Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi y está escrita sin fines de lucro.

Akane no podía articular ninguna palabra. Si al haberlo reconocido, sus mejillas se habían puesto rojas, muy rojas, ahora lo estaban mucho más, al escuchar cómo la había llamado:

― ¡Jamás creí que te encontraría acá! -dijo Ranma, todavía sonriendo ampliamente-.

― Yo... yo... -dijo al fin Akane, muy nerviosa y con la cabeza inclinada aún- yo... creo que... creo que usted me... me está confundiendo con... con alguien más.

Ranma se le quedó viendo y ella continuó:

― Yo... yo... jamás lo había visto en mi vida -dijo, mintiendo-.

― ¿No me recuerdas? -dijo Ranma, cambiando su expresión-.

Akane negó con la cabeza:

― ¿En serio? -dijo Ranma, un poco decepcionado. Se quedó callado un momento y después, dijo:- porque yo, desde que te vi, no he dejado de pensar en ti.

Akane levantó la mirada, tímidamente. Él volvió a observarla detenidamente:

― Eres tú... no tengo la menor duda -dijo, sonriendo nuevamente- podría reconocerte a kilómetros de distancia, porque eres inconfundible -hizo una pequeña pausa- ¿cómo te llamas?

Akane ya no podía estar un minuto más ahí:

― ¡Lo... lo siento... yo... yo debo irme! -y salió corriendo rápidamente de ahí-.

― ¡Espera, por favor! -dijo Ranma, pero, no le hizo caso-.

Todos los que estaban ahí, se quedaron viendo al no comprender lo que había pasado. Ranma intentó seguirla, pero, antes de que pudiera salir de esa habitación, se encontró de frente con el Teniente Picolette:

― ¿Algún problema, Saotome? -le preguntó-.

Ranma se quedó viendo hacia el lugar donde Akane había corrido. Dio un pequeño suspiro de frustración, al no poder ir tras ella y le dijo, con voz apagada:

― No... no, señor -y volvió a entrar-.

Las enfermeras que habían estado discutiendo antes para ver quién atendería a Ranma, se acercaron rápidamente al ver que Akane se había ido, pero, el doctor que estaba ahí y que le había pedido a Akane que atendiera a Ranma, les dijo, para evitar que volvieran a pelear:

― No se preocupen, señoritas, yo me haré cargo.

― Pero, doctor... -dijeron ambas-.

― Ustedes vayan a atender a los demás soldados.

Las enfermeras se molestaron un poco, pero, tuvieron que hacerle caso.

Ranma regresó a la camilla donde había estado sentado. Aún no asimilaba lo que acababa de pasar: ¡la chica que deseaba volver a ver con todas sus fuerzas, había estado frente a él por unos momentos!

Se sintió muy decepcionado al no haber podido hablar con ella. Dio un pequeño suspiro y de pronto, se percató que esa chica había dejado ahí el anillo que se había quitado para ponerse los guantes. Lo tomó y lo observó un momento: ¡era un anillo de compromiso!... desgraciadamente, Mariko había tenido razón aquel día: ¡esa hermosa mujer estaba comprometida!

Mientras tanto, Shampoo había seguido a Akane, al verla salir corriendo de ese lugar:

― ¡Akane! -la llamaba- ¡espera!

Akane iba sumida en sus pensamientos:

¡¿Por qué?!... ¡¿por qué tuve que volver a verlo?!... ¡¿por qué?! -se decía, internamente- ¡era mejor que quedara solo como una linda ilusión, nada más!

Shampoo seguía llamándola, hasta que, al fin, Akane se detuvo en uno de los pasillos de la Academia:

― ¿Qué tienes, Akane? -dijo Shampoo, llegando a su lado- ¿qué pasó?

Akane tenía el rostro inclinado y Shampoo volvió a decirle:

― ¿Qué te hizo ese soldado para que salieras corriendo de esa manera?

