Los días siguieron pasando sin mayor problema, salvo que la tensión de no hablarse seguía igual. Serah a menudo salía de su habitación y se lo encontraba en el pasillo del submarino, pero no cruzaban siquiera miradas. A veces ella dudaba en ir a su camarote para enfrentarse de una vez por todas y preguntar qué le pasaba. Pero nada de eso sucedió.

En su lugar, mataba el tiempo con el resto de la tripulación o entrenando con Bepo. Las noches que no podía dormir, aquellas en las que se despertaba gritando de alguna pesadilla, procuraba entrenar el poder de la fruta. Estaba dispuesta a luchar cuando llegase el día, y aunque el capitán no lo permitiera, se escaparía a la isla sin su permiso si hiciera falta.

Ese mismo día lo había estado meditando con cuidado, sería el día en que los piratas Heart se encontrasen con los Sombrero de Paja, que ella aún no conocía pero recordaba sus carteles de recompensa del periódico.

Llegada la noche, estaba aburrida de leer, casi se había acabado la estantería completa que tenía en la habitación y era demasiado orgullosa para pedirle al capitán más libros, así que pensó que era buena idea ir a darse su ducha nocturna de siempre.

Serah activó su poder y notó que no había nadie en la zona del baño y las duchas, así que tomó una muda limpia de ropa y caminó tranquila, la mayoría estaba durmiendo así que no tendría sorpresas inesperadas.

Atravesó el pasillo con paso tranquilo hasta llegar al fondo, donde había una puerta que daba entrada al gran cuarto. Allí había una hilera de cuatro duchas, cada una tapada con una cortina blanca. Estaba algo oscuro, así que la chica no reparó en el detalle de que había unos pies asomando bajo una de ellas.

Ya se había quitado sus prendas, quedando en un conjunto de ropa interior blanca. Dejó todo doblado en el banco de metal, junto a una toalla blanca. Pero ahí sí se dio cuenta de que había otro montón de ropa justo al lado, y podía reconocer perfectamente esa camiseta gris con el logo de la banda impreso en amarillo.

Se quedó congelada, luego escuchó una ducha goteando, unos pasos sobre el suelo mojado y cómo se corría una cortina.

No, no, no mires.

Pero igualmente lo hizo. Y no sabía lo poco que se arrepentiría de ello más tarde.

Lo primero con lo que toparon sus ojos fueron aquellos grises y cansados, que por alguna extraña razón no se sorprendieron de verla ahí. El cabello negro, mojado y aplastado hacia abajo, una cara inexpresiva.

Luego, como cualquier ser humano curioso, bajó la mirada. Una espalda ancha y terriblemente bien definida, unos brazos bastante fuertes, unos abdominales marcados. Todo decorado con una serie de tatuajes repartidos por todo el cuerpo, salvo de cintura para abajo. Y ahí se dio cuenta del detalle que su capitán estaba completamente desnudo.

Obvio, acababa de salir de la ducha.

–¿¡Qué haces aquí!? –gritó la chica, tapándose media cara de la vergüenza.

–¿Perdón? –respondió él con toda la calma del mundo.

Terminó de salir de la ducha y caminó hacia ella, la chica tragó sonoramente. Pero en realidad sólo tomó la toalla al lado de su ropa para secarse.

–¿Por qué tenías que estar aquí? –ella seguía alterada, pero bajó las manos cuando él se había anudado por fin la toalla en la cintura y no lo estaba viendo de nuevo desnudo.

–¿Es mi barco? –respondió él, levantado una ceja, no la entendía.

Serah se sentía confundida, se había cerciorado anteriormente de que no había nadie allí para ducharse con calma, pero se encontró la sorpresa de que sí que había alguien. Lo que ella no sabía es que al haberse pasado tantos días ignorando su presencia, su poder había imitado sus sentimientos. Así que Law ahora era "invisible" en su radar.

–¿Eres una voyeur? –dijo él, revolviéndose el pelo para hacer caer el agua.

La chica seguía mirándolo de arriba abajo de forma intensa. No se había dado cuenta de la imagen que estaba dando hasta que se acordó que ella también estaba en una situación peculiar. Luego atinó a taparse el pecho con el brazo.

–¿¡Y tú!? –le gritó de nuevo, con la cara colorada por la vergüenza.

El hombre suspiró en alto, tonto no era, claro que la había mirado y analizado, pero no era para nada expresivo con sus pensamientos. La chica era guapa, bastante atractiva según sus estándares, pero no era algo que fuese a decir en alto, menos porque no quería subirle el ego.

–Oye, eres tú la que ha entrado mientras estaba duchandome –se defendió, comenzando a vestirse.

Deslizó una mano a la toalla para quitársela y poder ponerse la ropa de abajo, Serah se giró bruscamente para no mirarlo. Se sentía una adolescente viendo a un chico atractivo, avergonzada.

Porque lo era, desgraciadamente Law le parecía demasiado guapo. Posiblemente era la primera vez que veía a un hombre atractivo, y que ella desease verlo así. Había una importante diferencia entre su vida anterior ya que estaba construyendo ahora con los piratas Heart.

