dicho varias veces -hizo una pausa- de verdad, me alegro que a tu novio le haya salido la oportunidad de ir a trabajar como médico en la Academia del Ejército Imperial Japonés y que tú quieras acompañarlo durante el mes que tendremos de descanso, pero, a mí no me metas en eso, por favor.

― Pero, Akane, solo va a ser este mes que viene.

― ¡Sí, claro! -dijo Akane, en tono irónico- ¿y cómo le voy a explicar a mi familia que este mes de descanso que se aproxima, no voy a llegar a visitarlos?... a ver, acaso, ¿quieres que les mienta?

― Solo sería esta vez... -dijo, en tono de súplica- les podrías decir que tenemos un trabajo muy grande de investigación que nos dejaron en grupo y entonces...

― ¡No, Shampoo! -dijo molesta- ¡no voy a mentirle a mi familia!... ¡¿me escuchaste?!

Shampoo se le quedó viendo un momento y después, le dijo:

― Akane, ponte a pensar que quizás ésta sea la única oportunidad que tengas para desempeñarte en tu carrera... -hizo una pausa- a finales del otro año te casas y a como van las cosas, dudo mucho que tu futuro esposo te permita trabajar y qué decir de tu papá, que ni siquiera quería que siguieras estudiando.

Akane solo la escuchaba y ella continuó:

― Akane, yo solo quiero que te distraigas un poco, haciendo lo que te gusta y también para que aproveches a conocer otros lugares y a otras personas, antes de... tu funeral jajajaja.

Shampoo estaba perfectamente enterada de la historia de Akane y de las tradiciones tan extrañas que tenía su pueblo. Sabía también lo que había ocurrido hacía unos años en aquella heladería y por eso, la animaba a realizar otro tipo de actividades, como salir a pasear, hacer amigos (aunque al principio, quería buscarle novio) y vestir de otra manera... es decir, hacer todo lo que una chica de su edad haría, pero, Akane nunca aceptó:

― Shampoo, mi decisión ya está tomada: no voy a mentirles a mis padres -dijo Akane, bastante seria-.

― Como quieras -dijo resignada- pero, aún queda tiempo para que cambies de opinión.

Akane se molestó un poco y Shampoo le dijo:

― Bueno, nos vemos el lunes... procura descansar -le dio un beso en la mejilla, como despedida y se retiró-.

Al irse Shampoo, Akane dio un largo suspiro y después, vio el anillo de compromiso que tenía en su mano. Sin querer, empezó a llorar con mucho dolor, sacando todo lo que se había guardado durante años, pues, así como se estaba acercando el día en que se graduaría de enfermera, también se estaba acercando el día en que tendría que cumplir la promesa que le había hecho a su padre de casarse con Kuno:

Me gustaría ser como Shampoo -se dijo internamente, sonriendo con mucha amargura- ella es libre de hacer lo que quiera: se viste de diferentes maneras, podrá desempeñarse en su carrera y... -tomó aire- se casará algún día con el hombre que ama.

Lloró un poco más al recordar nuevamente a ese chico, cuyo nombre nunca iba a saber y que seguía sin poder apartar de su mente:

¡No sé por qué lo sigo recordando!... ¡él quizás ya se casó y yo... muy pronto lo haré!...

Pasaron algunos días y empezaron los exámenes finales. El último día, Akane habló con Shampoo a la hora de salida:

― Shampoo...

― ¿Qué sucede, Akane?

― ¿Cuándo te irás a Ichigaya con Kirin?

― La próxima semana... ¿por qué?

― Bueno, es que yo... yo... -dijo, algo nerviosa-.

Shampoo se le quedó viendo y ella, al fin pudo decirle:

― Yo... quiero ir con ustedes.

― ¡¿De verdad?! -dijo Shampoo, muy emocionada-.

― Sí -dijo, tímidamente-.

― ¿Y qué te hizo cambiar de opinión? -dijo Shampoo, levantando una ceja-.

― Bueno, es que... me di cuenta que tienes razón: quizás ésta sea la única oportunidad que tenga para desempeñarme como enfermera, porque, bueno, sí habrán prácticas, pero, esto es distinto, porque sería un trabajo.

― Así es, Akane -dijo Shampoo- nos van a pagar por nuestros servicios, aunque en realidad tú no tienes necesidad de trabajar jajajaja.

Akane rio un poco, pero, después, cayó en cuenta de algo:

― Pero, ¿cómo vamos a hacer para desempeñarnos como enfermeras si aún no tenemos el título?

― ¡Ah, por eso no te preocupes! -dijo Shampoo, muy confiada- Kirin se encargará de todo jajajaja.

― Pero, Shampoo...

― Tranquila, Akane... todo saldrá bien, ya verás.

Pasó una semana y en la estación de trenes, muy temprano, Kirin y Shampoo se encontraban esperando a Akane para tomar el tren hacia Ichigaya:

― Pero, princesa -dijo Kirin, dirigiéndose a Shampoo- ¿estás segura que no la obligaste?

― ¡No, Kirin! -dijo Shampoo, un poco molesta- ¡ya te dije muchas veces que no la obligué!

― Bueno, está bien, no te enojes jajaja -dijo Kirin muy divertido, dándole un beso en la frente-.

― Estoy segura que ya no tardará en venir.

― Si tú lo dices jajajaja.

Shampoo iba a decirle algo más, cuando de pronto, apareció Akane:

― Discúlpenme, por favor -dijo, bastante apenada- es que... primero tuve que ir a dejar la carta para mi familia al buzón de correos -dijo, con la cabeza inclinada-.