― Shampoo -dijo Akane, con lágrimas en los ojos-.

― Dime, Akane, ¡¿te hizo alguna grosería?! -dijo molesta- ¡fue eso, ¿verdad?! ¡no te preocupes, ahora mismo iré a ponerlo en su lugar! -dijo, empezando a caminar de regreso hacia el centro médico-.

Akane la tomó rápidamente del brazo y le dijo:

― ¡No, Shampoo, no me hizo nada!

― ¿Entonces? ¿qué pasó?

Akane tomó aire y le dijo, con voz entrecortada:

― Shampoo... es él.

― ¿Él? -preguntó confundida- ¿quién?

Akane se quedó callada un momento y después, le dijo:

― Ese soldado... es el chico del que te platiqué una vez, ¿recuerdas?

Shampoo aún no asimilaba lo que Akane acababa de decirle y después de unos segundos, reaccionó:

― ¡¿El chico que te sujetó en la heladería hace unos años para evitar que te lastimaras?!

Akane asintió levemente:

― ¡Akane, qué alegría!... -dijo Shampoo, muy emocionada- pero, no es cierto que solo una vez me hayas platicado de él: creo que casi a diario lo hacías...

Akane se sonrojó y Shampoo continuó:

― Y... ¡¿lo saludaste?!... ¡¿cómo se llama?!... ¡¿te reconoció?!... ¡¿qué te dijo?!

― ¡Shampoo, por favor! -dijo Akane- no puedo responderte tantas preguntas a la vez.

― Entonces, apúrate a contarme.

Akane dio un pequeño suspiro y le contó rápidamente las pocas palabras que habían cruzado:

― Pero, Akane -dijo Shampoo, con reproche- después de años de soñar con volver a verlo, ¿así nada más desaprovechaste la oportunidad de conocerlo? -hizo una pausa y después le dijo, sonriendo:- y... ¿de verdad te llamó "muñequita de porcelana"?

― Sí -dijo Akane, aún sonrojada- ¡pero, ya no lo repitas!... ¡me da mucha vergüenza!

― No veo por qué, ¡suena muy tierno, Akane! -dijo, muy emocionada- ¡qué lindo! ¡te reconoció de inmediato a pesar de los años que pasaron!

Akane se le quedó viendo un momento y después, le dijo:

― Shampoo, perdóname, pero, creo que no me quedaré a trabajar aquí.

― Y eso, ¿por qué? -dijo sorprendida- ¿porque lo encontraste aquí?... ¿es eso?

― No, es solo que... -hizo una pausa- Shampoo, no debí mentirle a mi familia para venir acá...

― Ya habías aceptado hacerlo, Akane.

― Shampoo, comprende que...

― ¿Por qué no admites que te sientes atraída por ese chico? -dijo, levantando una ceja-.

― ¡No es cierto! -dijo Akane, entre molesta y sonrojada-.

― ¡Claro que sí!

Akane se quedó callada y Shampoo continuó:

― Akane, a mí no me puedes engañar: sé muy bien que tú no estás enamorada de tu prometido y que solo te vas a casar con él para cumplir con las tradiciones de tu pueblo.

Akane inclinó la cabeza, muy avergonzada y Shampoo continuó:

― ¿Por qué no te das la oportunidad de tratar a ese chico?

― ¿A qué te refieres? -dijo sorprendida-.

― Bueno, podrías hacerte su amiga y quien quita que más adelante, pues...

― ¡Shampoo! -dijo asustada-.

Shampoo rio un poco y Akane le dijo molesta:

― ¡De verdad que no cambias!... ¡yo quiero hablar en serio contigo y tú todo lo tomas a broma!

― Tranquila, Akane -dijo, todavía sonriendo- yo solo te estoy proponiendo que lo conozcas, nada más jajaja... si quieres, yo podría hablar con él y...

― ¡No! ¡que ni se te ocurra, Shampoo!