No dijo nada sobre su aspecto físico, no iba a darle el gusto de un halago, pero sus caras, sus muecas y sus palabras solo había aumentado un poco el ego del capitán, que hasta se había divertido al incomodarla así, aunque todo fue improvisado.

–Siempre tienes que tener la última palabra, eh –protestó ella, rodando los ojos.

Ahí estaba haciendo referencia a lo ocurrido en los últimos días, era una pequeña puya. Law no tenía ganas de discutir ahora, el ambiente no era precisamente tenso, y quería seguir tranquilo.

–De eso quería hablar contigo… –dijo, tanteando el terreno.

Ya se había colocado los pantalones y estaba acabando de secar su torso cuando ella se volvió a girar para mirarlo. Se dió cuenta de que aún no se había vestido del todo.

–¡Pero avísame cuando acabes! –le ordenó, evitando mirar al resto de su cuerpo descubierto.

En su lugar levantó la mirada de nuevo a sus ojos grises, que ahora denotaban un poco de diversión. Y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

–Eres tú la que no me quita los ojos de encima.

Esto fue la gota que colmó el vaso.

–Al menos yo no me porto como un crío, evitando a los demás porque me cuesta pedir perdón.

Law se mordió un poco el labio y su sonrisa se esfumó tan rápido como había llegado. Tenía parte de razón. No era una persona de muchas palabras, no se le daba bien empatizar con los demás y comprender las emociones.

Desde ese día en que se dio cuenta que la fachada de tipo duro que había construido años atrás estaba cayendo, sintió algo de miedo e incomodidad. Y no supo cómo responder. Así que hizo lo que siempre hacía, mostrar indiferencia.

Dudó en responder, la cara de la chica era un poema, mezcla de vergüenza por la situación y enfado por el nuevo tema de conversación. Tal vez era el momento de dejar a un lado el orgullo y aceptar que se había equivocado, que no todo el mundo tenía que responder a como él deseaba siempre.

–Está bien, lo siento.

Por fin lo dijo. Por fin.

Después de semanas usando la ley del hielo con ella, ignorándola, evitándola por la nave, ahora pronunciar esas simples palabras le hacían sentir tan pequeño. Pero no era suficiente.

–Sabes, pensaba que me ibas a echar de aquí en cuanto tuvieras oportunidad –soltó ella, bajando los hombros un poco.

Esa indiferencia le había hecho algo de daño días atrás. Le había costado encontrar un sitio donde encajar y sentirse a gusto, justamente a su lado, pero cuando todo se volvió más frío, sus pesadillas de abandono regresaron. No quería quedarse en otra isla y rehacer su vida allí. A medida que los días pasaba , estaba segura que quería formar parte de su tripulación.

–¿Por qué iba a hacer eso? –preguntó, como si fuera lo más obvio del mundo– He tenido muchas oportunidades de hacerlo.

–Nunca quise causarte molestia… –murmuró– Y siempre te has molestado tanto por mi… que pensar en eso dolía…

Y los ojos de la chica se humedecieron lentamente hasta comenzar a caer pequeñas lágrimas por sus mejillas. La luz era escasa, pero aún así podía ver su rostro lleno de tristeza. Por fin había decidido soltar todo lo que guardaba dentro.

Law quedó estático, no sabía cómo reaccionar. No era el mejor consolando, tampoco escuchando.

¿Qué debía hacer?

Era el causante de ese llanto, por una vez tendría que enfrentar aquello de lo que rehuía tanto.

Caminó lo poco que le separaba de ella y le dio un abrazo, al principio torpe e incluso tímido, ella estaba completamente quieta al no saber cómo responder.

–Eres bienvenida a los piratas Heart.

Y terminó de rodear su espalda y cadera, apretando con algo de fuerza contra su cuerpo. Tal vez no era la mejor situación, pero notar el calor que desprendía el cuerpo de su capitán la había calmado bastante. Pasaron unos segundos hasta que se sintió cómoda y devolvió el gesto con cariño, pasando sus brazos por el cuello de él, ya que eran casi de la misma altura.

Se quedaron unos segundos más, hasta que Serah recuperó los colores al recordar que, primero él no tenía camiseta y estaba notando todo sus músculos, y segundo, ella estaba en ropa interior. Pero no quiso romper el momento, se separó un poco.

Agarró la cabeza del capitán con ambas manos, que se alteró un poco por el contacto físico y le plantó un pequeño beso en la mejilla antes de alejarse del todo, dejándolo un poco confundido.

– Aunque no te lo has ganado –dijo ella, sacándole la lengua a modo de burla.

Finalmente Law terminó de ponerse su ropa, bajo la atenta mirada de la morena –que parecía ignorar lo desnuda que estaba ella misma–, y ya cuando estaba esperando a que se marchase para entrar a la ducha, el hombre se giró un momento para despedirse.

–Puedes volver a mi cama cuando quieras.

Por supuesto que solo deseaba molestarla, era un juego para él. La insinuación no iba en serio, hacía alusión a las noches en las que ella se aburría y le invadía la habitación.

Pero Serah se lo tomó en el sentido en que estaba insinuando algo. Casi le tira lo que más a mano tenía, una toalla.

– ¡Idiota! –su cara era un poema.

Y el capitán se marchó del baño, sonriendo de medio lado.