Kirin se le quedó viendo y le dijo:

― Akane, si no estás segura de esto...

― Estoy segura, Kirin -dijo Akane, interrumpiéndolo- muy... muy segura.

― ¡Qué bien! -dijo Shampoo, entregándole una bolsa- aquí está el uniforme de enfermera que mi novio te consiguió... te lo puedes poner en el tren.

― Gra... gracias -dijo recibiendo la bolsa, muy nerviosa-.

De pronto, llegó el tren hacia Ichigaya:

Bueno, ya estoy aquí -dijo Akane, internamente- ¡que pase lo que tenga que pasar!... so... so... solo iré a trabajar, nada más.

Y se subieron al tren. Después de unas horas, llegaron a Ichigaya y caminaron hacia la Academia del Ejército Imperial Japonés.

Mientras tanto, en dicha Academia, acababan de llegar los ahora cadetes y que pronto se convertirían en sargentos, luego de haberse ido por unas semanas a entrenar arduamente en las montañas:

― Ahora sí que estoy muy cansado -dijo Sentaro- este entrenamiento sí estuvo muy pesado.

― Estás exagerando jajajaja -rio Ranma-.

― ¡Sí, claro! -dijo Sentaro, con ironía- lo dice el favorito, a quien se rumora por ahí, que el Coronel le concederá la mano de su hija en matrimonio jajaja.

― Eso no es cierto -dijo Ranma-.

― ¡Cállate, Sentaro! -dijo Shinnosuke- ¡alguien te puede escuchar y te va a ir muy mal!

― ¡Lo siento! jajajaja -dijo Sentaro, un poco avergonzado-.

Después, escucharon que el Teniente Picolette les decía a todos:

― Bien, señores, pasen a la enfermería por su chequeo médico de rutina.

Todos hicieron el saludo respectivo y fueron a hacer su turno para pasar con los médicos y las enfermeras.

Minutos después, Kirin, Shampoo y Akane, llegaron a la Academia del Ejército Imperial Japonés. Ingresaron y les indicaron donde estaba el centro médico respectivo.

Obviamente, Shampoo y Akane, desde que entraron, llamaron la atención de todos los soldados de ese lugar.

Akane se sintió muy incómoda:

― Shampoo, creo que no debí haberte hecho caso de venir acá.

― Tranquila, Akane -dijo, sonriendo- hay más enfermeras aquí, no somos las únicas.

― Si tú lo dices -dijo, no muy convencida-.

― No se preocupen, que yo las cuidaré -dijo Kirin, sonriendo y guiñándoles un ojo-.

Shampoo lo abrazó rápidamente, muy feliz y Akane seguía pensando que había cometido un grave error.

Mientras tanto, se iba acercando el turno de Ranma para su chequeo médico. Cuando al fin le tocó pasar, se sentó en una de las camillas que estaban disponibles, pero, dos enfermeras que estaban desocupadas, al verlo, empezaron a discutir sobre quien lo atendería. El médico que estaba ahí, solo negó con la cabeza y bufó fastidiado, al ver esa actitud nada profesional.

De pronto, Kirin, Shampoo y Akane entraron a ese lugar. Kirin fue a guardar las cosas que traían a unos casilleros y el médico que estaba ahí (y que se encontraba ocupado en ese momento), al ver que venían otras dos enfermeras, agradeció internamente y dijo, dirigiéndose a Akane:

― Disculpe, señorita, ¿podría hacer el favor de ir a atender al soldado de allá? -y señaló hacia donde estaba Ranma-.

Akane se quedó viendo y Shampoo le dijo, sonriendo:

― Ve, Akane, ¿qué estás esperando?

― Sí, claro, ya voy -dijo, un poco nerviosa-.

Ranma estaba viendo hacia el techo. Akane llegó con él y sin verlo, le dijo:

― Buen día, señor... dígame, ¿cómo se siente?

Se quitó su anillo de compromiso rápidamente para poder colocarse unos guantes de látex nuevos y después, acercó todo lo que posiblemente necesitaría para atenderlo: gasas, alcohol, solución antiséptica, parches adhesivos y esfigmomanómetro o tensiómetro para medirle la presión sanguínea.

Ranma se había quedado observándola desde que la escuchó hablar y fue tanta su sorpresa al reconocerla, que se quedó sin habla... ¡no podía ser! ¡era ella!... ¡su preciosa muñeca de porcelana estaba ahí, frente a él!

Al no recibir respuesta, ella volvió a decirle:

― ¿Señor?

Akane levantó la mirada y... ahí estaba frente a ella, el chico con el que no había dejado de soñar todo ese tiempo:

― ¡No puedo creerlo!... ¡eres tú! -dijo Ranma muy feliz, sonriendo ampliamente-.

Akane se le quedó viendo detenidamente y se sonrojó hasta más no poder... tampoco podía creerlo, pero, sí, definitivamente era él: esos hermosos ojos azules, solo podían pertenecerle a él... aunque ahora, ya no era el adolescente que ella recordaba... pero, un momento, ¿él también la recordaba? ¿cómo era eso posible?:

― ¡Eres tú! -volvió a decir Ranma, contemplando el rostro de Akane-.

Ella se quedó estática y después, inclinó la cabeza, al no poder sostenerle más la mirada:

― ¡Algo muy bueno tuve que haber hecho para que la vida me recompensara de esta manera! -dijo Ranma, riendo muy alegre y a la vez, con nostalgia- ¡no sabes cuánto tiempo estuve esperando para volver a verte, muñequita de porcelana!

CONTINUARÁ...