― Pero, Akane...

― ¡No, Shampoo, no me interesa conocerlo!

― Jajaja -rio Shampoo- ¡qué mentirosa resultaste! jajajaja.

Akane se molestó aún más y Shampoo continuó:

― Por lo menos, le hubieras dicho que sí lo recordabas... ¿qué te costaba?

― ¡Shampoo!

― Bueno, está bien jajajaja ya no voy a insistir jajajaja.

Akane se cruzó de brazos y Shampoo se dio cuenta de algo:

― Oye y... ¿tu anillo?

― ¡Mi anillo! -dijo Akane, asustada- lo dejé en la camilla donde...

― Donde ibas a atender a ese chico -dijo, sonriendo- bueno, vamos por tu anillo.

― Pero... pero... -dijo Akane, muy nerviosa- ¡yo no quiero encontrarme nuevamente con él!... ¡ayúdame, por favor! -dijo desesperada- ¡no quiero volver a verlo!

― ¡Qué dramática eres! jajajaja... además, creo que va a ser imposible que no te lo vuelvas a encontrar por acá jajajaja.

― ¡Entonces, me iré ahora mismo a mi pueblo! -dijo decidida- ¡y ya no me importa si voy a poder ejercer o no mi carrera más adelante!

― Muy bien -dijo Shampoo, divertida- ¿y cómo le vas a explicar a tu prometido que perdiste tu anillo?

― Bueno, yo... yo...

― Te deseo suerte en recuperarlo jajajajaja... adiós -dijo Shampoo, riendo un poco y dando la vuelta para regresar al centro médico-.

― ¡No, Shampoo! ¡ayúdame, por favor! -dijo, tomándola del brazo-.

― Akane, tú puedes hacerlo sola.

― Shampoo, por favor.

― Está bien jajajaja te voy a ayudar, pero, primero, admite que te gusta ese chico.

Akane se puso muy roja y se quedó sin habla. Shampoo empezó a reír y después, le dijo:

― Bueno, creo que con eso me conformo "por ahora" jajajaja... vamos, te ayudaré a recuperar tu anillo jajaja -y la tomó de la mano para regresar al centro médico-.

Por otro lado, en el pueblo de Nerima, en la hacienda Tatewaki, Kuno se encontraba en su oficina hablando con Gosunkugi:

― Entonces, Gosunkugi, estamos en lo dicho -dijo Kuno-.

― ¿De verdad, señor? -dijo Gosunkugi, todavía sin creerlo-.

― Sí... has hecho un excelente trabajo todos estos años y es justo que te recompense de esa manera.

― Señor, pero, ¿está seguro?... es que, no me siento merecedor de tal honor...

Kuno se le quedó viendo un momento y después dijo, con algo de sarcasmo:

― Bueno, yo tampoco creo que lo seas, pero, has sido un sirviente muy fiel y así podría saldar completamente mi deuda contigo, porque de una vez te digo que no voy a permitir que me sigas pidiendo dinero por tus servicios después de esta enorme recompensa que voy a hacerte.

Gosunkugi cambió su expresión al escuchar a Kuno confirmar "que no lo consideraba merecedor de ese honor". No dejó de molestarse, pero, tuvo que disimular:

― No, señor Tatewaki, ¿cómo cree? -dijo, irónicamente- después de esta enorme recompensa que acaba de hacerme, jamás me atrevería a pedirle algo más.

― Bien, eso espero -dijo bastante serio y después, le dijo:- por ahora, ya puedes retirarte... si llegara a necesitarte, te lo haré saber.

― Como usted diga, señor -dijo, haciendo una reverencia y después, salió de la oficina-.

Kuno se quedó unos minutos más, revisando unos documentos y después, decidió ir a buscar a su hermana a su habitación.

Al llegar, tocó a su puerta:

― Adelante -dijo Kodachi-.

― Hola -dijo, deslizando la puerta e ingresando a la habitación-.

― ¿Qué pasa, Kuno? -dijo sin muchos ánimos, mientras cepillaba su larga cabellera negra-.

― Mi querida hermana menor no está de buen humor -dijo, sarcásticamente- y yo que venía a darle una excelente noticia.

― ¿Qué quieres, Kuno? -dijo, un poco molesta-.

― Tranquila jajaja no es necesario que te pongas a la defensiva, solo vine a decirte que, tal y como has deseado desde hace ya algunos años...

― ¿Vas a devolverme el caballo que mi papá me regaló? -dijo, ilusionada-.

― ¡¿Todavía sigues con eso?! -dijo Kuno, molesto- ¡ya te he dicho varias veces que ese caballo es de mi prometida, además, ya te lo repuse, maldición!

― ¡Sí, pero el caballo que mi padre me regaló, es único y si no vienes a decirme que me lo vas a devolver, no me interesa escuchar lo que sea que tengas que decirme! -dijo, dándole la espalda-.

Kuno bufó fastidiado. Pasó una de sus manos por su cabello y después le dijo, tratando de tranquilizarse:

― Mira, Kodachi, vine en son de paz...

― ¡No me digas! -dijo, sarcásticamente-.

― ¡Diablos!, ¡¿por qué es tan difícil hablar contigo?!

― ¡Ay, bueno, habla de una buena vez!

Kuno tomó aire y después, le dijo:

― Sabes muy bien cómo ponerme de malas, Kodachi - dijo, todavía molesto-.

― ¿Vas a decirme a qué viniste o no?

― ¡Sí!

― ¡Bueno, entonces, hazlo de una vez!

Kuno se le quedó viendo y después, le dijo rápidamente:

― ¡Decidí conceder tu mano en matrimonio!

Kodachi se quedó estática al escucharlo. Estaba muy sorprendida, porque no se lo esperaba. Kuno la observó un momento y después le dijo, sarcásticamente:

― ¿Qué te pasa, hermanita? ¿qué no era eso lo que deseabas con tanto fervor?

― Bueno, yo... sí, pero...

― ¿Pero qué?

― ¿A quién se la concediste? -dijo, muy nerviosa-.

Kuno rio un momento:

― Eso no te lo diré aún, pequeña -dijo, con sarcasmo- solo confórmate, por ahora, con saber que te casarás el mismo día que yo.

― Pero, Kuno...

― Nos vemos en el almuerzo, querida Kodachi -dijo saliendo de la habitación, muy feliz-.

Kodachi se quedó muy pensativa:

¿A quién le concedería mi mano?... ¡tengo que saberlo! -dijo, internamente- aunque, al final, creo que, sea quien sea, todo es mejor que seguir al lado de mi hermano.

Por otro lado, en Ia Academia del Ejército Imperial Japonés, después de unas horas, Ranma acababa de contarles rápidamente a sus amigos lo sucedido durante su chequeo médico:

― Bueno, Ranma, al menos se te concedió lo que tanto deseabas, ¿no? jajaja -dijo Sentaro- ¿quién lo diría?... "tu muñeca de porcelana" es una de las nuevas enfermeras de las que no han dejado de hablar nuestros compañeros jajaja: dijeron que hasta el Teniente Chardin no fue inmune a su belleza jajajaja.

― Eso no es novedad, Sentaro -dijo Shinnosuke- el Teniente Chardin tiene fama de "enamorarse" de cuanta chica linda se le ponga enfrente.

Ranma dio un pequeño suspiro:

― Pero, Ranma -dijo Shinnosuke- ¿de verdad, la chica de la que tanto nos has hablado, es una de las nuevas enfermeras?

― Sí, es ella, Shinno -dijo, algo decaído- estoy completamente seguro, pero... ni siquiera se acuerda de mí.

― Bueno, amigo -dijo Sentaro, colocando su brazo derecho sobre uno de los hombros de Ranma- ¿qué esperabas?... mira, no quiero ser aguafiestas, pero, piensa en que solo se vieron una vez y eso fue hace ya algunos años.

― Sí... tienes razón -dijo Ranma- pero, entonces, ¿por qué yo no la olvidé?... ¿por qué yo siempre la tuve presente?

― Porque te enamoraste de ella -dijo Shinnosuke-.

Ranma se le quedó viendo y Sentaro le dijo:

― Mira, lo que importa es que ya te desengañaste, ahora lo que te queda es olvidarla.

― No creo que sea tan fácil, Sentaro -dijo Ranma-.

― Yo te comprendo muy bien, Ranma -dijo Shinnosuke- pero, creo que esta vez, Sentaro tiene razón...

― ¿Cómo que "esta vez sí tengo razón", Shinno? -dijo Sentaro, ofendido-.

― ¡Como sea, Sentaro! -dijo Shinnosuke y después, se dirigió a Ranma:- ahora más que nunca debes olvidarte de ella, hermano: esa chica está comprometida, no tienes posibilidad alguna con ella -hizo una pausa y después, dijo:- aunque lo extraño es que ya tiene mucho tiempo de estar comprometida, porque Mariko ya te lo había dicho, ¿cómo es que no se ha casado todavía?

― Tal vez ya se casó, Shinno -dijo Sentaro-.

― ¿Tú crees? -dijo Shinnosuke-.

― Pues, sí... es una posibilidad.

Ranma inclinó la cabeza:

― Ranma -dijo Sentaro, despreocupado- si ya se casó, de todas formas, ¿de qué te preocupas?... a ti te sobran las chicas.

― Eso es cierto, Ranma -dijo Shinnosuke- y una que siempre ha estado interesada en ti es Mariko -dijo, con algo de tristeza- ¿por qué no te das una oportunidad con ella?

― ¡No, Shinno! ¡¿cómo crees?! -dijo Ranma, muy sorprendido- ¡jamás te haría algo así!

― Bueno, entonces, piensa en alguien más, Ranma... quizás en la hija del Coronel Daikoku -dijo Sentaro- ya ves que él hasta se tomó la molestia de presentártela y tienes que admitir que es muy hermosa...

― Pues... -dijo Ranma, pero, Sentaro lo interrumpió:-

― Además, supongamos que la chica que te gusta aún no se ha casado, pero, está comprometida, ¿qué no es ésa una indicativa de que debe estar muy enamorada de su novio como para haber aceptado casarse con él en un futuro?

Ranma se quedó callado, observando el anillo de compromiso de Akane (pues, él lo había guardado) y Shinnosuke le dijo:

― Y... ¿qué piensas hacer con ese anillo?... no estarás pensando en quedártelo, ¿verdad?

― Bueno yo... -dijo Ranma, pero, Sentaro lo interrumpió:-

― ¿Por qué no me lo das a mí? así podría obsequiárselo a Satsuki y me ahorraría lo de tener que comprar un anillo de compromiso jajajaja.

― ¡Deja tus bromas, Sentaro! -dijo Shinnosuke-.

― Yo solo decía, nada más jajajaja.

Shinnosuke negó con la cabeza y después, Ranma dijo:

― Se lo voy a devolver.

Sentaro y Shinnosuke voltearon a verse:

― ¿Y cómo piensas hacerlo? -dijo Shinnosuke-.

― Quizás pueda devolvérselo a la hora de la comida -dijo Ranma-.

― ¿Te vas a saltar el almuerzo? -dijo Shinnosuke-.

― "El delicioso almuerzo" querrás decir, Shinno jajajaja -dijo Sentaro divertido, porque de delicioso, no tenía nada-.

Shinnosuke rio un poco y después, Sentaro dijo:

― Bueno, Ranma, con que no se dé cuenta el Teniente Chardin, ya la hiciste jajajaja.

― Es cierto, Ranma -dijo Shinnosuke- porque ya ves que por todo regaña.

― Pues, aunque me regañe -dijo Ranma- hablaré con ella.

Shinnosuke dio un pequeño suspiro, negando con la cabeza y Sentaro bufó fastidiado al escuchar la insistencia de Ranma con esa chica.

Por otro lado, después de unas horas más, en el pueblo de Nerima, Ryoga se encontraba almorzando en la hacienda Kuonji con su prometida y sus futuros suegros:

― Y bien, hijo -dijo el señor Kuonji- ¿cómo vas en la universidad?

― Pues, estoy por terminar el primer año de la carrera de Contaduría Pública y Auditoría - dijo Ryoga, muy feliz-.

― Ya veo, elegiste una excelente carrera... te va a servir de mucho cuando empieces a ayudarle a tu padre a administrar su hacienda.

― Gracias, señor Kuonji -dijo aún, sonriendo- ojalá de verdad mi padre me lo permita cuando me gradúe.

― ¿Por qué hasta que te gradúes? -preguntó, sorprendido-.

― Bueno, es que... intenté que me lo permitiera hace unos meses, pero, me dijo que yo aún no tengo los conocimientos necesarios para hacerlo y que para eso está Gosunkugi, su contador.

Ukyo y la señora Atsuko voltearon a verse. Después, el señor Kuonji, dijo:

― Bueno, supongo que tu padre confía mucho en ese empleado, pero, para mí que ya debería permitirte involucrarte en el negocio familiar...

― Gracias, señor, pero, lo que mi padre me dice es que debo empezar desde abajo y desde hace ya algún tiempo, me he hecho cargo de las siembras y del ganado...

― ¡Eres un buen chico y muy trabajador! -dijo sonriendo, la señora Atsuko- ¡cada vez me convenzo más de que Riku y tu padre hicieron muy bien al comprometerte a ti y a Ukyo en matrimonio!

Ukyo y Ryoga se sonrojaron hasta más no poder. El señor Kuonji rio un poco al verlos así y después dijo, dirigiéndose a su esposa:

― Ya que mencionas lo del compromiso, Atsuko, me parece que ya ha llegado el momento de hacerlo público ante el pueblo, porque hasta ahora solo se ha mantenido en secreto entre nuestras familias.

― ¡Tienes razón, querido!... ¿qué te parece dentro de dos semanas?

― Sí, me parece muy bien, Atsuko -dijo el señor Kuonji- de todas formas, el matrimonio se celebraría dentro de pocos meses, porque Ukyo ya está por cumplir la mayoría de edad.

Y así siguieron hablando entre ellos, sin siquiera preguntarles a los "prometidos" si estaban de acuerdo.

Ryoga y Ukyo solo escuchaban. Después, voltearon a verse entre ellos (pues, estaban de frente en la mesa) y nuevamente, se ruborizaron a tope. Ukyo no aguantó a sostenerle la mirada e inclinó rápidamente el rostro y Ryoga, sin saber muy bien aún qué era lo que sentía por ella, sonrió ampliamente, pues, al parecer, ya no le molestaba para nada el "compromiso impuesto."

Mientras tanto, en Tokio, los padres de Ranma y la señora Hinako se encontraban almorzando y platicando con uno de los empleados de más confianza del señor Genma, pues, ese muchacho ya tenía algunos años de trabajar en la fábrica y en una muestra de aprecio, lo invitaron a su casa:

― Muchas gracias por la invitación, señores Saotome -dijo Toma (el amigo de Kirin y de Shampoo), pues, era él el empleado de más confianza-.

― De nada, Toma -dijo sonriendo, la señora Nodoka- nos alegra tenerte aquí.

― Sí, Toma -dijo el señor Genma- no tienes nada que agradecer, es lo mínimo que podemos hacer para agradecerte el excelente trabajo que has hecho todos estos años en la fábrica.

Toma iba a decir algo, pero, la señora Hinako lo interrumpió:

― Eres un chico muy simpático, trabajador y ante todo, muy bien educado -dijo sonriendo. Después, dio un pequeño suspiro y dijo:- ¡ojalá mi sobrino fuera como tú!

Los tres se sorprendieron al escucharla y la señora Nodoka le dijo:

― Hinako, por favor.

― ¿Qué?... es la verdad -dijo, tranquilamente- porque, tienes que admitir que Toma está mucho más interesado por el bienestar de la fábrica que tu propio hijo.

― Bueno, yo... -dijo Toma, un tanto avergonzado- solo estoy cumpliendo con mi trabajo, señora -hizo una pausa- además, el señor Genma me ha contado que gracias a las ideas de su esposa y de su hijo es que la fábrica se ha dado más a conocer...

― No, Toma -dijo la señora Nodoka, interrumpiéndolo- es gracias a las ideas de Ranma, únicamente.

― ¿Te refieres a la idea que tomó de una mujer casada para fabricar una muñeca de porcelana? -dijo la señora Hinako-.

― ¡Hinako! -dijo asustada, la señora Nodoka-.

― ¿La muñeca de cabello azulado? -preguntó Toma-.

― Hinako -dijo el señor Genma, bastante molesto- me parece que ese comentario no viene al caso.

― Pero, Genma -dijo la señora Hinako, ofendida- yo solo estoy diciendo la verdad.

La señora Nodoka estaba realmente molesta y Toma dijo, tratando de calmar un poco el ambiente:

― Yo conozco a una chica que se parece mucho a esa muñeca -dijo, sonriendo-.

― Sí, creo que ya me lo habías comentado -dijo un poco más tranquilo, el señor Genma-.

― ¿De verdad? -dijo la señora Nodoka, con curiosidad-.

― Sí, es una chica muy hermosa -dijo Toma- está estudiando enfermería.

― ¿Y cómo se llama? -dijo la señora Nodoka-.

― Akane Tendo.

La señora Nodoka se le quedó viendo y después, le dijo:

― ¡Qué nombre tan lindo! ¡ojalá pudiéramos conocerla!... ¿por qué no la traes un día a nuestra casa?

― Bueno, señora Saotome -dijo Toma, rascándose la nuca nervioso- eso lo veo un poco difícil.

― ¿Por qué? -dijo el señor Genma-.

― Es que, ella es una chica muy introvertida y además... está comprometida -dijo, algo decepcionado-.

La señora Hinako se le quedó viendo un momento a Toma y después le dijo, sarcásticamente:

― Por lo que veo, esa chica te gusta, ¿verdad, Toma?

Toma se sonrojó bastante y después, dijo:

― Bueno... la verdad, sí y mucho, pero, no quiero meterme en problemas jajaja... me conformo solo con ser su amigo jajaja.

― Muy bien dicho, Toma -dijo la señora Hinako- ojalá otros jovencitos "que andan por ahí" te escucharan y siguieran tu ejemplo... porque, ¿qué es eso de enamorarse de mujeres comprometidas o peor aún: de mujeres casadas... no te parece?

La señora Nodoka volteó a ver a su hermana, muy molesta, porque comprendió muy bien que se estaba refiriendo a su hijo y le dijo:

― ¡Hinako, ya es suficiente!, ¿por qué te empeñas en seguir hablando de eso?

― Nodoka tiene razón, Hinako -dijo el señor Genma- es mejor que cambiemos de tema.

― Yo nada más decía -dijo la tía Hinako- es que, fácilmente los jóvenes de ahora pueden descarriarse, por eso, hay que prestar atención a tiempo y...

― Gracias, Hinako -dijo sarcásticamente, la señora Nodoka- pero, no vienen al caso "tus sabios consejos", porque aquí no hay chicos que los necesiten, así que de buena manera te voy a pedir que te guardes tus opiniones.

La señora Hinako se molestó e iba a decir algo más, pero, el señor Genma no se lo permitió, porque cambió de tema en ese momento: empezó a hablar de los diseños para las nuevas piezas de cerámica (pues, a él también le incomodaban mucho los comentarios malintencionados de la señora Hinako y únicamente había aguantado todos esos años a que se quedara a vivir en su casa porque era la hermana de su esposa, pero, en realidad, ya lo tenía cansado).

Por otro lado, nuevamente en Ichigaya, Akane se encontraba en el centro médico buscando desesperadamente su anillo:

― Akane -dijo Kirin- es inútil: ya Shampoo y yo lo buscamos y no está por ninguna parte.

― Tal vez se cayó -dijo Akane, agachándose para ver debajo de las camillas-.

― Yo les pregunté a los demás doctores y enfermeras -dijo Shampoo- pero, nadie lo vio.

― Akane -dijo Kirin, nuevamente- ¿no has pensado en la posibilidad de que alguien lo haya robado al darse cuenta que era muy caro?

― ¡No, no puede ser! -dijo Akane, muy preocupada-.

― ¿Por qué no lo dejaste en el bolso que me diste para guardar en los casilleros? -dijo Kirin-.

― Es que, me di cuenta que lo tenía puesto hasta que iba a usar los guantes -dijo Akane- ¡ay no!, ¡¿qué le voy a decir a mi familia?! ... ¡¿qué le voy a decir a Kuno?!

Shampoo y Kirin voltearon a verse y después, Kirin le dijo:

― Debiste ser más cuidadosa, Akane... además, aún no me has dicho por qué saliste corriendo tan desesperadamente de aquí en la mañana.

― Bueno, yo... es que... -dijo Akane, muy nerviosa y sonrojada-.

― Después te lo platicaremos, cariño -dijo Shampoo, tratando de ayudar a Akane- ahora vamos a almorzar, porque ya tengo hambre -pues, ya todos habían ido a comer-.

― Tienes razón, princesa -dijo Kirin y después, se dirigió a Akane- vamos a comer, Akane... te prometo que después, más tranquilamente, pensaremos en algo para darle una solución a este asunto.

― Gracias, Kirin, pero, no tengo mucha hambre -dijo Akane- vayan ustedes, yo me quedaré a buscarlo un rato más... después los alcanzo.

Kirin y Shampoo voltearon a verse, no muy convencidos:

― Bueno, procura no tardarte mucho -dijo Shampoo-.

― Sabes dónde está el comedor, ¿verdad? -dijo Kirin-.

― Sí, no se preocupen... gracias.

Kirin y Shampoo se fueron y Akane siguió buscando:

― ¡Tengo que encontrar ese anillo!... ¡tiene que aparecer! -decía, muy desesperada-.

Volvió a agacharse para buscarlo:

― ¡Qué tonta! ¡¿por qué salí corriendo de esa manera?! -hizo una pausa y después dijo, algo molesta:- pero, ¡¿por qué tuvieron que pedirme precisamente a mí que atendiera a ese soldado?! -tomó aire- ¡esto no tendría por qué haber pasado!

Se levantó y se quedó callada un momento. Después, dio un largo suspiro y sin darse cuenta, estaba sonriendo:

Es aún más apuesto a como lo recordaba -dijo, internamente- su sonrisa es tan hermosa y sus ojos...

De pronto, alguien la sacó de su ensoñación:

― Entonces, en otras palabras, fue mi culpa que perdieras tu anillo, ¿verdad?

Akane dio un pequeño brinco del susto al escuchar esa voz y después, se quedó helada al ver de quién se trataba:

― Por lo menos, esta vez sí me recuerdas -dijo sonriendo, esa persona-.

¡No podía ser!: ¡¿otra vez él?!...

CONTINUARÁ...